Entro a iniciar este artículo, haciendo una
previsión: El objetivo del mismo no es otro que el de mi propia
definición del “lugar” donde más cómodo me encuentro, y en ello me muestro a mí
mismo, con mi propio pensamiento, y en ello encuentro satisfacción, al menos la
de expresarme; no hay más pretensiones.
Sigo buscando aproximarme
a la verdad (esa que se construye desde el recuerdo de los "mensajes" recibidos desde la infancia y los recopilados en la época en que toca vivir - y por si a alguien le sirve para establecer sus propias referencias o le motiva para establecer las suyas propias y hacer el esfuerzo de reflejarlas si lo desea); y la aproximación a la verdad tal vez no sirva para anotarse
puntos, en esa perenne lucha por la supremacía política, pero sí sirve, si se
consigue un acercamiento a esa verdad, para ir esclareciendo el territorio de
las ideas y, desde esa claridad, percibir soluciones que hasta ahora no se
dieran, o no se percibieran con nitidez, pues el deseo constante de competir,
por la supremacía, suele convertir las cuestiones en instrumentos, y útiles,
para esa competición. Y cuando las cuestiones, que son comunes a todos, se usan
como instrumentos arrojadizos, se agranda la distancia para conseguir acuerdos
con los diferentes. Ese es uno de los motivos esenciales de mi reflexión:
mostrar que los elementos que nos unen están en nuestro origen común (nuestra cultura) y que las diferencias
que se han construido a partir de ahí se pueden abordar más fácilmente si nos
acercamos a lo común de nuestro origen (que
siempre es nuestra cultura) y desde ese acercamiento visualizar, mejor,
dónde y cómo nacieron las diferencias de las perspectivas que aún están
vigentes (con el fin de filtrar, con la mayor claridad posible, cuales de esas
diferencias existen por un interés - que
puede haber dejado de tener raíces sociales compartidas por todos - y que
ha podido acabar por convertirse en un medio, en un instrumento, que ya solo es
útil para los intereses de unas minorías (a
las que otorga privilegios) en detrimento del verdadero interés general (qué es lo que debe perseguir toda actuación
política). Ese es el objeto de reflexionar para acercarse a la verdad: Discernir
entre aquellas ideas que pasan por valores comunes y legítimos de la sociedad,
y de las personas, y esas otras ideas que pasan por esa misma condición de
legitimidad, pero que, a la definitiva, son productos de una inercia que
limita la oportunidad de dar una vida más plena a nuestra sociedad. Por tanto,
el esfuerzo de reflexión es legítimo y tiene un fin, aunque en el entorno no se
le vea una utilidad inmediata. Esa permanente búsqueda de la utilidad inmediata
es la consecuencia de la eterna diferencia que existe entre filosofía y
política - sin reparar en que la
filosofía es el acercamiento a la verdad; y es ese acercamiento el que es capaz
de cambiar la perspectiva del pensamiento de las personas, dando como resultado
acciones políticas diferentes que pueden aumentar el bienestar general.
(Por ejemplo:
Viendo la sociedad alemana como Estado plenamente industrializado, y de
tradición de pensamiento filosófico, podemos aceptar que ese Estado tiene la siguiente visión: Después de una vida
laboral, el gobierno procura, como objetivo, dar a aquellos que han dado su vida
y su esfuerzo al proyecto de nación alemana, las mejores condiciones de vida
posible para su vejez. Y les permiten obtener unas condiciones económicas que
les otorgan la posibilidad de un confort, como el de viajar a países de climas
más benignos para procurar un mayor bienestar. Incluso el gobierno alemán en el
pasado llegó a realizar una oferta al español para adquirir la propiedad de la
isla de Mallorca y sumarla a la nación
alemana.)
Así pues la preocupación por el bienestar de los
ciudadanos indica que existe un principio común en todos los gobiernos, por
encima de su color político, y que podría acercarse a la idea de que, siendo
los ciudadanos personas que entregan sus vidas, se ha de procurar la mejor
contraprestación posible a esa entrega de personas y familias al proyecto común,
y, en consecuencia, se actúa con diligencia en esa idea de procurar el
bienestar a los trabajadores, que no son otra cosa que los ciudadanos.
Ese pensamiento, ese concepto, no es otra cosa que
consecuencia de un acercamiento a la verdad de la condición de "Ser un ser
Humano", y de haber respondido, o intentado responder, a unas preguntas
esenciales como: ¿Qué es un ser humano? y ¿Qué sentido tiene la vida? Y ante esa
respuestas a esas preguntas, ofrecer una acción política consensuada por todos
los gobiernos: Dar las mejores condiciones de vida posible a los trabajadores (como lo es la formación, información,
autonomía para realizarse como personas, trabajo, casa, ocio, bienestar social
y la mejor jubilación posible).
Tal vez todos podamos decir que ese objetivo es
común a todos los países - al menos a los
europeos - pero si analizamos en profundidad veríamos que no, no es un
objetivo común que presida la actuación política en todos los países europeos. Y,
además, no se persigue ni con la misma diligencia ni con la misma eficacia en
cada uno de ellos. La pregunta sería ¿Por qué? y la respuesta está en cómo se
contestaron las preguntas previas: ¿Qué es un ser humano? o ¿Qué sentido tiene
la vida? Porque dependiendo de cómo se contestan esas preguntas, los gobiernos
actúan de manera diferente en cada país. Y en el fondo de esas respuestas,
están nuestra cultura y nuestros valores; y ambos son consecuencia de una
reflexión que busca la verdad (o por el
contrario una reflexión que busca el interés particular de unos sobre otros -
como puede ocurrir en otros casos). Esa reflexión, si realmente busca la
verdad, no es otra cosa que filosofía. Así pues, la manera de contestar esas
preguntas da origen a unos valores que movilizan las energías psíquicas en una
dirección determinada (produciendo
efectos en nuestro entorno social, económico y medio-ambiental). Así que
para comprobar cómo piensan los gobiernos, o cómo son las élites de un país,
basta con fijarse en sus actos y consecuencias sobre sus pueblos y no tanto en
sus discursos o solemnes ceremonias.
La primera contestación que se puede realizar a estas
preguntas señaladas, tal vez, fuera que: La cuestión económica es esencial. (Alemania dispone de una industria con la que
no podemos competir) - pero ello es
una perspectiva falsa hasta cierto punto (Pues tal vez nunca podamos disponer de las rentas de que disponen gobiernos como ese - con un superávit envidiado y censurado por desequilibrante. Pero sí podemos aumentar nuestra calidad de vida y nuestro bienestar desde otras perspectivas que no pongan las aspiraciones en un nivel de industrialización que tiende a estar lejos de nuestras posibilidades. Por lo que influir en la percepción de "calidad de vida" de los ciudadanos puede ser un objetivo más asequible que también puede traernos, en un futuro inmediato, recursos para mejorar nuestras prestaciones sociales. Y ese "espacio de progreso" se encuentra en nuestro entorno vital más inmediato).
Y habría que entrar nuevamente en los conceptos de
filosofía que dieron lugar a los valores que hicieron posible que Alemania fuera
una potencia industrial. Y también que ese esfuerzo de análisis nos permitiría
constatar las diferencias que existen con la manera que tuvieron los ingleses
de afrontar su revolución industrial (y sobre qué valores se fundamentaron) y que
dan lugar, esos valores, a las trayectorias políticas presentes. Y, análogamente,
se podía hacer lo mismo en España - y con
ello deducir el motivo de la industrialización del país y sus efectos sociales,
ya no solo en toda la península sino, en concreto, en cada autonomía; y esos
valores se encuentran en los dirigentes de cada nación o región europea,
determinando el destino de sus ciudadanos. (Ubicamos industrias en nuestros territorios como fuente de trabajo que mejora la economía, y ello es un objetivo en sí mismo; pero tal vez olvidamos que podemos profundizar en espacios donde desarrollar otras sensibilidades y valores más cercanos a nuestros habitantes: Como otras fórmulas de desarrollo urbanístico, más seguridad para el consumidor; productos más sanos y compatibles con el medio ambiente; o aumentar la permeabilidad de la actividad económica y política a la opinión ciudadana mediante el acceso a mayores cotas de información veraz y cada vez más técnica - pero no encriptada).
Por ello es importante responder a esas preguntas de ¿Qué es un ser humano? o ¿Qué
sentido tiene la vida? y me he acercado, a ello, en artículos de este blog, desde
distintas perspectivas. Y no, por ello, se puede asegurar que exista una
respuesta plena a la que todos podamos asentir con conformidad absoluta. Y ello
es así, probablemente, porque a la verdad no se puede acceder, plenamente, con
una inteligencia científica - como
estamos acostumbrados desde que le otorgamos al método científico el rango
de herramienta única para explorar todo lo que nos rodea -, pues su campo,
sobre todo, es el campo de la materia medible y evaluable, por lo que en otros
territorios el método científico tiende a perder gran rigurosidad, a la hora de
explicar con certeza fenómenos que tienden a carecer de la consistencia de
la materia - como lo es el pensamiento,
los sentimientos, los afectos, las emociones. Y todo ello tiende a abordarse
desde la perspectiva de obtener resultados prácticos, es decir: nuevamente
entramos en el terreno de lo útil y ya sabemos que lo útil, por definición,
tiende a ser la manera de definir la mentira - como decía Ortega y Gasset. Así que mientras la ciencia se halla en
el terreno de la materia, y sus resultados, al ser homologables por todos los que
experimentan, dan lugar a leyes y axiomas, sobre los cuales, las ideas - que
están en el ámbito metafísico - pueden alcanzar su materialización (usando esos conocimientos que nos hablan de
la materia y sus propiedades). Pero en otros ámbitos las cuestiones científicas
se sostienen por teorías e hipótesis que tienen a ser superadas cuando se alcanzan
nuevas experiencias y nuevas perspectivas; y pueden llegar a quedar en desuso (Aún habiendo sentado cátedra en su momento,
y habiéndose visto el mundo como real desde esa perspectiva que luego se mostró
errónea). Es más, la ciencia es incapaz de explicar qué es la vida y cuál
es el sentido de la misma, por lo que las ciencias sólo se limita a describirla,
clasificarla por su aspecto, o medio en que se da esa vida, o por su manera de
reproducirse o alimentarse; pero es incapaz de llegar a su esencia y motivación
universal. Y, por ello, al ser incapaz de llegar a su esencia y motivación
universal, deja ese territorio al ámbito de las hipótesis más o menos
científicas, o al ámbito de la religión y su simbología, o al ámbito de la
filosofía y su descripción y versatilidad sobre el pensamiento humano y las diferentes sensibilidades expresadas por los filósofos - que por cierto, siendo una ciencia, la filosofía, y formando el
pensamiento humano una actividad que convive con el ser humano desde siempre,
tienden ahora a tener tensiones con la ciencia - pues parece la ciencia instrumento que solo alcanza objetivos y explora por
motivos utilitarios (es decir: en la dirección señalada por el materialismo
científico y su vertiente económica, buscando, en todo, resultados y objetivos
para el enriquecimiento económico; es decir, la exploración científica está
orientada desde las esferas económicas con el fin de obtener resultados
prácticos y útiles, por lo que los científicos no son libres de investigar en
cualquier dirección - pues quién paga manda - por muy estimulante que se
pudiera realizar investigaciones en otras direcciones o nuevas perspectivas que
se pudieran hallar).
Así pues, y dentro de la perspectiva de lo
práctico y lo útil, las reflexiones que se realizan sobre el Estado, las Naciones y los
ciudadanos, se orientan hacía visiones que sean útiles para un fin y que se
puedan transformar en dinero con el que sustentar las actividades humanas. Y siendo,
ahora, el Estado concebido como la suma de todos sus ciudadanos, la visión
materialista alcanza así su máxima expresión; pues la organización del Estado
desde sus inicios se concibe como un instrumento de armonización humana
mediante el cual se generan actividades en su seno destinadas a satisfacer los
aspectos esenciales para la vida de los seres humanos que lo componen (comer y nutrirse, crecer, formarse en una
profesión y crear una familia para seguir reproduciéndose, mantener la salud y
morir con la mayor dignidad posible) defendiendo esa manera de organizarse
socialmente mediante un orden interno (leyes,
normas y justicia) y un elemento de organización frente ataques exteriores (que pretenden modificar su modo de vida
cultura y símbolos o, simplemente adueñarse de sus riquezas o esclavizarlos).
Y en esas funciones básicas, el Estado orienta la
agricultura, ganadería, oficios - que dan
lugar a industrias - aparece el dinero y los intereses, el comercio y la
especulación, la rivalidades entre naciones. Y todo ello presidido, al principio, por una idea
religiosa que da sentido a la vida de las personas y que son
origen de las grandes religiones (y de
las normas y leyes sobre las cuales hemos construido, y se han alcanzado, los valores
y anhelos que ahora están vigentes en nuestros Estados). Es decir: Todo se
ha construido desde una idea de protección, predestinación y designación divina,
sobre los seres humanos, y los pueblos y naciones que que se constituyeron; y que ha dado
lugar, posteriormente, al ser sustituido ese concepto de protección divina por otra más global, al concepto de “dignidad” - que no es otra cosa que la sustitución de la idea de servir a Dios y
con ello recibir su protección, por la idea del “amor propio” y “derechos” que
los seres humanos poseen por el hecho de poseer inteligencia, sentimientos,
raciocinio. Y, además, son derechos que derivan de formar todos parte de
una misma especie (en la que los individuos
pueden intercambiar ideas y sentimientos, e incluso mezclarse sexualmente para
dar lugar a nuevos seres).
En la idea y visión más materialista, los seres humanos
somos una especie que domina la Tierra por medio de sus habilidades
tecnológicas e inteligencia - que
destacan de todas las especies conocidas que poseen vida. Y usamos de
inteligencia para organizarnos con complejidad - específicamente de acuerdo a la tecnología que poseemos. Y a la vez
somos deudores de nuestra condición animal, que nos hace vulnerables en la
medida en que precisamos sostener nuestras vidas (por medio del alimento, seguridad, conocimiento para establecer nuestra
salud… etcétera). Por lo que, los Estados, atendiendo a esa doble condición
de Ser Humano (inteligencia capaz de ser
utilizada al servicio de otros y la necesidad de mantener nuestras funciones
biológicas diariamente) consigue un modelo de sociedad que permite
sobrevivir a la vida de sus propios ciudadanos y perpetuarse; y en ese modelo
social se reflejan los valores que se sostienen en cada Estado.
Siendo así, el Estado, por medio de la riqueza que
se genera por las industrias y las actividades económicas, habilita la creación
de centros de formación, hospitales, todo tipo servicios, para formar y cuidar
a sus ciudadanos, estimulando que estos realicen actividades para procurarse el
sustento de sus vidas y pidiéndoles contraprestaciones para sostener las
necesidades del propio Estado (administraciones
y estructuras).
Así pues bajo esta idea, hay Estados capaces de
optimizar su actividad y observarla en toda la vida de sus ciudadanos (nacimiento, crecimiento, formación,
actividad labora,l jubilación, vejez y fallecimiento) poniendo en cada fase
los recursos necesarios y adecuados a la dignidad del Ser Humano - y sin descuidar ninguno de ellas. Y por
otro lado existen Estados que se centran, en particular, en la vida productiva
de sus ciudadanos – e ignoran el resto
de sus necesidades o capacidades, llegando casi al desamparo de lo básico
cuando cesan en esa actividad productiva. E incluso hay Estados que ignoran
la salud de sus ciudadanos - y observan
que son estos los ciudadanos los que, por su inteligencia, deben procurarse su
bienestar o sufrir las consecuencias de no haberlo conseguido.
Así pues hay perspectivas diferentes que observan
o no la dignidad de las personas - dignidad
que nace en origen de la idea de la existencia de un Dios que nos protege y es
dueño y señor de nuestras vidas; que imparte una justicia sobrenatural que
infunde temor (el temor de Dios, para que no nos desviemos de nuestra recta
conducta) ahora sustituido por leyes,
policía y justicia; pero también por otros valores aprendidos, o tal vez casi
innatos, procedentes de la formación familiar o institucional del Estado.
Por ello, la dignidad de las personas se puede observar
como una cualidad común a todo ser humano - por
su condición humana - o irse relativizando en función de la importancia social de cada persona, en cuyo caso los pobres, los desamparados, los
estigmatizados, los presos, o los delincuentes… pueden llegar a perder toda
consideración de dignidad dependiendo de circunstancias concretas y
particulares - que puede ser transitorias,
permanentes o culturales - de tal forma que, en ciertos países, carezcan,
cierto tipos de personas, de dignidad digna de respetarse plenamente; como
sucede con las mujeres en ciertos lugares, o con personas que padecen ciertas
enfermedades en otros países, o por razones de tipo social o razón de ideas
políticas o raciales.
Así pues, podemos observar que las raíces cristianas,
o religiosas, se hallan en el fondo de toda cultura actual, y han ido
evolucionando, esos valores religiosos - éticos y morales - hacia el terreno de
la secularización apartándose de su origen religioso (infundido por el temor de Dios) y alcanzando definiciones laicas
que no precisan del concurso de la existencia de un Dios para ser explicadas,
entendidas y asumidas por la sociedad. Y no solo alcanzan esos valores a las sociedades de una nación
en concreto, sino que esos principios éticos y morales son el centro de organizaciones
supranacionales como en la Unión Europea o la propia Organización de las
Naciones Unidas. Definiciones jurídicas que permiten llegar al ánimo de todos
los países y todas las culturas que habitan la Tierra – esa ha sido la ventaja que nos ha otorgado las reflexiones sobre los
valores y virtudes religiosas y su trasposición al ámbito aconfesional o laico,
facilitando así una comunicación clara y efectiva; pudiendo ser plena, al
eludir las cuestiones que tienen que ver con la perspectiva de Dios o de los dioses
y las creencias particulares que pueden llegar a estar muy arraigadas en el ser
humano en algunas culturas.
La negación de la existencia de Dios - o similar
ente de difícil explicación y descripción - es un hecho que toma relevancia en nuestra
cultura occidental de manera relativamente reciente; pues en el pasado los
filósofos más prominentes de la antigua Grecia parecen no haber nunca dudado de
su existencia; incluso los textos que nos llegan de escritores de la Edad de
Oro española nunca lo pusieron en duda (salvo para dejar en evidencia el ejercicio arbitrario del poder cuando no cumple su función redistributiva con eficiencia o diligencia o para reclamar justicia; por lo que pudieran haber pensado que el ejercicio del poder tiende a alejar a las personas de Dios, tal vez por considerarse así mismas todopoderosas y de la misma omnipotencia que la divina) y, es más, bien se refieren a Él (a Dios) en sus
escritos y novelas como elemento determinante de su devenir personal (fortuna e
infortunio terrenal) y casi siempre pidiéndole amparo y luz, por lo que el
cuestionamiento de su existencia por la élite erudita o pensadora parecería reciente - y casi una forma de
rebeldía que da lugar a una evolución en la que el hombre y la mujer se
despegan de la protección de Dios, para afrontar en solitario sus vidas y
confiando su existencia exclusivamente a su inteligencia - yo diría que utilitaria, emancipadora y soberana - en la idea de
probarse a sí mismos ante la vida.
Por mi parte es obvio que Dios existe, tal vez no
como lo presentan morfológicamente; pero si puedo decir - para aquellos que hayan pasado por similares experiencias a la mía -
que pude compartir con compañeros de hace ya más de 40 años, que le he “tocado”
- no con las manos, ni con los ojos, pero
si en reflexiones; descubriendo que se haya allí por donde la mente se pone a reflexionar;
y muestra, sin mostrar, la inmensidad de posibilidades que se ofrecen para
cualquiera que se acerque a su vera. (también sobre Él hice reflexiones previas,
antes de ser consciente de haberlo “tocado”). Y por esa experiencia sé que:
cuando los eruditos del pasado no lo ponían en duda lo hacían, probablemente, por
haberlo percibido y “tocado” también. Y ellos me ha llevado a entender del
porqué los hombres buenos fueron perseguidos al negarse a variar su percepción
de Dios ante reyes o poderosos (no podía
negar lo que habían tocado y vivido) y ello lo pagaran con la cárcel y la
vida - pues el poder, aunque perciba a
Dios, prefiere la utilidad de las cosas útiles, y el pueblo, sin ejemplos de
esa naturaleza, es mejor reconducido por los gobernantes de acuerdo a sus
propios intereses.
Desde este punto de vista se puede entender que la
experiencia de Dios es un hecho universal al alcance de la experiencia personal
de un ser humano; pero también se entiende que el "espacio temporal" de las acciones y decisiones de los
gobernantes, de los Estados y de la iglesia, les llevara a decidirse por el
camino de los intereses prácticos (lo que hoy se llama intereses políticos), y, si en el tránsito de alcanzar sus
objetivos tropezaran con obstáculos, no duran en llevárselos por delante - aunque los así tratados fueran excepcionales
seres humanos (por ejemplo el mismo
Jesús; aunque no fue el único, muchos le siguieron en penalidades y martirios
por negarse a negar su experiencia de Dios).
Siendo pues conscientes de la dificultad que
existe en la actualidad para llegar a una idea de Dios que nos permita tocarle,
como experiencia científica, que por todos pueda ser asumida - para que todos puedan constatar, y
contrastar, su realidad - pues la sociedad, en su laicismo, y ante las maravillas
tecnológicas, puede tender a ser plenamente ajena a la idea de Dios; pero
siendo consciente de que todo el desarrollo de nuestra cultura y nuestras leyes
derivan del origen de los valores cristianos (y, en otras culturas, en otros valores religiosos) se puede
observar la necesidad de contemplar ese espacio – social, filosófico, político - que existe sin ocupar plenamente (pues como se aludió en otro artículo:
aunque lo divino se presente a los seres humanos con distintos rostros, siempre
es la misma divinidad) - incluso
aunque esa divinidad la pudiéramos confundir con capacidades de nuestro
pensamiento, inteligencia, cualidades orgánicas de nuestro cerebro.. - no
podría dejar de ser la misma divinidad (pues
ya estoy persuadido, desde hace tiempo, que cierta luz y brillo que vi en los
ojos de mi padre cuando era niño, y luego más delante de manera ocasional,
también no era otra cosa que el propio reflejo divino - aunque pudiera él mismo
considerarse, así misma, persona atea; como igualmente lo percibí en los ojos
de mi abuelo) y por ello está siempre presente en todo sitio y lugar - aunque a veces nos privamos de sentir
su presencia cuando las preocupaciones, o sinsabores, se hacen patentes, o nos
sentimos solos o aislados, y el mundo nos parece carecer del sentido que le da
el amor (espiritual).
Mi visión del socialismo cristiano se estructura, pues,
no de otra forma que mediante el símbolo esencialmente cristiano de Jesús; y
aunque para los socialistas ateos, o gnósticos, pudieran no concebir que exista
un camino entre socialismo y valores cristianos, uso de la idea de la imagen de
Cristo-hombre para vincularme con ellos - pues
si el ateísmo, y la religiosidad, son capaces de reflexionar en los valores
cristianos, y señalar la distancia que nació en las élites cristianas para
alejarse de los problemas y penalidades de los trabajadores - como así lo
hicieron durante la Revolución Industrial - asegurando que Dios quería así la
distancia entre ricos y pobres; y de la misma manera, la divinidad, puede mostrar el camino contrario . Y esa distancia interpretativa siempre tiende a existir,
por el hecho de dotar a Dios de fisonomía humana, generando una gran
diferencia en la percepción que tenemos del Padre Creador mostrado desde el
poder y la percibida desde posición diferente - pues esa idea fisonómica no parece ser otra cosa que
la identificación del poder humano terrenal con lo divino, para alcanzar la esfera de la ley universal - y que contrasta con la de
su hijo (Jesús) qué bien parece venir a mostrar un camino en medio de tanto
hombre-Dios que se enseñorea de los seres humanos y que tienden a abusar de
ellos para preservarse así mismos.
Así pues reconozco el poder de la creatividad y el
ingenio que tiene el ser humano; y reconociendo, también, que la divinidad todo lo
impulsa y promueve, realizando a todos los seres - pues en ello no hay
contradicción, ya que la vida es vida por voluntad de un suceso al que el ser
humano es ajeno. Los científicos no pueden por sí generar vida de la
nada, aunque puedan destruir vidas - o incluso
las condiciones de vida en nuestro planeta - pero a la definitiva la vida
vuelve a surgir. El ser humano puede contemplar el milagro de la vida, emularlo,
ignorarlo o ningunearlo pero no puede hacer comprender las causas por las que
el universo, aún en medios o entornos muy adversos, es capaz de propiciar la
vida; y aún más, la vida inteligente.
La única posibilidad que tiene la ciencia de acercarse
a la divinidad es por medio de su
inteligencia y su imaginación, y ambos hechos son difíciles de evaluar con
precisión - y menos medir con exactitud
- sólo pueden observarse sus efectos y maravillarse.
Pues la divinidad es accesible desde una vertiente que nos posibilita,
aparentemente, nuestro cerebro; cerebro que es un órgano receptor - como los oídos, o son los ojos. Es decir:
la ciencia tiene en común con la divinidad, no tanto sus leyes o teorías, si no
precisamente las mentes de aquellos que piensan, imaginan o intuyen; y a la vez
y tienen a su disposición el lenguaje científico para expresar su experiencia - otra cosa son los "fiscales y jueces" de la
ciencia, que precisan de los innovadores y creadores para avanzar; pues estos
jueces y fiscales no siempre tienen el camino abierto para admirar o
alimentarse de esa divinidad si son
excesivamente materialistas.
Es mi visión socialista de tal naturaleza, que
observo a los seres humanos iguales en condición, aunque desde que las
estructuras humanas que nos hemos dado hayamos creado dignidades especiales - que bien parecen una manera de jerarquizar y
ordenar la sociedad para que ésta sea eficiente. Y lo somos en condición,
pues lo esencial en el ser humano se halla, parece ser, en su vida interior y en la
expresión de este hecho particular en el exterior. Y en ello observamos la
bondad, o bien hacer, o la inteligencia bondadosa o todo lo contrario - eso también forma parte de la vida.
Pero a la definitiva, todo ser inteligente responde
a esas dos preguntas que formulaba al principio: ¿Qué es el ser humano? y ¿Qué
sentido tiene la vida? Y las responde desde sus circunstancias particulares,
generándose respuestas diferentes que dan lugar a actitudes también diferentes.
Así que, mientras para muchos es pensamiento dominante que a la vida no hay que
hacerle pregunta alguna sino vivirla lo mejor posible mientras dure, para otros
la vida es un incesante investigar en la vida misma buscando respuestas, o
asociando ideas, estableciendo hipótesis; y en ello encuentra satisfacción, o
desesperanza, según sea el estado de ánimo o perspectiva.
Los gobiernos de los Estados al responder a esas
preguntas (Qué es el Ser Humano? o ¿Qué sentido tiene la vida?) determinarán la bondad u optimización de los recursos de la gestión
ya establecida; y aunque esas preguntas no se respondan explícitamente, se ven
reflejadas, las respuestas, en los preámbulos o articulados de sus Constituciones.
Desde esta perspectiva se puede llegar a entender mi vinculación cristiana, por medio de Jesús, con la política cotidiana, pues es el cristianismo quien modera el poder de los Hombres-Dioses (en primer lugar modera a los emperadores romanos) señalando que todos somos Hijos de Dios (sin distinciones de ninguna naturaleza en estos momentos) y por lo tanto sometidos a una misma justicia en derechos y responsabilidades. (más allá de la de los hombres - en aquél momento divina: del corazón, de la conciencia profunda e íntima - esa misma conciencia que se rehúye cuando buscamos lo útil o lo práctico y nos alejamos de sus consecuencias; y que me parece que es el motivo por el que convenimos, inesperadamente, algunas personas, en pensar que, de existir el Cielo tal y como se ha imaginado popularmente, difícilmente podrían entrar en él quienes así proceden tan utilitariamente; y ello fuera la causa de que buscaran pasar a la eternidad mediante estatuas u honores terrenales. Y en ello algunos pusieran mucho empeño; y por el contrario otros recibieran ese homenaje sin nunca perseguirlo). Por lo que el objetivo del advenimiento del Reino de Dios a la Tierra es un objetivo permanente (y la herramienta que a todos nos une en ese fin es la de la Justicia Social).
Desde esta perspectiva se puede llegar a entender mi vinculación cristiana, por medio de Jesús, con la política cotidiana, pues es el cristianismo quien modera el poder de los Hombres-Dioses (en primer lugar modera a los emperadores romanos) señalando que todos somos Hijos de Dios (sin distinciones de ninguna naturaleza en estos momentos) y por lo tanto sometidos a una misma justicia en derechos y responsabilidades. (más allá de la de los hombres - en aquél momento divina: del corazón, de la conciencia profunda e íntima - esa misma conciencia que se rehúye cuando buscamos lo útil o lo práctico y nos alejamos de sus consecuencias; y que me parece que es el motivo por el que convenimos, inesperadamente, algunas personas, en pensar que, de existir el Cielo tal y como se ha imaginado popularmente, difícilmente podrían entrar en él quienes así proceden tan utilitariamente; y ello fuera la causa de que buscaran pasar a la eternidad mediante estatuas u honores terrenales. Y en ello algunos pusieran mucho empeño; y por el contrario otros recibieran ese homenaje sin nunca perseguirlo). Por lo que el objetivo del advenimiento del Reino de Dios a la Tierra es un objetivo permanente (y la herramienta que a todos nos une en ese fin es la de la Justicia Social).
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