Miguel Ángel Ibáñez Gómez - maiges_ps@hotmail.com

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domingo, 23 de agosto de 2015

"Un tuto revolutión" (1) - para dejar el verano y comenzar el nuevo ciclo económico-político.


Pablo Iglesias o la frustración del cambio hacia atrás.

Decía una fabula griega que el poder (situado en un misterioso santuario al pie del monte Albano, en las cercanías de lago Nemi) - es como quien se sitúa custodiando un árbol en medio de un claro. Vigila noche y día sus alrededores para que nadie de los que acechan el vegetal desde los matorrales circundantes, le quite la posición, hasta que vencido por el cansancio  o por un error de vigilancia, es asaltado y depuesto de su posición.
Todo un movimiento juvenil, esencialmente juvenil, pedía un cambio en maneras y formas hace unos pocos años. Como siempre, en ello se veía un acecho al sagrado árbol del santuario, y el temor se apoderaba tanto de quienes lo custodiaban como de quienes lo acechaban - posiblemente todos con el pie cambiado en medio de la batalla; tal vez persuadidos de que difícilmente se puede cambiar la esencia de la condición humana que es la que termina por definir este aparente y etéreo ente que llamamos Estado y que, parece no ser otra cosa que la suma de las conciencias de los ciudadanos que lo conforman - conciencia matizada por aquellos que lo representan cuando lo alcanzan y ejercen.
Las manos agitándose en el aire era una pacífica manifestación simbólica que sustituía a los tradicionales aplausos de aceptación, tal vez señalando la aspiración de una parte de la sociedad a un modelo de Estado diferente. Pero, posiblemente, la conciencia estructurada y organizada de ese Estado que somos todos, pudo entender, de alguna manera, que cambios basados en la exteriorización de formas y maneras tan pacíficas solo pueda llevar, en definitiva,  a alejarse en mucho del verdadero carácter hispano, más cercano a demostraciones de fuerza que de razones, que no siempre todos pueden entender o intuir, y cuyo vehículo suele ser la autocensura y las razones del miedo.
De ahí nacieron los mecanismos de responsabilidad (u oportunidad) que canalizan tanto frustraciones como inquietudes, emergiendo esa polémica figura irritada de Pablo Iglesias basada en el caótico cabreo, esgrimido por el joven profesor universitario - que tan poco parece tener en común con las expresiones de los que agitaban las manos, persuadidos de las fortalezas de las razones de la razón (tal y como les habíamos enseñado durante su educación).
Atemorizados los vigilantes del árbol sagrado pusieron en marcha mecanismo de auto-control y transparencia, cuya eficacia será proporcional al convencimiento organizado de la razón de todos los que no estando en la esfera del Estado, y lo son por definición, y tienen capacidad para configurarlo mediante el voto.
Si Pablo, en vez de generar una coherencia razonada y razonable, apela, como hasta ahora, a los sentimientos más viscerales de la gente - sentimientos bastante receptivos después de la experiencia de frustración colectiva recibida, que tal vez no sea más que la toma en contacto con la realidad política española, ocultada por un sueño de prosperidad demasiado artificial y del que nos desprendemos -, hará posible que la frustración se apodere completamente de aquellos que esperaban del líder ser, al menos, "el vértigo" necesario que cambiara al resto de los partidos en maneras y formas creíbles.
Pocos vieron, desde el entorno del árbol sagrado, en aquél momento de manos agitadas, las oportunidades que ofrecía el movimiento juvenil para transformar la propia política en una verdadera casa común de la razón de todos los ciudadanos (y desde el PSOE hay quien lo vio con nitidez y  abogó con éxito por una solución pacífica y ordenada desde su posición en el Parlamento) - mientras otros (los de siempre) evaluaban la represión como única fórmula de canalización de cualquier frustración.
Los movimientos ordenados y reflexivos del ese Estado que somos todos,  han consumido gran parte de esas ambiciosas posibilidades de renovación, una vez más - al desvelarse que detrás de la irritación del evangelizador había un paraíso decadente y en proceso de  descomposición al otro lado del mar; lo que ha representado un verdadero alivio a todos los que se encontraban a los pies del monte Albano -, disolviendo sueños e ideales dentro de la cotidiana realidad de los problemas políticos en España y en Europa.
Sin embargo queda la esperanza de renovación. Tal vez no triunfe el profundo convencimiento de la necesidad de nuevas formulas de justicia - más vinculadas con el ideal del legislador que conforma las leyes para el bien común, en contra de los subjetivos sentimientos de justicia a los que son tan propensos de apelar aquellos que, desde el PP, quieren proteger a sus amigos de salpicaduras o inmersiones corruptas; generando la triste sospecha de que están poniendo el Estado (¡¡¡oiga!!! !!!que el Estado éramos todos!!!!) al servicio de unos pocos, cuando no en venta, si no porque la generación  de la transición - que pudo acabar haciendo de la política un mero ejercicio de axiomas (convirtiéndola en una profesión que se aleja de la gente) - acaben por jubilarse sin ser capaz de transmitir sus genes (algo verdaderamente improbable).

Es esa una de las últimas esperanzas de cambio que siempre sostiene la gente común (la de cambio hacia adelante, no hacia atrás).

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