Tal vez, desde muy
jóvenes, cuando observamos que una actividad nos agrada y la retiramos,
descubrimos que el entorno se refiere a esa actividad como una afición y se
percibe que esa definición traslada un rasgo de singularidad propia que puede
llegar a definir al propio aficionado en su entorno.
Cuando se descubre que otras personas también comparten esa
afición se genera una especie de impresión mágica - pues descubrimos
prontamente que las coincidencias en gustos con otras personas es un hecho que
suele tener mucho de fortuito y accidental.
Las personas se juntan entorno una afición; la atención y
la preocupación - normalmente
entretenida en quehacer diario - hace un paréntesis que permite dedicar un
tiempo para sí mismo, de manera más especial y particular. No tiene que ver con
un respiro más o menos momentáneo en el entorno del hogar, sino que suele ser
precisamente un verdadero espacio propio que se comparte con quienes participan
de esa misma afición, por ello es un espacio realmente diferente que resulta
grato y que aleja de las rutinas y roles diarios, otorgando una perspectiva
diferente, y alternativa, por unas horas, que dedica, cada persona, más así
misma.
Asociarse, para crear estos “espacios” destinados a desarrollar
aficiones, es una posibilidad que se suele concebir cuando se percibe que una
actividad, que se descubre, proporciona una especie de “magia” inesperada, y a
veces fascinante, o bienestar posterior inesperado, o un estímulo lúdico
imprevisto (ocurre
a quienes se enganchan a la astronomía ,o a quienes descubren el placer de
caminar por el monte o la montaña, o quienes descubren la pasión por la
lectura, o la fascinante complejidad del ajedrez, o quiénes disfrutan
practicando un deporte en equipo como el fútbol, balonmano o baloncesto…, o
quienes se asocian para crear redes y poder viajar a distintos lugares).
Sensaciones, emociones o impresiones que suelen ser difíciles de compartir, en
toda su plenitud, con quiénes no han tenido esa misma experiencia; de ahí que
se llegue a concebir las aficiones como algo tan propiamente personal que, a
veces, se señalan como un rasgo muy particular de una persona.
En la actualidad practicar baile se ha ido consolidando como
actividad lúdica que es portadora de multitud de beneficios para la salud. De
ello dan cuenta multitud de artículos y programas difundidos por medios de
comunicación. Por ello han ido prosperando iniciativas que han proporcionado
estos espacios donde personas de todas las edades, han podido acercarse a estas
actividades que permiten mantener un buen estado físico y prolongarlo, incluso,
en etapas donde antiguamente no se concebía como apropiado realizar cierto tipo
de actividades físicas.
Las ciencias de la salud vinieron alinearse para apoyar la idea
de que las cualidades saludables se prolongan retomando el baile y la música.
Muchos ámbitos de baile están concebidos como experiencia para aprender ritmos
y bailes determinados. Son espacios que suelen ser de tránsito para el
aprendizaje, pues luego se practica lo aprendido en cualquier otro lugar de
encuentro festivo, de los muchos que hay para distraerse o pasar un rato. Sin
embargo, existen otros espacios donde también hay compromiso de naturaleza más particularmente
social, cómo son las iniciativas dónde se generan actividades de esta
naturaleza para el propio entorno vecinal.
Cuando las personas descubren que una afición por el baile van
más allá de la propia, e inevitable, etapa formativa, se unen para crear un
espacio continuo, en el tiempo, donde practicar su afición de manera autónoma y
por sus propios medios. Si se genera, así, un ente asociativo de numerosos
miembros y perdura en el tiempo, de manera prolongada, se podría decir que no
solo ha conseguido el objetivo de poder crear un espacio estable donde
practicar la afición, pues aunque no siempre se perciba, ha ido muchos más allá
de ese espacio físico concreto - no solo por tener que
dotarse de órganos de gestión y consulta desde los cuales dirigir y desarrollar
el inicial impulso asociativo - sino porque lo que se ha creado en realidad
es un espacio de “naturaleza humana”, que perdura en el tiempo, constituyendo,
en sí mismo, un Valor propio a destacar, en la dimensión que merece – y que suele ir más
allá de lo que cada cual pudiera concebir particularmente.
Cuando un grupo humano numeroso, organizado en asociación,
es capaz de perdurar más de 20 años, no solo hay que visualizar el hecho
temporal, sino ir más allá para contemplar el verdadero mérito de convivir y
compartir un lugar desde distintas percepciones y formas de expresar el baile;
e incluso, desde distintas percepciones vitales, haciendo del ejercicio propio
del baile un lugar de permanente acogida. Ese es el verdadero mérito que suele
pasar desapercibido y que difícilmente se puede apreciar. La verdadera
dimensión de lo conseguido no se halla en los números, ni siquiera en las
actividades realizadas, ni en cualquier otro frío dato que se pudiera exponer…
Viene representado por el esfuerzo realizado, las expectativas (unas veces
conseguidas y otras no tanto), las dificultades vencidas, los obstáculos
salvados, las amistades o afinidades establecidas… incluso el propio devenir
del tiempo vivido entre todos.
Ese espacio creado y compartido, y el conjunto de las emociones
vividas, difícilmente se puede visualizar y comprender desde fuera; es
patrimonio propio, visible sólo desde una amplia perspectiva Humana.
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