Miguel Ángel Ibáñez Gómez - maiges_ps@hotmail.com

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lunes, 10 de septiembre de 2012

¿Quién escribe la Historia?



            La gente hace un “plano de la vida” y luego se guía por el mismo toda su vida e incluso intentan que otros se guíen por su propio plano; pero los planos suelen estar bastante mal hechos. Por eso la vida suele ser un verdadero desastre, porque cuando hay problemas todos, absolutamente todos tienen miedo y ello les lleva a dejar que sea la memoria (aprendida en el entorno familiar) la que dirija sus actos, sus opiniones y testimonios para salir sin culpa de las circunstancias.

            Recuerdo a una persona que tenía el convencimiento absoluto de que la Constitución española era propiedad de la izquierda; ignorando la propia historia española y los años de la transición. Y su testimonio era dado con contundencia a su entorno. Incluso modificaba hechos históricos para ratificar su discurso y se mostraba intolerante ante cualquier intento ajeno de rectificación. Es el autoconvencimiento de que hay hechos que han pasado y son reales, cuando, en realidad nunca sucedieron; pero la persona vive su vida pensando que fueron así.

           Recuerdo como Adolfo Suárez llevó a cabo la transición y en las elecciones de 1977 el objetivo básico fue la redacción de una Constitución consensuada con todos los grupos políticos especialmente relevantes en el panorama español. Y ello se llevó a cabo con fortuna (porque si bien es cierto que AP votó en contra, no lo es menos que participó en su redacción y que fue la UCD quien la promovió y quien la sometió a referéndum). Pero la gente aprovecha, con el paso de los años, para modificar la historia (no sólo esa historia que se vivió con intensidad, sino todas las historias, incluidas las personales, hasta el punto de hacerlas irreconocibles y generar una distancia insalvable entre los hechos reales, los narrados y la propia naturaleza de la persona que los narra).

            Pero existe un punto dónde todo se puede comprobar, y así me lo ha demostrado la experiencia: Las personas, ante el peligro, siempre responden de la misma manera. Las personas, ante las dificultades graves, siempre responden con la misma estrategia: El egoísmo y la insolidaridad. Ahí es donde se encuentra la diferencia en las calidades de las personas: Los que huyen del peligro y si hace falta se exculpan de cualquier circunstancia que les pudiera afectar inventando mentiras que hacen creer y los que hacen frente al peligro con el valor que da el sentido del deber: Que suelen ser los que cargan con las culpas de todos. Culpas de los que no ven a los malintencionados, ni las argucias interesadas, ni a los oportunistas …. (Y aquí me viene al recuerdo la frase del Tao te King : Por el Amor se es valeroso - y eso quiere decir que el que pelea con amor vence, aunque acabe enterrado - esa circunstancia final es la menos importante)

               Un veintiocho de diciembre se aprobó la Ley sobre la objeción de conciencia al Servicio Militar. Ley que llevaría a muchos objetores, a la cárcel; pero ni aún así todos fueron tratados igual. Hubo una línea de objetores últras que lo fueron por negarse a servir a un ejército bajo el mando de un Gobierno de izquierdas; estos objetores, algunos o muchos de ellos acabaron por reintegrarse en el ejército (a pesar de que una de las condiciones para hacerlo como soldado profesional era la de no ser objetor).
               En una ocasión me vinieron a buscar a casa para ir a Capitanía Militar. Un muchacho, creo que gallego, se había declarado objetor en sobrevenida y los militares se negaban a cumplir la orden del Juez Civil que pedía su libertad por considerarlo, a todos los efectos Civil (¡Qué tiempos gloriosos aquellos en que la adjudicatura se tomaba al pié de la letra la Constitución: Tal y como la entendía la ciudadanía). El Tte que estaba de guardia nos contestó: - ¡Los Jueces Civiles no tienen nada que decir aquí!, pero nos permitió visitar al muchacho, darle dinero y hablar con él (Se negaba a ponerse el uniforme y le dieron una escoba).

                Recuerdo cómo me contaba un grupo de objetores que fueron a protestar por los encarcelamientos de compañeros a un mitin de Izquierdas y que fueron insultados y ofendidos por los propios militantes. Eran objetores que fueron la vanguardia juvenil de la izquierda frente a un ejército demasiado politizado. Eran la carne de cañón (parte de esa sangre que se esgrimiría si el proceso de la transición fallaba). Pero la transición llegó a buen puerto y todos aquellos objetores de los primeros tiempos acabaron olvidados hasta que se abolió el Servicio Militar.

               Mírense el “plano de la vida”, porque es el mismo que han empleado todos los implicados en esta crisis y es el mismo que usa la inmensa mayoría: Salvado yo, salvado todo el mundo.

           Sin embargo, con el paso de los años se armoniza la propia historia vital; se cambian hechos, sucesos y todo se presenta de manera lógica y armónica. Pero no es más que un espejismo. El pasado sigue allí esperando a cada uno, y un día (o noche interminable) le alcanzará, como a todos y cada uno de los seres humanos, lo que parece que nunca pudiera alcanzarle, (porque piensan que todo aquello que les resultaba inconveniente está (no sólo olvidado sino) transformado, modificado y enterrado), y tendrán que explicarse, así mismo la posición ocupada en su vida en relación con sigo mismos y con los demás y no habrá nadie que salga en su defensa, porque su propia conciencia (libre de ataduras) será, posiblemente, su fiscal y juez.

                Lo que puede parecer bueno para mantener la paz social no siempre es bueno para las personas que toman las decisiones de cambiar y reescribir la historia y ese precio, tarde o temprano, también se paga.

                   La vida es un gran misterio. Se vive de una manera; se hace creer que se vive de otra y hay que leer entre líneas la Verdad de cada persona, de cada sociedad, de cada Estado y alcanzar la comprensión del mundo y de la naturaleza humana. Y no queda otra solución que sacrificarse en vida hasta que llega la aparente convicción de la inutilidad de los sacrificios. Pero el camino del sacrificio muestra la ilusión que habitaba en las personas que lo llevaron a cabo y esa ilusión (si buscaba el bienestar de todos) quedará para siempre como un ejercicio benévolo.

                   Tal vez no haya diferencia en el destino que les espera a las almas ingratas y a las generosas… tal vez no haya diferencia. Pero cuando el cuerpo se separe del Alma; cuando el ego se disuelva en puro espíritu universal; o cuando desde el “otro lado” se vea con claridad suprema la vida vivida, el único consuelo que nos quedará serán los buenos actos y tal vez esos buenos actos (los que implican amor) nos hayan permitido ver en vida todos nuestros errores y hayamos conseguido encontrar nuestro yo eterno, pleno y divino (y no tengamos nunca más, que volver a este valle – a este laberinto gordiano). O tal vez todo sea inútil y desaparezca aportando nuestra experiencia - en la parte que haya sido singular - a ese aparente gran logos de donde otros puedan tomar la parte de la experiencia que precisen para continuar su propia vida y la vida de la especie.









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