Miguel Ángel Ibáñez Gómez - maiges_ps@hotmail.com

Atribución-No Comercial (CC BY-NC) Cc-by new.svg Cc-nc.svg

Translate

Translate

martes, 23 de febrero de 2021

Hoy se cumplen Cuarenta años del “acuerdo” y las “negociaciones” que más han marcado nuestra Democracia.

 

Hoy se cumplen Cuarenta años del “acuerdo” y las “negociaciones” que más han marcado nuestra Democracia.

 

Cuando se produjo el Golpe de Febrero de 1981 apenas tenía 20 años. Esa misma tarde, en compañía de un amigo madrileño, paseábamos por el paseo de Independencia. Acabábamos de visitar dos de las más significativas librerías que en él se hallan; una de ellas menuda y pequeña, pero que siempre tenía en el escaparate libros técnicos, que no siempre eran fáciles de encontrar y la otra se podría considerar un “templo” enorme, de varias plantas donde en cada una de ellas se podía observar un perfecto orden y clasificación de libros destinados a los diferentes ámbitos del saber (libros técnicos de todas las ramas, o de filosofía o religiones,  también los destinados a estudios reglados que cada curso se estudiarían en las escuelas o institutos y también de los éxitos de literatura de cualquier época, incluso material de oficina de toda naturaleza). Tal vez no tanto para “Nanón” (más para “Gago”) y sobre todo para mí, entrar en una librería (cuando ya sabes exactamente en qué ámbito de conocimientos quieres profundizar) resultaba una ocupación muy satisfactoria (me hubiera comprado muchos si hubiera dispuesto de dinero para ello – a “Gago”, su compañera le temía cuando decía que iba a salir a comprar un libro, a veces comentaba: “Algún día solo tendremos libros para comer”). Unos pocos años antes “descubrí” en “El Tubo”, la vieja librería con tarima de madera que ya no cuidaban y que se mostraba gris a la vista y áspera al pie, pero con mesas donde parecían amontonarse libros de todas las edades y tiempos. Fue el lugar de la primera exploración fallida al mundo de la Filosofía, cuando un pequeño librito blanco - cuyo autor era Descartes “Discurso del método”- tenía fijado un precio que afortunadamente alcanzaría a pagar si buscaba bien en mis bolsillos (cosa que no siempre ocurría cuando un libro me llamaba la atención).  Con el tiempo, la alternativa de los domingos sería pasear por los aledaños del Mercado Central, donde el último reducto de “El Rastro” en su formato más genuinamente callejero (similar al madrileño, al que cantaría Pachi Andión) sobreviviría mostrando casi exclusivamente libros viejos y antiguos, de todas las edades y, a veces, algún literato no solo “plantaba” su puesto de venta de libros viejos, sino también sus propias obras, peleando heroicamente para sobrevivir desde su humilde condición con un siempre positivo gesto en la cara cuyo broche acostumbraba a ser una sonrisa.

Tal vez hubiéramos pasado casi una hora, o más, examinando libros y deambulando en una de las plantas de la “Librería Central” – ojeando y seleccionando los que parecían más interesantes y “accesibles” económicamente - cuando decidimos que ya habíamos comprado “suficientes” libros esa tarde de “escapada” (habíamos cogido el bus de la línea que nos comunicaba desde el barrio rural - donde vivíamos y estudiábamos - con la ciudad) y temía llegar a consumar uno de mis posibles “excesos” – cuando verificaba que los temores de la compañera de “Gago” se podrían hacer realidad en mi propia persona. Adquirí algunos de los libros que por entonces editaba el Ministerio de Agricultura, que eran realmente magníficos. Detallados, desbordaban erudición práctica, llenos de gráficos, fotografías y dibujos que se centraban en los detalles esenciales que permitían comprender con facilidad los aspectos tratados; producto de la experiencia y trabajos de Ingenieros que narraban, lo que era a todas luces, la pasión por su trabajo. El bajo precio de los mismos invitaba a no dejar ni uno de ellos sin adquirir. Aún así, otros profusamente ilustrados - traducciones de lo que era “La vuelta al Campo” y del mundo de los árboles y los vegetales – llegados desde el impulso medioambientalista-ecologista, procedentes del mundo anglosajón, también fueron el centro de mis gastos en ese entorno de crisis económica, con cambios tecnológicos y sociales, que no permitían ver el horizonte del futuro con claridad. Eran mucho más caros que cualquier otro libro (la mayoría de los libros del Ministerio de Agricultura solo valían 50 o 75 o 100 pts. Mientras que las que las traducciones del inglés, en formato casi de lujo, rondaban las 1.000 pts.), creo que excesivamente caros, casi solo al alcance de la clase media alta o bien desahogada – por ello pensé que siempre estuvieron destinados a ese entorno social, cuya sensibilidad y preocupación por la salud, el medioambiente y la naturaleza (gracias a su disponibilidad para dedicar tiempo al ocio) podía “ser estimulada” con mucho mayor éxito  que en aquellos otros ambientes sociales donde el objetivo diario fuera sobrevivir a las adversidades cotidianas y la falta de perspectivas seguras para cada uno de sus miembros familiares.

  

Saliendo al Paseo Independencia bajamos a Plaza de España y entramos en “El Tubo”. Probablemente buscábamos callejear para ir acercándonos a la parada del bus que nos devolvería al barrio rural, y que se hallaba en las proximidades de “El Puente de Hierro”. Nos detuvimos al concluir su primer tramo para acceder a una tienda que se había convertido en un “punto de encuentro” con mis propios sentimientos hacía unos seis años atrás, cuando decidí comprar allí mi primera guitarra – entonces tenía catorce años y pasando un par de veces por delante de esa tienda vi esa guitarra española, colorida y barnizada en rojo y negro, que “me llamaba” la atención casi “sin permitirme mirar para otro lado” mientras seguía caminando, “invitándome” a detenerme y volverla a contemplar; miré su precio y no sabía si era cara o barata, pero un día de aquellos, decidí entrar a comprarla y hacerla partícipe del “luto” que había contenido el año anterior; ella se convirtió en la expresión de ese proceso de duelo que me permitía encerrarme en mi cuarto o salir a la galería para ir aprendiendo, “por mi cuenta”, con un cuaderno de “Método Cifrado para Guitarra” comprado en “Mariano Viu”, a hacerla sonar melódicamente a base de insistir y practicar. “Mariano Viu” se convertiría en el lugar por donde “trazar” mis paseos solitarios de peregrinación por la ciudad (a veces, las menos, en compañía) para detenerme ante su maravilloso escaparate (cuerdas de repuesto, diapasones, cejillas, púas…  y múltiples instrumentos de los cuales, mi mirada, ya reparaba en las guitarras acústicas, en especial en una bonita, y escandalosamente cara, acústica “Suzuki”, que con el tiempo pude adquirir; así como también adquiriría una armónica para suplir el evidente “déficit” de poder cantar).  Debían ser sobre las seis y media de la tarde o un poco más cuando entramos en el interior de esa tienda que parecía un bazar de “toda la vida”. No recuerdo que íbamos buscando comprar, pero mientras esperábamos que nos atendieran reparamos en que “algo”, que no podíamos definir, resaltaba inusualmente en el interior hasta que advertimos que era el volumen de la radio; se hallaba demasiado alto, hasta el punto que sobresalía llamativamente. A veces, el tendero, mientras seguía atendiendo, parecía estar a la vez atento a los comentarios de la radio, por lo que nosotros mismos empezamos a prestarle atención al locutor y a los comentarios que realizaba, que parecían algo afectados y “excitados”, y nos llevaría a preguntar ¿Qué ha pasado? Y diligentemente el tendero nos dijo: “Han tomado el Congreso” parece un Golpe de Estado. Esta vez no era un sobresalto por un nuevo atentado de ETA; esta vez era el ejército quien causaba el sobresalto.  Ya atardecía y el Sol no alcanzaba la calle ni los edificios; tal vez la sensación de oscuridad fuera más intensa por la sorpresa que a “Nanón” y a mí nos causara esa noticia. Aún así, ya en el autobús de vuelta, la noche caía sobre nosotros y al pasar por delante del Cuartelillo de la Guardia Civil miré si había o no luz encendida (ahora no recuerdo si la hubiera o no, pero lo que buscaba mi mirada, sin duda, eran signos de normalidad). Después de cenar me acerqué a la cabina de teléfono a llamar a un tío mío para preguntarle qué pensaba y me dijo “No te preocupes, ya ha salido el rey”. Al día siguiente las clases siguieron como siempre y ningún profesor hiciera ningún comentario al respecto de lo sucedido la noche anterior.

 

Bien podría ser el relato que cualquier ciudadano, cuya edad le permitiera ser consciente de aquellos días, pudiera reconstruir cuando un hecho trascendental sucede en la vida de su país y que los Norteamericanos fueron capaces de evidenciar que esa “conmoción” personal sucede para todos aquellos que tienen una mínima sensibilidad social y/o política con una simple pregunta: ¿Recuerdas dónde estabas el día que mataron a J.F. Kennedy o Martin Luter King o Robert Kennedy? Desde entonces una pregunta similar, ante cualquier suceso o noticia que conmueve nuestras vidas, y valores como ciudadanos, viene a determinar, de manera sencilla, si realmente estamos comprometidos positivamente con nuestra sociedad  y nos importa su devenir. A partir de ahí, cada ciudadano vivirá las noticias de ese evento de una manera personal, por lo general siguiendo la información de los medios de comunicación, la prensa, los artículos, los programas realizados para ir profundizando en el suceso e incluso, algunos leerán libros que se publicarán al respecto. Pero para la inmensa mayoría serán los comentarios cotidianos, más o menos cercanos – unida a su propia intuición y forma de aceptar o relacionarse con la sociedad que le circunda – lo que le permitirá “ir conjeturando” qué fue lo que pasara realmente en un suceso de esa naturaleza, para acabar sintetizándolo con un razonamiento sencillo. Apenas irá más allá – salvo que su edad le permita evocar recuerdos similares ya vividos por sí mismo o transmitidos por el propio entorno familiar - porque las tareas cotidianas de la propia vida siempre vuelven a ocupar el lugar predominante y centro de atención de nuestras vidas. El susto – para quien lo pudiera haber tenido, que sin duda sería para la gran mayoría de la ciudadanía – iría pasando de largo a medida que la información va fluyendo, determinándose los responsables y concretándose un “Relato Oficial” que dejará a la inmensa mayoría de la ciudadanía encaminada hacia la normalidad; “digiriendo”, eso sí, un “mal trago” que señalaría – o siempre señala – que somos vulnerables, que la Democracia también lo es, y que la incertidumbre, que en alguna medida resurgía, acabaría siendo zanjada, en nuestro caso, por la propia Corona y la autoridad que esta representa se ejerciera y mostrara, en ese momento determinado de nuestra Historia, en favor del proceso Democrático en España. Aún así siempre hubo quien señalara situaciones puntuales que se produjeron aquella noche o los días previos, que mostrarán – a cada cual según sus circunstancias – que el “relato oficial” no es completo – nunca suele serlo, porque suele resultar imposible y por lo general, dada la complejidad del mismo, también inconveniente - ni abarca la verdadera dimensión y magnitud de lo que entonces pasara. La prensa y los medios irán mostrando situaciones vividas por los propios diputados mientras eran rehenes, desvelándose detalles y circunstancias sobre personajes que desde la “oscuridad” de una sala o cuarto del propio Congreso de los Diputados, señalaran a una diputada que “si estimaba su vida no encendiera la luz de esa habitación concreta”. Otros relatos mostrarían situaciones vividas por los líderes de los diferentes partidos, aislados en habitaciones separadas, vigilados por algún uniformado que en alguna ocasión se dirigiría a ellos comentando alguna circunstancia.  Nada de aquello tiene la prueba de fidelidad que otorgaría las imágenes de la propia TVE y la de los fotógrafos de prensa escrita, que publicarían, esa misma tarde, las imágenes del Asalto al Congreso. Mientras, la TVE – una vez liberada del inicial asedio militar – emitiría, al pueblo español y al mundo entero, los videos y audios que se grabaron, mientras los armados iban accediendo a todos los espacios del Hemiciclo y un oficial, en graduación de Tte. Coronel, pistola en mano, accedía por las escalerillas al atril de oradores – con mano alzada mostraba su arma corta reglamentaria – y con cuartelera voz de mando gritó a los presentes: “Quietos todo el mundo”. Las imágenes de TVE alcanzarían a emitir y grabar la inmediata reacción del General Gutiérrez Mellado levantándose de su asiento y pasando por delante del Presidente Suarez, se enfrentara, cara a cara, físicamente, con el mando sublevado; tal vez sorprendidos por la reacción de dignidad del ya veterano Tte. General - que le reclamaría ponerse firmes ante él - salieran de entre los accesos laterales al Hemiciclo, otros oficiales a “socorrer” a su líder militar rebelde, mientras este bajaba de la tribuna de oradores precipitadamente, en lo que parecía un impulso airado de hacer frente al General constitucionalista a la mayor rapidez posible, que le llevaría se sujetarse el tricornio, ante lo que le podría parecer un “desafío” inesperado - del militar que ostentaba el cargo de Vicepresidente del Gobierno para Asuntos Militares. Las imágenes de TVE permitieron ver el triste proceder – y las malas maneras -  de los subordinados y mandos sublevados intentando hacer caer y derribar al venerable General al suelo  ya llevaba meses y años recibiendo insultos y desafíos, de mandos militares, en cada funeral al que asistía cada vez que ETA volvía a matar, (a veces cada semana, incluso dos veces por semana); desafíos que desde algunos sectores y mandos de las FFAA le espetaban, en medio del funeral). Así se empezaría a concebir que ETA fuera uno de los mayores peligros para la democracia, por lo cual algunos se empezarían a preguntarse sobre “a quién servía realmente”, “a quién era útil" y "a qué intereses servía su actividad de violencia y terror”. 

 

No resulta posible concebir que esa noche se realizaran “negociaciones y acuerdos” en el plano político y civil si no fuera porque estos se acabaron “visibilizando” posteriormente afectando al ritmo político del proceso autonómico – que sería la primera consecuencia observada y explicitada en la prensa - también en las políticas de relaciones internacionales de España que iniciara Suarez - el anuncio del Presidente Calvo-Sotelo anunciando la entrada de España en la OTAN sería observado como un requisito “impuesto” por los EEUU, ante lo que considerarían “inapropiada” independencia y autonomía diplomática del ex_Presidente Suarez cuando buscaba ser referente de los “Países no Alineados” para quedar fuera de la órbita Norteamericana y salirse del ámbito de equilibrios de la “Guerra Fría”, lugar en el cual EEUU ubicaría a la España de Franco a cambio de respaldar su régimen política y económicamente, apoyando el desarrollo económico español; el precio, entonces, fuera establecer las bases Norteamericanas en nuestro país y con ello situarlo en el mapa de “Blancos y Dianas” del adversario político soviético.

El “acuerdo” de aquella noche acabaría “afectando”, de alguna manera “decisiva”, a las vidas de personas comunes y corrientes en sus legítimos anhelos de construir sus propias vidas en base a su capacidad y también visión que se constituyeran para sí, desde la lectura, comprensión e interpretación positiva de los valores que contenía – y contiene y sigue conteniendo - la Constitución Española aprobada en 1978.

Para observar este aspecto que ha podido pasar “desapercibido” a la inmensa mayoría de españoles – aunque no a aquellos que desde su formación académica y en cierta medida neutral o imparcial - se iban observando “interpretaciones decepcionantes” en nuestros derechos como ciudadanos e incluso en los procesos de acceso a la Función Pública se observarían “irregularidades” “inesperadas” que no se sabía con certeza a qué atribuir, pero que fueran defendidas y argumentadas – a veces desde lo aparentemente contradictorio o simplemente absurdo - en contra de lo que se concibiera como “normal interpretación y desarrollo” de las normas y procesos que las regulaban y que no podían, en ningún caso, ir en contra de la Constitución y de los valores que esta expresaba – Constitución como marco para la Democracia, que tanto, ambas – marco legal y sistema de convivencia - se instauraban  para TODOS y sin exclusión alguna, por poseer virtudes que se habían divulgado previamente como instrumento idóneo para la resolución de “conflictos e intereses”, señalando, por medio de esas resoluciones, los valores positivos que ambas poseían, y no quedarían, así, ningún ciudadano al albur de quienes se presentaran como más poderosos o más relevantes para el Estado.

La Democracia y la Constitución nos “haría” y “hacía” iguales ante la Ley y consiguientemente, nuestro destino y trayecto en la sociedad se mediría en base a nuestros valores, méritos y capacidades personales evaluados desde la imparcialidad – por la sencilla razón de que ello beneficiaría a la sociedad en su conjunto. Así se pondría punto y final a un periodo de Dictadura militar – concebida como una respuesta anticomunista, antisoviética y anti modelo URSS - que se impondría por la fuerza de las armas y la violencia extrema, en un ambiente internacional tenso, ideológicamente, que permitiría el apoyo de Italia y Alemania a Franco llevándole a su Triunfo. Esta era la visión divulgada en mi época juvenil, cuando la transición nos llevaba a la Democracia. El libro de Hugh Thomas, que a fascículos coleccionables a todo color y agrupados en tomos así lo mostraba. Una situación épica y polarizada que ya no se repetiría. Sencillamente estábamos en una “Transición” y eso significaba que aún quedaban personas procedentes del régimen anterior que aún no terminaban de entender que España había cambiado y que la libertad se abría paso; bastaría insistir en el propio mensaje constitucional, e incluso usar del derecho a reclamar para que “desde arriba” se fuera allanando el camino a las personas que legítimamente señalarían una situación injusta para que se enmendara.

El Golpe del 23 F parecía señalar que “no todo estaba en su sitio”, pero de alguna manera ya eso lo hubiera percibido cuando Suarez (que ejercía una fuerte ascendencia e impresión en mi persona) empezara a ser afeado e insultado en el Congreso. Aquella situación de su último año en política me causara una profunda decepción y me avergonzaba (también de mi país) no era lo esperado. Me parecía una actitud “baja y casi rufián” impropia de las esperanzas que habíamos puesto en la Democracia y la forma en que esta se debiera expresar en el “sagrado templo” del Congreso de los Diputados.

El susto vendría con el Golpe del 23 F, y mi primera “contramedida” - después de reflexionar profundamente en ello y concebir plenamente que el Ejército, en alguna manera aún indeterminada, debería estar lo suficientemente lejos de mi persona hasta que pudiera comprender meridianamente, su papel en una Democracia (pues ese acto sucedido era  confuso y las explicaciones que recibía de mi entorno de conocidos no mostraban en que la adhesión del ejército a la democracia estuviera basada en una confianza y respaldo en los valores hacia la misma; además sucesos cercanos a mi entorno, posteriores, señalarían que aquello que se produjera el 23 F era de mucho mayor calado y profundidad de lo que se había explicitado) -  fue declararme Objetor de Conciencia.

Situación plenamente legal y Constitucional que sin embargo causaría inconvenientes y alargaría el tránsito para encontrar trabajo. A la postre, me presentaría a oposiciones y, aprobadas, al año volver a opositar sacando la plaza número uno de mi convocatoria. Aquella oposición  causaría malestar, pues de los cuatro que aprobáramos, dos quedarían en liza y cuestionados ante una reclamación contenciosa administrativa de la que El País se haría eco: “Perdido en la montaña de papel”.

Las circunstancias del orden de aprobados eran chocantes para cualquiera que tuviera más edad que mi persona (26 años) y más experiencia de vida, pues si mi persona había quedado en el puesto número uno, el segundo venía de la Escuela Militar de Calatayud (y aseguraba que la noche del 23 F le hubieran ordenado a todos dormir con el uniforme de combate, preparados para hacer frente a una columna procedente de Zaragoza) Pensé que eran circunstancias sobrevenidas, en las que él mismo, como yo tampoco, supiera si quiera en qué bando se posicionaban sus mandos (si constitucionalistas o golpistas). Sin embargo, un compañero veterano me dijera para intentar despejarme la “inocencia” que desde luego, en el lado vencedor no estaba, porque un militar de graduación suboficial no deja el Ejército a los 24 o 25 años de edad. Aquella afirmación la dejé en la “nevera” a la espera de que con el tiempo adquiriera consistencia y empaque racional. Los otros dos siguientes en la oposición (pero cuestionados por el recurso Contencioso) a uno de ellos, ya antes de la oposición, un compañero afiliado a la UGT le dijera en presencia del resto que se decía que aquella noche del 23 F la pasaría en el Cuartelillo de la Guardia Civil, a lo que contestaba que por causa de un problema en el tejado de su casa (cuando un tío mío me dijera unas semanas más tarde que en el pueblo de mi tía habían confeccionado listas aquella noche y que mi tío estaba en una de ellas, entendí el porqué el compañero de UGT le espetara esa cuestión a este chico que acabaría aprobando la plaza). El otro cuestionado en la oposición por la sentencia del Contencioso habría resultado Alcalde pedáneo (en una lista amarilla – independiente) que luego se aliaría con el PSOE y del que se dice que pasó por el trance de abandonar el funcionariado y crearse una empresa privada. La sorpresa fue como resolvería la Administración la situación para cumplir la sentencia; pendientes de juramentar el cargo, aunque realizando ya funciones de vigilancia, el Jefe de Policía Local realizaría un documento “oficial” asegurando que mis compañeros se oponían a que yo fuera juramentado porque era objetor de Conciencia (y eso “no les cuadraba”) Así que el Jefe de Policía Local “fue creativo” y añadiría que me “oponía a llevar armas porque esa era mi condición de objetor de Conciencia” (con dos c…). De aquél Jefe, procedente como todos de la Guardia Civil, se dijo que hubiera confeccionado archivos confidenciales sobre todos y cada uno de los funcionarios municipales, y desde luego, en mi caso así era porque hube de tirar de Defensor del Pueblo para acceder a sucinta documentación donde aparecía su firma y un número de expediente que él trasladaba, parece ser que directamente, al Defensor del Pueblo (por lo que concebí que para este señor no era preciso que existiera un Servicio de Personal, o un proceso selectivo, ni siquiera una Constitución, pues él tenía sus propias normas y reglamentos de los cuales “tiraba” para pasar por encima de lo que fuere e imponer su criterio). Cabría preguntarse el porqué, y lo primero que busqué fue la fecha de su nombramiento como jefe de policía local – Eureka: marzo de 1981. Cabía pensar que el personaje habría sido “impuesto” como resultado de “acuerdos” aún indeterminados, que le llevarían a ocupar esa posición en un cuerpo armado con clara influencia en el devenir de la sociedad de mi ciudad, especialmente los jóvenes. Aún así solicité un certificado a Personal sobre mi condición de funcionario y en ella se explicitaba mi plaza, de personal armado, ganada con el número uno de mi oposición, papel que trasladé a la Delegación del Gobierno realizando una Queja Alzada, que la remitieron al propio Ayto y a nueva petición de “haber qué pasaba con mi asunto” y no contestar, reiteré la petición de otro certificado similar de mi condición de Funcionario; sorpresa, desaparecía mi condición armada quedando solo la de Oficial (re-diez, me dije, ¿habrían modificado los libros de Resoluciones?).

Acabé en Oficialía Mayor, asistiendo a mi Jede Servicio, llevando sus partidas presupuestarias y, a la postre, en su fallecimiento, acabé llevando Resoluciones y desarrollando un proyecto para informatizarlas, así como el diseño de una base de datos y sentencias que acabaría siendo usada por la universidad para que alumnos de Derecho realizaran prácticas “in situ” donde resumían las sentencias y ello servía de “cobertura” para la base de consulta que pondría a disposición y uso de los letrados municipales en los procesos judiciales que diariamente llevaban a cabo en la defensa de los interese municipales.

No acabara allí la cosa. Un cercano mío, muy cercano, estaba en el Estado Mayor de Valencia – con recomendación de una persona al efecto – en el remplazo de “mili” que asumiría y viviría la situación del 23 F. Una semana antes de la fecha del Golpe pidió permiso y se lo concedieron. En aquella circunstancia no repararía mi persona hasta años después, cuando le pregunté a un compañero del Tango, que era militar en activo, que si a los documentos secretos se tenía acceso desde las mismas oficinas por personal de remplazo; me contestó que los documentos secretos que se hallan en las oficinas se pueden leer, pero es obligatorio consignar detrás las personas que lo han leído. Así que en la oportunidad que se presentara preguntara a este cercano ¿Leíste el contenido del sobre “Top Secret” “Operación Diana” y saliste por piernas? Y me contestó: Empecé a soñar con tanques “rojos” – y yo agregué: “y te pediste permiso”..

 Aun caí en la circunstancia, mucho más tarde, de que si la “Operación Diana” era conocida por simples soldados de remplazo destinados a la Capitanía General de Valencia, alguno de ellos con recomendación de personas vinculadas o con influencia en la milicia, y si había más que hubieran leído aquél sobre, no cabría duda que alguno pidiera permiso e incluso lo comentara en casa y estos familiares lo comentarían a quien recomendara a su hijo. Estaba claro que la Operación Diana sería pública y notoria en al ambiente militar de Valencia y, consecuentemente, en el resto de Capitanías, casi sin duda. Y por consiguiente, el mando supremo, la Corona, también lo supiera con la misma antelación.

Ante la crisis económica (que se asociaba también a un cambio tecnológico) que bloqueaba mi acceso a la profesión estudiada en FP realicé formación agraria, me adentré en el mundo ecologista, de vuelta a la Tierra, y me afirmé como pacifista ante el Golpe del 81. Aprobé las oposiciones referidas; tal vez alguien, algún día, nos explique en base a qué autonomía y “privilegio” Constitucional un Jefe de Policía Municipal, procedente de la Guardia Civil y nombrado en el cargo en marzo de 1981, tiene potestad en “determinar” quién sí o quién no, toma posesión en su cargo de funcionario; y si ese “privilegio” se extendió a otros nombramientos que desconocemos – como aquél que, siendo firme el recurso contencioso, se debiera desplazar a los dos último puestos que optaron y sin embargo se desplazara a mi persona y a la otra que aprobara le hicieran desistir de ocupar la plaza y le dieran otra diferente a la aprobada.

Parece claro que aquellos acuerdos de aquella noche implicarían reubicar a jóvenes militares que sus carreras eran truncadas porque su mandos se sublevaran en el golpe duro (que señala La Vanguardia) pero también a jóvenes que fueron “señalados” por sus padres al pasar la noche en cuartelillos confeccionando listas de demócratas, socialistas, comunistas, anarquistas, sindicalistas….a los que habría que re-ubicar para no quedar señalados para siempre en su entorno social. Los mandos militares del golpe duro serían jubilados – como narraría una persona que describía su propia condición de militar “jubilado” con grado de capitán y que apenas tendría unos treinta y pocos años, mientras estábamos de ronda por el Galacho - ascendiendo un grado (tenientes, capitanes… pasaron a la vida civil con paga y ascenso, y con derecho a realizar otro tipo de trabajo). La decisión de “recolocar” o “ubicar” a los “señalados” por su participación en el 23 F sería determinante para personas que sí creían en los valores constitucionales y se presentaran también a oposiciones en los años posteriores. Y tampoco sabremos si esa decisión diera o no “cabida” a que, bajo el pretexto de “igualdad de condiciones” otras organizaciones (ya dentro del ámbito político) esgrimieran el mismo “derecho” a tal “deferencia” para con los “propios” en razones o criterios destinados “a equilibrar la balanza”; pero desde luego, se extendiera o no, el “proceder”, siempre se habría de hacer a costa  de los jóvenes que sí creyeran en la democracia, la constitución y sus valores.

 

La narración del Heraldo  de hoy es interesante, porque aborda a la Brigada Acorazada Brunete y la tensión detectada en la autoridad civil de mi propia ciudad cuando observa el intento de militarizar la ciudad.

Sería un consuelo concebir que las palabras del General, Gutiérrez Mellado, cuando hiciera referencia a abordar los motivos que llevaran a España a la Guerra Civil, algún día se hicieran realidad y pudiéramos establecer una paz interna y bienestar perpetuos, pero por el momento parece que deberemos seguir esperando a que se dé el plazo que él mismo fijara de esperar 100 años; hoy en día parece que ello no es más que un “delirio” que ya forma parte de mi blog (por lo que mi blog persiste en ello, aún con cierta confianza, pero señalando, sin duda por mi parte, que el origen de todo mal se sigue perpetuando cada vez que se siembra algún tipo de violencia – fuera de la naturaleza que fuere). Por lo que es probable que ese plazo fijado por el Tte. General  dado no solo no sea suficiente, sino imposible.

 

FIN

 

(mientras, la CIA realizaba un informe en el que señalaba que “El Golpe estuvo más cerca de triunfar de lo que reconoce el Gobierno”)

viernes, 19 de febrero de 2021

Manipular: Manejar, Utilizar, Maniobrar, Mangonear, Entremeterse, Adulterar, Falsificar, Amañar, Trucar, Tergiversar….

 Manipular: Manejar, Utilizar, Maniobrar, Mangonear, Entremeterse, Adulterar, Falsificar, Amañar, Trucar, Tergiversar….  (a la definitiva: Persona Tóxica ver: Persona toxica).

 

No todos somos iguales en cómo nos conducimos por la vida, pero para todos representa una experiencia única, singular y considerada irrepetible en nuestro existir como persona; sencillamente porque la vivimos singularmente y en primera persona.

Es nuestra vida, nuestra propia vida: lo que sentimos, pensamos, hacemos, alegramos, satisfacernos, aprendemos, relacionarnos… descubrir también que ciertas predisposiciones a estar con alguna persona señala la existencia de “vínculos” o “sintonías” emocionales que nos producen satisfacción, alegría, seguridad,… ir aprendiendo que ciertos estados de ánimos que nos sobrevienen responden a definiciones como alegría, enamoramiento, amor, tristeza, incertidumbre,…y otras emociones adversas, que a veces nos llegan, (ya sea una partida de alguien querido, un abandono, un disgustos, incluso un desengaño o una traición) precisan expresarse a través de un duelo.

También vamos aprendiendo, desde la infancia, que muchos actos físicos que realizamos diariamente están vinculados con nuestra “condición animal”: comemos, dormimos, vamos al baño, estornudamos… a veces enfermamos: un resfriado, unas anginas, una gripe, tener colitis, doler la tripa… y aprendemos a cuidarnos o nos cuidan para que sanemos. También descubrimos que tenemos recursos que parecen “inesperados” como nuestra imaginación y que también pensamos; con el tiempo entendemos que hay actividades, que aunque pudieran parecer absurdas, son necesarias también para nuestra salud como jugar, distraernos, fantasear… y que por medio de esas actividades es en la escuela donde aprendemos jugando, pintando, cantando… y así aprendemos a dibujar a escribir letras y números, palabras, cuentas, redacciones, ecuaciones…. Que hay que trabajar para ganar dinero y ser independientes... Y acabamos por descubrir, a veces, que también nosotros, por nosotros mismos, descubrimos que “sabemos cosas” que “no sabíamos que sabíamos”.

Todo ello lo vivimos cada uno de nosotros como una experiencia personal e irrepetible, que nos dice que estamos vivos, que somos nosotros, cada uno de nosotros, que todo ello es ESTAR VIVO (verbo ESTAR igual a verbo SER) SER VIVO, y que siendo nuestra existencia, ella nos pertenece; es nuestra. Ésa es la dimensión y el valor que cada uno de nosotros damos a nuestra EXISTENCIA. Y consecuentemente, entendemos que por el mero hecho de estar vivos queremos, todos, aprender a vivir la vida; y por ello consideramos que todos tenemos el Derecho a Vivirla para que esa experiencia de vivir nos permita reconocernos a nosotros mismos, ver quiénes somos y que somos capaces y aportar y aportarnos. Y con el tiempo concebimos que para encontrar ese camino que nos permita realizarnos es preciso que exista un “respeto”, desde la infancia, a lo que todos somos positivamente en potencia, por lo que consideramos que debe existir una especie de “guía” (en especial desde los entornos familiares) que nos servirán de referencia junto con nuestros valores (algunos de ellos parecen innatos, porque nos adherimos a ellos rápidamente) y por ello se ha de confiar y apoyar la creatividad, las primeras decisiones que se toman, los primeros pasos que se dan, confiando que se alcanzará así la autonomía y la mayor libertad posible y en plano de Igualdad con el resto de personas.

Es una evidencia consensuada en términos generales (y por tanto prescindibles de reseñar, porque se da por sabida). Todos lo sabemos y las leyes así afirman el Derecho a la Vida y a las Libertades de Toda Persona, pero las leyes se escriben porque hay que recordarlas; es decir, porque se tienden a olvidar o a proceder ignorándolas, según convenga en un momento dado, por unas circunstancias u otras, ya sean particulares, grupales o sociales; o de un interés concreto. Cuando estas leyes se escriben es porque durante una gran parte de la Historia de la Humanidad no existió ese Derecho a Vivir la Vida; e incluso en etapas bien recientes (el mismo siglo pasado) decenas de millones de muertos a causa de guerras o purgas han “vulnerado” ese derecho a la Vida, a Vivir y a la Existencia (e incluso más recientemente, vemos asesinatos, ejecuciones u homicidios, realizados, incluso, por agentes de la Autoridad y/o en nombre de los Estados; incluidas agresiones poco justificables por uniformados, e incluso actuaciones negligentes o con resultado de mucho sufrimiento o muerte en ámbitos cercanos a sanitarios o mismos centros sanitarios, donde la prioridad debiera ser siempre sido suministrar los cuidados y la búsqueda del restablecimiento de las mejores condiciones para la Vida). Por ello, recordar el Valor que la vida posee para cada uno de nosotros, en su singularidad de ser vivida y sentida por medio de emociones que a todos nos son comunes, es un recurso literario imprescindible para intentar hacernos ver, a cada uno de nosotros, que si nuestras vidas nos importan y nos importan vivirlas en libertad o autodeterminación (y probablemente mucho) todas y cada una de las vidas que nos rodean tienen ese mismo valor, ese mismo anhelo y aspiración, en las mismas condiciones de vivirlas en libertad y autodeterminación.

Es algo que se “aprende” (o se debiera aprender) desde niño, poco a poco, al ser posible jugando y divirtiéndose. Sin embargo, a veces, la violencia aparece en la infancia o en la guardería, y tarde o temprano ello se podría llegar a manifestar, y si eso sucede habrá que enfrentarse a esas consecuencias.  Probablemente sea la violencia la expresión más adversa y dañina con que se muestra una forma de entender la autoridad (tal vez la autoridad malentendida y la más nefasta es la que precisa de violencia para imponerse; y si en un colegio, un hogar o una guardería la autoridad precisa de violencia y amenazas cotidianas y diarias tal vez hubiera de preguntarse esa misma autoridad si realmente “sabía dónde se metía” cuando buscara adquirir esa condición o asumir ese papel o esa tarea). La violencia neutraliza la iniciativa, y si es cotidiana y transversal tiende a generar paralización, miedo e inseguridad. Y cuando se avanza en edad, ante la evidencia de subyacer una especie de “irracionalidad” (incomprensible) ante una violencia cotidiana, se buscan “referencias” y “referentes” en personas cercanas que pudieran “explicar” o “cómo entender” la naturaleza de esas violencias “irracionales”  o a otras personas o ambientes donde la violencia no parezca que sea el signo cotidiano o determinante de la vida diaria. “Salidas” que se buscan para intentar “racionalizar” la violencia y no “perder la cordura” y poderse construir un camino “racional” y positivamente previsible para la propia vida.

Estoy persuadido que la “cosificación” se hace necesaria como paso previo para legitimar actividades, especialmente de violencia o maltrato o segregación y aislamiento, que van contra los Derechos y Libertades de las personas, de los niños o de los ancianos. Y en general se hace preciso “cosificar” previamente a cualquier persona (en razón de o su condición sexual, raza, creencias, religión, ideología, aspecto físico, o cualquier otro rasgo desde el cual pudiera establecerse una estigmatización más o menos “razonada”) para poder desatar sobre ella violencia, incluso extrema, o de coerción permanente y diaria, e incluso llevarle a la muerte… (como hemos visto en escolares) consiguiendo por medio de esa “cosificación” “hacer invisible” la condición Humana del así “cosificado” y, consiguientemente, legitimar e incluso “hacer racional” la violencia así ejercida sobre el cosificado. Los propios Estados – a veces siendo y considerándose democráticos – han usado de la “cosificación” para no solo limitar Derechos de las personas (en las razones antes señaladas) sino incluso para privarlas de libertad (hablamos de actuaciones sobre niños) y encerrarlos en manicomios de por vida, con la aprobación de unos profesionales en salud que se consideraban así mismos profesionales de la medicina y vinculados al juramento hipocrático (como ocurriera en Noruega al finalizar la Segunda Guerra Mundial con los hijos nacidos entre noruegas y alemanes). 

Fueron las guerras, sin duda, las que requirieron de campañas de “cosificación” de los adversarios para “convertirlos en enemigos” a los ojos de los propios soldados y así perdieran la convicción, propia de las personas pacíficas y tolerantes, de que “todos somos seres humanos” (y consiguientemente, todos poseemos vidas dignas de ser respetadas para que se desarrollen y cada cual tenga su propia experiencia de vida en la mayor libertad y autonomía posible; y que en esa visión existe una inclinación hacia la solidaridad – porque es así como nos ponemos en la piel del otro); acabar con esas convicciones (que se concibieron como escrúpulos) se hizo requisito necesario para matar a los de “enfrente” y poder así consumar y desarrollar guerras (mi generación pensó que las barbaridades y argumentos para “cosificar” personas y sociedades culturales o religiosas era un “invento” exclusivo del nazismo, que acabara teniendo mucho éxito; sin embargo las reposiciones de documentos cinematográficos de los años 20 ya señalaban, antes de que aparecieren nazis, que los generales de ambos bandos aprobaron calificar a los adversarios de manera horrible, consiguiendo degradar la imagen de Humanos a la de animales irracionales para así constituir y asentar la “cosificación” que legitimaba – legal y moralmente – la aniquilación sin piedad del enemigo cuando los ciudadanos, ya uniformados y armados, fueran destinados a las trincheras y frentes de guerra, desapareciendo los “escrúpulos” en disparar a matar a quienes vinieran de frente (reservando su solidaridad y visión de la condición humana exclusivamente para sus compañeros de armas).  No les funcionó muy bien en la primera Guerra Mundial, pero en las siguientes cada vez mejor.  

 También resulta llamativo que sea en las Escuelas y Guarderías los primeros lugares donde un niño puede recibir violencia (si en su familia no se practicara) desde la autoridad; y también fuera en aquellos ámbitos escolares donde se divulgaran las primeras maneras de “cosificar” a los alumnos para legitimar sobre ellos un castigo físico o una humillación, que le hiciera acreedora de la misma. No recordar la lección, no hacer los deberes de casa, distraerse, ser imaginativo o creativo o no superar una prueba o dar una respuesta incorrecta permitiría a la autoridad escolar administrar castigos físicos o poner de rodillas al alumno o de cara a la pared ante el resto de compañeros (recuerdo estar en 2º Grado elemental y se interrumpiera la clase para que un chico de cuarto, de diez años de edad, conmocionado y llorando desconsoladamente, pasara por delante de todos los pupitres mostrando una hoja de su cuaderno de redacción que tenía unos borrones  causados por su plumilla de tinta defectuosa, mientras su profesor, que también le acompañaba, profería insultos y vejaciones contra su persona; fue una de las muchas incidencias violentas que diariamente se sucedían en ese colegio privado – pues por entonces la escuela pública estaba muy desacreditada y todos los padres realizaban un esfuerzo, a veces un gran esfuerzo, para proporcionar una educación a sus hijos). 

Adquirir conocimientos se convierte en una evaluación donde los hijos adquieren múltiples etiquetas que los pueden segregar, dividir, agrupar y clasificar ignorando que esencialmente son personas; y podría promover la estigmatización de múltiples maneras, interfiriendo también en sus relaciones sociales y en el proceso de integración con el resto de alumnos, fomentando entre los propios alumnos la imitación de las formas de cosificación que los propios profesores esgrimían como sistema de selección y clasificación de personas.

El mundo de la formación escolar siempre fue proclive a estas prácticas clasificatorias de personas que pueden llevar a la cosificación de los alumnos y a veces las de sus propias familias.

Como señalaba, cosificar siempre es el primer paso que permite “distanciarse” de la condición humana de una persona, un niño o un anciano que hace posible “ningunear” su dignidad e iniciar abusos o agresiones contra ellos.

Todos los conocimientos y estudios que buscan determinar rasgos clasificatorios que diferencian a unas personas de otras (en razón de las circunstancias sociales en las que viven o se han desarrollado, como pueden ser las limitaciones económicas, situaciones de estructuración familiar o las derivadas de los déficits de atención familiar o maltrato, se acaban consignando y agrupando en una sistematización de conductas que suelen dar origen a la tipificación de algunos tipos de trastornos) pueden convertirse en instrumentos destinados a resolver situaciones de manera positiva, pero por lo general se viene demostrando que es más posible que acaben formando parte de un proceso de cosificación que se sostuvo en los propios centros escolares y por el propio profesorado para “desligarse” y “rehuir” el “compromiso” de llevar a cabo los precisos esfuerzos destinados a la integración social plena y satisfactoria.

Cuando se explicitan los “déficit” que pueden aparecer en determinados momentos o etapas en los alumnos y aunque se pueda determinas el origen de los mismos con precisión, no siempre se produce una respuesta tendente a su resolución positiva – a veces son considerados “carne de cañón” por algunos docentes y consecuentemente “abandonados a su suerte”.

Afortunadamente la vida en sociedad suele generar más “oportunidades” que las que establecen los procesos educativos o los de formación Profesional o Universitaria. La sociedad abunda en ejemplos de que el éxito existe al margen de estos procesos reglados que parecen buscar la “perfección”: Los “óptimos” alumnos con los que “construir” una “sociedad perfecta”. Bill Gates, Li Ka-shing, Steve Jobs, Amancio Ortega, Sheldon Adelson, Mark Zuckerberg, Larry Ellison, Paul Allen, Richard Branson, Michael Dell, John Carmack, Thomas Edison, John D. Rockefeller, Henry Ford, Walt Disney… abandonaron la Universidad y alguno no tiene ni estudios secundarios. Pero no hace falta mostrar millonarios para tener éxito en la vida sin pasar por la Universidad o sin ser buen estudiante (según los parámetros del mundo educativo). Probablemente decenas de miles y miles de niños y jóvenes que fueron “desahuciados” por los sistemas educativos (de todos los tiempos y lugares del mundo) concebidos como “carne de cañón” (que no deja de ser otra manera de “cosificar personas” desde el mundo educativo) resurgieron de las “cenizas” que supuso la “quema” de su dignidad por un todo poderosos, persuasivo e intimidante, sistema educativo que los etiquetara, con abundantes argumentos científicos y “experiencia profesional” (con la evidente intención de hacer realidad la profecía). Ahí aparece el éxito en profesiones como fruteros, carniceros, constructores, albañiles, camareros, cocineros, fontaneros, agricultores, ganaderos, comerciantes, industriales… e incluso gestores políticos, que viven y están pegados a la realidad cotidiana (desafiando a los “eruditos” que pretendieron limitar su futuro). Es evidente que estas personas nunca podrán ser médicos, ingenieros, abogados, fiscales, jueces, funcionarios de alto nivel (alguno de los mencionados no podrían ser ni siquiera funcionarios por haber abandonado sus estudios en secundaria)… pero vienen a resultar que son los que mueven lo esencial de la economía y que hacen posible que el “sistema social” se siga alimentando con su trabajo, ingenio y creatividad que un día fue puesto en duda por el “perfecto sistema educativo o universitario”. Es más, el sistema educativo y universitario es “orientado” en su devenir (para que siga siendo útil a la sociedad) por este mismo conjunto de personas que en su día salieron de ese mismo sistema educativo porque no estaba a la altura ni de la creatividad ni de las necesidades que como personas deberían cubrirse. Considerándose, por muchos, que esos sistemas educativos, aunque sí estimulan y ponen la base de los conocimientos desde los cuales poder proyectarse las personas que tienen interés y vocación, a la postre se convierte en dinosaurios, siempre al “punto de la extinción”, por su incapacidad o miedo de estar a la altura de los cambios sociales o de cubrir o satisfacer las necesidades reales y transversales de todas las personas que a él acuden.

      Las familias ponen la fe en el sistema educativo para que sus hijos tengan un futuro en la vida y suelen apoyar decididamente a sus hijos para que estos “venzan” todas las dificultades que en el propio mundo de la educación (desde la guardería hasta la universidad) irán apareciendo, para que sus hijos e hijas no pierdan la fe y persistan hasta acabar esa “carrera” (de obstáculos) y tengan una formación que les permita ganarse la vida. A veces, para algunas familias, representa una lucha constante de esfuerzo, apoyo, y de estimular esa fe diariamente en sus hijos para que salven todas las adversidades que se pudieran presentar y fijen el objetivo de la meta de llegar hasta el final. Otras familias, sin embargo, aceptan las “etiquetas” que les ponen a sus hijos y acaban desistiendo, cuando no culpabilizando a los propios hijos de su devenir y, lo que es peor, a veces dejándolos de la mano de D. lamentándose de que les haya salido “un hijo tonto”  o “vago” (cosas del destino o de la genética, suelen argüir cuando no pueden buscar un culpable a quien achacar esas circunstancias que lo hicieron posible, a las que sin duda contribuyeron diariamente). Los estudios universitarios pueden “garantizar” una plaza de funcionario del Estado y eso se concibe como una estabilidad o “garantía” desde la cual poder edificar un futuro.

Las personas que tienden a “ser expulsadas” del sistema educativo suelen ser conscientes de su adverso devenir (existe una conmoción cuando se suspende inesperadamente o se repite curso que señala que algo está fallando). Suspender o repetir cursos es señal inequívoca de que algo anda mal más allá del propio estudiante, y que alcanza el ámbito familiar y de relaciones. Por ello las familias suelen buscar causas con las que a veces, desafortunadamente, se alejan de esa responsabilidad y las personas así afectadas buscan referencias para superar esas circunstancias; a veces los abuelos, o un tío, o un pariente, o una persona cercana puede aparecer como esa “figura de referencia” que restablece la fe en la persona; a veces es el lugar donde se explica cuáles son las verdaderas preocupaciones que son responsables de que el rendimiento escolar o en el Instituto o en la Universidad no sea el adecuado; y el apoyo surge “en ocasiones afortunadamente incondicionalmente, contra viento y marea” restableciendo la propia fe en sí mismo, que es lo que resulta esencial para salir adelante ante cualquier adversidad vital. Otras veces, por el contrario, cuando no hay referencias cercanas se acude a buscarlas en las redes sociales, en los mensajes de las películas de cine, o en cualquier lectura que parezca que da una respuesta a algo que preocupa, realizándose así un trayecto desde la soledad que siempre es difícil y poco alentador y sujeto a error por falta de experiencia.

Todos hemos buscado referentes o referencias en situaciones determinadas que causan incertidumbre o temor que no sabemos cómo afrontar con ciertas garantías. Cuando una persona realiza ese itinerario suele recurrir a la misma persona que en el pasado le diera la “respuesta” adecuada que le permitiría salir adelante en un momento puntual; y cuando la dificultad es continua en el tiempo se acude siempre a la misma persona (si esta está disponible y se presta y compromete a ello; por lo que suele ser un familiar cercano) donde se encuentra el lugar de apoyo y las respuestas que permitirán “racionalizar” cada situación vivida (o la reiteración de esas mismas situaciones) renovando la fe en que “todo irá bien” y podremos sobrellevar la adversidad, aunque sea cotidiana, y  seguir adelante. Para que esto suceda con éxito dentro de un entorno familiar se hace preciso que quien ostenta la autoridad familiar sobre el o los afectados (que suelen ser los hijos) “acepte” esa “intrusión” del pariente sobre sus hijos y familia, porque si no la aceptara la cortaría, obligando a esos hijos a itinerar buscando otra persona de referencia, y haciendo posible una itinerancia perpetua si a la autoridad familiar ninguna influencia le gustara. Las personas que se tienen al alcance para “apoyarnos” son limitadas, por lo cual, la autoridad familiar es capaz de prever cual será el itinerario que realiza un hijo (en busca de apoyo o referencias) cuando le genera un problema grave y este se reitera; porque se viene a repetir el “itinerario” incluso en un orden predeterminado (buscando a hermanos, tíos, o primos, o amigos concretos….) que pueden ser “llamados a la atención” para que sus indicaciones sobre quien pide apoyo sean en una dirección determinada o se abstengan (y por consiguiente la aparición de una visión alternativa se hace imposible).

Cuando a una persona se le bloquea de esta manera no solo resulta previsible la reiteración del mismo itinerario en busca de alternativas para sí misma, sino que una vez “agotados” (cuando las respuestas son siempre adversas) y la persona que reclama apoyo concibe que "no es entendida”, es posible la manipulación (como esperar a que haya un contacto para provocar una discusión y establecer así una nueva inseguridad que reinicie el previsto “itinerario” en busca de apoyo para un fin legítimo, donde volverá a encontrar la misma respuesta adversa y nueva frustración). Es así como aparece una manipulación más perversa, más aún cuando quien manipula posee conocimientos, habilidades y herramientas sociales profesionales que puede utilizar para este fin.  

Cuando el propio entorno familiar “cosifica” a uno de sus miembros se podría concebir que se está llegando a la etapa más ingrata e injusta de la “condición humana”; a partir de este estadio se permite la intrusión, la manipulación, la falsedad, la mentira, la tergiversación… sobre la persona. Y que resulta paso previo necesario para despegarse totalmente del derecho de ese mismo miembro familiar a llevar una vida normalizada. Las habilidades sociales (y a veces las profesionales en esos ámbitos) harán fácil que el trayecto adverso, previsto sobre ese familiar, llegue al lugar deseado por ellos; y además se muestre como solución lógica, normalizada e inevitable.

La cosificación da resultados muy eficaces en la sociedad para establecer prejuicios, y así establecer distancias insalvables entre el cosificado y el resto de su familia y de su sociedad. Por eso parece necesario recordar, una y otra vez, que la vida es una experiencia personal y vital a la que todos tenemos derecho de realizar en libertad y en oportunidades. Cuando estas se obstaculizan no siempre se puede achacar a una persona determinada o concreta, y se suele argumentar sobre la sociedad y sus prejuicios que hacen posible esas adversidades innecesarias. Pero cuando la persona familiar que lidera o lideran la cosificación de un cercano tienen conocimientos profesionales al respecto (bloqueando todas las posibles salidas o referencias buscadas) no podemos hablar de falta de conocimientos; porque podemos concebir que se usa de esos conocimientos y se exhiben para (y con independencia del curso de justificaciones o excusas o argumentos que se empleen) a la definitiva establecer el prejuicio social que conseguiría un fin adverso limitante para los así tratados.   

(...a la definitiva hablamos, de Personas Tóxicas ver: Persona toxica)