Danzar es una
actividad que acompaña al ser humano desde el comienzo de los tiempos. Es una expresión
que forma parte del reino animal. Baste recordar la multitud de danzas
nupciales que hemos observado en especies cuando estas buscan al apareamiento
en las épocas de celo. O la danza que realizan las abejas para comunicarse la
localización de zonas para alimentarse. Pero el hombre, el ser humano, ha ido
más allá de los ritos de cortejo y en sus danzas. Ya desde la prehistoria muestra su vinculación con el mundo espiritual, como ocurre en momentos de caza para sustentarse,
o cómo la danza se convierte en un medio de “preparación” de la comunidad para
ir a la batalla – en éste sentido es buen ejemplo el recordar las danzas de los indios americanos, que
antes de la llegada del hombre blanco se encontraban en la Era de Piedra.
El Ser Humano danza
alrededor de una hoguera – que representa
el sol – girando en torno a ella, como si de los planetas se tratara. Incluso
algunas danzas europeas regionales tienen formas similares en las que las parejas
giran en torno a un centro imaginario - a veces el inconsciente es mucho más
explícito que cualquier argumento hablado.
El tango es una
danza singular que adopta, por igual, formas de individualismo y creatividad
como pareja de baile, donde la libertad de los bailarines – mostrada a través de múltiples figuras,
algunas de ellas de apariencia imposible - alcanza cotas insospechadas de complejidad, y llega hasta formas de baile en sociedad donde la línea de danza, entorno a un centro
imaginario, nos evoca el movimiento de los astros celestes y, por tanto, del Universo.
Ambas maneras de concebir el tango son complementarias y muestran, con
claridad, los roles sociales de las personas que practican esta danza. Así pues, hay dos maneras de practicar y entender el tango:
La primera el milonguerismo
– ir a bailar a una milonga como baile social – tiende a representar las
relaciones sociales de la propia sociedad. La mujer tiende a facilitar los
movimientos del hombre evitando ser un obstáculo o un inconveniente, y le
complace adornando cada iniciativa que el hombre toma. Es como una pareja que
se muestra en sociedad como pareja perfecta y compenetrada.
La segunda,
el tanguerismo que tiende a la individualidad de cada uno de los componentes de la
pareja. Donde tanto la mujer como el hombre sostienen un rol propio y no
complementario, al menos no como se muestra en el milonguerismo, e incluso, en
cierta manera, son antagónicos. Aquí el hombre propone un movimiento – y a diferencia de en el milonguerismo –
la mujer no le sigue complacida, sino que, aceptando por lo general la
propuesta, va generando situaciones complejas – figuras incómodas para el hombre - en donde el hombre debe de estar
a la altura de las proposiciones de la mujer. Incluso la mujer llega a tomar la
iniciativa proponiendo figuras que ponen en peligro el equilibrio del hombre – sobre todo si este no está acostumbrado a
que le contesten. Estamos en el terreno de los tangueros. Tangueros que
representan la dureza de la vida tal cual es.
En ambas ramas del tango, de cintura para
abajo, la pareja, con sus piernas, establece un diálogo más o menos complejo o complementario con
alternativas en las iniciativas tanto de la mujer como del hombre. Y de cintura
para arriba se muestra la tanguidad – una
especie de armonía que ignora, por lo general, lo que sucede de cintura para
abajo.
La mujer busca
un Hombre de Verdad. Si se tropieza con un Gil lo arruinará, si puede, para
mantener a su propia familia o simplemente por capricho – y en esa actitud todo vale.
Si encuentra un
hombre de Verdad caerá, al final, rendida a sus pies. Esta aparente sumisión se
mostrará en la figura final con la que termina el número de tango.
Por eso el
tango, es algo más que una danza.
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