Miguel Ángel Ibáñez Gómez - maiges_ps@hotmail.com

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jueves, 16 de junio de 2016

Maravillas de la Humanidad




                Éste título abre la puerta a un libro que empecé a escribir hace unos años y que quedó en la página cuarenta, aproximadamente. Es un viaje por los misterios de la Humanidad, misterios tan extraordinarios que difícilmente se pueden creer para la gente común, pues hoy estamos tan acostumbrados a que las maravillas vengan de la técnica que nos olvidamos que no hay nada más sorprendente y magnífico que el Ser Humano. Como anticipo a esa obra que algún día concluiré les muestro la temática de uno de sus capítulos.
                Era una tribu del norte del centro norte de Europa, allá por Dinamarca, sur de Suecia y parte de Alemania, que por circunstancias decidió que el número de personas que la componía era excesiva para el territorio que dominaban. Territorio duro y frío, pero al que se habían acostumbrado y del que todo lo conocían… sus animales, sus plantas, su clima…. Para ellos todo era previsible, por ello, el pequeño grupo que debía de partir de su hogar estaba realmente triste. Perderían a sus parientes y amigos – aunque en realidad su tribu era como si todos fueran hermanos. Así que, el día anterior a la partida, decidieron darse regalos y recuerdos unos a otros. El grupo estaba formado por una pareja (hoy diríamos matrimonio) de mayores, bastante mayores para el camino que deberían recorrer. Y unas siete hembras y otros tantos machos; además de cuatro o cinco niños. Había un líder; un varón de unos 35 a 40 años. Fuerte, duro, moreno, de ojos claros, que sabía que el viaje no sólo sería peligroso, sino también cabía la posibilidad de que todos acabaran por perecer en tierras extrañas, donde ni el clima, ni los animales, ni las plantas tenían porqué se similares a las que habían conocido. Tendrían que aprender a reconocer los alimentos nuevos y las plantas nuevas, y en ello también podría haber riesgos.
                Salieron antes que el Sol. Y se despidieron de los que con ellos se levantaron, que fue prácticamente toda la tribu. Tenían la misión de, si encontraban un adecuado territorio, volver alguno de ellos para guiar al resto del grupo que quisiera partir hacia nuevas tierras. Ya había se habían dado en el pasado unas circunstancias parecidas, pero del grupo que les  precedió no volvió miembro alguno para dar razón de ellos ni de las circunstancias de su aventura.
                Se encaminaron al sur, siguiendo el curso de un gran río. Curso que abandonarían para desviarse al ocaso, con la intención de llegar al fin de la tierra. Ellos sabían que el mar rodeaba toda tierra, y buscaban encontrar los límites del mundo en que vivían.
                Al poco tiempo de salir, cuando apenas llevaban nueve o diez jornadas de viaje, se les cruzó, en una vaguada, un enorme oso pardo; un viejo y gigantesco oso les cortaba el paso en un lugar de difícil escapatoria. El animal les había seguido durante varias horas buscando un lugar para la emboscada, y la encontró. No tenían escapatoria, tenían que hacer frente al gran oso. Así que el líder aprovechó la ocasión y encomendó la tarea de matarlo a uno de los jóvenes, casi adolescente aún, muchacho del grupo. Tenía que probar su valor.
El valor era una de las virtudes fundamentales para poder ser amparado por la tribu. Si un miembro no mostraba valor no se podía confiar en él. No se podía confiar ni para ir a cazar en grupo – porque podía flaquear y poner en riesgo a al resto – ni serviría para defender la tribu de los adversarios – hecho que no ocurría con frecuencia, pero en ocasiones había que demostrar al adversario que se estaba en disposición de morir antes de ceder un palmo del territorio que era el soporte de la alimentación de toda la tribu. La alimentación, el vestido y la seguridad.
El muchacho tomó una lanza y se encaminó hacia el enorme animal. Se fue acercando poco a poco. Su padre, temió por él y se interpuso en el camino. Y al muchacho le entró un miedo que antes no tenía. El Gran oso, se enfureció más; pues no había urdido esa estrategia para matar a ningún humano, sino para morir dignamente. Llevaba semanas muy enfermo y los dolores apenas le permitían cazar o comer. Por eso había acorralado a ese clan, solo para morir dignamente y aquello le enfureció  de tal manera que fue a arremeter contra el resto del grupo y contra los más vulnerables. Tuvo el líder que salir al paso y cortarle el camino. El animal se volvió a poner sobre las dos patas traseras y su presencia era capaz de intimidar a cualquier ser viviente. Pero al líder nada le intimidaba. El Animal abrió los brazos mientras se acercaba a ese hombre dispuesto a morir o matar. Y el líder le dio una muerte rápida. Él sabía, anticipadamente, los motivos de tan noble animal.
Lo descuartizaron después de quitarle la piel que sería curtida durante en las próximas semanas por las mujeres. Y disecaron todos los trozos de carne que no podían comer en pocos días. Unos días más tarde el líder llamó al padre y al hijo y los expulsó del clan. No podía confiar en ellos. La manera de amar el padre al hijo ponían en riesgo la misión. Así que se marcharon al día siguiente. Sin embargo, al pasar las semanas se reencontraron y el líder le hizo una nueva prueba al muchacho que superó con gran satisfacción para todos.


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