Miguel Ángel Ibáñez Gómez - maiges_ps@hotmail.com

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jueves, 28 de febrero de 2019

El valor de asociarse


     Tal vez, desde muy jóvenes, cuando observamos que una actividad nos agrada y la retiramos, descubrimos que el entorno se refiere a esa actividad como una afición y se percibe que esa definición traslada un rasgo de singularidad propia que puede llegar a definir al propio aficionado en su entorno.

Cuando se descubre que otras personas también comparten esa afición se genera una especie de impresión mágica - pues descubrimos prontamente que las coincidencias en gustos con otras personas es un hecho que suele tener mucho de fortuito y accidental.



Las personas se juntan entorno una afición;  la atención y la preocupación -  normalmente entretenida en quehacer diario - hace un paréntesis que permite dedicar un tiempo para sí mismo, de manera más especial y particular. No tiene que ver con un respiro más o menos momentáneo en el entorno del hogar, sino que suele ser precisamente un verdadero espacio propio que se comparte con quienes participan de esa misma afición, por ello es un espacio realmente diferente que resulta grato y que aleja de las rutinas y roles diarios, otorgando una perspectiva diferente, y alternativa, por unas horas, que dedica, cada persona, más así misma.



Asociarse, para crear estos “espacios” destinados a desarrollar aficiones, es una posibilidad que se suele concebir cuando se percibe que una actividad, que se descubre, proporciona una especie de “magia” inesperada, y a veces fascinante, o bienestar posterior inesperado, o un estímulo lúdico imprevisto (ocurre a quienes se enganchan a la astronomía ,o a quienes descubren el placer de caminar por el monte o la montaña, o quienes descubren la pasión por la lectura, o la fascinante complejidad del ajedrez, o quiénes disfrutan practicando un deporte en equipo como el fútbol, balonmano o baloncesto…, o quienes se asocian para crear redes y poder viajar a distintos lugares). Sensaciones, emociones o impresiones que suelen ser difíciles de compartir, en toda su plenitud, con quiénes no han tenido esa misma experiencia; de ahí que se llegue a concebir las aficiones como algo tan propiamente personal que, a veces, se señalan como un rasgo muy particular de una persona.



En la actualidad practicar baile se ha ido consolidando como actividad lúdica que es portadora de multitud de beneficios para la salud. De ello dan cuenta multitud de artículos y programas difundidos por medios de comunicación. Por ello han ido prosperando iniciativas que han proporcionado estos espacios donde personas de todas las edades, han podido acercarse a estas actividades que permiten mantener un buen estado físico y prolongarlo, incluso, en etapas donde antiguamente no se concebía como apropiado realizar cierto tipo de actividades físicas.



Las ciencias de la salud vinieron alinearse para apoyar la idea de que las cualidades saludables se prolongan retomando el baile y la música. Muchos ámbitos de baile están concebidos como experiencia para aprender ritmos y bailes determinados. Son espacios que suelen ser de tránsito para el aprendizaje, pues luego se practica lo aprendido en cualquier otro lugar de encuentro festivo, de los muchos que hay para distraerse o pasar un rato. Sin embargo, existen otros espacios donde también hay compromiso de naturaleza más particularmente social, cómo son las iniciativas dónde se generan actividades de esta naturaleza para el propio entorno vecinal.



Cuando las personas descubren que una afición por el baile van más allá de la propia, e inevitable, etapa formativa, se unen para crear un espacio continuo, en el tiempo, donde practicar su afición de manera autónoma y por sus propios medios. Si se genera, así, un ente asociativo de numerosos miembros y perdura en el tiempo, de manera prolongada, se podría decir que no solo ha conseguido el objetivo de poder crear un espacio estable donde practicar la afición, pues aunque no siempre se perciba, ha ido muchos más allá de ese espacio físico concreto - no solo por tener que dotarse de órganos de gestión y consulta desde los cuales dirigir y desarrollar el inicial impulso asociativo - sino porque lo que se ha creado en realidad es un espacio de “naturaleza humana”, que perdura en el tiempo, constituyendo, en sí mismo, un Valor propio a destacar, en la dimensión que merece – y que suele ir más allá de lo que cada cual pudiera concebir particularmente.



 Cuando un grupo humano numeroso, organizado en asociación, es capaz de perdurar más de 20 años, no solo hay que visualizar el hecho temporal, sino ir más allá para contemplar el verdadero mérito de convivir y compartir un lugar desde distintas percepciones y formas de expresar el baile; e incluso, desde distintas percepciones vitales, haciendo del ejercicio propio del baile un lugar de permanente acogida. Ese es el verdadero mérito que suele pasar desapercibido y que difícilmente se puede apreciar. La verdadera dimensión de lo conseguido no se halla en los números, ni siquiera en las actividades realizadas, ni en cualquier otro frío dato que se pudiera exponer… Viene representado por el esfuerzo realizado, las expectativas (unas veces conseguidas y otras no tanto), las dificultades vencidas, los obstáculos salvados, las amistades o afinidades establecidas… incluso el propio devenir del tiempo vivido entre todos. 

Ese espacio creado y compartido, y el conjunto de las emociones vividas, difícilmente se puede visualizar y comprender desde fuera; es patrimonio propio, visible sólo desde una amplia perspectiva Humana.



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