A veces recuerdo la frase de Fernando
Colomo en la película “Todo es mentira” en la que, ante el
desencuentro con su pareja expone su teoría, a Coque Malla (también mareado con su nueva pareja), en
que la vida son ciclos que se inician y se acaban; aunque más bien
pienso que en realidad no serían ciclos si todo lo que iniciamos
concluyera con un final positivo, en el que el alma se hubiera
alimentado hasta saciarse, de lo bueno de nosotros mismos y de lo
mejor de la gente que nos rodea, dejando un sabor de agradable
plenitud.
Pero no es así; se
inician ideas y actividades que, en muchas ocasiones se truncan o
paralizan (aunque pudieran haber dado mucho más de sí)
porque el entorno no está preparado y se convierten en una rutina
cíclica y cotidiana que, a veces, tiende a agotarse por sí misma.
Si esto sucede se vuelve a empezar; de ahí que se tenga la sensación
de ciclo: Parece “el ciclo” un soporte necesario ante el
inevitable e inminente fracaso, propio de nuestras limitaciones. Es
“el ciclo” el marco donde se sostiene las vidas que no son
vividas plenamente (o que simplemente son caóticas).
Empiezan las vacaciones con
expectativas; esas que vienen cada año y estimula ver nuevos paisajes; sentir la arena de la playas; percibir el frescor de las montañas…
de viajar… y viajar para encontrarnos con lo mejor de nosotros
mismos. Los días se van consumiendo y se dejan atrás el estrés y
las preocupaciones. El ritmo de la nuestra vida se va deteniendo poco
a poco hasta que, insospechadamente, aparece la plena tranquilidad…
Esa tranquilidad que no es más que la recuperación de nuestro
propio ritmo… Y hemos pasado a satisfacer nuestra primera
necesidad: Respetar nuestros propios tiempos. Y en ése momento te
das cuenta que sólo te queda una semana de vacaciones (porque
este año sólo te has guardado tres para el verano), pero te
convences de que con las energías que has almacenado eres inmortal.
Nada de eso. A las dos semanas de iniciar el trabajo ves que la
inmortalidad era un espejismo que apenas recuerdas (y te
preguntas: ¿Cómo pude pensar en algo así?). Los sistemas de
alerta psicológica han vuelto a ponerse en marcha… con sutileza…
muy despacio… Sin avisar han entrado a formar parte, otra vez, de
tu vida cotidiana y piensas: La vida son ciclos… Sí… Ciclos.
Pero en el fondo sabes que no es tan cierto que lo sea (aunque
la inmensa mayoría de la humanidad lo crea). La vida no
debería verse como ciclos… Y tal vez piensas que te pudiera faltar
el valor suficiente como para que cada día cuente; y cuente como te
gustaría que contara.
Tal vez este curso lo
consigas.
Que te abrace tu puta madre
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Tango 1935 | ||||
Música: Carlos Gardel | ||||
Letra: Alfredo Le Pera | ||||
Yo adivino el parpadeo de las luces que a lo lejos, van marcando mi retorno. Son las mismas que alumbraron, con sus pálidos reflejos, hondas horas de dolor. Y aunque no quise el regreso, siempre se vuelve al primer amor. La quieta calle donde el eco dijo: "Tuya es su vida, tuyo es su querer", bajo el burlón mirar de las estrellas que con indiferencia hoy me ven volver. Volver, con la frente marchita, las nieves del tiempo platearon mi sien. Sentir, que es un soplo la vida, que veinte años no es nada, que febril la mirada errante en las sombras te busca y te nombra. Vivir, con el alma aferrada a un dulce recuerdo, que lloro otra vez. Tengo miedo del encuentro con el pasado que vuelve a enfrentarse con mi vida. Tengo miedo de las noches que, pobladas de recuerdos, encadenen mi soñar. Pero el viajero que huye, tarde o temprano detiene su andar. Y aunque el olvido que todo destruye, haya matado mi vieja ilusión, guarda escondida una esperanza humilde, que es toda la fortuna de mi corazón. |
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