Miguel Ángel Ibáñez Gómez - maiges_ps@hotmail.com

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martes, 18 de febrero de 2020

Una visón de la Violencia.


Desde hace ya unas semanas (escrito ya hace un tiempo), empecé a convenir, conmigo mismo, que el rasgo transversal que pudiera definir a nuestra sociedad occidental – en el más amplio sentido del término occidental – pudiera localizarse bajo una especie de premisa que contemplara el “uso y administración” de la violencia o la violentación de las personas. Como la cuestión del empleo de la violencia parece un fracaso en sí mismo, pues concibo que las razones, o los razonamientos sinceros, debieran ser capaces de ser punto de partida a aceptar y analizar (que no se deben ignorar, o negar, o no considerarse valiosos puntos de partida, en vez de obstáculos), para desde ahí reconducir cualquier situación, siempre que se sepa conducir y reconducir las situaciones de antagonismo (y creo que en Occidente, en general, existen conocimientos suficientes para reconducir cualquier situación desde el diálogo) siempre que se atienda a las “causas reales y de fondo” que la hacen posible; pues de esa manera podremos siempre observar el verdadero origen “íntimo” del “malestar” y con ello, estamos en condiciones de presentar alternativas suficientes para reconducir cualquier situación por medio de compromisos que hacen posible la convivencia social y las soluciones “no violentas” a cualquier problema que se nos presente (por medio de estos esfuerzos para preservar el entendimiento, somos capaces de verificar si existieran factores “objetivos” que estimulan el malestar y la falta de entendimiento, y la razón de ser de los mismos; con lo cual seremos capaces de ir modificando esos factores – se hallen donde se hallen – para ir mejorando la convivencia social y con ello ir eliminando esas razones que parecen existir – de manera aparentemente consensuada – en el uso de la violencia coercitiva o violentadora como instrumento coadyuvante, y para algunos indispensable, en el restablecimiento de la paz social o de la resolución de un conflicto).  Un ejemplo que me viene a la mente es el programa radiofónico que escuchaba por las mañanas en Buenos Aires y que hablaba de actos británicos en Argentina y colaboración con las FFAA; y sin embargo proto comprendí que ello, probablemente, no fuera otra cosa que parte de las condiciones de paz impuestas por los británicos.
En un principio pensé que esta cuestión de “administración” de la violencia” con fines aparentemente coercitivos para mantener el “orden” social  estuviera contenido en el ejercicio de una visión exclusivamente española, y en consecuencia, propia del carácter español, de la cual se libraba, por unas u otras razones, el resto de países europeos. Bajo esa convencimiento subyacente, motivo de reflexión cuando se han dado situaciones puntuales, en ese sentido, (por ello siempre he intentando buscar, de manera intuitiva, el motivo real por el cual se desencadena una acción violenta cuando en las manos del Estado se hallan todas las capacidades y recursos a su alcance, para determinar las verdaderas causas e iniciar caminos de resolución no violenta que suelen implicar compromisos para la resolución del fondo real del problema que hizo posible el desencuentro). En ese sentido, e intentando buscar la causa real de ese convencimiento del uso de la violencia he estado receptivo a cualquier circunstancia al respecto. 
El comentario de un suceso histórico en el espacio RNE-R5, hace una o dos semanas (y que es un programa cuyo contenido se ha reiterado nuevamente la semana pasada), me llevó a realizar una rápida e intensiva visualización de la Historia de España en su devenir político de los últimos 200 años. Aunque la noticia desencadenante fue la autopsia realizada al cuerpo del General Prim (y que en dicho espacio radiofónico se pusiera el acento en el temor reiterado a que se confirmara que fuera asesinato por conjura interna de luchas políticas del más alto nivel) la afirmación que en el mismo programa radiofónico se realizó para señalar que, una vez efectuada esa autopsia, el cuerpo parece haber sufrido un tratamiento en el cual se han borrado los signos de esa violencia detectada que, dicho General, parece que padeció una ya vez sufrido el primer atentado y que fueran la causa real del fallecimiento de ese Presidente de Gobierno (signos de ahorcamiento y apuñalamiento que parecen darse a entender que sufrió el cuerpo horas después de haber recibido el atentado con armas de fuego y ser socorrido por atención médica). En sí mismo, dicho programa radiofónico me hubiera pasado un tanto desapercibido y lo hubiera ubicado como una curiosidad más de la extraña, confusa, violenta y desconocida Historia de la España del siglo XIX y que la restauración democrática del 1978 pareció enterrar definitivamente, sobre todo con la entrada de España en la UE, que acabara con el “proclive” a cualquier tendencia a conjuras tan propias de ese siglo lleno de revoluciones y antagonismos que parecen que nos alcanzaron de pleno en los años 30 del siglo XX. 
Así que, como mi ánimo estaba entretenido en hallar las causas de esa violencia (que también trasmite cierta idea coercitiva) que me parecía que se hallaba exclusivamente en el carácter español, el programa radiofónico sobre Prim me llevaba, irremediablemente, a curiosear por la Historia de España empezando por el mismo Prim, del cual sentí profunda decepción (cuando verifiqué que él mismo había poseído e incorporado a su proceder vital la violencia como forma de resolución de conflictos – como parece que era de esperar en un personaje que desde joven se vio encaminado a participar de batallas y guerras del momento en la propia península y posteriormente en ultra mar; y que también llegara a despreciar, en su “código negro”, a la raza negra cuando esta reclamaba abolir la esclavitud en territorios españoles en América) primero porque se consideraba un progresista, pero era un progresista violento, lo que me permitía seguir considerando que la causa de esa violencia adherida al carácter español aún se hallaba incrustada transversalmente en la sociedad política de ese momento; por lo que seguí curioseando hasta principios del siglo XIX para intentar deducir cual era el ambiente político en las altas esferas españolas de aquella época. La idea que me transmitió la lectura, en una primera impresión, es que Napoleón fue capaz de “instrumentalizar” las rivalidades internas de nuestro país para convertir a España en campo de batalla en el que, tanto ingleses como franceses, se “midieran” (con el propósito inglés de extraer enseñanzas militares que le serían útiles para derrotar la “revolución” francesa sobre el suelo europeo, determinando el futuro de Europa sin la figura de Napoleón) y, a la vez, aprovecharon la ocasión para ir destruyendo la incipiente industria española, acabar con su Armada y desestabilizar las colonias en América. Uno de los objetivos de Napoleón era, como lo fue de la Alemania de los 30, y como lo es para cualquier potencia que desea mantener una política económica favorable a sus intereses en Europa (como lo fue de Inglaterra en su momento, con éxito que llega a nuestros días), controlar el tráfico marítimo en el Mediterráneo, y consecuentemente controlar Gibraltar. Todas estas pugnas entre naciones y sus intereses particulares parecían haber encontrado un camino y cauce de entendimiento que parecía eficaz con el proyecto de la CEE y la posterior UE, y sin embargo el proyecto europeo también se halla, en estos momentos, cuestionado y las razones de la violencia (que inevitablemente portan las ideologías excluyentes de cualquier signo) parecen emerger nuevamente como fórmula aceptable para la resolución de conflictos por medio del marco de ideas y símbolos que representa la idea del Nacionalismo; y esta solución violenta se viene expresando con la aparición de partidos que cuestionan las libertades que el progreso de la Democracia, en el proyecto europeo, señalan como territorios de derechos a consolidar. 
Por ese motivo realicé, también recientemente, una inmersión en los “mensajes” que venimos recibiendo a través del mundo anglosajón – pues vengo sosteniendo, en mi convicción personal, que es ese mundo quien pudiera sostener ese principio de violencia inherente y necesaria que se opone a las políticas de la EU de resolución de conflictos por medios “no violentos” y, consecuentemente, si mi persona estuviera en “acierto” respecto de mi propia visión, ésta mi propia visión pudiera verificarse, en alguna manera y forma, en los “mensajes” que el mundo anglosajón y la industria americana sostienen por medio de sus películas cinematográficas que inundan el mercado occidental y, consecuentemente, tienden orientar y jerarquizar los valores que nos transmite la potencia mundial que rige los destinos económicos y políticos de la cultura que llamamos occidental; y que es la cultura a la que la UE y España pertenecemos, inevitablemente, tanto por cuestiones geográficas como culturales – mientras que a la vez leía un libro escrito por Varoufakis (el ministro griego que se pudo de moda durante la crisis en el país Heleno) y que me había caído en la mano accidentalmente.  Lo “devoré” en un par de tardes y aún inicié una segunda lectura para intentar determinar el grado de “contaminación” emocional que pudiera portar el autor como crítica adherida (y probablemente inevitable) hacia una “teoría económica” que sostuvo en progreso la economía mundial hasta que estalló en 2007 y 2008. Realmente sí que existe “contaminación emocional”, al menos así me lo parece, pues si bien aporta elementos lúcidos e inteligentes para un análisis crítico y divertido, por las ironías que incorpora describiendo el sistema anglosajón  - el utiliza un término algo diferente pero coincide con la visión intuitiva (nunca me había puesto a reflexionar seriamente sobre la existencia, o no, de un sistema tan estructurado, y sin embargo, Varoufakis lo confirma, produciéndome autoestima) de dominio económico de los EEUU y UK (y en consecuencia dominio político en alguna manera y forma determinante) - no parece “ponerse en el lugar” de la propia potencia Norteamericana – ni de su prima UK - con el fin de que, como toda potencia, intentara encontrar caminos hacia una perpetuación pacífica de su sistema que le evite la contemplación de soluciones tan expeditivas como las que se vislumbran con el renacimiento de los nacionalismos en occidente y que parecen ser consecuencia del “fallo” en la hipótesis de “economía perfecta” que concibió el mundo anglosajón (si es que realmente hay fallo o simplemente no es otra cosa, como a mí me lo parece, que una teoría con un recorrido previsiblemente corto y adverso, que ahora se expresa, contundentemente, por medio de una crisis “controlada” y localizada, en su disconformidad con la política de “no violencia” sostenida en la UE y expresada, con claridad, en el problema ucraniano o en el acercamiento anterior, de la UE, a Rusia, con el aparente fin de ir limando asperezas) que ha permitido la estabilidad de la CEE y la posterior UE; o de simplemente la renuncia a seguir sosteniendo el proyecto de crecimiento y desarrollo de la UE, como parece que es lo que asevera el Presidente Norteamericano Trump (una vez verificado el fallo del sistema económico ideado como perfecto).  Sin embargo, Varufakis aporta datos, que de realmente ser ciertos (y lo parecen al ser datos aparentemente objetivos – algunos de los cuales señala), parecen indicar – y no es que lo diga expresamente el autor, sino que me lo induce a pensar la lectura - que la economía anglosajona no es plenamente subsidiaria (o dirigida, inequívocamente) del poder político del mundo anglosajón (es decir, bajo principios plenamente democráticos y racionales), sino que basada en las reglas del negocio y la rentabilidad tiene un margen de independencia  tan amplio que hace posible (por medio de sus “aciertos” o “errores”, y que parecen seguir las reglas de obtener el máximo beneficio) determinar el tipo o perfil de gobernante necesario en cada momento o fase de la economía Norteamericana (y no viceversa – pues así lo deja entre ver la posición de políticos Republicanos y Demócratas que se opusieron al populismo de Trump sin ningún éxito); y en este caso el perfil de Trump fuera el idóneo en este momento para iniciar (o intentar iniciar) el cambio de paradigma que pudiera haberse concretado su inicio, creo que señala Varoufakis en 1997 cuando se concediera el Premio Nobel a dos técnicos que dieron la cobertura (al desarrollar una fórmula pionera para la tasación de opciones financieras; Myron Scholes y Robert C. Merton en 1997 fueron laureados con el Premio del Banco de Suecia en Ciencias Económicas en memoria de Alfred Nobel por elaborar un nuevo método para determinar el valor de los productos financieros derivados. Años más tarde, formaron parte del fondo Long Term Capital Management (LTCM). En 1998, este fondo perdió 4.600 millones de dólares y tuvo que ser rescatado por el Gobierno. En 2000, estaba cerrado.) haciendo posible que se hicieran realidad productos tóxicos (garantizados con una fiabilidad que hacía posible su tratamiento como dinero efectivo), aunque que portaran un 20% de deuda irrecuperable (valorados en 500 mil millones de dólares) y que hizo posible una burbuja económica, descomunal, de 40 billones de dólares (dando idea, ese impacto final, del volumen de negocio que pudieron suponer esos productos en el mercado bancario). El intento de “convertir el plomo en oro” volvió a fallar – por ello creo que deberían tomarse en serio todos los economistas que la avaricia, la ambición o la codicia, cuando priman en la administración económica, siempre ponen en riesgo empresas de toda índole y en este caso lo hizo con el “Plan Global”, - difícilmente se puede tomar esa posibilidad alquímica como real si no se ubica, primero, en el entorno espiritual, es decir, en el moral y ético.  El sistema de doble déficit sostenido por los EEUU (el déficit presupuestario y el déficit de la balanza comercial - puesto que la economía de los EEUU se alimentaba, según explicaciones de Varoufakis, a través de la inversión de los beneficios que proporcionaban las industrias de todo el mundo occidental – se calcula que retornaba el 70% de los beneficios generados - tanto a la City de Londres como a la bolsa de New York) da la impresión de ser la única fórmula que daba autonomía a las economías de los aliados (incluidos la Alemania y el Japón vencidos de la II Guerra Mundial) sin someterlas a una rigurosa subsidiariedad comercial que hiciera imposible el desarrollo económico de occidente (y por tanto hizo posible que siguiera vigente la libre iniciativa y el libre comercio que es el principio liberal por excelencia)
En este momento, mi tesis es (y sigue siendo) que la crisis es el resultado de un desencuentro en estrategias políticas para el avance y desarrollo de la Democracia en Europa y su entorno; en lo que parece una contradicción en sí misma, pues es difícil concebir que un país como Alemania – derrotada en la Guerra por su nacionalismo extremo, belicoso, imperialista, excluyente, criminal y autoritario – pueda ser impulsada generar una proyección de la Democracia (en sí misma o) en Europa por medios belicosos sin contradecir, o acabar evocando como “realmente correcta”, una situación histórica similar por la que fue “castigada” y dividida durante más de 40 años. Cuando EEUU afirma que “USA Primero”, no está diciendo otra cosa que asegurar que no va a comprar los “excedentes” de producción de sus aliados (que es lo que permitía hacer su doble déficit), con lo cual el horizonte que se vislumbra, ante la incertidumbre, es replegarse (e ir cerrando puertas)  y sin embargo, no reflexionamos sobre el motivo último de la necesidad del mundo anglosajón de imponer un esquema basado en violencia coercitiva, primero, y luego periodo de Paz; y esos, sus rígidos postulados, nos lleven al peligro de tránsito por una nueva etapa de confrontación en Europa (y cuyos pasos previos – ineludibles según las experiencias ya vividas en la Historia - son la inmersión en un Nacionalismo desintegrador de Europa que sea permeable a los principios de belicosidad; y que permitan construir un “otro siempre igual relato” por el cual los antagonismos nacionalistas europeos son la causa primera y última de sus desgracias - de las cuales siempre nos salvará el mundo anglosajón por medio del sacrificio de sus jóvenes; generando de una deuda, económica y moral, interminable, a la que nunca se puede poner fin).
 Parece que esta visión de dominio de la sociedad se viene a corresponder con una visión en la que se considerara que la Democracia – como criticaba Sócrates en palabras de Platón – es, exclusivamente, seguir al más fuerte y en ese seguirle convertir sus intereses en nuestros intereses; pero encontramos en ello un obstáculo que hemos viniendo observando en el desarrollo de cualquier Gobierno: La fuerza, por sí misma, no soluciona nada, y siempre hay que tener un razonamiento y un contraste de opiniones que permitan vislumbrar el mejor camino posible para trazar un rumbo común, lo más consensuado posible (que es lo que llamamos Democracia); pues si una vez vislumbrada una meta se intenta abreviar con violencia (en donde no existe violencia) nos encontraríamos que precisamos recorrer un trayecto que vulnera los mismos principios que decimos defender. Y en ese sentido, la Democracia no es una meta a alcanzar en un futuro, sino permanente meta diaria que parece conveniente que ha de sujetarse a sus propios principios en todo momento; pues de esa manera es como también se podría definir la vigencia de la Democracia. Con este proceder se generan hábitos democráticos, no violentos, para la resolución de conflictos en cualquier escenario y con el ejercicio de estos hábitos aparecen, o tienden a aparecer las causas reales de las rivalidades o desencuentro o intereses que hacen posible el conflicto y, con ello, la capacidad de abordarlos con la mayor franqueza posible y dentro del marco legal que las Democracias se dan para constituirse como tales.
Desde el punto de vista internacional resulta inaceptable que un régimen Democrático pueda transitar hacia otro autoritario por medio de un proceso de tensión de las normas que acaban haciendo posible la limitación de los adversarios políticos y llegar a hasta su encarcelamiento. La oposición siempre es necesaria para contar con las garantías que proporciona la participación de los adversarios políticos en todo proceso de cambio (Hecho que se ignoró en los años 30 en Alemania, a pesar de ser una nación culta y tolerante; y que vislumbramos también en otros países sudamericanos que generan exclusiones desde una perspectiva de izquierdas). Así mismo no se termina de entender que una potencia Democrática no use siempre de medios democráticos en la defensa de sus intereses internacionales, como creíamos que era posible camino a recorrer en las últimas décadas. Existe una especie de contradicción interna por la cual el liderazgo se concibe, en algunas latitudes, adherido a una potestad violentadora que se puede ejercer en nombre de la Democracia y las libertades (aunque no exista un consenso), con el fin de imponer criterios excluyentes cuya finalidad última, a veces, es limitar lo que, aparentemente, se dice defender. 
De la observación de los films Norteamericanos parece observarse con cierta claridad la necesidad que existe en EEUU de justificar la violencia como un instrumento que se debe aprender a manejar desde la infancia (si excluimos el sin número de fimls que inundaron e inundan las carteleras europeas consagradas a la necesidad de la violencia para extirpar o vencer el “mal” en nombre de la libertad y de la Democracia) podemos observar que en la sociedad cotidiana norteamericana contempla no sólo la legitimidad de aprender a defenderse a golpes de una agresión, sino también la aparente conveniencia de pasar por experiencias como esa, y que parecen estar instaladas incluso en el ámbito familiar como una cuestión propias de “hombres” que, a su vez, determina, a la definitiva, “ser un hombre”; y que tiende a señalar la idea de que existe una “violencia legítima” que se ha de ejercer bajo un criterio de “principios” (en este caso relacionados con la dignidad propia) que es conforme con la visión de lo que es una Democracia. Tal vez este principio acabe incluyendo, plenamente, la esfera de la mujer y las niñas, que aún parece no terminan de dejar de asumir el papel secundario en EEUU (según las relativamente cercanas películas americanas que así lo muestran).   
Desde este punto de vista podría ser fácil de entender que la visión anglosajona – o tal vez más particularmente la Norteamericana – llegara a aceptar que la violencia es legítima cuando defiende principios de “libertad”, y es digna de admiración; pero según el parámetro desde donde se observe (rebeldía contra la propia limitación de oportunidades – dando origen a la admiración hacia bandoleros o atracadores de bancos; rebeldía contra las injusticias políticas o el propio sistema político – siendo el entorno político siempre blanco de todo tipo de sospechas y apaños corruptos en muchos films Norteamericanos; defensores del medio-ambiente que se inclinan hacia un terrorismo; e incluso, tal vez, pacifistas que buscan medios agresivos o lenguaje violento o amenazante contra las políticas de intervención militar de sus propios países…) Todo ello tiene cierta cabida y halo de admiración en un entorno anglosajón donde la violencia puede llegar a ser observada como el último refugio y signo de dignidad de una persona en esa cultura. De ahí, tal vez, la inclinación hacia la admiración por la defensa de las identidades Nacionales en otros territorios o países – siempre que no surjan en los propios EEUU - y el agrado en observarse a sí mismos como liberadores de identidades en cualquier parte del mundo donde se busque la Libertad tal y como se entiende política y socialmente en EEUU.  
Sin embargo, esta visión no parece que se pueda desvincular del racismo latente (que se muestran abiertamente en films como Love History, en referencia a los Puertoriqueños – aún siendo Estado asociado a los EEUU) y que parece venir de lejos – desde una interpretación inicial de la Constitución Norteamericana orientada a establecer una igualdad en la condición Humana, pero observada desde la perspectiva de las élites culturales europeas (donde la burguesía podría concebir que los Derechos estaban asociados, o más legitimados, en el propio devenir cultural y económico de cada individuo) y desde esta interpretación se constituyera como modelo social capaz de transmitir el correcto concepto de Civilización (en contra posición con otras personas, o culturas consideradas inferiores y salvajes que hay que civilizar o tutelar o eliminar) para constituir ese paraíso prometido como Nuevo Mundo en lo que se acabaría conformando los EEUU; y en donde se interpreta la riqueza, a la definitiva, como designio divino por el cual se puede argumentar y establecer una superioridad moral en cualquiera de sus actos, siendo el uso de la violencia, desde esa perspectiva, “legítima” respuesta a la “amenaza” (real o psicológica) a una sociedad así concebida en sus orígenes.  Desde esta perspectiva se puede concebir que los asesinatos de Abraham Lincoln o Martin Lucer King pudieran ser respuesta a esa amenaza real y/o psicológica al proyecto original Norteamericano. Aún – según la canción de Mecano – preguntar a un policía en Manhattan por el camino a seguir para ver la Estatua de la Libertad puede despertar “recelo y desconfianza” ante una potencial “amenaza ideológica” a los EEUU, lo que muestra cómo esta Nación concibe, desde algunos ámbitos, la Democracia para sí misma.    
De alguna manera Europa está atrapada en esa contradicción que es en esencia los EEUU cuando se establece como referente de Democracia para todo occidente, pues el ejercicio de la violencia, o su legitimación, en razón de defensa de la dignidad personal o de unos principios o Valores llevan, directamente, al cuestionamiento de la Democracia y sus sistemas de resolución de conflictos por medios no violentos – que es lo que se viene a defender desde Europa, al menos desde la UE. La Democracia en Europa parece haber evolucionado en reacción a los excesos cometidos por la influencia del capitalismo en los intereses y razón de ser de los propios Estados (confluencia de intereses patrimoniales personales en las clases dirigentes, confundiéndose con los intereses del propio Estado; potenciación de las posibilidades del desarrollo; competitividad entre Estados por medio del desarrollo de la industria pesada y armamentística; y subordinación de los trabajadores a los intereses combinados de las élites económicas y empresariales que hacen posible un mayor poder político sobre otros Estados rivales; haciendo posible la idea de subestimar la naturaleza humana del trabajadores y trabajadoras, haciendo posible la explotación de obreros y la falta de garantías en sus condiciones de vida; y desde ahí a la xenofobia o depreciación del ser humano en cualquiera otras razones, apenas hay un milímetro que recorrer). La sensibilidad en Europa evolucionaba socialmente – ya a mediados del siglo XIX aparecen proyectos sociales avanzados (aunque estuvieran concebidos bajo la idea de desmovilizar a los movimientos obreros). 
La sola idea de establecer una igualdad real entre ciudadanos parece contrariar la esencia original donde se apoyaba la Constitución Norteamericana – la vinculación existente, que aún parece prevalecer en el imaginario de su sociedad, entre riqueza personal como capacidad otorgada por Dios sobre la cual el Estado no tiene “verdadera legitimidad” redistributiva, da idea de la orientación con que se percibe la idea de la libertad; y desde esta idea de libertad anglosajona se puede entender las justificaciones de los paraísos fiscales y su vigencia y permanencia hasta la actualidad como lugares que permanecen a salvo de los potenciales predadores “redistributivos” que “son” los Estados contra la “legítima” riqueza adquirida por el esfuerzo personal. 
El “sueño americano” se visualiza como esa oportunidad que existe para todo aquel que “trabajando duro”, en medio de un entorno de libre competencia del mercado, es capaz de crearse un patrimonio y riqueza personal; y la idea de Democracia o actitudes democráticas estaba más bien ligada a “gestos” por los cuales una persona poderosa o influyente es capaz de admitir en su entorno social, o de relaciones personales, a alguien de otro estatus social más bajo haciendo posible que disfrute o acceda a las riquezas bajo la idea de generosidad o buen corazón (como se manifestaba literalmente en la película Sabrina, cuando el magnate del plástico intenta, primero, sobornar a la hija del chofer para que renuncie a seducir a un miembro de la familia – pues se considera que lo pudiera hacer por interés económico – y posteriormente acaba casándose con ella por concebirse sinceramente enamorado: lo que en sí mismo es un hecho democrático, al parecer de gran alcance, en los EEUU, ya que eran de estratos sociales diferentes). (O también cuando el mismo Bogart, en la misma película, afirma la bondad de sus proyectos de expansión comercial para crear fábricas que darán empleo y posibilitarán que los niños puedan ir a la escuela y jueguen al beisbol – toda una declaración de intenciones políticas y económicas)
Sin embargo en Europa concebimos la Democracia en razones de generar y crear mismas oportunidades para todos, que no serán posibles de alcanzar en la realidad cotidiana si los Estados no destinan recursos públicos que permitan superar las diferencias económicas que existen entre las diferentes capas sociales para que la movilidad entre estatus sociales tenga garantías. El giro iniciado por Obama en este sentido, por el cual se fue instaurando una seguridad social para todos, fue cuestionado, determinando la crisis la necesidad de un cambio de paradigma en el cual aparece Trump haciendo previsible el regreso a las concepciones “originales” y más restrictivas de la Constitución Norteamericana, y que por ello he venido detallando previamente desde mi percepción actual.
 El regreso al Nacionalismo en Europa parece un paso previo para un escenario de confrontación que se fomenta desde el ambiente político que dio razón de ser a Trump (cabría preguntarse si los EEUU aceptarían una actividad semejante en suelo americano, llevada a cabo por un extranjero europeo, cuya misión fuera desestabilizar la Democracia Norteamericana).  
Europa tiene una extensión similar a los EEUU (si incluimos, como convencionalmente se realiza, a la parte de la Rusia europea). Posee más del doble de habitantes que los EEUU, pero contiene la debilidad de estar compuesta de también cincuenta Estados que no están estructurados bajo una misma Constitución (aunque 28 de ellos, ahora pronto 27, se hallan en un proceso progresivo de integración sobre el cual ahora existen dudas promovidas por el entorno anglosajón y aquellos ideólogos que auparon a Trump y que ahora asesoran a lideres extremistas). Existen otros ocho Estados en Europa no plenamente reconocidos y casi una treintena de territorios poseen reivindicaciones separatistas;  también se hallan países en situaciones de diferente grado de antagonismo entre sí y alguno de ellos (como Ucrania) apelando a la intervención militar internacional; y en medio de un proceso de resurgimiento de nacionalismos excluyentes (algunos de ellos evocando formulas autoritarias que en el pasado hicieron posible la confrontación mundial en suelo europeo) y cuyo objetivo parece ser desestructurar la UE (que representa un sistema de garantías democráticas y apoyo mutuo).
 Parece obvia la potencial debilidad política de Europa respecto a los EEUU que, sin embargo, no se vislumbraba tanto antes de la crisis del 2008 (tal vez porque el proyecto parecía seguir avanzando) y que parece que fue precisa para poner en evidencia esos puntos débiles, que ahora se potencian con la emergencia de formaciones nacionalistas (de todo signo, tanto separatistas como de regresión a modelos autoritarios, orientados desde EEUU) que ponen a prueba la Democracia europea y sus recursos políticos para la resolución de estos nuevos conflictos por medios no violentos, esta vez en el seno de la UE, pues en caso contrario – si se usa la violencia para frenarlos – estaremos sintonizando con esa visión de la Democracia Norteamericana que tantos nos contraría por no ser consecuente en maneras y formas democráticas, y podrían llegar a usarse de argumento o pretexto en el futuro por los nacionalistas (también de todo signo, especialmente aquellos que sustentan, en alguna manera, ideologías excluyentes o anti-sistema o de retorno a modelos autoritarios),  puesto que suelen precisar de alguna forma de violencia, tarde o temprano, para instaurarse ante una Democracia y atemorizar, con la misma violencia, a los ciudadanos, ya  que es un signo propio de cualquier autoritarismo, o forma política excluyente, que históricamente siempre han empleado y, consecuentemente, ello podría llevar a las fuerzas democráticas, en parte o en todo (o a otras formaciones que aceptan el juego democrático pero que se consideran particularmente antagónicas de esas formas de Nacionalismo) a aceptar un escenario de confrontación violenta para defender su subsistencia. 
Esa paradoja entre las visiones anglosajonas y europeas, sobre lo que es la Democracia, se cierne sobre Europa  alentando rivalidades y contradicciones desde las que todo puede suceder en nombre de la Democracia y/o las Constituciones, según a cada cual fuerza política en conflicto le conviniese expresarse para en su proceder justificarse, mientras se tensan los marcos jurídicos que protegen las libertades de los ciudadanos.

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