Miguel Ángel Ibáñez Gómez - maiges_ps@hotmail.com

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sábado, 19 de diciembre de 2015

Descubro a Fernando Arrabal y el programa de la 2 me sugiere esta reflexión.

Ocultar el pasado traumático para dar paso a un futuro que lo  recuerde distorsionado y aceptable, injuriando y ofendiendo a todos los muertos, desde la cobardía de aquellos que constantemente cambian su propio pasado, incapaces de aceptar las ofensivas decisiones que tomaron y no eran otra cosa que abominaciones que nacen de la propia mala conciencia, nunca es extirpada porque nos tememos que esa conciencia sea  el verdadero yo, y sin ella dejaría de existir la cordura (cordura de la perversidad que cantó Silvio Rodríguez "cuanto más muerte más vida") y que es de donde aflora y emana la moral que sólo exigimos a los otros – nunca a nosotros (nosotros sólo somos la imagen de la moral que quisiéramos ser) – (nosotros nos convertimos así en los Santos que expían su culpa pecando constantemente y por obligación, sobre todo por obligación), esperando que un ingenuo cualquiera nos eleve a los altares de la dignidad que perdimos el primer día que hicimos daño por temor a morir.
Me viene al caso reflexionar:
Si la Democracia en España sigue siendo la expresión del poder de los fuertes, de los más fuertes y de su voluntad, cabría preguntarse si en dicha lid de brutos caben los más brutos. Y los más brutos no pueden ser otros que aquellos que en nombre de la etérea voluntad divina también mataron en nombre del orden. Viva la muerte, exclamaban hace 80 años, al igual que ahora lo exclaman otros desde oriente.
España, Europa y el mundo reviven constantemente la historia. Porque todos los sabios del pasado siguen siéndolo en el presente: No hay carrera de relevos, es una mentira más de la Ciencia (la ciencia es la confusión ordenada de la apariencia y lo aparente difícilmente puede ser la verdad).
El paradigma sigue vivo: El que juega pierde
¿Pierde el que gana? o ¿Gana el que pierde? ¡¡¡Que pesen todos los corazones más allá de las fronteras de la vida!!!!!. Y los verdaderos Santos se regocijen ante la destrucción de los brutos.