Cuando vemos a una pareja bailando Tango, sea cual fuere la variante del mismo, vemos una manera y una forma; y aunque las mismas sean personales, derivan de una evolución en la que han participado miles y miles de parejas a través de decenas y decenas de años. Algunas de ellas famosas, otras anónimamente. Desde los primeros negros llegados a Argentina (y justo es recordar que las guerras civiles acabaron con todos ellos) pasando por los inmigrantes italianos, eslavos, españoles… es, por ello, un “traje” prestado y tejido de momentos de pena y también de felicidad.
Para la experiencia de los bailarines, el Tango es el vehículo formado por dos cuerpos que se abrazan; lo que cada uno de ellos encuentra en ese trayecto es muy personal; existe una proyección del carácter de las personas, que es visible desde el exterior. Hay una proyección de los sentimientos, que tiende a quedarse en el interior, y otra proyección de la creatividad, que es un diálogo improvisado hacia dentro y hacia fuera; de ahí la dificultad de compartir la experiencia del Tango fuera del Tango.
No hay comentarios:
Publicar un comentario