Miguel Ángel Ibáñez Gómez - maiges_ps@hotmail.com

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sábado, 11 de mayo de 2019

Algunos Hombres Buenos




Cuando observo cómo se desenvuelve la sociedad, a veces me pregunto qué es el Ser Humano y busco, nuevamente, definirlo una y otra vez en la esperanza de dar con una respuesta satisfactoria. La tarea parece entre absurda y obvia. Intuitivamente el instinto dice que todo Ser Humano busca el bienestar a través de una sociedad previsiblemente positiva y, sin embargo, el resultado práctico de la gestión de la sociedad parece indicar que cuanto más alejada esté esta del camino que lleva a acercarse a la verdad que nos circunda más posibilidades tiene de obtener momentos de felicidad. ¿Cuántas personas están en condiciones de aceptar las circunstancias que parecen llevar y acercarse a la verdad? La pregunta ya la formulaba el Coronel (Jack Nicholson), y se la espetaba al joven abogado que le pretendía incriminar en un juicio militar donde se jugaba, el propio abogado, la cárcel (Tom Cruise) a propósito de una acusación formulada contra el máximo mando de una base Norteamericana afincada, creo que, en Cuba.

Las películas Norteamericanas, cuando tratan asuntos esenciales, suelen portar las “dos lecturas” (o múltiples lecturas) que hacen posible que sus films puedan sobrevivir en el tiempo aunque las “modas o tendencias políticas” cambien. Tal vez en esa película “Algunos Hombres Buenos” (1992) https://www.youtube.com/watch?v=2DOLC78fUro se intentara trasladar el mensaje de que la Democracia “debe ser también” maneras y formas, y que estas no pueden separarse del sistema democrático, sencillamente porque entonces no es un sistema democrático. El propio film que pone de referencia este “principio” adolece de algo que me resulta esencial, parce imposible e inviable que una circunstancia como esta (en la que un Coronel acabe inculpándose en un juicio) se pueda dar en la realidad (sin que concurran, al menos, otras circunstancias que merezcan un reproche; y en cualquier caso, ese reproche no parece que fuera posible escenificarse en un juicio, donde compañeros de armas permitan una situación como esa). El desarrollo del film, en sí mismo, es una utopía impropia de un Estado consolidado – por ello, se antoja, un desarrollo argumental incompatible en los EEUU. Que una investigación de esa naturaleza, nacida y establecida por la muerte de un soldado, pudiera llevar a inculpar a otros soldados parece viable, pero que la misma alcance a un alto mando resulta inviable, aunque el resultado de esa investigación pudiera contemplar dicha circunstancia (es obvio que dentro de una estructura de Estado siempre hay “alguien” que llega hasta el “fondo” de cualquier asunto y que puede contemplar los hechos con gran exactitud; incluso que llega a observar la modificación de libros y documentos que se realizan para “construir una verdad paralela” – incluso se pudiera considerar que las entrevistas entre el Fiscal militar y el abogado no fueran otra cosa que un proceso en el que no se busca, en absoluto, llegar a la verdad, sino pactar una solución más conveniente para todos (incluidas las carreras militares de todos los juristas que participan). Desde luego, existe una consecuencia colateral que no contempla el desenlace de la película, Tom Cruise, por muy héroe que parezca a los ojos de los espectadores, en la práctica, de haberse resuelto así la película, su carrera militar se podría dar por finiquitada.

Pensar que la Democracia, en maneras y formas, difiere en mucho de lo que en esencia se señala en el argumento de la película sería un error. Lo conveniente suele imponerse a la verdad y, a veces, de manera un tanto dramática. La construcción de un relato parece esencial, aunque el relato sea incongruente o no se sostenga muy bien, porque el destino del relato es la gente común y, por lo general a la gente común le basta con un relato que le de seguridad y con el que se sienta a salvo. De ahí que uno de los papeles esenciales en la Democracia es construir relatos aceptables que den seguridad a las personas y que les hagan percibir que su sociedad es positivamente previsible – ello permite confiar en el futuro, pero sobre todo en el presente cotidiano.

Hasta ahora así hemos concebido nuestra Democracia (y parece ser que también en los Estados del ámbito occidental y que consideramos Democracias Liberales, y por tanto lugares de libertad). El juego del relato es esencial para ganar o perder elecciones y a ello nos atenemos como reglas de juego aceptables y aceptadas. Cuando un partido gana en el juego del relato tiende a relevar al gobierno de turno y este cede, dentro del juego electoral, el poder a los que han construido el relato ganador aunque observen en ese relato falsedades o contradicciones. Es la sociedad la que decide cual es el mejor relato y el más conveniente en un momento dado para sus intereses (ya sean particulares o comunes) y el número de votos y las proporciones acaban configurando un nuevo escenario de correlación de fuerzas.

La pregunta que cabe preguntarnos es la que realiza el Coronel (Jack Nicholson) de la película al joven abogado (Tom Cruis): ¿Está Vd preparado para aceptar la verdad? La pregunta que realiza el Coronel no es escueta ni sencillamente formulada; porque también inquiere al abogado sobre si conoce las circunstancias del “terreno que está pisando” y Tom Cruis confiesa que lo desconoce. En el diálogo entre ambos tal vez se pudiera establecer un paralelismo entre sociedad y Estado. Podríamos concebir que el intermediario entre ambos es el mundo de la política (intermedia entre la “realidad del mundo que existe y sus temibles reglas” – y los verdaderos factores sobre los cuales se estructura el poder Nacional e internacional -  y la potencial “ingenuidad” de la sociedad que hace posible, y tal vez viable, ese mismo Estado o cualquier otro Estado). Eso no quiere decir que la sociedad sea totalmente ingenua ante el devenir histórico de su propio Estado o de los Estados circundantes o incluso sea completamente ajena a las percepciones positivas o adversas del propio mundo global en el que vivimos; ahí se encuentran los medios de comunicación, también haciendo de enlace entre el mundo real y global y las vivencias de cada persona; trasladando, diariamente, el “ambiente” del mundo exterior a la intimidad de los hogares y conformando, así, una idea de la realidad cotidiana que nos circunda.

Cuando el mundo de la política no acepta que el relato del adversario le ha vencido en las urnas, o cuando pretende que exista un único relato de la realidad circundante, aparece una resistencia a aceptar los resultados electorales (esto puede ocurrir en los países con Democracias Liberales cuando transitan hacia un Estado autoritario, como puede ser el caso de Venezuela o Nicaragua u otro tipo de autoritarismos que parecen darse como excluyentes en la ahora UE).  El proyecto de no reconocer que el relato del adversario gane en las urnas obliga a construir una Verdad absoluta, para desde esa verdad polarizar a la sociedad entre buenos y malos. Para conseguir este fin uno de los recursos que se adoptan es el de “desvelar” parte de la “realidad” que la sociedad desconocía (la verdad oficial, o relato diario de la realidad que llega a la sociedad, lo hace procurando no vulnerar un principio esencial – hasta ahora esencial – por el cual una noticia no debe generar una “alarma social”, ni comprometer el bienestar de los hogares). Esa verdad cotidiana se va configurando día a día por medio de las Noticias, y toman cuerpo en un relato gestionado y configurado, desde distintas ópticas, por influyentes y mediáticos analistas pertenecientes a distintos medios de comunicación; y que terminan por generar una idea de “normalidad” que otorga seguridad y confianza a la sociedad.  El mismo hecho de que exista una pluralidad de argumentos, que se puedan expresar con normalidad, y que lleguen a los hogares, hace posible la propia normalidad. Otra cosa bien distinta sería el intentar llegar hasta las últimas consecuencias (a los orígenes) de cómo se han ido configurando y construyendo o expresando las grandes tragedias que han azotado un propio Estado (en las que, por lo general, han interferido otros Estados) y cómo el propio Estado se configura para protegerse de esas injerencias y qué sacrificios “internos” es capaz de realizar para ello (aquí entraríamos en el terreno de las prioridades del Estado para asegurar su propia existencia como tal; y por tanto en el terreno de la seguridad – y el terreno de la seguridad  es el que expresa el Coronel como último argumento de la película, por el cual pudiera ser entendible el castigar, hasta el punto de causar la muerte, a un propio soldado y, a la vez, hacer recaer las culpas del homicidio sobre los obedientes soldados que llevaron a cabo sus propias ordenes; y luego, posteriormente, modificar libros de registros y documentos oficiales para “tapar” todo el asunto). Si la película es nominada a múltiples premios (cuatro Oscar entre otros) se da idea de que se está tocando con el argumento algo mucho más de fondo que llevar a un mando militar a un banquillo y acusarlo con éxito evidente – se habla de falsificaciones en la Administración del Estado y para conseguir ello es obvio que se ha hecho precisa la coacción y/o la vulneración de la Ley. Sin embargo en EEUU es posible conocer los documentos secretos del propio Estado y acceder a ellos (aunque pudieran estar “mutilados”; habría que hacer como en la película de Parque Jurásico: usar ADN de anfibios para “reconstruir” lo incompleto).

Suponer que los Historiadores que han realizado investigaciones en la Historia de España (y que por lo tanto han ido descubriendo los “códigos” que configuran el ADN en la Historia de nuestra Nación) desconocen cómo completar las partes de ADN que faltan en los documentos y archivos históricos (de los que se han permitido entrar a investigar, que no parecen ser todos, aun habiendo pasado 80 de la gran tragedia española) para aprender del pasado y no “repetir” las partes más adversas de nuestra Historia, parece todo un error. La Historia de España, como la de cualquier otro país, se viene configurando desde la condición humana (y la orientación en que esta se orienta para la consecución de un fin; y si esta condición humana incorpora “limites” éticos o morales para la consecución de ese fin). Para buscar un paralelismo sobre la capacidad de respetar o no límites éticos y morales para la consecución de un fin podríamos referirnos, en primer lugar, a la propia sociedad del país. (Preguntas tales como qué parte de la población está dispuesta, cotidianamente, o ha incorporado y normalizado a su conducta social “defectos” que consideraríamos inaceptables y censurables en otros; y que sin embargo consideran legítimos, aceptables y justificados para sí mismos). Esta actitud parece obvia en la pugna por el poder. Recientemente, en la TVE, un programa argumentaba la necesidad de que las mujeres de la Nobleza llevaran vestidos que disimularan sus embarazos en razón de proteger sus propias vidas ante aquellos otros Nobles que pretendían “segar” las líneas de herederos de sus rivales (directamente optaban por matar a las embarazadas de las familias que eran adversarios políticos o rivales).

Podemos suponer que las Fake News existen desde hace muchos siglos y son la base sobre la cual se construyen los relatos que aportan los “vencedores” para configurar una Historia oficial (y que si se contradice pudiera dar lugar a graves afrentas a la propia Nación o Estado). De ahí que en ocasiones las guerras se entablan y se construyen desde una Fake News (como le ha ocurrido a España en el caso de la guerra de Cuba, cuando los EEUU fueron capaces de hundir un propio barco para achacar una agresión a España; o cuando hicieron lo mismo para sublevar a la población contra Inglaterra y conseguir la independencia: Una vez más el fin justificó los medios; y España acudió, derrotada moralmente de antemano, a luchar contra la flota Estadounidense).

La ostentación del poder otorga el derecho a construir un relato (y a veces también conlleva la necesidad de aceptar Fack News; tal vez por distintas razones, sobre todo cuando son impuestas por la superpotencia occidental – incluso cuando a niveles más cercanos, resulta, a veces, más fácil aceptar un relato, aunque este vulnere implícitamente derechos de personas sencillas que se sacrifican por un pretendido bien superior; circunstancia que no aceptaría el receptor de dicho relato para sí mismo, pero que acepta como mal menor en carnes ajenas). Situación que también parece aceptarse por dirigentes cuando acceden a un nivel de poder en donde se les puede representar al Estado como un posible entramado de delicados equilibrios que pudieran ser “arrasados” y “destruidos” si sintonizan con los derechos reconocidos (por la Constitución) y que son vulnerados en “razones de Estado” (un caso estremecedor representa un colectivo de personas que en ámbitos sanitarios son vulnerados sus derechos - protegidos por la convención de Ginebra – y que ha motivado reclamaciones en RNE ante los lamentables sucesos recientes de inútiles fallecimientos por prácticas inhumanas en hospitales españoles). Dirigentes democráticos que prestan sus oídos a personas que extienden temores y prejuicios sobre personas y colectivos a los que no sólo se les acaba vulnerando derechos esenciales, sino también el fruto de sus trabajos y estudios (y se permite el uso de estudios registrados con propiedad intelectual a personajes ilegítimos que se atribuyen su propiedad; todo por el bien del Estado).

Algunas de estas situaciones complejas son lamentables (señalar que más de 40 años de lucha antiterrorista estuviera desorientada en lo más esencial de la misma resulta inconcebible, si no fuera porque la Democracia se terminó construyendo desde la rivalidad histórica, desde la lucha, el temor y posiblemente cierto sentimiento de culpa al ir descubriendo la realidad del Estado…. y ello no permitió, durante muchos y muchos años, ver las evidencias que rodean los grupos terroristas y quien los fomenta y desarrolla hasta hacer indigerible e imposible poder ecercarse a la verdad, toda la verdad, sobre ellos)

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