Miguel Ángel Ibáñez Gómez - maiges_ps@hotmail.com

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lunes, 15 de agosto de 2016

¿Los apellidos?


    Curioseando por la aplicación de youtube que dispone mi televisor - ante la triste, repetitiva y aburrida programación televisiva en España - me encontré con el vídeo "La historia de los apellidos" y me la "tragué" de una sentada. No es que sea una clase magistral sobre el tema, pero da los suficientes elementos para fijar ideas y enlazarlas con las vivencias vitales que cada persona poseemos en nuestro paso por esta Tierra (no sabemos si pasamos sólo una vez o multitud de ellas, pero eso es harina de otro costal).  Y lo primero que llama la atención del vídeo son dos escenas. La primera sobre el rito de una especie de bautismo en una cultura 200 años anterior a Cristo - realizado por el padre, probablemente con la finalidad de vincularse con el nuevo ser y con su destino en la etapa más delicada de su reciente vida y hasta que sea adulto - y la segunda, la decisión administrativa tomada en China, hace más de 5.500 años, en la que se requería que los niños tuvieran, además del nombre, el apellido de la madre (la madre siempre es y será, la única garantía fiable de filiación. En ello no parece haber duda alguna, siempre que a la madre no se le separe - contra natura - al hijo de su seno una vez nacido este; de ahí que la Administración de cualquier lugar deba de pasar por encima de toda convención social a la hora de formalizar sus documentos, sobre todo si estos son de importancia determinante para sí misma - aunque me temo que siempre habrá administraciones que consideren a la gente común como vulgo). 

     Apenas comenzaba el visionado del vídeo cuando me llegó el recuerdo de mi padre: - Hidalgo significa hijo de algo. Parece mentira como los recuerdos fluyen a la mente en momentos determinados sin requerirlos. Aún era adolescente, o tal vez antes de la adolescencia, cuando recuerdo que mi padre realiza la primera reseña sobre la palabra ante un programa en blanco y negro de la televisión. O tal vez fuera una película o un documental - a los que era más aficionados; pero desde entonces recuerdo que siempre que aparecía ese término de hidalgo, y él estaba presente, aclaraba, como si fuera la primera vez que lo hiciera, aunque no hubiera requerimiento alguno: Hidalgo: Hijo de algo. Fue tanta la insistencia realizada por mi progenitor que ya no hacía falta que estuviera presente para que viniera a mi memoria la traducción del término cada vez que este se pronunciaba en un medio de comunicación: Hidalgo, significa Hijo de algo. Y estuve intrigado por el término durante bastante tiempo. Probablemente no era el término lo que me intrigaba, sino el interés por el mismo de mi padre; por lo que alcancé cierta satisfacción cuando descubrí que en la edad media no existían apellidos y que los hidalgos eran los nobles - por lo que en mi ingenua concepción de mi padre no saqué otra conclusión de que fuera más que un rasgo que potenciaba su tendencia a generar mitos personalista, por otro lado tan propios de la época en la que le tocó vivir: mitos como Hitller, Musolini, Stalin (que parecía su favorito), Churchuil, y todos los generales de la segunda Guerra Mundial. Un imaginario que él mismo sometía a una crítica superficial por lo poco profunda, y sólo ocasionalmente, cuando en las emisiones desde New York las calles se nombraban con números en vez con insignes eminencias históricas como sucedía en España.  Fue más tarde cuando empecé a vislumbrar la trascendencia del término Hidalgo; pues quedaba claro que si los hijos de la plebe no eran hijos de algo (qué término más absurdo) eran porque no lo eran de nadie - algo obviamente imposible, pues todos tenemos madres - como acertaron a detectar los chinos cinco mil años antes. Así que el término en sí no era otra cosa que un término que infringía, desde la nobleza de su uso, deshonra hacia la plebe, hacia la gente común, es decir: Hacia el Pueblo. Y esta afirmación explicaría el rencor acumulado de la gente común hacia la nobleza y la monarquía que la sustentaba y que se expresó con meridiana claridad en la Revolución Francesa (probablemente porque en esa revolución francesa la burguesía ya podía decir de sí misma que algo tenía: Y ello no era otra cosa que Dinero). Así pues, los hijos concebidos por el pueblo no tenían padre, y ello tenía consecuencias para sus vidas en todos los órdenes sociales. 

     Dinero, esa es la clave. ¿Hemos llegado al término esencial de este asunto? Analicemos. Leí hace ya muchos años, en un texto que surgió en Egipto la necesidad de ordenar la procreación, y consecuentemente el incesto, por una cuestión importante: Las herencias. Es paradójico que se atribuyera al Antiguo Egipto, en el que precisamente la realeza se casaba entre ella (hermanos con hermanos, por una cuestión de Sangre, a la cual se le atribuye - a la sangre - propiedades no sólo genéticas desde el punto de vista físico, sino psíquicas propias del carácter de los padres y aún más allá: Divinas, de las que no quiero privarme de dar opinión más adelante) el hecho de que las familias se constituyeran sin otro miramiento que el estar en edad de procrear y reproducirse; pues esa tendencia copulativa parece propia de la condición animal, por el hecho de ser animales, y su tabú consecuente, no se instalaría en ninguna sociedad hasta que esta se constituyese como tal, con normas, leyes y temores, por lo que parece casi una estrategia el alejar todo signo de barbarie animal lo más distante posible de nuestra cultura y nuestro tiempo, aunque ocasionalmente se puedan verificar estas prácticas más veces de lo creíble; Y simultáneamente, convive, una vez instalado ese tabú del incesto, con la idea sobrenatural de que un Noble o Rey, por el mero hecho de serlo, pudiera transgredir cualquier norma o ley que sujetaba al pueblo en una moral (Ahí está el caso de Roma, que constituye la base de nuestro Derecho y de nuestra cultura moderna). Por lo que si hacemos caso a ese texto que leí, publicado en España en papel, el ordenamiento de las familias egipcias y la implantación del tabú no tenía otra finalidad que la de determinar la propiedad privada dentro de las familias, y el orden sucesorio en los bienes. Así, pues, adquiere la sexualidad la importancia económica y de paz social que es precisa para que una sociedad resulte previsible a sus miembros y, por lo tanto, pueda expandirse como formula de convivencia conveniente para toda sociedad que quiera prosperar económicamente y en paz. 

    Ya hemos determinado algunos aspectos esenciales que tienen que ver con el apellido y con ser "hijo de algo": 

- La Sangre, como transmisora de genes y con ellos, de carácter y virtudes familiares - que de ser bendecidos por el Cielo, alcanzan el grado de Nobleza aspirante a Reinado, o la propia condición de Rey.
- La Herencia, como consecuencia de la Sangre, portadora de Derechos materiales (económicos, legales) por el mero hecho de ser "hijo de algo".

   
    Analicemos ahora, la condición humana y su vinculación con su propia biología. Para que un ser humano se considere sano se verifica que sus impulsos reflejos, al nacer, son los correctos. Impulsos como los agarrar el dedo que se le ofrece nada más salir del vientre de su madre, o su natural tendencia a succionar con su boca, o a tender a apoyarse con los pies en el suelo y andar... Todo ellos son signos de que el nuevo ser humano está aparentemente sano y preparado para asumir ciertas funciones básicas de su condición. Y análogamente ocurre con su sexualidad - a la que algunos psicólogos atribuyen una existencia innata en el ser humano parecida a los reflejos e impulsos naturales a alimentarse, a andar o a defecar...etc y que tienden a ser reprimidos u orientados en el seno de las familias para que se adapten a los tabús sociales imperantes en la sociedad del momento. Tarea cuasi imposible
     
    Añadimos, evidentemente, a la cuestión del apellido un fenómeno más natural: La sexualidad. 

    La vinculación entre apellido (que no es otra cosa que ser "hijo de algo") y sexualidad es evidente y problemática, pues la propia naturaleza de la sexualidad está sujeta a razones que pueden escapar, en parte, del control consciente de nuestras personas. Está vinculada con el instinto. Y todos sabemos que cuando el instinto entra en juego las leyes también se "plegan" a esa condición a la que está sujeta el género humano - y cuando no lo hacen entendemos que son leyes injustas o impiadosas. Así ocurre con las transgresiones a las leyes que prohíben robar, permitiendo, bajo ciertas circunstancias de necesidad extrema poder hurtar para comer. O la defensa de la propia integridad personal frente a una agresión externa que pone en peligro nuestra vida. Es decir: hay cuestiones propias de nuestra naturaleza que deben ser amparadas por las leyes para no negar nuestra propia condición de seres humanos con derecho a la vida, por el mero hecho de ser humanos. Y sin embargo, existen otros instintos que son reprimidos con la finalidad que se realicen al margen de la sociedad o de la visión de esta. Ellos son, por ejemplo, el hecho de miccionar o defecar, o mostrar los genitales en público; por lo que la sociedad, por medio de la familia, entrena a los hijos en esas tareas. Y análogamente en las cuestiones relativas a la sexualidad. Y otros instintos animales, como el deseo de imponerse al entorno social por medio de la intimidación o la violencia, son reconducidos hacia formulas más sutiles, donde la dominancia se enmarca en unas reglas de convivencia que estigmatizan o reprochan la violencia en cualquiera de sus formas - aunque sean sutiles

  Así pues la sexualidad sólo encontraba camino para su realización a través del matrimonio. Realización formal y aceptada socialmente. El matrimonio garantizaba seguridad material a la mujer y, a cambio,  le proporcionaba herederos al hombre, se entiende que herederos de sangre (con todas las prerrogativas que ello otorgan a los hijos, y honor al padre - pues el honor no era otra cosa que estar dentro de las normas dadas y actuar, por deber, siempre dentro de ellas) por medio de una sexualidad restringida al propio matrimonio.  En teoría el sistema debería funcionar, pero en la práctica los hechos demostraban que ello era, realmente, difícil; básicamente porque la sexualidad es un instinto. Así, creo que demostré, que cuando se realiza el Paraíso Terrenal y en él se pone a Adán con sus necesidades vitales cubiertas, con el fin de que sea feliz, Dios se equivoca, al menos con Adán y no sabemos si repitió el experimento con más seres (pues la felicidad que se le otorgaba a Adán se aprecia con los años - precisa de muchas experiencias - y en determinadas circunstancias personales, y ni aún así se tiene la felicidad completa). No le quedó otro remedio a Yahvé que buscarle una mujer cuando constató que el joven Adán, al ver copular a los animales, les imitaba (y probablemente se tiró alguna cabra u oveja que pasara por ahí (como aseguran textos judíos). Por lo que determinara Yahvé que su felicidad, la de Adán, no era completa y que se sentía solo (en vez de achacarlo a un instinto natural de reproducción - este Yahvé o era corto, o era un científico de medio pelo) De ahí, que según los judíos, le presentaran a Lillit, mujer experimentada en extremo, que acabó por aburrirse del muchacho y lo abandonó a su suerte - dice la mitología irlandesa que Lillit acabó convirtiéndose en una bruja que acude allí donde huele las poluciones nocturnas de los jóvenes y que tiene multitud de hijos. Así que le presentaron otra de la misma condición que Adán (o tal vez buscaran otro Adán diferente, pues el error fue garrafal y quedaría impregnado en la memoria del muchacho) y  no tuvieran otra prohibición que la de copular (el árbol de la vida y la muerte; y del bien y del mal). Por lo que la serpiente no fuera otra cosa que alguien que, seducido por la virginidad de Eva, no se privara de "conocerla", como quien hace un favor, y el "pastel" acabara con la expulsión del Paraíso y la condena a vivir sabiendo que el dolor y la muerte serían el destino de ambos. (Siempre se puede interpretar el texto simbólicamente, pero el resultado es el mismo).

      Si Yahvé no pudo controlar los instintos de Adán ni de Eva, qué padre o qué Rey podrá hacerlo sin poner en riesgo la vida de ambos? O qué ley podrá evitar la sexualidad fuera del matrimonio?

      Aquí aparece el cuarto elemento: El Hombre, como elemento preservador de toda virtud. La última apuesta por un orden en la sexualidad de las sociedades en cualquier lugar de la Tierra.

     La primera pregunta que surge es: ¿Por qué el hombre y no la mujer? Habría que recurrir al propio Yahvé, para obtener una explicación adecuada; pero según sus actos descartó a la mujer de ser el centro de su experimento científico frustrado (eso en el caso de que las Escrituras nos cuenten toda la experiencia y no dejen a nuestra imaginación la salida - algo que suele suceder en algunos textos filosóficos). Establezcamos la hipótesis de que Yahvé, o su versión femenina, intentara hacer una experiencia con una Eva anterior. Y esa Eva anterior también tuviera la tendencia de emular el coito de los animales (¿por qué no?). La imagen es tan fuerte en la mente de un ser humano masculino - por la fuerte vinculación que se tiene de la maternidad desde niño - que la evito. Así que le traerían un Lillit masculino que la satisficiera (¿satisficiera?). El resultado es la procreación y su dedicación a la crianza y el Lillit masculino tal vez no aportara nada nuevo al experimento, en el que se pretendía una familia estable y feliz, pues probablemente el hombre se dedicara a engordar y a echar de menos experiencias sexuales con otras mujeres más experimentadas y divertidas, y terminara por huir dejando el Paraíso lleno de hermanos y una madre sola y triste. Por lo que le llevaran un Adán a esta Eva. Estamos en el principio. Y ante la misma prohibición sexual transgredida. Adán se dedicaría a engordar y a aburrirse con el peligro de que atacara sexualmente a alguno de los hijos previos de Eva. Si el experimento de Yahvé era para ver qué hacía un ser humano con todas las necesidades cubiertas debió decepcionarse bastante. La creatividad precisa de un "desnivel" de "algo a equilibrar", de metas a conseguir. Y al darle a la mujer el papel de madre y obligarle a tener todos los hijos que el instinto sexual le procure la ata, indefinidamente a un rol del que difícilmente puede escapar.

    Creo que lo leí de Jung, el asegurar que la creatividad proviene del libido. A mi modo de ver interpreté ello como la contención en el seno de las familias de la sexualidad de los hijos con la finalidad de encauzarla a los roles sociales imperantes en ese momento. Es decir. Al hijo varón se le conminaba a contenerse hasta el matrimonio, y por el camino a formarse emulando al padre o a cualquier otra figura masculina de gran relieve histórico, político, empresarial, con el fin de que las energías contenidas en la sexualidad encontraran un camino adecuado de expresión. Y parece claro que la mente humana está capacitada para ello. Para encontrar soluciones donde aparentemente no las hay. Y ello se ha producido siempre en todo tiempo y lugar. A la mujer se le reservaba la aspiración a casarse mediante la contención de su sexualidad en medio de tareas hogareñas y desarrollo de bellas artes. Así canalizaban ambos sexos sus energías sexuales; mediante un reparto de tareas que abarca todo el orbe de la Tierra.

     Es aquí donde nacen las llamadas "propiedades" de la Sangre que se atribuyen al varón. Aún recuerdo las primeras explicaciones en biología, donde se aseguraba que la mujer era un mero receptáculo en el que se asentaba la simiente (y esa explicación estaba realizada con toda la intención de dejar un papel secundario a la mujer; papel que la medicina le ha dado en España a la mujer durante siglos hasta que yo mismo, he podido escuchar ése tipo de explicaciones en un aula de formación institucional). Y vienen esas propiedades de la Sangre del hecho de evitarle, a la mujer, la experiencia de experimentar que sólo se ha permitido al varón. Prohibiéndole oficios y carreras universitarias, o formación desde hace cientos de años, desde hace siglos. De ahí que los monarcas creyeran en su sangre como garantía de la transmisión de propiedades cuasi divinas, de las que eran portadores (Y aún así, las complejas cuestiones políticas permitieron, a veces, la experiencia de mujeres en la máxima expresión de la Corona).  Durante siglos la virtud de la mujer no era otra cosa que la garantía de la Sangre y la Herencia. Garantía que contrastaba con una sociedad en la que se aceptaba la naturaleza humana y su condición. Así la nobleza emulaba a la corona con el fin de no perder las posibilidades de aspirar a ella.

     Es de destacar la Historia de Artuto y los caballeros de la Tabla redonda. Allí, el propio Arturo es rescatado, en medio de una guerra, de su concepción atribulada entorno de una lucha armada entablada por el deseo sexual sobre la mujer de un rival. Arturo es formado en el seno de una familia de nobles como vasallo, pero sus actos revelan que es algo más que un ser común. Ello le otorga la condición de Rey y el desvelo de su pasado real. Y aún así, aun siendo el primer monarca democrático que puso su trono en la misma altura que sus nobles en una mesa redonda, tuvo que enfrentarse con la naturaleza humana de la sexualidad de su mujer; y a diferencia de otros reyes, no se vengó en ella ni en su compañero. Arturo es varón. Pero pudo ser hembra. Porque la historia desvela que, cuando la mujer tiene acceso a ciertas experiencias también alcanza la esfera de la heroicidad, como ocurrió con Juana de Arco, que acabó en la hoguera, probablemente porque ninguno de los presentes, enemigos de ella, podía permitir que una mujer alcanzara esas heroicidades sin atentar contra los designios divinos y su orden milenario (entre las tres acusaciones decisivas para su condena se encontraban:  vestír como un hombre y abandonar la casa de sus padres).

     Si el matrimonio de Arturo fue por amor (y aún así, así le fue), no lo fue el de otros monarcas, cuyos matrimonios se sustentaban por intereses políticos o estratégicos. Rara vez el amor, en medio de tantos potentes intereses, aflorara sinceramente más allá de un ocasional erotismo y gusto que suele decaer si no hay otro tipo de sustento sobre el que se base; (y en el caso de los reyes el sustento sólido es seguir siendo reyes). Incluso el sexo por deber era, y es, una cuestión real para asegurar la descendencia y la continuidad de un territorio - de ahí el derecho a ejercer las prerrogativas del matrimonio dentro de la nobleza y la realeza, algo que se pretendía extender sobre un pueblo que estaba más preocupado por sobrevivir el "día a día" y cuyas normas, a ese respecto, estaban más relajadas; pero cuando la riqueza llegaba las preocupaciones, por la transmisión de la riqueza propia, probablemente, se convertía en una cuestión de honor (y sólo por emular la conducta de los nobles).

     Durante mucho tiempo el objetivo de casar a una joven, cuanto antes mejor, no era otro que el de evitarse los problemas propios de la sexualidad juvenil. Buscar una dote, si se podía, o trasladar el problema de la custodia de la sexualidad a otro hombre era un objetivo, tal vez, en sí mismo. Pero aquí entraba la acción del monarca y su privilegio en el derecho de pernada. Si bien este derecho se ha observado en la actualidad como una afección a la libertad de la mujer, también es cierto que ello mismo bien pudo tener un contenido bien diferente en la práctica política. Pasar una noche o un rato con el señor del castillo bien podía servir para solucionar el pasado de una joven. Aunque el símbolo de dominancia hoy nos parezca extremo, hay que señalar que la mujer de entonces estaba sometida siempre al varón, fuera soltera o casada - a no ser que ganara en la lucha diaria del matrimonio su independencia de facto, algo que también podía ocurrir - como ocurría en la época de Franco, a pesar que la mujer careciera de derechos económicos frente al marido y era considerada menor de edad.

      El desarrollo de la institución matrimonial - indisoluble en un primer intento - acabó por ceder a las evidencias de que el instinto sexual puede más que el temor a la sociedad y sus castigos, teniéndose que aceptar el divorcio como una solución a las desavenencias. Divorcios que conllevaban cuestiones económicas que podían ser de envergadura, y, sobre todo, la cuestión de la descendencia. Se pasó de la existencia de divorcios por causas de culpa o la disolución por simple voluntad.

       Franco intentó un regreso a la indisolución matrimonial basada en el concepto cristiano católico del matrimonio, que resultó un fracaso, pues la alternativa al engaño no era otra que la posibilidad de eliminar físicamente a los adúlteros - algo difícilmente de realizar y admitir si el matrimonio se hubiera realizado por amor, como exigía la Iglesia. Tampoco el dictador podría contener su atracción por el sexo opuesto, pese a su actitud de ejemplo vivo del propio régimen que sostenía con su presencia. En la visita de Eva Perón se recuerda que el propio Francisco andaba bastante contrariado por la belleza de la esposa del general argentino; así que él mismo, tuvo la oportunidad de experimentar en su propio ser la influencia de las formas y las proporciones en el instinto del ser humano. Y sin embargo, pese a ello, no traspuso su propia experiencia para permitir una mayor tolerancia en la sociedad - al fin y al cabo, la República había sostenido, en alguna manera, el desarrollo del concepto de amor libre, y ello también formaba parte de las causas esgrimidas, de naturaleza moral, para combatir la II República. Así que Franco se había atado así mismo.

      El desarrollo económico trajo los bienes inmuebles y el desarrollo de una burguesía, que aunque hubiera huido de la tolerancia propia del vulgo, no veía, tampoco el estricto cumplimiento que observaba la nobleza, y la realeza, del espíritu cristiano del matrimonio. Así que con la Revolución francesa el divorcio se instauró y se generalizó.

    Sin embargo, liberada la mujer del papel madre y del rol femenino, encontramos un territorio nuevo, donde la procreación ya no es un objetivo esencial de la mujer en un mundo superpoblado. Y, por ello, la mujer tiene acceso a la canalización de su libido en cualquier dirección que desee, sin ninguna limitación - al menos en occidente.

     El pacto social que hasta ahora se sostenía ha caído por su propio peso, sobre todo en un momento en el que las razones económicas de subsistencia ya no son suficientes razones para imponer ese criterio de reparto de papeles. Además, el reconocimiento de los Derechos Humanos, sin distinción de género masculino o femenino, invita, desde hace decenios, a una interpretación igualitaria de los derechos entre mujeres y hombres. Y, sin embargo, siguen existiendo sociedades que persiguen la idea de subordinación de la mujer al hombre, y lamentablemente, hay mujeres que aceptan esa subordinación para perpetuarla.

      A la definitiva, los matrimonios son contratos con efectos sociales y legales. Contratos cuya única garantía de cumplimiento es el amor que se profesen los contrayentes, y este cede con el tiempo. La alternativa al amor es el interés específico que exista en contraer matrimonio, contra mayor sea el interés y el provecho que se saque de éste contrato más garantías existen de que el mismo perdure.

    Aseguraba un estudiante de oriente que en su cultura la mujer no compite con el hombre (obviamente por la subordinación mencionada) pero oculta que compiten las esposas entre sí por el único varón. Y también oculta que a él le está permitida la experiencia sexual fuera del matrimonio y no le está permitida a la mujer esa misma experiencia. De alguna manera su cultura se asienta bajo una dominación de conocimientos de lo que es el bien y el mal, al que accede el hombre, pero no la mujer.

     Así que el deseo de buscar en el varón el último reducto donde residir la autoridad moral de la familia se ha venido a bajo. Ni se sostiene por causas de Sangre - una vez que la ciencia ha determinado que el óvulo y el espermatozoide mezclan información genética (como cabía esperar y se sabía desde que existe la ganadería en la cultura humana). Ni por causa de la Herencia, ya que el carácter y los posibles dones y capacidades que este nuevo ser  pueda tener viene también de mezcla de genes y el factor del individuo, sus habilidades, sus capacidades y sus experiencias es determinante y puede ser muy superior al de los padres o muy inferior en términos de valoración social. Si a ello sumamos la idea cristiana de que el alma es inmortal (es decir no muere, por tanto no nace como aseguran las religiones de oriente) cualquier ser que nace de mujer ya posee alma antes de nacer, y con el alma cierta personalidad propia; por lo que la disputa real se centra en el control mutuo de la sexualidad de los matrimoniados.  Así que la sexualidad que determina el apellido, si al final es la única causa determinante la fidelidad, y existiendo la libertad sexual reconocida, todo el matrimonio queda, al final, en el ámbito de lo que consideren los contrayentes respecto al concepto de fidelidad y sus consecuencias; pues, a la definitiva, la venida de seres tiene un componente aleatorio de gran magnitud. Ya de por sí, la Naturaleza expresa este hecho de fortuidad en la manera en que tiene concebida la función reproductiva en las plantas (donde el polen puede invadir la atmósfera de una región para asegurar la persistencia de su especie; por lo que análogamente, la naturaleza de la sexualidad humana es de la misma condición, tanto en el hombre como en la mujer; y su sujeción o control sólo puede intentarse desde convencimientos espirituales o religiosos cuya eficacia es muy relativa. Pues la potencia de la llamada de la Naturaleza acaba por transgredir cualquier norma divina; y no sólo en el Paraíso. Recuérdese el refrán: Entre Santa y Santo pared de cal y canto; y más cercano es el ejemplo de los cartujos de Aula Dei después de la primera visita de la Reina, se dice que tuvieron que cambiar todas las baldosas por donde había pasado, pues los monjes perdían el "norte". Al final, imposible de contener las visitas culturales, abandonaron los edificios).

     Así que entre el matrimonio y la voluntad a mantenerlo indisoluble sólo queda la voluntad de los contrayentes; y, si "les toca la flauta", ese vínculo del que hablaba la Iglesia Católica, que es indisoluble, pero el vínculo lo han de percibir los dos; y además, resistir las pruebas de todas las "Serpientes" del entorno. Algo que se antoja harto difícil.

    Por ello hemos de sujetarnos al concepto más positivo de nuestros valores democráticos. Ya que por medio de ellos reconocemos el derecho de los demás a ser libres en sus decisiones y a respetarlas; y en caso de fricción, respetar las normas que nos hemos dado para su solución. Pues ello es uno de los dones que nos ha traído la democracia.

          Hay que plantearse seriamente la defensa de nuestro sistema democrático - y los valores que ellos comportan - en estos momentos en que tenemos personas en nuestro entorno que han sido acogidas como refugiados para darles una segunda oportunidad, y salvar sus vidas, y que pretenden ir contra los Derechos Humanos en nuestro propio territorio (En mi barrio he visto como dos hombres de color intimidaban a una joven de su misma raza por relacionarse y hacer amigos fuera de su clan, en su trabajo. Y a otros dos hombres árabes intentar intimidar a un comerciante diciéndole que su mujer le engañaba, mientras el comerciante intentaba quitárselos de encima). Y lo hacen desde una visión, además, patriarcal, sin ningún tipo de rubor social.

    La defensa de nuestra sociedad, y de nuestro valores, no se puede realizar si nosotros mismos no los respetamos en nuestro entorno. Europa se ha distinguido por la defensa de los Derechos Humanos, y aquellos que se benefician de esta concepción de la vida humana deben de respetar esos principios.

     Dice un viejo dicho que "A donde fueres haz lo que vieres". Señalando, así, que difícilmente ninguno de nosotros seríamos aceptados en ninguna sociedad si no respetamos sus costumbres. De análoga manera seríamos expulsados de una casa, en la que estamos de visita, si no respetamos las normas cívicas elementales. El fuerte impulso que Pamplona da a sus fiestas en la persecución de las agresiones sexuales; o la suma de San Sebastián a esa actitud contra los intolerantes de la libertad sexual femenina o de cualquier índole, debe de seguir siendo bandera de nuestro país (sean los transgresores australianos, estadounidenses o de cualquier nacionalidad). Y aún más, de Europa; y más aún si son miembros de las fuerzas de seguridad del Estado o representantes de la judicatura o la política (recuerdo el hecho de una joven rusa que fue introducida por un médico en un red de prostitución de élite - con médicos, abogados, jueces. De la que se libró al tener que volver a su país. A ver quien le inca el diente). Y ello debe de realizarse sin rubor alguno. Sólo aquellos que conocen la importancia y los dones que otorgan los derechos que sostenemos en nuestra civilización occidental saben de la importancia de defender, sin complejos y con autoridad, estos derechos que nos hemos otorgados. Y en este sentido, Ángela Merkel está muy acertada.

     Ser hidalgo, hijo de algo, cada vez puede tener menos relevancia, en favor de una vida más plena y sincera. Y sobre todo, dadas las tristes y dolorosas consecuencias que las rigideces y el control de la sexualidad sobre la mujer (y sobre el hombre) han dado lugar y lo siguen dando en todas las partes del mundo.
    Parece más positivo estar más a favor de una vida inteligente y sabia que de honores derivados de los aspectos mágicos de la sangre.

   Para quienes tengan aún dudas, recordar a Jesús cuando decía: Todos somos hermanos. Pues esa afirmación aún tiene más relieve sabiéndose que no tenía más padre conocido que el putativo de San José - y que careciendo de padre - ya hice un relato al respecto "La Gran Liada" - bien pudo construir la idea de que su padre - no habiendo otro sobre la tierra que lo apreciara en esa condición, fuera el mismo Dios. Lo que señalaría la fuerza de nuestra mente para encontrar soluciones donde aparentemente no las hay. Y si bien esa afirmación cristiana la sujetara en tiempos la Iglesia en base a dos únicos seres originarios (Adán y Eva) bien sabemos que ello no se sujeta a realidad biológica alguna (por pura falta de diversidad genética), pues en otro pasaje de la Biblia se afirma que a los hombres les gustaban las mujeres de los dioses y con ellas emparentaron o yacieron. Así como la justificación de la descendencia de Caín.

Nota: Recordar a todos los partidos que la defensa de los Derechos Civiles (que pertenecen a la esfera de los Derechos Humanos establecidos en la Constitución española) exige una dedicación y una fortaleza moral que no pueden tener aquellos que, viviendo en el mundo de la política, son capaces de expresar prejuicios de cualquier naturaleza sobre el tipo de sexualidad de cualquier ser humano. Y ello hay que tenerlo presente.


La historia de los apellidos








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Es algo así como la distancia que existe en tre un concierto de música extremadamente formal y este de Andre Rieu ¿Cuál prefieren para sus vidas?
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