Miguel Ángel Ibáñez Gómez - maiges_ps@hotmail.com

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lunes, 4 de enero de 2021

La psiquiatría: ¿Una inquisición “moderna” al servicio del Estado?

 
(encierros, tortura, perdida de derechos….incluso muertes en nombre de la seguridad de la sociedad) se llega a usar contra los niños en procesos de separación (encerrándolos en psiquiátricos hasta que acepten al progenitor que rechazan)

Una “aberración” que subsiste? …. ¿es  un gran negocio?.



     La Psiquiatría se sigue definiendo por su etimología (del griego psiqué, alma, e iatréia, curación). Es una definición “generosa” para una especialidad médica que intenta consagrarse como  una rama de la Ciencia, aunque no cumpla requisitos esenciales para ello (y esté lejos de los mismos) pero que se ha revelado, desde hace un siglo (y sobre todo mucho más recientemente) como un instrumento que puede ser muy eficaz para el control social ante personas que se cuestionan y cuestionan la “coherencia” del entorno o la sociedad en la que viven. Son personas sensibilizadas, por lo general, al haber vivido situaciones de perjuicio continuado grave, o malos tratos, o violencia continuados, sin tener los medios a su alcance para “protegerse” de esas situaciones - por lo general en la infancia y desde el entorno familiar inmediato o próximo: violencia gratuita, abusos… - que han pasado desapercibidas, ignoradas u ocultadas o simplemente han sido “negadas” por el entorno que debiera darles seguridad y apoyo, y a la postre son situaciones anómalas y perjudiciales para la persona pero a la vez consideradas como consecuencias de la propia vida que se han de asumir en esta sociedad por su condición de ser sociedad “animal” - así se define la existencia Humana en el criterio dominante de la medicina actual. 

(hace muy poco una médica, a tenor de la pandemia, así lo aseguraba en un espacio de gran audiencia, prácticamente ignorando el componente espiritual del Ser Humano y la influencia decisiva que el componente espiritual aporta en cualquier contingencia o desafío vital, como lo es hacer frente a cualquier tipo de adversidad circunstancial –  como por ejemplo abrirse camino ante las adversidades económicas de esta crisis que ahora vivimos e incluso lo esencial que resulta el aspecto “espiritual, del alma”, para superar situaciones adversas para la salud). 

    Una afirmación  que parece interesada – ante la preocupación e incluso miedo que pueden sentir muchas personas ante la falta de respuesta de grupos de personas ante las recomendaciones médicas de prevención en esta pandemia, señalando así el rasgo animal como más determinante tanto en los que se saltan esas medidas recomendadas como en aquellos que muestran miedo ante ello. Se ignora, aún así y ante todas las dificultades que observamos, aunque esté verificado desde siempre, lo importante que es y el “estado de ánimo”, y sentir el ”apoyo” de las personas del entorno o incluso a falta de ello, apoyarse en propias “creencias” o “fes” personales para “vencer” y salir airosos de una circunstancia adversa (como lo es esta pandemia) o cualquier otra situación difícil de naturaleza social o grave de enfermedad, ya sea que afecte como colectivo social o individualmente.

(parece ineludible preguntarse cuantas de esas personas mayores no hubieran fallecido o hubieran tenido un mejor pronóstico si hubieran sido “amparadas” emocional y anímicamente por sus más allegados o por el personal adscrito (en vez de haberse dado casos, como los señalados por la prensa, donde algunos ancianos fueron encerrados, por miedo al contagio, en habitaciones  y dejados a su suerte y muerte en soledad). 

    Tal vez, por ello, esta afirmación de la médica llegue “oportunamente” para las convicciones que sostendrían una parte de los profesionales médicos (y así se eviten más preguntas incómodas sobre circunstancias hasta ahora inadmisibles y reprochables, que darían lugar a respuestas siempre insatisfactorias); considerarnos a todos animales resulta una “respuesta global” que hace inviable cualquier razonable pregunta sobre el comportamiento de unos y otros durante esta pandemia – desde el exceso inicial de vecinos todo el día en la ventana en plan chivateo, hasta algún exceso policial frente a personas vulnerables, o aquellos que se saltan las precauciones sin importar edad, como las muy deficientes y casi “inhumanas” “respuestas” de algún personal en residenciasque ahora entran como denuncias de los familiares en los juzgados, o como aquél trato colgado en la red sobre una anciana por personal “pretendidamente” cualificado,… Todo ello preguntas incómodas que al respecto tendría esa misma respuesta de concebirnos como Animales;  e incluso “anide” el convencimiento, ante las evidencias cotidianas, de que es una “obviedad” de que somos Animales, no solo en cuanto a los aspectos o técnicas por los que tratar una enfermedad sobre nuestro cuerpo, sino también ahora sobre nuestro comportamiento - la mente - que señalara un “destino” y una “ruta” para la Humanidad (como si de una concepción elitista ya asumidas por muchos desde su visión  científica-materialista, y que con esa expresión pública en medios de comunicación de ser esencialmente Animales se pretendiera sumar parte de esa sociedad “consciente” que les será “obediente” de aquí en adelante, dadas las consecuencias que vemos a diario). Una respuesta, la de “ser animal”, que adquiere – por venir de donde viene, el mundo Científico Médico – una relevancia singular, que sirve tanto “para un roto como un descosido”

    Es como si esa profesional viniese  a “negar la mayor”- y uno piensa en si esas convenciones de médicos, promocionadas por farmacéuticas, que los han ido llevando al Caribe, o a otros paraísos terrenales, a veces con gastos pagados, han conseguido “torcer” esas evidencias que siempre habían sido consideradas como básicas por los médicos de familia que han ido infundiendo ánimos, para convertir una situación desfavorable en superable; esa definición del Ser Humano (de que somos animales, obviando otros componentes potentes de nuestra condición hasta ahora aceptados, como lo es la parte espiritual) parece expresión de “oportunismo” donde algunos profesionales de la medicina intentarían “ganar territorio” al “sentido común” sobre la salud y las prácticas saludables a solo fin de intentarse hacer incuestionables en su visión meramente organicista, materialista de la vida y la existencia humana (aunque no tengan aún todas las respuestas en su mano; y desde luego sigan obviando todo lo que desconocen desde ese plano meramente materialista).
    Es cierto que el reproche lo hace ante una parte de la sociedad que no termina de adaptarse a las limitaciones impuestas para controlar la presente pandemia y que desde esa percepción que se halla al alcance de todos “cuele” su “mensaje” como si de una “clave” significativa y reveladora se tratara (para aquellos que quieran aceptarla como tal) pero existe el peligro de asentar, así, una división dentro de toda sociedad: Los que son “conscientes” y los que son y serán “animales”; e implícitamente, al estar ahora todos bajo el efecto transversal del peligro de contagio ganarse adeptos a esa visión, intentando hacer realidad una “nueva frontera social” más allá de las concebidas hasta ahora como “clases sociales” (que estaban sustentadas en razón a su poder adquisitivo y su rol social), y donde la división se pretendiera instaurar entre  aquellos que forman parte de la sociedad como (animales) “conscientes” y aquellos “otros” cuya base es y será siempre animal; todo ello evaluado desde la aceptación a las respuestas y los únicos referentes aceptables que se debieran seguir (dada la experiencia que estamos viviendo) referentes dados por la Ciencia Médica y su visión materialista cuya máxima expresión sería considerar el rasgo más relevante y esencial del Ser Humano, que se muestra tanto individual como socialmente en su naturaleza Animal.  

(hace algo más de un siglo se utilizara, a su vez,  una descripción similar del adversario para minusvalorar o destruir la parte mas positiva de nuestra condición Humana (y que nos hace iguales en emociones y sentimientos de hermandad), consiguiendo “cosificar” al “otro” para que así no hubiera “sentido de conciencia” a la hora de matarse en los frentes de Guerra de la 1ª Guerra Mundial. Esa estrategia la realizaron tanto los aliados como el imperio Alemán; aunque hubiera revueltas e incluso desafíos de los soldados ante sus generales – declarando la paz en los frentes y confraternizando con el “enemigo” - porque el sentido común señalaba en los soldados un sentimiento de Hermandad, propio de la espiritualidad, como ahora parece quererse negar, iría evolucionando y más adelante, para generar la 2ª Guerra Mundial, se fue construyendo al buscarse – para cosificar al adversario “enemigo” - razones míticas, vinculadas a una raza, incluso apelando a razones y argumentos de base “científica” (recuérdese que hubiera un tiempo en que la policía inglesa detenía personas como potenciales criminales en razón del aspecto físico de su cara, siendo sus valoraciones determinantes para los jueces en determinar si era una persona o no autor de un crimen en base a ese rasgo físico)  donde se apoyaría la teoría de la raza, el superhombre y la diferencia (estableciéndose así quienes podrían considerarse personas y quienes no; como hacían los nazis, que consideraban animales a los eslavos, judíos, gitanos….) para luego usar de razones económicas y estadísticas para cuestionar el gasto del Estado en sustento de personas con problemas de salud; así Hitler se apoyaría para instaurar su nazismo (y los millones de personas que murieron con esos tipos de argumentos en campos de concentración y frentes de guerra) y desde donde Mussolini, también, construiría su idea mítica de resucitar el imperio romano (y que la película “La vida es bella” plasmaría por medio de su protagonista, en una escena con niños en la escuela y haciéndose pasar por inspector del Ministerio de Educación Italiano; lo que hasta ahora considerábamos un absurdo que nunca volvería a nuestras sociedades) que parece quererse resucitar en otro nuevo plano: Quiénes son obedientes a la Ciencia Médica y su soporte técnico - las multinacionales del medicamento - serán “animales conscientes” y consecuentemente con más derechos que el resto de animales; con ello se iniciaría un camino similar donde alentar razones para las diferencias (y con ello la exclusión y estigmatización), y sin duda llegarían a señalar el gasto que generan cierto tipo de personas  para el Estado. Tal vez se esté intentando abrir un melón y no lo estamos percibiendo.

    Esa ruta propuesta para nuestra sociedad y para la Humanidad, en la que se acepte esa predominante condición Animal (que se puede verificar también, lamentablemente, en aquellas imágenes de las jóvenes cuidadoras burlándose y maltratando a una anciana en lo que parece una residencia) y que lamentablemente representaría, de aceptarse esa “visión” elitista y científica, el inicio de la “cosificación” masiva de una gran parte de la sociedad en razón de si discrepan o no de las directrices médicas científicas dadas e incluso en razón de si se someten a análisis y críticas sus decisiones o sus resultados. De aceptarse esas visiones materialistas estaríamos ante un nuevo impulso autoritario, de naturaleza excluyente (en razón de conocimientos científicos) que estaría tentado de convertirse en un poder efectivo y real, determinante para siempre de nuestras vidas como Seres Humanos (aunque la pugna inicial fuera hacerlo a resguardo y desde un segundo plano, detrás de un poder representativo político que debiera y debería mostrarse siempre allanado ante esas directrices profesionales sobre la salud).
    Concebirnos como animales, sin más, resulta algo desalentador, pues la definición inicial de Ser Humano es de animal racional (y en su tiempo se incluía también: religioso; y desde luego ese concepto último es un rasgo que efectivamente nos haría diferenciarnos del resto de seres vivos); y dentro de la idea de religiosidad la versión más neutra, y contemporánea, de concebirnos como animal espiritual, que fuera la esencia que, en principio, nos diferenciaría del resto de animales; es decir, el Ser Humano concibe y se concibe así mismo como portador y parte de un proyecto que le transciende y va más allá de la propia vida material limitada en tiempo y espacio. Al ir verificando que los mamíferos, grupo al que pertenecemos los humanos, son capaces también de expresar y tener sentimientos que podemos comprender, y que podemos relacionarnos con ellos (cuando pierden el miedo a convivir con nosotros) e incluso tienen un lenguaje y una inteligencia que nos sorprende y gran similitud en sentir la experiencia vital como nosotros, hemos descubierto, de alguna manera, que formamos un Todo con el resto de la vida en el planeta y en especial vivimos la contradicción de nutrirnos de otros mamíferos que tienen sentimientos y afectos como nosotros (e incluso posiblemente tienen consciencia de su propia vida). La inteligencia, pero aún en un plano mayor, los sentimientos y empatía que son capaces de mostrar ciertos animales con nosotros han revelado que con su sola presencia, estos animales pueden mejorar el pronóstico de una enfermedad grave – recientemente en la prensa vimos perros esperando entrar en salas con niños diagnosticados de cáncer porque mejoran su salud – e incluso pueden pronosticar una crisis en personas con determinados procesos morbosos anticipándolos y pudiéndose tratar anticipadamente para evitar efectos letales o irremediables. Pero sobre todo sabemos que una actitud positiva o de atenciones y cuidados positivos de las personas del entorno próximo respecto de una persona que estuviera pasando el proceso de una enfermedad e incluso de un “mal trago” o un grave disgusto o una conmoción pueden ayudar, con éxito, a resolver y encauzar una situación que, de carecer de ese apoyo del entorno, podría derivar en un proceso difícil y largo de superar e incluso nunca superarse. Parece obvio que lo que llamamos “amor” (y que no es otra cosa que el calor, el arrope emocional, el apoyo positivo e inteligente, y el profundo respeto para “saber” cuidar y respetar a la persona cercana siendo conscientes de que debe de llegar a sus propios “darse cuenta” por sí mismo, pero siempre arropado honestamente por su propio entorno o la persona en quien confía) es lo que permite constituir un ambiente estructurado en el cual sus miembros se tienden a sentir seguros, protegidos, amparados, apoyados, consolados en la adversidad y capaces de establecer confianza en sí mismos para realizar sus anhelos u objetivos personales, en un ambiente donde se intercambian pareceres, convicciones, percepciones, ideas de precaución social, y perspectivas sobre las personas que rodean, estableciendo los rasgos de la naturaleza de las personas y sociedad, y los mecanismos y procedimientos, así como las actitudes que se han de sostener para conseguir objetivos concretos o el inicio de un proyecto/itinerario personal dentro de la sociedad circundante. Todo eso es lo que hace lo que llamamos “amor” y todo lo que deriva de él: Confianza, Fe, Esperanza... (y que es palabra que se refiere esencialmente a “calor” como sinónimo de lugar acogedor y seguro;  o “amparo”).

    Con esa visión de considerarnos a Todos animales, el rasero con que se mide y valora a la Humanidad se baja al nivel más bajo del materialismo científico. Es como si la propia “decepción” y “pesimismo” del materialismo (que domina el mundo científico) se trasladara a la sociedad, proponiéndose, de alguna manera, así mismos como únicos sabedores de lo que conviene a la sociedad y su devenir futuro, basado en el conocimiento científico adquirido. Y señalando una “visión” de la sociedad – al decir de su comportamiento durante esta pandemia a nivel internacional - “poco consecuente” y “consciente”, como si ellos mismos no hubieran sido partícipes de la responsabilidad por la cual “el sistema educativo” no tiende a transmitir “la experiencia y el placer del conocimiento” por lo cual los estudiantes no suelen experimentar esa experiencia transformadora, sino que siguen la pauta evaluativa de “mostrar conocimiento” - como en una competición - que se enumeran sin conocer la profundidad de los mismos, probablemente porque ni siquiera sus maestros y profesores precisaron tampoco llegar al fondo de esos conocimientos (e incluso se llegaría a considerar incómodo a cualquier alumno que por ese fondo interrogara, entorpeciendo la dinámica de la clase) cuestión que en otros países han resulto en las primeras etapas formativas poniendo al frente de las mismas a los mejores profesores en cada materia, una vez que se descubre que muchas potencialidades de los alumnos se “pierden” o desmotivan en manos de profesores “loros” - que son aquellos profesores que sacaron sus estudios y carreras relatando de memoria un temario que nunca comprendieron en profundidad y que solo exigen atención y disciplina a los alumnos en clase, siendo incapaces de motivarles, porque, en esos casos, ellos mismos como profesores nunca lo estuvieron).

    Parece obvio que para el éxito de cualquier actividad tiene que existir eso intangible e inmedible llamado Amor (amor que o se ha recibido del entorno o que se tiene dentro de sí, como de manera innata), y que hace posible persistir en el empeño y los anhelos intuidos para el propio devenir personal y que son fuente real de vocaciones; y el poder de una vocación se muestra en la capacidad de obtener y encontrar resultados positivos donde “otros” o no las hallan o se han acomodado a una rutina profesional donde las personas son como “números” y casos estereotipados que se “despachan” con “formas” “maneras” y procedimientos” reglados pero sin real interés vocacional – vocación que nace en la infancia o juventud y que nos muestra unas aptitudes en las que hay que persistir constantemente para lograr éxito en cada asunto o paciente.   
 
    Precisamente es en este punto, donde la Psiquiatría se encuentra ”obstruida” en su papel (al menos en ese papel que define su propio nombre, que hay que volver a recordar en su raíz griega del mismo:  psique, alma, e -iatréia, curación). Términos como Alma, psique, -iatría, se encuentran cada vez más “vetados” en la psiquiatría por la visión dominante del materialismo (materialismo entendido como visión filosófica radical de la existencia humana), por la cual la Ciencia, aunque no todos sus miembros, tiende a excluir cualquier “factor ajeno” a sus conocimientos basados en fenómenos físicos o biológicos, y suponiendo – y asegurando con total determinación – que cualquier fenómeno afectivo o de apoyo emocional puede describirse como un fenómeno biológico y/o bioquímico, reproducible y sustituible por sustancias químicas que, a “su juicio”, causarían el mismo resultado – y si no lo causan en la actualidad de manera satisfactoria – o por efectos secundarios muy adversos o peligrosos - serán alcanzados en el futuro cuando la Ciencia se perfeccione – haciendo posible, así, que un paciente “potencialmente” pueda ser separado de su entorno familiar o social, pues este entorno nada podría hacer por él que la Ciencia no pueda hacer bajo sus propios principios basados exclusivamente en la percepción materialista de la existencia del Ser Humano y del mundo que le rodea.
 

(parece obvio que cuando en primero de Medicina te llevan a ver y diseccionar cadáveres de seres humanos el impacto en los estudiantes puede ser determinante y decisivo, porque parece que se establece un vínculo entre los restos en formol – e incluso si fuera un cadáver reciente – y la propia persona que lo contempla por primera vez; haciéndose inevitable la “pregunta” que no siempre se explicita: ¿Sólo somos esto?) 

(situación que también se podía dar en una Escuela de Capacitación Agraria, cuando supiera la dirección de la Escuela que había un grupo de vegetarianos – adaptando la comida para el reducido y “anormal” pequeño grupo de estudiantes ecologistas-vegetarianos que allí adquirían conocimientos agrícola-pecuarios en busca de alternativas personales a una sociedad nuevamente en crisis económica y con antagonismos políticos internacionales que situaban a Occidente permanentemente al borde de un conflicto nuclear y buscando en ecologismo y pacifismo alternativas que por entonces eran consideradas, incluso en la propia escuela Agraria como casi “subversivas y contracorriente” ante una visión exclusivamente química de la producción agraria y ganadera – recuperaron una “práctica formativa” que solo realizaron aquél curso con una persona que les resultaba incómoda: “Aprender a sacrificar un cordero”. Uno de los profesores de Ganadería hizo sentar al alumno para que sujetara al cordero mientras él le hincaba el cuchillo buscando la yugular para desangrarlo; una vez desangrado rápidamente se despellejó con habilidad para luego extraerle, en un solo bloque, el peritoneo con todas las vísceras intestinales en el interior – el cuchillo, extremadamente afilado para la ocasión, rozó ese tejido, y parte de las heces mancharon un poco uno de los muslos del cuerpo del animal –  momentos antes había dado estertores agónicos mientras se desangraba – como quien se resiste ante una muerte prematura y “provocada” en un sacrificio previsto para “dar de comer” a las autoridades de la Escuela un menú especial en esas fechas ya Navideñas. Extraído el bloque intestinal, emanaba del cuerpo del cordero un calor intento, mientras se podía observar la posición de los riñones, el hígado y el estómago del “rumiante” que también fueron depositados en un balde preparado al efecto de esa operación. Extraídos también los pulmones y el corazón junto con ellos, quedaba visible la envoltura muscular que hacia posible la utilidad del aparato locomotor. La pregunta ahí no era la que se hiciera un estudiante de Medicina ante una disección, sino que la pregunta fuera: ¿Dónde se halla la vida que hacía posible que este pequeño animal, hace solo unos minutos estuviera vivo, consciente del entorno y de su propia vida y que una vez sujetado – sujetar a un ser vivo e inmovilizarlo es la mayor amenaza que puede sentir a su propia vida, incluso un Ser Humano, y de ello es consciente la psiquiatría – ya me referiré a ello más adelante ante algún resultado de muerte que conocimos meses atrás por esa práctica abusiva y desproporcionada que llevó a la muerte a una joven -  presintió su vida en peligro inminente y de echo, su instinto no le engañó, murió? ¿A donde se ha ido esa vida? Y sobre todo: ¿Dónde se hallaría ubicada? Porque todo lo material que conformaba a ese ser vivo – órganos y vísceras - se hallaban en su lugar menos su vida)

    Nos encontramos en el punto donde las creencias y Fe del Ser Humano se concretan en la palabra Alma y Psiquis.

(El término alma se puede aplicar, según las más antiguas interpretaciones, a los seres vivos en general (plantas y animales) como su principio constitutivo. Según algunas interpretaciones, como la de Aristóteles, el alma incorporaría el principio vital o esencia interna de cada uno de esos seres vivos, gracias a la cual estos tienen una determinada identidad, no explicable a partir de la realidad material de sus partes. Aristóteles definió la Psyche como "forma específica de un cuerpo natural que en potencia tiene vida". (De Anima, 412 a20.) También la entiende como "la esencia de tal tipo de cuerpo" (412b10). La forma o esencia es lo que hace que un ente sea lo que es. Por esto entendemos que el alma es lo que define a un cuerpo natural. Por ejemplo, si el oído fuera un animal, su alma sería el escuchar y su materia el propio órgano del oído. Un oído que no tuviera la función de oír sería un oído solo de palabra. En este caso, el alma configura la materia en un cuerpo natural organizado. Platón consideraba el alma como la dimensión más importante del ser humano. A veces habla de ella como si estuviese encarcelada en un cuerpo, si bien tal idea la toma prestada del orfismo.)

    Vemos como nuestro mundo científico gusta de vincularse con los nombres dados por los antiguos filósofos griegos, como estableciendo una continuidad, pero a la vez como señalando el punto de partida – porque señalar el punto de partida resulta esencial para saber si nos hemos desviado de los conceptos originales y sobre todo para poder observar qué motivó aquellos “desvíos” en la “ruta” de exploración que mueve la Ciencia y sobre todo “cuales son los resultados” de esas desviaciones y sobre todo tener la posibilidad de – una vez establecida una ruta - defender rectificaciones en la misma, se convierte en una pelea constante - si observamos que el objetivo inicial: curar o sanar, se ha “desvirtuado” por intereses espúreos ajenos al verdadero interés de la sanación  (término que se sustituye por “estabilización” que realmente supone “estancamiento” de los procesos que hacen posible la evolución de la persona y su verdadera sanación o plena normalización) y estemos, tal vez, ante un “cruce de intereses” económicos/farmacéuticos – que suponen un gran negocio en el cual son contratados profesionales médicos que a veces actúan como lobys de presión y de persuasión ante otros profesional e incluso ante el mundo político que gestionan las sociedades – y a la vez ante la oportunidad de establecer un criterio “excluyente”, que impida la contemplación de alternativas que, aun estando vigentes y recomendadas, se busque un “destierro” permanente y muerte en vida en nombre de la “Seguridad” sobre una persona determinada que no hizo daño a nadie.
    Lo lamentable de este proceder es que en la práctica representa influencia y poder real de un colectivo que se consideran profesionales de la medicina pero dentro de una rama, la psiquiátrica,  muy cuestionada en sus formas y maneras, desde hace más de un siglo, y que en nombre de la “seguridad del Estado y el de la Sociedad” han sido capaces de establecer leyes “especiales” que vulneran todos los derechos esenciales de cualquier persona – aunque no haya delito de por medio, ni se vislumbre, pero sí un entorno inmediato “intentando hacer ver que sí lo habría” e incluso “intentando atribuirlo”  – haciendo posible la muerte civil y social en vida de personas 

(y quiero recordar una vez más que ese sendero está abierto políticamente para la inmensa mayoría de la sociedad desde el intento del proyecto de la ley Gallardón por el cual se quería psiquiatrizar a toda mujer que pidiera abortar; la puerta está abierta, y el hecho de que en aquél momento colegios profesionales lo desaconsejaran, no señala el camino cerrado, porque no le está, y de ello son muy conscientes colectivos que fueron psiquiatrizados en el pasado – como gays o lesbianas – subsistiendo hoy en día las razones morales que se oponen a ese concepto de libertad y siendo estos colectivos conscientes de que pueden ser, tal vez, nuevamente objetivo político; sencillamente es posible porque la psiquiatría se brindaría nuevamente a ejercer sus prácticas “inhibidoras” violentas sobre ellos en razones de salud mental y moral si el ambiente político cambiara y se lo requiriera – de ahí que en Radio Nacional de España Radio 5 exista un espacio de expresión para estos colectivos en los fines de semana – aunque se advierte, también, que el horario nocturno, de madrugada del programa, señalaría que, de alguna manera, las personas y la sociedad en general, asumen el criterio político de libertades individuales, pero existe el riesgo que el signo del pensamiento sobre las libertades pudiera cambiar – como lo está haciendo en otros países en los que se consideraba un camino iniciado y sin retorno – así  reflejaban ese temor quienes dirigen el mencionado programa radiofónico, llamando a la supuesta reducida audiencia de la casi madrugada a resistir y persistir en sus convicciones después de haber logrado que la OMS, a pesar de las muchas reticencias, sacaran de su lista de enfermedades mentales a esos colectivos que el Franquismo, y no solo el Franquismo, consideraban como conductas “perversas y peligrosas” para la sociedad. Y la Psiquiatría y los Jueces asentían y respaldaban truncando infinidad de vidas cuando alguien del entorno de estas personas, de esta condición, se proponían y se determinaban para arruinarles la existencia, en este caso por su condición sexual).

    El Alma y su descripción por Aristóteles añadiendo el término Psiquis, ha sido , primero,“deformada” por el materialismo científico 

(el materialismo es la doctrina filosófica que postula que la materia es lo primario y que la conciencia existe como consecuencia de un estado altamente organizado de esta, lo que produce un cambio cualitativo. En cuanto a la relación del pensamiento humano y el mundo que nos rodea y la cognoscibilidad de ese mundo, el materialismo afirma que el mundo es material y que existe objetivamente, independientemente de la conciencia. Según esta concepción, la conciencia y el pensamiento se desarrollan a partir de un nivel superior de organización de la materia, en un proceso de reflejo de la realidad objetiva) 

    y luego, posteriormente, buscando una redefinición organicista que puede ubicarla en un lugar concreto del cuerpo humano – con evidentes errores graves que no asumirán hasta que no encuentren una visión “alternativa” que amplíe su “torpe visión” mecánica de la vida humana – en este caso ubicando el Alma en el cerebro  y usando el término psiquis (de Aristóteles) como argot profesional que permite alejarse del “sentido común” de las personas (y de la bondad que hace posible el milagro de la sanación o el inicio de la ruta hacia la misma) mostrándose así que son Doctos aunque no sepan explicar ni el motivo ni el porqué de la vida ni de la existencia en este Universo.
    La Ciencia, cuya base metódica estableciera Descartes – con el método científico – para superar una de las etapas más estancadas y oscuras de nuestras sociedades occidentales, para señalar que lo que parecía evidente para todos era una realidad constatable con independencia de la existencia de cualquier dogma (dogmas que en aquellos momentos bloqueaban el conocimiento en las Universidades bajo la amenaza de si se contravenían correr el riesgo de perder la vida o ser encarcelado y torturado) haciendo posible que la gente común y sin estudios tuvieran más certezas y evidencias de la realidad circundante que los propios estudiantes y/o profesores de las Universidades (atenazados por el miedo y el terror a contradecir ciertos dogmas, y se dedicaran, exclusivamente, a reproducir lo “sabido o revelado como cierto” sin atreverse a expresar sus percepciones o convicciones obvias). Ese fue el mérito de Descartes quien formado por jesuitas, le recomendaron irse a vivir a los países bajos y alejarse de Francia – para no ser perseguido por una sociedad de jerarquía “cuadriculada e intolerante” - en su tarea de dar un “paso hacia adelante” que, a la postre, haría posible que otros se se sumaran haciendo posible el inicio de la Ciencia como instrumento liberador de las personas y de la Humanidad – pero que ahora se observa como un gran negocio que no siempre nos libera y que se porta como una herramienta más en manos de los Seres Humanos (para bien o para mal según sea el signo de los poderosos que la usan y sus objetivos) – unas veces nos da la satisfacción de traernos bienes, bienestar y sanación, y otras se porta como instrumento para cercenar vidas, derechos y libertades, e incluso haciendo posible el deterioro del planeta (bajo la idea de que hay que dar tiempo a las industrias y tecnologías que esta manejan, y que es donde se halla el poder económico, la oportunidad política, que constantemente define el destino de la humanidad: haciendo posible el empleo, los salarios, que exista una clase media amplia, una estabilidad política y un progreso “previsible” y positivo). Filósofos como Erasmus, que era solicitado por algunas Cortes para que les hablara y les instruyera, pero que nunca fue asistido en su pobreza, siendo su vida de itinerancia y práctica mendicidad. Los pensadores y filósofos fueron por lo general perseguidos por el poder y debían estar protegidos por alguna Corte o no solían tener residencia fija itinerando y siempre huyendo de país en país (un poderoso que lo amparara y a veces el filósofo caía entre el fuego cruzado de rivalidades personales, entre influyentes antagónicos,  que se plasmaban  en problemas políticos o morales y que se saldaban con la humillación de uno de sus “amparados”, como señalaba un profesor de la Sorbona al respecto de porqué Galileo fuera sentenciado y encarcelado).

    Habría que señalar al respecto del materialismo científico que, primero, nunca ese fue el objetivo de Descartes (cuyo componente espiritual queda reflejado en algunos pasajes de su biografía de tal manera que Científicos de hoy en día renegarían de él si los conocieran  - adiestrado para conocer y dejarse guiar por un “maestro interior” al que iba a visitar mediante un proceso mental que si fuera relatado ante una evaluación de Capacidad Psiquiátrica de hoy en día, en cualquiera de nuestros juzgados, sería encerrado de por vida - prácticas descritas recientemente en uno de los volúmenes  dedicados a este filósofo dentro de una colección que abarca, no solo la obra sino también las biografías de una selección de casi una treintena de filósofos que han influido en el devenir de nuestra sociedad occidental – y son prácticas que he verificado accidentalmente que sobreviven y se realizan por grupos de personas en la actualidad, siendo personas normales, con familias normales, rechazadas por la Ciencia y consecuentemente en peligro de ser perseguidas por su rama “inquisitorial”: La Psiquiatría) sino que el objetivo de Descartes era el de “desatascar” un estancamiento evidente en el terreno del conocimiento y las evidencias más elementales que llegando al absurdo causaba daño, cárcel, padecimientos y torturas a las personas que sobre ello hablaban o escribían.

    Sorprendentemente los materialistas señalan al cerebro (y sus procesos bioquímicos) como lugar de residencia del Alma, y casi más, como el Alma misma. Dentro de su afirmación de que la materia – inerte en su concepción inicial – sufre un proceso de complejidad tal que es capaz de hacerse “infinita” - como el Universo – y por otro lado, en su organización de la materia se da lugar a la vida y a la conciencia; y remachan, siendo capaz la Ciencia de reproducir todo ello.
    El primer tropiezo que se encuentran es el hecho de que se descubrió que en otras partes del cuerpo existen neuronas – como en el corazón y parece que también en las tripas – por lo cual, el saber popular sigue yendo por delante de ellos, solo a base de intuición y sin mas saber que el popular; pero no hay que apenarse, nuestros científicos sacarán una nueva teoría que asuma que el alma se haya repartida entre diversas parte del cuerpo y con ella la psiquis (tiempo al tiempo).

    La Ciencia afirma que partiendo de “Nada” serán capaces de “Todo” (incluso crear vida) emulando los procesos vitales que existen en al Naturaleza. Obviamente esta no es la Ciencia que esperaría  Descartes, se la mire por donde se la mire. Nuestra Ciencia formula Hipótesis sobre qué será el futuro y hasta donde llegará, prometiendo bienestar y salud para todos (pero es que esto lo llevan prometiendo hace decenas de años y años) mientras nos hacen pasar por errores tan garrafales como el DDT, Lindano, abonos y pesticidas….sobremedicación, en animales y seres humanos,...(todo un negocio entorno al “conocimiento” - a veces sesgado, utilitario y precipitado - y al poder que este otorga)
 

    Las consecuencias que las aplicaciones psiquiátricas generan en nuestro entorno suele ser desalentador cuando se verifica cómo se ha convertido una pretendida rama de la medicina en un vasallo incondicional del poder, en su visión más retrógrada, del Estado. La actitud, en la primera Guerra Mundial, del cuerpo de psiquiatras de los aliados (en especial franceses e ingleses) debería haberse considerado Crímenes de Guerra, sencilla y llanamente. Las imágenes rescatadas por algunas cadenas de tv, en recuerdo del centenario de la primera guerra mundial, de soldados “profundamente conmocionados” en su sensibilidad, por lo visto y vivido en las trincheras de los frentes de guerra, se había somatizado en sus propios cuerpos produciendo movimientos convulsivos continuos, involuntarios; con sus ojos y pensamientos ajenos a lo circundante, profundamente heridos en sus “almas” ante lo que nunca hubieran esperado ver como comportamientos “admitidos” en la sociedad a la que pertenecían.  

(películas cinematográficas posteriores muestran, no ya la crueldad de la guerra, sino la barbarie y la impiedad de generales y mandos militares mandando a los ciudadanos, vestidos de soldados, a saltar de las trincheras sin ninguna “oportunidad” de sobrevivir ante el fuego enemigo; mientras ellos, los mandos, quedaban en la retaguardia mientras los maldecían por no conseguir alcanzar la trinchera de enfrente y les acusaban de cobardía y afrenta a su “honor de militares”. Es de señalar que los altos mandos, cuando caen en poder del adversario no son fusilados, sino que el trato solía ser, hasta cierto punto, considerado entre caballeros). 

    El cuerpo de psiquiatras, desde esa misma retaguardia, acusaban a estas personas - afectadas por la conmoción con continuos movimientos convulsos - de fingir por cobardía y les aplicaron “correctores de conducta” a base de electrochoque y trato degradante y vejatorio (en nombre de la Medicina, pero sobre todo en estas ocasiones, del Estado y del Alto Mando Militar). Hasta que en un momento dado observaron que ni aquellas medidas daban resultado y que aquello no podía ser fingimiento teniendo que describir aquél fenómeno como producto de la conmoción terrorífica que estas personas habían sufrido en las trincheras (aunque el nombre técnico que recibieran esas personas afectadas pudiera ser más complejo y, en algún caso, permitiera abrir un “nuevo campo” de investigación donde algunos “profesionales” de la salud mental pudieran “lucir” sus complejos conocimientos de la mente humana creando un nuevo espacio a la experimentación farmacológica). Que nadie piense que esos errores cometidos por estos “Médicos” fueron subsanados o el Estado retribuiría o compensaría el sobre daño gratuito causado a estas personas; para nada. Ni siquiera remordimientos entre los llamados “Médicos” Psiquiatras. Y desde luego, de estos procederes y maneras de conducirse estos médicos nada transcendía a la sociedad civil (que vivía con la mayor normalidad posible la situación de guerra, esperando y confiando en los “gloriosos” mensajes y noticias de “victoria” que se recibían de los frentes de guerra, aunque las listas de caídos y bajas llegaran a las familias afectadas). Todo un secreto de los Estados revelado décadas después, a otras generaciones distintas que aquello no vivieron ni conocieron, con el fin de mostrar que la sociedad a la que pertenecen, pase lo que pase, avanza hacia adelante y hay que seguir confiando en ella. No fueron las únicas barbaridades “tapadas” por la medicina en nombre de la Ciencia y su progreso; los experimentos realizados sobre presos y cautivos prisioneros chinos en manos de japoneses, fueron reclamados por los EEUU y algunos de esos investigadores y experimentadores con humanos, japoneses, pasaron a trabajar con los Norteamericanos.

    La reclusión de los enfermos mentales en asilos y el inicio de algunos tratamientos empíricos determinaron una brecha importante en la comunicación entre el médico y el paciente mental que confluyó en un movimiento heterodoxo dentro de las diferentes corrientes médicas denominado Antipsiquiatría. Esta corriente, opuesta al modelo impositivo, surge a mediados del siglo XX como respuesta al proceso de exclusión social sufrido por los enfermos mentales y al uso controvertido (aunque en ocasiones eficaz) de nuevos métodos terapéuticos como la Terapia electroconvulsiva (electroshock), los comas insulínicos, las termoterapias de choque, la implementación de la técnica quirúrgica de la lobotomía, etc.
    Ante estas prácticas se pudiera concebir cierta élite científico-médica nos considera, a los “humanos corrientes del montón” realmente “animales” y consecuentemente lugar idóneo para investigaciones (tratados o lobotomizados para el progreso como ciencia médica), dándose lugar a un movimiento o corriente de pensamiento psiquiátrica opuesta a estos métodos (métodos cuya base se sustentaba en la abolición del "yo" del paciente; es decir, negar una parte esencial en todo ser humano), y también s e oponen a una concepción a su juicio excesivamente biologicista de la enfermedad mental (término contra el cual en la actualidad se considera adverso y negativo para el paciente y la sociedad), centrándose más en los ambientes de las personas: padres excesivamente intrusivos o disrruptores en la formación de la personalidad, atribuyendo a esta enfermedad, por tanto, la posibilidad de tratamiento mediante psicoterapia. Tras un largo período de desencuentro la psiquiatría oficial y la antipsiquiatría confluyeron en una corriente psiquiátrica nueva que finalmente se desentendió de la mayor parte de los tratamientos criticados por esta última (actualmente sólo persisten unas indicaciones muy limitadas y restrictivas para el empleo del electroshock, habiendo desaparecido en psiquiatría el resto de terapias antes mencionadas), y que admitió la pertinencia de incorporar a los enfermos mentales en ambientes sociales más integradores y menos aislantes como un camino hacia su "normalización".
    Y sin embargo subsisten aún métodos y visiones médicas poco reconciliables con lo que consideramos sentido común y a la vez una permanente “batalla” (incluso por profesionales propios de la psiquiatría) para señalar lo endeble de los diagnósticos que se suelen realizar y la consecuente acumulación de cadenas de diagnósticos, cuya función de etiquetación de la conducta – conductas que s econsideran fuera del convencionalismo social – lleva a dificultades en el restablecimiento de la salud por una permanente vigilancia de rasgos de la conducta de un así etiquetado, que siendo normales en cualquier persona, en estos casos se analizan e interpretan erróneamente - incluso por profesionales, siempre en busca de rasgos que sigan confirmando sus “sospechas” para un diagnóstico. Todo un entramado de desconfianzas entorno a pacientes de los que ya se sabe que la normalidad en el ambiente es esencial para su recuperación y vida normalizada.

    A tenor de ello tal vez sea conveniente divulgar, en primer lugar, el experimento que realizó un profesional psiquiatra para desvelar los malos procedimientos en los diagnósticos médicos, la tozudez del sistema psiquiátrico en reconocer errores e incluso, sin esperarlo, el mal trato y mal ambiente de las unidades psiquiátricas:


Experimento de Rosenhan
 
Hospital psiquiátrico St. Elizabeth, Washington, D.C., una de las sedes del experimento Rosenhan.
El experimento de Rosenhan fue un famoso experimento sobre la validez del diagnóstico psiquiátrico que llevó a cabo el psicólogo David Rosenhan entre los años 1968 y 1972.1​ Fue publicado en 1973 en la revista Science bajo el título «On being sane in insane places» («Estar cuerdo en lugares dementes»).2​ El estudio está considerado como una importante e influyente crítica a la diagnosis psiquiátrica.3​
El estudio de Rosenhan constó de dos partes. En la primera parte, colaboradores sanos o «pseudopacientes» (tres mujeres y ocho hombres) simularon alucinaciones acústicas para ser internados en doce hospitales psiquiátricos de cinco estados de los Estados Unidos.2​ Todos fueron efectivamente admitidos y diagnosticados con enfermedades psiquiátricas. Después de ser internados, los pseudopacientes se comportaron con normalidad y comunicaron a los responsables de los establecimientos que se encontraban bien y que no habían sufrido más alucinaciones. Los responsables médicos no solo no detectaron a ninguno de los pseudopacientes, sino que creyeron que manifestaban síntomas de enfermedad mental real. Varios permanecieron recluidos durante meses.2​ Todos fueron obligados a reconocer que padecían alguna enfermedad mental y a aceptar medicarse con antipsicóticos como condición para ser dados de alta. La segunda parte se llevó a cabo cuando uno de los establecimientos psiquiátricos desafió a Rosenhan a enviar pseudopacientes a su hospital para que su personal los detectara. Rosenhan aceptó y en las siguientes semanas, de los 193 pacientes que el hospital atendió, identificó a 41 como posibles pseudopacientes, 19 de los cuales habían levantado las sospechas de al menos un psiquiatra y otro miembro del personal. En realidad, Rosenhan no había enviado a nadie al hospital.4​5​
El estudio concluyó: «Está claro que en los hospitales psiquiátricos no podemos distinguir a los cuerdos de los locos».2​ Igualmente, ilustró los peligros de la despersonalización y del etiquetaje en las instituciones psiquiátricas. El estudio sugirió que el uso de instalaciones comunitarias para la salud mental que se preocuparan de problemas específicos más que de establecer etiquetas psiquiátricas podía ser una solución y recomendó educar a los trabajadores para hacerlos más conscientes de la psicología social implícita en esas instalaciones.2​
El experimento de los pseudopacientes
Objetivo del experimento
El objetivo de Rosenhan era conocer si los diagnósticos psiquiátricos responden a la existencia en los pacientes de síntomas que pueden ser categorizados; o, por el contrario, los diagnósticos psiquiátricos están en las mentes de los observadores y no son resúmenes válidos de las características manifestadas por el observado.
Participantes
El propio Rosenhan y siete colaboradores con buena salud mental, los llamados «pseudopacientes», solicitaron una cita en un hospital psiquiátrico a través de una llamada telefónica alegando sufrir alucinaciones acústicas. El personal del hospital no fue informado de tal experimento. Los pseudopacientes incluían un estudiante de psicología en la veintena, tres psicólogos, un pediatra, un psiquiatra, un pintor y un ama de casa. Ninguno tenía antecedentes de enfermedad mental. Los pseudopacientes utilizaron seudónimos, y aquellos que trabajan en profesiones relacionadas con la salud mental alegaron otra ocupación con el fin de evitar cualquier tipo de tratamiento especial. Además de dar falsos nombres y empleos, no se efectuó ninguna otra alteración de su biografía o circunstancias personales.
Valoración psiquiátrica inicial
Durante su valoración psiquiátrica inicial, afirmaron oír voces, a menudo confusas, que parecían pronunciar las palabras «vacío», «hueco» y «apagado». Las voces no eran familiares y eran del mismo sexo que el paciente. La elección de estos síntomas provino de su semejanza con problemas existenciales y a la ausencia de literatura referida a psicosis existenciales. No alegaron ningún otro síntoma. Una vez admitido en la unidad, el pseudopaciente debía comportarse «normalmente», informar de que se encontraba bien y de que ya no oía voces. Informes obtenidos después del experimento indican que todos los pseudopacientes fueron calificados unánimemente como «amistosos» y «cooperativos» por el personal del hospital.
Entorno de observación
Todos fueron admitidos en doce hospitales psiquiátricos situados en lugares diferentes de EE.UU., incluyendo algunos viejos e infradotados, algunos en zonas rurales, otros hospitales universitarios con excelente reputación y uno estrictamente privado. Aunque los pseudopacientes se presentaron con síntomas idénticos, siete fueron diagnosticados en hospitales públicos con esquizofrenia, y uno con psicosis maniaco-depresiva, y un diagnóstico más optimista y mejor pronóstico clínico en el hospital privado. La duración de la hospitalización varió de siete a cincuenta y dos días, con una media de diecinueve días. Todos fueron dados de alta con un diagnóstico de esquizofrenia «en remisión». Un diagnóstico que Rosenhan considera como evidencia de que la enfermedad mental se percibe como una condición irreversible que crea un estigma para toda la vida antes que como una enfermedad curable.
Persistencia de las etiquetas psicodiagnósticas
A pesar de tomar constantemente y públicamente notas sobre el comportamiento del personal y otros pacientes, ninguno de los pseudopacientes fueron identificados como impostores por el personal, aunque muchos de los otros pacientes parecieron ser capaces de identificarlos correctamente como impostores. En las tres primeras hospitalizaciones, 35 de los 118 pacientes expresaron una sospecha de que los pseudopacientes estaban cuerdos. Algunos sugirieron que eran investigadores o periodistas que investigaban al hospital. Registros de los hospitales indican que el personal interpretaba gran parte del comportamiento de los pseudopacientes como un aspecto de su conducta patológica. Por ejemplo, una enfermera etiquetó el hecho de que un paciente tomara notas como «el paciente se dedica a escribir», y lo consideró patológico. Los datos biográficos de los pseudopacientes fueron inadvertidamente distorsionados por la plantilla para lograr consistencia con las teorías dominantes en la época sobre la esquizofrenia.
La experiencia de la hospitalización psiquiátrica
A los pseudopacientes se les dijo que deberían salir por sus propios medios, fundamentalmente convenciendo a la plantilla de que estaban cuerdos, aunque se movilizó a un abogado para ser llamado en caso de emergencia cuando se fue consciente de que ninguno de los pseudopacientes sería dado de alta en un periodo corto de tiempo. Una vez admitidos y diagnosticados, los pseudopacientes no consiguieron ser dados de alta hasta que aceptaron el diagnóstico del psiquiatra de que estaban mentalmente enfermos y empezaron a tomar medicamentos antipsicóticos que arrojaron por el retrete. Ninguno de los miembros del personal se dio cuenta de que los pseudopacientes no estaban ingiriendo su medicación y no informó de pacientes que lo hicieran.
Conclusiones
Rosenhan y los otros pseudopacientes denunciaron la deshumanización, la invasión de la privacidad y el aburrimiento que sufrieron mientras estaban hospitalizados. Sus pertenencias fueron revisadas aleatoriamente, y algunos, observados mientras estaban en el baño. Informaron de que, aunque el personal parecía bien intencionado, en general objetivaba y deshumanizaba a los pacientes, a menudo discutían sobre los pacientes en su presencia como si no estuvieran allí y evitaban el contacto directo con los pacientes, excepto cuando lo exigían sus obligaciones. Algunos ayudantes manifestaban abusos verbales y físicos hacia los pacientes cuando otros miembros del personal no estaban presentes. El contacto medio con los psiquiatras, psicólogos, residentes y médicos, todos ellos en conjunto, fue de una media de seis minutos y cuarenta y ocho segundos al día.
«Les dije a mis amigos, a mi familia: “Saldré de allí cuando tenga que salir, eso es todo. Estaré allí un par de días y luego saldré”. ¡Nadie tenía ni idea de que pasaría dos meses allí! El único modo de salir era aceptar que tenían razón. “Dicen que estoy loco, pues lo estoy, pero estoy mejorando”. Era una afirmación de la imagen que ellos tenían de mí».
David Rosenhan en el programa de la BBC “The Trap”.6​
El experimento de los pacientes inexistentes
Para este experimento, Rosenhan recurrió a un hospital universitario de enseñanza e investigación cuya plantilla había oído de su primer estudio pero dudaba de que tal error pudiera darse en su hospital. Rosenhan informó a la plantilla de que en algún momento durantes los tres meses siguientes uno o más pseudopacientes intentarían ser admitidos en el hospital psiquiátrico. Se obtuvieron juicios de 193 pacientes que fueron admitidos al tratamiento psiquiátrico. Se pidió efectuar juicios a toda la plantilla que había tenido un contacto sostenido con el paciente o una responsabilidad primaria hacia él (ayudantes, enfermeras, psiquiatras, médicos, y psicólogos). Cuarenta y un pacientes fueron señalados, con una alta confianza, como pseudopacientes por al menos un miembro de la plantilla. Veintitrés fueron considerados sospechosos por al menos un psiquiatra. Diecinueve fueron objeto de sospecha por un psiquiatra y otro miembro de la plantilla.
De hecho, Rosenhan no había enviado ningún genuino pseudopaciente durante este periodo. La conclusión de Rosenhan fue que:
«Cualquier proceso diagnóstico que se preste por sí mismo tan fácilmente a errores masivos de este tipo no puede ser un proceso muy fiable».2​
Controversia
Rosenhan publicó sus descubrimientos en Science criticando la fiabilidad del diagnóstico psiquiátrico, así como la despersonalización y la naturaleza degradante de la atención sufrida por los participantes en el estudio. Su artículo generó una gran controversia.7​
Quienes defendieron la psiquiatría argumentaron que el diagnóstico psiquiátrico se basa en gran parte en los informes que los pacientes hacen de sus experiencias, y fingir para falsear el diagnóstico no es más revelador que mentir sobre otros síntomas médicos. En este sentido, el psiquiatra Robert Spitzer cita la crítica de Seymour Ketty al estudio de Rosenhan:
«Si bebiera un litro de sangre, y después sin decir nada sobre esto, acudiera a las urgencias de cualquier gran hospital vomitando sangre, el diagnóstico del personal médico sería absolutamente previsible. En el caso de que me diagnosticaran y me trataran de úlcera gastroduodenal, dudo que pudiera sostener de manera convincente que la ciencia médica no sabe cómo diagnosticar mis síntomas».8​
Por el contrario, que el personal de urgencias no sea capaz de poner en duda su diagnóstico con el paso del tiempo y en ausencia de otros síntomas, es otra cuestión. Y es precisamente la tendencia a extender un diagnóstico, para interpretar los datos siguientes con el fin de hacerlos consistentes con él, la raíz de la crítica de Rosenhan. Rosenhan no critica que los simuladores fueran admitidos, sino que afirma que la hipótesis de la enfermedad mental fue mantenida a pesar de la buena salud mental aparente del paciente, con lo cual el diagnóstico perdió básicamente su sentido.2​
Impacto
Se considera que el experimento impulsó el movimiento de la antipsiquiatría y aceleró el movimiento de reforma de los hospitales psiquiátricos y de desinstitucionalización del tratamiento de los enfermos mentales en la medida en que fuera posible.9​
Se revelaron más inconsistencias
En 2019 se publicó el libro de Susannah Cahalan: The Great Pretender: The Undercover Mission That Changed Our Understanding of Madness (en español: El gran farsante: la misión encubierta que cambió nuestra comprensión de la locura).10​ En el cual acusa a David Rosenhan de fabricar los resultados de su investigación que publicó en la revista Science. Rosenhan, quien afirmó él mismo haber sido uno de los participantes del experimento, no informó que además de los "síntomas" que todos los «pseudopacientes» sanos manifestaron, él le dijo al médico tratante que en su mente siempre oía la radio y que tenía ideación suicida, lo que quedó registrado en su historia clínica, datos que luego ocultó al público.11​12​
    • 6 Referencias
    • 7 Enlaces externos

     

    Sin embargo, nuevamente, se alzan voces en algunos medios de comunicación pidiendo que los locos vuelvan a los manicomios porque no hay motivo para que anden sueltos – y creo que rescataba ese proceder, en las redes sociales, un juez mediático, conocido por sus soluciones salomónicas y su gusto por el retorno de los castigos físicos a los niños y adolescentes.
    Ante los cambios sociales hay resistencia por vértigo a un entorno “desconocido” y se apela a ideas y procederes del pasado para sentir “seguridad”. Sin embargo, parece conveniente profundizar en el poder al que se aspira desde la Psiquiatría, como ocurre en la Institución Tavistock, financiada y constituida por Rokefeller, destinada a todo tipo de estudios y lugar señalado como “conspirativo” por algunos de sus proyectos, pero que las declaraciones de algunos de sus profesionales psiquiatras, en artículos, si son realmente preocupantes, si realmente el contexto lo acompaña, como las siguientes:  

 Willian Hirsch reflejado en La salud mental de Jesús : Cristo tenía los rasgos de un perfecto paranóico.
Brock Chisholm propuso modificar los conceptos de bien y mal, señalando que “bien es la capacidad natural para disfrutar de la satisfacción de las urgencias naturales”, es decir: dejarse llevar sin evaluar mucho en las consecuencias, por los impulsos naturales; liberándose las personas de las ataduras morales.
    La consecuencia de ello es el ascenso de la psiquiatría a unas cotas de mayor poder, como señala el propio Chisholm cuando se le atribuye la frase: La Psiquiatría debe ahora decidir el futuro inmediato de la especie Humana. Nadie más puede. Es nuestra responsabilidad.    
    Paul Pruyser director del Departamento de la Fundación Menninger afirmaría: La palabra Alma ha perdido su significado. Los hombres y los animales se pueden ya ver como una continuidad, más que como dos categorías de seres distintas. La Fe, el Amor y la Esperanza ya no se verán más como virtudes sino como procesos empíricos en carne y sangre.

     Realmente parece obra del materialismo científico el proceso que vemos desde esa visión médica que afecta a los seres humanos en su salud física o en la comprensión de su complejidad mental ante el hecho de poseer inteligencia, capacidad de razonar, consciencia de vivir a la vez que se es rehén de la condición humana en su vertiente animal y todo ello dándose bajo la circunstancia de no poderse explicar el motivo de porque el Universo ha generado esa inteligencia, esa consciencia de estar vivo y tener vida, y no saberse responder: ¿Para Qué? ¿Qué objetivo y qué finalidad? 

    Es imposible que la Ciencia, si persiste en no abandonar su visión materialista (siendo ello una radicalidad innecesaria y a la vista está que empieza a verse  en ello resultados altamente negativos) encuentre una salida para no llegar y persistir en las absurdas conclusiones que reflejan los tres especialistas referidos y las ambiciones que vislumbran para sus profesiones en dirigir el mundo. (Y recordar que la doctora mencionada al comienzo de este artículo iba por el mismo camino de considerar la sociedad, a nosotros, como Animales; y es española la señora).

    La relación de los psiquiatras con presidentes de EEUU tampoco pasa desapercibida, Roosvelt con Francis Barceland, Kennedy con Max Jacobson, que también trató a su hermano Robert y otras estrellas mediáticas como la Taylor, Warhol, Anthony Quinn, Capote, Tennesy Williams (según el investigador Ronald Siegel, ese dr siemrpe tenía a mano su jeringuilla de metanfetamina a mano, que podría explicar la adicción sesual de Kennedy al sexo) También Nixon con Arnol Hustchneker (este psicoanalista propuso un memorandum para evaluar a todos los niños americanos desde los 6 a los 8 años para prevenir el crimen, pero fue rechazado, aunque insistía y afortunadamente el watergate acabaría con su influencia en la Casa Blanca – a Nixon se le veía hablar con los cuadros, según narraron los periodistas que destaparon el asunto que dio con el presidente en la calle). Gerge Bhus era adicto al Halción (una droga que produce paranoia, alucinaciones y excitabilidad) en general, según describe la literatura científica psicopolítica, muchos candidatos  utilizan estimulantes, algunos de ellos peligrosos, en peiodos electorales.

    Ya escribí artículos sobre los errores psiquiátricos que en España han causado muertes recientes, y la desproporción con la que fueron tratados esos pacientes, y que son situaciones recurrentes que en esas ocasiones acabaron con muerte, pero que suelen pasar desapercibidas.

    La psiquiatría, cuando niega el componente espiritual de las personas (por la naturaleza materialista de la Ciencia) e introduce términos para describir conceptos. Así lo señala  el psiquiatra Alfred K. Baur , se dan nombres a conceptos y luego se lidia con ellos como si de objetos o cosas se tratara; y esto es verdad para la mayoría de la Categoria Diagnóstica. Términos como psicósis, psiconeurósis o sociópata son esencialmente indefinibles, y si se definen, las definiciones no serán generalmente aceptadas por la simple razón de que no existen (al menos como son formuladas)”.
    En este juego de conceptos e ideas clasificatorias de la naturaleza y condición humana, se cosifica al Ser Humano – que es lo que está haciendo la Ciencia – y proponiendo seguridad futura y una especie de “prevención social” acaban por crear situaciones complejas y graves problemas que tendrían mejor pronóstico abordados desde otras perspectivas. Pero sobre todo ello tiende a confundir a la sociedad, como ocurriera cuando Freud se empeñara en asegurar que “la mujer envidiaba el pene del hombre”; el problema no es que ello fuera falso o una equivocación o proyección del propio personaje histórico fundador de la psicología; el problema real es que muchas mujeres que leyeran esos pasajes de su obra pudieran creerse esa afirmación haciendo posible que sus vidas se torcieran por un periodo de tiempo indeterminado, pero del que no sabemos hasta donde llegaría el mal causado por aquella afirmación (que hoy en día nos puede parecer una simpleza). 

    Sabemos que la mente – que no es un órgano, sino “algo” se halla por encima de las funciones cerebrales y con grandes capacidades para el propio ser humano que la porta – es muy plástica y receptiva, que tiende a creer todo lo que le rodea y lo analiza o la acepta como parte de la realidad a la que adaptarse, por ello si se introducen conceptos de la naturaleza señalada por Freud, cuando se halla en proceso de comprender ciertos aspectos de su condición humana, se pueden generar problemas que luego habrá que resolver.  Cuando un psiquiatra le dice a una persona que está loca (es decir le pone una etiqueta estigmatizante y le pregunta si tiene ideas de suicidio) genera, probablemente y posiblemente sin duda alguna, un problema mucho mayor en la persona que cambiará su vida – si no media milagro – para siempre de manera adversa; siendo sometido a una medicación, por lo general permanente (aunque ello no sea conveniente) apelando a ideas de seguridad del Estado y de la propia persona así tratada;         haciendo posible que el tratatmiento farmacológico, a los años, genere problemas graves orgánicos como consecuencia de la toxicidad inherente a casi todos los fármacos que se emplean (ello sin que señalemos que muchos o la mayoría de esos farmacos destinados a la “salud mental” producen efectos de depresión y otros muchos más graves, que la mayoría de la gente desconoce – generando suicidios en adolescentes y algunos de ellos ya prohibidos en EEUU) y sobre todo porque el tratamiento farmacológico paraliza cualquier proceso de “avance” en la resolución del enfermo de las causas que produjeron sus afecciones y conmociones que le llevaron a tal estado. Hace un Standbay del que ya nadie se preocupa y “todos” ven como muy conveniente.

    Dejo a continuación algunos artículos de “accidentes” que llevaron a la muerte a un paciente en alguna unidad psiquiátrica por malas praxis – ello sin reiterar alguno de los ya escritos aquí que detallaron en su día cómo el personal psiquiátrico tiende a descuidar lo esencial de la salud en un hospital – como es la atención a unas heridas producidas por ampollas en los pies.

2019, 19 de  abril  El País:  Andreas murió de meningitis tras 75 horas atada en la unidad psiquiátrica del Hospital Central de Asturias
2019, 11 de junio El Asalto (de Asturias) Colectivos de salud mental piden justicia para la joven que murió atada en un hospital de Asturias
2020, 16 de noviembre Público: La jueza archiva la causa de la joven con meningitis que murió atada a una cama en psiquiatría
2017, 19 de julio Muerte de joven extranjero destapa "trato inhumano" en psiquiátricos de Japón
Comisión de Ciudadanos por los DDHH en EEUU (Violaciones Psiquiatricas)  Reclusiones mortales: Asalto “terapéutico” psiquiátrico


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