Miguel Ángel Ibáñez Gómez - maiges_ps@hotmail.com

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jueves, 11 de abril de 2013

Una democracia de patio de colegio.



           Recuerdo de niño que quería crecer para hacerme mayor y entender a los adultos, y ser como uno de ellos. Sin embargo al hacerme mayor lo primero que el Estado quería hacer conmigo era enseñarme a matar personas. Matar de verdad en un ejército organizado para matar civiles - incluso si era preciso los propios civiles de mi Estado. Pensé que eso pasaba porque no estabamos más que de camino hacia una verdadera democracia; cuando ésta llegara los ejércitos desaparecerían por sí solos. Pero ello parecía que tardaría.

La ambición por el dinero hacía posible que un adulto dejara de ser lo que para mí debería de ser un adulto. Así que pensé que cuando llegara una verdadera democracia desaparecería la ambición por el dinero; y todos serían verdaderos adultos porque el dinero ocuparía un lugar secundario en la vida de las personas.

Cuando ví la sexualidad me pareció que los adultos no eran adultos ni cuando hablaban de sexo ni cuando lo practicaban. Y pensé que cuando hubiera democracia el sexo se haría por amor a la persona y no por su aspecto físico. Y me equivoqué. Y pensé que los adultos frente al sexo eran niños caprichosos y egoístas. Y pensé que la democracia era para gente madura y que no había gente madura.

La democracia era imposible. Y soñé que un día todos serían adultos, apreciarían los valores humanos reconocerían sus errores, se perdonarían y habría democracia. Y me equivoqué.

Y pensé que cuando hubiera democracia se cultivaría la Tierra sin pesticidas ni abonos químicos y comeríamos frutas , hortalizas y verduras – y también carne – sana. Pensé que todo hombre (y mujer)  a parte de su trabajo debería de tener un huerto y un jardín biológico y una casa con energía solar y un pozo y aljibe que recogiera el agua de lluvia para regar.

Pensé que cuando hubiera democracia ya no habría guerras, no habría hambre, no habría tiranos….

Habría sabiduría y sencillez. No cabría la violencia y los valores humanos sería lo corriente, lo normal…

No habría leyes con las que hacer trampas, ni tampoco profesionales de la ley.

Las ciudades desaparecerían tal y como las conocemos y las personas volverían a la Tierra, a la agricultura y la ganadería. Y su ocio sería estudiar, innovar, crear y dar ideas.

Las guerras estarían mal vistas y los políticos desaparecerían.

Todos vivirían de lo que tienen y nadie anhelaría más que las pequeñas cosas de cada día.

Los médicos lo serían por vocación (y no por ganar dinero). También los maestros lo serían por vocación (y no por tener memoria de loro) Y también los ingenieros y Psicólogos....

Todos tendrían un huerto y un jardín que cuidar que les recordase que lo más importante de la vida es el cariño que se pone al cuidar las pequeñas cosas de la vida y el amor que dedican a su vocacionada profesión.



El hombre se hizo siempre
de todo material,
de villas señoriales
o barrio marginal.
toda época fue pieza
de un rompecabezas,
para subir la cuesta del gran reino animal.
con una mano negra y otra blanca mortal.
Mortales ingredientes
armaron al mayor.
luz de terratenientes
y de revolución,
destreza de la esgrima,
sucesos como un preso,
amalia abandonada por la bala,
la vergüenza, el amor...
o un fusilamiento, un viejo cuento
modelaron su adiós
Va cabalgando
el mayor con su herida
y mientras más mortal el tajo
es más de vida.
va cabalgando
sobre una palma escrita.
y a la distancia de cien años
resucita...
Trotar sobre la espuma
seguido por un mar
de negros en machete
y sin encadenar.
ordena a su corneta
el toque de "¡a degüello!"
y a un siglo de distancia
entona nuestra canción.
y con recia garganta canta,
espanta lejos la maldición.
Va cabalgando
el mayor con su herida
y mientras más mortal el tajo
es más de vida.
va cabalgando
sobre una palma escrita
y a la distancia de cien años
resucita...


Silvio rodriguez El mayor -

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