Miguel Ángel Ibáñez Gómez - maiges_ps@hotmail.com

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martes, 14 de febrero de 2017

El PSOE tiene el ineludible deber de triunfar

Es el segundo artículo con título similar que realizó en menos de un año, o año y medio, y ello muestra, no otra cosa, que la preocupación que sigue presidiendo mis pensamientos por mi país, y por el partido que debe sostener el equilibrio y la moderación que debiera estar presente, muy presente, en nuestra España; para que sirva de referencia y apoyo a nuestra Europa. Pues en los momentos de agitación emocional de la sociedad, es fácil dejarse seducir por ideas tan sencillas como rígidas que prometan resultados inmediatos sin reparar en sus consecuencias, y todos sabemos -aunque la debilidad lo niegue por cierta desesperanza - que las mejores reflexiones, y las proposiciones que estás estimulan, se hayan cerca de la moderación y la templanza. Y, tanto la moderación como la templanza, requieren de serenidad para llegar a ellas; siendo la serenidad lo primero que tiende a perderse cuando las cosas dejan de ser previsiblemente positivas.
Queremos que España quede dentro del espacio democrático que más virtudes nos deparen a todos. Y ese espacio democrático no es otro que el que va desde el centro derecha al centro izquierda. Más allá de esos límites se hallan los conceptos políticos excluyentes que no contemplan el derecho democrático a la alternancia como virtud propia de la moderación – y, por tanto, de la aceptación del error como parte de la naturaleza humana: error en nosotros y en el otro, que permite el avance social desde la esfera de lo individual a lo colectivo, como un continuo proceso interminable de acumulación de experiencia que apenas puede transmitirse intergeneracionalmente; y que es el motivo por el cual, cada generación surge con una “mochila” heredada que tiene que gestionar por el mismo procedimiento de acierto-error.
Dada la tendencia generalizada a no reconocer errores, el sistema democrático es el único sistema que garantiza el relevo en el poder sin violencia, por medio de los votos hacia las dos direcciones: izquierda y derecha. Por mucho que un gobierno sostenga, de sí mismo, que no comete errores, o que estos eran ajenos a él, será la opinión pública y su sensibilidad la que decidirán y valorarán esta situación. Es por medio del voto que refrendarán, o propiciarán, los cambios de gobierno para así reconducir, constantemente, los gobiernos de su nación, o instituciones. Cuando las formaciones políticas se alejan del centro derecha, o del centro izquierda, tienden a considerar - cuando alcanzan el poder - que su proceder político está exento de errores; y por ello toda inclinación o deseo de cambio de la sociedad es considerada un error que está inducido por el pensamiento de personas, o partidos políticos, contrarios a su proceder revolucionario en el gobierno. Proceder que se considera a sí mismo revolucionario o de máxima justicia, por lo que toda persona, o partido que se oponga, se puede llegar a considerar contrarrevolucionario o injusto. Y, ello, para esos gobiernos que se sitúan  más allá de la moderación, llegando al extremismo, es un delito que se ha de perseguir para asegurar el triunfo de la revolución o de la justicia.
De ahí que el triunfo de Pablo Iglesias contenga dos aspectos a destacar: el primero es que Podemos se ancla en un entorno que va más allá del centro izquierda; es decir, triunfan las tesis revolucionarias, o pseudorevolucionarias, por lo que, es previsible, que de llegar al poder tendrían, tarde o temprano, la tentación de modificar las reglas de alternancia democrática (como constantemente se ve en situaciones parecidas en otros países); para dificultar el acceso al poder de cualquier otra fuerza política diferente. Y que las quejas, ante estas modificaciones legales, fueran observadas como amenazas a la revolución o a la justicia; y sus protagonistas podrían acabar siendo perseguidos por sus opiniones.
Por un lado, Podemos, en un 60%, quiere la revolución. Y aún más, Pablo Iglesias busca acuerdos con los revolucionarios puros que hay dentro de su partido, para frenar al ala moderada representada por Iñigo Errejón. La amenaza que representa esta formación para sistema democrático español - tal como se conoce a la democracia occidental - es clara, y el único freno es el PSOE. El hecho de que venza Pablo Iglesias da aún mas respiro al PSOE – aunque, con ello, aumente el peligro y riesgo para España.
El PSOE precisa, pues ahora, acertar en los matices que debe reunir el nuevo secretario general socialista, pues la radicalidad de Podemos - refrendada en Vistalegre II - le concede un espacio libre a los socialistas; y ese espacio es, probablemente, la última oportunidad, de facto, que tiene socialismo español para reconstruirse, sin tener que disputar territorios por la izquierda. Bastaría apelar al sentido de un socialismo democrático, con valores sólidos, para señalar la frontera con Podemos, de una a manera clara y meridiana.

Pero para esta tarea los socialistas deben elegir acertadamente a su nuevo secretario general, pues no sólo deben de señalar esa clara frontera con Podemos, sino, además, atraerse  el reconocimiento de una sociedad española que parece votar al PP, más por miedo al futuro, y por asegurar el sistema democrático de la alternancia, que por otra cosa.

Y en ese pensamiento, el PSOE, puede constituirse como garantía de constitucionalismo y progreso. Lo que permitiría recuperar buena parte del centro social y poder optar a gobernar España, como relevo del PP, aunque sea mediante el pacto con la parte de Ciudadanos más progresistas, y recogiendo cierta sensibilidades sociales que Podemos, ahora, tiende a ningunear - al rechazar a Iñigo Errejón.  Ese espacio de Errejón queda a disposición de ser ocupado por los socialistas - y en términos de votaciones supone 7 puntos más, de voto posible para los socialistas. Y si a ello sumamos que la elección de un buen secretario general socialista puede obtener, no sólo esos 7 puntos de votos de Podemos, sino no hasta otros 7 puntos pertenecientes al centro social - que ahora están repartidos entre PP, abstencion y Ciudadanos - podríamos señalar que la elección correcta de un secretario general del PSOE podría incrementar hasta 14 puntos su actual situación.
Es decir: el PSOE rondaría el 36% de los votos - y con una expectativa, además, de aumentar más la participación de los votantes de centro y centro izquierda que se hayan ahora desalentados por la situación política del país, del PSOE y del PP.

El resumen, hay dos premisas que el PSOE debe reunir para recuperar la posibilidad de gobernar y con ello preservar los valores esenciales de una democracia occidental europea:
- marcar con claridad (y calidad) su límite por la izquierda - hecho que es facilitado por el triunfo de las tesis de Pablo Iglesias y que deja al 33% de Podemos sin representación en su partido (es decir: huérfanos).
- mostrar valores, como la templanza, para ganarse el centro, y parte de la abstención de la sociedad que se encuentra incómoda con la situación actual del panorama político del país.

Sabiendo, pues, que es lo conveniente para el partido en este momento, (y teniendo en cuenta que el PSOE, posee, aún, el rasgo de mostrar y contener en sí mismo, el reflejo de la sociedad en sus aspiraciones a un progreso social, económico, equilibrado y sostenible en el tiempo; y, además es representativo de lo que es conveniente para España) es preciso, ahora, desde estas premisas, acercarse a los rasgos de candidatos socialistas a la Secretaría General para verificar, si en esos rasgos, se hayan, ahora, las cualidades que serían necesarias para cumplir esos dos objetivos que precisa el partido (y, por lo tanto, España).

Un perfil de candidato socialista que se deje deslumbrar por Podemos, o sea permeable a sus maneras y formas, obstaculiza gravemente la labor de generar una frontera clara, meridiana y de calidad entre el PSOE y Podemos. Y nunca serían creíbles, del todo, los argumentos que usara en sus discursos y comparecencias cuando precisara marcar distancia con esa formación política. Y si la frontera no está clara se podrían repetir la crisis interna dentro del PSOE. Es decir: Seguiría existiendo el peligro de identidad en el Socialismo – y, ello, fue en última instancia la verdadera causa de fondo del último y más grave enfrentamiento entre socialistas: El peligro de caer en la falta de Identidad y que tensiona al partido hasta el peligro de la ruptura interna. Tampoco este perfil garantiza la ocupación del espacio Errejonísta (ahora huérfano) pues siempre es sabido que entre original y copia siempre se opta por original. Y mucho menos, este perfil pudiera optar con garantías a atraer e ilusionar los votos del centro que están alojados – de manera “forzada” por las circunstancias – en el PP o en Ciudadanos, o que se abstienen en espera de claridad. Este perfil sería pues, bajo este análisis, muy inadecuado en la situación actual.

 Tampoco parece conveniente el liderazgo de un perfil moderado que pretenda canalizar y reorientar a los militantes socialistas más conmovidos con la crisis escenificada en el partido. Aunque la tarea sea necesaria y meritoria, en ella existe, implícitamente, un sacrificio de la imagen propia que le restará fuerzas en la proyección nacional en unas elecciones generales.

Un perfil de fortaleza sería la lógica solución para los fuertes liderazgos. Este tipo de fortalezas señala el camino a la fortaleza del PSOE; pero es difícil que ese perfil encuentre el camino de la unidad socialista, dado el precedente de una división en la que se ha participado de alguna manera. Y siendo parte es difícil presentarse, en estos momentos, como un todo. Al menos de momento.  El enconamiento existente parece haberse construido más con las tripas que con el corazón;  y esa herida ha de resolverse y cicatrizar se lo antes posible con la elección de un buen candidato que supere todas diferencia ( es decir: un candidato que no recuerde que ha sido parte que pugna o ha pugnado).

Ya señalé, y me vuelvo a referir a la necesidad de que precisamos el modelo de socialismo alemán - lleno de sólidas convicciones democráticas, inteligente, claro y con mucho temple,  y templanza,  que sea capaz de marcar los tiempos de la sociedad y serenar toda esa efervescencia por medio de la experiencia y la veteranía  (es curioso que ahora reclamemos ello, después de haber pedido una etapa de renovación. Pero en ello no hay contradicción;  no se pudo llevar a cabo la renovación lamentablemente y por ello estamos ahora en el terreno de reclamar veteranía, templanza, experiencia, solidez, sabiduría y mucho pedigrí).

El perfil que considero idóneo es aquél que sea de una persona llamada a una tarea que no tenía previsto realizar en su horizonte. Y es llamada por sus cualidades – recién descritas – que transmite seguridad, templanza y humildad; así como sosiego. Perfil que hace volver la vista a tras, a los valores de siempre – esos que son siempre admirados y a los que acudimos cuando tenemos problemas. Personas que nada tienen que demostrar en su entorno social, ni así mismos; pues simbolizan la experiencia consumada y el fruto ya maduro de la sabiduría presidida por la discreción y el recato. Es el perfil de aquél que vuelve para servir cuando ya no existe en él un ápice de ambición, por lo que todo en su persona no es otra cosa que servicio a su sociedad.
Ese es, para mí, el perfil más adecuado. No solo para el PSOE actual, sino como Presidente del Gobierno de España en las actuales circunstancias políticas de la nación.

Esperemos, no obstante, que la brillantez del partido se muestre en todo su esplendor, con decisiones acertadas; y los militantes sepan reconocer la oportunidad que se pueda brindar, por el bien del PSOE, que es el bien de España.

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