Miguel Ángel Ibáñez Gómez - maiges_ps@hotmail.com

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martes, 25 de agosto de 2020

Covid 19 un virus que impacta social, económicamente, amenazando la convivencia, la estabilidad económica, la fe en las instituciones, y tensa la propia democracia.

Un virus que aparece en medio de un impulso populista con rasgos preocupantemente similares a los de hace casi un siglo, por lo que aún no se sabe si está situación podría llegar a constituirse como un elemento de desestabilidad en un futuro próximo que llegara a afectar a la configuración de las relaciones de equilibrio que hacen posible la relativa paz internacional e incluso dentro de los propios países.
Es muy difícil establecer una reflexion desapasionada y lucida en medio de una situación excepcional como la que estamos viviendo mundialmente. Por ello resulta más prudente vivir el día a día e ir salvando las dificultades a medida en que estas se van presentando o se van previendo; dejando el análisis que permita adquirir una visión global para más adelante, una vez que se halla superado está "incidencia" que trastoca  transversal y tangencialmente todas y cada una de las actividades propias de una sociedad y que son el pilar de su estabilidad y convivencia.

El virus se presenta como un potecial factor de desestabilización en cualquier ámbito que se desee analizar. Pone a prueba la fe en la Ciencia (y con la industria farmacéutica en un momento donde llegar primero puede suponer tanto  un éxito como un riesgo añadido), cuestiona la capacidad de adaptación y gestión a situaciones subitas por parte de la Administración que es y siempre es Estado (situaciones que no eran inesperadas del todo por dos razones: la  primera porque el ordenamiento jurídico preveía ya situaciones de pandemia y en segundo lugar porque ya manifestaron en nuestro propio país que instituciones tan veteranas y dedicadas a la seguridad y la previsión de factores de riesgo, como lo es el ejército, anticiparan una pandemia de esta naturaleza, que son cíclicas y pueden alcanzar el grado de devastadoras, estaba en inminencia de producirse - la declaración de un coronel sanitario se manifestó en ese sentido al principio de la pandemia y por otro lado también un mando con formación militar adquiría provisiones de material preventivo para proteger a las personas de su unidad y fue reprochado por el poder político, tal vez por alarmista). 
Parece cierto que el poder político, al menos en España, es obsesivo del control emocional de la población en cualquier situación y desde luego no permite  que ninguna situación este fuera de su control. El peso de la historia trágica de España, que aún nos persigue, parece que así lo recomienda y consecuentemente así se actúa. 
Tal vez por eso llama la atención que una situación potencialmente previsible no hubiera estado acompañada, al menos desde que entráramos en democracia, de una extensa documentación analítica,  transversal y rigurosa (regularmente puesta al día) que permitiera establecer la relación ordenada y detallada de todos los instrumentos (no solo jurídicos y coercitivos, que parecen ser los más recurrentes, que tambien en alguna medida, sino también materiales y humanos) desde los cuales el Estado pueda establecer una respuesta ordenada, proporcional, positivamente eficaz en todo su territorio. 
Da la impresión que eso no ha sucedido así en esta ocasión y que ello es una circunstancia que se comparte con otros países de nuestro entorno cercano y por lo tanto corremos el riesgo de justificarnos y seguir por el mismo modelo de actuar sobrevenidamente y siempre con el pretexto de no alarmar (y consiguientemente tal vez no prevenir situaciones adecuadamente a pesar de tener los medios que el propio Estado tiene a su alcance y que en teoría son todos). 
Suele ser este papel, el de los estudios de previsión organizada y bien estructurada, una tarea de las Universidades y de sus equipos de estudios e investigaciones, pues a su alcance se hallan los medios para su análisis (documentación histórica propia y de otros Estados, de datos fiables, y acceso a la información detallada de todos los recursos materiales y cómo coordinarlos con los recursos humanos ordenadamente para afrontar situaciones de esta naturaleza o en cualquier otra). Y sin embargo sigue pareciendo que este tipo de estudios en diferentes ámbitos no se realizaran (o tal vez solo se hicieran bajo petición anticipada que supusiera a la vez una dotación de medios, permisos y dinero). La impresión tal vez fuera que este tipo de trabajos "no interesara" o por considerarse que ello pudiera poner de relevancia carencias o debilidades en el propio Estado o porque ello derivara en una visión de coordinación y maximización de efectivos y recursos que pudieran generar una especie de ordenamiento u orden racional o racionalizado (que por la naturaleza del simple hecho de ordenar las cosas y las personas) no suele ser un trayecto que a nadie guste, al menos en este país ( y tal vez fuera esa la causa esencial por la cual parte de nuestras jóvenes mentes mejor dotadas se vayan ) . 
Carencias en estudios rigurosos y transversales parece haber, que permitieran señalar que tipo de unidades y de qué naturaleza deben existir siempre en nuestro Estado, desde las cual partir para crear criterios y estructuras eficientes para hacer frente a cualquier contingencia (tal vez pequeñas unidades o simples unidades polivalentes) desde las cuales edificar una respuesta rápida, eficaz y coordinada. En este sentido llama mucho la atención que, por ejemplo, el ejército (según declaraciones de un coronel médico)  ya viniera esperándose una situación de esta naturaleza desde hace años (según esas declaraciones así lo esperaron con el ébola u otros SAR) y sin embargo el poder político no concibiera una unidad de acción conjunta y transversal (abarcando a los partidos constitucionalistas) para definir una estrategia de actuación con estudios previos. Da la impresión que el solo hecho de entrar en el ámbito de previsiones de esta naturaleza pudiera generar incomodidades (no se sabe dónde) pero suficientemente sólidas como para desanimar cualquier iniciativa consistente en esa dirección. 
Y sin embargo, de alguna manera sabemos, que ese tipo de estudios y previsiones si se establecen en otros países dando así una respuesta ordenada que no parece llegar a generar situaciones tan lamentables e inexplicables como las que narran médicos sin fronteras ocurridas en nuestro país y que claman una acción clara y determinante de la justicia que no parece que se pudiera producir en ningún caso.
Si el ejército es capaz de prever estas situaciones tal vez no lo sea por la existencia de estudios o estudiosos de alto nivel a este respecto sino por el simple hecho de poseer una memoria documentada (y archivada) que le permite establecer la existencia de unos "ciclos" o de  unos contextos que determinan situaciones de riesgo. Y sin embargo el mundo civil y político parece se desarrollaría al margen de estas cuestiones de seguridad, sin utilizar los recursos propios a su alcance para preverlas y con miedo evidente, desde siempre, a cualquier situación que genere o se interprete en clave de alarma social.

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