Miguel Ángel Ibáñez Gómez - maiges_ps@hotmail.com

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martes, 1 de abril de 2014

Adolfo Suárez (III)




Cuando pienso en decepciones me viene a la mente la persona de Adolfo Suárez y la cantidad de traiciones que tuvo que asumir. Algunas, muy lamentables.

Se aprovechan éstos días para escribir recuerdos sobre su memoria y algunos empiezan a poner los pelos de punta.

Leo en ABC, por un cercano que confecciona un artículo con un dibujo de Suárez como Cesar (o más que cesar, con la corona de un merecidísimo laurel): Suárez era un tipo que los tenía bien plantados... y enumera algunas anécdotas con los Presidentes alemán y francés – que viene a confirmar que los gobernantes de la Tierra suelen ser una cuadrilla de niños mimados que precisan saciar sus ansias de poder y que luego se expresan con rivalidades de patio de colegio: vamos, una panda de inútiles. Pero lo transcendental no es ello. Si no la revelación de que existía una lista de Diputados que firmaron la traición a Suárez para apoyar una hipotética segunda moción de censura al Presidente constitucional por parte del PSOE (vaya vergüenza).

Así que se viene a destapar y confirmar lo señalado por Santiago Carrillo cuando refiriéndose a Felipe González aseguraba que éste, más que no estar de acuerdo con arreglar el país en aquella época con los Pactos de la Moncloa, chirriaba de celos ante las viabilidades de las soluciones aportadas por Suárez y que le tendían a perpetuar en el poder. Así que corrieron a abreviar la espera y a sincronizar el escenario político comprando votos (les suena de algo?). Mientras el héroe se enfrentaba a los reaccionarios y violentos, los “demócratas” también eran de órdago (puro carácter español).

Hay quien piensa que las cosas no se saben, pero desde ése punto de vista se entiende que la debilidad del partido socialista estaba en que había accedido al poder, o la habían pretendido, “haciendo trampas” y sus adversarios lo sabían (la ambición les llevó a perder parte de la autoridad moral que traían desde el exilio por querer gobernar deprisa) y pensaron que no eran tan diferentes de ellos. Y así, perdimos todos Derechos en favor de un gobierno que se mostraba con un autoritarismo propio de la consciente debilidad moral y ética que ostentaba; y que ha dado lugar al desarrollo de un juego de antagonismos que en vez de llevarnos por el camino de la profundización democrática nos ha llevado al escándalo de la corrupción compartida.

A éstas alturas cabe pensar si el camino de Suárez, de crear un sólido partido de centro – progresista – que ahondara en la democracia, no hubiera sido más productivo que lo que hemos visto en éstos últimos 30 años.

Y Felipe (el nene mimado andaluz) tiene que empezar a sincerarse con España y con los demócratas.