Terapias Hostiles
Al escuchar todas las grabaciones recopiladas (en
especial las conversaciones telefónicas mantenidas con unos y otras y con el
propio hijo) se obtiene una visión de conjunto muy relevante y que podía llegar
a pasar desapercibida.
El
hijo estaba trabajando y, bajo pretexto terapéutico – que pareciera
estándar – la Dra. sube la dosis de la medicación porque se retrasó en
la toma de la dosis trimestral. Ahí empezó el declive del hijo al que le
alcanza depresión – que nada tiene que ver con la enfermedad –
baja su rendimiento en el trabajo y aparece la falta de reflejos en un trabajo
exigente que es de cara al publico en atención telefónica.
Parece
que era innecesario, por parte de la médica tomar esa medida; a partir de ahí
se produjo el deseo del hijo de no tomar medicación ante los efectos adversos
que veía que le producía diariamente en su trabajo.
Previamente
había intentado hablar con la Dra. Precisamente para mantener la misma dosis
baja que ya llevaba en el tratamiento ante lo bien que iba en el trabajo y lo a
gusto que se sentía después de un inicio – meses atrás – lleno
de inseguridad, ante la presión y exigencia de la naturaleza del trabajo –
Operador de una compañía Operadora de telefonía – y la competitividad
extrema de la mayor parte de sus jóvenes compañeros. Una inseguridad que
fue cediendo a base de hablar diariamente con el padre; cediendo y venciendo y
a la vez aprendiendo mientras los resultados se concretaban con renovaciones de
contrato mes a mes (11 meses consecutivos, contando el estresante mes de
formación de la propia empresa).
Se
aprecia como realmente innecesario que la médica – no se sabe bajo qué
criterio objetivo – decidiera aumentar la dosis de la medicación. Sin
haber mediado con el hijo conversación profunda sobre cómo se sentía de
positivo, de encauzado y realizado con el reto de su trabajo.
Solo
puede entenderse esta actitud negligente (bajo el punto de vista
terapéutico) desde dos hipótesis o perspectivas, ambas muy adversas.
1)
Que la “profesional” se hubiera dejado influir por el discurso de la madre
sobre el hijo – al que seguía poniendo en dificultades cotidianas con cualquier
excusas a base de gritos y malas maneras, en vez de valorar el esfuerzo que
estaba realizando y el éxito en su trabajo, manteniendo relaciones con sus
compañeros e intentando construir un ambiente laboral positivo, aceptando las
invitaciones que le realizaban los compañeros y compañeras de trabajo para
salir los juepinchos y conocerse mejor (todos ellos jóvenes de su edad) pareciéndo
que la madre tuviera objetivos distintos a los que siempre mencionaba
cuestionándole porque no trabajaba (y ya dos años antes amenazándole con
inhabilitarle e internarle en una institución privada).
2)
Que la profesional pusiera por delante su propio criterio que pareciera que
obedeciera a la idea de: Con migo obediencia, puntualidad y disciplina; y
consecuentemente un retraso en la toma de la siguiente dosis implicaría, bajo
esta idea terapéutica, aumento de dosis sin importar consecuencias. Ya dijo y
reiteró esta Dra. que, a su juicio, el ambiente (social) que tenga
resulta indiferente – un criterio “original” que reitera sin pudor,
aunque ante racionamientos “elementales” acaba por ceder y matizar (e
incluso autonegarse).
Una
terapia concebida, así, desde la hostilidad en el tándem Madre/Dra. dio el
resultado que vemos: La madre se acerca a su propósito, concebido hace años,
comprando voluntades y, sobre todo, faltando a la verdad, distorsionándola,
cuando no, generando situaciones beligerantes innecesarias o proposiciones
precipitadas inútiles.
El
término medio, para ellas (Dra./Madre) nunca existió.
Una
negligencia que parece calculada y que solo cabría entenderse desde la
manifiesta hostilidad reiteradamente mostrada y que los audios (más de un
centenar que ahora se ordenan) no dejan dudas para amabas.
Hasta
ese momento el padre no había intervenido en el ambiente médico.
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