Miguel Ángel Ibáñez Gómez - maiges_ps@hotmail.com

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lunes, 15 de julio de 2019

Hacia la investidura



Siguiendo el impulso de mi ánimo, me atrevo desde mi blog, esta reflexión de apoyo a mi gobierno. Sé que parece un atrevimiento, y así me lo parece a mí mismo, pero sigo el impulso de mis certezas y preocupación por el bien de mi País y de mis conciudadanos, así como del partido en que milito, que ha posibilitado, a la definitiva, que mi voluntad de pertenecer al socialismo español (e internacional) desde la perspectiva Social Demócrata adquiriera la calidad de compromiso sólido y firme.
Creo en el Presidente y también en su equipo de personas (Ábalos, Calvo, Borrel, Delgado, Robles, Montero, Grande-Marlasca, Celaá, Battet….). Al principio, como militante, tuve mis dudas respecto de los movimientos internos que tan profunda convulsión generó – y cómo la respuesta de castigo que recibió parecía más cercana a la impiedad y a la ejemplaridad que a otra cosa – y, sin embargo, se sobre puso, por encima de la adversidad, gracias a la fe, al tesón y al amor propio – en el que se vio respaldado, a la vista quedó de todos, por los militantes, pudiendo iniciar una nueva etapa dentro del Socialismo español y dentro del Parlamento, que haría posible - pese a las dudas del momento incierto y adverso que se le presentaba a nuestro partido ante la emergencia del populism o de extremos y de lo que se ha demostrado, hasta el momento, como “falsas”  organizaciones de centro político -  el advenimiento de un Gobierno Socialista en el momento más oportuno para nuestro Estado Español – y en ello no percibí ni soberbia, ni afán de poder, ni siquiera ambición de poder, como otros pretendieron torticeramente hacer creer (pues era obvio, en alguna manera y medida, que la responsabilidad de Gobernar un País como España, no podía incluir el argumento de desconocer lo que pasaba en el propio partido, sobre todo en el asunto de la financiación; los ciudadanos merecía obtener el derecho a ver cómo una persona, por muy honesta que se le supusiera, asumiera políticamente la circunstancia de desconocer el funcionamiento de financiación de su propia organización y la magnitud de la corrupción así constituida, que permitía, al menos entre otras posibles circunstancias, que los tribunales irán dirimiendo, saltarse las normas y leyes que regulaban la financiación de los conservadores, haciendo posible que acudieran a las elecciones generales con unos presupuestos para actividades y concentraciones electorales que pudieron estar fuera del control de los órganos encargados de velar por la limpieza, en términos de igualdad de oportunidades, que el resto de partidos de nuestro país - como bien, preclaramente, todos los grupos parlamentarios concibieron en su momento, acudieron los conservadores “dopados” y ello pudo influir definitivamente en el resultado de las elecciones en varias convocatorias). Estuve de acuerdo con (como muchos españoles y gran parte de la Cámara Baja) en que ello tenía un precio, pero aún más me congratuló y me llenó de orgullo visualizar que ofrecía, el candidato, al PP seguir gobernando España si dimitía el Presidente – realmente me dejó muy sorprendido y tuve que esperar a que las imágenes fueran repetidas a lo largo del día, por que el “gesto” político fue de gran alcance y la prensa, nuestra prensa, no se hizo eco, el conveniente y merecido eco, que el ofrecimiento merecía; por el contrario, se intentó alentar la idea de un “pacto” consensuado y secreto que permitía derribar a los Conservadores y con ello se pretendió incendiar la opinión pública semana tras semana, mes tras mes, queriendo estimular y resucitar fantasmas que atemorizaran y alentaran, aún más, la desconfianza de los ciudadanos sobre la legitimidad y honestidad del reproche encabezado por el líder Socialista, que ponía sobre la mesa el haberse transgredido una norma básica de la Democracia: Concurrir a las elecciones generales bajo las mismas reglas económicas para todos los partidos y grupos políticos. Esa línea roja que los conservadores transgredieron (y que el resto de organizaciones políticas parlamentarias sospechaban y de las cuales tuvieron certezas fiables cuando se acusó al tesorero Bárcenas, pues era evidente y no se podían ocultar los despliegues en medios materiales y recursos en las campañas del PP, ya que en todos los partidos existe una Secretaría de Organización que sabe cuánto dinero cuesta realizar cada acto, o llenar una plaza de toros; todo ello saltaba a la vista y causaba mucha indignación en el propio Parlamento), y sin embargo se negaron a reconocerlo, alegando, supuestamente, el principio de que las “meras sospechas” (o acusaciones de un imputado) no son base sólida para construir una acusación de ese calibre y  habría que esperar hasta que los tribunales se pronunciaran – y es cierto que en los entornos de la política se juega mucho con las ideas de sospecha, constituyéndose, estas, en moneda común en los comentarios políticos de cualquier nivel, y que suelen servir para distraer, generalmente, de las cuestiones esenciales e incluso pueden servir para proteger objetivos fundamentales de los Gobiernos en cuestiones esenciales de los Estados frente a los oportunistas, los populistas o los extremistas de discurso fácil o incluso, y así, ofrecer una razón sencilla ante una situación mucho más compleja y seria que precisa de discreción; aunque el precio a pagar sea ser temporalmente mal interpretados. Pero ese punto de consenso ante la cuestión Bárcenas fue, obviamente consensuado con el PP (aunque lo fuera implícitamente, pues cabe duda de que no lo fuera explícitamente, pues es mucho más probable que el asunto Bárcenas motivara encuentros entre el PP/PSOE con la finalidad de abordar semejante escándalo, y la alusión a la actuación de los tribunales, por parte del PP, fuera realmente un argumento explícito de peso) y parece obvio que dicha idea de asumir responsabilidades políticas no se podría abordar hasta que hubiera sentencia, en ese sentido, implicando al PP; y también parece obvio que otros grupos parlamentarios estuvieran atentos a las explicaciones que sobre el asunto Bárcenas diera el PP y, consiguientemente, la sentencia que señalaba, inequívocamente, al PP puso en sintonía una respuesta obvia y previamente aceptada desde el PP: A partir de la Sentencia debatir sobre responsabilidades políticas era legítimo. Consecuentemente de ahí vino la moción de censura; desde la convicción existente en la Cámara Baja de que el PP actuó fraudulentamente vino el respaldo mayoritario del Congreso a la Moción de Censura – no hacía falta más acuerdo alguno (del que Ciudadanos se desmarcó, no por considerar al PP “inocente” de la trama económica que señalaba la sentencia de manera explícita, sino porque C´s no podía tomar la iniciativa de liderar la censura de la mala práctica del PP, ni se veía posibilitado en secundar la del PSOE sin perder parte de la ambición de engullir al PP, quedándose sin argumentos políticos para rivalizar frente al PSOE ante un probable e inminente encuentro electoral, como así sucedió – la tesis de que C´s fuera avalado por el Ibex 35 como fórmula para captar los efectos de la corrupción sobre el PP le podría haber llevado a posicionarse junto a Rajoy en la esperanza de que la mimetización parlamentaria le permitiera, en el momento oportuno, el sor-paso -;  los ambiciosos planes estratégicos de Albert Rivera, de fagocitar al PP se verían comprometidos de repente ante el hecho de tener que elegir entre un Valor de Base puramente democrático (censurar las prácticas del PP) o simpatizar con los votantes del PP. Sánchez lo acusó, en ese momento, en el Parlamento de no ser fiable (al abandonar su papel de centro y optar por su impulso predator en el momento más inoportuno) puso por delante de aceptar la corrupción del PP su ambición de partido. Desde entonces nace la adversidad antagónica de Albert sobre Sánchez (se adhiere al discurso justificativo – y de contubernio - del propio PP y se lanza contra el PSOE, por medio de la argucia de intentar ahondar en la herida de dividir a los Socialistas posicionándose, particularmente, contra Sánchez por medio de la expresión Sanchismo – parece entreverse que Albert no perdona que le afeen la incoherencia – y ello parece que se verá con mayor nitidez el próximo 29 de julio, cuando haga una profunda limpieza en esa parte del partido que le pide lo mismo que Sánchez le pidió en su momento: Coherencia). Todo esto le lleva a Albert, por el momento, a un puerto no deseado, pues permitió al PP salvar los muebles en medio del naufragio, ya que C´s dio credibilidad al argumentario del PP, y le obligó al propio C´s a sumarse al PP teniendo que aceptar a VOX ya no solo en la foto de Colón, sino en la política diaria, por lo que se ve abocado a depurar su propio partido (parece que nada tiene de nueva política).
Pero el Socialismo español ha bregado en muchas situaciones históricas y ha desempeñado un papel esencialmente de responsabilidad para con el Estado y en los momentos más difíciles siempre ha sabido estar a la altura (lo estuvo para censurar la mala actuación política del PP en el problema catalán y también para aplicar el 155 en el restablecimiento del orden constitucional, como lo estará para normalizar la situación catalana en las mejores condiciones posibles – si es que la derecha no vuelve a azuzar los fantasmas de siempre; pues realmente, en la práctica, deberíamos estar en un gobierno de Concentración “de facto” ante la envergadura de los problemas que hay que gestionar; y sin embargo nos encontramos que ninguno de los partidos constitucionalistas (PP ni C´s ) parecen entender la responsabilidad que tenemos que gestionar como Estado y siguen mirándose el ombligo; por lo que el PSOE “de fondo” – ese que intentó jugar a dividir Rivera – sale a escena para pedir precisamente “responsabilidad” a la derecha (en concreto al PP) pues viene a resultar que C´s, ahora, tiene un grave problema de identidad; la ilusión de un partido de centro que libraría a cualquier gobierno del Estado de cualquier presión centrífuga, o radical, se desvanece ante la personal ambición de Albert (ha perdido el norte y para recuperarlo precisa que Sánchez fracase en la investidura, por lo que sigue en su particular guión "películero" de "contubernio" pactado en la izquierda, en la esperanza de generar más confusión, con la idea de que “cuele” la argucia y alguien le crea, al menos en el propio electorado de Ciudadanos, y así conservar los votos ante otro posible encuentro electoral – una vez ya depurado el propio partido de C´s) y el PP no termina de ubicarse plenamente para encararse hacia el futuro, teniendo que mediar constantemente entre Rivera y Abascal.

Es el momento de la fortaleza; el Gobierno Socialista ha arrojado tanta luz  sobre el escenario político español que cada vez resulta más evidente advertir que nadie, salvo el propio Gobierno, está mirando hacia España. Y en esa multitud de problemas internos que tiene la derecha española para recomponer su espacio y delimitar sus áreas de influencia, entretienen a la ciudadanía o a base de temores o a base de decir que con ellos nada tiene que ver la formación de gobierno (nadie quiere mostrarse como garante de la moderación).
Es el momento del liderazgo; el momento de sacar a la luz los valores esenciales que tocan defender en nuestro País; de mostrar la solidez y la capacidad de liderazgo de los Socialistas; ahora es el momento, porque los ciudadanos y nuestra España lo necesitan como referente. Quien no respalde, ante esta coyuntura, la formación de este Gobierno en solitario se señalará así mismo (vergonzoso el papel de Iglesias al respecto, muy vergonzoso… cada vez es más ejemplo de nada bueno. Quien promete con facilidad cambiar de principios es que nunca los tuvo; nadie cambia de la noche a la mañana el principio del “derecho a decidir” (por ejemplo) o el modelo soviético que tiene en mente), después de haber dado alas y argumentos a un independentismo que se arrojó en los brazos de mentiras y falsedades (al más puro estilo brexit) para arropar a un partido burgués catalán pillado en plena corrupción (y mucho más triste fue ver que la mitad de los catalanes aceptaban la escusa para tapar la propia corrupción política o justificarla). A falsa moneda, muy falsa, suena el eco de las palabras de Iglesias; nadie en su sano juicio se fiaría plenamente de semejante oportunista personaje; nada que ver con el líder de IU). En cualquier caso, confío en la inteligencia y capacidad de gestión del Socialismo, nuevamente reunido y unido entorno a su líder, y dispuesto, plenamente, y en todo su potencial, a salir al paso y defender lo esencial del momento, que es, al parecer, de lo que carecen el resto de actores: Sentido Común para defender nuestro país y los valores de nuestra Democracia. 



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