Miguel Ángel Ibáñez Gómez - maiges_ps@hotmail.com

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lunes, 27 de agosto de 2012

15 M (II)




              Seguro, seguro que se ha estudiado las reivindicaciones de fondo del 15 M (o deberían haberse estudiado, de no ser porque la crisis está atemorizando a toda la sociedad, incluido a los grandes partidos; puesto que los más pequeños, y las organizaciones más radicalizadas, están encontrando en ella una oportunidad para arrastrar a la sociedad a callejones sin salida que les permita trasladar el mensaje de una revolución que les permita pasar a la historia (o dar un gran pelotazo); aunque sepan de antemano que esas revoluciones no sirven, en definitiva, más que para retomar postulados pasados con cuyas experiencias se ha frustrado las esperanzas de la sociedad).
         Debe, o debería, existir el temple necesario para sacar conclusiones positivas de esta crisis que estamos viviendo y del malestar previo (manifestado en el 15 M) que señala la verdadera causa del alejamiento constatado entre la sociedad y sus representantes políticos. Y debe, o debería, analizarse con objetividad y en profundidad para evitar que los grupos oportunistas puedan tomar las riendas (o parte de ellas) para arrastrar a la sociedad a espacios autoritarios donde los fines vuelvan a justificar los medios eliminando los instrumentos de equilibrio y rectificación (que es lo que hacen posible, en realidad, la sensación de vivir en un estado democrático).
             El 15 M pide, en esencia, que esos instrumentos de equilibrio y rectificación sean más visibles, o al menos se tengan acceso a los mismos y, de alguna manera, se pueda participar e influir en los mismos. La responsabilidad, más del PSOE que del PP, es crear nuevas formas de participación social en el seguimiento de las políticas locales, regionales, nacionales y supranacionales; siendo más permeables a la opinión pública (sobre todo cuando se sabe que ésta está cargada de razones) y poner el partido más a disposición de los ciudadanos que a la orientación de sostener el poder a cualquier costa. Los ciudadanos necesitan ver reflejadas, en gran medida, sus aspiraciones sociales en los partidos y gobiernos que dirigen la nación (y necesitan verlo con claridad meridiana) o al menos saber que existen cauces eficaces de influencia sobre los partidos que gobiernan, o pueden gobernar, más allá de las elecciones periódicas. Y ello es necesario porque se partió de una premisa autoritaria y revisionista, en la construcción de nuestra democracia, que ha de ser superada.
                   Es cierto que los partidos pueden estimular posiciones radicales y esgrimir, autoritariamente, nuevas razones para proseguir por el sendero del autoritarismo democrático; pero esa no será la respuesta correcta, y de llevarse a cabo proseguiremos con un nuevo ciclo basado en los principios ya conocidos que nos han llevado a esta desmoralización nacional.
               La democracia no es (o no debe de ser): yo tengo los votos, yo mando lo que quiero e impongo los criterios de mi mayoría (aunque estos criterios no tengan nada, o poco, que ver con las aspiraciones de la sociedad; por muchos votos que respalden al partido gobernante). La democracia es ser permeable a toda la sociedad y crear los cauces para que el sentido común sea el que prevalezca sobre los intereses puramente partidarios. Los partidos deben de ser verdaderos cauces de la expresión popular y no meros instrumentos para la consecución del poder.
              A pesar de la crisis (o tal vez por causa de la misma) la sociedad y los paridos políticos, tienen la posibilidad de crear un marco nuevo de participación donde los ciudadanos se sientan mejor representados y esa oportunidad debe de estar en manos del PP y PSOE, especialmente del PSOE; es una responsabilidad histórica.




 

Jethro Tull - Wond'ring Aloud (Live-HQ) 












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