Una
Teoría verosímil del Estado
Las dificultades de establecer
una teoría sobre qué es el Estado, (que
nos permitiera construir claros paralelismos e identidades con el resto de
Estados de nuestra esfera occidental) resulta un reto difícil de abordar,
porque el Estado se nos muestra a través de personas concretas (aunque de ellas desconozcamos su identidad
personal) que desempeñan funciones en su actividad profesional cuando
representan, en algún aspecto, al Estado (funcionarios)
desempeñando roles dentro de él; y aunque a veces podamos establecer
percepciones subjetivas de distinto signo (positivas
o negativas), basadas en el trato particular recibido por un funcionario o
representante en funciones del Estado - ante
las inevitables gestiones que debemos realizar ante él, o cuando por cualquier
circunstancia propia del hecho de vivir en una sociedad organizada bajo una
estructura jerarquizada que llamamos Estado, que actúa sobre los ciudadanos
señalándoles sus obligaciones y sus derechos – solemos acabar concibiendo, la mayoría de
los ciudadanos, que el Estado parece ser algo más que las personas que desde él
se relacionan con nosotros cuando nuestra condición en la relación es de
ciudadanos (y como tales debemos, dada la
naturaleza del Estado, acatar sus resoluciones en toda circunstancia, cuando
son favorables o no son favorables, o sentimos que nos perjudican, o parecen
alejadas de lo que entenderíamos, por nuestro particular criterio de sentido
común, correcto (nuestro sentido común cotidiano), aunque sintamos que se
aleja de lo que consideraríamos, “a priori”, conveniente. Por lo general se
concibe como una estructura “etérea”, casi indescriptible, que flota sobre
nosotros, sobre todos nosotros, de una manera u otra, haciéndonos “percibir” si
las cosas van bien o no tan bien para nosotros o para la sociedad en general.
Resulta difícil de señalar con precisión cómo surge o se mantiene ese
“ambiente” coercitivo e incluso el “por qué”, en ocasiones, parece no existir
en determinados momentos sociales – por
lo general breves periodo de tiempo. Esa “sensación” de coacción e incluso
miedo se percibe en los telediarios y noticieros. A veces realmente da pavor
ver algunas imágenes de noticias (no solo
del extranjero, donde países que consideramos occidentales y de gran nivel de
democracia recurren al “homicidio
legal”, en circunstancias no siempre desbordantes que se contextualizan en
conclusiones precipitadas “me pareció
que llevaba una pistola en el bolsillo o la mano” e incluso algunas realmente preocupantes
sucedidas en nuestro propio Estado por tener el resultado de muerte o violencia,
que parece gratuita e innecesaria por
razones de prejuicios o juicios precipitados que activan procedimientos
agresivos o invasivos que resultan, en sí mismos, ofensivos al sentido común, y
que parecía que el avance de la sociedad haría posible desterrarlos).
Lo que le pasó a una de esas
personas, como Geroge Foyd (padre de
familia, violentado y muerto por agentes de la autoridad, que era persona antes
de morir), concebimos, aquellos que no están guiados por prejuicios, que podría
pasarle a cualquiera – según las
circunstancias - y que realmente somos – nos guste o no – una sociedad global; en nuestra sociedad global
los mensajes hacia las sociedades occidentales trascienden fronteras y llega,
por lo general, nítidamente a los ciudadanos, a los jóvenes y no tan jóvenes,
por medio de películas de cine, series populares o imágenes de noticieros, o
redes sociales; y entendemos que la violencia
que se dé en EEUU o en Barcelona no debiera resultarnos indiferente como
ciudadanos – por el solo hecho de vivir
a unos cientos o miles de km de distancia. Así se ha
entendido en otros países, la violencia en razón de prejuicios no cesa muerte de George Floyd y lleva a unos a protestas de “ira” ante acciones irremediables del
Estado sobre una persona concreta, y a otros a desencadenar una “gran
Ola de solidaridad internacional” a nivel Internacional.
·
Reino Unido: Los
parlamentarios del Partido Laborista británico, Claudia Webbe y David Lammy,
criticaron la muerte de Floyd.110111
·
Canadá: El primer ministro
canadiense, Justin Trudeau,
dijo que el racismo era real y existía tanto en Estados Unidos como en Canadá.
Luego incitó a los canadienses a enfrentarlo.112
·
Ciudad del Vaticano:
El Papa Francisco se
dirigió a la muerte de Floyd durante su oración semanal en el Vaticano el 3 de
junio: "Queridos hermanos y hermanas en los Estados Unidos, he sido
testigo con gran preocupación de los inquietantes disturbios sociales en su
nación en estos últimos días, después de la trágica muerte del Sr. "George
Floyd". Añadió: "No podemos tolerar ni hacer la vista gorda
ante el racismo y la exclusión de ninguna forma y, sin embargo, pretender
defender lo sagrado de toda vida humana".113
·
China:
El Ministerio de Relaciones Exteriores de China, que ya había acusado a los
Estados Unidos de intromisión clandestina respaldada por la CIA en
las protestas anteriores en Hong Kong bajo la Fundación
Nacional para la Democracia, denunció el asesinato de George Floyd
con la declaración: «La muerte de George Floyd refleja la severidad de la
discriminación racial y la brutalidad policial en los Estados Unidos».114
·
Organización
de las Naciones Unidas: Michelle Bachelet, Alta Comisionada de las
Naciones Unidas para los Derechos Humanos, lo condenó como otro asesinato más
de afroamericanos desarmados, pidió a Estados Unidos que tome «medidas
serias» y ponga fin a la repetición de tales asesinatos.115
·
Rusia: El Ministerio de
Relaciones Exteriores de Rusia dijo que los Estados Unidos tenían un historial
de abuso sistemático de los derechos humanos.116
·
Siria: La oposición siria en
la zona
desmilitarizada de Idlib, al norte del país árabe, compararon la
brutalidad policial en los Estados Unidos con la participación de las Fuerzas
Armadas Árabes Sirias y el gobierno del presidente Bashar al-Ásad en la guerra civil,
así mismo las tropas opositoras pintaron murales con la cara de George Floyd
en Idlib.117
·
Turquía: El presidente
turco, Recep Tayyip Erdogan,
atribuyó la muerte de Floyd a un «enfoque racista y fascista» por parte
de Estados Unidos y dijo que Turquía supervisará el tema.118
·
Irán: El ayatolá Ali Khamenei, Líder Supremo de Irán, retuiteo un
tuit diciendo que las personas con piel oscura se enfrentarían a la muerte «en
los próximos minutos» si salían a las calles estadounidenses.119
·
Palestina:
El Comité Nacional de Boicot, Desinversiones
y Sanciones, un movimiento antiisraelí palestino, ofreció
solidaridad al Black Lives Matter,
expresando que «como pueblos indígenas de Palestina, tenemos experiencia de
primera mano con el colonialismo de los colonos, el apartheid y la violencia
racista ejercida por el régimen de opresión de Israel, con el financiamiento
militar y el apoyo incondicional del gobierno de los Estados Unidos».120
·
Irlanda: El Taoiseach irlandés Leo Varadkar menciono que había una
«ausencia de liderazgo moral» en los Estados Unidos tras la muerte de George
Floyd.121
·
Perú: El presidente
peruano Martín Vizcarra durante
una conferencia expresó que lo ocurrido con George Floyd es «una muestra de
racismo y de discriminación» que debe ser rechazado, así mismo dijo que de
acuerdo a lo respondido en el último censo nacional,
más del 50% de peruanos se sintieron discriminados alguna vez en su vida; por
último felicitó a la comunidad afroperuana por
el Día de la Cultura Afroperuana.122
·
Unión Africana: El Presidente de la Comisión de
la Unión Africana, Moussa
Faki Mahamat, criticó el asesinato. Las embajadas estadounidenses
en África también condenaron el incidente,
en una medida que los medios describieron como inusual.123
·
India: El Dalai Lama, en India,
mientras enseñaba a estudiantes, condenó el asesinato de George Floyd diciendo:
«... Y hay algunos que incluso se enorgullecen de poder matar a alguien».124
Esa
solidaridad vendría a señalar la existencia común, en muchos Estados, de no
solo la práctica de una coerción violenta – por
lo general innecesaria y que tiende a abreviar procedimientos funcionariales, o
son producto de un simple pretexto – en más ocasiones de las conocidas
públicamente, que son reprochadas por el común de las sociedades avanzadas por
inhumanas, cuando no son abiertamente consideradas crímenes inútiles que hacen
posible que se perciba al Estado como ese ente abstracto – que tiene vida propia, a veces al margen de las voluntades políticas de
los representantes de los ciudadanos – y que se arroja sobre sí mismo el
“derecho” a administrar sufrimiento innecesario o directamente quitar la vida a
las personas de manera “sobrevenida”, “accidentada”, donde el propio Estado, llega
a alegar “haber seguido procedimientos
habituales”. Y sin embargo, a pesar de la voluntad de muchos ciudadanos en
“entender” que los Estados suelen ser sinceros cuando realizan estas
declaraciones a sus propios ciudadanos, se acaba por “detectar” que no siempre
el Estado – a través de sus
representantes – lo son, sobre todo desde que existen medios y avances
tecnológicos al alcance de cualquier ciudadano, que muestran, en especial, las
actuaciones de las estructuras del Estado especializadas en la seguridad y el
orden con motivo de lo que parecen excesos al “sentido común” cuando presencian
determinadas actuaciones. Si estos excesos se comprenden reiterados, vienen de
lejos sin remitir y permaneciendo latentes, y el Estado se muestra “sordo” e
impasible, es cuando una situación puntual puede hacer estallar la indignación
generalizada; como es el caso que ocupa con la muerte de George Floyd. Se
tiende a circunscribir y delimitar ese impacto concreto bajo el concepto de racismo
(al menos aquí en España, con esa
“técnica” de delimitación creemos alejarnos del problema y considerarlo ajeno,
como si no nos afectara y fuera problema de otros países y Estados); el uso
de esa “técnica” de comunicación parece resguardarnos, pero nos hace olvidar que
es un prejuicio (de los muchos existenten que
hacen posible injusticias similares o idénticaspero con una misma base de
“conveniencia” personal y particular, de la cual evitamos realizar una
reflexión profunda), y que consiguientemente, prejuicios hay de toda
índole (y como tales prejuicios son
capaces de arruinar vidas, causar muertes absurdas e indignantes y obtener las
mismas respuestas del Estado cuando alguien se atreve a publicar la noticia de
un hecho que alcanza la opinión pública; pocos se atreven, a señalar las
improcedencias o excesos cometidos y mucho menos adjuntar sus nombres y cargos
para dar fortaleza a sus opiniones profesionales cuando se señalan los excesos en notas de prensa y el
periodista busca opinión en entornos profesionales donde se dio lo que parece
un abuso con resultado de grave perjuicio o muerte; en general tienden a ser
noticias muy asépticas – porque la simple narración de los hechos ya es
conmocionante en sí).
Prejuicios
que circulan y son fomentados, a veces, por grupos políticos (cuando las circunstancias sociales les hacen
ver que ello les otorgaría alguna ventaja electoral), asociaciones o grupos
civiles donde se fomentan prejuicios, a veces también las médicas si se salen
de las instrucciones de la OMS respecto de la manera de acabar con prejuicios
sociales respecto de tipos de enfermedades o padecimientos estigmatizantes; e
incluso por el propio Estado. Obviamente es un tipo de violencia latente o
implícita y como ciudadanos tampoco solemos
ser conscientes del lenguaje que empleamos comúnmente en muchas de las
conversaciones o diálogos que se realizan desde los medios de comunicación – y que acabamos por asumir o emular para no
tener que reflexionar, ya lo hacen por nosotros, y a veces creemos a pies
juntillas. A veces se hace creer al subconsciente colectivo de la sociedad
que el valor personal está vinculado, de alguna manera, con ciertas formas de
actitudes defensivas que implicarían predisposición a aceptar ciertas formas de
violencia – cuando en realidad ello es lo
opuesto al valor y más propio de la expresión de miedo, miedo por desconocimiento
o incompetencia, por ejemplo.
El
filósofo Gustavo Bueno, retaba desde una de sus charlas a que alguien definiera
con precisión qué es el Estado. Era obvio que, en el desafío, él mismo se
propondría como árbitro, analizando con detalle el más mínimo término empleado
por quien argumentara intentando asumir dicha meta; y conociendo toda la
exquisita precisión que requería a los contertulios de las tertulias donde él
participaba (hasta el punto de que era
capaz de interrumpir, una y otra vez en razones de falta de precisión en los
términos empleados por cualquiera de los eruditos que le acompañaran, y acababa
por ser silenciado por el moderador y reservada su intervención en momentos
concretos, pues su presencia daba a entender que nadie de los presentes – y por
extensión, la propia sociedad – empleaba con propiedad los términos para
expresar una simple frase que aportara una idea con la que poder iniciar la
tertulia) se ve tarea imposible de satisfacer (y sin embargo, existe la
certeza de que empleamos las palabras y frases sin saber, realmente, qué es lo
que estamos diciendo, o el alcance o profundidad de lo que estamos diciendo,
por el simple hecho de que en nuestro entorno (social e incluso los propios medios de comunicación) las emplean
habitualmente como si de una gama de coletillas inconscientes se tratara (así pues, la pretendida tarea implícita de
Gustavo Bueno en intentar que las personas, sobre ciertos temas, hablaran con
propiedad no hacía otra cosa que casi ofender a los presentes en las tertulias,
más pendientes de llegar al público que de hablar con precisión).
Sin
embargo, desde el punto de vista que representa lo cotidiano para cada
ciudadano, tal vez viniera bien una aproximación desde la cual se pudiera
obtener una explicación de ¿Qué es lo que ocurre con el Estado y en el Estado
para que pueda considerarse - a pesar de
los anhelos de la mayoría de los ciudadanos de vivir sin conflictos, sin
violencias, sin prejuicios antagónicos, en prosperidad – aunque sea desde cierta pobreza material, si
en ello toca una etapa – desde la solidaridad, cooperación, el abandono de
las rivalidades, el reconocimiento de los valores positivos que nos enseñaron
desde niños… todo ello cambie y se transforme, cuando se accede a la etapa
adulta, apareciendo sistemas “defensivos” de los individuos activados para
sobrevivir en una sociedad que consideramos avanzada y del Bienestar?
La
primera referencia que parece conveniente realizar sería que el Estado, como
aparato, está formado por personas, por lo general, muy altamente cualificadas y
especializadas para la función que ha de realizar, ya sea puramente
administrativa en cada una de sus especialidades que incluyen todo el saber,
conocimiento y disciplina existente en la sociedad a la que pertenecen.
Hacienda, Economía,
tributos, ordenanzas, legislación general Administrativa, Procedimiento
Administrativo, servicios sociales, gestión del personal interno, seguridad
ciudadana, extinción y prevención de incendios, inspecciones de actividades
comerciales e industriales, revisión e
inspección de edificios, planeamiento y diseño urbano, seguridad y manipulación
alimentaria, consumo, prevención de riesgos laborales, derechos ciudadanos,
Educación (desde la infantil, hasta la
universitaria y la adulta y de inserción de jóvenes), servicios para la
integración social (adiciones,
dependencias… conductas violentas), medicina y salud (desde la prevención hasta la intervención intrusiva) Salud Mental y
Bienestar Social, Agricultura, Ganadería, Comercio, Medio Ambiente,
Potabilización y tratamiento del agua potable y residual, Inspecciones de
vertido de particulares, Red de alcantarillado, Bibliotecas y centros
infantiles y juveniles, Guarderías, Centros para Mayores, Actividades
Culturales transversalmente accesibles, Festividades, permisos licencias,
ordenación de la circulación, señalizaciones y peatonalización, mantenimiento
de calles, aceras, parques y jardines, Administración de las propiedades
municipales, Sociedades y Patronatos destinados a la cultura, el ocio,
promoción del turismo, grandes infraestructuras, controles de calidad en todos
los ámbitos; atención a reclamaciones, sistema judicial (con funcionarios que realizan desde tareas administrativas rutinarias
sujetas a procedimiento, secretarios judiciales, jueces y niveles de
especialización y competencia judicial (salas de lo contencioso administrativo,
salas de lo penal, lo civil, de lo social o laboral, mercantil, vigilancia
penitenciaria, juzgados de primera instancia o instrucción, registro civil,
Juzgados de Paz, Tribunales Superiores de Justicia, Audiencia Nacional,
Tribunal Supremo, guiados por los principios de imparcialidad, Principio de
independencia, Principio de inamovilidad – no se les puede
remover de su cargo, como garantía a su independencia, Principio de responsabilidad ante sus
propios órganos (sin interferencias de los poderes ejecutivos o legislativos),
Principio de legalidad) Fuerzas de Seguridad (municipal, autonómica, Nacional, Guardia Civil, y
Fuerzas Armadas (tierra, mar y aire,
telecomunicaciones) para la defensa del territorio, la cooperación
internacional por la pacificación, apoyo humanitario y Unidades Militares de
Emergencia en apoyo a la ciudadanía. Centros Penitenciarios (para la rehabilitación). Especialistas
en discriminación y colectivos vulnerables; Contra el maltrato Infantil, de la
Mujer o en razón de sexo o raza o cualquier otro tipo de discriminación (aquí sigue habiendo carencias).
Protección del Medio Natural y Desarrollo rural; Agricultura, Ganadería, Pesca,
Clima – con la previsión del Tiempo
atmosférico y marítimo; Investigación en todas las ramas de la tecnología y
las ciencias; especialistas en garantías de derechos civiles (libertad de pensamiento, prensa, opinión,
credo, enseñanza, libertad de cátedra, libertad de expresión, de manifestación,
de residencia, de transito, derecho a asistencia medico-sanitaria, a formación
académica, a lo no discriminación en causa alguna de ninguna naturaleza por
cuestión de opinión – aquí parece ser
que tenemos lagunas aún) Relaciones Internacionales, Tratados y Convenios
Políticos, Económicos, Sociales, de protección de Derechos civiles, humanos,
infantiles, de la mujer, de la condición humana en general. Protocolos,
Transportes de toda naturaleza (terrestres, marítimos, aéreos); Ingenieros de
toda naturaleza, Telecomunicaciones, Astilleros, Grandes empresas vinculadas
con el Estado, Corporaciones de televisión y radio; Ferrocaril……pertenencia a
organismos supraestatales (UE, OTAN, ONU) vinculación con el Derecho Europeo en
mercancías, libre comercio, libre tránsito de personas, defensa mutua,
Tribunales Europeos e Internacionales…
Con esta aproximación contenida en el recuadro podemos hacernos idea de
lo que es una estructura del Estado en un país como el nuestro, homologado a
los de su entorno occidental europeo. Cualquier experto seguro que señalaría funciones
que no se han relacionado – es seguro y
probable, pues la redacción ha sido hecha prácticamente de memoria, pero al
menos es suficiente para trasladar la magnitud de la estructura de un Estado
como el nuestro.
Sí que existe alguna omisión realizada a propósito, para dedicarle más
espacio al propósito de este artículo – cualquier
otra omisión que un experto especializado señale seguro que será acertada (nadie sabe todo de todo; y esta es la
cuestión esencial en a la que intenta aproximarse el artículo; causa y raíz,
probablemente, de las contrariedades que podemos sentir quienes en el papel de
ciudadanos nos topamos con los “limites” (aparentemente etéreos) que
presentimos nos llega desde ámbitos superiores e indefinidos – aunque se
exprese personalmente o por una comunicación o ausencia de la misma –y que
representa (o es, en sí mismo, manifestación del Estado, y que por lo
general se expresa, para la mayoría de los ciudadanos, en el bolsillo, con la
consabida frase: “A pagar toca” ó “toca pagar” que son las expresiones más
generalizadas – pero no la única versión
con que el Estado se nos puede mostrar, aunque
solemos disociar de Estado a la Enseñanza, la Universidad – por su autonomía – o a la propia
Medicina Pública; sin embargo son Estado también. De alguna manera, para
hacerlo más práctico, un municipio es la representación del Estado más cercana
que tenemos y dependiendo de sus dimensiones (población, territorio, circunstancias de ubicación) casi tan
complejo como un Estado, al menos reflejo del mismo en su estructura.
Dos elementos esenciales faltaban de señalar a la descripción del Estado:
En nuestro caso el Rey; y el sistema de representación del pueblo (de los ciudadanos) los partidos
políticos o candidaturas electorales. Como señalaba los dejaba aparte para
intentar hacer visualizar una aproximación mejor a la idea de Estado.
En el primer caso el Rey, o tal vez más precisamente, La Corona, es
una institución de nuestro Estado. En
este blog hay suficiente referencia hacia la conveniencia, necesidad y casi
deber inexcusable, de mantener esta, nuestra institución, aunque se halle
sometida a crítica como lo están la mayoría de personajes públicos que por cuya
naturaleza precisamente pública están sujetas, en alguna manera, a la opinión
desde los medios de comunicación. Es el símbolo y representación de
nuestro Estado. Y a la vez, aunque se critique que su posición en la
representación del Estado no fue resultado de una votación expresa para
determinar la forma de gobierno en España después de la Dictadura que sucedió a
la guerra civil, debiéramos convenir – al
menos así lo hace mi persona – que sin la Monarquía la posibilidad de que
España hubiera realizado un tránsito a estructuras representativas e iniciado
una transición que nos llevara a la Democracia, hubiera sido no solo impensable,
sino imposible; como señalaban todos los corresponsales extranjeros en España por
aquél tiempo, que esperaban en cualquier momento (así lo manifestaban a sus redacciones en el extranjero) una
involución (más o menos incruenta, como
las vistas en Chile o posteriormente en Argentina) que truncara el camino
iniciado por el tándem JCI/Suarez – la
conspiración, transversal y profunda, muy profunda, no consiguió su objetivo,
ni por un extremo ni por el otro.
Por el contrario salió reforzada la monarquía - quedaron al descubierto, parece ser, todas las tramas conspirativas de
un extremo al otro - como única fórmula capaz de evitar la resurrección del
confrontamiento por “legitimidades históricas” que se pretenden resucitar – como siempre nos ocurre en España una y otra
vez, como si se tratara de una verdadera maldición.
(“legitimidades históricas” hoy nuevamente resucitada a raíz de la
primera crisis económica del s.XXI, por el partido de los conservadores
catalanes; señalando el camino de la República, cuando sabemos que no es más
que un “truco- político” para debilitar el Estado y optar a la independencia
real en Catalunya). La Constitución española refleja todos los valores
republicanos, absolutamente todos y, sin embargo, un “efecto” o “afección” o
“prevención” o “prejuicio” por definir, no los hizo plenos en los todos los
ciudadanos (es intento de este artículo
aproximarse a ello, no es responsabilidad de la Monarquía ni de ningún rey; más
bien parece propio del carácter español – como tal sesgo de carácter, que
parece común, o al menos aparece cuando menos se le espera obstaculizando
esperanzas legítimas – sobre todo,
difícil de tratar). De facto nos constituimos en una Monarquía
Republicana o si se prefiere en una República Monárquica (de hecho no tenemos primer ministro si no Presidente del Gobierno algo
más que un giño más – donde la Corona a reiterado, en múltiples ocasiones, su
respeto a los combatientes españoles republicanos cuando ha viajado al
extranjero, especialmente en Francia y su papel posterior en la resistencia al
autoritarismo Nazi y en la liberación de París – lo que nos debería llevar a
reflexionar, un más, en el porqué esos gestos de reconciliación, en entorno a veteranos, no somos capaces de
hacerlos en nuestro territorio, de manera reglada, institucional y simbólica,
señalando así el inicio de la reconciliación y el asentamiento de los valores
constitucionales; dando la impresión que esa mochila de la guerra pasada sigue
interesándose que la soporten todas las generaciones venideras).
Recordar que cuando en 1931 se instaura la República se hace a través de
unas elecciones municipales – algo de
irregularidad hay, aunque se apele a las circunstancias del momento –
esperar a las generales probablemente o a un referéndum probablemente hubiera
sido rechazado el cambio de régimen; también es cierto que existían ya excesos
y violencias que deformarían la libertad de voto e incluso manipulaciones en
los resultados de ambos bandos rivales – parece ello ya acreditado. Y hubo
víctimas previas, como suele pasar siempre que se insta a un cambio de régimen,
como los militares procedentes de Jaca.
En 1936 la trama que derribó la II República era profunda, tanto (tanto como olvidar que el acceso al
Mediterráneo no podía caer nunca en manos de un Estado débil que pudiera ser
derrocado por una revolución en lo que eran los prolegómenos, ya, de una Guerra
Mundial), que se iba viendo cómo los movimientos del gobierno destinados a
controlar el golpe, las piezas puestas para inmovilizar la conspiración iban cayendo
una tras otra – tal vez la mayoría de la
población no lo percibiera con nitidez; tal vez, no tan claramente, pero el
Gobierno, sin duda, sí lo iba percibiendo, como así aquellos que estaban en su
entorno. Fue imparable – hasta el
punto de que, como siempre suele ocurrir, habría una conspiración dentro de la
propia conspiración, que hizo posible que el resultado fuera el que fué – estimulando reacciones y provocaciones, y
respuestas a provocaciones en un ambiente de crispación, intolerancia,
desconfianza, amenazas, violencia, desafíos y demostraciones de fuerza…
También señalar dos circunstancias que parecen evidentes y que se
refieren a la experiencia histórica en nuestro Estado. Las muertes de nuestros
gobernantes suelen ser amargas (el
General Prim, Miguel Primo de Rivera, Azaña, el propio Alfonso XIII, Carrero
Blanco..,– del General Prim se asegura que hubo conspiración y se le dio la muerte
real en la cama, ya herido, en su entorno familiar (según programa reiterado en
Radio Nacional de España) – piensen en la amargura de esas familias, así puede llegar
a ser nuestra patria). Somos un pueblo que sufrimos la violencia, a veces
muy extrema, cuando nuestros gobernantes no se ponen de acuerdo; o cuando
alguien se anima a pasarle “factura” al gobernante, o ex_gobernante, de turno (como si se ajustaran cuentas en cuanto fuera
posible, esa es la impresión que se pudiera obtener desde la distancia).
Como pueblo nos animamos a creer que un cambio de régimen puede hacer cambiar
todo súbitamente para bien, y suele ello ser antesala de graves decepciones,
preludio de tragedias (porque la
naturaleza de los Estados son las que son y la riqueza no brota de las piedras
y las contradicciones y penurias de la vida dependen, en su intensidad, del
trato que nos demos los unos respecto de los otros y no del régimen, en sí, si
es republicano o monárquico – así de claro lo tenían los Socialistas, y la
izquierda en general, antes del advenimiento de la II República. Y cierto es
que la violencia extrema de aquella confrontación sirvió para prolongar
rivalidades y antagonismos que nos llegan hasta hoy día, sin que hayamos sido
capaces de poner un punto final de concordia, que es lo que anhelaban la mayoría de los españoles al entrar en la
democracia en 1978). Las Repúblicas nos sientan mal, muy mal. En la
primera, instaurada desde cierta objetividad coyuntural, acabó en menos de un
año con varias ciudades sublevadas y abundancia de muertes. La segunda aún la
recordamos sin poder establecer un punto de encuentro que le ponga punto final
de una vez, sin vencedores ni vencidos, y mirando al presente y al futuro para
siempre. Y sin embargo hemos conseguido una Constitución repleta de valores
republicanos que no terminamos de apreciar como se merece y que ha hecho
posible, gracias a la Unión Europea también, que hayamos disfrutado del periodo
de paz y prosperidad más largo desde el inicio del siglo XX – y casi de toda la Historia de España como
Estado.
La otra pata es la representación política de los ciudadanos en el
Estado, a través de las elecciones de candidatos por medio de los partidos
políticos.
Sin embargo, ambas patas (Corona y
representación política de la ciudadanía) siendo esenciales para
constituirnos como un Estado democrático, no resultan esenciales a la
estructura del Estado en el sentido de resultar esenciales para su
funcionamiento. El Estado puede funcionar teniendo en su representación
distintas maneras de constituirse, incluso en ausencia de Gobierno o en
carencia de su representación máxima y simbólica (por ello existe la bandera de España, capaz de sostener el símbolo del
Estado por sí misma – esa es su función).
Basta imaginar la estructura del Estado como un ente físico, soporte
físico en edificios (que pueden llegar a
ser estructuras físicas prescindibles en el futuro, dados los avances
telemáticos y los peligros que ahora visualizamos con las pandemias) y
personas que siguen realizando su tarea pese a cualquier inclemencia del
“tiempo”; desarrollando sus funciones, realizando sus expedientes (siempre hay expedientes que terminar,
concluir, notificar y archivar) siempre hay servicos que garantizar a los
ciudadanos, impuestos que recaudar, gastos que realizar, reparaciones,
subsanaciones…
Quien llega por primera vez a la responsabilidad de dirigir esa maquinaria
difícilmente sabe de la dimensión de la misma o de su funcionamiento interno,
de las normas internas que la dirigen cotidianamente o cómo “toma vida” en la
cotidianidad de los funcionarios el procedimiento administrativo. Tiene que ser
asesorado, aconsejado, reconducido su pensamiento hacia cómo funciona una
Administración. Ahí aparecen las personas de alto nivel, funcionarios también,
que muestran el camino para que los proyectos del neófito pudieran tomar cuerpo
y realidad en la medida de lo posible (los
plazos, los requisitos legales, las reclamaciones, las impugnaciones, las
obligaciones adquiridas antes de llegar, los gastos corrientes, los del
capítulo I, las deudas que se tienen, los proyectos que se aparcan, las
protestas o demandas vecinales,… representan, todo ello, también parte de la
gestión, son parte de la Administración y del Estado, que no suelen tener en
cuenta, siempre, aquellos que piensan que gobernar sólo es cuestión de mandar).
La Administración es un mundo aparte, que tiene sus propias normas y
procedimientos, donde los discursos hechos fuera de ella – para los ciudadanos o la oposición – si quieren plasmarse en
realidades tienen que realizar un trayecto, por lo general mucho más largo de
lo que pensare cualquiera que se dijera así mismo que basta con “llegar y besar
el santo” para cambiar todo de la noche a la mañana (por el contrario ese pensamiento suele ser una ingenuidad que, por lo
general, suele tener un alto coste para los ciudadanos y la propia
Administración).
La sociedad inició el camino de la especialización a través de la
experiencia y el conocimiento que esta proporcionaba abarcando más tareas y actividades
distintas y diferentes, a medida que el progreso tecnológico se iba innovando y
con ello otorgando más poder real a cada Estado;
(podemos imaginar como hace muchos
siglos aparecieron los escribas – vinculados con ramas sacerdotales influyentes
precisamente por ir narrando los hechos de los primeros Estados, como rama
culta que sabía escribir, y donde se podría recordar situaciones pasadas, cómo
se gestionaron o solucionaron - la
seguridad interna del Estado, el ejercito dirigido por el propio Rey o Faraón, los funcionarios recaudadores de impuestos, los
agricultores, ganaderos, comerciantes, alfareros, carpinteros, albañiles,
tejedores, curtidores, astrónomos, constructores de carros y naves, de
armamento, herreros…Donde ya aparecen los elementos necesarios para
considerarse tal Estado: Funcionarios/Burocracia, Monopolio Fiscal,
Ejercito/Policía y Monopolio legal de la Fuerza – así como un Territorio, una
Población y un Poder Soberano que se expresa: Estricto (pura aplicación de
fuerza) y/o Legítimo (reconocido por los dominados)
hasta llegar a la especialización de nuestros días
(donde se abre una nueva etapa de innovación
mucho más profunda, pero con la característica de afectar al mundo Globalmente
– sea cual sea el camino que los Estados/Nación tomen: Ya sea a través de la
cooperación internacional – que es la que ha creado la mayor etapa de paz y
prosperidad, relativa, en la Civilización Humana, dentro de lo que conocemos
como Historia documentada de la Humanidad – o vuelvan a una situación de
pugna/antagonismo por el liderazgo de la Civilización Humana y el proyecto de
cómo debiera ser su futuro en nuestro planeta)
y que, hasta ahora, permite generar y explorar nuevos ámbitos a los
ciudadanos y satisfacer las necesidades de los Estados/Nación y su población. Sin
embargo, lo esencial del Estado que se constituyera hace unos 5.500 años, sigue
persistiendo hasta nuestros días, determinando, básicamente, las relaciones de
los ciudadanos entre sí y con el poder del Estado. Hasta ahora hemos ganamos
capacidad en abarcar múltiples disciplinas y conocimientos muy específicos y
técnicos, haciendo posible el desarrollo tecnológico y, consecuentemente, si el
trayecto inmediato/futuro fuera similar, nos iríamos acercando a mejorar
nuestro Estado de Bienestar (con fuerte y
mayor influencia del Estado que “vela” por sus ciudadanos – algo en lo que
todos no están de acuerdo, pues se duda de quei un poder mayor del Estado comportara pérdidas de libertades
básicas/esenciales que hacen posible el desarrollo integral de la persona en
los planos material/espiritual, que es lo que parece, a veces, suceder cuando
el Estado se considera a sí mismo el mejor sabedor – el que más conocimientos
tiene – sobre lo que conviene a los Ciudadanos y a él mismo – tendiendo a
anular lo que consideramos “sentido común” – por ser el Estado un “ente”
impersonal regulado por normas y leyes que pueden resultar frías – tiende a anular la iniciativa privada o ponerle muchos
obstáculos, a socializar el fruto
intelectual de trabajos o las ideas de sus ciudadanos, sin reconocer – por lo
general - méritos a estos).
La Administración está conformada por personas que saben, de los que más,
en sus competencias, porque todos no podemos saber de todo, y se precisa un
pensamiento “de procedimiento” para entender la Administración y las
Administraciones. Es una estructura que tiene sus inercias determinadas por el procedimiento.
Es un requisito seguir sus procedimientos reglados para que estos puedan
producir efectos. Y los políticos que acceden, por medio de elecciones, a sus órganos
de dirección se someten a esos mismos procedimientos no pudiendo interferir en
el trabajo burocrático de los funcionarios de la Administración, ni obligarles
a firmar en un expediente algo con lo que como funcionarios no estuvieren de
acuerdo o les pareciere fuera del procedimiento (en ese caso suele “salvarse” la situación asumiendo el político la
responsabilidad de una decisión contraria a la sometida a aprobación que le
llega del propio funcionario). Es
decir, las percepciones de un representante político pueden diferir del
funcionamiento de la Administración - por
el mero hecho de no poder estar todas las personas especializadas y conocedoras
de todos los procedimientos y de todas las normas legales a las que están sujetos
- de ahí que existan altos funcionarios que “unen” el aparato de la
Administración y la ensamblan con la dirección política siendo personas clave,
sin las cuales difícilmente el programa de un partido político que accede al
poder podría aplicar sus propuestas electorales. Los órganos de Control de las instituciones (Plenos, Comisiones,…) son donde se ejerce la exposición, debate e
intercambio de opiniones por parte de otros grupos políticos de la actividad
del Gobierno (donde los proyectos de
obras, acuerdos económicos, proyectos sociales…etc. y los expedientes concretos pueden ser
examinados y debatidos… compras, acuerdos, contratos, convenios, enajenación de
terrenos o propiedades, licencias, proyectos para la ciudad, subvenciones, ….).es
decir, se examina si las potestades del gobierno se están ejerciendo
correctamente desde el ejercicio del Gobierno. Es en este punto, por lo
general, donde los ciudadanos piden transparencia y acceso a información sobre
qué hacen los gobiernos con los recursos públicos (del Estado, Estado que, en ideal, debiéramos ser el conjunto de todos
los ciudadanos, para que pudiera darse una idea de legitimidad plena del
Estado, en su definición).
Nos fijamos siempre en el nivel político de gestión, pero también existe
un nivel de gestión directo del Estado sobre los ciudadanos, directamente por
funcionarios – por ejemplo a través de la
propia burocracia Administrativa, o de los sistemas de Seguridad (policías municipales, autonómicos,
Nacionales o Guardia Civil), o los
sistemas de Enseñanza y Formación, o de las Universidades (aunque tengan su
autonomía) o de los Sistemas Sanitarios (aunque tuvieran estatuto aparte) o de
los Sistemas Asistenciales (como los Servicios Sociales) o los Sistemas de
Empleo y subsidio, la Hacienda Pública…
Existe, pues, un margen de actuación (aunque se halle reglada y muy
determinada) en funcionarios públicos o estatutarios cuando ejercen su función
al público o a sectores concretos de la población (policía, médicos,
inspectores dependientes de la Administración, profesores, maestros, jueces, …)
- por ser circunstancias en las que puede aparecer, en alguna medida, el factor
humano de percepción y decisión. Y es aquí donde las incidencias, por lo
general, aparecen por no entender muy bien o no siempre conocen el
procedimiento o el objetivo del mismo, pueden llegar a percibir al Estado como
“ente ajeno”, “diferente” o “frío”…. en el que los representantes políticos
tienen la misión de “armonizar” “mejorar” y hacer cercana la Administración (el Estado) a los ciudadanos - aun siendo ellos, como representantes
políticos, también “fiscalizados” y sometidos a las normas de la propia
Administración (Estado) – de ahí el que hablemos de que todas las personas
deben de ser iguales ante la ley (Estado) en deberes y derechos. Es decir, el
Estado, de alguna manera, es “independiente”, incluso del poder representativo
político (que representa la soberanía de
los ciudadanos) e incluso de sus propios Funcionarios que lo componen – en cuanto también son ciudadanos – también
sometidos a las normas y leyes de la Administración (Estado) - aunque como tales funcionarios estén más
cualificados y especializados en conocer la Administración que la inmensa
mayoría de los ciudadanos
Los desencuentros con el “Estado” (o
sus representantes) pueden alcanzar cotas llamativas (como las señaladas en el caso de la actuación policial en EEUU, o en el
pasado en el Ensamble de Barcelona, o de médicos u hospitales dependientes del
Estado donde una actuación errónea o abusiva ocasiona una muerte innecesaria),
por poner casos extremos, donde el resultado del margen de actuación del
“Estado” – personificado en empleados
públicos – pueden dar como resultado situaciones irremediables que,
objetivamente, visto desde una perspectiva “objetiva” nunca debieron llegar a
tales extremos; resultando desmedidos y desproporcionados, que muestran un
amargo e intimidador rostro de un Estado en la sensibilidad generalizada de los
ciudadanos de cualquier Estado – porque
todos los Seres Humanos estamos sujetos a un Estado (o al menos esa es la
condición o premisa que se exterioriza para que como personas aceptemos los
Estados) que a todos, o a la inmensa mayoría, nos haría iguales, similares y de
la misma condición (en derechos y deberes), en todo el orbe de la Tierra. Así
pues la Civilización Humana está estructurada ante unos sistemas jerárquicos
llamados Estados, de ahí que aparezca la solidaridad internacional ante el
reciente hecho ocurrido en EEUU.
Es el “contra sentido común” - por algún tipo de conveniencia o
convencimiento particular - lo que hace posible que, teniendo en común la
naturaleza de ser ciudadanos, exista solidaridad internacional ante abusos que
no serían posibles sin la existencia de ese margen de actuación que, en Nombre
del Estado, hace posible una situación injusta por gravosa, violenta o
irremediable.
La experiencia es diferente en cada persona o ciudadano, el conocimiento
también, pero las experiencias comunes les tienden a unir en un criterio y
pueden establecer solidaridad para detener o reconducir arbitrariedades,
excesos o violencias inhumanas sobre personas o colectivos en razones de raza,
credos, ideas sociales o políticas, condición sexual, o cualquier otra causa
estigmatizante que permita – incluso por
medio de argumentos pretendidamente científicos – violentar, atormentar,
agredir, ofender, vulnerar, o ningunear la dignidad Humana, ya sea en nombre del
Estado y la seguridad – sin adquirir responsabilidad ante la propia sociedad,
aludiendo que se siguieron los procedimientos legales – cuando estos, a la
vista de los resultados cuando son realmente adversos, ofenden el mínimo decoro
y deber de respeto a la condición humana.
Es aquí donde podríamos, tal vez, empezar a hablar de Estado profundo
(Estados profundos) (que todos los Estados/Naciones parecen tener en común)
cuando se mantienen “prejuicios” (y los efectos que generan sobre ciudadanos).
Desde esta visión de “margen de actuación” se puede entender que
instituciones, en las que dentro de sus responsabilidades se hallare la
seguridad e integridad del territorio del Estado, sus funcionarios, los más
altos de ellos, remitan, tal vez, al gobierno las incidencias, puntos débiles o
fuertes de la seguridad interna y externa; e incluso por sí mismos manejen
suficiente especialización profesional para determinar perfiles de personas de
toda índole (desde funcionarios, personas
conflictivas o potencialmente conflictivas, confidentes, informes varios….)
y en ello realicen sus propios estudios
y ficheros confidenciales, que siendo de naturaleza relativa a la seguridad del
Estado estén bajo parámetros no contemplados en la Constitución (al menos como lo considerara que debiera
serlo la ciudadanía en general, cuando sus datos pueden estar conformando
expedientes surgidos a propuestas de personas que sostienen rivalidades o
antagonismos, sin saber qué de cierto hay, o existe, en ellos y que deriva
pudieran tener el presente o futuro esos expedientes en sus vidas cotidianas o
en las dificultades o entorpecimientos en desarrollar un proyecto de vida
personal o familiar). Incluso cabe
preguntarse si se confeccionan ficheros similares en otros ámbitos (educación, servicios sociales, integración
de menores tutelados…) que pudieran ser compartidos o expuestos sus
contenidos en reuniones transversales de funcionarios a la hora de valorar la
seguridad de un barrio concreto y qué garantía poseen esos ficheros para el
bienestar de las personas o familias que en ellos aparecieran… si tienen acceso
a ellos, quién evalúa la veracidad de los mismos y si existe posibilidad de
someterlos a reconsideración o extinción de los mimos o que leyes o reglamentos
los autoriza, durante cuánto tiempo y qué controles de calidad sufren…..etc.
Como se puede apreciar el poder, como capacidad de hacer (bien o mal) existe al margen del poder
político – sin necesidad de llegar a
gobierno político de ninguna clase – puede ser muy amplia y con altos
grados de autonomía y casi transversalidad en compartir datos bajo ciertas
circunstancias – entre empresas o entre
funcionarios que trabajen transversalmente; sí, pero tal vez de otra naturaleza
menos adecuada también, si es que no existe un verdadero control real de esos
posibles expedientes y de su acceso o gestión. Cabe señalar que la
preocupación de IU (y el PCE en su día) sobre cuestiones de educación,
sanitarias y sociales le pudiera haber llevado a tener mucha influencia en
estos sectores concretos y a especializarse en los mismos – dando así, a la idea del comunismo, una
salida útil en nuestro Estado occidental. Sin embargo, suponer que todas la
ideología que se hallara impulsando ese ámbito, o cerca de esa corriente, son
leales al espíritu y valores constitucionales por el cual se constituyó esa sinergia
ideológico/política/social, podría considerarse una utopía sin base real.
Cuestiones como las de los títulos en los altos niveles, y parece ser que
también en los bajos niveles, han resultada un escándalo al que no se ha
prestado la suficiente importancia de llegar hasta sus últimas consecuencias.
(Apenas unos artículos periodísticos
aparecieron en nuestra prensa para señalar lo que parece la punta de un
iceberg; el rápido señalamiento de personas en la cúspide del poder, en el Parlamento,
recayendo sobre ellos sospechas, pudiera haber frenado cualquier investigación
a fondo del problema de las titulaciones en España – al menos de manera
transversal y vertical; rápidamente se desvió la atención a “venta” de títulos
a extranjeros como un negocio fraudulento o en la calidad del papel empleado
para los títulos como fácilmente falsificable)
El
destape de la 'corrupción universitaria'
Sin embargo, más allá de cuestiones que parecen tener que ver con la
vanidad (como la de los títulos
inmerecidos) u otras que fueron
señaladas como muy inadecuadas en los representantes políticos o personalidades
públicas influyentes en la opinión de los ciudadanos, que pueden estar
vinculadas una idea de hedonismo
(del que se sabe que no produce una
felicidad real), aparecen funciones del Estado que son muy delicadas y
pueden determinar el bienestar o el declive de la vida de una persona sin tener
en ello responsabilidad o conciencia de haber hecho nada malo. Más allá de lo
que se puede considerar formas de corrupción
en las que se utiliza la posición que se tiene en el aparato (estructura) del
Estado y que se hayan sucintas o resumidas en los
índices de la percepción de corrupción de los Estados conmociona mucho más todo lo que afecte a los
jóvenes, personas vulnerables, niños o personas en una situación puntual de
vulnerabilidad, donde sus vidas pueden llegar a ser truncadas por la “insensibilidad
o frialdad”del propio Estado.
. Cuando en esos ámbitos que asume el Estado se producen “anomalías” o
“disfunciones” las consecuencias pueden ser difícilmente subsanables, por
ejemplo las siguientes noticias:
Menores Desprotegidos (“Tutelados”), en España:
Vivimos en una sociedad donde las personas, bajo ciertas circunstancias,
pueden ser o sentirse “vulnerables” y “victimas” de abusos o errores o ser
centro de tramas o abusos. No somos una sociedad perfecta en cuanto a que las
personas que la componemos lo seamos; ni tenemos realmente todo el conocimiento
para actuar convenientemente bien en personas que transitan por una situación
vulnerable o se siente vulnerable ante la Administración o el Estado. Por ello
existe la “opinión pública” y los medios de difusión, porque el “conocimiento”,
a veces, (tan especializado) puede acabar por salirse de lo razonable o del
sentido común; sobre todo porque las personas estamos sujetas a condición
humana
Sin embargo, la práctica totalidad de las personas que conforman la
función pública en cualquiera de sus especialidades, en nuestro Estado, buscan
la “normalidad” y el bienestar de la sociedad, por eso llama tanto la atención
que algunas situaciones que se muestran en la prensa nos parezcan desmedidas y
atemoricen (entonces podríamos preguntarnos:
¿Quien controla al propio Estado, sus prejuicios dominantes o sus excesos? La
respuesta siempre sería: Nosotros mismos, nuestros valores personales, pero
sobre todo, los valores constitucionales que a veces, como en EEUU, cuando se
defienden en los entornos de los Derechos Civiles, el Estado (esa parte invisible,
e indefinida) se siente entre amenazada o dispuesta a prevenirse. Como decía
Mecano en su canción al preguntar por la Estatua de la Libertad.
(Si nos miramos en EEUU como referente
acabaremos haciendo lo mismo que en en EEUU que es el referente:
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