Miguel Ángel Ibáñez Gómez - maiges_ps@hotmail.com

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miércoles, 9 de septiembre de 2015

¿Necesitamos que Rajoy tenga apoyos? o mejor consensos?


Aclaración previa: No soy persona que tenga una interpretación lineal de los conservadores, ni propios ni ajenos,  esencialmente porque he conocido excepcionales personalidades que reconociendo su visión conservadora de la sociedad como mejor forma de organización del Estado, en ello no perdían un ápice de su fuerte carácter social y humano, muy alejado de visiones sectarias o narcisistas que tanto desalientan a la gente con sentido común. Análoga disposición tiene mi ánimo en respecto de las personas, siendo todas singulares y, por ello, mereciendo el trato singular que reconocen las virtudes de cada cual y observan sus carencias no como defectos si no como oportunidades que se pueden concretar en el futuro para el bien de todos.
En todo lugar habitan personas con ideales, y no por ello se despegan del sentido común, y que no tienen más limitaciones que las que imponen los intereses utilitarios que a todo grupo que se sabe poder o alternativa de poder importa y por ello limita sueños políticos no por imposibles, si no tal vez por generar un vértigo que se antoja inasumible por unas circunstancias que se observan como insalvables. Ello lleva a proceder desde la seguridad que nos da lo conocido; aquello que nos asegura un resultado previsible en sus objetivos finales, y los daños colaterales los terminamos por asumir como inevitable precio. (y, sin embargo, siempre cabe preguntarse si aún existían opciones diferentes a las previstas).
El Presidente del Gobierno parece no precisar del apoyo del resto del espectro político para afrontar uno de los mayores retos con los que se enfrenta la Democracia española. Lamentablemente ello lleva a pensar que más que en una solución profunda del problema nacionalista en España, Rajoy se lanza - y en ello parece dar muestras - a buscar una rentabilidad política de la cuestión nacionalista más que a su canalización o resolución. Su primer paso, a unas pocas semanas de lo anticipado por el President Mas, no señala otra fórmula que ahondar en el antagonismo polarizante con la esperanza de obligar a elegir entre blanco o negro en las próximas elecciones generales y con ello intentar conseguir una mayoría absoluta de la cual hoy está lejos. Lo aparentemente grave de la cuestión es que - en medio del peligro que supone cerrar en falso este proceso independentista - se ponen en juego todos los miedos atávicos de los hispanos para buscar, además, un éxito electoral. Y lo triste es que algún ex-presidente de la izquierda se sume a este juego desde una posición confortable y segura (en medio de una grave crisis económica y política), aunque algunos creamos que por ello mismo carece de la autoridad requerida, precisa y decisiva en estos momentos en los que las declaraciones, desde la fortaleza moral (y ética) de una vida de entrega plena a la sociedad, son tan vinculantes para la sociedad.
Sócrates criticaba con agudeza - o así nos lo hizo creer Platón - la estructuración del poder en torno a las razones del más fuerte, des-argumentando que esas razones fueran las mejor fundadas. Hoy sabemos que es precisamente la suma de razones las que mejor encuentran soluciones a los problemas de las sociedades. Lo que de ello se aleja - por muy legítimo que técnicamente sea -, se separa de la concepción democrática que ahora concebimos como más positiva, y tiende a ceder las razones del más fuerte para dejarse influir por las razones de la razón - que albergan en todos, incluso en los no tan fuertes y, a veces, en los débiles o en los que se consideran ignorantes.
Resolver el problema de los nacionalismos requiere de realizar, al menos, una reflexión de las maneras que emplean otros países para ir resolviéndolos cuando emergen. Pero sobre todo es preciso diferenciar entre las soluciones de aquellos cuya tradición democrática es más veterana que la nuestra, y sobre todo atender a la actual situación política que nos rodea y la visión histórica que muestra nuestra forma de solucionar los problemas que nos aparecen en España.
Si el enfoque hispano se apoya en cuestiones testosterónicas (y en ello no se excluye al President Mas, sino todo lo contrario) nos encontramos con el hilo histórico que puede reforzar esa hipótesis y que dio lugar a la invasión árabe de Europa (enfrentamiento interno que no se supo resolver). Si entendemos que la guerra civil última también se fundamentó en incapacidad en resolver positivamente nuestros problemas podríamos entender que España es incapaz de resolver sus propios asuntos sin hacer concursar a potencias extranjeras en sus asuntos internos, por lo que la visión que de nosotros pueden tener en el exterior no es precisamente el de una democracia avanzada, por lo que se pueda concluir que no estamos al nivel de las grandes Naciones occidentales (como es nuestro objetivo).
Hagamos una sencilla reflexión: ¿Alguien hubiera pensado posible que en Gran Bretaña, a tenor del problema escocés, algunos de los generales del Estado Mayor hubiera podido atreverse a realizar declaraciones en la prensa británica al respecto? O tal vez sería concebible ello mismo en Alemania o Bélgica?. Por muchos respaldos que Rajoy pida a británicos y alemanes difícilmente sus declaraciones vayan más allá de un compromiso de "escenario" que tarde o temprano se cobrarán, de un país que no sabe, aún, resolver sus cuestiones esenciales sin pedir ayuda al exterior. Si lo dudan intenten el ejercicio inverso: Alemania y Gran Bretaña piden apoyo a Rajoy para mantener su integridad territorial por una amenaza política cuya resolución se encuentra en la esfera política (¿lo conciben?).
Parece que el problema español es de "inercia" de carácter; carácter que olvida que si faltan argumentos políticos ello tal vez se deba a la falta de profunda reflexión y coherencia en asuntos de capital importancia. Asuntos que la mera lectura jurídica de las normas no son solución por sí mismos (tal vez por la cuestión de coherencias) y que precisan por ello de un consenso que lleve a dar con la solución que permita resolver nuestros problemas sin recurrir a deber favores a gobiernos extranjeros que pueden acabar por sentirse incómodos ante este tipo de demandas de una nación que se considera a sí misma  grande y soberana (véase el vídeo de las declaraciones del Primer Ministro Británico y el gesto que realiza, previo a las palmaditas en las espalda que recibe del  Presidente español - y sabemos que los anglosajones gustan de realizar gestos explícitos hacia sus conciudadanos).
La actual situación política en España permite afrontar y resolver problemas que se encuentran en nuestros "genes" desde hace cientos de años. Problemas que, si sabemos resolver, sí nos remiten al estatus de gran nación, y no porque nadie del exterior lo diga, sino porque sentiremos habernos despojado de lastres milenarios, algo que sí han conseguido naciones que nos rodean - pero parece que nosotros aún no.
La solución última no debería pasar por un mandato al ejercito de la naturaleza del 34; ello no sólo no nos pone en la línea correcta sino precisamente en la contraria: aquella que nos hace capaces de repetir nuestra historia menos idónea.
La situación actual demuestra que no hemos sabido resolver nuestro sentimiento común. Y en ello tiene mucho que ver las heridas y cicatrices que se generan cuando una herramienta destinada a defender nuestra libertad es empleada para cercenarla. La transición del 78 se asentó en la convicción de que el pasado era superado para generar la fe que daría lugar a un verdadero espacio de tolerancia y convivencia. La cicatriz se muestra cada vez que un general olvida que, como instrumento legítimo del uso de la violencia, debe de abstenerse de todo tipo de declaración pública - pues en ello deja de ser herramienta del pueblo de España y de su soberanía, para pasar a erigirse a sí mismo y mostrarse ante la sociedad como criterio alternativo al que legítimamente emana de la sociedad a través de las urnas.
Una situación similar la protagonizó el general "Swarford" en la 1ª guerra del Golfo cuando en los medios de comunicación, dentro del parte diario de guerra, mostraba libre el camino a Bagdad y su expresión corpórea animaba al objetivo militar sin reflexionar sobre las graves consecuencias que ello derivaría (y que los analistas políticos evaluaron durante tres días y que llevaba a la confrontación nuclear con la URSS, como advertía Gorbachov en un documento televisivo vetado durante esos tres días de reflexión, por la censura de guerra occidental) (no somos tan libres como creemos).
Con esto no quiero decir que el President Mas no merezca un verdadero reproche por parte de toda España (incluida Catalunya) y que sea avocado a finiquitar su actividad política; Pero ello hay que ganarlo en los templos de la razón que es el verdadero lugar donde se ganan las batallas (y esperemos que no sea necesario, luego, escenificarlas). Y si bien la aparente corrupción que afecta a Convergencia es una potente razón que hace pensar sobre si un posible cambio centralidad en Catalunya será realmente un paso hacia el bienestar o un simple ascenso de sus dirigentes a mayores cotas de poder (sobre todo económico)  del que no han terminado de alejarse de viejos métodos mercantiles que ofenden  a su propia sociedad y al resto del país.
El President Mas, después de sus declaraciones soberanistas realizó en escenas de tv, un apoyo expreso a los Mossos de Esquadra en una escenificación que parecía sugerir que les atribuía el soporte de la defensa "legítima" del proyecto de emancipación. Ello, de ser correcta la interpretación, es deplorable en sí mismo, porque apela el President Catalán no al sacrifico personal de sí mismo con su proyecto sino que vincula el destino de civiles sobre el cual sustentar una historia, hasta ahora etérea, que puede acabar materializándose de la manera más triste y absurda, y sobre la cual apoyar un soberanismo futuro. Así mismo también se han hecho referencia amenazantes que aseguran que la guerra civil pasada tuvo su base en el independentismo catalán - declaraciones atribuidas a Mas. De ser todo ello cierto nos encontramos en un antagonismo polarizante entre dos Presidentes que no parecen dejar espacio y posibilidad de estrategia diferente que la del enfrentamiento. ¿Hubiera estado acertado el Primer Ministro Británico con una estrategia similar para Escocia?
Además el marco de "peligro" parece que será usado también electoralmente por Rajoy. Volvemos a olvidarnos que un consenso a fondo sobre este asunto tal vez hubiera sido ventajoso, pero parece que nunca lo sabremos porque, simplemente, no está en la agenda del Presidente Rajoy.... La consiguiente cuestión será Euskadi (¿?)
Si nos falta una visión estabilizadora que abarque todo el país nada servirá de nada, estaremos avocados a repetir cíclicamente nuestra historia. La única propuesta que va en esa dirección (la tercera vía) no merece el análisis del Presidente del Estado ni de sus asesores (¿?).
Si todo es así, las acciones del Presidente Rajoy, además de no solucionar el problema lo diferirá hacia el futuro inmediato.
La única posibilidad de solución del problema nacionalista pasa por un acuerdo con el PSOE y los Nacionalismos democráticos, sobre el marco de la estructura administrativa del Estado y la evidente inviabilidad que supone la independencia de cualquier autonomía para alcanzar el estatus de estado independiente. Es inviable concebir que los recursos generados entre todos, y que determinan nuestro nivel de vida y seguridad,  estén sujetos a interpretación selectiva de las normas a fin de construir una historia paralela que desemboque en un antagonismo con quienes han suministrado recursos naturales, humanos y materiales; e incluso ha sacrificado oportunidades propias por favorecer una estabilidad política o económica más favorable para el conjunto del país y que ha podido acabar favoreciendo a unas regiones determinadas que, ahora puedan acabar por manifestarse insolidarias, e incluso más allá: antagónicas.
Alegar que el problema viene del carácter español y la solución es separarse de él no sería más que el aplazamiento temporal del verdadero problema a enfrentar: La naturaleza utilitaria del ser humano que ejerce la acción política (y política acabamos haciendo todos, de alguna manera, en nuestras vidas). Por lo que tarde o temprano nos tendríamos que remitir al mismo problema en el territorio que alegó esta razón para separarse. El señalamiento de la corrupción de CDC no es más que una llamada de atención en ése sentido y que avoca a una reflexión, no sólo por Catalunya sino por todo el país y en todo el mundo occidental.
Si en vez de huir de los problemas (como hacen los soberanistas catalanes) reflexionemos con fortaleza y valor sobre ellos: y en ése sentido cabe pensar en las raíces de nuestros temores nacionales que este problema soberanista evoca; sobre todo después de que se afirmase de que la verdadera causa del enfrentamiento civil fuera Catalunya. El President Mas pretende, de ser ello cierto, estimular aquellas emociones más vertiginosas y añejas de las historia de España para generar una re-gresión en la sociedad con la cual autoafirmarse y justificarse interna e internacionalmente: España, incapaz de recorrer un verdadero camino de futuro democrático, recurre a la violencia para resolver sus problemas identitarios... otra vez.
Se dice que las personas, como las Naciones, ante las mismas  dificultades tienden a responder de la misma manera y, por lo tanto son previsibles. Eso mismo parece pasarle a Rajoy, que parece haber entrado al trapo del "matador" Mas, y empieza a ser previsible y coherente con formulas que reflejan más miedo que valor para enfrentar un futuro diferente.
Rajoy, como responsable del PP debe de re-conocer la vinculación afectiva que aún queda en su partido con el Dictador Franco. Mantener ése vínculo con el pasado es justificar una vía de solución violenta y autoritaria para los problemas de España, y con ello, habilitarla cuando sea necesario. Por ello el deber del PP - como lo es el de los partidos conservadores europeos respecto del nazismos que Franco apoyó e imitó - es alejarse y sumergirse plenamente en el debate con la oposición para pactar un itinerario de salida a este problema y, a la vez, darle un portazo a cualquier resurrección de métodos y vías de solución que estén vinculadas afectivamente con un pasado que debe de ser deplorado. Pues en caso contrario habrá gente del PP que sólo le guste la democracia en la medida en que ésta le habilita para expresarse en modos y maneras pasadas.
La verdadera solución pasa por ir hacia adelante y, si es posible (lo sea o no parece necesario), de la mano con la oposición.

Rajoy sí necesita ayuda para resolver este problema. Esperemos que se dé cuenta a tiempo. Porque, de otra forma, Mas puede acabar ganando la batalla de la opinión pública europea.