“Caso cerrado”. Una Sociedad “perfecta” (difícil de creer)
Una noticia conmocionaba la mañana en nuestra región; en Andorra un joven es abatido de tres disparos
por un miembro de la benemérita ante un brote psicótico. El padre asegura que
lo han “asesinado” como en América y el “Periódico de Aragón” acompaña la noticia
con una opinión de un especialista que asegura que es “imposible razonar ante
una persona con un brote psicótico” a diferencia de ser más fácil con
psicópatas, que siempre tienen un objetivo o contraprestación a conseguir.
Realmente llama la
atención que esta manera de resolver una situación pueda quedar, en último
extremo, en manos de una resolución tan expeditiva, violenta y traumática, que
realmente parece una “ejecución”, al menos esos efectos tiene. La noticia
parece hacer referencia al intento de “dos horas” intentando persuadir a la
persona. El hecho de mencionar este extremo de tiempo empleado pudiera llevar a
pensar que “es suficiente dedicación empleada en el asunto” que “justificaría”,
de alguna manera, la determinación y resolución empleada, e incluso el propio
desenlace luctuoso.
Desde Estados Unidos, ante
las escenas reincidentes de ver en directo cómo uniformados policiales
“resolvían” situaciones similares de manera similar (disparando “letalmente” a esas personas), les llevó a señalar que
no han de dejarse en manos de no profesionales situaciones de esta naturaleza,
porque el desenlace dramático es previsible (sobre todo en EEUU). La noticia parece señalar que los disparos –
tres – también buscaran, por un motivo u otro, la “letalidad”, pero esta vez en
nuestra región.
Estas dramáticas “actuaciones”
que se reflejan en noticias que nos impactan no suelen tener una respuesta
reflexiva profunda y se suelen resolver, como hace ahora la prensa regional,
aportando una visión profesional que, de alguna manera, suele justificar el
desenlace, y propone medidas generales muy restrictivas para las personas que
padecen de “miedo” como la mejor “solución” profesional; abundando así en la
extensión de un “prejuicio social” que tiende a alentar la persistencia en este
tipo de soluciones e incluso “abrir la puerta” a aceptar resoluciones tan
adversas como las que vemos en la prensa o tv ocasionalmente. Además, muchos
miles de suicidios se suceden en nuestro país (creo que en la última cifra que leí se alcanzaban cerca de los seis mil
al año) que suelen ser opacados por los medios de comunicación.
No hace mucho la OMS pedía que se
hablara del suicidio y se abordara ello con normalidad (obviamente se refería a una “normalidad” por parte del receptor de un
mensaje de esa naturaleza); pero en nuestro país, España, parece tarea
imposible, pues a propósito de ese informe Radio Nacional de España R5, invitó
a un profesional para hablar de esa visión que pretendía la OMS se extendiera
por todos los países – pues parece que
ello ayuda, y mucho, a reducirlos. Sin embargo el psiquiatra invitado, a
pesar de la introducción realizada por el presentador, remarcando la directriz
esencial del informe internacional, obvió el mismo y directamente entró a
describir los “procesos estándar”, basados en vigilancia de la persona – que no hacen otra cosa que realmente ser
percibida esa misma vigilancia por el paciente - aumentando así la
sensación de “propia inseguridad” en sí mismo, lo que no ofrece alternativa
viable singularizada, que es el camino ofrecido por el sentido común que busca
ese informe internacional. La muestra de ello es la impresionante cifra que nos
asola anualmente (aunque la presente
pandemia ahora la deje como insignificante) pero que en situaciones de
normalidad es una cifra, que por lo inabordable, ni se aborda ni se divulga, so
pretexto “técnico” de que podría “promocionar” e “invitar” a otras personas a
buscar una solución de esa misma naturaleza (bajo la simplísima visión de solo querer llamar la atención que podría
llevar a una ola de suicidios en “venganza” ante los cercanos; cuando en
realidad el problema sería la falta de tiempo, vocaciones y dedicación a estos problemas
en nuestra sociedad y sobre todo el miedo que produce tener que abordar la
evidencia de vivir en una sociedad, en realidad “Poco Sana” y llena de
prejuicios que hace la vida imposible a muchísimas personas; y siempre parece
haber gente interesada en que esto siga por ese mismo trayecto de manera
indefinida).
Parece que nos encontramos ante
dos posiciones “encontradas y tal vez opuestas” en nuestro país, la de la OMS y
la de los profesionales a los que “se les van de las manos” cerca de seis mil
personas al año, sin proponer más alternativa, al menos en los medios, que la
“vigilancia” y el “escudriño” de potenciales “actitudes”, “gestos” o “lo que
fuere” para “detectar”….y desde ahí “CONTROLAR” a base da barbitúricos y
reclusiones.
Vivimos en sociedad
organizada y concebida, en su versión más positiva, para hacer posible que cada
uno de sus miembros “encuentre su lugar” en ella y pueda desarrollarse como
persona (lo que en sí mismo implica una
faceta “material” y otra “espiritual”) para “sentirse realizada” tanto
personal como socialmente, o en camino y esperanza fundadas de conseguir ello
y, al menos, darle sentido a su propia vida, forjándose una idea de la sociedad
que le circunda, mínimamente positiva, para insertarse en ella .
Es una visión positiva que contrasta con las imágenes de menores pegándole una paliza a un chico autista en el colegio (y que no pasó desapercibida porque los niños tienen móviles y lo graban apareciendo en las redes sociales y, ante la evidencia, en las cadenas televisivas a nivel nacional). También se denuncia “pasividad” de los profesionales de la educación ante los abusos a niños o jóvenes en los colegios. Se han podido ver chicas jóvenes pegándole una paliza a otra (que parece que se reiteran por lo que dice la madre de la agredida) y sin que se conciban reproche del medio educativo (al contrario, la agredida parece haber sido expulsada varias veces), en una situación que no se termina de entender porque resulta reiterativas las situaciones de esta naturaleza – muchas de ellas opacas y si hay fortuna y medios económicos, en manos de psicólogos que a niños muy jóvenes aún, les intentan dar “herramientas psicológicas” sencillas para afrontar esos “abusos” (que ya parecen el pan nuestro de cada día) sabiendo que la evolución - que afecta tan negativamente a los niños así tratados - a la postre dependerá de multitud de situaciones y que todas no se pueden “controlar”. Siendo el pronóstico más positivo si el entorno inmediato “arropa” la estrategia diseñada para superar estos maltratos que ya forman parte de la mayoría de los estudiantes (se calcula que sobre un 40% han sufrido abusos y maltratos en los colegios y acosados en las redes sociales). Cuando se superan estas situaciones las personas salen muy reforzadas, pero no se dan datos de las consecuencias de no superarlas (como la aparición del miedo que da origen a la psicosis o de los suicidios, de los que no se dan datos sobre franjas de edad ni situaciones vividas – es así como interpretan los profesionales españoles la recomendación de la OMS de “hablar con normalidad” del suicidio).
Dentro de esa idea positiva de la sociedad
entramos en una idea de normalizar todas las situaciones humanas que se dan a
los individuos o a las personas para que se sientan integrados el proyecto
social que es nuestro Estado, pasando de una etapa donde las dificultades (físicas, psíquicas) se resaltaban
adversamente, condicionando a las personas y categorizándolas, como si no
fueran singulares en sentimientos y percepción (como lo somos todos los demás y cada uno de nosotros). Parecía que
la visión positiva e integradora, por su fortaleza moral, se asentaría en la
sociedad, estimulando las actitudes más positivas de todos nosotros. Y sin
embargo podemos observar, con cierto estupor e indignación, esas noticias
referidas y la "pasividad o conformismo" (e incluso justificación profesional, tanto en educadores, maestros y
profesionales de la psiquiatría) que parece existir al respecto.
Me decía una madre latina que tenía mucho
miedo por su hija de 15 años, entre sollozos, por el temor a que su hija fuera
violada, recordando y rememorando que ella misma fue violada (cogida) en el portal de su casa y esa
etapa de duras emociones ahora la volvía a recordar (y revivir) temiendo por su hija.
El miedo existe y nos acompaña, de alguna
manera, en determinados momentos a todos. Cuando esté aparece, a veces de
manera indefinida, hay quienes orientan a los jóvenes a practicar artes
marciales para que así se sientan más seguros (como si abordando la parte física se pudiera solucionar perfectamente).
Sin embargo el miedo que nace en la agresiones recibidas en los entorno
escolares y familiares difícilmente puede canalizarse positivamente si se
siente indefensión. Señalar la vía de aprender a defenderse físicamente, por
medio de disciplinas de esa naturaleza (artes
marciales) es en sí mismo un error si se pretende tomar literalmente como
respuesta correcta aunque es cierto que los beneficios de adquirir una
disciplina deportiva (en general de
cualquier naturaleza) suele ayudar a asentar una confianza personal con los
beneficios que en sí mismo cualquier deporte nos ofrece. Sin embargo, si lo que
se pretende así es asegurarse la "respuesta física defensiva"
violenta ante una situación de eventual amenaza a nuestra integridad, podríamos
estar ante una respuesta errónea o inadecuada de responder a la violencia con
violencia (pues es precisamente lo que
debemos buscar eliminar - ya que en todos los ámbitos vitales la violencia, en
sí misma, solo favorece a quien tiene más poder en ejercerla, y quién toma esa
iniciativa violenta lo hace porque sabe que saldrá ganando, sí o sí, o son más
fuertes o son muchos, como muestran las imágenes de esas visiones de violencia
en los colegios).
La estrategia no debiera ser enseñar la
respuesta violenta (como parece que hace
el mundo anglosajón, y que muestran en sus películas, haciendo posible que parezcan
tolerarse a los abusones en los colegios de aquí) sino la estrategia pasa
por evitarla o que no nos afecte hasta el punto de dejarnos indefensos (haciendo posible que sea la emoción del
miedo la que se vaya estableciendo y guiando nuestras vidas y decisiones),
como le señalaba ese psicólogo al niño al que discriminaban y aislaban en el
colegio, dándole alternativas que le permitieran enfocar su "indefensión
presente" y canalizarla en forma de aficiones pacíficas pero que tengan un
rasgo de respuesta eficaz que pueda servirle de sostén en el futuro (y le sugirió la afición por las piedras, de
todo tipo y de toda naturaleza, también si servían para construir edificios y
contemplarlos construidos con piedras) confiando así construir en la mente
del niño constantemente agredido una idea de solidez personal (sutilmente psicológica) que le resulte
útil en el presente y en el futuro, cuando sea adulto, como estrategia personal
para hacer frente a las adversidades que las propias personas que nos rodean (y a veces la misma sociedad) permiten
que caigan sobre nosotros con cierta indiferencia e incluso la justificación
señalada, e incluso se acaban justificando si las imágenes de las agresiones
alcanzan las redes sociales.
El ambiente americano tiende a fundarse en el
poder o valor que adquiere la violencia y en la legitimidad de su uso para no
ser avasallado. Un mensaje que es recurrente en sus películas y series dese
hace muchas décadas (cabría recordar que
en las películas Norteamericanas de los años 40 se llegaba a justificar el
asesinato pasional, como causa para la salida del propio país y el
restablecimiento en un lugar lejano y remoto, como era el caso – que parece
pasar desapercibido en la actualidad - del protagonista de la afamada película
de “Casablanca”, siendo Bogart, en el personaje de Rick quien asume ese papel
de héroe de causas perdidas que parece huir de EEUU por el asesinato de un
hombre que le “hubiera robado a su mujer” – hay que reparar en ello porque la “sutileza
del mensaje” tiende a pasar desapercibida – y sobre todo porque ahora se viene
a justificar en alguna medida por los profesionales de la educación y la
psiquiatría).
Parece una visión de naturaleza
"animal", donde la fuerza se siguiera empleando para disuadir a los
rivales masculinos e incluso forzar así la relación con la mujer, mostrándose
el “más fuerte”. (La tendencia animal
"natural" de matar al rival macho y yacer con la hembra. Una visión
que parece establecida en América en especial en Latinoamérica y que parece ya
vinculada con la cultura para siempre).
Desde esa visión se podría entender el caso
que llegara a ese programa Norteamericano, dónde una jueza juzgaba la denuncia
realizada por unos padres a uno de sus hijos. El caso resulta llamativo, porque
se basa en el perjuicio que la exhibición de riqueza ("falsa"), por
parte del hijo (imitando dinero y oro en
imágenes) en redes sociales, ocasionó a la familia, ya que unos ladrones
entraron en el hogar, cuando los padres no estaban, y no encontrando la riqueza
esperada violaron a la hija de 15 años, mientras él joven, hermano de 20 años,
se escondía sin tener a mano el móvil para llamar a la policía y era consciente
de que si se enfrentaba a ellos lo podrían matar (así son los delincuentes en Norteamérica). La madre confesaba ante
la jueza mediática que puso droga en el coche y cuando lo cogió el hijo llamo a
la policía denunciándolo por posesión y que fue encarcelado por ello. Y se
justificaba la madre ante la jueza en el hecho de no haber defendido a su
hermana y fue causante de la desgracia. El padre asentía y apoyaba a la madre
en su pretensión de así castigarlo. No vi el programa completo, pero la jueza
parecía sintonizar con los padres, después de constatar que los ladrones
violadores no habían sido ni localizados ni detenidos – parece el principio jurídico esencial en Norteamérica: “Alguien debe
pagar”.
En Norteamérica y en América, en general, el
dinero y la riqueza es símbolo de éxito y tal vez también de poseer
inteligencia o destreza para conseguirlo; consecuentemente de triunfo personal
y de saberse conducir por la vida y la sociedad. Probablemente por ello el hijo
intentara así mostrarse ante su propia sociedad como triunfador, simulando una
riqueza que no poseía. Es una visión recurrente y llena de ejemplos. Hoy mismo
se anunciaba la muerte de David Koch, el multimillonario que apoyó a Trump (y también a Israel) y que tiene una
fortuna estimada en dólares que solo se puede determinar empleando “nueve
"ceros" y que la nota de prensa señalara como rasgo destacable de su carácter
empresarial que “era muy temido por la agresividad que empleaba para sus
negocios” (Estamos hablando de América,
por lo cual parece aconsejable que para hacerse una idea de los términos “temido”
y “agresividad en los negocios” cabría aceptar toda una gama de recursos que
tal vez no concibiéramos muy lícitos en nuestra cultura europea, al menos por
ahora).
La sociedad parece que "vuelve sobre sus
pasos" y retrocedemos sobre caminos y senderos que aparecían no volver ya
jamás. La idea de la "perfección" (en todos los planos, incluso psicofísica) sigue subsistiendo y
parece resucitar en nombre de la propia perfección (que viene a resultar que se muestra, cuando le es posible, excluyente)
otra vez.
(Vuelvo a recordar la serie "Friend"
- que la vienen reponiendo constantemente
en algunos canales - y con ella el comentario de la frescura que aportaba
el personaje de Phoebe, señalando que no solo se puede convivir con ella, sino
que aportan al grupo si este no se muestra excluyente sino que aceptándola se
muestra integrador; incluso el personaje de Joey entra en ocasiones en
ese "espacio" de evidente imperfección; como también lo hacen
Rachel o Mónica. Chendler también se posiciona reconociendo las consecuencias
de su vida familiar e incluso la visión, a veces narcisista de Ross se
reconduce en la serie, mostrando que la perfección - tal cual se concibe - en realidad casi pudiera ser un artificio que
todos nos construimos de manera artificial y pretendemos mantenerla ante la
evidencia de la cierta satisfacción que puede otorgar observar deficiencias o vulnerabilidades en
otros (si es que nos pusiéramos a
buscarlas) y con ello ignorar las propias, por la simple falsa creencia de
creer que si somos capaces de ver defectos ajenos es porque nosotros carecemos
de ellos, sin adentrarnos en la senda de que podemos poseer, y de hecho poseemos,
otros muchos más graves: La falta de sincera y honesta reflexión para con
nosotros mismos (y solemos dejar esa
tarea para los medios de comunicación).
Si bien, disfrutar de la soledad es expresión
de una tranquilidad interior, la compañía y la sociedad es precisa, es camino
preciso de recorrer para poder obtener el placer y los beneficios que otorgan
la soledad (una vez que hemos verificado
que la sociedad que nos circunda, ni la imagen del mundo que nos han hecho
forjar los medios de comunicación cuando nos promocionamos como cultura “Ideal”
– la mejor sociedad cultural posible -, representan una oportunidad que nos
podemos perder o que nos estamos perdiendo, pues en todos los sitios
"cuecen habas" y por ello siempre es mejor el lugar conocido donde ya
sabes por dónde pueden llegar los males y se sabe cómo poder enfrentarlos).
No hay paraísos como parecen decirnos las agencias de viaje, si no se dispone
de dinero para pagarlos; y si dispones de ese dinero para
"aparentemente" regalarte la vida, acaban apareciendo otros temores (proteger la fortuna, preservarse de engaños
o estafadores o falsos amigos) y lo peor, que uno acabe volviéndose
codicioso, ansiando más y más (o
simplemente piense que con ir acumulando ya se responde adecuadamente a los
requisitos que propone nuestra sociedad respecto de tener éxito en la vida).
A la postre parece una visión
materialista que busca así seguridad, recapitulando constantemente las
posesiones y exhibiéndose en lo que se ha hecho para justificar y dar sentido a
la propia vida.
Ni el dinero ni la capacidad de ejercer
violencia evitan la emoción del miedo, ni aseguran dar un sentido a la vida.
Tampoco viajar permanentemente (bajo la idea de conocer gentes o lugares
diferentes). Hoy en día las sociedades tienden a uniformarse y el avance de
las tecnologías tienden a redirigirse siempre bajo dos parámetros que no
conocen fronteras: Controlar (para
dirigir) a las personas (desde la
idea de dominar e imponer criterios, ideas y pensamientos) y su
contraposición, la libertad como opción irrenunciable de las personas para encontrar
su propio camino y realizarse en él.
Hemos visto en China, con esta pandemia, el
deseo de su gobierno en controlar todo lo referente a este virus que nos azota
siendo capaz de que una de las médicas que alertaran fuera sacada de su casa y
su marido y familiares cercanos no sepan ya de ella ni tengan acceso a su
persona físicamente (Es el problema que siempre tienen los Gobiernos que se
sienten y conciben tan perfectos que no admiten alternativa); y análogamente les
ocurre a los Estados, aunque sean democráticos en sus formas, cuando sus
estructuras, regladas para su funcionamiento, acaban por distanciarse del común
denominador que a todos nos afecta al ser personas: El sentido común; y acaban
aplicando "soluciones" estandarizadas que cuando deben de ser
aplicadas con autonomía de criterio, por personal armado, puedan dar lugar a
noticias como la que hoy se han mostrado en nuestra prensa local y TV. En
China ahora se va más lejos, retomando una teoría puesta en práctica por Scotland
Yard y luego (después de los desastres
observados) dejado de lado, como era concebir la criminalidad potencial (o ya ejercida) de una persona por los
rasgos físicos de su cara o cráneo. Allí se utilizan las cámaras de seguridad
para determinar, por los rasgos físicos, personas potencialmente peligrosas
para la sociedad (y seguro que también,
tarde o temprano, para el partido).
Ya no podremos decir que solo los
americanos son capaces de acabar con un chico (con miedo) en el jardín de su propia casa, ante sus propios padres
y hermanos, porque no se atiene a una orden clara y explícita de un agente de
la "autoridad". (Cabe
preguntarse si ese tipo de agentes, que así conciben su profesión, serían
capaces de hacer eso mismo, y resolver una situación de la misma manera con alguien
cercano). Dado el signo por dónde va el mundo y nuestra sociedad parece que
ello pudiera solo ser cuestión de "dar tiempo al tiempo".
Al fin y al cabo, como dijo una médica
en TV somos animales (ya sin fronteras
entre el resto de especies) y si eso lo dice una médica (y ya algunos psiquiatras señalan que la
responsabilidad de dirigir el mundo debe de recaer sobre el mundo de la
psiquiatría) podemos entrever el extraño mundo que nos espera (si triunfan esas visiones que se tienen por
científicas y, por lo tanto, plenas, sin oposición posible).
Nota: El comentario del técnico que acompaña
la noticia inicial en el Periódico de Aragón (en soporten papel), ahora no parece completa en las redes. El joven
llevaba el tratamiento y parece que era requerido para volver al centro donde
se hallaba, después de lo que sugiere un permiso de Navidad. No se explicaba en
el comentario profesional, el rápido deterioro y se asegura imposibilidad de
negociar con esta tipología porque a diferencia de psicópatas no hay donde
poder negociar – como señalando así una
irracionalidad imposible de reconducir. Sin embargo, el propio discurso
médico obvia dos cuestiones: Primera: Que sí se sabe cómo actuar en una
situación como esta, aunque los miembros del instituto armado no supieran hacerlo
en esta ocasión por falta de formación, como se señala desde otros ámbitos que
no terminan de explicarse el trágico final de semejante suceso. Y en segundo
lugar sí había a donde agarrase a negociar, porque Joel expresó un deseo, que
ahora pasa a todos desapercibido y obviado por el comentario del profesional.
De no poner medios con determinación ante
estas posibles situaciones causadas por miedo – miedo, en distintos grados, de prácticamente todos los participantes,
llevado al extremo de acabar con una vida – se acabará por aceptar estas
soluciones, como parecen entre ver algunos comentarios a las noticias que hacen
lectores que, posiblemente también guiados por el miedo, aceptan la situación como
inevitable o justificable (algún
comentario sugiere que al fin y al cabo era un enfermo mental) Recordar que
el último dato señalado en un artículo señala que el 40% de la población ha
pasado en algún momento de su vida por un episodio psiquiátrico.
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