Cuando observo
cómo se desenvuelve la sociedad, a veces me pregunto qué es el Ser Humano y
busco, nuevamente, definirlo una y otra vez en la esperanza de dar con una
respuesta satisfactoria. La tarea parece entre absurda y obvia. Intuitivamente
el instinto dice que todo Ser Humano busca el bienestar a través de una
sociedad previsiblemente positiva y, sin embargo, el resultado práctico de la
gestión de la sociedad parece indicar que cuanto más alejada esté esta del
camino que lleva a acercarse a la verdad que nos circunda más posibilidades
tiene de obtener momentos de felicidad. ¿Cuántas personas están en condiciones
de aceptar las circunstancias que parecen llevar y acercarse a la verdad? La
pregunta ya la formulaba el Coronel (Jack Nicholson), y se la espetaba al joven
abogado que le pretendía incriminar en un juicio militar donde se jugaba, el
propio abogado, la cárcel (Tom Cruise) a propósito de una acusación formulada
contra el máximo mando de una base Norteamericana afincada, creo que, en Cuba.
Las películas
Norteamericanas, cuando tratan asuntos esenciales, suelen portar las “dos
lecturas” (o múltiples lecturas) que
hacen posible que sus films puedan sobrevivir en el tiempo aunque las “modas o
tendencias políticas” cambien. Tal vez en esa película “Algunos Hombres Buenos”
(1992) https://www.youtube.com/watch?v=2DOLC78fUro
se intentara trasladar el mensaje de que la Democracia “debe ser también” maneras
y formas, y que estas no pueden separarse del sistema democrático,
sencillamente porque entonces no es un sistema democrático. El propio film que
pone de referencia este “principio” adolece de algo que me resulta esencial,
parce imposible e inviable que una circunstancia como esta (en la que un Coronel acabe inculpándose en
un juicio) se pueda dar en la realidad (sin
que concurran, al menos, otras circunstancias que merezcan un reproche; y en
cualquier caso, ese reproche no parece que fuera posible escenificarse en un
juicio, donde compañeros de armas permitan una situación como esa). El desarrollo
del film, en sí mismo, es una utopía impropia de un Estado consolidado – por ello, se antoja, un desarrollo
argumental incompatible en los EEUU. Que una investigación de esa naturaleza,
nacida y establecida por la muerte de un soldado, pudiera llevar a inculpar a
otros soldados parece viable, pero que la misma alcance a un alto mando resulta
inviable, aunque el resultado de esa investigación pudiera contemplar dicha
circunstancia (es obvio que dentro de una
estructura de Estado siempre hay “alguien” que llega hasta el “fondo” de
cualquier asunto y que puede contemplar los hechos con gran exactitud; incluso que
llega a observar la modificación de libros y documentos que se realizan para “construir
una verdad paralela” – incluso se pudiera considerar que las entrevistas entre
el Fiscal militar y el abogado no fueran otra cosa que un proceso en el que no
se busca, en absoluto, llegar a la verdad, sino pactar una solución más
conveniente para todos (incluidas las
carreras militares de todos los juristas que participan). Desde luego,
existe una consecuencia colateral que no contempla el desenlace de la película,
Tom Cruise, por muy héroe que parezca a los ojos de los espectadores, en la
práctica, de haberse resuelto así la película, su carrera militar se podría dar
por finiquitada.
Pensar que la
Democracia, en maneras y formas, difiere en mucho de lo que en esencia se
señala en el argumento de la película sería un error. Lo conveniente suele
imponerse a la verdad y, a veces, de manera un tanto dramática. La construcción
de un relato parece esencial, aunque el relato sea incongruente o no se
sostenga muy bien, porque el destino del relato es la gente común y, por lo
general a la gente común le basta con un relato que le de seguridad y con el
que se sienta a salvo. De ahí que uno de los papeles esenciales en la
Democracia es construir relatos aceptables que den seguridad a las personas y
que les hagan percibir que su sociedad es positivamente previsible – ello permite confiar en el futuro,
pero sobre todo en el presente cotidiano.
Hasta ahora así
hemos concebido nuestra Democracia (y
parece ser que también en los Estados del ámbito occidental y que consideramos
Democracias Liberales, y por tanto lugares de libertad). El juego del
relato es esencial para ganar o perder elecciones y a ello nos atenemos como
reglas de juego aceptables y aceptadas. Cuando un partido gana en el juego del
relato tiende a relevar al gobierno de turno y este cede, dentro del juego
electoral, el poder a los que han construido el relato ganador aunque observen
en ese relato falsedades o contradicciones. Es la sociedad la que decide cual
es el mejor relato y el más conveniente en un momento dado para sus intereses (ya sean particulares o comunes) y el
número de votos y las proporciones acaban configurando un nuevo escenario de correlación
de fuerzas.
La pregunta que
cabe preguntarnos es la que realiza el Coronel (Jack Nicholson) de la película
al joven abogado (Tom Cruis): ¿Está Vd preparado para aceptar la verdad? La
pregunta que realiza el Coronel no es escueta ni sencillamente formulada;
porque también inquiere al abogado sobre si conoce las circunstancias del “terreno
que está pisando” y Tom Cruis confiesa que lo desconoce. En el diálogo entre
ambos tal vez se pudiera establecer un paralelismo entre sociedad y Estado.
Podríamos concebir que el intermediario entre ambos es el mundo de la política
(intermedia entre la “realidad del mundo
que existe y sus temibles reglas” – y los verdaderos factores sobre los cuales
se estructura el poder Nacional e internacional - y la potencial “ingenuidad” de la sociedad que
hace posible, y tal vez viable, ese mismo Estado o cualquier otro Estado). Eso
no quiere decir que la sociedad sea totalmente ingenua ante el devenir histórico
de su propio Estado o de los Estados circundantes o incluso sea completamente
ajena a las percepciones positivas o adversas del propio mundo global en el que
vivimos; ahí se encuentran los medios de comunicación, también haciendo de
enlace entre el mundo real y global y las vivencias de cada persona;
trasladando, diariamente, el “ambiente” del mundo exterior a la intimidad de
los hogares y conformando, así, una idea de la realidad cotidiana que nos circunda.
Cuando el mundo
de la política no acepta que el relato del adversario le ha vencido en las
urnas, o cuando pretende que exista un único relato de la realidad circundante,
aparece una resistencia a aceptar los resultados electorales (esto puede ocurrir en los países con
Democracias Liberales cuando transitan hacia un Estado autoritario, como puede
ser el caso de Venezuela o Nicaragua u otro tipo de autoritarismos que parecen
darse como excluyentes en la ahora UE). El proyecto de no reconocer que el relato del
adversario gane en las urnas obliga a construir una Verdad absoluta, para desde
esa verdad polarizar a la sociedad entre buenos y malos. Para conseguir este
fin uno de los recursos que se adoptan es el de “desvelar” parte de la “realidad”
que la sociedad desconocía (la verdad
oficial, o relato diario de la realidad que llega a la sociedad, lo hace
procurando no vulnerar un principio esencial – hasta ahora esencial – por el
cual una noticia no debe generar una “alarma social”, ni comprometer el
bienestar de los hogares). Esa verdad cotidiana se va configurando día a
día por medio de las Noticias, y toman cuerpo en un relato gestionado y
configurado, desde distintas ópticas, por influyentes y mediáticos analistas
pertenecientes a distintos medios de comunicación; y que terminan por generar
una idea de “normalidad” que otorga seguridad y confianza a la sociedad. El mismo hecho de que exista una pluralidad de
argumentos, que se puedan expresar con normalidad, y que lleguen a los hogares,
hace posible la propia normalidad. Otra cosa bien distinta sería el intentar llegar
hasta las últimas consecuencias (a los
orígenes) de cómo se han ido configurando y construyendo o expresando las
grandes tragedias que han azotado un propio Estado (en las que, por lo general, han interferido otros Estados) y cómo
el propio Estado se configura para protegerse de esas injerencias y qué
sacrificios “internos” es capaz de realizar para ello (aquí entraríamos en el terreno de las prioridades del Estado para
asegurar su propia existencia como tal; y por tanto en el terreno de la
seguridad – y el terreno de la seguridad es el que expresa el Coronel como último
argumento de la película, por el cual pudiera ser entendible el castigar, hasta
el punto de causar la muerte, a un propio soldado y, a la vez, hacer recaer las
culpas del homicidio sobre los obedientes soldados que llevaron a cabo sus propias
ordenes; y luego, posteriormente, modificar libros de registros y documentos
oficiales para “tapar” todo el asunto). Si la película es nominada a
múltiples premios (cuatro Oscar entre
otros) se da idea de que se está tocando con el argumento algo mucho más de
fondo que llevar a un mando militar a un banquillo y acusarlo con éxito
evidente – se habla de falsificaciones en
la Administración del Estado y para conseguir ello es obvio que se ha hecho
precisa la coacción y/o la vulneración de la Ley. Sin embargo en EEUU es
posible conocer los documentos secretos del propio Estado y acceder a ellos (aunque pudieran estar “mutilados”; habría
que hacer como en la película de Parque Jurásico: usar ADN de anfibios para “reconstruir”
lo incompleto).
Suponer que los
Historiadores que han realizado investigaciones en la Historia de España (y que por lo tanto han ido descubriendo los “códigos”
que configuran el ADN en la Historia de nuestra Nación) desconocen cómo
completar las partes de ADN que faltan en los documentos y archivos históricos
(de los que se han permitido entrar a
investigar, que no parecen ser todos, aun habiendo pasado 80 de la gran
tragedia española) para aprender del pasado y no “repetir” las partes más
adversas de nuestra Historia, parece todo un error. La Historia de España, como
la de cualquier otro país, se viene configurando desde la condición humana (y la orientación en que esta se orienta para
la consecución de un fin; y si esta condición humana incorpora “limites” éticos
o morales para la consecución de ese fin). Para buscar un paralelismo sobre
la capacidad de respetar o no límites éticos y morales para la consecución de
un fin podríamos referirnos, en primer lugar, a la propia sociedad del país. (Preguntas tales como qué parte de la
población está dispuesta, cotidianamente, o ha incorporado y normalizado a su
conducta social “defectos” que consideraríamos inaceptables y censurables en
otros; y que sin embargo consideran legítimos, aceptables y justificados para
sí mismos). Esta actitud parece obvia en la pugna por el poder.
Recientemente, en la TVE, un programa argumentaba la necesidad de que las
mujeres de la Nobleza llevaran vestidos que disimularan sus embarazos en razón
de proteger sus propias vidas ante aquellos otros Nobles que pretendían “segar”
las líneas de herederos de sus rivales (directamente
optaban por matar a las embarazadas de las familias que eran adversarios
políticos o rivales).
Podemos suponer
que las Fake News existen desde hace muchos siglos y son la base sobre la cual
se construyen los relatos que aportan los “vencedores” para configurar una
Historia oficial (y que si se contradice
pudiera dar lugar a graves afrentas a la propia Nación o Estado). De ahí
que en ocasiones las guerras se entablan y se construyen desde una Fake News (como le ha ocurrido a España en el caso de
la guerra de Cuba, cuando los EEUU fueron capaces de hundir un propio barco
para achacar una agresión a España; o cuando hicieron lo mismo para sublevar a
la población contra Inglaterra y conseguir la independencia: Una vez más el fin
justificó los medios; y España acudió, derrotada moralmente de antemano, a
luchar contra la flota Estadounidense).
La ostentación
del poder otorga el derecho a construir un relato (y a veces también conlleva la necesidad de aceptar Fack News; tal vez
por distintas razones, sobre todo cuando son impuestas por la superpotencia
occidental – incluso cuando a niveles más cercanos, resulta, a veces, más fácil aceptar
un relato, aunque este vulnere implícitamente derechos de personas sencillas
que se sacrifican por un pretendido bien superior; circunstancia que no
aceptaría el receptor de dicho relato para sí mismo, pero que acepta como mal
menor en carnes ajenas). Situación que también parece aceptarse por
dirigentes cuando acceden a un nivel de poder en donde se les puede representar
al Estado como un posible entramado de delicados equilibrios que pudieran ser “arrasados”
y “destruidos” si sintonizan con los derechos reconocidos (por la Constitución) y que son vulnerados en “razones de Estado” (un caso estremecedor representa un colectivo
de personas que en ámbitos sanitarios son vulnerados sus derechos - protegidos
por la convención de Ginebra – y que ha motivado reclamaciones en RNE ante los
lamentables sucesos recientes de inútiles fallecimientos por prácticas
inhumanas en hospitales españoles). Dirigentes democráticos que prestan sus
oídos a personas que extienden temores y prejuicios sobre personas y colectivos
a los que no sólo se les acaba vulnerando derechos esenciales, sino también el
fruto de sus trabajos y estudios (y se
permite el uso de estudios registrados con propiedad intelectual a personajes
ilegítimos que se atribuyen su propiedad; todo por el bien del Estado).
Algunas de
estas situaciones complejas son lamentables (señalar que más de 40 años de lucha
antiterrorista estuviera desorientada en lo más esencial de la misma resulta
inconcebible, si no fuera porque la Democracia se terminó construyendo desde la rivalidad
histórica, desde la lucha, el temor y posiblemente cierto sentimiento de culpa al ir descubriendo la realidad del Estado…. y ello no permitió, durante muchos y muchos años,
ver las evidencias que rodean los grupos terroristas y quien los fomenta y
desarrolla hasta hacer indigerible e imposible poder ecercarse a la verdad, toda la
verdad, sobre ellos).
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