Miguel Ángel Ibáñez Gómez - maiges_ps@hotmail.com

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martes, 23 de febrero de 2021

Hoy se cumplen Cuarenta años del “acuerdo” y las “negociaciones” que más han marcado nuestra Democracia.

 

Hoy se cumplen Cuarenta años del “acuerdo” y las “negociaciones” que más han marcado nuestra Democracia.

 

Cuando se produjo el Golpe de Febrero de 1981 apenas tenía 20 años. Esa misma tarde, en compañía de un amigo madrileño, paseábamos por el paseo de Independencia. Acabábamos de visitar dos de las más significativas librerías que en él se hallan; una de ellas menuda y pequeña, pero que siempre tenía en el escaparate libros técnicos, que no siempre eran fáciles de encontrar y la otra se podría considerar un “templo” enorme, de varias plantas donde en cada una de ellas se podía observar un perfecto orden y clasificación de libros destinados a los diferentes ámbitos del saber (libros técnicos de todas las ramas, o de filosofía o religiones,  también los destinados a estudios reglados que cada curso se estudiarían en las escuelas o institutos y también de los éxitos de literatura de cualquier época, incluso material de oficina de toda naturaleza). Tal vez no tanto para “Nanón” (más para “Gago”) y sobre todo para mí, entrar en una librería (cuando ya sabes exactamente en qué ámbito de conocimientos quieres profundizar) resultaba una ocupación muy satisfactoria (me hubiera comprado muchos si hubiera dispuesto de dinero para ello – a “Gago”, su compañera le temía cuando decía que iba a salir a comprar un libro, a veces comentaba: “Algún día solo tendremos libros para comer”). Unos pocos años antes “descubrí” en “El Tubo”, la vieja librería con tarima de madera que ya no cuidaban y que se mostraba gris a la vista y áspera al pie, pero con mesas donde parecían amontonarse libros de todas las edades y tiempos. Fue el lugar de la primera exploración fallida al mundo de la Filosofía, cuando un pequeño librito blanco - cuyo autor era Descartes “Discurso del método”- tenía fijado un precio que afortunadamente alcanzaría a pagar si buscaba bien en mis bolsillos (cosa que no siempre ocurría cuando un libro me llamaba la atención).  Con el tiempo, la alternativa de los domingos sería pasear por los aledaños del Mercado Central, donde el último reducto de “El Rastro” en su formato más genuinamente callejero (similar al madrileño, al que cantaría Pachi Andión) sobreviviría mostrando casi exclusivamente libros viejos y antiguos, de todas las edades y, a veces, algún literato no solo “plantaba” su puesto de venta de libros viejos, sino también sus propias obras, peleando heroicamente para sobrevivir desde su humilde condición con un siempre positivo gesto en la cara cuyo broche acostumbraba a ser una sonrisa.

Tal vez hubiéramos pasado casi una hora, o más, examinando libros y deambulando en una de las plantas de la “Librería Central” – ojeando y seleccionando los que parecían más interesantes y “accesibles” económicamente - cuando decidimos que ya habíamos comprado “suficientes” libros esa tarde de “escapada” (habíamos cogido el bus de la línea que nos comunicaba desde el barrio rural - donde vivíamos y estudiábamos - con la ciudad) y temía llegar a consumar uno de mis posibles “excesos” – cuando verificaba que los temores de la compañera de “Gago” se podrían hacer realidad en mi propia persona. Adquirí algunos de los libros que por entonces editaba el Ministerio de Agricultura, que eran realmente magníficos. Detallados, desbordaban erudición práctica, llenos de gráficos, fotografías y dibujos que se centraban en los detalles esenciales que permitían comprender con facilidad los aspectos tratados; producto de la experiencia y trabajos de Ingenieros que narraban, lo que era a todas luces, la pasión por su trabajo. El bajo precio de los mismos invitaba a no dejar ni uno de ellos sin adquirir. Aún así, otros profusamente ilustrados - traducciones de lo que era “La vuelta al Campo” y del mundo de los árboles y los vegetales – llegados desde el impulso medioambientalista-ecologista, procedentes del mundo anglosajón, también fueron el centro de mis gastos en ese entorno de crisis económica, con cambios tecnológicos y sociales, que no permitían ver el horizonte del futuro con claridad. Eran mucho más caros que cualquier otro libro (la mayoría de los libros del Ministerio de Agricultura solo valían 50 o 75 o 100 pts. Mientras que las que las traducciones del inglés, en formato casi de lujo, rondaban las 1.000 pts.), creo que excesivamente caros, casi solo al alcance de la clase media alta o bien desahogada – por ello pensé que siempre estuvieron destinados a ese entorno social, cuya sensibilidad y preocupación por la salud, el medioambiente y la naturaleza (gracias a su disponibilidad para dedicar tiempo al ocio) podía “ser estimulada” con mucho mayor éxito  que en aquellos otros ambientes sociales donde el objetivo diario fuera sobrevivir a las adversidades cotidianas y la falta de perspectivas seguras para cada uno de sus miembros familiares.

  

Saliendo al Paseo Independencia bajamos a Plaza de España y entramos en “El Tubo”. Probablemente buscábamos callejear para ir acercándonos a la parada del bus que nos devolvería al barrio rural, y que se hallaba en las proximidades de “El Puente de Hierro”. Nos detuvimos al concluir su primer tramo para acceder a una tienda que se había convertido en un “punto de encuentro” con mis propios sentimientos hacía unos seis años atrás, cuando decidí comprar allí mi primera guitarra – entonces tenía catorce años y pasando un par de veces por delante de esa tienda vi esa guitarra española, colorida y barnizada en rojo y negro, que “me llamaba” la atención casi “sin permitirme mirar para otro lado” mientras seguía caminando, “invitándome” a detenerme y volverla a contemplar; miré su precio y no sabía si era cara o barata, pero un día de aquellos, decidí entrar a comprarla y hacerla partícipe del “luto” que había contenido el año anterior; ella se convirtió en la expresión de ese proceso de duelo que me permitía encerrarme en mi cuarto o salir a la galería para ir aprendiendo, “por mi cuenta”, con un cuaderno de “Método Cifrado para Guitarra” comprado en “Mariano Viu”, a hacerla sonar melódicamente a base de insistir y practicar. “Mariano Viu” se convertiría en el lugar por donde “trazar” mis paseos solitarios de peregrinación por la ciudad (a veces, las menos, en compañía) para detenerme ante su maravilloso escaparate (cuerdas de repuesto, diapasones, cejillas, púas…  y múltiples instrumentos de los cuales, mi mirada, ya reparaba en las guitarras acústicas, en especial en una bonita, y escandalosamente cara, acústica “Suzuki”, que con el tiempo pude adquirir; así como también adquiriría una armónica para suplir el evidente “déficit” de poder cantar).  Debían ser sobre las seis y media de la tarde o un poco más cuando entramos en el interior de esa tienda que parecía un bazar de “toda la vida”. No recuerdo que íbamos buscando comprar, pero mientras esperábamos que nos atendieran reparamos en que “algo”, que no podíamos definir, resaltaba inusualmente en el interior hasta que advertimos que era el volumen de la radio; se hallaba demasiado alto, hasta el punto que sobresalía llamativamente. A veces, el tendero, mientras seguía atendiendo, parecía estar a la vez atento a los comentarios de la radio, por lo que nosotros mismos empezamos a prestarle atención al locutor y a los comentarios que realizaba, que parecían algo afectados y “excitados”, y nos llevaría a preguntar ¿Qué ha pasado? Y diligentemente el tendero nos dijo: “Han tomado el Congreso” parece un Golpe de Estado. Esta vez no era un sobresalto por un nuevo atentado de ETA; esta vez era el ejército quien causaba el sobresalto.  Ya atardecía y el Sol no alcanzaba la calle ni los edificios; tal vez la sensación de oscuridad fuera más intensa por la sorpresa que a “Nanón” y a mí nos causara esa noticia. Aún así, ya en el autobús de vuelta, la noche caía sobre nosotros y al pasar por delante del Cuartelillo de la Guardia Civil miré si había o no luz encendida (ahora no recuerdo si la hubiera o no, pero lo que buscaba mi mirada, sin duda, eran signos de normalidad). Después de cenar me acerqué a la cabina de teléfono a llamar a un tío mío para preguntarle qué pensaba y me dijo “No te preocupes, ya ha salido el rey”. Al día siguiente las clases siguieron como siempre y ningún profesor hiciera ningún comentario al respecto de lo sucedido la noche anterior.

 

Bien podría ser el relato que cualquier ciudadano, cuya edad le permitiera ser consciente de aquellos días, pudiera reconstruir cuando un hecho trascendental sucede en la vida de su país y que los Norteamericanos fueron capaces de evidenciar que esa “conmoción” personal sucede para todos aquellos que tienen una mínima sensibilidad social y/o política con una simple pregunta: ¿Recuerdas dónde estabas el día que mataron a J.F. Kennedy o Martin Luter King o Robert Kennedy? Desde entonces una pregunta similar, ante cualquier suceso o noticia que conmueve nuestras vidas, y valores como ciudadanos, viene a determinar, de manera sencilla, si realmente estamos comprometidos positivamente con nuestra sociedad  y nos importa su devenir. A partir de ahí, cada ciudadano vivirá las noticias de ese evento de una manera personal, por lo general siguiendo la información de los medios de comunicación, la prensa, los artículos, los programas realizados para ir profundizando en el suceso e incluso, algunos leerán libros que se publicarán al respecto. Pero para la inmensa mayoría serán los comentarios cotidianos, más o menos cercanos – unida a su propia intuición y forma de aceptar o relacionarse con la sociedad que le circunda – lo que le permitirá “ir conjeturando” qué fue lo que pasara realmente en un suceso de esa naturaleza, para acabar sintetizándolo con un razonamiento sencillo. Apenas irá más allá – salvo que su edad le permita evocar recuerdos similares ya vividos por sí mismo o transmitidos por el propio entorno familiar - porque las tareas cotidianas de la propia vida siempre vuelven a ocupar el lugar predominante y centro de atención de nuestras vidas. El susto – para quien lo pudiera haber tenido, que sin duda sería para la gran mayoría de la ciudadanía – iría pasando de largo a medida que la información va fluyendo, determinándose los responsables y concretándose un “Relato Oficial” que dejará a la inmensa mayoría de la ciudadanía encaminada hacia la normalidad; “digiriendo”, eso sí, un “mal trago” que señalaría – o siempre señala – que somos vulnerables, que la Democracia también lo es, y que la incertidumbre, que en alguna medida resurgía, acabaría siendo zanjada, en nuestro caso, por la propia Corona y la autoridad que esta representa se ejerciera y mostrara, en ese momento determinado de nuestra Historia, en favor del proceso Democrático en España. Aún así siempre hubo quien señalara situaciones puntuales que se produjeron aquella noche o los días previos, que mostrarán – a cada cual según sus circunstancias – que el “relato oficial” no es completo – nunca suele serlo, porque suele resultar imposible y por lo general, dada la complejidad del mismo, también inconveniente - ni abarca la verdadera dimensión y magnitud de lo que entonces pasara. La prensa y los medios irán mostrando situaciones vividas por los propios diputados mientras eran rehenes, desvelándose detalles y circunstancias sobre personajes que desde la “oscuridad” de una sala o cuarto del propio Congreso de los Diputados, señalaran a una diputada que “si estimaba su vida no encendiera la luz de esa habitación concreta”. Otros relatos mostrarían situaciones vividas por los líderes de los diferentes partidos, aislados en habitaciones separadas, vigilados por algún uniformado que en alguna ocasión se dirigiría a ellos comentando alguna circunstancia.  Nada de aquello tiene la prueba de fidelidad que otorgaría las imágenes de la propia TVE y la de los fotógrafos de prensa escrita, que publicarían, esa misma tarde, las imágenes del Asalto al Congreso. Mientras, la TVE – una vez liberada del inicial asedio militar – emitiría, al pueblo español y al mundo entero, los videos y audios que se grabaron, mientras los armados iban accediendo a todos los espacios del Hemiciclo y un oficial, en graduación de Tte. Coronel, pistola en mano, accedía por las escalerillas al atril de oradores – con mano alzada mostraba su arma corta reglamentaria – y con cuartelera voz de mando gritó a los presentes: “Quietos todo el mundo”. Las imágenes de TVE alcanzarían a emitir y grabar la inmediata reacción del General Gutiérrez Mellado levantándose de su asiento y pasando por delante del Presidente Suarez, se enfrentara, cara a cara, físicamente, con el mando sublevado; tal vez sorprendidos por la reacción de dignidad del ya veterano Tte. General - que le reclamaría ponerse firmes ante él - salieran de entre los accesos laterales al Hemiciclo, otros oficiales a “socorrer” a su líder militar rebelde, mientras este bajaba de la tribuna de oradores precipitadamente, en lo que parecía un impulso airado de hacer frente al General constitucionalista a la mayor rapidez posible, que le llevaría se sujetarse el tricornio, ante lo que le podría parecer un “desafío” inesperado - del militar que ostentaba el cargo de Vicepresidente del Gobierno para Asuntos Militares. Las imágenes de TVE permitieron ver el triste proceder – y las malas maneras -  de los subordinados y mandos sublevados intentando hacer caer y derribar al venerable General al suelo  ya llevaba meses y años recibiendo insultos y desafíos, de mandos militares, en cada funeral al que asistía cada vez que ETA volvía a matar, (a veces cada semana, incluso dos veces por semana); desafíos que desde algunos sectores y mandos de las FFAA le espetaban, en medio del funeral). Así se empezaría a concebir que ETA fuera uno de los mayores peligros para la democracia, por lo cual algunos se empezarían a preguntarse sobre “a quién servía realmente”, “a quién era útil" y "a qué intereses servía su actividad de violencia y terror”. 

 

No resulta posible concebir que esa noche se realizaran “negociaciones y acuerdos” en el plano político y civil si no fuera porque estos se acabaron “visibilizando” posteriormente afectando al ritmo político del proceso autonómico – que sería la primera consecuencia observada y explicitada en la prensa - también en las políticas de relaciones internacionales de España que iniciara Suarez - el anuncio del Presidente Calvo-Sotelo anunciando la entrada de España en la OTAN sería observado como un requisito “impuesto” por los EEUU, ante lo que considerarían “inapropiada” independencia y autonomía diplomática del ex_Presidente Suarez cuando buscaba ser referente de los “Países no Alineados” para quedar fuera de la órbita Norteamericana y salirse del ámbito de equilibrios de la “Guerra Fría”, lugar en el cual EEUU ubicaría a la España de Franco a cambio de respaldar su régimen política y económicamente, apoyando el desarrollo económico español; el precio, entonces, fuera establecer las bases Norteamericanas en nuestro país y con ello situarlo en el mapa de “Blancos y Dianas” del adversario político soviético.

El “acuerdo” de aquella noche acabaría “afectando”, de alguna manera “decisiva”, a las vidas de personas comunes y corrientes en sus legítimos anhelos de construir sus propias vidas en base a su capacidad y también visión que se constituyeran para sí, desde la lectura, comprensión e interpretación positiva de los valores que contenía – y contiene y sigue conteniendo - la Constitución Española aprobada en 1978.

Para observar este aspecto que ha podido pasar “desapercibido” a la inmensa mayoría de españoles – aunque no a aquellos que desde su formación académica y en cierta medida neutral o imparcial - se iban observando “interpretaciones decepcionantes” en nuestros derechos como ciudadanos e incluso en los procesos de acceso a la Función Pública se observarían “irregularidades” “inesperadas” que no se sabía con certeza a qué atribuir, pero que fueran defendidas y argumentadas – a veces desde lo aparentemente contradictorio o simplemente absurdo - en contra de lo que se concibiera como “normal interpretación y desarrollo” de las normas y procesos que las regulaban y que no podían, en ningún caso, ir en contra de la Constitución y de los valores que esta expresaba – Constitución como marco para la Democracia, que tanto, ambas – marco legal y sistema de convivencia - se instauraban  para TODOS y sin exclusión alguna, por poseer virtudes que se habían divulgado previamente como instrumento idóneo para la resolución de “conflictos e intereses”, señalando, por medio de esas resoluciones, los valores positivos que ambas poseían, y no quedarían, así, ningún ciudadano al albur de quienes se presentaran como más poderosos o más relevantes para el Estado.

La Democracia y la Constitución nos “haría” y “hacía” iguales ante la Ley y consiguientemente, nuestro destino y trayecto en la sociedad se mediría en base a nuestros valores, méritos y capacidades personales evaluados desde la imparcialidad – por la sencilla razón de que ello beneficiaría a la sociedad en su conjunto. Así se pondría punto y final a un periodo de Dictadura militar – concebida como una respuesta anticomunista, antisoviética y anti modelo URSS - que se impondría por la fuerza de las armas y la violencia extrema, en un ambiente internacional tenso, ideológicamente, que permitiría el apoyo de Italia y Alemania a Franco llevándole a su Triunfo. Esta era la visión divulgada en mi época juvenil, cuando la transición nos llevaba a la Democracia. El libro de Hugh Thomas, que a fascículos coleccionables a todo color y agrupados en tomos así lo mostraba. Una situación épica y polarizada que ya no se repetiría. Sencillamente estábamos en una “Transición” y eso significaba que aún quedaban personas procedentes del régimen anterior que aún no terminaban de entender que España había cambiado y que la libertad se abría paso; bastaría insistir en el propio mensaje constitucional, e incluso usar del derecho a reclamar para que “desde arriba” se fuera allanando el camino a las personas que legítimamente señalarían una situación injusta para que se enmendara.

El Golpe del 23 F parecía señalar que “no todo estaba en su sitio”, pero de alguna manera ya eso lo hubiera percibido cuando Suarez (que ejercía una fuerte ascendencia e impresión en mi persona) empezara a ser afeado e insultado en el Congreso. Aquella situación de su último año en política me causara una profunda decepción y me avergonzaba (también de mi país) no era lo esperado. Me parecía una actitud “baja y casi rufián” impropia de las esperanzas que habíamos puesto en la Democracia y la forma en que esta se debiera expresar en el “sagrado templo” del Congreso de los Diputados.

El susto vendría con el Golpe del 23 F, y mi primera “contramedida” - después de reflexionar profundamente en ello y concebir plenamente que el Ejército, en alguna manera aún indeterminada, debería estar lo suficientemente lejos de mi persona hasta que pudiera comprender meridianamente, su papel en una Democracia (pues ese acto sucedido era  confuso y las explicaciones que recibía de mi entorno de conocidos no mostraban en que la adhesión del ejército a la democracia estuviera basada en una confianza y respaldo en los valores hacia la misma; además sucesos cercanos a mi entorno, posteriores, señalarían que aquello que se produjera el 23 F era de mucho mayor calado y profundidad de lo que se había explicitado) -  fue declararme Objetor de Conciencia.

Situación plenamente legal y Constitucional que sin embargo causaría inconvenientes y alargaría el tránsito para encontrar trabajo. A la postre, me presentaría a oposiciones y, aprobadas, al año volver a opositar sacando la plaza número uno de mi convocatoria. Aquella oposición  causaría malestar, pues de los cuatro que aprobáramos, dos quedarían en liza y cuestionados ante una reclamación contenciosa administrativa de la que El País se haría eco: “Perdido en la montaña de papel”.

Las circunstancias del orden de aprobados eran chocantes para cualquiera que tuviera más edad que mi persona (26 años) y más experiencia de vida, pues si mi persona había quedado en el puesto número uno, el segundo venía de la Escuela Militar de Calatayud (y aseguraba que la noche del 23 F le hubieran ordenado a todos dormir con el uniforme de combate, preparados para hacer frente a una columna procedente de Zaragoza) Pensé que eran circunstancias sobrevenidas, en las que él mismo, como yo tampoco, supiera si quiera en qué bando se posicionaban sus mandos (si constitucionalistas o golpistas). Sin embargo, un compañero veterano me dijera para intentar despejarme la “inocencia” que desde luego, en el lado vencedor no estaba, porque un militar de graduación suboficial no deja el Ejército a los 24 o 25 años de edad. Aquella afirmación la dejé en la “nevera” a la espera de que con el tiempo adquiriera consistencia y empaque racional. Los otros dos siguientes en la oposición (pero cuestionados por el recurso Contencioso) a uno de ellos, ya antes de la oposición, un compañero afiliado a la UGT le dijera en presencia del resto que se decía que aquella noche del 23 F la pasaría en el Cuartelillo de la Guardia Civil, a lo que contestaba que por causa de un problema en el tejado de su casa (cuando un tío mío me dijera unas semanas más tarde que en el pueblo de mi tía habían confeccionado listas aquella noche y que mi tío estaba en una de ellas, entendí el porqué el compañero de UGT le espetara esa cuestión a este chico que acabaría aprobando la plaza). El otro cuestionado en la oposición por la sentencia del Contencioso habría resultado Alcalde pedáneo (en una lista amarilla – independiente) que luego se aliaría con el PSOE y del que se dice que pasó por el trance de abandonar el funcionariado y crearse una empresa privada. La sorpresa fue como resolvería la Administración la situación para cumplir la sentencia; pendientes de juramentar el cargo, aunque realizando ya funciones de vigilancia, el Jefe de Policía Local realizaría un documento “oficial” asegurando que mis compañeros se oponían a que yo fuera juramentado porque era objetor de Conciencia (y eso “no les cuadraba”) Así que el Jefe de Policía Local “fue creativo” y añadiría que me “oponía a llevar armas porque esa era mi condición de objetor de Conciencia” (con dos c…). De aquél Jefe, procedente como todos de la Guardia Civil, se dijo que hubiera confeccionado archivos confidenciales sobre todos y cada uno de los funcionarios municipales, y desde luego, en mi caso así era porque hube de tirar de Defensor del Pueblo para acceder a sucinta documentación donde aparecía su firma y un número de expediente que él trasladaba, parece ser que directamente, al Defensor del Pueblo (por lo que concebí que para este señor no era preciso que existiera un Servicio de Personal, o un proceso selectivo, ni siquiera una Constitución, pues él tenía sus propias normas y reglamentos de los cuales “tiraba” para pasar por encima de lo que fuere e imponer su criterio). Cabría preguntarse el porqué, y lo primero que busqué fue la fecha de su nombramiento como jefe de policía local – Eureka: marzo de 1981. Cabía pensar que el personaje habría sido “impuesto” como resultado de “acuerdos” aún indeterminados, que le llevarían a ocupar esa posición en un cuerpo armado con clara influencia en el devenir de la sociedad de mi ciudad, especialmente los jóvenes. Aún así solicité un certificado a Personal sobre mi condición de funcionario y en ella se explicitaba mi plaza, de personal armado, ganada con el número uno de mi oposición, papel que trasladé a la Delegación del Gobierno realizando una Queja Alzada, que la remitieron al propio Ayto y a nueva petición de “haber qué pasaba con mi asunto” y no contestar, reiteré la petición de otro certificado similar de mi condición de Funcionario; sorpresa, desaparecía mi condición armada quedando solo la de Oficial (re-diez, me dije, ¿habrían modificado los libros de Resoluciones?).

Acabé en Oficialía Mayor, asistiendo a mi Jede Servicio, llevando sus partidas presupuestarias y, a la postre, en su fallecimiento, acabé llevando Resoluciones y desarrollando un proyecto para informatizarlas, así como el diseño de una base de datos y sentencias que acabaría siendo usada por la universidad para que alumnos de Derecho realizaran prácticas “in situ” donde resumían las sentencias y ello servía de “cobertura” para la base de consulta que pondría a disposición y uso de los letrados municipales en los procesos judiciales que diariamente llevaban a cabo en la defensa de los interese municipales.

No acabara allí la cosa. Un cercano mío, muy cercano, estaba en el Estado Mayor de Valencia – con recomendación de una persona al efecto – en el remplazo de “mili” que asumiría y viviría la situación del 23 F. Una semana antes de la fecha del Golpe pidió permiso y se lo concedieron. En aquella circunstancia no repararía mi persona hasta años después, cuando le pregunté a un compañero del Tango, que era militar en activo, que si a los documentos secretos se tenía acceso desde las mismas oficinas por personal de remplazo; me contestó que los documentos secretos que se hallan en las oficinas se pueden leer, pero es obligatorio consignar detrás las personas que lo han leído. Así que en la oportunidad que se presentara preguntara a este cercano ¿Leíste el contenido del sobre “Top Secret” “Operación Diana” y saliste por piernas? Y me contestó: Empecé a soñar con tanques “rojos” – y yo agregué: “y te pediste permiso”..

 Aun caí en la circunstancia, mucho más tarde, de que si la “Operación Diana” era conocida por simples soldados de remplazo destinados a la Capitanía General de Valencia, alguno de ellos con recomendación de personas vinculadas o con influencia en la milicia, y si había más que hubieran leído aquél sobre, no cabría duda que alguno pidiera permiso e incluso lo comentara en casa y estos familiares lo comentarían a quien recomendara a su hijo. Estaba claro que la Operación Diana sería pública y notoria en al ambiente militar de Valencia y, consecuentemente, en el resto de Capitanías, casi sin duda. Y por consiguiente, el mando supremo, la Corona, también lo supiera con la misma antelación.

Ante la crisis económica (que se asociaba también a un cambio tecnológico) que bloqueaba mi acceso a la profesión estudiada en FP realicé formación agraria, me adentré en el mundo ecologista, de vuelta a la Tierra, y me afirmé como pacifista ante el Golpe del 81. Aprobé las oposiciones referidas; tal vez alguien, algún día, nos explique en base a qué autonomía y “privilegio” Constitucional un Jefe de Policía Municipal, procedente de la Guardia Civil y nombrado en el cargo en marzo de 1981, tiene potestad en “determinar” quién sí o quién no, toma posesión en su cargo de funcionario; y si ese “privilegio” se extendió a otros nombramientos que desconocemos – como aquél que, siendo firme el recurso contencioso, se debiera desplazar a los dos último puestos que optaron y sin embargo se desplazara a mi persona y a la otra que aprobara le hicieran desistir de ocupar la plaza y le dieran otra diferente a la aprobada.

Parece claro que aquellos acuerdos de aquella noche implicarían reubicar a jóvenes militares que sus carreras eran truncadas porque su mandos se sublevaran en el golpe duro (que señala La Vanguardia) pero también a jóvenes que fueron “señalados” por sus padres al pasar la noche en cuartelillos confeccionando listas de demócratas, socialistas, comunistas, anarquistas, sindicalistas….a los que habría que re-ubicar para no quedar señalados para siempre en su entorno social. Los mandos militares del golpe duro serían jubilados – como narraría una persona que describía su propia condición de militar “jubilado” con grado de capitán y que apenas tendría unos treinta y pocos años, mientras estábamos de ronda por el Galacho - ascendiendo un grado (tenientes, capitanes… pasaron a la vida civil con paga y ascenso, y con derecho a realizar otro tipo de trabajo). La decisión de “recolocar” o “ubicar” a los “señalados” por su participación en el 23 F sería determinante para personas que sí creían en los valores constitucionales y se presentaran también a oposiciones en los años posteriores. Y tampoco sabremos si esa decisión diera o no “cabida” a que, bajo el pretexto de “igualdad de condiciones” otras organizaciones (ya dentro del ámbito político) esgrimieran el mismo “derecho” a tal “deferencia” para con los “propios” en razones o criterios destinados “a equilibrar la balanza”; pero desde luego, se extendiera o no, el “proceder”, siempre se habría de hacer a costa  de los jóvenes que sí creyeran en la democracia, la constitución y sus valores.

 

La narración del Heraldo  de hoy es interesante, porque aborda a la Brigada Acorazada Brunete y la tensión detectada en la autoridad civil de mi propia ciudad cuando observa el intento de militarizar la ciudad.

Sería un consuelo concebir que las palabras del General, Gutiérrez Mellado, cuando hiciera referencia a abordar los motivos que llevaran a España a la Guerra Civil, algún día se hicieran realidad y pudiéramos establecer una paz interna y bienestar perpetuos, pero por el momento parece que deberemos seguir esperando a que se dé el plazo que él mismo fijara de esperar 100 años; hoy en día parece que ello no es más que un “delirio” que ya forma parte de mi blog (por lo que mi blog persiste en ello, aún con cierta confianza, pero señalando, sin duda por mi parte, que el origen de todo mal se sigue perpetuando cada vez que se siembra algún tipo de violencia – fuera de la naturaleza que fuere). Por lo que es probable que ese plazo fijado por el Tte. General  dado no solo no sea suficiente, sino imposible.

 

FIN

 

(mientras, la CIA realizaba un informe en el que señalaba que “El Golpe estuvo más cerca de triunfar de lo que reconoce el Gobierno”)

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