Incómodas
reflexiones (IV): ¿Puede aportar algo las visiones pacifistas ante el
SARS-Cov2 y su impacto transversal en los equilibrios internacionales?
Es decir, todo ese edificio construido en torno a la
prestación de servicios y ocio, y la disposición de tiempo libre de cada
persona o familia se ha orientado hacia actividades que producen cierta
satisfacción - dando sentido a la vida
tal y como la concebimos en occidente - consecuentemente trasladando un
sentimiento de seguridad y confianza en que el modelo económico y político da,
así, un sentido lúdico a nuestras vidas.
Como seres vivos tenemos unas necesidades básicas propias
de nuestra naturaleza como lo es comer, vestirnos, alimentarnos, tener un lugar
seguro y estable donde vivir con ciertas comodidades y servicios (agua, energía eléctrica, sanitarios y
desagües, muebles…), sistemas de comunicación con el mundo exterior e
interactuar con él (televisión, radio, ordenadores, teléfonos,…) y enseres
personales que forman parte de nuestra identidad (fotografías propias o familiares, recuerdos familiares, recuerdos de
viajes, videos…) así como un lugar donde guardamos documentos que muestran
nuestra actividad y relación con la sociedad que nos rodea (contratos, facturas…) así como otros
documentos que señalarían nuestra identidad y valor potencial para nuestra
propia sociedad y para nosotros mismos (títulos
académicos, distinciones oficiales, relaciones profesionales…). Todo ello
forma parte de nosotros mismos y de nuestra identidad personal, es decir de
nuestra propia persona y el Estado procura normas, leyes y derechos, para que
las personas puedan construir esa identidad personal (que sus bienes materiales, como expresión de su personalidad y su
visión, incluso espiritual o simbólica, representan como parte de sí mismos),
protegerla y propiciarla e incluso se va más allá, cuando como propio Estado
constituye sistemas de protección para la salud (poniendo al servicio de los ciudadanos conocimientos y tecnologías
para mantener o restablecer la salud protegiendo la vida de cada cual) o
desarrollar la formación en etapas educativas destinadas al conocimiento de las
herramientas destinadas a la comunicación (leer,
escribir, expresarse correctamente, normas de conducta cotidiana,…) al
cálculo elemental matemático (inicialmente
destinado para saber manejarse en un entorno de intercambio comercial y
valoración de bienes materiales) inicio de desarrollo de la creatividad (por medio de expresiones plásticas,
literarias o musicales) y del entorno social, político y tecnológico que
permitirá el desarrollo de las potencialidades personales y la plena
integración en la sociedad.
El desarrollo armónico y equilibrado de todas esas
necesidades y a la garantía “in tempore” por parte del Estado de que siempre se
cubrirán, y se tendrá acceso, produce en la sociedad una idea de estabilidad y bienestar
que hace posible ir definiendo la idea de Bienestar Social; la preocupación por
parte del Estado de que ese Bienestar Social alcance a la inmensa mayoría de
los ciudadanos (y si fuera posible a
todos ellos) analizando los rasgos de los entornos y peculiaridades
sociales que lo optimizarían y aquellos otros que lo hicieran deficitario; pues
del bienestar social depende la Paz Social y de la Paz Social la estabilidad y
progreso de las sociedades.
Desde ese punto de vista, se comprende que en situaciones
de normalidad económica y social siguen existiendo causas que generan malestar
social (situaciones de pobreza, desamparo
de niños o mayores, estigmatizaciones sociales, falta de conocimientos básicos
o la posibilidad de desarrollarlos insertarse en la sociedad en igualdad de
oportunidades, discriminaciones o prejuicios, ciertas formas de intolerancia…
falta de empatía o solidaridad, abusos en general) y se actúan sobre ellas
para reconducirlas no siempre con éxito; pero en momentos de crisis económicas,
cuando algunas de esas necesidades básicas que todos tenemos no son cubiertas,
o se concibe incertidumbre objetiva, se está en riesgo de conflicto y con ello
aparece la necesidad de dar confianza y a la vez
erradicar o paliar decisivamente las causas que generan malestar social, pues ese
malestar puede ser reconvertido en apoyo popular para generar un conflicto
social creciente.
En esos momentos aparece la idea de
gestión de los conflictos para visibilizar el camino a una solución y en ese
sentido existen distintas versiones, desde un punto de vista moral: unas de
naturaleza pacifista y otras que contemplan la violencia (e incluso justifican la violencia llevada hasta la guerra) como
métodos de resolución de uno o varios conflictos simultáneos:
·
El pacifismo, según el cual toda guerra es
injustificada y, por consiguiente, inmoral.
·
El enfoque
del «realismo político» o realpolitik, cuya premisa fundamental
quedó recogida por el militar e historiador alemán Cari von
Clausewitz, cuando dijo que la guerra no es sino otra forma de hacer
política.
·
Y
finalmente, queda la tradición de la guerra justa, con origen en la Edad Media y que se caracteriza por
defender que algunas contiendas bélicas tienen justificación y son morales.
Las crisis económicas ponen a prueba la fortaleza de los
modelos económicos sometiéndolos a crítica, y así mismo ocurre con los modelos
políticos cuando hacen frente a esa contingencia, pues en ese debate que se
produce en los sistemas democráticos siempre aparece la comparación con otros
modelos que afrontaron la misma crisis para evaluar sus resultados. En la
crisis del 29 se extendería la idea de concebir que el autoritarismo, o las
dictaduras, suelen afrontar mejor estas situaciones porque sus decisiones no
son cuestionadas y tienen a disposición de su voluntad todos los recursos
(público y privados) del Estado de manera permanente (y no de manera puntual o transitoria, ante una situación de emergencia,
como ocurre en una democracia liberal). Así ocurriría en los años 30 cuando
se especulara con que la dictadura de Italia fuera capaz de gestionar mejor la
crisis económica que el resto de las democracias europeas, y los presentaron,
por un momento, como un modelo de gestión eficiente, apareciendo su dictador
como figura relevante casi digna de emular frente a otro totalitarismo concebido
mucho más peligroso (el soviético) en
el cual la crisis no hacía mella; por el contrario en la URSS no solo resistía
la crisis sino que crecía la economía (el primer plan quinquenal, desarrollado entre 1928 y 1933, no
fue, como podía parecer, una idea nacida de la simple improvisación. Mientras el hundimiento económico e
industrial de los países capitalistas rompía niveles nunca antes visto, la
pujanza económica soviética alcanzó logros notables.51)
Tal vez se olvide que la URSS, con Stalin al frente, fue un
régimen sangriento y de terror donde millones de sus ciudadanos o fueron
ejecutados o encarcelados para hacer sumisa y obediente a la población (a un régimen imperativo “in tempore” en sí
mismo, que impuso sus proyecto político en un Estado cuya sociedad era,
esencialmente, agraria y casi anclada en la Edad Media; siendo contradictorio
cuando le convino según las circunstancias – sacó de las cárceles a los guías
religiosos para dar confort espiritual a los jóvenes rusos que serían
sacrificados en la Segunda Guerra Mundial; dio marcha a tras y permitió
concebir en la población una rectificación positiva sobre el libre mercado,
pero solo era una cuestión estratégica, para luego volver a sus principios
teóricos y mostrarse con crueldad y abatir incluso a los discrepantes dentro de
su seno revolucionario; perseguirlos y asesinarlos incluso si huían al extranjero.
Y sabemos ahora que la violencia que acompaña a las dictaduras, ya sean en
regímenes o en entornos familiares, es fuente de malestar social, porque la
ausencia de libertades básicas – y la imposición de una visión exclusivamente
materialista, excluyente donde el Estado interviene en las convicciones más
íntimas, e incluso simbólicas de todos sus ciudadanos, sometiéndolos a acecho y
vigilancia, afecta a la salud del espíritu y mente) anulando libertades e
iniciativas individuales básicas –
bastaría recordar aquella joven liberada de Corea del Norte que aseguraba en la
TV que estaba convencida que su líder “leía su mente” – aquel líder obliga
a sus ciudadanos a mostrar felicidad ante su Estado. Los efectos del
autoritarismo/violencia son evidentemente demoledores y destructivos en un Ser
Humano (situación ideal para un Dictador).
La alternativa de contrapeso que mostrara un Ideal
antagónico al terror totalitario del Comunismo fue aprovechar la misma figura
política de la dictadura ya experimentada que se pudiera expresar en términos
de régimen, totalmente excluyente, antagónico y de signo contrario a la
comunista. Así nace el Fascismo en Italia.
(experimentada la Dictadura en Roma, para
periodos excepcionales, por un tiempo no superior a seis meses, por un Dictador
elegido por el Senado, con plenos poderes incluso sobre las vidas; que una vez
acabado el periodo excepcional sería sometido a riguroso juicio público.
Aquella formula pronto degeneraría y se mostraría, para muchos, como una
oportunidad en crear las condiciones idóneas para persuadir de la necesidad de
una Dictadura y con ello conspirar para que este formato dictatorial llegara
como fórmula ideal para usar la fuerza extrema sobre vidas y bienes de sus
rivales u opositores políticos o económicos. El Dictador, ante la oportunidad, y
la siempre amenaza de juicio sobre sus actos, prolongaría “sine día” sus
totales potestades, generando una convergencia de intereses políticos y
económicos entre sus partidarios incondicionales cuyo papel, a cambio de poder
y/o dinero, sería perpetuarle en el poder mediante el ejercicio del terror y su
constante amenaza).
Si
consideramos como cierto que la Dictadura de Primo de Rivera fuera concebida,
más bien, de “contención social” y, en cierto modo, “impase tácito” (y para otros posiblemente táctico), en
los que “todos” los grupos del momento quedarían a la expectativa de lo que
hiciera el General. El General fue llevado al poder, ante la negativa de otros candidatos
militares de prestigio, en una maniobra conspirativa del Cuadrilátero pretendidamente para “salvar” los problemas y malestar social y
político generados por las muertes de soldados, en los desastres en el Norte de
África, los errores y corrupciones señalados en el Expediente Picasso, que
pondría en entre dicho la actividad del Ejército en el norte de África, y a la
vez reconducir el criterio de salir de las África y que ya vendría
siendo motivo de división de criterios en el ambiente político e incluso
militar ante el gran malestar social que generaba la guerra y sus noticias
desastrosas.
(la pérdida de Cuba y Filipinas en el 98,
reforzaría el deseo de conservar alguna colonia que recordara el pasado
Imperial español y el Norte de África rememoraría ese recuerdo dándole a España
un papel internacional similar al resto de potencias. Sin embargo las pérdidas
de vidas humanas para sostener esa evocación histórica provocaba graves
problemas a los gobiernos. Ya en 1909, a causa de movilizaciones de reservistas
de los años 1903, casados, con esposas e hijos, que no podían pagarse una
especie de “dispensa” para evitarse ir a la Guerra de África – y que fuera otro en su lugar - se produjeron
los hechos conocidos como “Semana Trágica”
en Bracelona: La tarde del
domingo 18 de julio cuando
se procedía al embarque del batallón de Cazadores de Reus, integrado en la
Brigada Mixta de Cataluña, la tensión estalló. Algunos soldados arrojaron al
mar los escapularios y medallas que varias aristócratas barcelonesas les habían
entregado antes de subir al vapor militar Cataluña, mientras
hombres y mujeres gritaban desde los muelles:
¡Abajo la guerra! ¡Que vayan los ricos! ¡Todos o ninguno!
La policía
tuvo que hacer varios disparos al aire y detuvo a varias personas. Las
protestas aumentaron en los días siguientes cuando llegaron noticias de que se
habían producido gran número de bajas entre los soldados españoles enviados
a Marruecos.5 ( Guerra de Melilla y Desastre del Barranco
del Lobo. El jueves 22 de julio los diputados de Solidaridad
Catalana se hacían eco del "sentimiento popular" y
exigían al gobierno la "reunión inmediata de las Cortes" para debatir
la cuestión de la guerra y las "condiciones en que se practica el
reclutamiento de las tropas expedicionarias".6 El gobernador civil de
Barcelona, Ángel
Ossorio y Gallardo, prohibió la reunión de Solidaritat Obrera y el
Gobierno se negó a hablar sobre las privilegios de las familias adineradas que se libraban de la
guerra - la legislación de reclutamiento vigente permitía quedar exento de la
incorporación a filas o consiguiendo que fuera otra persona en su lugar a
cambio de dinero, o mediante el pago de un canon de 6000 reales, cantidad que no estaba al alcance del pueblo (el
sustento diario de un trabajador ascendía en la época aproximadamente a 10
reales). La mayor parte de los
reservistas eran padres de familia, en las que la única fuente de ingresos era
el trabajo de estos. - y los sindicatos
declararon huelga por esos reclutamientos prendiendo fuego a más de un centenar
de edificios, la mayoría (80) religiosos y que dieron como saldo 78 muertos
(75 civiles y 3 militares), seguida
de una dura represión deteniéndose a varios millares de personas, de las que
2000 fueron procesadas, resultando 175 penas de destierro, 59 cadenas perpetuas
y 5 condenas a muerte, entre ellas la de un
pedagogo español, reconocido
internacionalmente, que fue fusilado –
con débiles pruebas de haber dirigido la revuelta - y motivó
manifestaciones en Europa y artículos de prensa señalando a España como un gobioerno
de bárbaros, haciendo posible la caída del Gobierno Conservador de Maura y que
el nuncio religioso atribuiría a la masonería internacional – un recurso
justificativo que sería utilizado en España. En 1912 el Presidente José
Canalejas Liberal reformista, modificaría las reglas de reclutamiento,
haciéndolo obligatorio para todos y acabaría siendo asesinado en lo que parece
una nueva conspiración usándose un anarquista.
El propio general seleccionado como dictador, Primo de Rivera, defendía
salir de África, por lo que parece que (que
como ahora sabemos, ese era el objetivo esencial de la Conjura del
Cuadrilátero, aunque al General elegido le hubieran podido presentar ideas de
Golpe más como la necesidad de reconducir los conflictos sociales) hubiera
sido más congruente para él no haber aceptado la responsabilidad el “encargo” y
las múltiples consecuencias negativas que esa aceptación traería en el devenir
de España y para su propia salud personal.
La política regeneracionistas (que en los primeros años fueron apoyadas por
el centro izquierda) del Dictador. La
Dictadura anulaba la influencia de la Derecha y la posicionó “fuera de juego” y
sin papel político (ello llevaría, a la
postre, a que los Conservadores no tuvieran estructuras políticas organizadas
con las que poder participar en unas eventuales elecciones para competir y
representar a una parte esencial de la sociedad cuando la Dictadura cesara,
pues fue concebida como un periodo acotado que acabó por no respetarse) y
tampoco acabó con el “caciquismo/clientelar” que existía esencialmente en la
España rural y que representaba otro objetivo para él. Los Conservadores
optararían por alejarse de esa esfera posicionándose en su contra e incluso
participar en algún golpe o simplemente empezar a contemplar el republicanismo
como una opción, ante la evidencia de que la Dictadura, apoyada por el Rey,
olvidaba su compromiso de ser temporal (https://es.wikipedia.org/wiki/Dictadura_de_Primo_de_Rivera#La_p%C3%A9rdida_de_apoyos,
generándose intentos de golpe para que concluyera en el cargo: la Sanjuanada y el organizado por en
enero de 1929 en Valencia y su principal protagonista fue el político conservador José Sánchez Guerra.54). https://es.wikipedia.org/wiki/Dictadura_de_Primo_de_Rivera#El_crecimiento_de_la_oposici%C3%B3n
Mientras el rey, Alfonso XIII, sin marco
legal donde sustentarse Constitucionalmente, al apoyar el Golpe de Estado, se
amparó (o previera ampararse ) en el
formato político que respaldara su apoyo al militar golpista (y a la conspiración que lo aupó) y cuyo
ejemplo se hallaría en Italia, a donde el monarca viajó una vez consumada la
Dictadura para “visualizar” la posición del Rey Víctor Manuel III y Mussolini
como Dictador, que un año antes habría procedido de manera similar cediendo
ante Mussolini y su marcha, como expresión de poder intimidatorio, sobre Roma.
La expresión «dictadura con rey» ha sido
acuñada por el historiador Santos
Juliá (que también utiliza el término «dictadura militar de real orden»).3
Obedece al hecho de que la suerte final del golpe militar la decidió el rey
Alfonso XIII al no respaldar al Gobierno y ceder el poder a Primo de Rivera, lo
mismo que había hecho un año antes el rey de Italia Víctor Manuel III, que se negó a firmar el decreto que declaraba el
estado de emergencia para impedir que la marcha
sobre Roma de los fascistas
triunfara, y al día siguiente nombró a Mussolini jefe del Gobierno. No es casualidad que, poco
después de instaurarse la dictadura, Alfonso XIII le dijera a Víctor Manuel III
en el curso de una visita
oficial a Italia: «Ya tengo mi
Mussolini».4 Por
su parte, Primo de Rivera admiraba al Duce (Mussolini
fue personaje de moda en la época, y otros ambientes políticos resaltarían su
persona y ese formato fascista, entre ellos algunos ambientes políticos
anglosajones del momento) al que consideraba «el apóstol de la campaña
dirigida contra la corrupción y la anarquía». Según la historiadora Genoveva
García Queipo de Llano, «el aumento de las dificultades y la propia
consolidación del régimen dictatorial le llevaron [a Primo de Rivera] a
aproximarse algo más al fascismo, pero siempre con indecisión, de manera
tímida».5
Se generó en la https://es.wikipedia.org/wiki/Dictadura_de_Primo_de_Rivera#El_colapso_final,
perdiendo apoyos del mundo económico y sucederse malas cosechas hacia el año 29.
La resolución “aparente” de lo esencial, respecto al Desastre de Annual y el
Expediente Picasso, se abordaría con el desembarco de Alhucemas y la rendición
de las cabilas de Adb el-Krin intentando
“hacer olvidar u opacar” la “cuestión de fondo” del Expediente Picasso; pero
ello no resolvería la cuestión militar (de
privilegios en ascensos en el escalafón militar por causas de la guerra
africana y el malestar que ello causaba en parte del ejército – divido entre africanistas
- basados en el reconocimiento de intereses coloniales sobre África expresados
en la Conferencia de Berlín de 1885 - y junteros que criticaban ese
modelo de ascenso en el escalafón). El proyecto que presentara la Dictadura para realizar un
gran acuerdo dentro del Ejército, en lo relativo a ascensos por méritos de
guerra, fue rechazo por los Artilleros y la respuesta del Dictador,
disolviéndolos como cuerpo, generaría más problemas y desafección dentro del
Ejército que alcanzaría al rey; y parte del ejército que empezaría a contemplar
ideas republicanas en su seno.
Tampoco pudo el Dictador aplicar su visión
sobre los territorios africanos, en sintonía con la tendencia expresada en el
ambiente social y político de abandonar
el protectorado africano y librar a la sociedad de las penurias de la guerra en
el protectorado marroquí. Por el contrario, se vio en la necesidad de actuar en
contra de su propio criterio pues se
verificaría, que más allá de las cuestiones sociales que le pudieran presentar
los generales del Cuadrilátero para seducir a Primo de Rivera y hacerle liderar
un golpe de Estado (rechazado por otros
generales o incluso civiles a quienes se lo ofreciera la misma conspiración)
el motivo esencial por el cual el Cuadrilátero habría
promovido el Golpe de Estado de Primo de Rivera no era otro que defender la
tesis Africanista ( para ello resultaría
esencial bloquear el Expediente
Picasso, paralizar las investigaciones en el Parlamento, presentar la situación
social anarquista y los núcleos separatistas catalanes como ambiente peligroso
y a los políticos que las gestionaban como débiles e inoperantes ante el riesgo
para España). Esa conspiración probablemente persuadió al Rey de esa
conveniencia, y probablemente mostraría también la solución Mussolini,
experimentada en Italia, como una solución de fortaleza y determinación, que
permitiría ahorrarse el formato del Parlamento señalando al fascismo como el
futuro de las Naciones y Estados, un fascismo digno de emular. Pero el hecho de
que no se involucraran ninguno de los generales conspiradores del cuadrilátero
y que acabaran por aceptar un General “voluntarioso” (animado por la burguesía catalana a reconducir España, y los propios
intereses comerciales de los catalanes, que acabarían siendo defraudados
pasándose al ambiente autonomista) y proclive a llevar la contraria al
Gobierno Liberal (en los puestos donde el
Estado le encomendaba tareas como Capitán General llevaba la contraria al
Gobernador Civil y aplicando mano dura, creando estructuras paralelas de
represión, en vez de canalizar los problemas sociales) señalaría que el Cuadrilátero conspirador tendrían
un Plan B, y que Primo de Rivera y su dictadura sería un “ensayo general” (desde el cual analizar el ambiente político
y económico), que allanaría el camino para implantar un modelo fascista
pleno.
Los
reveses acaecidos al Dictador, y la pérdida de su salud, le llevaría a
presentar la dimisión al rey, Alfonso XIII; el monarca, viendo la pérdida de
apoyos que el Dictador obtuviera al inicio (en
ámbitos sociales, políticos, militares y
económicos) probablemente ya se iría
viendo realmente “atrapado” en lo que él mismo vislumbraría como estrategia
“fallida” del Cuadrilátero (y
consecuentemente rehén de la misma al fracasar el candidato propuesto por esa
conspiración); de hecho se vería así mismo como un rey sin Constitución y
sin amparo o cobertura legal (más allá de
su propia condición de monarca) y le llevaría a nombrar al general Dámaso Berenguer [entonces
jefe de la casa militar del rey]65
presidente del gobierno con el propósito de retornar a la normalidad
constitucional".66 .
Sin embargo, resultó “imposible”- la sociedad, tal vez una parte
importante, ya empezaría a ser
consciente del intento de giro hacia el modelo fascista avalado por el rey -
y retornar a un modelo de democracia
liberal manteniendo a un rey como Jefe del Estado, que había sido capaz de
saltarse la Constitución, se vería como un riesgo evidente para el sistema
democrático Liberal. Las dificultades de
preparar estructuras políticas de los Conservadores para unas nuevas elecciones
(estructuras dejadas en la inoperancia
por Miguel Primo de Rivera) y los errores del General Berenguer para
retornar al modelo Liberal, llevarían a concebir como agotada la vía monárquica
y tomando cuerpo la idea jurista de que la monarquía ya no estaba legitimada
por la Constitución (el rey, al aceptar
la Dictadura, abolía de hecho la Constitución, y con esa abolición abolía
también su propia legitimidad Constitucional, quedando sin soporte jurídico, en
un limbo del que tendría que retornar a la legitimidad o con amplio respaldo
militar o con un sometimiento de su condición de monarca al plebiscito popular
que ya se sabía perdido; consecuentemente se hallaba a merced de las
consecuencias de la maniobra militar
realizada seis años antes por los Generales Africanistas del Cuadrilátero).
El sustento de la Corona había quedado, de
facto, en la viabilidad de las políticas “regeneracionistas” del Dictador y su
aceptación por los poderes políticos, sociales y económicos en los que se apoyó,
pero en esencia, y de fondo, la Corona habría quedado “presa”, en manos del
poder militar Africanista que habría impulsado el Golpe eligiendo lo que
parecía un Dictador al azar; y el paso que hubiera dado yendo a buscar un
formato de “legalidad monárquica” en la Italia fascista, ya fuera inducido a
darlo o por convicción, no solo comprometería su trono y su devenir con el
éxito de la Dictadura, sino el destino de España.
La permanencia de Alfonso XIII como
monarca y su subsistencia (incluso como
monarquía) acabaría dependiendo de una “salida airosa” de la experiencia de
la Dictadura de Primo de Rivera, que le llevaría a mover su última carta de
confianza, el jefe de la Casa Real, el General Berenguer, para conseguir la
“salida” que restaurara la situación Constitucional y, sin embargo, resultó imposible
(el respaldo a la Dictadura rompería la
“regla” de no hacer intervenir a los militares en política, y al romperse la
regla se contemplaría, nuevamente, la visión de imponerse al adversario
político por la fuerza en similares formatos antagónicos).
Parece ser que la Dictadura de Primo de
Rivera habría “servido” a propósitos “inesperados”, como “desmontar” no solo
desmontando la estructura política conservadora (haciendo inviable una representación del mundo conservador y su
verdadero poder en España); por otro lado embarcaría a la monarquía en un
callejón sin retorno, y por último, reforzaría las posiciones de influencia de
los militares africanistas, haciendo posible la ocupación de puestos relevantes
(como el de la Dirección de la Academia
General Militar de Zaragoza; cerrada en 1931 por la República) de una nueva
generación de altos mandos militares que habrían ascendido rápidamente en el
escalafón desde sus empleos en África por méritos de guerra.
El cuadrilátero habría ganado el pulso
imponiendo su visión desprestigiada del mundo político que concebirían esos
generales que “compraron” el discurso fascista - aboliendo el logro que Cánovas hubiera conseguido al desprestigiar el golpismo y la intervención
militar en la vida política – rescatando prácticas golpistas con esa nueva
Dictadura. La fortaleza de las tesis africanistas se mostró al promocionarse
una nueva generación de oficiales y altos mandos que se identificarían con la “estrategia
ventajosa e influyente” del “cuadrilátero”, desde sus destinos en África,
ganando prestigio y renombre mediático (al
aprovechar las nuevas tecnologías de imagen que proporcionaba el cinematógrafo)
(incluso
el Dictador tuvo que intervenir en África en contra de su visión política, ya
concebida en la sociedad civil y política desde el desastre del 98 y luego
generalizada con los reveses y numerosos muertos en operaciones militares en
África - ordenando y dirigiendo el Desembarco de Alhucemas y, posteriormente,
teniendo que gestionar un aluvión de requerimientos de ascensos por méritos de
guerra ante dicha victoriosa maniobra militar) (previamente Primo de Rivera habría realizado propuestas para abandonar esos territorios e
incluso, dentro de su visión de alejar España de África, ofreciendo a
Inglaterra, un trueque de ciudades africanas a cambio de Gibraltar, siendo su
posición muy criticada, y aun así el cuadrilátero (que tenía el propósito
contrario y defendían la postura Africanista, y aún así lo eligieran como Dictador).
Los Generales del cuadrilátero que no se involucraron en el gobierno que de
ellos nacería, aunque sí se fotografiaría con el Rey y el nuevo Dictador, como
mensaje gráfico (y tal vez también
críptico) para la Historia.
https://es.wikipedia.org/wiki/Dictadura_de_Primo_de_Rivera#La_%C2%ABdictadura_con_rey%C2%BB
En la práctica el Rey quedaría “preso” del devenir de la Dictadura y de la
conspiración militar africanista del Cuadrilátero que la impulsara (y que pudieron sugerir al monarca el formato
fascista de Mussolini para mejor defender su posición colonialista en
Marruecos, que era la que se hallaba en tela de juicio por el Expediente
Picasso).
La “visión del poder y de los propios
intereses profesionales”, de los Africanistas (cuyo ejemplo de referencia se mostraba en la intervención de militares
en el vida política durante el s. XIX - ya fuera cesando gobiernos para hacer posible
la alternancia entre Liberales y Conservadores y que Cánovas hubiera puesto
punto y final - o fuera presentándose los militares directamente como cargos
políticos electos en el Congreso o Senado) sería ampliada en la Dictadura
de Primo de Rivera cuando el monarca y el Dictador “se fijan” en el formato
Fascista italiano encarnado en Mussolini, donde ya no se concibe la intervención
militar y demostración de fuerza ante el poder político, como Dictadura en una
situación transitoria, sino como un régimen en sí mismo.
Esa sería la “innovación” aportada en el
espejo del Fascismo (como si de un ensayo
general se tratara) que la Dictadura y Alfonso XIII “aportarían” a la
visión de la nueva generación de oficiales Africanistas que pronto llegarían a
ocupar los Altos Mandos en el Ejército Español (visión fascista que a la postre también acabaría por ser asumida por
gran en gran parte de los conservadores españoles durante la República). Un
régimen Fascista haría posible concebir un sistema Dictatorial “perfecto”, que ya
estaba siendo experimentado en Italia (recibiendo elogios del mundo anglosajón)
y, luego, por Hitler, donde las ideas de la Fuerza (vinculada con la virilidad masculina), el Nacionalismo (vinculado con
la Historia épica y/o los mitos legendarios) y el Corporativismo (en Italia y en España, como fórmula para
establecer “fronteras sólidas” entre clases sociales y élites) se hallaban
ya, como muy propias, en el Ejército africanista. Esa “apertura” a una visión y
percepción “nítida” de esa idea de una Dictadura como método de gobierno
perfecto, bajo el marco Fascista pudo
ser el impulso definitivo que precisarían los jóvenes altos mandos Africanistas
para conseguir objetivos absolutos, una vez ya reinstaurada las ideas de Golpe
Militar y Dictadura como maniobras políticas “legítimas” – bastaría con “obtener” la invitación del mundo político a la
intervención militar interferir en la vida política pues el precedente del s.XIX
se podría rescatar plenamente si las circunstancias políticas o sociales fueran
las idóneas.
La acción del “Cuadrilátero” interviniendo
en política, sin ser reclamados por el poder político, en defensa de sus
propios y exclusivos intereses profesionales y visión militar (ante el Expediente Picasso y sus
previsibles consecuencias para los
mandos y el propio rey), imponiendo un Dictador (que paralice dicho expediente y atienda al peligro “revolucionario”
anarquista – como quien distrae la atención del verdadero objetivo del Golpe)
y, a la postre, haciéndole perder al Rey su condición de institución, marcaría también una nueva dimensión: Poder concebir asaltar el poder sin precisar
ya de ningún otro soporte o reclamo civil más que la propia voluntad de
preservar los propios intereses profesionales, y con ellos preservar la
influencia en la vida política y civil, llevaría a que hubieran conseguido
aislar al monarca del respaldo que le otorgaba la Constitución y hacerlo rehén
de la causa y los intereses profesionales de los militares africanistas, sin
otro marco de referencia que el fascismo como marco político idóneo (con el pretexto de controlar definitivamente
cualquier revolución de izquierdas) para instaurar un régimen militar (con valores militares africanistas) que
terminaría con un mundo político que cuestionaba abiertamente el colonialismo,
el coste en vidas que había que ofrecer para preservarlo y también cuestionaba
la visión militarista que pretendía controlar o condicionar, perpetuamente, al
poder político. Todo ese escenario les resultaría una visión llena de
oportunidades e irresistible para esa nueva generación de altos mandos africanistas
y sus aspiraciones y ambiciones de continuar la senda (marcada en el siglo anterior) de seguir interviniendo en los
Gobiernos del Estado (pero esta vez sería
de manera definitiva, pues el fascismo proclamaba una “verdad” que el
Cuadrilátero y ellos mismos compartían).
Desde esa misma “visión” militar que
defendía sus propios intereses profesionales frente ante la evidencia de la
sangría de soldados, se concibiera como realmente muy peligroso el reciente
Informe Picasso (que reforzaría esa
visión adversa de marcharse del protectorado de Marruecos, señalando además
cuestiones muy graves, como la corrupción
existente en ese mundo militar africanista y la impericia y falta de
capacidad profesional o la temeridad o manipulación de los altos mandos que dirigieran
la guerra con cierta autonomía – y muy cercanos a la Corona -, tal vez con la
finalidad de mantener su influencia política) que pudieran hacer que se
dieran errores técnicos militares que sobre el terreno produjeran numerosas
víctimas de soldados españoles (posiblemente
por ser supeditadas las precauciones ortodoxas, propias de la configuración del
terreno y posiciones enemigas que se debieran observar como prudentes en
cualquier operación de guerra, en concreto y consecuentemente en Marruecos, y que
pudieron ser ignoradas o subordinadas para conseguir objetivos militares con
rapidez que permitieran impresionar al
monarca para que este se orgulleciera de sus altos mandos militares – pudiendo
así señalar al monarca quienes fueran los verdaderos “héroes” de los éxitos
militares sobre el terreno y quienes tenían las culpas de que esas operaciones
fracasaran, consiguiendo así que el monarca fuera siempre permeable a sus
sugerencias y a la promoción de sus “protegidos”; tal vez así se explicaría desafortunadas frases del monarca ante
derrotas militares en Marruecos, como cuando señalara que la carne del soldado
español era de gallina.
El Informe que el General Picasso
redactara del Desastre de Annual, revelando por un lado la corrupción
existente, las malas o desastrosas condiciones de equipamiento que se observaba
en el personal de la tropa y lo que parecía una precipitación de las
operaciones militares que pudieran entenderse como intención de impresionar al monarca
e influir sobre él; todo ello podría llevar a un “desengaño”, no solo de la
sociedad civil ya claramente posicionada en contra de los desastres de la
guerra que tan directamente le afectara, sino en la clase política, incluso
aquella que defendiera el colonialismo - cuando
se diera el debate en el Parlamento y se
diera lugar a testimonios vividos en primera persona o se habilitaran
Comisiones de investigación – desengaño en el que se vería también el
monarca, al revelársele la posible situación de manipulación a la que estaría
sometido por altos mandos militares, con el agravante de ser señalado como
responsable último de esa situación, dando, a la vez, motivos sólidos a las
quejas de la población civil que mandaba obligatoriamente a sus maridos e hijos
al sacrificio del combate, haciendo viable
no solo el descrédito de una parte de la cúpula militar que resultaba la más
influyente en la promoción de oficiales y que seguían defendiendo la presencia
en el protectorado como instrumento “acreditativo y fehaciente” con los fundar
la promoción profesional de posibles “protegidos y ahijados” y así controlar
“de facto” no solo las políticas de Guerra de cualquier gobierno sino también
las estructuras de seguridad y orden público internas sobre la población civil
– y consecuentemente o colateralmente, la
actividad política, y con ellas, las libertades de los propios ciudadanos - todo ello esencial en cualquier Estado
como lo era el Estado Español.
Perdidas en el 1898 las últimas colonias
españolas, la idea del mundo político de renunciar al Protectorado se
vislumbraría como pérdida definitiva de la autonomía e influencia militar sobre
el mundo civil, y ello conllevaría a un lento y previsible ascenso en el
escalafón que dependería, en última instancia, del mundo político civil,
haciendo más inviable y mucho más difícil su tradicional influencia en el
Estado (el Expediente Picasso realmente
era peligroso y fue localizado y custodiado por la Dictadura de Primo de Rivera
y luego la de Franco).
Ese Informe Picasso, en sí mismo, podría
constituirse como el argumento definitivo para poner el punto y final a
cualquier subsistencia de idea colonial y acabar, y a la vez, con esa profunda
influencia militar en la vida civil y política, finiquitando los argumentos que
defendía el Africanismo, (encarnados en
lo que se llamaba militares africanistas) y con todo ello, hacer prevalecer
el orden democrático de sumisión del Ejercito al mandato político sin
objeciones o interferencias.
Ante la evidencia de los males que se
vendrían encima, la maniobra del Cuadrilátero, promocionando un golpe de Estado
y persuadiendo al Rey de la bondad del mismo, permitiría desencadenar una sucesión
de adversidades que desembocarían en la caída de la monarquía y , al final, en la Guerra Civil.
Por ello, cuando surge la Dictadura de Primo de Rivera, que también se oponía a
que hubiera soldados españoles en África, se vería, tal vez, como una “posición
de ensayo” – evaluando a la sociedad y
sus reacciones – realizando comparaciones en la resolución de conflictos
sociales con el modelo Mussolini, y concluyendo, a la definitiva, que Primo de
Rivera fue “débil” y “dubitativo” para el papel de ser Dictador.
Por lo cual, de ser así, la Dictadura de
Primo serviría de “aprendizaje” al mundo africanista para
establecer su propósito desde el que parecía conveniente, y afamado, modelo
fascista – llegadas las condiciones
necesarias y previamente evaluadas – y a la vez la Dictadura de Primo
serviría de advertencia de la existencia de “un abismo ya accesible” para
derribar cualquier Democracia.
Decaída la experiencia de la Dictadura, y
con ella la monarquía, las conspiraciones continuaron abiertamente contra la
República (militares sin Rey eran
militares bajo el mandato político constitucional del ahora formato
republicano, por lo que era entendible que los golpes contra la República
vinieran desde la visión de militares monárquicos para recuperar la figura del
Rey). Sin embargo, la semilla
sembrada por el Cuadrilátero era más profunda y ya no se expresaba en los
términos antagónicos de Monarquía/República sino entre el antagonismo Dictadura
Militar - Fascista/Democracia Republicana.
Llevadas de la mano hacia el poder, esa nueva generación de altos mandos
Africanistas, se manifestaría con la frase expresada por ese mismo Cuadrilátero
de “meter a los políticos en cintura” y preservar los territorios africanos como
parte de ese destino Imperial - consensuado
y pactado en la mencionada Conferencia de Berlín celebrada el 15 de Noviembre
de 1984 y el 26 de febrero de 1885, convocada por Francia y el Reino Unido (¿cómo? ¡¡no!!) y organizada en Alemania por el canciller Otto
von Bismarck para solventar los problemas que implicaban la expansión
colonial/militar en África y acordar su repartición.
Hasta entonces (19885) África solo era
conocida en sus puntos costeros y desconocida en su interior – salvo zonas interiores portuguesas,
británicos en África del sur, Argelia y Túnez en manos francesas y Boers
(campesinos de origen alemán) que
formaron Estados en África de raíz holandesa. Las épicas historias de los
descubrimientos del nacimiento del rio Nilo o la exploración del río Congo, con
personajes como Livingstone, Satanley Arnot al servicio de EEUU y el Imperio
Británico, permitieron cartografiar todo el continente e iniciar una
competición entre los Estados europeos para conseguir recursos naturales y
asentar puestos militares antes que sus competidores; así s efomentó el
Nacionalismo y la idea de Imperialismo. Los acuerdos de expansión y
colonización de territorios africanos se firmaron y alcanzaron la plena
ocupación de los mismos en 1914. Sin embargo los EEUU se había reservado,
previamente, al inicio de la Conferencia, en 1884/1885 el derecho a no aceptar
esos resultados. En 1914 estallaría la Primera Guerra Mundial. A España se le
reconocieron derechos, también en el África marroquí, donde los Ingleses, Alemanes
y Franceses también disputaban, quedando al final Españoles y Franceses.
El continente africano fue un lugar
considerado exótico, por lo desconocido, atractivo para aventureros,
exploradores y espíritus científicos que encontrarían en el ejército español un
lugar donde canalizar esas inquietudes y otros donde mostrarse más bien como
miembros y representantes de Imperios de culturas históricas avanzadas
apareciendo esa rivalidad que fomentaría el nacionalismo, el sentimiento de
clase dominante mediante el corporativismo y el militarismo (rasgos básicos sobre los que se asentaría el
fascismo) donde promocionar
profesional y rápidamente la carrera
militar (bajo ese halo mágico del
continente africano) y con ello seguir en el “ambiente” internacional de “intereses”
coloniales que aún dominaba en Europa, buscando en la Italia de Mussolini y
luego en la Hitler el referente aparentemente exitoso a seguir. Parece evidente que el Expediente
Picasso no podía ser un obstáculo.
Aquellos hombres que se juntaron para
crear el Pacto de San Sebastián pensarían que llegaba el momento, casi
inevitable, de la República, sin embargo, estaba muy presente, y tal vez no
fueran plenamente conscientes de ello, que la cuestión ya no era tanto
Monarquía o República; las opciones se habían abierto para denostar a los
políticos, con ellos al Parlamentarismo y con él de la Democracia. Democracia
que se identificaba abiertamente, en esos círculos, como un proyecto que iba
concediendo igualdad de derechos al Pueblo, a los ciudadanos, en un proyecto
sin fin, cuyo destino sería acabar con las clases sociales y hacer iguales a
todos los habitantes de un Estado. El peligro del Socialismo y del Comunismo
era evidente, pero el Estado Fascista, mediante la idea de generar otro tipo de
clases sociales en función de los roles sociales y que se plasmaba muy bien en
el Corporativismo. Ello podría salvar el orden social nacido de las
revoluciones industriales y que se jerarquizó
en razón del poder económico dando origen a la burguesía (representada por patronos, que no
empleadores, como señala que debe de
ser la OIT) que controlaría al proletariado por medio del trabajo - en sus fabricas, almacenes o tiendas – y
control del salario y horario laboral de sus trabajadores - con ayuda de
las leyes y del orden público; defendido, en última instancia, por las fuerzas
de seguridad y el ejército.
El advenimiento de la Dictadura llegaría,
ahora sí, desde un Golpe con demostración de fuerza intimidatoria, duro y
definitorio que mostraría determinación
“sin vuelta atrás” por medio de extrema
violencia, para desde ahí imponer la Dictadura Militar que mostraría su “no
sometimiento y plena resistencia” al poder civil expresado políticamente en las
urnas. Un poder militar para siempre, desde ese nuevo Orden Mundial que nacía
en Italia y al que se iban sumando Portugal y luego Alemania, y que fue alabado
por el mundo anglosajón de la época.– el
de Primo de Rivera en 1923 fue un golpe
blando “consentido”, sin demostración de fuerza y avisando a las embajadas
españolas de ello - más duro que el de Mussolini hiciera con su Exhibición intimidatoria
de marcha sobre Roma en 1922 o del que intentara Hitler con su golpe fallido de
1923 - en Portugal el ejército toma el
poder en 1926 y en 1932 nombra Presidente a Salazar que instaura una Dictadura
de 47 años.
La sorpresa sería verificar, como
verificarían los Gobiernos republicanos del momento en España y Francia, que
ese golpe militar sobre la España republicana viniera de la mano y a poyo de
inteligencia desde Londres – aunque,
formalmente, los aliados de los Nacionalistas fueran Mussolini e Hitler.
Se pretendía mostrar que el control económico
del Estado en todas las actividades económicas sería una ventaja, planificando
la economía y subordinándola a objetivos calculados sobre la mesa de un
despacho y acabando con cualquier oposición, discrepancia u objeción de
cualquier naturaleza mediante la intimidación y la coacción implícita de la
fuerza que representa las leyes construidas para establecer el Totalitarismo en
un Estado.
A cambio de un salario “digno” (y calculado como suficiente) una
vivienda (a la medida de las necesidades
básicas de cada ciudadano) y unos bienes básicos como propiedad privada. Se
daría educación gratuita a los hijos, luego profesional para incorporarse al
mundo del trabajo y ser productivos para el Estado y universitaria a quienes
fueran señalados como idóneos y capaces. Con esa prosperidad que llegaría, por
ser infalible del Estado en el desarrollo de sus proyectos, aumentaría el
bienestar de los trabajadores y su conciencia de ser privilegiados por vivir en
un Estado…..(Comunista?/Fascista?) al
que deben de servir con diligencia y acudir prestos a su defensa ante sus
enemigos y sacrificar sus vidas para proteger o extender …. (su Revolución?.... su Imperio?)…
denunciando a quienes criticaran ese proyecto de Estado, sea quien fuere (vecino, familiar, amigo…) para que no se
mine la moral ni se conciba la duda sobre sus líderes que asumen
desinteresadamente y por sentido de la responsabilidad, la pesada carga de
dirigir las tareas del Estado, y que han sido elegidos por sus valores
demostrados (su capacidad visionaria? O
por D.?) para ese gran sacrificio del cometido histórico de ser guía de (una gran Revolución?...Imperio) de este
Estado/Nación llamado por el Destino a pasar a los anales de la Historia de la
Civilización Humana como referencia e Hito de la misma. Aquellos que no asuman
nuestra (revolución…o Imperio Nacional),
la cuestionen o critiquen perturbando nuestro bienestar social o criticando a
nuestros líderes o dudando de su visión son traidores a la (Revolución/Patria) y deben de ser (Re-Educados/y/o/Penados) con trabajos
que lleven a su integración.
Si analizamos este improvisado texto
podríamos observar que sirve para cualquier Totalitarismo (sea una dictadura comunista, fascista o militarista). Pero en
cierta manera, también sirve para concebir un marco político social que, aunque
esté amparado por una Constitución que recoja todo lo esencial para fomentar
las libertades públicas o privadas, bastaría con que todos los procesos de
selección en los procesos de formación de las personas - desde la guardería hasta la Formación Profesional y/o Universidad en
incluso ya en el desempeño de tareas laborales donde desarrollarse y
promocionarse profesionalmente - se cambiara o modificara o condicionara la
libertad de la persona en sus elecciones o, en otros casos, se arbitrara un
criterio político (o de prejuicio)
para “bloquear” su desarrollo formativo o profesional y hacer inútil los
derechos constitucionales que deberán asistir a todos los ciudadanos. Desde
esta visión también cabría entender que la subjetividad de quienes tienen las
responsabilidades de evaluación (en
razones políticas o personales) podría frustrar tanto a personas válidas e
idóneas como promocionar a personas ineptas que nunca desarrollarían
eficientemente su labor. (También
podríamos abordar cómo este tipo de situaciones se ha dado en España en periodo
democrático y a qué razones obedecerían dichos déficits democráticos y su hay
visos de superaros).
Cabría preguntarse el “porqué” se
visualizaría el fascismo (así como al Comunismo) como alternativa
viable a la democracia y bajo qué parámetros se apoyaría para penetrar en las
sociedades industrializadas.
En el desarrollo de esta hipótesis se
busca un tipo de razones en las etapas donde se iniciara y se expandiera la
revolución industrial, en lo que parece una necesidad de control del devenir,
que hace posible resistencia a los cambios – pues los cambios siempre incluyen incertidumbre e inseguridad - que
fomentarían la idea de necesidad de “control”
vinculada a la de seguridad y asociada, tal vez, al liderazgo, para mejor
satisfacer la sensación de seguridad. Dependiendo de sobre qué principios y sobre
qué valores se sostenga y apoye esa idea de seguridad aparecerían las
diferentes formas de liderazgo en las que se muestran o conciben distintos
regímenes políticos. De alguna manera se podría sostener que existen rasgos
biológicos (satisfacer las expectativas
de las necesidades cubiertas dentro de un estatus social alcanzado) y
grupales (razones adheridas con el
vínculo de poder/fuerza) donde se asientan estas visiones y conceptos de
control y seguridad que alcanzan la esfera de los Estados. Al existir en las
sociedades esas “razones biológicas” (vinculadas
con la propia naturaleza biológica de la vida del ser humano, que es rehén de
su condición animal) y “razones
grupales/sociales” (razones con las que
“las sociedades se ordena” en razón de cómo es interpretada nuestra existencia,
con la complejidad añadida de no saber, realmente, qué es la vida ni qué
función tiene que el Universo nos halla dotado de inteligencia y conciencia de
vida – donde el materialismo reduce la existencia humana a razones de
naturaleza casi meramente animal; mientras que el idealismo incorpora a la
sociedad visiones metafísicas, algunas de ellas resultados evidentes de la
propia experiencia de la existencia de los Seres Humanos que se muestran
capaces de transformar el entorno material que nos rodea); de manera permanente,
siempre estarán “a disposición” de las sociedades para optar o decantarse por
alguna de ellas dependiendo de las circunstancias sociales del momento – ya sean estas circunstancias particulares de
un grupo social reducido o si lo son de un Estado o un conjunto de Estados e,
incluso, si son de una dimensión mucho mayor que pudieran afectar a un modelo
económico asumido, en términos generales, globalmente), pues es ahí donde
podríamos encontrar razones, por las cuales, dentro de las propias sociedades se
compite por liderar el devenir del futuro (y
al igual se compitiera entre Estados) y pueden acabar agrediéndose por
imponer su criterio de cómo debe de ser ese futuro y bajo qué parámetros deben
desarrollarse las sociedades y los nuevos campos de conocimiento, así como el
mundo científico y su proyección en las nuevas tecnologías que darán lugar a
nuevos inventos y descubrimientos, creándose espacios de competición permanente
entre las Naciones (entre sus visiones)
y cuyo objetivo esencial es mantener el dominio sobre otras (otras visiones que pueden acabar conteniendo, de
alguna manera, un modelo “paralelo” tal vez no competitivo y sencillamente
ingenioso que s e encontraría al alcance de la sociedad, pero con el
inconveniente de que su desarrollo no otorga un poder dominante, ni jerarquiza
las sociedades ni los Estados, porque descartaría los rasgos esenciales con los
que hoy se entiende la competitividad – como una especie de forma de guerra,
incluso se han usado vocablos, adjetivos y motivaciones propios del combate
militar para sustentarla: Dominar el mercado, dar un golpe a la competencia,
descubrir y espiar o robar las ideas o los secretos de las empresas rivales… - agobiar a los consumidores con “necesidades”
y “oportunidades” para que se conciban así mismos más “listos” que sus vecinos
o estar a la última moda de los productos más innovadores que llegan al mercado
y que no siempre precisan, mediante el uso de propaganda no siempre plenamente “sincera”
y que se simplifica también con ideas militares: Realizar una Campaña,
Bombardear la opinión pública, persuadir al mundo político para seguir por el
mismo sendero… y del uso de la fuerza: desacreditar sutilmente a los rivales,
persuadir o seducir a los consumidores/y políticos, forzar el ritmo de la
producción, bajar los salarios o convertir a los trabajadores en personas
subsidiarias que arriesgan su salud, sus vidas e incluso su patrimonio
descargando de responsabilidades a las empresas al convertirlos en autónomos…. En
una escalada de celeridad y sumisión a un “ritmo” artificial que trastoca los “ritmos
naturales del ser humano” buscando posicionarlo en una casi constante posición
de “alerta”, dando origen a una situación de stress similar, en el mundo de la
naturaleza, al de una situación de caza permanente entre depredadores y presas,
que parecen esenciales para ese fin – y que suele llevar al agotamiento en
medio de multitud de mensajes “guerreros” y de perpetua “Lucha” que suele resultar
agotadora y que no siempre permite la reflexión del trabajador sobre “qué es lo
que está haciendo” qué es su vida y si merece realmente vivirla desde esos parámetros
– con la permanente idea de una “zanahoria”: en forma de novedades y consumismo,
que le impulsa a seguir por la senda ya iniciada bajo la promesa de un mundo
mejor, si persiste y “lucha”, que no siempre llega, pues acaba por aparecer
crisis, de una manera u otra, que amenazan o abortan la idea de continuidad en
los principios y valores por los cuales prosperaría él y su familia). Bajo
esos parámetros se va determinando, constantemente, el futuro (con la prioridad de la idea de mantenerlo
siempre sobre control – por grupos minoritarios dominante y poderosos, que
determinan la dirección en las que las tecnologías y la ciencia debe desarrollarse,
bajo la premisa de mantenerlos en el “poder” y de los que emanan siempre “visiones”
de un mundo mejor; y los nuevos escenarios de futuro que se prevén para la sociedades
extendiendo un criterio consensuado mayoritariamente, para amoldarse y crear un
nuevo escenario estable y permanente de evolución donde las instituciones que nos hemos dado permitan resolver o abordar
los nuevos “abismos” – considerados y tratados como retos – y a la vez
resuelvan las diferencias y desequilibrios que aparecen en las sociedades y
Estados, y se acuerden soluciones pacíficas).
Uno de los rasgos que mejor demostrarían la
naturaleza “moral” de esa resistencia a los cambios y los motivos de ello sería
el horario laboral
que se ha ido estableciendo, en términos generales, durante siglos y su
evolución; porque desde ella se podría entender hasta qué punto un grupo social
muestra resistencia a los cambios y qué tipo de argumentos llega a emplear no
solo para evitar esos cambios sociales sino incluso para mantener perpetuamente
la pobreza y la miseria sobre otro gran numeroso grupo social que se halla bajo
su dominio o dependencia.
La
jornada laboral en la revolución industrial[editar]
Durante la Revolución industrial la producción en
grandes fábricas transformó la vida laboral tradicional, tanto de la mano de
obra de origen rural como gremial, imponiendo largas jornadas y
condiciones de trabajo próximas a la esclavitud.
No se aplicaba la regulación,
establecida desde 1496 en
Gran Bretaña, según la cual la jornada
de trabajo duraba como máximo 15 horas: desde las 5 de la mañana hasta las 8 de la noche. Las condiciones
de trabajo sin regulación ni control deterioraban la salud, el bienestar y la
moral de los trabajadores. Entonces el uso de trabajo infantil era
común. En 1860 el
periódico The Daily Telegraph explicaba los
horarios de los niños que trabajaban:
...a las 2, a las 3,
a las 4 de la mañana, se sacan a la fuerza de sus sucias camas a niños de 9 a
10 años y se les obliga a trabajar para ganarse un mísero sustento hasta las
10, las 11 y las 12 de la noche...
3
Movimiento
por la reducción de la jornada laboral[editar]
Desde 1810, Robert Owen difundió
la idea de que la calidad del trabajo de un obrero tiene una relación
directamente proporcional con la calidad de vida del mismo, por lo que para
cualificar la producción de cada obrero, es indispensable brindar mejoras en
las áreas de salarios, vivienda, higiene y educación; prohibir del trabajo
infantil y determinar una cantidad máxima de horas de trabajo, de diez horas y
media,4 para
comenzar. Para 1817 formuló el objetivo de la jornada de ocho horas y acuñó el
lema de «ocho horas de trabajo, ocho horas de recreo, ocho horas de descanso» (8
hours labour, 8 hours recreation, 8 hours rest).
El movimiento cartista,
iniciado hacia 1838 presentó el 2 de mayo de 1842 al parlamento inglés un
conjunto de propuestas entre las que se destacaba la reducción y limitación de
la jornada laboral.
El 8 de junio de 1847, en Inglaterra,
una ley concedió a mujeres y niños la jornada de diez horas. Todos los obreros franceses conquistaron la
jornada de 12 horas después de la revolución de febrero de 1848.
La Asociación Internacional de los Trabajadores definió
como reivindicación central la jornada de ocho horas, a partir de su Congreso
de Ginebra en agosto de 1866, declarando que la
limitación legal de la jornada de trabajo era una condición previa sin la cual
fracasarían todos los otros intentos de mejoras y la emancipación misma de la
clase obrera.5 Se
estimaba como «una gran disputa entre la dominación ciega ejercida por las
leyes de la oferta y la demanda, contenido de la economía política burguesa, y
la producción social controlada por la previsión social, contenido de la
economía política de la clase obrera».6 Esta
decisión contribuyó decisivamente a generalizar en el mundo, una lucha que ya
era adelantada por los trabajadores de varios países.
En Estados Unidos la
jornada laboral estaba fijada en 18 horas. En Filadelfia,
los carpinteros se declararon en huelga en 1791 por la jornada de
diez horas. Desde 1829 se había formado un movimiento para solicitar a la
legislatura de Nueva York la jornada de ocho horas.
Para 1830 la
reducción de la jornada laboral se había convertido en una demanda
generalizada. El 16 de agosto de 1866 el Congreso
Obrero General, en Baltimore declaró como primera y más
importante exigencia de los trabajadores, "la promulgación de una ley
fijando en ocho horas para todos los Estados Unidos la
jornada normal de trabajo".5
La Federación Estadounidense del Trabajo,
en su cuarto congreso, realizado el 17 de octubre de 1884, había resuelto que
desde el 1 de mayo de 1886 la duración legal
de la jornada de trabajo debería ser de ocho horas, yéndose a la huelga si no
se obtenía esta reivindicación y recomendándose a todas las uniones sindicales
que tratasen de hacer promulgar leyes en ese sentido en sus jurisdicciones.
Esta resolución despertó el interés de las organizaciones, que veían la
posibilidad de obtener mayor cantidad de puestos de trabajo con la jornada de
ocho horas, reduciendo el paro.
Así, en 1868, el presidente Andrew Johnson (1865-1869)
promulgó la llamada Ley Ingersoll, que estableció la jornada de ocho horas, aunque con cláusulas que
permitían aumentarla a 14 y 18 horas. Aun así, debido a la falta de
cumplimiento de la Ley Ingersoll, las organizaciones laborales y
sindicales se movilizaron para hacerla cumplir. La prensa calificaba el
movimiento como «indignante e irrespetuoso», «delirio de lunáticos poco
patriotas», y manifestando que era «lo mismo que pedir que se pague un salario
sin cumplir ninguna hora de trabajo». El 1.° de mayo de 1886,
200.000 trabajadores iniciaron la huelga mientras que otros 200 000 conquistaron
las ocho horas con la simple amenaza de parar. En Chicago donde
las condiciones de los trabajadores eran mucho peor que en otras ciudades del
país las movilizaciones siguieron los días 2 y 3 de mayo.78
A finales de mayo de 1886 varios
sectores patronales estadounidenses accedieron a otorgar la jornada de 8 horas
a varios centenares de miles de obreros. El éxito fue tal, que la Federación de
Gremios y Uniones Organizadas expresó su júbilo con estas palabras: «Jamás
en la historia de este país ha habido un levantamiento tan general entre las
masas industriales. El deseo de una disminución de la jornada de trabajo ha impulsado
a millones de trabajadores a afiliarse a las organizaciones existentes, cuando
hasta ahora habían permanecido indiferentes a la agitación sindical».
En Australia la
lucha por las ocho horas se libró ampliamente desde 1855 y la jornada de ocho
horas se estableció en el sector de la construcción desde
1858, pero solamente se generalizó paulatinamente en el país.
En América Latina la
demanda de la reducción de la jornada laboral fue enarbolada por los
trabajadores en numerosas huelgas,
hasta conseguir durante las primeras décadas del siglo XX la
aprobación de leyes laborales que dispusieron la jornada de ocho horas. Así,
por ejemplo, el artículo 123 de la Constitución mexicana de
1917 estableció las 8 horas. En 1915, se aprobó en Uruguay la
Ley 5350,9
conocida como Ley de Trabajo Obrero, que en su artículo número 1 estableció:
"El trabajo efectivo de los obreros de fábricas, talleres, astilleros,
canteras, empresas de construcción de tierra o en los puertos[...] no durará
más de ocho horas". Esta es la primera ley nacional en ser aprobada
con este contenido.
En 1917, justo después de la Revolución de Octubre en Rusia, el gobierno
bolchevique instauró la jornada de ocho horas diarias y la semana de 48 horas.10
En el periodo de entreguerras, esta legislación se
generalizó en los países industrializados y emergió la idea de una legislación
internacional.11
En 1919, en España,
después de la Huelga de La Canadiense que tuvo lugar
en Barcelona durante
44 días, y que contó con más de 100 000 participantes que paralizaron
efectivamente la economía, el gobierno español aceptó las demandas de los
trabajadores que incluían una jornada de ocho horas, el reconocimiento de los
sindicatos y el reintegro de los trabajadores despedidos. El Conde de Romanones fue relevado del
gobierno en abril de 1919 después de firmar el 3 de abril de 1919 el llamado
"Decreto de la jornada de ocho horas" El 3 de abril fue
aprobado el decreto y a partir del 1 de octubre de 1919 la jornada máxima
total de trabajo fue de 8 horas al día y de 48 a la semana, convirtiendo a
España en el segundo país europeo con jornadas de este tipo, tras la Unión
Soviética.12
El 23 de abril de 1919, a propuesta
del gobierno Clemenceau, temeroso de una huelga general,
el Senado ratificó la ley de las ocho horas11 y
declaró el 1.º de mayo de 1919 un día festivo.
La Organización Internacional del Trabajo,
fundada en 1919, se inspiró en esta ley para su convenio n.º 1 sobre las
horas de trabajo.
Actualmente, la defensa de la jornada
de ocho horas para los trabajadores depende de la lucha contra las diferentes
formas de disfrazar la relación laboral, mediante contratos de servicios,
honorarios u obras, que con sistemas de pago a destajo, por
tareas, piezas o peso y con la tercerización,
eluden la aplicación de las normas laborales vigentes en casi todos los países
y logran de hecho imponer jornadas de trabajo indefinidas. Además de recibir un
mal trato por parte de los dueños y poseer una calidad de vida baja.
En España en 1593 Felipe
II estableció, por un Edicto Real, la jornada de ocho horas: «Todos los obreros
de las fortificaciones y las fábricas trabajarán ocho horas al día, cuatro por
la mañana y cuatro por la tarde; las horas serán distribuidas por los
ingenieros según el tiempo más conveniente, para evitar a los obreros el ardor
del sol y permitirles el cuidar de su salud y su conservación, sin que falten a
sus deberes» (Ley VI de la Ordenanza de Instrucción de 1593).12
Estas mismas condiciones laborales se aplicaron también a los indígenas
americanos, que contaban con una legislación propia y se organizaban en
«repúblicas de indios» donde elegían ellos a sus alcaldes, excepto aquellos que
trabajaban en las minas, cuya jornada se reducía a siete horas.1
Solo este dato inicial,
del s. XVI, en España, viniera a demostrar que “no había desconocimiento” sobre
cómo afectaba el horario laboral a la salud de las personas (fueran de la raza que fueran) y que no
eran precisos “concienzudos estudios eruditos” para demostrar la evidencia de
lo razonable o conveniente para la salud y el bienestar básico de las personas
(por el contrario si fueron precisos esos
estudios posteriormente para maximizar el rendimiento del cuerpo humano sometiéndolo
a intenso desgaste mecánico y cronometraje de tareas mediante el Taylorismo – sustituyendo,
así, la idea de que el cansancio por las largos horarios laborales y el
agotamiento físico en el trabajo eran producto de ser vago. El cuerpo del
trabajador sería, desde entonces, considerado una “máquina humana” que “precisaría
de unos cuidados básicos” para mantenerla activa y a pleno rendimiento).
El horario laboral
muestra otros aspectos más bien basados en la competitividad por dominar el
comercio y la industria frente a naciones rivales a las que, por medio del
dominio de estos ámbitos comerciales, industriales y tecnológicos, dominar
políticamente (además de conseguir así
grandes beneficios que acaban repercutiendo en poder político, real, dentro del
propio Estado, mientras se obligaba a los trabajadores a “ser patriotas” y
seguir trabajando esas 12 ó 15 h diarias para que la Nación estuviera en
condiciones de “derribar” a todos las Naciones rivales).
Para oponerse a que ese
modelo de desarrollo industrial persistiera, a pesar de las nefastas
consecuencias de salud, bienestar y condiciones de vida que afectaban a un gran
sector de la población (que ya se
consideraban esclavos) se acabarían esgrimiendo todo tipo de argumentos en
la Inglaterra de las revoluciones industriales (no solo los patrióticos, sino también los religiosos: Los trabajadores
son pobres y viven en la miseria porque D. lo quiere) dando lugar a un
argumentario de izquierdas que cuestionó los valores humanos de esas clase que
nació de la Revolución Francesa y alcanzando la influencia política decisiva en
el Estado, por medio del poder económico, parecía que se había vuelto codiciosa
y ansiosa por extender su poder más allá del propio Estado, condicionando el
devenir de ese Estado a sus propios intereses y con ello, sacrificando abiertamente
a los trabajadores, y sus familias, en las fabricas y luego, para dilucidar el
poder y liderazgo sobre otras naciones, en los frentes de guerra del s.XX.
Con estos tristes y
desalentadores antecedentes – donde se manifiesta
la condición humana cuando se adhieren a la ambición la competitividad, dando
lugar a una rivalidad que se asentaría desde la idea de pertenencia a una nación
en forma de Nacionalismo. La rivalidad llevó al antagonismo y el desacuerdo, y
con ello se realzan las diferencias para denigrar a los adversarios y aparece
la agresión apelando a cualquier aspecto: cultural, físico, religioso… del
rival y con ello al conflicto y la guerra. Desde este ambiente es posible
acercarse a las visiones y modelos económicos que se sugirieron y el impacto
que supondrían la visión revolucionaria que se concibiera para modificar las condiciones
de vida de los trabajadores y las de sus familias; y desde esa visión de
pobreza y miseria se pudiera entender que el nacimiento de revoluciones o
ensayos revolucionarios desde la Primera Guerra Mundial fueran vistos (por unos como anhelos) como muy
peligrosos en medio de una revolución industrial (donde se aportaban conocimientos científicos y el desarrollo de la
industria pesada y la nueva tecnología que no parecía tener fin) en un
marco que otorgaba casi plenos poderes a los Estados sobre las vidas de la
inmensa mayoría de sus ciudadanos. Una revolución triunfante, como la Rusa, pondría
a disposición de los Estados constituidos como revolucionarios y dirigidos por
trabajadores, las mismas prerrogativas y poder, casi absoluto, que “otros”
Estados Capitalistas tenían sobre los
ciudadanos; y si las revoluciones en las naciones triunfaban y controlaban los
mismos medios y métodos de producción que los que usaba las naciones
capitalistas la posibilidad de rivalizar, extender la revolución e incluso de
dominar por la fuerza de la guerra, sería un hecho que pondría en peligro la
visión anglosajona del Capitalismo (y al
mundo anglosajón en especial) que ya era hegemónico en su deseo controlar y
dirigir los destinos de la Humanidad, por medio del argumento de ser la cultura
europea occidental (en su desarrollo en
ciencias, comercio y tecnología) la mejor cultura posible para la humanidad
en cualquier parte del planta que se estaba recién descubriendo (en riquezas y materias primas para las
industrias y Factorías); y a su vez conociendo más profusamente la
naturaleza de la vida ( descubrimiento de especies vegetales y animales; y aparición de la teoría de la evolución y la
supervivencia del más fuerte o del que mejor se adapta a los cambios – Teoría
de Darwin que afectaría decisivamente al mundo político y a la idea de que
existiera una raza Humana superior con derecho a subyugar al resto de la
Humanidad.) a la vez que otras culturas, consideradas “primitivas” y a la
vez exóticas, a las que se “obligó” a civilizarse (para dejar de ser “salvajes” y
abandonar la naturaleza animal) por medio de la cultura concebida
según el modelo occidental.
Es posible concebir que
las naciones tenían a una gran parte de población viviendo al margen del
progreso y bienestar - de una gran minoría que dominaba la economía
y la política, y cuyo bienestar y refinamiento era referencia de progreso para
el resto de la sociedad - pero a la vez inmersa en el modelo de producción
dentro de las fábricas e industrias (concebidas
como parte del sistema productivo bajo la visión de ser un “factor más de la
producción” hasta el punto de vérselas como simples “máquinas humanas” – y
realmente era así; incluso cuando apareció el Taylorismo aportó técnicas de
estudio para verificar la resistencia de los seres humanos al esfuerzo repetitivo
e incluso cronometraría la realización de cada fase del trabajo para determinar
las velocidades de las cadenas de producción en función de obtener el máximo de
beneficio, olvidando el ritmo humano y supeditándolo exclusivamente a la
productividad, haciendo posible la respuesta de los trabajadores mediante el
sabotaje, o el anhelo de que una máquina se averiara con la finalidad de
recuperar el propio ritmo humano mediante un descanso inhabitual – aun
recientemente en algunas fábricas de coches se cronometraba en 2 minutos el
acceso – cada tres horas - al baño de sus trabajadores y se les recomendaba que
hicieran prácticas para controlar sus vejigas, e incluso se detectó que había
trabajadores en la cadena de producción que realizaban 40 km diarios, todos los
días, en su horario de trabajo, haciendo posible que s e cuestionara si,
realmente, los directivos y resto de personal de la empresa se someterían a las
mismas limitaciones y sacrificios que imponían a los trabajadores de la planta
de producción).
En sí mismos, los
trabajadores acaban constituyendo uno de los problemas esenciales dentro de los
Estados (pues esa masa de trabajadores
eran a la vez la fuente de riqueza esencial del propio Estado al obtener de
ella la fuerza de Trabajo que constituía uno de los pilares esenciales del
sistema productivo y también eran una fuente de problemas sociales e incluso de
salubridad y sanidad pública, pues las epidemias que nacían en aquellas
hacinadas pequeñas viviendas – en muchas ocasiones construidas por los propios
patronos o especuladores que les cobraban graves alquileres – generaban
epidemias de las cuales las clases sociales más altas no podían protegerse al
convivir todos en una misma ciudad – no es de extrañar que ese mismo mundo que
domina la economía viera primero, en las máquinas un abaratamiento de los
costes de producción y costes en formación de los trabajadores, destinados a
apretar tornillos o poner puntos de soldadura; y posteriormente vean en la
robotización absoluta una frontera de liberación, casi total, de los
trabajadores como fuerza de trabajo y consiguientemente quitarse un problema de
gestión que acabó siendo de naturaleza político/social y revolucionaria). Aquellas
condiciones vejatorias e infrahumanas hacían obvia la necesidad de humanizar la
sociedad y establecer un equilibrio y oportunidad de tránsito armonioso a la
plena industrialización y sus sistemas de producción, cuyo objetivo debiera ser
mejorar ostensiblemente todos los aspectos que rodeaban las familias
trabajadoras (nutrición, higiene, cultura,
conocimientos, vestido, asistencia sanitaria, condiciones laborales…). Una
vez que los trabajadores concibieron tener sentido de clase aparecieron las
protestas, las revueltas, y ante el temor a que las fábricas pararan se
prohibiría la huelga (y ante las huelgas
“ilegales” el uso de las fuerzas públicas con violencia y el cierre de empresas
para despedir a los trabajadores y quitarles el recurso del trabajo); cuya
respuesta de los trabajadores fue la creación de cooperativas de trabajo y
servicios y, ante la presión sobre estos proyectos de emancipación y el acoso
que sufrieron, aparecería la amenaza de revolución o la misma revolución en sí,
para conseguir atender a las demandas del
mínimo bienestar material que esas sociedades precisaban como seres humanos – condición humana, precisa de bienestar
material, a la que todos deberían tener derecho, al igual que otras clases sociales poseían bienes
materiales e incluso que influían y dirigían al propio Estado.
En esos términos de
igualdad, en condición humana, el argumento de la necesidad de la
existencia de clases sociales quedaba en
entre dicho y ante tal argumento todos los Estados serían vulnerables (quedando dos opciones: O procurar el
bienestar de los trabajadores atendiendo sus demandas – para que siguieran
trabajando - o refugiarse en las ideas
que sugirieran la “singularidad y la diferencia” de que era necesario mantener
las clases sociales como un “orden natural de toda sociedad” y hacer recaer la
responsabilidad de la condición de pobreza, marginalidad y falta de prosperidad
en los propios trabajadores).
Esa visión de mantener
la idea de clases sociales existía en aquellos que sostenían la restauración del Antiguo
Régimen ante la nueva visión que traía la Revolución Francesa y que Chateaubriand, en 1819, los definiría con el término “conservador” por
primera vez. Resulta esencial ver en qué consistía el conservacionismo, cómo
evoluciona y mantiene un amplio espectro de “opciones políticas disponibles”
para cada situación de crisis económico/social.
en las
palabras de un personaje moderno que se considera conservador: «las raíces del
mal son histórico-genéticamente las mismas en todo el mundo occidental. El año
fatal es 1789, y el símbolo de la inequidad es el gorro frigio de los jacobinos. Su herejía es la negación de la personalidad y de la
libertad personal. Su manifestación concreta es la democracia de masas jacobina, todas las formas de colectivismo nacional y estatismo, el marxismo que produce el socialismo y el comunismo, el fascismo y el nacional-socialismo. Izquierdismos en todas sus variedades y manifestaciones
modernas, a las que en EE.UU. se aplica, perversamente, el buen término ‘liberalismo’»9
Esta visión resulta “un
trayecto” para entender las dos vías generales en que se posicionarían los
Estados respecto a los cambios sociales traídos por las Revoluciones
Industriales y sus consecuencias en los dos países que los lideraban en Europa
(Inglaterra, con su sucursal en el
continente europeo, Bélgica). Así pudieron surgir las diferencias de
visiones entre los Estados del continente europeo y el mundo anglosajón (mientras en el interior del continente
aparecen medida, y presiones, para la protección de los trabajadores, dentro de
una visión a veces paternalista, en el mundo anglosajón se mantiene la visión
de que la clase trabajadora es pobre por sus “defectos” y “pocas virtudes” ,
pudiendo salir de esa “condición” mediante su propio esfuerzo y trabajo, por su
propia iniciativa personal y privada que ofrece el sistema capitalista (asumiendo
la visión darwinista de lucha por la supervivencia y, en consecuencia, mejora
de la especie – aunque en la práctica resultaría dudoso que nadie prosperara en
ese ambiente de pobreza sin el apoyo en formación y financiación que dependería
de bancos o personas influyentes que, a la vez, condicionarían esa ayuda
personal a la identificación con el propio sistema social concebido como
capitalista). Mantener los privilegios de las clases sociales llevaba a
sostener la “singularidad y la diferencia” como conceptos esenciales dentro de
la propia sociedad. Sostener la idea de “diferencia entre unos y otros”
resultaría un concepto básico a sostener ante los trabajadores y que resultaba
argumento común en los Estados (los
trabajadores responderían con la idea de “internacionalismo”, al percibir el
mismo argumento en todos los Estados europeos y la respuesta “concertada en
todas ellos de percibir la igualdad como un peligro para los propios Estados” y
aprestarse a contener y los conceptos de igualdad que la propia burguesía,
ahora en el poder, habría usado como argumento contundente frente a la nobleza
y la monarquía para hacer posible la Revolución Francesa y el acceso al poder
político por medio de su propio poder económico; y esa idea de igualdad, con
que la burguesía reclamó la participación del pueblo en su revolución prometiéndole
al pueblo un futuro mejor, asumiendo la declaración de los Derechos del Hombre
y la visión Liberal por la que cada ser humano es capaz de desarrollarse si se
le ofrece una verdadera oportunidad - se veía ahora obstaculizada y defraudada,
nuevamente, por la propia burguesía una vez alcanzara el poder político y su
propia influencia en los Estado). Ahora era la burguesía quien buscaba la
manera de seguir controlando el poder político en medio de una revolución
industrial que aumentaba su poder económico, bienestar y poder político en el
Estado con la ampliación de este poder en las colonias (que ya hace siglos se concibieran como Imperios propios, fuente de
materias primas y riqueza y poder internacional de las metrópolis – metrópolis
concebidas como los verdaderos centros de poder donde se decidían las
estrategias políticas, internas y exteriores, y los recursos económicos y militares
precisos para mantener y desarrollar el propio Imperio ante otros Imperios
rivales que tenían sus sedes y fronteras en Europa). Esa visión de
competición Imperial (donde el primero
que llega a un territorio y planta su bandera, lo convierte en posesión para su
propio Estado/Imperio, en nombre de la propia Nación, haya o no habitantes o
culturas previas en ese lugar a las que se puede acabar sometiendo por la
fuerza de la violencia, si es preciso – y que recientemente hemos vuelto a
visionar incluso como gesto político/militar sobre el suelo de una Luna desértica
pero que promete ser fuente de recursos en un futuro – Trump privatiza la Luna
en plena pandemia). En el fondo, ese modelo Capitalista que otorga
fortaleza a la metrópoli – metrópoli que
como centro de poder político y económico ya se empieza a concebir así misma
como Estado, involucrando a toda la sociedad en sus proyectos políticos internacionales
y extendiendo sobre ella la idea de pertenecer a un proyecto, al que se le
daría la simbología nacional, vinculado con el hecho de nacer en un territorio
determinado, de gran envergadura al que la población ya no puede, ni debe ser
ajena y cuya señal inequívoca son las guerras napoleónicas y el reclutamiento
masivo de ciudadanos para defender la causa de la Revolución republicana en Francia
y que acaba siendo imitado por el resto
de monarquías que asedian esa misma revolución – se encuentra en tránsito a
la idea de Estado/nación desde la cual crear o sostener un Imperio, que busca
extenderse e imponerse como modelo por la fuerza de la violencia. Podría argumentarse
que el modelo capitalista responde a una visión y concepción propia de la
Naturaleza Humana de satisfacerse de cuantos más bienes y recursos para asegurarse
el bienestar propio, de los cercanos y del propio Estado – (en
primer lugar la propia familia, la propia clase social, la propia región, el propio
Estado y desde ahí el propio modelo, extendiéndolo y controlándolo en su
desarrollo para estar siempre en el liderazgo del desarrollo político/económico
y reconduciendo las exigencias laborales y las desviaciones del modelo por
medio, si hiciera falta, de la violencia; desde una visión jerárquica entre,
ahora Naciones, dispuestas a competir y luchar militarmente para asegurarse un
“espacio vital” que permita su desarrollo bajo el principio del uso de la
fuerza como demostración de su propio poder – económico, tecnológico y político/social
- de superioridad frente a otras Naciones/Estados concebidas más débiles, como
expresión de la fortaleza de su propio sistema político/social – es decir: de
su propia cultura, que es el criterio defendido en Europa, para justificar las
colonizaciones; y la competición entre los Estados por ocupar un puesto en la
jerarquía internacional) y se viene
a resolver, fallidamente, al romperse sobre el terreno los acuerdos para la
colonización de África, dando lugar a la primera guerra mundial. Primera Guerra
Mundial donde las organizaciones y partidos de los trabajadores, se ven en la
disyuntiva en tener que elegir entre la visión “internacionalista, que señalaba
el camino de la paz como el más evidente a los intereses de los propios
trabajadores” que proclame la igual condición social de ser trabajadores en
todos los Estados – pues serán mandados a
los frentes de guerra, a luchar entre sí, para defender los intereses de una
“Burguesía” que les oprime con el trabajo y regatea derechos - o la visión
de defender la propia Nación y triunfar sobre las naciones adversarios para,
desde ahí, crear un camino hacia la propia transformación social cuando se
gane, o no, la guerra. Acabaría por vencer las tesis nacionalistas, las declaraciones
de guerra, el insulto, la degradación de la mutua condición Humana del adversario
en las trincheras y la violencia extrema, en una locura colectiva de sangre y
fuego llevada a cabo desde las estructuras que los Estados se habían dado para
hacer la guerra – dejando a Inglaterra
como único gran imperio vencedor en Europa. Los Imperios cayeron, con ellos
las monarquías imperiales y se abrió paso la idea progresista, y considerada
como peligrosa y revolucionaria, de las Repúblicas y su visión democrática
desde posiciones de izquierdas; pero la amenaza de sovietización (del ejemplo ruso) hizo ver en la visión
del nacionalismo – nacionalismo
que se mostró capaz de ser fanático en la defensa de la propia idea de
identidad y singularidad social/y/o étnica frente a un dominio imperial dentro
del seno de la propia Europa haciendo posible, mediante una trama, que parece
de origen militar serbio, que se valdría de los restos de la organización “mano
negra”, para el asesinato del Archiduque de Austria, por fanáticos
nacionalistas demostrando así, una vez más, que el nacionalismo era capaz de “fanatizar”
a las personas hasta el punto de arriesgar las propias vidas por esa idea y
esos valores – considerándose, así, una protección eficaz contra la
revolución; un nacionalismo que era expresión de lealtad - en origen y último extremo adhesión a la ley
- y patriotismo) que hallaría identidad
plena en el ejército, como ya se había
demostrado en las guerras napoleónicas.
El nacionalismo ya se
había observado como una convicción que hacía posible que los soldados y los
ejércitos, bajo esa visión de valores, lucharan en las batallas con más arrojo
y determinación, aún en riesgo mayor de las propias vidas – visión que supuso una innovación que
resultaría estratégica, pues no era tan raro que ante la lucha en campaña, los
soldados reclutados con dinero, y por tanto bajo salario, pudieran llegar a
negarse a pelear o pasarse al enemigo por un mejor salario o botín. Las
luchas organizadas por Inglaterra contra Napoleón y luego posteriormente, revelaría
el nacionalismo que junto con las movilizaciones en masa de ciudadanos
reclutados como soldados cambiaría la visión de la guerra. La revolución
industrial trajo la gran producción y venta de armas de Inglaterra a sus
aliados y su definitivo dominio del comercio y de la política. Ambos conceptos,
nacionalismo con ejército bien equipado y numeroso, mediante la movilización
general y producción de armamento con nuevas tecnologías propiciadas por el
desarrollo científico y técnico serían las claves del desarrollo de una violencia extrema y masiva en el siglo XX.
(Hasta 1793, Gran Bretaña simpatizó con la Convención Nacional,
pero la ejecución del Rey, Luis XVI, uniría a toda Europa contra la Revolución
Francesa, organizándose la primera Coalición
y sometiendo a la revolución francesa y a su nuevo modelo político/social a la
guerra – como siempre suele suceder - organizando Francia la primera leva masiva, de cientos de
miles de hombres para combatir la amenaza en todas sus fronteras; España
entraría en la coalición contra Francia e intentaría recuperar el Rosellón y
acabaría esa guerra con la entrada del Ejército francés en Catalunya,
Provincias Vascas, Navarra y la toma de Miranda de Ebro, firmando Godoy por separado con Francia la Paz de Basilea (1795). A cambio de terminar la guerra, se
reconocía a la República Francesa, y a cambio de los territorios españoles
ocupados se cedía a Francia la parte española de la isla de La
Española El Rosellón fue un territorio bajo dominio español hasta que
pasó a Francia por el Tratado de los Pirineos (7 de noviembre de 1659), por lo que existía un anhelo histórico en su
recuperación que se mostraría también durante la Segunda Guerra Mundial, Serrano Súñer fue partidario de pedir la anexión del Rosellón
a España como parte de las compensaciones por entrar en la guerra a favor de las potencias del Eje. La denominación «Cataluña del Norte» («Catalunya del Nord», «Catalogne du Nord»)
fue acuñada por Alfons
Miàs, considerado padre del catalanismo francés, en 1937.2 y
recuperada en los inicios de la transición española por sectores catalanistas y
la propia Generalidad de Cataluña como «Catalunya Nord». También el Consejo
General de Pirineos Orientales en ocasiones se ha referido a su territorio como
«Catalunya Nord».3)
La visión conservadora
se fue moderando; de llegar a considerar la Democracia, el Liberalismo, la Ilustración
y la revolución francesa como “El Mal”,
para pasar a entrar en el juego democrático de la tolerancia y el diálogo.
La
diferencia fundamental entre el conservadurismo moderado y el reaccionario
reside en su visión del papel de la democracia y otras instituciones progresista o producto del iluminismo. Para la tradición moderada,
quizás mejor encontrada en «el conservadurismo liberal de Edmund Burke
(1729-1797), a diferencia del conservadurismo continental de su época, aceptó
la democracia como forma de gobierno».10 Este
conservadurismo «En los hechos (....) propició cambios de hondo calado y
trascendencia (los derechos políticos británicos, o los derechos sociales
bismarckianos)»,11 Esta versión del
conservadurismo es, a menudo, llamada «liberal», así, por ejemplo, Rosemary
Radford Ruether observa: «Hay un conservadurismo económico y político, de libre
mercado, capitalismo libre de cualquier regulación del gobierno, usualmente
unido a un fuerte nacionalismo, como el número uno del mundo, lo que lleva a
priorizar el apoyo para la policía y un presupuesto grande para el ejército.
Este tipo de conservadurismo no es tradicionalmente religioso o conectado con
el cristianismo».12
La otra gran corriente del
conservadurismo apareció en los países que fueron directamente afectados por
los desarrollos políticos y sociales de la Revolución francesa, «en rechazo a ésta,
al liberalismo político y
al racionalismo de la Ilustración, defendiendo
las instituciones del Ancien régime y declarándose enemigo de
la secularización de la política y de la
sociedad. El conservadurismo o conservatismo, como también se le conoce, se
sustenta en tres valores: la autoridad, la lealtad y la tradición. Rinde culto
a la espiritualidad y al valor de lo inconmensurable”.13 En
ese sentido, puede ser descrito como «reaccionario», buscando una reafirmación,
no solo de formas políticas, sino sociales anteriores, que se percibían como
una restauración de los principios de la autoridad monárquica
absoluta y del (generalmente) catolicismo como
fuente única de valores y estabilidad social: «Los conservadores franceses
oscilaban hacia la Iglesia católica como una fuente de estabilidad y tradición.
La Iglesia trajo de regreso a la vida cotidiana un sentido de jerarquía y un
orden orgánico (Por supuesto que aquí hay una conexión implícita al romanticismo.)
Pero en las regiones católicas de Europa, especialmente en Francia, Italia y
España, este tipo de conservadurismo religioso tendría una atracción inherente.14
Un
desarrollo extremo de esta última posición se encuentra en las sugerencias
de Carl Schmitt,15
quien fue uno de los principales ideólogos del Movimiento
Revolucionario Conservador de Alemania. Su propuesta se basa en
la afirmación que la función central de un Estado es la necesidad de instaurar
un poder de «decisión» efectivo, que termine
con la guerra interna, cosa que no es posible, en su
opinión, en un Estado liberal, en el cual no se puede justificar la
exigencia del sacrificio de la vida en favor de la unidad
política. Estas sugerencias tuvieron, junto a otras del Movimiento
Revolucionario Conservador, una importante influencia en la elevación al poder
del Nazismo16y
constituyen aún en el presente las bases teóricas tanto de percepciones
conservadoras "duras" como origen moderno de la alegada tendencia del
conservadurismo a depender de líderes u
"hombres del momento".
El conservadurismo tiene
aspectos propios en cada Estado/Nación (Conservadurismo
Inglés, Conservadurismo
francés,
Conservadurismo alemán, 3.4Conservadurismo en Estados Unidos, 3.5Conservadurismo
en España,4Conservadurismo en Latinoamérica, 5Conservadurismo en la actualidad,5.1Conservadurismo en Europa, 5.2Conservadurismo tradicional, 5.3Conservadurismo nacionalista, 5.4Conservadurismo liberal
La visión de las Democracias Liberales
de progreso se sostiene con relativa facilidad en los periodos de bonanza
económica, pero suele cuestionarse en los momentos de crisis aguda o profunda (en los que realmente se ponen a prueba los
valores de las personas y de los grupos políticos que sostienen el modelo de
Democracia Liberal, viéndose el futuro con “incertidumbre” y siempre pensándose
que el modelo de valores capitalistas entra en crisis – aunque la experiencia
histórica nos demuestra que ese sistema basado en ideas de rivalidad y
competición – y que es capaz de incorporar otros rasgos humanos como la
“ambición”, la “codicia”, el “engaño”, la “seducción” e incluso la “violencia”
- siempre encuentra, o prevé, puertas y caminos de salida para seguir
prevaleciendo como mejor sistema económico y de desarrollo que se adapta a la
condición Humana cuando esta condición humana se pone a la defensiva ante la
posibilidad, o evidencia, que una crisis profunda afectará a su bienestar
cuando aparece o se genera un “cambio de ciclo”) dudándose de la Democracia,
y su eficacia, y de las reclamaciones que, dentro del sistema democrático,
realizan los ciudadanos a través de los partidos.
En esos momentos de
crisis el conservacionismo corre el riesgo de mutar para conservar lo esencial y proyectar un nuevo ciclo (al menos
como lo vamos observando en la actual crisis pandémico/económica/social)
naciendo líderes que prometen un bienestar para todos, si todo el aparato del
Estado queda bajo su mando. Esta visión conecta con las ideas de los extremos
políticos que sostienen el mismo principio de que el autoritarismo (con exclusión de opiniones divergentes
expresadas por otras opciones políticas en el Parlamento y acabando con la
libertad de expresión, y consiguientemente con las organizaciones políticas,
sindicales y sociales) y, de hecho, el fascismo y el nazismo nacería y se
desarrollaría bajo ese principio extremo, usando de la violencia y la intimidación como
expresión y determinación de expresión de fuerza “revolucionaria” acercando a gran
parte de los trabajadores a sus filas, especialmente comunistas en Italia e
incluirían el apelativo socialista o social a las siglas de sus partidos o
regímenes para desalojar, con símbolos, el espacio que ocupaba la izquierda (Mussolini, después de pasar por el Partido
Socialista, declararse objetor de conciencia y huir de Italia para no ser
reclutado en la primera guerra mundial, volvió y creó el Partido Nacional
Fascista, mandando a los italianos a las guerras de España, África y Europa, y
cuando fue desamparado por la Monarquía creó el partido Fascista Republicano en
la República Social Italiana) (Después de pasar Hitler por la personal experiencia
revolucionaria del soviet bávaro, se infiltró como agente y espía del Estado en
el pequeño Partido Obrero Alemán, que pasaría a ser Partido Nacionalsocialista
Alemán con Hitler a su cabeza y realizaría una gran manifestación de 1º de Mayo
– invitando a todos los sindicatos a participar en 1933; día señalado como día
Internacional del Trabajo por la OIT, dándole a ese día el rango de fiesta
nacional en la Alemania Nazi y, a continuación, declararía a los sindicatos
ilegales).
La amenaza de ser abolidas las clases sociales y las
tradiciones (con sus instituciones) ya
se hallaban en las sociedades desde hacía tiempo, bajo la promesa de la
Revolución Francesa que traería una república que acababa con la Nobleza y la Monarquía
prometiendo un “mundo mejor” al Pueblo si le ayudaba en la tarea. Se podría
entender así que se concebiría la visión conservadora
como una respuesta a los cambios que proponía esa misma revolución ante la
oportunidad de negocio y poder que suponía esa otra revolución industrial,
refugiándose, en última instancia, en los conceptos de Nacionalismo (y con el nacionalismo mantener, al menos, la
propia Historia de la Nación desde su vertiente épica u orígenes míticos, dando
un plus al origen de nacimiento de todos sus ciudadanos si se adherían, e
incluso obligándoles, a esa visión) preservar la identidad histórica y las
propias instituciones básicas tradicionales; así concebido, el nacionalismo (ya convertido en fascismo y nazismo)
llevaba a seguir al camino de la rivalidad y lucha por la “superioridad”
respecto a otros pueblos o naciones, reforzando la visión militar, y con ella
el militarismo para extender y/o defender la idea de Imperio (una visión que los Británicos moderaron al
crear la Commonwealth estableciendo con sus colonias una alianza voluntaria y
dándoles el estatus de independencia). A ese fin se dispondría, también, de
los trabajadores que así servirían tanto para producir riqueza como para
defender los intereses del propio Estado en el exterior o en la defensa o
extensión de sus propias fronteras. (es
de señalar que el mundo anglosajón concibió, en ocasiones, al nazismo y
fascismo, en la práctica, como una especie de rama de la extrema izquierda
ubicada en la Derecha y considerada extrema derecha; como parece señalar el
hecho de que en el momento en que Londres concibiera “dudas” o “tentaciones”
entre el generalato español y sobre la posibilidad de que Franco acabara
involucrándose en la Guerra al lado de Hitler, “sobornara” o comprara las
voluntades de los generales más conservadores y no aquellos considerados por
los propios Ingleses como más izquierdistas y proclives a la entrar en Guerra con
el Eje y que alguno de ellos serían destinados por Franco al Frente Ruso en la
División Azul).
Desde esta concepción de la “nueva modernidad”
(y la evidente oportunidad de prosperar y
medirse en un nuevo escenario de competición tecnológica/mercantil) que
traía las revoluciones industriales extendiéndose en otros Estados europeos - y la aplicación en la producción de nuevos
conocimientos, máquinas y de los descubrimientos del mundo científico -
nacería una respuesta, como si de “una moción a la totalidad” se tratara,
representada por una visión antagónica e internacionalista que se concretaría
en el Comunismo establecido en Rusia, pero que acabaría por asumir el propio
modelo de competición: militarismo, un mayor sacrificio de los trabajadores (y de la sociedad en general) con uso del
miedo e incluso terror sobre sus propios ciudadanos, despojándolos – también - de cualquier recurso simbólico
o mítico donde poder refugiarse (prohibida
la libertad de expresión, de reflexión) que no fuera la propia idea de
pertenecer, y con ello el deber, de sacrificar sus vidas (nuevamente y una vez más) ahora por la revolución,
concebida como Dictadura proletaria.
La visión conservadora reaccionaría
con su corriente más original genuina, llevándose de un trayecto con la finalidad
de acabar con las Democracias, la pluralidad de partidos y las visiones de
libertad emanadas de la Revolución francesa y la Ilustración, implantando las
Dictaduras en el s.XX.
La política económica del fascismo, conocido en Europa durante las décadas
de 1920 y 1930 como "corporativismo", era un ingrediente esencial del
totalitarismo económico tal como lo practicaban Mussolini y Hitler. El llamado
corporativismo fue adoptado en Alemania e Italia durante la década de 1930 y
fue considerado como un "modelo" por intelectuales y políticos en los
Estados Unidos y Europa. Una versión del fascismo económico fue de hecho
adoptada en los Estados Unidos en la década de 1930 y sobrevive hasta nuestros
días. En Estados Unidos, estas políticas no se llamaban “ fascismo" sino
“capitalismo planificado “. Aunque la palabra fascismo no es políticamente
aceptable, su sinónimo, “política industrial”, continúa siendo muy popular.
Para acercarse a esa visión de lo que es
el fascismo (y que hasta estos días pensé
que nunca más debiera ello preocupar) se pueden rescatar las visiones de
las personas que, por su proximidad a él, o por haberlos padecido directa o
cercanamente, reflexionaron sobre la manera que este se expresa, o sobre sus
principios como objetivo político. Esa tarea resulta, ciertamente, reveladora,
pues en alguna manera y forma viene sobreviviendo (como formula económica e incluso como actitud o rasgos que a veces se
utilizan como instrumentos para la seguridad de los Estados).
Características generales[editar]
Un aspecto inherente de
las economías fascistas es el dirigismo,3 es
decir, una economía donde el gobierno ejerce una fuerte influencia directiva y
controla efectivamente la producción y asignación de recursos. En general, las empresas
se encuentran supeditadas al servicio del Estado.4
El fascismo operaba
desde un punto de vista darwinista social de
las relaciones humanas. Su objetivo era promover a individuos superior y
eliminar a los débiles.5 En
términos de práctica económica, significó la promoción de los intereses de
empresarios exitosos, a la par que destruyeron los sindicatos y
otras organizaciones de la clase obrera.6 El
historiador Gaetano Salvemini afirmó en 1936 que el
fascismo hace a los contribuyentes responsables de la empresa privada debido a
que «el Estado paga por los errores de la empresa privada... El
beneficio es privado e individual. La pérdida es pública y social.»7 Los
gobiernos fascistas alentaron la búsqueda del beneficio privada y ofrecieron
muchas concesiones a las grandes empresas; pero, a cambio, demandaron que
toda la actividad económica debía servir para el interés nacional, es lo
expresado en sus puntos o manifiesto, pero la realidad demuestra que no fue
así.8
Una importante creencia
en la economía fascista era que la prosperidad llegaría de forma natural una
vez que la nación hubiera alcanzado un renacimiento cultural y espiritual.9 A
menudo, diferentes miembros de un partido fascista daban declaraciones
completamente opuestas sobre las políticas económicas que apoyaban.10 Una
vez en el poder, los fascistas adoptaban generalmente cualquier programa
económico que creyeran más adecuado para cumplir sus objetivos políticos.
Los regímenes fascistas de larga duración (como la Italia fascista de Benito Mussolini)
hicieron cambios drásticos a su política económica de tiempo en tiempo. Stanley Payne afirma
que mientras los movimientos fascistas defendían el principio de la propiedad privada,
que consideraban «inherente a la libertad y espontaneidad de la personalidad
individual», un objetivo común de todos los movimientos fascistas fue la
eliminación de la autonomía y, en algunos casos, la existencia de capitalismo a
gran escala.11
El fascismo se oponía
tanto al socialismo como al capitalismo liberal, pues
se argumentaba que sus visiones representaban una «tercera vía». Los fascistas sostenían que
proveían una alternativa económica realistas que no era ni el capitalismo laissez-faire ni comunismo.12 Favorecieron
el corporativismo y la colaboración de clases, al
creer que la existencia de desigualdad y clases sociales separadas
era benéfica (contrariamente a la visión de los socialistas).13 El
fascismo defiende el rol del Estado como mediador en las relaciones entre estas
clases (contrariamente a la visión de los capitalistas liberales).14
En la mayoría de los
casos, los gobiernos fascistas desalentaron o prohibieron el comercio
internacional, dado que se
creía que demasiado comercio convertiría a la economía nacional en dependiente
del capital internacional y, por tanto, sería vulnerable a sanciones económicas
internacional. La autosuficiencia económica, conocida como autarquía,
fue una meta central de la mayor parte de los gobiernos fascistas.15
El fascismo fue
altamente militarista y, como tal, los gobiernos
fascistas a menudo incrementaron significativamente el gasto militar.
Dado que fuera en Italia el primer lugar
donde esta fórmula política se expresó en los términos de antagonismo “práctico
y eficiente” frente a los impulsos y seducción revolucionaria que la victoria
del comunismo ruso extendió por Europa.
La consulta realizada (que a continuación se expone) clasifica
la visión y definición del Fascismo desde ramas y roles profesionales o
políticos (la visión del fascismo por los
propios fascistas, por los propios antifascistas marxistas y por los
historiadores, dando perspectivas diferenciales). Sin embargo, si
clasificamos las definiciones de fascismo por la naturaleza cultural del
personaje que realiza la definición, en vez de su rol social, podíamos
encontrar que las definiciones que realizan se pudieran enmarcar más en su
experiencia vital del propio fascismo, desde la perspectiva de su propio país
encontrando así los rasgos diferenciales. Así, el propio mundo anglosajón,
especialmente Norteamericano, tienden a definir un fascismo que tiene muchas
(demasiadas) similitudes con la naturaleza que se observa en el Presidente
Trump de los EEUU. Y como Humberto Eco daría una definición detallada de una
época italiana que viviría, en alguna medida, en primera persona desde su
entorno familiar.
Uno de los filósofos italianos más
relevantes del s.XX describiría con detalle lo que percibió en Italia del
Fascismo y que resulta esencial para comprenderlo en su forma Mediterránea:
Umberto Eco[editar]
(Historiador ITALIANO)
En su ensayo de 1995 ""Fascimo Eterno"
(Ur-Fascismo), el teórico cultural Umberto Eco enumera catorce propiedades
generales de la ideología fascista17. Sostiene que no es posible
organizarlos en un sistema coherente, pero que "basta con que uno de ellos
esté presente para permitir que el fascismo se coagule a su alrededor".
Utiliza el término "Ur-fascismo" como una descripción genérica de
diferentes formas históricas de fascismo. Las catorce propiedades son las
siguientes:
1.
"El
Culto a la Tradición", caracterizado por el sincretismo cultural, incluso a
riesgo de contradicciones internas. Cuando toda la verdad ya ha sido revelada
por la Tradición, no puede
ocurrir ningún nuevo aprendizaje, solo mayor interpretación y refinamiento.
2.
"El
rechazo del modernismo", que ve el desarrollo racionalista de la cultura
occidental desde la Ilustración como un descenso a la
depravación. Eco distingue esto de un rechazo al avance tecnológico superficial,
ya que muchos regímenes fascistas citan su potencia industrial como prueba de
la vitalidad de su sistema.
3.
"El
culto de la acción por el bien de la acción", que dicta que la acción es
valiosa en sí misma y debe tomarse sin reflexión intelectual. Esto, dice Eco,
está relacionado con el antiintelectualismo y
el irracionalismo,
y a menudo se manifiesta en ataques a la cultura y la ciencia modernas.
4.
"El
desacuerdo es traición" - El fascismo devalúa el discurso intelectual y el
razonamiento crítico como barreras para la acción, así como por temor a que tal
análisis exponga las contradicciones encarnadas en una fe sincrética.
5.
"Miedo
a la diferencia", que el fascismo busca explotar y exacerbar, a menudo en
forma de racismo o un llamamiento contra extranjeros e inmigrantes.
6.
"Apelación
a una clase media frustrada", por temor a la presión económica de las
demandas y aspiraciones de los grupos sociales más bajos.
7.
"Obsesión
con una conspiración" y
la exageración de una amenaza enemiga. Esto a menudo combina una apelación a
la xenofobia con el miedo a la
deslealtad y al sabotaje de los grupos marginados que viven dentro de la
sociedad (como el 'miedo' de la élite alemana a los negocios y las buenas obras
de la población judía de la década de 1930; ver también antisemitismo). Eco también cita el libro
de Pat Robertson The New World Order como un ejemplo destacado de una
obsesión por el complot.
8.
Las
sociedades fascistas consideran retóricamente a sus enemigos como "al
mismo tiempo demasiado fuertes y demasiado débiles". Por un lado, los
fascistas aprovechan el poder de ciertas élites desfavorecidas para alentar en
sus seguidores un sentimiento de agravio y humillación. Por otro lado, los
líderes fascistas señalan la decadencia de esas élites como prueba de su última
debilidad ante una abrumadora voluntad popular.
9.
"El
pacifismo es traficar con el enemigo" porque "la vida es una guerra
permanente"; siempre debe haber un enemigo contra el que luchar. Tanto la
Alemania fascista bajo Hitler como la Italia bajo Mussolini trabajaron primero
para organizar y limpiar sus respectivos países y luego construir las máquinas
de guerra que más tarde pretendieron y usaron, a pesar de que Alemania estaba
bajo las restricciones del tratado de
Versalles para no construir una fuerza militar. Este principio
conduce a una contradicción fundamental dentro del fascismo: la
incompatibilidad del triunfo final con la guerra perpetua.
10.
"Desprecio
por los débiles", incómodamente casado con un elitismo popular chovinista, en el que cada miembro de la
sociedad es superior a los forasteros en virtud de pertenecer al intragrupo.
Eco ve en estas actitudes la raíz de una profunda tensión en la estructura
fundamentalmente jerárquica de los sistemas políticos fascistas, que alientan a
los líderes a despreciar a sus subordinados, hasta llegar al Líder supremo que
desprecia a todo el país por haberle permitido tomarlo por la fuerza.
11.
"Todo
el mundo está educado para convertirse en héroe", lo que lleva a abrazar
un culto a la muerte. Como observa Eco, "[el] héroe ur-fascista está
impaciente por morir. En su impaciencia, envía con más frecuencia a otras
personas a la muerte".
12.
"Machismo",
que sublima el difícil trabajo de la guerra permanente y el heroísmo en la
esfera sexual. Así, los fascistas tienen "tanto desdén por las mujeres
como intolerancia y condena de los hábitos sexuales no estándar, desde la
castidad hasta la homosexualidad".
13.
"Populismo
selectivo" - El pueblo, concebido de manera monolítica, tiene una
"Voluntad Común", distinta y superior al punto de vista de cualquier
individuo. Como ninguna masa de gente puede llegar a ser verdaderamente
unánime, el Líder se presenta como el intérprete de la voluntad popular (aunque
realmente la dicta). Los fascistas utilizan este concepto para deslegitimar las
instituciones democráticas que acusan de "no representar más la Voz del
Pueblo".
14.
"Neolengua": el fascismo emplea y
promueve un vocabulario empobrecido para limitar el razonamiento crítico.
Benito Mussolini[editar]
Benito Mussolini, Il Duce, de Italia antes de y durante la Segunda Guerra
Mundial, firmó una entrada en la Enciclopedia
Italiana en 1932 titulada La doctrina
del fascismo.12 Suele citarse a ese texto como la
definición "original" del fascismo italiano, el cual, a su vez, es
considerado el fascismo "original". Sin embargo, el valor de las
afirmaciones de Mussolini sobre su propio movimiento político es objeto de
discusión.
Algunos
extractos destacados de una de las traducciones de la Doctrina del
fascismo:
-
Aunque
el XIX fuera el siglo del socialismo, el liberalismo y la democracia, eso no significa que el siglo XX deba ser también el del
socialismo, el liberalismo y la democracia. Las doctrinas políticas pasan; las
naciones permanecen. Somos libres de creer que este es el siglo de la
autoridad, un siglo de «derecha», un siglo fascista. Si el XIX fue el siglo del
individuo (liberalismo implica individualismo), somos libres de creer que este
es el siglo del 'colectivo', y por tanto el siglo del estado
-
La
concepción fascista del estado es totalmente incluyente; fuera del mismo no
puede existir ningún valor humano o espiritual, mucho menos tener valor. Comprendido
esto, el fascismo es totalitario, y el estado fascista - síntesis y unidad que
incluye todos los valores - interpreta, desarrolla y potencia toda la vida de
un pueblo
-
El fascismo
es una concepción religiosa en la que un hombre es visto bajo la perspectiva de
su relación inmanente con una ley superior y con una Voluntad objetiva que
trasciende al individuo particular y le eleva a la pertenencia consciente a una
sociedad espiritual. Cualquiera que no haya visto en las políticas religiosas
del régimen fascista nada más que mero oportunismo, no ha entendido que el
fascismo, aparte de ser un sistema de gobierno, es también, y sobre todo, un
sistema de pensamiento
José Carlos Mariategui[editar] Antifascista Peruano
José Carlos Mariategui, por su parte, en sus
estudios mostró cómo el fascismo no era una "excepción"
italiana o un "cataclismo", sino un fenómeno internacional
"posible dentro de la lógica de la historia", del desarrollo de los monopolios
en el imperialismo y de su necesidad de derrotar la lucha del proletariado.
Mariátegui vio el fascismo como una respuesta del gran capital a una crisis
social profunda, como la expresión de que la clase dominante no se siente ya
suficientemente defendida por sus instituciones democráticas por lo que culpa
ante las masas de todos los males de la patria, al régimen parlamentario y a la
lucha revolucionaria, y desata el culto a la violencia y al nuevo orden del
estado fascista, concebido como estructura autoritaria vertical de corporaciones.
Mariátegui vislumbró cómo el triunfo del fascismo estaba inevitablemente
destinado a exasperar la crisis europea y mundial.
Definición
marxista de fascismo[editar] Antifascistas marxistas
Es la dictadura terrorista abierta que desatan los grandes
monopolistas y financieros cuando asumen definitivamente las riendas del Estado
al llegar el capitalismo a su última fase.
El fascismo aparece con la llegada del capitalismo a su
etapa monopolista para frenar el ascenso del movimiento obrero y tratar de
superar la crisis que tal etapa engendra inevitablemente. El imperialismo es un
sistema en descomposición, en crisis permanente y, a fin de impedir su
hundimiento definitivo, está obligado a adoptar las más drásticas medidas de
fuerza. La agudización de todas las contradicciones de esta etapa, impiden a la
burguesía resolverlas por los métodos propios de la democracia burguesa:
parlamentarismo, elecciones, partidos, tribunales, etc.
Pero el
fascismo no es sólo una ideología; el fascismo no está representado sólo, ni
siquiera principalmente, por determinados grupos o partidos de extrema derecha,
chovinistas o racistas. No se puede separar al fascismo del poder del Estado y
surge cuando el capitalismo ha llegado a su última etapa como una forma de
impedir la revolución socialista. El fascismo es el monopolismo en la política,
el control del poder por un reducido núcleo de los sectores financieros más
poderosos. Es la superestructura política que adoptan los países imperialistas,
de manera que si la democracia burguesa corresponde al capitalismo
premonopolista, el fascismo es la forma de Estado del capitalismo monopolista.
En consecuencia, no es un fenómeno político limitado al momento transcurrido
entre las dos guerras mundiales del siglo XX, sino una tendencia permanente y
general de todos los países capitalistas.
Tampoco se
puede identificar al fascismo con sus formas exteriores, ni tampoco con las
manifestaciones nacionales en la que se materializó (nacional-socialismo en
Alemania, fascismo en Italia, falangismo en España).
El fascismo
crea la premisas para incorporar a sectores muy extensos de las masas a la
lucha a causa de la privación absoluta de derechos, poniendo de manifiesto la
identidad de intereses entre la democracia y la revolución socialista.7
León Trotsky[editar]
El revolucionario, político, militar y teórico
soviético León Trotsky definió
al fascismo de la siguiente manera (carta a un camarada británico, luego
publicada en The Militant el 16 de enero de 1932):
¿Qué es el fascismo? El término se originó en Italia.
¿Fueron fascistas todas las formas de dictadura contrarrevolucionaria (es
decir, antes del advenimiento del fascismo en Italia)? La Comintern llama
dictadura fascista a la ex dictadura de Primo de Rivera en
España. ¿Es correcto? Creemos que no.
El movimiento fascista italiano fue un movimiento
espontáneo de grandes masas, con nuevos dirigentes surgidos de la base. Es de
origen plebeyo y está dirigido y financiado por las grandes potencias
capitalistas. Se formó en la pequeña burguesía, en el lumpenproletariado y
hasta cierto punto también en las masas proletarias; Mussolini, un
ex-socialista, es un self-made man producto de este
movimiento.
Primo de Rivera era un aristócrata. Ocupaba un alto cargo
militar y burocrático y fue gobernador en jefe de Cataluña. Llevó a cabo el golpe con la
colaboración de fuerzas estatales y militares. Las dictaduras de España e
Italia son dos formas totalmente distintas de dictadura. Hay que diferenciarlas
bien. Mussolini tuvo dificultades para reconciliar a muchas viejas
instituciones militares con las milicias fascistas. Este problema no existió
para Primo de Rivera.
El movimiento alemán se
parece fundamentalmente al italiano. Es un movimiento de masas, cuyos
dirigentes emplean una buena cantidad de demagogia socialista, la cual es
necesaria para la formación de un movimiento de masas.
La base genuina es la pequeña burguesía.
En Italia cuenta en gran medida con esa
base: la pequeña burguesía de la ciudad y el campo y el campesinado. También
en Alemania existe una buena base para
el fascismo[...]6
José Antonio
Primo de Rivera[editar]
José Antonio
Primo de Rivera habla del fascismo en el diario ABC el 22 de
marzo de 1933, en una carta dirigida a su director Juan Ignacio
Luca de Tena: Algunas de sus afirmaciones son las siguientes:
El fascismo no es una táctica: la violencia. Es una idea:
la unidad. Frente al marxismo, que afirma como dogma la lucha de clases, y
frente al liberalismo, que exige como mecánica la lucha de partidos, el
fascismo sostiene que hay algo sobre los partidos y sobre las clases, algo de
naturaleza permanente, trascendente, suprema: la unidad histórica llamada
Patria. La Patria, que no es meramente el territorio donde se despedazan aunque
sólo sea con las armas de la injuria varios partidos rivales ganosos todos del
Poder. Ni el campo indiferente en que se desarrolla la eterna pugna entre la
burguesía, que trata de explotar a un proletariado, y un proletariado, que
trata de tiranizar a una burguesía. Sino la unidad entrañable de todos al
servicio de una misión histórica, de un supremo destino común, que asigna a
cada cual su tarea, sus derechos y sus sacrificios.
En un Estado fascista no triunfa la clase más fuerte ni el
partido más numeroso que no por ser más numeroso ha de tener siempre razón,
aunque otra cosa diga un sufragismo estúpido, que triunfa el principio ordenado
común a todos, el pensamiento nacional constante, del que el Estado es órgano.
Para encender una fe, no de derecha (que en el fondo aspira
a conservarlo todo, hasta lo injusto), ni de izquierda (que en el fondo aspira
a destruirlo todo, hasta lo bueno), sino una fe colectiva, integradora,
nacional, ha nacido el fascismo. En su fe reside su fecundidad, contra la que
no podrán nada las persecuciones. Bien lo saben quienes medran con la
discordia. Por eso, no se atreven sino con calumnias. Tratan de presentarlo a
los obreros como un movimiento de señoritos, cuando no hay nada más lejano del
señorito ocioso, convidado a una vida en la que no cumple ninguna función, que
el ciudadano del Estado fascista, a quien no se reconoce ningún derecho sino en
razón del servicio que presta desde su sitio. Si algo merece llamarse de veras
un Estado de trabajadores, es el Estado fascista. Por eso, en el Estado
fascista y ya lo llegarán a saber los obreros, pese a quien pese los sindicatos
de trabajadores se elevan a la directa dignidad de órganos del Estado.4
Franklin D.
Roosevelt[editar] Político Norteamericano.
Franklin
Delano Roosevelt, Presidente
de los Estados Unidos entre 1933 y 1945, en su texto de 1938 Mensaje del Presidente de los Estados Unidos
transmitiendo recomendaciones relativas al fortalecimiento y la imposición de
las leyes antitrust5 describió el fascismo de la forma
siguiente:
La primera verdad es que la libertad de una democracia no
está a salvo si la gente tolera el crecimiento del poder en manos privadas
hasta el punto de que se convierte en algo más fuerte que el propio estado
democrático. Eso, en esencia, es el fascismo - la propiedad del estado por
parte de un individuo, de un grupo, o de cualquier otro que controle el poder
privado.
Robert
Paxton[editar]
Historiador Norteamericano.
Robert Paxton,
profesor emérito de la Universidad de
Columbia, define el fascismo en su libro Anatomía del
fascismo como:
[...] una forma de comportamiento político marcada por la
obsesiva preocupación por el declinar, humillación o victimismo de la
comunidad, así como por cultos compensatorios de unidad, energía y pureza, en
los que un partido de masas o un conjunto de militantes nacionalistas
comprometidos, trabajando en difícil pero efectiva colaboración con las élites
tradicionales, abandona las libertades democráticas y persigue, con redentora
violencia y sin restricciones éticas o legales, metas de limpieza interna y
expansión externa.16
En el mismo libro, Paxton también sostiene que los
cimientos del fascismo se encuentran en un conjunto de "pasiones
movilizadoras" más que en una doctrina elaborada. Sostiene que estas
pasiones pueden explicar gran parte del comportamiento de los fascistas:
·
una
sensación de crisis abrumadora más allá del alcance de cualquier solución tradicional.
·
la primacía
del grupo, frente al cual se tienen deberes superiores a todo derecho,
individual o universal, y la subordinación del individuo a él.
·
la creencia
de que el propio grupo es una víctima, un sentimiento que justifica cualquier
acción, sin límites legales o morales, contra sus enemigos, tanto internos como
externos.
·
temor al
declive del grupo bajo los efectos corrosivos del liberalismo individualista,
el conflicto de clases y las influencias ajenas.
·
la necesidad
de una integración más estrecha de una comunidad más pura, por consentimiento
si es posible, o por violencia excluyente si es necesario.
·
la necesidad
de autoridad por parte de jefes naturales (siempre varones), que culmina en un
cacique nacional que es el único capaz de encarnar el destino histórico del
grupo.
·
la
superioridad de los instintos del líder sobre la razón abstracta y universal.
·
la belleza
de la violencia y la eficacia de la voluntad, cuando se dedican al éxito del
grupo.
·
el derecho
del pueblo elegido a dominar a otros sin restricción de ningún tipo de ley
humana o divina, siendo el derecho decidido por el único criterio de la
destreza del grupo dentro de una lucha darwiniana.
De la crisis del 29 algunos señalarían que los regímenes autoritarios
saldrían mejor parados, como así se señalara del Comunismo en la Unión
Soviética (Ver: Planes
quinquenales de la URSS) olvidando que lo hiciera a
costa de no producir bienes de consumo para la población y el consiguientemente
sacrificio de su bienestar. Por otra parte, también entre 1928 y 1932, se realizó un
proyecto secreto de inversión extranjera privada con empresas destacadas de Estados
Unidos que asesoraron al Gobierno soviético en materia de
construcción industrial, lo cual sirvió de aprendizaje para los técnicos
soviéticos.8
El fascismo italiano, (fue adulado por el político conservador Churchill por acabar con la
amenaza bolchevique (Ver: La gran prioridad
de Churchill fue saber cómo controlar a la clase trabajadora) pasaría de
una fase liberal que duró hasta 1929, año del crak, a refugiarse en la
autarquía y el desarrollo de grandes obras para hacer frente a la mencionada
crisis de 29; colapsando, posteriormente, durante la segunda guerra mundial.
En Alemania la
crisis llegó mientras aún se hallaba la ocupación de territorios productivos
por parte de los vencedores de la primera guerra mundial, dificultando los
pagos de las indemnizaciones impuestas a Alemania y allanando el camino de Hitler
al poder, que instauró una política económica basada en las grandes obras y la
potenciación de la industria, en particular la de guerra (donde acabaría colocando a los excedentes del paro 20) orientando
su economía bajo la estrategia de potenciar la industria militar, mediante bonos
bonos
Mefo (ideados por a Hjalmar
Schacht, exmiembro del Partido Democrático Alemán, como presidente del Reichsbank en 1933 y ministro de economía en 1934.18 ) - esos
bonos Mefo no aparecían en el presupuesto federal, por lo
que ayudaron a ocultar el rearme19 estaban
destinados a que las empresas los utilizaran para realizar pagos entre sí (las industrias
estaban en manos privadas pero bajo supervisión de uno o varios miembros del
partido en las directivas 22 con una cláusula que permitía la compra por parte del
gobierno). Suiza
recibiría reproches por su comercio bancario con la Alemania de Hitler, Ver: Controversia
sobre los negocios con la Alemania nazi.
Podríamos considerar, desde la perspectiva
europea, que desde el fin de la Segunda Guarra Mundial hemos tenido un gran
periodo de prosperidad económica y bienestar, una vez que se definieran los dos
grandes bloques político/económicos y se definieran sus ámbitos de actuación,
resultando Europa la zona más relevante de “contacto” entre ambas – esencialmente, a percepción es de no haber
vivido en propio suelo otra gran guerra en la que se volviera a disputar un
modelo político/económico – y sin embargo, resulta evidente que las guerras
y los conflictos no cesaron entonces, tampoco sobre territorio europeo (expresados en movimientos terroristas que
afectaron a diferentes países) y en zonas calientes próximas, como oriente
medio (con el permanente problema entre
el mundo árabe e Israel) o las guerras en Irak, sin olvidar o los
conflictos de Corea y luego Vietnam, y las dictaduras en Latinoamérica. Así
como el permanente escenario de “conflicto grave inminente” que suponía la Guarra
Fría y su escenario de choque en territorio europeo (así señalado o recordado en su momento por el Presidente Reagan).
Incluso la caída del Comunismo soviético y
del muro de Berlín traería nuevos conflictos en los procesos de desintegración
de la URSS y los países que configurarían su área de influencia (como Yugoslavia o Afganistán) y
esperanzas abortadas en el Norte de África (la primavera árabe)
y luego resucitarse antagonismos violentos de naturaleza religiosa que llegan a
nuestros días y a nuestra Europa. También las esperanzas con la construcción y
avance de la Unión Europea y sus políticas de gestión de conflictos por medio
de la política y los acuerdos comerciales.
El liderazgo de Alemania en Europa evitó en su momento que
el conflicto Ucraniano acabara en un conflicto bélico entre la OTAN y Rusia.
Las llamadas de algún general británico de la NATO a intervenir militarmente
movilizaba la estrategia pacifista para contener el movimiento mediático
lanzado por los anglosajones (llamadas de
las que nuestras TVs se hicieran muy permeables, hasta que la punto de que un
periodista español realizara, sobre el terreno, una corresponsalía a las
puertas de una de las bases, con muy jóvenes soldados ucranianos al otro lado
de las rejas de entrada, señalando que el ultimátum dado por Rusia tenía hora fijada
en esa madrugada; mientras, la cámara de TV acercaba el plano a cada uno de
esos jóvenes chicos con uniforme que estarían destinados a combatir y
probablemente morir en muy pocas horas ante el super-ejército Ruso). El
ambiente había sido caldeado, semanas antes, con un golpe civil ante el
presidente ucraniano pro-ruso (y elegido
en las urnas), en el cual, sus líderes, pedían la intervención de la UE (abortando los acuerdos y conversaciones que
con ese gobierno pro-ruso mantenía la UE, dando la impresión de establecerse
una estrategia de acercamiento que fomentara la disensión en la zona) e
involucrarla en la presión contra ese presidente elegido legalmente, al menos
bajo los parámetros que hasta entonces existían; era una revolución que se
consideraría así misma democrática, por concebirse mayor libertad futura si la
influencia de Rusia en Ucrania desaparecía por completo y para ello precisaban
que el presidente pro-ruso y la población ucraniana rusófila desaparecieran de
la escena política y social o fueran permeables a los deseos que expresaban
aquellos que consideraban que acercarse a la UE y a la manera en que esta
concebía las libertades era un horizonte político social más halagüeño y rápido
que seguir por el rumbo diseñado de lo que parecía ser la estrategia de la UE
de ir permeabilizando Ucrania poco a poco a un nuevo modelo de vida más
occidental. Los sucesos que siguieron señalaría una grave manipulación (e intervención de servicios secretos
internacionales) cuando se convocó una gran manifestación para forzar la
dimisión del presidente pro-ruso, que siendo pacífica, acabara con heridos y
muertos a manos de francotiradores (según
declaraciones luego opacadas y nunca investigadas públicamente), efectuadas
por uno de los presidentes de las repúblicas Bálticas (la zona báltica luego se convertiría en zona en tensión militar) en
conversaciones telefónicas en las que manifestaría que le hubieran revelado que
trescientos francotiradores habrían tomado posiciones en la plaza y disparado
indiscriminadamente a manifestantes y policías. De aquella masacre se acusó a
Rusia y Putin (sin embargo, la cifra de
300 tiradores podría señalar una operación opaca en la que asesinos a sueldo,
de un bando sin determinar, hubieran sido trasladados completando la capacidad
de un avión y llevados al lugar para polarizar y atemorizar a la población, y
con ello acabar con cualquier proceso de entendimiento. El presidente legal,
pro-ruso, acabó teniendo que salir del país ante las presiones y acusaciones de
los dirigentes de aquella llamada “revolución democrática” y esa huida llevaría
a Moscú y a Putin a tomar posiciones defensivas sobre sus intereses en la zona
y que afectaban directamente a la península de Crimea. Crimea era y es un
territorio muy estratégico para Rusia, pues si cayera en manos “enemigas” o
rivales” la parte de la flota rusa que transita por el Mediterráneo podría
bloquearse. Crimea fue una cesión de Stalin a Ucrania concebida, al parecer,
para reseñar la alianza cuasi indisoluble entre ambos países al finalizar la
Segunda Guerra Mundial. Ceder un territorio tan estratégico a un país limítrofe
como Ucrania, y sobre todo que este lo aceptara, implicaba, de manera
indudable, la constitución de una alianza indisoluble (sería tanto como
concebir que Londres, en un momento de gran colaboración y sintonía con España,
cediera a España el control integro de Gibraltar y luego se quedara impasible
ante la posibilidad de que España adhiriera a una alianza con China (o Rusia)
por considerar que ello beneficiaría mucho más su economía y bienestar, en las
actuales circunstancias de polarización política) ¿Se quedaría Londres de
brazos cruzados o reclamaría que esa zona gibraltareña le es estratégica? ¿A quién
interesaría generar muertos en aquella manifestación pacífica?). Sin
embargo, los pretendidos líderes de la revolución democrática ucraniana (después de romper los planes de relaciones
pacificas de la UE con el presidente pro-ruso, que terminó por huir)
pedirían una Tercera Guerra Mundial para defender la integridad de su territorio
frente a Rusia. La península que motivaba el conflicto había sido una cesión de
Stalin a Ucrania como prueba de fidelidad de gran alcance, pues era y es un
espacio muy estratégico para Rusia (que así
señalaría un destino común intempore con Ucrania por ser territorio estratégico
para la seguridad de Rusia en cualquier escenario) que de caer en manos de
la OTAN le daría a esta posibilidad de neutralizar parte de su marina,
atentando con o esencial de su seguridad. Contra-pronostico de la situación
generada de alarma general, las tropas rusas se limitarían a cercar las bases
militares ucranianas y forzar su rendición. Luego el conflicto derivaría en una
situación de violencia latente de la cual pudo escapar la UE. Un conflicto
abierto con Rusia que derivaría sin duda en una guerra abierta en el seno de
Europa. Previamente, el acercamiento de la UE a Rusia habría sido abortado por
la pretendida estrategia de la OTAN de hacerla entrar en su seno (como estaba haciendo con otros países de su
entorno y fronteras) tal vez para conseguir, por fin, la OTAN una inmensa línea
fronteriza de contacto con China en la que Rusia tendría que ser permeable a
los “pretendidos” deseos de desestabilización de la Alianza Atlántica sobre el
adversario político y económico que supondría China para el modelo de liderazgo
anglosajón.
La relativa estabilidad político/económica alcanzada a
partir de la segunda Guerra Mundial y el desarrollo de los modelos productivos
y tecnológicos, atendiendo a las necesidades de producción de bienes y
servicios a la población, han traído de la mano una disminución considerable
del horario laboral, con un aumento de la productividad; y el aumento en los salarios
se traduce en un Estado del Bienestar para los ciudadanos. La tabla anexa
muestra la evolución en el Reino Unido:
Evolución histórica de la reducción de la jornada de trabajo[editar]
Véase también: Reducción de la jornada de trabajo
Tabla 1 - Horas de trabajo por año y
persona en el Reino Unido (1785-2000)13 |
|||||||
Año |
Población |
Población |
Horas |
Horas |
Horas |
Productividad |
PIB per |
1785 |
12.681.000 |
4.915.000 |
3.000 |
62 |
11 |
1,29 |
1.505 |
1820 |
19.832.000 |
6.884.000 |
3.000 |
62 |
11 |
1,69 |
1.756 |
1870 |
29.312.000 |
12.285.000 |
2.984 |
61 |
10,9 |
2,64 |
3.297 |
1913 |
42.622.000 |
18.566.000 |
2.624 |
53 |
10 |
4,40 |
5.032 |
1950 |
50.363.000 |
22.400.000 |
1.958 |
40 |
8 |
7,86 |
6.847 |
2000 |
58.670.000 |
27.200.000 |
1.489 |
30 |
6 |
28,71 |
19.817 |
El concepto histórico contemporáneo de jornada laboral va
de la mano de industrialización de la producción durante
la revolución industrial y la conversión
del trabajo humano en fuerza de trabajo,
como un factor de producción que pasa a formar
parte de una economía de mercado con la teoría del valor-trabajo de los economistas clásicos (Adam Smith, David Ricardo, Karl Marx).
En la Tabla 1 puede
apreciarse la evolución de las horas de trabajo por año, semana y día por
persona en el Reino Unido desde 1785 al 2000. En este
país se ha pasado en unos 200 años de 3.000 horas anuales a 1.489,
prácticamente la mitad; de igual modo ha descendido el horario semanal y
diario, si bien con la advertencia de que los días anuales no trabajados han
ido aumentado y, a la vez, disminuyendo los días laborales semanales, desde 6
días, en algunos desde 7, hasta 5 los días laborales. Puede apreciarse un constante
incremento de la productividad por hora trabajada y PIB per cápita y
su explosión desde los años 1950 hasta
los 2000 período
en el que se ha cuadriplicado y triplicado respectivamente. Sin embargo esto
último no podría argumentarse como resultado de la reducción de la jornada
laboral puesto que en el mismo periodo de tiempo los avances en tecnología han
permitido mayor eficiencia en los procesos productivos.
Se puede decir que es la prosperidad de un
modelo económico el que hiciera posible el acceso masivo de los ciudadanos a la
condición de clase media y con ello al Bienestar Social que da lugar a la
confianza en las instituciones dadas, en las que acaban participando o
asociándose para crear instrumentos donde llegar a todas las capas sociales para
hacer posible ese bienestar, en alguna medida, para todos, y siempre estando
atentos al buen proceder para con los ciudadanos; dando lugar a la cabida y
ejercicio de los principios propios de la Revolución Francesa: Libertad, Igualdad
y Fraternidad, expresados hoy en día desde diferentes puntos de vista pero en esencia
conservando esos valores reflejados en los Derechos Humanos y progresando en las
diferentes condiciones del propio Ser Humano como expresión de su propia identidad
personal desde la cual desarrollarse como persona y como miembro de la
comunidad a la que pertenece.
La Pandemia que vivimos supone un
verdadero reto que afecta a la sociedad desde distintos planos. A la vez
subsiste la inminencia de una revolución tecnológica de gran magnitud (haciendo
posible concebir la robótica como suplente de la condición de trabajador en los
procesos de producción). Y también aparece en la escena política internacional
lo que sugiere un cambio de ciclo económico desde la crisis del 2007/2008 que
daría al traste, según algunos analistas, con el modelo instaurado después de
la segunda guerra mundial por el mundo anglosajón (EEUU/Reino Unido), por el
cual el dinero fluía desde EEUU hacia Europa (generando producción) que era comprada a su vez por los EEUU en un
intercambio económico que pasaría por Londres, en un modelo perfecto que se
vino a romper con las hipotecas basuras. A partir de ahí aparece un retorno de
EEUU a financiar sus propias industrias, hacerlas crecer y rivalizar con
Europa; rivalidad expresada con la sintonía de Londres con el actual presidente
Trump (que no considera que debe de ser
relevado del poder) y su propuesta vigente de Brexit frente a la UE.
El modelo anglosajón parece considerar, a
lo largo de la Historia, que los métodos violentos aseguran los cambios que
precisa para mantenerse los equilibrios que hacen posible su liderazgo en el
poder internacional en su antagonismo con otros modelos que pude considerar que
rivalizan o compiten con él por el propio liderazgo y visión del orden mundial
que sostiene (ya sea como ideal o como permanente tránsito hacia ese objetivo).
Esa violencia expresa y determinante con
que se emplea para reconducir situaciones resulta incomprensible, al menos a la
sensibilidad humana europea tal y como la concebimos en la actualidad. E
incluso absurda, pues se ha mostrado como inciertas algunas tesis que
sostuvieron guerras en Asia, bajo la idea de la Teoría del Dominó, que sirvió
para atemorizar a la población occidental y que una vez perdida la Guerra con
Vietnam resultaría no tan cierta, pues los propios EEUU restablecerían
relaciones comerciales con ese mismo país, después de sacrificar miles y miles
de jóvenes soldados americanos reclutados a la fuerza. Así mismo resulta “extraña”
la ayuda prestada a la URSS (de manera secreta) por industrias lideres de EEUU (a
la que se ha referido este artículo/estudio) para que Stalin “aprendiera”
métodos de producción industrial y se acabara convirtiendo en una potencia
mundial (como si hubiera previsto esa
necesidad en 1932), previendo el impulso de antagonismos más o menos
inmediatos que a la postre se escenificarían en la 2ª Guerra Mundial; sugiriendo
la rocambolesca idea, (desde la perspectiva
histórica, cuando se van ordenando los sucesos de la Historia y conociendo
detalles) de que el Mundo, e incluso la Humanidad entera fuera un inmenso escenario
que siempre se hallara bajo control – de no
se sabe quién con certeza – pero que fuera capaz de ir creando situaciones
y antagonismo, rivalidades y escenarios de confrontación, como si se tratara de
una especie de sistema siempre en busca de equilibrios más o menos inestables
en permanente estado de exploración de “prueba error” del que no sabríamos sus
objetivos de fondo (salvo que cuando una
corriente política o grupo humano, cuando llega al poder acaba volviéndose, de
alguna manera conservador olvidando parte de las promesas y objetivos que le
alzarían a esa posición donde ya adquiriera la condición de formar parte de equilibrio
no siempre bien definido y que suele pasar a posiciones de control social)
y solo visualizáramos (que estando todos a merced de esos
equilibrios y de las corrientes de opinión que asientan paradigmas – a veces
económicos u otras de naturaleza social, no siempre entendidos) vemos sus
manifestaciones generando periodos de cierta prosperidad y otros de violencia,
a veces extrema, que cambia la vida de las sociedades, a veces de manera
inesperada (violencia que siempre quedara
latente y dispuesta a resucitar en un momento dado).
Mientras escribo esta parte del artículo me
viene a la mente el recuerdo de un comic (que
leí cuando tenía unos 19 años) en el que la viñeta final, después de una
conflagración nuclear de magnitudes épicas, centraba como causantes de aquella
apocalipsis a dos viejos, vetustos y ancianos rivales que no habiendo sido
capaces de “resolver” sus disputas (de
las muchas que parecía que venían sosteniendo desde no se sabe cuándo) y no
poniéndose de acuerdo, llevados del enfado y del ánimo de venganza, pulsaban,
cada uno de ellos, el botón que habría desencadenado la tragedia nuclear.
Obviamente era una alegoría pacifista. Un pacifismo que a veces se muestra como
esa cuestión de “insatisfacción” permanente que parece acompañar al ser humano
y que se expresaba en la revista “Integral” como causa por la que aparecieran
los conflictos y las guerras (mostrando
un aparente ingenuo ejemplo donde nadie se encuentra conforme con su condición,
pues, en un determinado momento, unos quieren vivir en la montaña y otros en la
playa, y cuando por fin consiguen trasladarse al lugar deseada acaban por
añorar su lugar de proveniencia anterior, sin sentirse nunca satisfechos ).
Sin embargo, el pulso de fondo sigue
adelante, mostrando signos de un repliegue que tiene apariencia ultraconservadora,
en todo el mundo occidental.
Hasta ahora vemos en las noticias y en los
comentaristas que se empieza a vislumbrar, al menos en España, un inicio de
revelaciones que estaban más al alcance del mundo periodístico, respecto a la
figura de nuestro monarca emérito. Figuras relevantes del periodismo y la
política se someten a las cuestiones que plantean jóvenes periodistas, de una
nueva generación que ya tienen cierta veteranía en los medios, pidiendo “explicaciones”
sobre situaciones concretas referidas a la economía y las posibles cuentas que
se tuvieran, e incluso añaden pequeñas circunstancias del trato directo con él
(como para intentar determinar si era o no consciente de su poder y si lo
ejerciera en determinados momentos para limitar la libertad de prensa respecto
de su propia persona creando un ambiente, que en el propio programa de la
sexta, alguno de los participantes califica como omertá o silencio
consensuado entorno a la vida privada y los asuntos económicos del monarca
emérito.
Parece claro, al menos a estas alturas,
que sin la figura del rey emérito hubiera sido imposible constituirnos en
España como Democracia y transitar estos años con “relativas” libertades.
Parece inapelable concebirlo así, pues es bien conocido que veníamos de una
dictadura que ya se consideraba cuartelera, como definía uno de los hombre más
influyentes del momento señalando que los ciudadanos, entonces, no estaban
tanto por cuestiones como república o monarquía, sino más bien desde la idea de
obtener mayores cotas de libertades (posiblemente
señalando el pensamiento mayoritario de la nueva generación que haría posible
el cambio y que consideraba, abiertamente, que la guerra civil era, y fue, un
fracaso social colectivo que no se debería volver a repetir).
Tampoco con la entrada de la Democracia
las libertades llegarían súbitamente para todos, hubo que ir desarrollándolas y
algunas peleándolas (aún hoy en día se alcanzan nuevas perspectivas para las
libertades). Y a la vez sigue existiendo un control social sobre la población
que no siempre ha podido decir lo que piensa sin estar sujetas a algún tipo de
represalia.
Parece una obviedad que la figura del
monarca hiciera posible que el miedo que produjera el escenario de pluralidad
democrática (rememorando rasgos y
personajes de la república derribada) fuera reconducido hacia la confianza
y el asentamiento de la restauración democrática en España, encarnado en su
persona (ante la fidelidad mostrada por
el propio ejército hacia la figura del rey; que era el requisito esencial en el
que se configuraba el papel de la Monarquía en la Constitución; y cabían dudas
de que todo el ejército se hallara en ese alineamiento con la Corona, pues una
parte de la sociedad civil tampoco lo viera como plenamente adecuado y el
propio Golpe estaría destinado y concebido para hacerle rehén de una parte de
la sociedad que hubiera participado directamente en la guerra civil y que aún
mantenía el suficiente control e influencia como para poner a prueba al monarca).
También parece obvio que ante dicha implicación del monarca con la democracia (en aquél momento hubo quienes concebían que
la Democracia no saldría adelante sin volver a ilegalizar al PCE o reconducir las
exigencias de los nacionalismos) la respuesta social y política, ante la evidente
amenaza de “paralización política” mostrada el 23 F, fuera la adhesión a la
figura del joven rey y la lealtad incondicional hacia su persona. Y en esos
términos resulta obvio que se puede entender que su figura e imagen resultaran
protegidas de manera excepcional, y consecuentemente su vida privada. Porque
más allá de las ideas que se extenderían con posterioridad (atendiendo al principio de a quién le beneficia
una acción de esta magnitud es quien la promueve y lidera, intentando
establecer la duda de un auto golpe), no consideraban que la respuesta en
EEUU durante esa noche, en que el Congreso estuvo secuestrado, fue declararse
neutral y señalar la situación como un asunto interno de España – mientras muchas poblaciones se realizaban
listas de personas identificadas con la, izquierda, la democracia o personas
pertenecientes a sindicatos - y, por el contrario, el Reino Unido, se
manifestaría en contra del golpe por voz de Margaret Teacher (primera ministra y considerada ala dura de
los conservadores). También se
olvida que hubiera unidades fuera de Madrid también sublevadas y que hubieron
rumores (no confirmados) de que el
propio monarca realizara desplazamientos personales para controlar la situación
de alguna unidad en alguna región militar concreta.
Se asegura también, en ese programa, que
la entrada en la Democracia era un interés industrial/comercial que la hacía
inevitable – señalando el factor esencial
para el bienestar y la paz social – y se olvida que ya a finales de los
años sesenta la CEE ya daba trato preferencial a las empresas y a la economía
de exportación española y el turismo estaba creciendo y fortaleciéndose como
sector y motor determinante de nuestra economía y desarrollo.
La salida hacia la Democracia, como ahora
la vivimos, no era la única opción; de hecho se visualizaría, inicialmente, un
relevo del Dictador en la persona del entonces Presidente del Gobierno (Carrero
Blanco) dejando a la monarquía en la misma posición que parecía pretender
colocarla el Golpe del 23F (por debajo de
quienes habían combatido en la Guerra Civil y mantenían criterios adversos a
cómo se estaba desarrollando la Transición). Según esta hipótesis, la
monarquía se vería, en ambos escenarios “preso” y la única alternativa que realmente
la fortaleciera y la vinculara con Democracia fue la que tomó el rey (pues resulta difícil imaginar que aquella
noche del 23F.el rey saliera en tv para anunciar el cese de la “Transición”, el
nombramiento de un gobierno con un General como Presidente y la enumeración de los
miembros del gabinete de “crisis” o de “salvación nacional” sin dejar “tocada” la
Monarquía en su vínculo con la Democracia y sumisa a la conspiración) posicionarse
en favor de la democracia hizo posible que el orden configurado en la
Constitución, sobre el papel de la Monarquía, alcanzara la fortaleza precisa
para cumplir el papel asignado y asegurar su desarrollo.
El Rey se sujetaría a lo que era un “evidente”
pacto “fuera más o menos implícito” que supondría la vuelta a la Democracia a
la muerte del Dictador y cumpliría una parte esencial de su papel de ser,
realmente, la cúspide del mando militar, en el momento preciso, haciendo
posible la culminación de la transición, (en
medio de un cúmulo de dificultades que
vivíamos como parte de una “normalidad”- con violencia y terrorismo casi
cotidiano y que la actual generación no vivió en el nivel de preocupación y
sobresalto que generaba para la vida cotidiana y política) que realmente,
si lo pensamos hoy en día, poco tendría que ver como hoy entendemos normalidad diaria
en Democracia. Las exigencias democráticas han ido evolucionando y cambiado.
Pero el papel desarrollado por aquella generación fue esencial (y
necesariamente sujeto a reserva y discreción, pues las dificultades eran enormes entre un
mundo político y civil que “cedía el paso” (y
que se había concebido así mismo como “cuasi perfecto”) y otro que nacía
hacia buscando mayores cotas de libertades públicas, sociales y políticas
llevado de la mano de una nueva generación.
El rey se convirtió en el garante absoluto
del modelo democrático en España y se olvida de que por ello mismo sería
también objetivo de conspiraciones y proyectos de atentados (no solo él sino no todos los miembros de la
familia real – algunos de los cuales se revelaron muchos años posteriormente)
con la finalidad de eliminar la figura que hacía posible que la democracia
siguiera adelante y generar una involución sin figura monárquica de remplazo.
Tal vez hoy en día no se conciba lo que eso hubiera supuesto para toda la
sociedad española como un nuevo escenario de sufrimiento y violencia extrema
sin poder determinar su solución por carecerse de una figura “clave” (y siendo
posible prever que los antagonismos políticos se hubieran reproducido, con
reproches mutuos sobre las responsabilidades de la desaparición de la familia
real y – ante la subsistencia de ETA por entonces – poder establecer una
responsabilidad indeterminada en la que conservadores y progresistas se
reprocharían mutuamente). Estas circunstancias de involución representa un
escenario que estuvo siempre presente mientras la banda terrorista subsistió,
pues a ella se podría achacar una acción como de esa naturaleza (y la sociedad probablemente lo creería)
llevándonos a toda la sociedad a un callejón sin salida.
Es probable que no toda la familia real
fuera consciente de ello, al menos de la complejidad que podría representar estar
en el objetivo de “sectores del pasado” que consideraran que el rey (en esa fecha del 23F) no hubiera
atendido sus argumentos y se hubiera puesto del lado de la Democracia; y a la
vez subsistiera una banda terrorista (ETA) que “podría jugar un papel”
favorable a esos intereses de volver a un estadio pre-democrático. Si es
cierto, como afirmara una periodista recientemente en tv (que escribiera hace un tiempo un libro sobre la reina Sofía) en la
que se revelaría que el Rey tendía a “somatizar todo”, tal vez podríamos encontrar
un motivo o una posible explicación de cuestiones que ahora llaman la atención
y en su momento aconsejaran prudencia, silencio, protección y tolerancia.
El mundo conservador (como se ve reflejado
en este artículo) mantiene una gama de posiciones políticas a las que puede
acceder influyendo en su radicalidad o tolerancia a los progresistas, la
izquierda (o el mundo laboral con su
permanente tabla de reivindicaciones y objetivos de mejoras en las condiciones
de trabajo) e incluso ante los Liberales. De alguna manera se podría afirmar que la
configuración de los Estados y Naciones se hace desde una esencial (y tal vez
perenne) concepción conservadora destinada, esencialmente, a sostener un
conjunto de valores destinados a conservar y defender el propio Estado (territorio, instituciones y población) “in
tempore” como estructura esencial que lo define en una estructura jerarquizada
que sostiene el poder dentro de sí mismo y que considera (en una visión extrema) que no todos los “hombres” son iguales, sino
que existen clases que ocupan el lugar predefinido para el mejor devenir del
propio Estado. Desde ese extremo conservador que duda de la Democracia y de la
necesidad o eficacia de una visión de
izquierdas (progresista) llega hasta
otras posiciones que sí toleran la Democracia e incluso, en una visión Liberal,
en la igualdad de condiciones y derechos para todos los ciudadanos. Una gama de
posiciones que se modulan según el desarrollo de la Historia y del momento
histórico y concreto por el cual atraviesa un Estado concreto, para mejor posicionarse
en la defensa de lo esencial del Estado/Nación. Por ello se podría sostener la
tesis de que el Estado siempre posee un fondo conservador (de manera perpetua) que garantiza su existencia (e incluso cuando nace un Estado de izquierdas
revolucionario radical, acaba por tornarse conservador e incluso sostener
principios conservadores destinados a ser sostén y estructura esencial para
conservar el propio Estado ante cualquier contingencia).
Es decir, si concibiéramos que las
dictaduras (sean del signo que sean,
incluso de derechas o de izquierdas) vienen a contener, en sí mismas, un
fondo conservador extremo (cuya prioridad
siempre será la defensa de la existencia del propio Estado bajo la idea de la
existencia de “enemigos” interiores y exteriores de los que hay que prevenirse,
protegerse, mantener a raya, controlar, reorientar o exterminar si es posible)
cabría deducir que la Democracia es un Estado, o espacio acotado, de tolerancia
consensuada y pactada, donde resolver las cuestiones sociales desde el diálogo
y el pacto, por lo que el escenario de confrontación de ideas (de las que saldrán los acuerdos y leyes) es el Parlamento y los grupos
políticos que a él acceden por medio de sufragio universal de todos los
electores (que son los ciudadanos) formando
un gobierno que rige (por medio de leyes)
las políticas que definen al propio
Estado durante un periodo de tiempo previamente determinado como máximo.
Existiendo la oportunidad de relevo en el gobierno mediante procedimientos
reglados y en todo caso por medio de un nuevo proceso electoral.
De alguna manera, los ciudadanos conciben que
es el diálogo y el acuerdo lo que define la democracia, y creen que ello
debiera ser condición visible y permanente; sin embargo, la subsistencia de la
visión conservadora temerosa de la izquierda hace posible concebir en ella una
resistencia a los cambios (al sostenerse
el argumento básico en el mundo conservador de medir y valorar, previamente, y
prever las consecuencias de los actos y su alcance – algo que se critica a la
izquierda cuando se abre a cambios profundos, o amenaza con procesos
revolucionarios), y cuando se hacen muy visibles estas resistencias
conservadoras, la política entra en el terreno de la confrontación de ideas alcanzando
a veces la descalificación (pues las
ideas de libertad no siempre son idénticas desde la visión conservadora o
progresista).
Se afirma que el mundo conservador “acaba ganando
todas las batallas” de fondo – bajo la premisa de que se sustenta en el derecho
natural y el orden natural de las cosas porque se asientan en las tradiciones porque
saben que estas aportan la experiencia de lo que “realmente funciona”. Todo
ello bajo una administración de la economía “prudente”.
En ese ámbito donde el mundo conservador
acepta la Democracia (y que es etapa que
venimos considerando como el mejor escenario para la sociedad). Podemos vislumbrar
que en los derechos civiles se siguió encontrando oposición o resistencia en su
pleno desarrollo, al igual que en el mundo del trabajo siguió existiendo permanentes
reivindicaciones (no solo económicas sino
que tienen que ver con el cansancio en tareas repetitivas y la poca realización
personal que suele dase en los sistemas de producción en cadena o en otros
donde la creatividad y la innovación no forma parte de la tarea diaria de los
trabajadores de primera línea de producción). El trabajo es anhelado, como
fuente de ingresos para el propio sustento y a la vez puede ser un
encadenamiento sin promoción o realización personal.
Así mismo la reflexión, la creatividad o
plasmar el entorno social que nos rodea puede convertirse, a su vez, en fuente
de conflicto poniendo en entre dicho la libertad de opinión o expresión a la
que se alude en las Constituciones Liberales, pues no siempre son bien
recibidas las reflexiones sobre el entorno que siempre puede considerar que no
acepta la queja y con ello, en muchos ámbitos, puede dar lugar a la aparición
de represalias (castigo por ofensa o
sentimiento de agresión respecto de una persona o grupo social o respecto a de
un Estado sobre otro Estado, hoy en día se conciben las represalias como
contramedidas).
La coerción y las contramedidas pueden
aparecer sobre la población, en general, como una forma de manifestación del Control Social.
Sin embargo el padecimiento social de ello suele ser “callado” y llevado al
ámbito de lo reservado, pues suele considerarse que la persona, o grupo
afectado, en su caso (cuando se mostrara
respecto a movimientos vecinales referentes a oponerse a estrategias de los
gobiernos consideradas esenciales por estos… antenas de repetición de señal
telefónica, o movimientos de objeción de conciencia en su día, o reiteración de
promesas reiteradamente incumplidas… como soterramientos de líneas férreas, etc)
, ha realizado “algo” que le hace, o les hace, acreedor a ello, siendo estas
coerciones o contramedidas de naturaleza personal, diferías en el tiempo para
que no se puedan establecer una relación “causa efecto”, (y de todo punto inesperadas y aparentemente inconexas, como por ejemplo
reiterados errores en las facturaciones de los recibos de la luz con cantidades
desorbitadas y que cuando la persona afectada desea que se rectifiquen inicia
un trayecto penoso con respuestas incongruentes “desde que todo está bien, será
un error de exceso de consumo de Vd. tal vez le están robando la luz y tendrá que
poner una denuncia; y si va a consumo municipal le refieren que un sobre coste
de quinientos euros no es relevante…. Es decir, como se dice por aquí “le
torean” durante meses y años hasta que da con la clave – que suele pasar por
tener que volverse un experto en la lectura de los recibos de la luz, cuando
estos contenían “lectura estimada” y suministra en “punta y valle”….. para
determinar así que el operario que tomaba lectura sólo se confundía en su
contador y no en el de los vecinos; o cuando telefónica carga sobre servicios
telefónicos solicitados de otras empresas que ya incluyen el IVA y vuelven a
facturar el IVA, y ante las reclamaciones no aceptan justificar sus
procedimientos; o generando rumores sobre las personas sin que estas lo sepan
hasta años después y sin poder haberse defendido de ese perjuicio) son
todos métodos y contramedidas destinadas a poner así límite y fin a una
conducta considerada molesta y buscar con ello la plena sumisión de los ciudadanos.
La sociedad, en su conjunto, considera
estas situaciones a veces como razonables (aunque
no se considere justo, pero percibe una situación de “causa efecto” y
manifestación de un poder que se siente, en alguna medida en entre dicho,
ofendido, o simplemente cuestionado – aunque la Constitución permita cuestionar
los poderes) y otras, la sociedad lo considera como un “exceso” que se
padece por la propia condición social o por mantener un criterio contrario al
dominante en un asunto determinado por personas con poder o por el mismo poder;
y en consecuencias Todos estamos sometidos a “obediencia y sumisión” debiendo “medir”
nuestros comentarios o relatos de las cosas que nos suceden no vaya a ser que “alguien”
poderosos o respaldado por algún poder “se moleste”.
Sin embargo, cuando en el mundo de la
imagen y la comunicación aparecen personajes que manifiestan que realmente han
sufrido una represalia o una coacción o coerción a su actividad periodística o de investigación
periodística (como pudo pasarle al actual
director de “El Español” – escándalo del vídeo
- y que afortunadamente para él, y su entorno, pudo comprender que era a todas
luces una “contramedida” de gran calado, destinada a buscar su ruina personal y
moral), parte de la sociedad tiende a conmocionarse (como por ejemplo le pasara también a la juez que se adhirió a Podemos,
donde las “contramedidas” iban destinadas no solo a desprestigiarla sino a
acabar con su carrera judicial e incluso intentar encarcelarla – la Sra. Rosell)
y se tiene que decir parte de la sociedad porque no toda la sociedad termina
por “entender” que existan este tipo de “actividades” destinadas al control
social de personas que ostentan cargos de ese alto nivel y sobre ellos se actúe
contra la libertades básicas de las personas; y que suelen estar tan meditados
y planificados que incluso los superiores “jerárquicos” creen las tramas que se
“tejen” y de no ser por una “fortuna” de poder hacer ver el fondo de la
situación, el curso de la conspiración hubiera dado el resultado deseado.
Cuando las revelaciones de esas coacciones
de naturaleza “profesional” trascienden a grupos sociales de similares
actividades laborales en prestación de servicios a los ciudadanos, se suele
establecer o reforzar la idea de la existencia de una jerarquía que va
señalando “qué es lo mejor y conveniente que la sociedad debe de conocer, cómo
lo debe de conocer y “que no debe de conocer” o, si trasciende, debe de generar
confusión o exponerse de manera contraria. (Véase también otras
formas de manipulación). La eficacia del Control Social también se
sustenta desde los prejuicios, por lo que la sociedad y sus individuos (aunque crean estar en posesión de las
herramientas precisas para reconocer una manipulación y así no dejarse influenciar
frente a una tercera persona “expuesta” a contramedidas y técnicas de control
social por parte de un tercero; la realidad muestra que los prejuicios suelen
estar asentados en la cultura y las tradiciones de una comunidad o sociedad, y
por ello suelen conseguir sus finalidades). Ello, en sí mismo, se puede
considerar prueba de que el poder conservador (que tiene entre sus principios las referencia de la cultura vinculada
con las tradiciones) tiene a su alcance posicionarse en oposición (manifestando
los límites o la graduación a la evolución de las cotas de libertad que vienen reclamando
desde los ambientes progresistas en las razones de prever los efectos que
consideren adversos de esos avances)
e incluso retrotraer a la sociedad a posiciones mucho más conservadoras e
incluso suspender la Democracia y establecer una formula Dictatorial (y en ello suelen tener el apoyo de otros
Estados que, en su concepción de las libertades, coinciden en que el devenir de
una sociedad concreta puede afectar a intereses comunes, como sucedió en la Guerra
Civil española).
Los personajes mediáticos, y las
profesiones liberales suelen gozar de un plus de libertades respecto del resto
de la población y por ello mismo pueden estar sujetos a límites, bajo una
visión corporativa que asegura la mutua protección de intereses y libertades en
el ejercicio de la propia profesión – de ahí
que también los Estados conservadores, a veces, promuevan el corporativismo
como medio fundamental de relacionarse con los profesionales, manteniendo así
capas sociales diferenciadas por sus propios intereses profesionales con las
que poder llegar a acuerdos en la gestión de la sociedad dentro de sus ámbitos específicos.
Los efectos del Sar-Cov-2 ponen a prueba
la propia sociedad desde la visión científica (en su vertiente de investigación
y comercialización en un ambiente de competitividad y presión de distintos
gobiernos que han intentado presentar el logro de una vacuna eficaz como
manifestación de superioridad respecto de otros gobiernos con la idea de ganar
prestigio. Y también representa una oportunidad de negocio
y unas nueva visión de lo
prioritario en los negocios ante el cambio social y político que
trae esta pandemia.
El cambio político internacional que ha
supuesto el ascenso de los populismos (en
especial conservadores) que parecen consecuencia de un cambio de ciclo (ya no solo político sino también económico y
social) tiende a retraer la expansión de las sociedades (tras la pandemia, a modelos más locales, de
relaciones basadas en sustancial menor contacto social – aprovechando más las
redes sociales – a la espera de que se defina el nuevo modelo económico/laboral
– ante el desembarco de nuevos modelos de producción con la sustitución de los
trabajadores manuales por robots en un área de expansión de efectos
incalculables para la economía y la propia sociedad, al tenerse que vislumbrar
un nuevo horizonte laboral, de empleo y ocupación). Los conflictos violentos
y potenciales (latentes y pendientes de
resolver) que aún subsisten en el panorama internacional – y que son moderados por instituciones
internacionales (como la ONU) o por la diplomacia internacional o por agencias u organizaciones de
naturaleza solidaria – siguen presentes señalando que la violencia sigue
siendo un recurso utilizado por las partes en conflicto.
Estamos, de alguna manera, esperando la
resolución de cómo se configurará el nuevo ciclo económico que determinaría,
según la propia Historia estadística occidental, un nuevo escenario de
estabilidad y progreso económico. Y sabemos que la propia Historia occidental
suele cerrar y abrir ciclos por medio de conflictos bélicos que modifican relaciones
políticas dadas, estableciendo nuevos escenarios de alianzas donde subsisten
los antagonismos y los pulsos entre las distintas visiones en que se concibe la
economía y las libertades públicas. No sabemos a ciencia cierta si esta
pandemia vendrá a sustituir esas manifestaciones violentas que se expresan en
forma de guerra para abrir y señalar el cambio de ciclo internacional o, si por
el contrario, la propia pandemia se acabará convirtiendo en el escenario previo
a dicho conflicto (pues si parecía obvio
que salíamos, de alguna manera, de la crisis económica de 2008, analistas
militares propios han venido a señalar, por un lado, que ya se esperaba una
pandemia; incluso señalando que vislumbraban que otras amenazas mucho más
graves, como el Évola, podrían constituirse como pandemia en su momento – tal vez bajo parámetros puramente estadísticos
o tal vez de otro género – y por otro
lado que muestra rasgos de arma biológica
sin embargo se descarta, al menos por el momento y esperemos que
definitivamente, dicho argumento que señalaría a China y que de argumentarse
como “realidad” podría dar lugar a un problema de antagonismo mundial de
colosales dimensiones y muy difícil de gestionar en términos de dialogo
políticos. Ver: Euronews.
La visión pacifista, de progreso
social, se ve únicamente posible mediante la ausencia de violencia y el
destierro de la misma en todas sus formas. La diplomacia, los acuerdos de
colaboración y el comercio suelen ser los medios para resolver divergencias y darse
espacios para el desarrollo social. Sin embargo, las diferentes visiones se
muestran antagónicas en el escenario internacional. O no se comprende o no se
quiere entender el valor del pacifismo en el ser humano. La visión histórica de
los Estados/Naciones es siempre estar preparados para la Guerra (hoy en día bajo la denominación de Defensa,
como un gran gesto de avance ante los deseos de paz de las poblaciones civiles)
y esa visión subsiste sin que encontremos una solución que acabe con los
antagonismos y la disposición a la agresión, viendo a los otros Estados como
potencial fuente de amenaza que siempre hay que “vigilar” o “espiar” o “tentar”
para que muestren así sus sistemas de defensa y sus estrategias de respuesta.
Es una visión de permanente amenaza mutua como si ello formara parte de la
definición de la condición de Ser Humano, sin que pudiéramos concebirnos de
otra manera. Es una visión propia del mundo conservador (tal vez por ello se
señale que el mundo conservador gana todas las batallas de fondo contra el
mundo progresista, porque tal vez se concibe esa naturaleza, que es propia de
todo ser humano en preservarse en su integridad psíquico/síquica y disponerse
en ello, de manera refleja, a la propia defensa de su propio ser y por
extensión de la misma visión conservar la visión más genuina y tradicional que
hace posible al Estado y a la Nación; en ello gana la batalla a la idea de
internacionalismo, que busca la hermandad internacional – al estar todos sometidos a la condición humana y a sus necesidades,
asegurarnos un modelo de mínimos en bienestar y seguridad (tolerancia y resiliencia) que hagan posible asegurar un
futuro sin violencias. Sin embargo, la visión de la lucha y la competición
acaba por establecer unas reglas de juego (que
parecen ineludibles cuando se presentan como permanente amenaza) donde
establecer la idea de defensa (establecida
también como condición de prudencia), limitando nuestras libertades
personales de tránsito por algunos espacios, en algunos horarios, e incluso de
prudencia en expresarse, para no incomodar a nadie que pueda sentirse “amenazado”
por ello, incorporándose como parte de nuestra conducta diaria, sin que ellos
sea, a la definitiva, tampoco garantía de no verse comprometido a tener que
defenderse en cualquier otra eventualidad social inesperada. (en ese sentido el eslogan que se refiere a
tener derecho a poder transitar por cualquier lugar, en cualquier horario, y
aunque se esté ebrio, que defiende el feminismo ante las agresiones, tiene la
suficiente fortaleza de fondo para señalar la parte esencial de la violencia sexual
que se suele justificar desde el mundo conservador como no solo inevitable,
sino provocada por la propia víctima – es decir: señalar la vulnerabilidad de
la víctima como argumento suficiente para hacerle responsable de la propia
agresión recibida en su persona. El modelo se podría extender a otros muchos
ámbitos sociales, incluso comerciales – donde se concibe un consumidor
perfecto, vulnerable y dispuesto a aceptar el campo de juego del vendedor – ver: El consumidor perfecto, el
espejismo de libertad y cómo lo utilizan los partidos políticos neoliberales.
Reflexiones de Zygmunt Bauman ).
Tampoco se entiende lo que parece permisibilidad en el acoso escolar o
laboral (como si se aceptase un lenguaje
implícito, de violencia, destinado a jerarquizar las relaciones sociales y
volverlas sumisas en razón de la fuerza de otros que son iguales en la condición
de relación).
Para encontrar la razón de fondo que permita
entender esta forma adversa de entender las relaciones sociales, teniendo que
desarrollar el sentido de la precaución que deriva de haber comprendido el
fondo de “agresividad” latente que subsiste en la sociedad (teniendo que desarrollar habilidades para
protegerse de esa agresividad) y que puede expresarse inesperadamente en
distintos tipos de coacción (denominadas
de distintas maneras con vocablos ingleses (bullying,
stalking
hostigamiento
mobbing
acoso psicológico, ciberacoso
acoso sexual), vocablos que se han difundido y normalizado en su uso por los
medios de comunicación, y que
señala distintas formas de violencia (acoso),
que así expuesta, así
“definida y concebida”, señala que afecta a todas las capas sociales sobre
todo tipo de personas – niños, ancianos,
mujeres, hombres….que por lo general solo buscan, como buscamos todos, vivir en
tranquilidad encontrando esas adversidades; y que al recibir nombres
anglosajones y asociarse estos nombres a las noticias que acompañan imágenes
violentas que reproducen situaciones, la sociedad tiende a “asimilar” estas
situaciones e incluso se va acostumbrando a ello, pues al asociar y definir ese
tipo de violencia con un nombre específico (cuando
en realidad la violencia es siempre violencia) se pretende (con el nombre dado) “contener” el
problema, al menos en la mente del espectador (que ya no se preguntará, así mismo, por más detalles) haciendo
posible una uniformación del problema, una estandarización de los rasgos de
esos problemas de violencia, y a la postre haciendo posible una “normalización”
que resulta inaceptable (como ocurre con
los números de fallecidos por sar-cov-2, y que ahora son números en vez de
vidas con contenidos vitales); mientras estas formas de violencia se dan,
por lo general, la estructura jerárquica que las contempla – en escuelas, mundo laboral, o el simple
entorno social, y también médico SAP
– se muestra aparentemente impasible, pues es realmente difícil que estas
situaciones pasen desapercibidas en ciertos avientes cotidianos (y hasta resulta concebible que ciertas
formas de acoso sean impensables sin el consentimiento, e incluso en ocasiones,
la aceptación o el permiso explícito, por parte de sindicatos (por ejemplo) cuando
así ven la ventaja de mantener una “jerarquía interna” más estable dentro de
los ambientes laborales). Para entender este fenómeno, y su permanencia en
la sociedad, a pesar de los recursos que se disponen para erradicarlo (pues cuando se concibe la necesidad de
erradicarlos siempre aparecen instrumentos y recursos eficaces que combaten las
formas de dominancia o los prejuicios donde se sustentan) habría que volver
a releer el artículo de The Guardian (La gran prioridad
de Churchill fue saber cómo controlar a la clase trabajadora) para así
comprender mejor el alcance, el perfeccionamiento y la sofisticación de la eficacia
que ha adquirido la visión conservadora para controlar a la clase trabajadora
en su ascenso a clase social media (siendo
capaz de romper el tejido de solidaridad que antaño la mantenía unida, hasta el
punto de hacerla “temible” en sus quejas, reivindicaciones y alternativas,
frente al mundo que ellos ya vieron venir y llegar) usando de la rivalidad
y la competitividad como instrumento eficaz y eficiente (por medio de un salario diferenciado) que tiende a premiar más la eficacia
de la lealtad en los objetivos de “control social” en sus distintas
formas según se han definido
desde parámetros que definen “perfiles inadecuados”, orientados en su
concepción para hacer inviable un retorno a esa solidaridad de antaño a la que
tanto teme el mundo conservador que renazca en la sociedad – que el
verdadero y real rendimiento laboral – del
que incluso se es capaz de desvirtuarlo, ningunearlo e incluso otorgarse –
e incluso también proceder de la misma manera con las ideas o estudios que se aportan
a la empresa, a la sociedad o al mismo mundo político – si se considera que el
perfil de la persona de donde proviene resulta un inconveniente para ese mundo conservador
desde el cual se constituyen los Estados y que, aun transcendiendo más allá del
mundo político, sigue ejerciendo su influencia sobre él usando, también, del
temor – como se decía antes – a “el que se mueve
no sale en la foto” ya nunca más (o
lo que es peor, concebir que se puede ir más allá, contra esta persona política
y ser represaliada).
Desde este punto de vista se puede entender que la visión
expresada por Felipe González, de “ser España
una Monarquía Republicana” (y
que señala que él expresó, sin determinar tiempo y lugar, en una entrevista por
video en el periódico argentino Clarín), se vio definida, mucho antes, por
el propio Rey Juan Carlos I en las declaraciones que realizaba cuando ya era
rey, buscando su adhesión y acercamiento a esa parte de España que podría
seguir sintiéndose con principios republicanos y que fue derrotada en la Guerra
Civil. No recuerdo expresamente si aquello (de
joven) lo leí en la revista Cambio16 (que
por entonces era líder en artículos y comentarios de opinión sobre los
entresijos del Parlamente en plena transición) o en algún reportaje de
video realizado para alguna televisión extranjera (creo que podría ser de Francia, porque por entonces la prensa en
Francia realizó varios reportajes sobre el joven rey Juan Carlos I, le realizaron
una entrevista en el país galo, ante los reiteraos rumores de golpe de estado
que se sucedían en plena transición, en la que creo recordar (casi nítidamente)
la parte de la frase en la que D. Juan Carlos señalaba a la periodista que ante
un golpe de Estado …. Lo fácil es sacar los soldados a la calle, lo difícil es
hacerlos retornar); venía a señalar que se sentía un rey republicano (lo
que señalaba un claro gesto, casi inesperado por entonces, incluso
sorprendente, ya que el ejército (y el mundo civil), por aquella época, seguía
teniendo mandos o dirigentes que habían participado en la guerra. En ese contexto
resulta bien difícil concebir, si ya la sola presencia de Alfonso Guerra en los
programas de la Clave previos al primer triunfo del PSOE (manifestándose con desparpajo, ante las cuestiones que entonces resurgían
– como si habría una nacionalización de la banca si los Socialistas ganaban - resultaría
casi insolente al mundo conservador, donde lo veían casi con terror similar al
que hoy en día se ve a Pablo Iglesias – y el modelo que dice defender; la
diferencia fue que Alfonso Guerra se ciñó a un proyecto expresado “indefinidamente”,
que no hacía referencia al retorno de la república y que definió con la frase: “A
España no la va a reconocer ni la madre que la parió”, . Pensar que en ese
contexto hubiera declaraciones al respecto de que España era en realidad una Monarquía
Republicana, hubieran causado un temor profundo (pues el eco de la república,
como etapa previa a la llegada de la Dictadura, seguía plena en la memoria de
la inmensa mayoría de los españoles que recién salían de la dictadura). La
Constitución, en letra y literalmente, reconocía el deseo de que nuestro
ordenamiento jurídico y legal se orientara sobre la base de valores
republicanos (efectivamente era así, como
lo era en otras constituciones del momento, aunque por entonces se nos dijera
que era de las más avanzadas) pero una cosa era que de la letra de la Constitución
se viera con claridad la vinculación con esos valores republicanos (provenientes de la “temida” revolución
francesa) y otra cosa bien distinta sería explicitar, eso mismo, en los
medios de comunicación por el que fuera llamado a ser primer presidente
socialista después de cuarenta años de dictadura. No quiero decir que no lo
pudiera decir, ni dónde lo diría, ni en qué ambiente, pero decir eso
públicamente, en esos momentos, y en esas circunstancias, resultaría casi una
provocación “revolucionaria” (de similar
alcance de conmoción que supone escuchar el proyecto, sí explícito, de Pablo
Iglesias) que podría hacer crecer la desconfianza en el ambiente conservador/militar
de la época. Otra cosa bien diferente es cómo, con el tiempo, se irían
desarrollando las leyes que emanaban de la Constitución y, posteriormente, su
interpretación, y sus posteriores rectificaciones.
Ahora visualizamos
que nuestro Estado autonómico responde, ante la pandemia, como un Estado
Federal y ello, a pesar de las opiniones iniciales (en la segunda ola de la pandemia y de cierta tensión política sobre las
decisiones de la Comunidad Autónoma de Madrid) ha venido a resultar una
estructura acertada, por permitir distintos puntos estratégicos ante este gran
problema de gestionar los efectos un impacto sanitario del que se tienen pocas
referencias de cómo poder abordar para permitir que la estructura económica pueda
permanecer en suficientes condiciones de resurgimiento y restablecerla, lo
antes posible, a plena eficiencia. Un objetivo que también resulta esencial a
cualquier Estado.
No es de extrañar que el pacifismo – a tenor del artículo/estudio presente - se convierta en un enemigo real del mundo
conservador (mundo conservador que es una
visión que se establece en toda organización que se sustenta mediante el poder
coactivo por los métodos de control social aquí expresados) y que por ello,
para subsistir, el pacifismo y hacer posible una sociedad pacífica se precisa
de las garantías de un marco político/jurídico donde no solo se descarte o
justifique la agresión, sino que se determine con meridiana exactitud quien
desencadena o hace posible el escenario de agresividad y las consecuencias
indeseadas que ello puede producir incluso en la salud de las personas – pues la agresividad y la violencia solo
beneficia a quien sostiene el poder real y efectivo en cualquier ámbito humano.
El marco para el pacifismo es el modelo (pleno
y garantista, señalado desde las instituciones internacionales – como la ONU –
y respetando honestamente ese espíritu en toda norma y todo proceder dentro de
un Estado; por lo que resulta obvio que nos hallaríamos aún muy lejos de esa
realidad deseada). E incluso el
objetivo de exclusión de cualquier forma de violencia por parte del Estado - y desde todas las compañías privadas que
ofrecen servicios – no se termina de entender que la inmensa mayoría de ciudadanos
estén sometidos a presión de ventas, incluido el acceso a las inmediaciones de
los domicilios, también a través de la telefonía privada, y las personas con
gran poder adquisitivo se hallen protegidas de esas prácticas agresivas.
La
exclusión de la violencia, en todas sus formas, solo es posible desde la
honesta y sincera tolerancia, comprender las circunstancias de las personas y
la resiliencia
como instrumento ante la adversidad, entendiendo que todos, como personas,
estamos sujetas a evolución personal que debiera de ser siempre de
previsibilidad positiva, en cualquier circunstancia, desde cualquier institución,
incluidas las públicas, - desde los medios y oportunidades que poseemos
como sociedad.