Miguel Ángel Ibáñez Gómez - maiges_ps@hotmail.com

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sábado, 16 de enero de 2021

“Caso cerrado”. Una Sociedad “perfecta” (difícil de creer)

 

“Caso cerrado”. Una Sociedad “perfecta” (difícil de creer)

 

Una noticia conmocionaba la mañana en nuestra región; en Andorra un joven es abatido de tres disparos por un miembro de la benemérita ante un brote psicótico. El padre asegura que lo han “asesinado” como en América y el “Periódico de Aragón” acompaña la noticia con una opinión de un especialista que asegura que es “imposible razonar ante una persona con un brote psicótico” a diferencia de ser más fácil con psicópatas, que siempre tienen un objetivo o contraprestación a conseguir.

Realmente llama la atención que esta manera de resolver una situación pueda quedar, en último extremo, en manos de una resolución tan expeditiva, violenta y traumática, que realmente parece una “ejecución”, al menos esos efectos tiene. La noticia parece hacer referencia al intento de “dos horas” intentando persuadir a la persona. El hecho de mencionar este extremo de tiempo empleado pudiera llevar a pensar que “es suficiente dedicación empleada en el asunto” que “justificaría”, de alguna manera, la determinación y resolución empleada, e incluso el propio desenlace luctuoso.

Desde Estados Unidos, ante las escenas reincidentes de ver en directo cómo uniformados policiales “resolvían” situaciones similares de manera similar (disparando “letalmente” a esas personas), les llevó a señalar que no han de dejarse en manos de no profesionales situaciones de esta naturaleza, porque el desenlace dramático es previsible (sobre todo en EEUU). La noticia parece señalar que los disparos – tres – también buscaran, por un motivo u otro, la “letalidad”, pero esta vez en nuestra región.

Estas dramáticas “actuaciones” que se reflejan en noticias que nos impactan no suelen tener una respuesta reflexiva profunda y se suelen resolver, como hace ahora la prensa regional, aportando una visión profesional que, de alguna manera, suele justificar el desenlace, y propone medidas generales muy restrictivas para las personas que padecen de “miedo” como la mejor “solución” profesional; abundando así en la extensión de un “prejuicio social” que tiende a alentar la persistencia en este tipo de soluciones e incluso “abrir la puerta” a aceptar resoluciones tan adversas como las que vemos en la prensa o tv ocasionalmente. Además, muchos miles de suicidios se suceden en nuestro país (creo que en la última cifra que leí se alcanzaban cerca de los seis mil al año) que suelen ser opacados por los medios de comunicación.

No hace mucho la OMS pedía que se hablara del suicidio y se abordara ello con normalidad (obviamente se refería a una “normalidad” por parte del receptor de un mensaje de esa naturaleza); pero en nuestro país, España, parece tarea imposible, pues a propósito de ese informe Radio Nacional de España R5, invitó a un profesional para hablar de esa visión que pretendía la OMS se extendiera por todos los países – pues parece que ello ayuda, y mucho, a reducirlos. Sin embargo el psiquiatra invitado, a pesar de la introducción realizada por el presentador, remarcando la directriz esencial del informe internacional, obvió el mismo y directamente entró a describir los “procesos estándar”, basados en vigilancia de la persona – que no hacen otra cosa que realmente ser percibida esa misma vigilancia por el paciente - aumentando así la sensación de “propia inseguridad” en sí mismo, lo que no ofrece alternativa viable singularizada, que es el camino ofrecido por el sentido común que busca ese informe internacional. La muestra de ello es la impresionante cifra que nos asola anualmente (aunque la presente pandemia ahora la deje como insignificante) pero que en situaciones de normalidad es una cifra, que por lo inabordable, ni se aborda ni se divulga, so pretexto “técnico” de que podría “promocionar” e “invitar” a otras personas a buscar una solución de esa misma naturaleza (bajo la simplísima visión de solo querer llamar la atención que podría llevar a una ola de suicidios en “venganza” ante los cercanos; cuando en realidad el problema sería la falta de tiempo, vocaciones y dedicación a estos problemas en nuestra sociedad y sobre todo el miedo que produce tener que abordar la evidencia de vivir en una sociedad, en realidad “Poco Sana” y llena de prejuicios que hace la vida imposible a muchísimas personas; y siempre parece haber gente interesada en que esto siga por ese mismo trayecto de manera indefinida).

Parece que nos encontramos ante dos posiciones “encontradas y tal vez opuestas” en nuestro país, la de la OMS y la de los profesionales a los que “se les van de las manos” cerca de seis mil personas al año, sin proponer más alternativa, al menos en los medios, que la “vigilancia” y el “escudriño” de potenciales “actitudes”, “gestos” o “lo que fuere” para “detectar”….y desde ahí “CONTROLAR” a base da barbitúricos y reclusiones.

 

Vivimos en sociedad organizada y concebida, en su versión más positiva, para hacer posible que cada uno de sus miembros “encuentre su lugar” en ella y pueda desarrollarse como persona (lo que en sí mismo implica una faceta “material” y otra “espiritual”) para “sentirse realizada” tanto personal como socialmente, o en camino y esperanza fundadas de conseguir ello y, al menos, darle sentido a su propia vida, forjándose una idea de la sociedad que le circunda, mínimamente positiva, para insertarse en ella .

Es una visión positiva que contrasta con las imágenes de menores pegándole una paliza a un chico autista en el colegio (y que no pasó desapercibida porque los niños tienen móviles y lo graban apareciendo en las redes sociales y, ante la evidencia, en las cadenas televisivas a nivel nacional). También se denuncia “pasividad” de los profesionales de la educación ante los abusos a niños o jóvenes en los colegios. Se han podido ver chicas jóvenes pegándole una paliza a otra (que parece que se reiteran por lo que dice la madre de la agredida) y sin que se conciban reproche del medio educativo (al contrario, la agredida parece haber sido expulsada varias veces), en una situación que no se termina de entender porque resulta reiterativas las situaciones de esta naturaleza – muchas de ellas opacas y si hay fortuna y medios económicos, en manos de psicólogos que a niños muy jóvenes aún, les intentan dar “herramientas psicológicas” sencillas para afrontar esos “abusos” (que ya parecen el pan nuestro de cada día) sabiendo que la evolución - que afecta tan negativamente a los niños así tratados - a la postre dependerá de multitud de situaciones y que todas no se pueden “controlar”. Siendo el pronóstico más positivo si el entorno inmediato “arropa” la estrategia diseñada para superar estos maltratos que ya forman parte de la mayoría de los estudiantes (se calcula que sobre un 40% han sufrido abusos y maltratos en los colegios y acosados en las redes sociales). Cuando se superan estas situaciones las personas salen muy reforzadas, pero no se dan datos de las consecuencias de no superarlas (como la aparición del miedo que da origen a la psicosis o de los suicidios, de los que no se dan datos sobre franjas de edad ni situaciones vividas – es así como interpretan los profesionales españoles la recomendación de la OMS de “hablar con normalidad” del suicidio).

Dentro de esa idea positiva de la sociedad entramos en una idea de normalizar todas las situaciones humanas que se dan a los individuos o a las personas para que se sientan integrados el proyecto social que es nuestro Estado, pasando de una etapa donde las dificultades (físicas, psíquicas) se resaltaban adversamente, condicionando a las personas y categorizándolas, como si no fueran singulares en sentimientos y percepción (como lo somos todos los demás y cada uno de nosotros). Parecía que la visión positiva e integradora, por su fortaleza moral, se asentaría en la sociedad, estimulando las actitudes más positivas de todos nosotros. Y sin embargo podemos observar, con cierto estupor e indignación, esas noticias referidas y la "pasividad o conformismo" (e incluso justificación profesional, tanto en educadores, maestros y profesionales de la psiquiatría) que parece existir al respecto.

Me decía una madre latina que tenía mucho miedo por su hija de 15 años, entre sollozos, por el temor a que su hija fuera violada, recordando y rememorando que ella misma fue violada (cogida) en el portal de su casa y esa etapa de duras emociones ahora la volvía a recordar (y revivir) temiendo por su hija. 

El miedo existe y nos acompaña, de alguna manera, en determinados momentos a todos. Cuando esté aparece, a veces de manera indefinida, hay quienes orientan a los jóvenes a practicar artes marciales para que así se sientan más seguros (como si abordando la parte física se pudiera solucionar perfectamente). Sin embargo el miedo que nace en la agresiones recibidas en los entorno escolares y familiares difícilmente puede canalizarse positivamente si se siente indefensión. Señalar la vía de aprender a defenderse físicamente, por medio de disciplinas de esa naturaleza (artes marciales) es en sí mismo un error si se pretende tomar literalmente como respuesta correcta aunque es cierto que los beneficios de adquirir una disciplina deportiva (en general de cualquier naturaleza) suele ayudar a asentar una confianza personal con los beneficios que en sí mismo cualquier deporte nos ofrece. Sin embargo, si lo que se pretende así es asegurarse la "respuesta física defensiva" violenta ante una situación de eventual amenaza a nuestra integridad, podríamos estar ante una respuesta errónea o inadecuada de responder a la violencia con violencia (pues es precisamente lo que debemos buscar eliminar - ya que en todos los ámbitos vitales la violencia, en sí misma, solo favorece a quien tiene más poder en ejercerla, y quién toma esa iniciativa violenta lo hace porque sabe que saldrá ganando, sí o sí, o son más fuertes o son muchos, como muestran las imágenes de esas visiones de violencia en los colegios). 

La estrategia no debiera ser enseñar la respuesta violenta (como parece que hace el mundo anglosajón, y que muestran en sus películas, haciendo posible que parezcan tolerarse a los abusones en los colegios de aquí) sino la estrategia pasa por evitarla o que no nos afecte hasta el punto de dejarnos indefensos (haciendo posible que sea la emoción del miedo la que se vaya estableciendo y guiando nuestras vidas y decisiones), como le señalaba ese psicólogo al niño al que discriminaban y aislaban en el colegio, dándole alternativas que le permitieran enfocar su "indefensión presente" y canalizarla en forma de aficiones pacíficas pero que tengan un rasgo de respuesta eficaz que pueda servirle de sostén en el futuro (y le sugirió la afición por las piedras, de todo tipo y de toda naturaleza, también si servían para construir edificios y contemplarlos construidos con piedras) confiando así construir en la mente del niño constantemente agredido una idea de solidez personal (sutilmente psicológica) que le resulte útil en el presente y en el futuro, cuando sea adulto, como estrategia personal para hacer frente a las adversidades que las propias personas que nos rodean (y a veces la misma sociedad) permiten que caigan sobre nosotros con cierta indiferencia e incluso la justificación señalada, e incluso se acaban justificando si las imágenes de las agresiones alcanzan las redes sociales.

El ambiente americano tiende a fundarse en el poder o valor que adquiere la violencia y en la legitimidad de su uso para no ser avasallado. Un mensaje que es recurrente en sus películas y series dese hace muchas décadas (cabría recordar que en las películas Norteamericanas de los años 40 se llegaba a justificar el asesinato pasional, como causa para la salida del propio país y el restablecimiento en un lugar lejano y remoto, como era el caso – que parece pasar desapercibido en la actualidad - del protagonista de la afamada película de “Casablanca”, siendo Bogart, en el personaje de Rick quien asume ese papel de héroe de causas perdidas que parece huir de EEUU por el asesinato de un hombre que le “hubiera robado a su mujer” – hay que reparar en ello porque la “sutileza del mensaje” tiende a pasar desapercibida – y sobre todo porque ahora se viene a justificar en alguna medida por los profesionales de la educación y la psiquiatría).

Parece una visión de naturaleza "animal", donde la fuerza se siguiera empleando para disuadir a los rivales masculinos e incluso forzar así la relación con la mujer, mostrándose el “más fuerte”. (La tendencia animal "natural" de matar al rival macho y yacer con la hembra. Una visión que parece establecida en América en especial en Latinoamérica y que parece ya vinculada con la cultura para siempre). 

Desde esa visión se podría entender el caso que llegara a ese programa Norteamericano, dónde una jueza juzgaba la denuncia realizada por unos padres a uno de sus hijos. El caso resulta llamativo, porque se basa en el perjuicio que la exhibición de riqueza ("falsa"), por parte del hijo (imitando dinero y oro en imágenes) en redes sociales, ocasionó a la familia, ya que unos ladrones entraron en el hogar, cuando los padres no estaban, y no encontrando la riqueza esperada violaron a la hija de 15 años, mientras él joven, hermano de 20 años, se escondía sin tener a mano el móvil para llamar a la policía y era consciente de que si se enfrentaba a ellos lo podrían matar (así son los delincuentes en Norteamérica). La madre confesaba ante la jueza mediática que puso droga en el coche y cuando lo cogió el hijo llamo a la policía denunciándolo por posesión y que fue encarcelado por ello. Y se justificaba la madre ante la jueza en el hecho de no haber defendido a su hermana y fue causante de la desgracia. El padre asentía y apoyaba a la madre en su pretensión de así castigarlo. No vi el programa completo, pero la jueza parecía sintonizar con los padres, después de constatar que los ladrones violadores no habían sido ni localizados ni detenidos – parece el principio jurídico esencial en Norteamérica: “Alguien debe pagar”. 

En Norteamérica y en América, en general, el dinero y la riqueza es símbolo de éxito y tal vez también de poseer inteligencia o destreza para conseguirlo; consecuentemente de triunfo personal y de saberse conducir por la vida y la sociedad. Probablemente por ello el hijo intentara así mostrarse ante su propia sociedad como triunfador, simulando una riqueza que no poseía. Es una visión recurrente y llena de ejemplos. Hoy mismo se anunciaba la muerte de David Koch, el multimillonario que apoyó a Trump (y también a Israel) y que tiene una fortuna estimada en dólares que solo se puede determinar empleando “nueve "ceros" y que la nota de prensa señalara como rasgo destacable de su carácter empresarial que “era muy temido por la agresividad que empleaba para sus negocios” (Estamos hablando de América, por lo cual parece aconsejable que para hacerse una idea de los términos “temido” y “agresividad en los negocios” cabría aceptar toda una gama de recursos que tal vez no concibiéramos muy lícitos en nuestra cultura europea, al menos por ahora). 

La sociedad parece que "vuelve sobre sus pasos" y retrocedemos sobre caminos y senderos que aparecían no volver ya jamás. La idea de la "perfección" (en todos los planos, incluso psicofísica) sigue subsistiendo y parece resucitar en nombre de la propia perfección (que viene a resultar que se muestra, cuando le es posible, excluyente) otra vez.

 (Vuelvo a recordar la serie "Friend" - que la vienen reponiendo constantemente en algunos canales - y con ella el comentario de la frescura que aportaba el personaje de Phoebe, señalando que no solo se puede convivir con ella, sino que aportan al grupo si este no se muestra excluyente sino que aceptándola se muestra integrador; incluso el personaje de Joey entra en ocasiones en ese  "espacio" de evidente imperfección; como también lo hacen Rachel o Mónica. Chendler también se posiciona reconociendo las consecuencias de su vida familiar e incluso la visión, a veces narcisista de Ross se reconduce en la serie, mostrando que la perfección - tal cual se concibe - en realidad casi pudiera ser un artificio que todos nos construimos de manera artificial y pretendemos mantenerla ante la evidencia de la cierta satisfacción que puede otorgar observar deficiencias o vulnerabilidades en otros (si es que nos pusiéramos a buscarlas) y con ello ignorar las propias, por la simple falsa creencia de creer que si somos capaces de ver defectos ajenos es porque nosotros carecemos de ellos, sin adentrarnos en la senda de que podemos poseer, y de hecho poseemos, otros muchos más graves: La falta de sincera y honesta reflexión para con nosotros mismos (y solemos dejar esa tarea para los medios de comunicación).

Si bien, disfrutar de la soledad es expresión de una tranquilidad interior, la compañía y la sociedad es precisa, es camino preciso de recorrer para poder obtener el placer y los beneficios que otorgan la soledad (una vez que hemos verificado que la sociedad que nos circunda, ni la imagen del mundo que nos han hecho forjar los medios de comunicación cuando nos promocionamos como cultura “Ideal” – la mejor sociedad cultural posible -, representan una oportunidad que nos podemos perder o que nos estamos perdiendo, pues en todos los sitios "cuecen habas" y por ello siempre es mejor el lugar conocido donde ya sabes por dónde pueden llegar los males y se sabe cómo poder enfrentarlos). No hay paraísos como parecen decirnos las agencias de viaje, si no se dispone de dinero para pagarlos; y si dispones de ese dinero para "aparentemente" regalarte la vida, acaban apareciendo otros temores (proteger la fortuna, preservarse de engaños o estafadores o falsos amigos) y lo peor, que uno acabe volviéndose codicioso, ansiando más y más (o simplemente piense que con ir acumulando ya se responde adecuadamente a los requisitos que propone nuestra sociedad respecto de tener éxito en la vida).

 A la postre parece una visión materialista que busca así seguridad, recapitulando constantemente las posesiones y exhibiéndose en lo que se ha hecho para justificar y dar sentido a la propia vida.

 Ni el dinero ni la capacidad de ejercer violencia evitan la emoción del miedo, ni aseguran dar un sentido a la vida.

 Tampoco viajar permanentemente (bajo la idea de conocer gentes o lugares diferentes). Hoy en día las sociedades tienden a uniformarse y el avance de las tecnologías tienden a redirigirse siempre bajo dos parámetros que no conocen fronteras: Controlar (para dirigir) a las personas (desde la idea de dominar e imponer criterios, ideas y pensamientos) y su contraposición, la libertad como opción irrenunciable de las personas para encontrar su propio camino y realizarse en él.

Hemos visto en China, con esta pandemia, el deseo de su gobierno en controlar todo lo referente a este virus que nos azota siendo capaz de que una de las médicas que alertaran fuera sacada de su casa y su marido y familiares cercanos no sepan ya de ella ni tengan acceso a su persona físicamente (Es el problema que siempre tienen los Gobiernos que se sienten y conciben tan perfectos que no admiten alternativa); y análogamente les ocurre a los Estados, aunque sean democráticos en sus formas, cuando sus estructuras, regladas para su funcionamiento, acaban por distanciarse del común denominador que a todos nos afecta al ser personas: El sentido común; y acaban aplicando "soluciones" estandarizadas que cuando deben de ser aplicadas con autonomía de criterio, por personal armado, puedan dar lugar a noticias como la que hoy se han mostrado en nuestra prensa local y TV. En China ahora se va más lejos, retomando una teoría puesta en práctica por Scotland Yard y luego (después de los desastres observados) dejado de lado, como era concebir la criminalidad potencial (o ya ejercida) de una persona por los rasgos físicos de su cara o cráneo. Allí se utilizan las cámaras de seguridad para determinar, por los rasgos físicos, personas potencialmente peligrosas para la sociedad (y seguro que también, tarde o temprano, para el partido).

 Ya no podremos decir que solo los americanos son capaces de acabar con un chico (con miedo) en el jardín de su propia casa, ante sus propios padres y hermanos, porque no se atiene a una orden clara y explícita de un agente de la "autoridad". (Cabe preguntarse si ese tipo de agentes, que así conciben su profesión, serían capaces de hacer eso mismo, y resolver una situación de la misma manera con alguien cercano). Dado el signo por dónde va el mundo y nuestra sociedad parece que ello pudiera solo ser cuestión de "dar tiempo al tiempo".

 Al fin y al cabo, como dijo una médica en TV somos animales (ya sin fronteras entre el resto de especies) y si eso lo dice una médica (y ya algunos psiquiatras señalan que la responsabilidad de dirigir el mundo debe de recaer sobre el mundo de la psiquiatría) podemos entrever el extraño mundo que nos espera (si triunfan esas visiones que se tienen por científicas y, por lo tanto, plenas, sin oposición posible).

Nota: El comentario del técnico que acompaña la noticia inicial en el Periódico de Aragón (en soporten papel), ahora no parece completa en las redes. El joven llevaba el tratamiento y parece que era requerido para volver al centro donde se hallaba, después de lo que sugiere un permiso de Navidad. No se explicaba en el comentario profesional, el rápido deterioro y se asegura imposibilidad de negociar con esta tipología porque a diferencia de psicópatas no hay donde poder negociar – como señalando así una irracionalidad imposible de reconducir. Sin embargo, el propio discurso médico obvia dos cuestiones: Primera: Que sí se sabe cómo actuar en una situación como esta, aunque los miembros del instituto armado no supieran hacerlo en esta ocasión por falta de formación, como se señala desde otros ámbitos que no terminan de explicarse el trágico final de semejante suceso. Y en segundo lugar sí había a donde agarrase a negociar, porque Joel expresó un deseo, que ahora pasa a todos desapercibido y obviado por el comentario del profesional.

De no poner medios con determinación ante estas posibles situaciones causadas por miedo – miedo, en distintos grados, de prácticamente todos los participantes, llevado al extremo de acabar con una vida – se acabará por aceptar estas soluciones, como parecen entre ver algunos comentarios a las noticias que hacen lectores que, posiblemente también guiados por el miedo, aceptan la situación como inevitable o justificable (algún comentario sugiere que al fin y al cabo era un enfermo mental) Recordar que el último dato señalado en un artículo señala que el 40% de la población ha pasado en algún momento de su vida por un episodio psiquiátrico.

  

  

 

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