Es el segundo artículo con
título similar que realizó en menos de un año, o año y medio, y ello muestra,
no otra cosa, que la preocupación que sigue presidiendo mis pensamientos por mi
país, y por el partido que debe sostener el equilibrio y la moderación que
debiera estar presente, muy presente, en nuestra España; para que sirva de
referencia y apoyo a nuestra Europa. Pues en los momentos de agitación
emocional de la sociedad, es fácil dejarse seducir por ideas tan sencillas como
rígidas que prometan resultados inmediatos sin reparar en sus consecuencias, y
todos sabemos -aunque la debilidad lo
niegue por cierta desesperanza - que las mejores reflexiones, y las
proposiciones que estás estimulan, se hayan cerca de la moderación y la
templanza. Y, tanto la moderación como la templanza, requieren de serenidad
para llegar a ellas; siendo la serenidad lo primero que tiende a perderse
cuando las cosas dejan de ser previsiblemente positivas.
Queremos que España quede
dentro del espacio democrático que más virtudes nos deparen a todos. Y ese
espacio democrático no es otro que el que va desde el centro derecha al centro
izquierda. Más allá de esos límites se hallan los conceptos políticos
excluyentes que no contemplan el derecho democrático a la alternancia como
virtud propia de la moderación – y, por
tanto, de la aceptación del error como parte de la naturaleza humana: error en
nosotros y en el otro, que permite el avance social desde la esfera de lo individual
a lo colectivo, como un continuo proceso interminable de acumulación de
experiencia que apenas puede transmitirse intergeneracionalmente; y que es el
motivo por el cual, cada generación surge con una “mochila” heredada que tiene
que gestionar por el mismo procedimiento de acierto-error.
Dada la tendencia generalizada
a no reconocer errores, el sistema democrático es el único sistema que
garantiza el relevo en el poder sin violencia, por medio de los votos hacia las
dos direcciones: izquierda y derecha. Por mucho que un gobierno sostenga, de sí
mismo, que no comete errores, o que estos eran ajenos a él, será la opinión
pública y su sensibilidad la que decidirán y valorarán esta situación. Es por
medio del voto que refrendarán, o propiciarán, los cambios de gobierno para así
reconducir, constantemente, los gobiernos de su nación, o instituciones. Cuando
las formaciones políticas se alejan del centro derecha, o del centro izquierda,
tienden a considerar - cuando alcanzan el
poder - que su proceder político está exento de errores; y por ello toda
inclinación o deseo de cambio de la sociedad es considerada un error que está
inducido por el pensamiento de personas, o partidos políticos, contrarios a su
proceder revolucionario en el gobierno. Proceder que se considera a sí mismo
revolucionario o de máxima justicia, por lo que toda persona, o partido que se
oponga, se puede llegar a considerar contrarrevolucionario o injusto. Y, ello,
para esos gobiernos que se sitúan más
allá de la moderación, llegando al extremismo, es un delito que se ha de perseguir
para asegurar el triunfo de la revolución o de la justicia.
De ahí que el triunfo de Pablo
Iglesias contenga dos aspectos a destacar: el primero es que Podemos se ancla
en un entorno que va más allá del centro izquierda; es decir, triunfan las
tesis revolucionarias, o pseudorevolucionarias, por lo que, es previsible, que
de llegar al poder tendrían, tarde o temprano, la tentación de modificar las
reglas de alternancia democrática (como constantemente
se ve en situaciones parecidas en otros países); para dificultar el acceso
al poder de cualquier otra fuerza política diferente. Y que las quejas, ante
estas modificaciones legales, fueran observadas como amenazas a la revolución o
a la justicia; y sus protagonistas podrían acabar siendo perseguidos por sus
opiniones.
Por un lado, Podemos, en un 60%,
quiere la revolución. Y aún más, Pablo Iglesias busca acuerdos con los
revolucionarios puros que hay dentro de su partido, para frenar al ala moderada
representada por Iñigo Errejón. La amenaza que representa esta formación para
sistema democrático español - tal como se
conoce a la democracia occidental - es clara, y el único freno es el PSOE. El
hecho de que venza Pablo Iglesias da aún mas respiro al PSOE – aunque, con ello,
aumente el peligro y riesgo para España.
El PSOE precisa, pues ahora, acertar
en los matices que debe reunir el nuevo secretario general socialista, pues la
radicalidad de Podemos - refrendada en
Vistalegre II - le concede un espacio libre a los socialistas; y ese
espacio es, probablemente, la última oportunidad, de facto, que tiene socialismo
español para reconstruirse, sin tener que disputar territorios por la izquierda.
Bastaría apelar al sentido de un socialismo democrático, con valores sólidos,
para señalar la frontera con Podemos, de una a manera clara y meridiana.
Pero para esta tarea los socialistas
deben elegir acertadamente a su nuevo secretario general, pues no sólo deben de
señalar esa clara frontera con Podemos, sino, además, atraerse el reconocimiento de una sociedad española que
parece votar al PP, más por miedo al futuro, y por asegurar el sistema democrático
de la alternancia, que por otra cosa.
Y en ese pensamiento, el PSOE,
puede constituirse como garantía de constitucionalismo y progreso. Lo que
permitiría recuperar buena parte del centro social y poder optar a gobernar
España, como relevo del PP, aunque sea
mediante el pacto con la parte de Ciudadanos más progresistas, y recogiendo
cierta sensibilidades sociales que Podemos, ahora, tiende a ningunear - al rechazar a Iñigo Errejón. Ese espacio de Errejón queda a disposición de
ser ocupado por los socialistas - y en
términos de votaciones supone 7 puntos más, de voto posible para los
socialistas. Y si a ello sumamos que la elección de un buen secretario
general socialista puede obtener, no sólo esos 7 puntos de votos de Podemos,
sino no hasta otros 7 puntos pertenecientes al centro social - que ahora están repartidos entre PP,
abstencion y Ciudadanos - podríamos señalar que la elección correcta de un
secretario general del PSOE podría incrementar hasta 14 puntos su actual situación.
Es decir: el PSOE rondaría el 36% de los votos - y con una expectativa, además, de aumentar más la participación de los votantes de centro y centro izquierda que se hayan ahora desalentados por la situación política del país, del PSOE y del PP.
Es decir: el PSOE rondaría el 36% de los votos - y con una expectativa, además, de aumentar más la participación de los votantes de centro y centro izquierda que se hayan ahora desalentados por la situación política del país, del PSOE y del PP.
El resumen, hay dos premisas
que el PSOE debe reunir para recuperar la posibilidad de gobernar y con ello
preservar los valores esenciales de una democracia occidental europea:
- marcar con claridad (y calidad) su límite por la izquierda -
hecho que es facilitado por el triunfo de las tesis de Pablo Iglesias y que
deja al 33% de Podemos sin representación en su partido (es decir: huérfanos).
- mostrar valores, como la
templanza, para ganarse el centro, y
parte de la abstención de la sociedad que se encuentra incómoda con la
situación actual del panorama político del país.
Sabiendo, pues, que es lo conveniente
para el partido en este momento, (y
teniendo en cuenta que el PSOE, posee, aún, el rasgo de mostrar y contener en sí
mismo, el reflejo de la sociedad en sus aspiraciones a un progreso social,
económico, equilibrado y sostenible en el tiempo; y, además es representativo
de lo que es conveniente para España) es preciso, ahora, desde estas
premisas, acercarse a los rasgos de candidatos socialistas a la Secretaría
General para verificar, si en esos rasgos, se hayan, ahora, las cualidades que
serían necesarias para cumplir esos dos objetivos que precisa el partido (y, por lo tanto, España).
Un perfil de candidato
socialista que se deje deslumbrar por Podemos, o sea permeable a sus maneras y
formas, obstaculiza gravemente la labor de generar una frontera clara,
meridiana y de calidad entre el PSOE y Podemos. Y nunca serían creíbles, del
todo, los argumentos que usara en sus discursos y comparecencias cuando
precisara marcar distancia con esa formación política. Y si la frontera no está
clara se podrían repetir la crisis interna dentro del PSOE. Es decir: Seguiría
existiendo el peligro de identidad en el Socialismo – y, ello, fue en última instancia la verdadera causa de fondo del último
y más grave enfrentamiento entre socialistas: El peligro de caer en la falta de
Identidad y que tensiona al partido hasta el peligro de la ruptura interna. Tampoco
este perfil garantiza la ocupación del espacio Errejonísta (ahora huérfano) pues siempre es sabido
que entre original y copia siempre se opta por original. Y mucho menos, este
perfil pudiera optar con garantías a atraer e ilusionar los votos del centro
que están alojados – de manera “forzada”
por las circunstancias – en el PP o en Ciudadanos, o que se abstienen en espera
de claridad. Este perfil sería pues, bajo este análisis, muy inadecuado en la
situación actual.
Tampoco parece conveniente el liderazgo de un
perfil moderado que pretenda canalizar y reorientar a los militantes
socialistas más conmovidos con la crisis escenificada en el partido. Aunque la
tarea sea necesaria y meritoria, en ella existe, implícitamente, un sacrificio
de la imagen propia que le restará fuerzas en la proyección nacional en unas
elecciones generales.
Un perfil de fortaleza sería la
lógica solución para los fuertes liderazgos. Este tipo de fortalezas señala el
camino a la fortaleza del PSOE; pero es difícil que ese perfil encuentre el
camino de la unidad socialista, dado el precedente de una división en la que se
ha participado de alguna manera. Y siendo parte es difícil presentarse, en
estos momentos, como un todo. Al menos de momento. El enconamiento existente parece haberse
construido más con las tripas que con el corazón; y esa herida ha de resolverse y cicatrizar se
lo antes posible con la elección de un buen candidato que supere todas
diferencia ( es decir: un candidato que
no recuerde que ha sido parte que pugna o
ha pugnado).
Ya señalé, y me vuelvo a
referir a la necesidad de que precisamos el modelo de socialismo alemán - lleno de sólidas convicciones democráticas, inteligente,
claro y con mucho temple, y templanza, que sea capaz de marcar los tiempos de la
sociedad y serenar toda esa efervescencia por medio de la experiencia y la
veteranía (es curioso que ahora reclamemos ello, después de haber pedido una etapa
de renovación. Pero en ello no hay contradicción; no se pudo llevar a cabo la renovación
lamentablemente y por ello estamos ahora en el terreno de reclamar veteranía,
templanza, experiencia, solidez, sabiduría y mucho pedigrí).
El perfil que considero idóneo
es aquél que sea de una persona llamada a una tarea que no tenía previsto
realizar en su horizonte. Y es llamada por sus cualidades – recién descritas – que transmite seguridad, templanza y humildad;
así como sosiego. Perfil que hace volver la vista a tras, a los valores de
siempre – esos que son siempre admirados
y a los que acudimos cuando tenemos problemas. Personas que nada tienen que
demostrar en su entorno social, ni así mismos; pues simbolizan la experiencia
consumada y el fruto ya maduro de la sabiduría presidida por la discreción y el
recato. Es el perfil de aquél que vuelve para servir cuando ya no existe en él
un ápice de ambición, por lo que todo en su persona no es otra cosa que
servicio a su sociedad.
Ese es, para mí, el perfil más
adecuado. No solo para el PSOE actual, sino como Presidente del Gobierno de
España en las actuales circunstancias políticas de la nación.
Esperemos, no obstante, que la
brillantez del partido se muestre en todo su esplendor, con decisiones
acertadas; y los militantes sepan reconocer la oportunidad que se pueda
brindar, por el bien del PSOE, que es el bien de España.
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