Miguel Ángel Ibáñez Gómez - maiges_ps@hotmail.com

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miércoles, 22 de junio de 2016

El Tango, algo más que un baile


Danzar es una actividad que acompaña al ser humano desde el comienzo de los tiempos. Es una expresión que forma parte del reino animal. Baste recordar la multitud de danzas nupciales que hemos observado en especies cuando estas buscan al apareamiento en las épocas de celo. O la danza que realizan las abejas para comunicarse la localización de zonas para alimentarse. Pero el hombre, el ser humano, ha ido más allá de los ritos de cortejo y en sus danzas. Ya desde la prehistoria muestra su vinculación con el mundo espiritual, como ocurre en momentos de caza para sustentarse, o cómo la danza se convierte en un medio de “preparación” de la comunidad para ir a la batalla – en éste sentido es buen ejemplo el recordar las danzas de los indios americanos, que antes de la llegada del hombre blanco se encontraban en la Era de Piedra.
El Ser Humano danza alrededor de una hoguera – que representa el sol – girando en torno a ella, como si de los planetas se tratara. Incluso algunas danzas europeas regionales tienen formas similares en las que las parejas giran en torno a un centro imaginario - a veces el inconsciente es mucho más explícito que cualquier argumento hablado.
El tango es una danza singular que adopta, por igual, formas de individualismo y creatividad como pareja de baile, donde la libertad de los bailarines – mostrada a través de múltiples figuras, algunas de ellas de apariencia imposible - alcanza cotas insospechadas de complejidad, y llega hasta formas de baile en sociedad donde la línea de danza, entorno a un centro imaginario, nos evoca el movimiento de los astros celestes y, por tanto, del Universo. Ambas maneras de concebir el tango son complementarias y muestran, con claridad, los roles sociales de las personas que practican esta danza. Así pues, hay dos maneras de practicar y entender el tango:
La primera el milonguerismo – ir a bailar a una milonga como baile social – tiende a representar las relaciones sociales de la propia sociedad. La mujer tiende a facilitar los movimientos del hombre evitando ser un obstáculo o un inconveniente, y le complace adornando cada iniciativa que el hombre toma. Es como una pareja que se muestra en sociedad como pareja perfecta y compenetrada.
La segunda, el tanguerismo que tiende a la individualidad de cada uno de los componentes de la pareja. Donde tanto la mujer como el hombre sostienen un rol propio y no complementario, al menos no como se muestra en el milonguerismo, e incluso, en cierta manera, son antagónicos. Aquí el hombre propone un movimiento – y a diferencia de en el milonguerismo – la mujer no le sigue complacida, sino que, aceptando por lo general la propuesta, va generando situaciones complejas – figuras incómodas para el hombre - en donde el hombre debe de estar a la altura de las proposiciones de la mujer. Incluso la mujer llega a tomar la iniciativa proponiendo figuras que ponen en peligro el equilibrio del hombre – sobre todo si este no está acostumbrado a que le contesten. Estamos en el terreno de los tangueros. Tangueros que representan la dureza de la vida tal cual es.
En ambas ramas del tango, de cintura para abajo, la pareja, con sus piernas, establece un diálogo más o menos complejo o complementario con alternativas en las iniciativas tanto de la mujer como del hombre. Y de cintura para arriba se muestra la tanguidad – una especie de armonía que ignora, por lo general, lo que sucede de cintura para abajo.
La mujer busca un Hombre de Verdad. Si se tropieza con un Gil lo arruinará, si puede, para mantener a su propia familia o simplemente por capricho – y en esa actitud todo vale.
Si encuentra un hombre de Verdad caerá, al final, rendida a sus pies. Esta aparente sumisión se mostrará en la figura final con la que termina el número de tango.

Por eso el tango, es algo más que una danza.

domingo, 19 de junio de 2016

¿Quién era el Guapo de los Tangos?




       La figura del Guapo ha quedado impresa en la Historia del Tango. El Guapo – denominación que aún se usa en Latinoamérica para designar a una persona que se pone chula – era quien defendía el honor del barrio y quien peleaba, arriesgando su vida por sus vecinos.

      Tal vez hubiera muchos tipos de Guapos, pero este prototipo que les presento era singular. No amaba a ninguna mujer, y por ello no temía morir en una pelea, pues en todo lo demás era valiente. A la única mujer que amó fue a su madre, pues careciendo de padre conocido fue la única figura que le dio afecto y cariño; y sin embargo, esa mujer tuvo que hacer de todo para sacar a sus hijos adelante.

     Sin embargo, un día se enamoró de una mujer muy similar a su madre. Aquello fue demoledor para él. Se dio cuenta de ello en medio de una pelea. Le apareció un temor desconocido que antes nunca existió, ni había sentido. Se sobrepuso y acabó con su rival. Pero meditando se dio cuenta de que se había enamorado y ello le hacía débil. No tenía miedo a morir, si no que en medio de una pelea le asaltaba la idea asociada con un sentimiento de temor, temor de no volver a verla otra vez.

     Todos se burlaron de él, incluso su amada.

sábado, 18 de junio de 2016

Bicicletear por Zaragoza

He recuperado mi bici. La compré hace 23 años, cuando me separé. Ya tenía una de carreras, que era el anhelo de mi vida infantil y que adquirí a los 19 años. Por entonces circular por Zaragoza era todo un riesgo de grandes proporciones; la mayoría de los vehículos, y sobre todo los profesionales, te venían a considerar como interfiriente y perturbador elemento de la tranquilidad (¿) de las vías de circulación.
Ahora, con más de 50 años recupero la magia de la bici. Magia que observaba de niño cuando por la noche venían a apagar las luces de mi barrio - calle Miguel Servet - un hombre con una gran pértiga que, farola a farola, las iba apagando de una en una.
En tiempos, buscando alguna noticia pasada en el Heraldo de Aragón, pude comprobar que, a principios del siglo pasado, los accidentes de bicis eran numerosos ante la proliferación de los vehículos autopropulsados. Y comentando esta circunstancia, me dijeron algunos del Matadero Municipal, que la Policía de aquella época multaba a los trabajadores, en las madrugradas cuando iban sin luces en las bicis a trabajar. Ha pasado mucho tiempo de aquello y ahora parece claro que precisamos una ciudad mucho más humana y cercana al ritmo, no de una máquina veloz, sino, del ser humano.
Ha pasado tanto tiempo que todo el conocimiento sobre circulación, ante la providencial advertencia de un Policía Municipal, la he de actualizar; y en ello me he puesto viendo que existe una especie de Reglamento y Plan Director en el que han participado multitud de personas.
Aún así, y antes de leerlo con detalle - pues como no puede ser de otra manera los textos normativos son muy técnicos y por ello difíciles - me viene a la memoria el reciente comentario de un compañero que me aseguraba que en la Plaza del Pilar se puede ir en bici; he mirado el texto y en principio no hay nada que lo avale. Por ello, "a priori", echo en falta un texto sencillo y fácilmente entendible sobre cómo usar la bici en Zaragoza.
Ya os comentaré.

jueves, 16 de junio de 2016

Maravillas de la Humanidad




                Éste título abre la puerta a un libro que empecé a escribir hace unos años y que quedó en la página cuarenta, aproximadamente. Es un viaje por los misterios de la Humanidad, misterios tan extraordinarios que difícilmente se pueden creer para la gente común, pues hoy estamos tan acostumbrados a que las maravillas vengan de la técnica que nos olvidamos que no hay nada más sorprendente y magnífico que el Ser Humano. Como anticipo a esa obra que algún día concluiré les muestro la temática de uno de sus capítulos.
                Era una tribu del norte del centro norte de Europa, allá por Dinamarca, sur de Suecia y parte de Alemania, que por circunstancias decidió que el número de personas que la componía era excesiva para el territorio que dominaban. Territorio duro y frío, pero al que se habían acostumbrado y del que todo lo conocían… sus animales, sus plantas, su clima…. Para ellos todo era previsible, por ello, el pequeño grupo que debía de partir de su hogar estaba realmente triste. Perderían a sus parientes y amigos – aunque en realidad su tribu era como si todos fueran hermanos. Así que, el día anterior a la partida, decidieron darse regalos y recuerdos unos a otros. El grupo estaba formado por una pareja (hoy diríamos matrimonio) de mayores, bastante mayores para el camino que deberían recorrer. Y unas siete hembras y otros tantos machos; además de cuatro o cinco niños. Había un líder; un varón de unos 35 a 40 años. Fuerte, duro, moreno, de ojos claros, que sabía que el viaje no sólo sería peligroso, sino también cabía la posibilidad de que todos acabaran por perecer en tierras extrañas, donde ni el clima, ni los animales, ni las plantas tenían porqué se similares a las que habían conocido. Tendrían que aprender a reconocer los alimentos nuevos y las plantas nuevas, y en ello también podría haber riesgos.
                Salieron antes que el Sol. Y se despidieron de los que con ellos se levantaron, que fue prácticamente toda la tribu. Tenían la misión de, si encontraban un adecuado territorio, volver alguno de ellos para guiar al resto del grupo que quisiera partir hacia nuevas tierras. Ya había se habían dado en el pasado unas circunstancias parecidas, pero del grupo que les  precedió no volvió miembro alguno para dar razón de ellos ni de las circunstancias de su aventura.
                Se encaminaron al sur, siguiendo el curso de un gran río. Curso que abandonarían para desviarse al ocaso, con la intención de llegar al fin de la tierra. Ellos sabían que el mar rodeaba toda tierra, y buscaban encontrar los límites del mundo en que vivían.
                Al poco tiempo de salir, cuando apenas llevaban nueve o diez jornadas de viaje, se les cruzó, en una vaguada, un enorme oso pardo; un viejo y gigantesco oso les cortaba el paso en un lugar de difícil escapatoria. El animal les había seguido durante varias horas buscando un lugar para la emboscada, y la encontró. No tenían escapatoria, tenían que hacer frente al gran oso. Así que el líder aprovechó la ocasión y encomendó la tarea de matarlo a uno de los jóvenes, casi adolescente aún, muchacho del grupo. Tenía que probar su valor.
El valor era una de las virtudes fundamentales para poder ser amparado por la tribu. Si un miembro no mostraba valor no se podía confiar en él. No se podía confiar ni para ir a cazar en grupo – porque podía flaquear y poner en riesgo a al resto – ni serviría para defender la tribu de los adversarios – hecho que no ocurría con frecuencia, pero en ocasiones había que demostrar al adversario que se estaba en disposición de morir antes de ceder un palmo del territorio que era el soporte de la alimentación de toda la tribu. La alimentación, el vestido y la seguridad.
El muchacho tomó una lanza y se encaminó hacia el enorme animal. Se fue acercando poco a poco. Su padre, temió por él y se interpuso en el camino. Y al muchacho le entró un miedo que antes no tenía. El Gran oso, se enfureció más; pues no había urdido esa estrategia para matar a ningún humano, sino para morir dignamente. Llevaba semanas muy enfermo y los dolores apenas le permitían cazar o comer. Por eso había acorralado a ese clan, solo para morir dignamente y aquello le enfureció  de tal manera que fue a arremeter contra el resto del grupo y contra los más vulnerables. Tuvo el líder que salir al paso y cortarle el camino. El animal se volvió a poner sobre las dos patas traseras y su presencia era capaz de intimidar a cualquier ser viviente. Pero al líder nada le intimidaba. El Animal abrió los brazos mientras se acercaba a ese hombre dispuesto a morir o matar. Y el líder le dio una muerte rápida. Él sabía, anticipadamente, los motivos de tan noble animal.
Lo descuartizaron después de quitarle la piel que sería curtida durante en las próximas semanas por las mujeres. Y disecaron todos los trozos de carne que no podían comer en pocos días. Unos días más tarde el líder llamó al padre y al hijo y los expulsó del clan. No podía confiar en ellos. La manera de amar el padre al hijo ponían en riesgo la misión. Así que se marcharon al día siguiente. Sin embargo, al pasar las semanas se reencontraron y el líder le hizo una nueva prueba al muchacho que superó con gran satisfacción para todos.