Miguel Ángel Ibáñez Gómez - maiges_ps@hotmail.com

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jueves, 1 de septiembre de 2016

Ser y Estar


Recuerdo de niño que estos dos verbos se aprendían casi simultáneamente. Ser y Estar eran como dos verbos mágicos que se referían, como algo así, como lo esencial de las personas. Sólo era una intuición, pero la importancia que daba el profesor de gramática a estos dos verbos era especial, o al menos así me lo parecía a mí.
Repetíamos una y otra vez los tiempos de estos dos verbos toda la clase a la vez: Yo soy o estoy, tú eres o estás, él es o está, nosotros somos o estamos… el porqué se repetían los dos verbos juntos era todo un misterio, pero ambos tenían algo de particular entre ellos mismos y que nos atañía a todos los que lo estábamos aprendiendo, a decir del interés del profesor que se empeñaba, una y otra vez, a que los repitiéramos en voz alta esos dos verbos simultáneamente. Otros verbos, aunque tenían parecida importancia, porque se usaban como parte de la oración con un participio (como haber amado, verbos haber y amar, que también eran muy esenciales, al menos juntos, para aprender esa composición del verbo haber en las frases) no alcanzaban, al menos por el momento, tanta importancia. Aunque hay que reconocer que Haber Amado, o Hubiera o Hubiese Amado, tenían también una fuerza singular. Porque Amar era bastante importante, pero en la forma de pretérito pluscuamperfecto daba bastante tristeza. Quien podría decir en su vida: Yo hubiera amado (si…). Parecía toda una lamentación en vida ajena. Y por ello me preguntaba: Yo diré alguna vez algo así: Yo hubiera amado (si…) Había, evidentemente una condición en el pluscuanperfecto, pero aún no sabía la razón de ello con precisión. También parecía una verdadera advertencia y escarmiento en vida ajena; cuidado, tal vez un día puedas decir: Yo hubiera o hubiese amado si… Realmente era de una tristeza frustrante. Haber contenido el amor porque no hubo una condición previa que nos permitiera amar. Y, sin embargo, con el tiempo, ello parece, cada vez más, una evidencia; ponemos condiciones para amar. Y luego nos damos cuenta de ello; tal vez cuando ya es tarde; al menos en el pluscuanperfecto, porque es un pretérito, un pasado irremediable; que no tiene vuelta atrás (si lo hubiera o hubiese sabido… yo hubiera amado… entonces sí, sin condiciones).
Bueno, en un aula de la Salle Montemolín, en la calle Miguel Servet, cuando el edificio parecía, en sí mismo, toda una institución, no cabía duda que las clases eran, en alguna medida, solemnes.
El verbo Ser y Estar, en ese entorno, alcanzaban una idea, una proposición que sólo desvelaría con el paso del tiempo. Ser y Estar es, muchas veces, lo único importante. Porque Ser y Estar es un estado que todos poseemos, en el que “somos lo que realmente somos cuando estamos presentes”. No hacen faltan palabras ni conversación, realmente, para Ser uno mismo y Estar presente en esa manera de Ser. Las palabras dejan de hacernos, muchas veces Ser y Estar, y nos distraen para llevarnos a lo cotidiano, a lo que de alguna manera nos vincula con nuestra temporalidad y nuestras limitaciones. Sin embargo, cuando Somos y Estamos, en singular: Ser y Estar, realmente somos; y lo somos porque estamos (Ser como característica permanente y Estar como cualidad temporal). Nada hay más perfecto que ello, cuando sobran las palabras y todo es contenido en ese Ser y Estar.
Tal vez nada haya mejor que Ser y Estar con alguien. Soy tu amigo, y estoy contigo. Yo creo que nada supera ese estado entre las personas; ni siquiera el verbo Amar. Porque amar, en sí mismo, también comporta una limitación: Se ama cuando se es, y si no se es ¿Se ama? Ello es un misterio.
“Estoy a tu lado”, es una verdadera frase poderosa cuando no indica una ubicación meramente física. “Estoy a tu lado”, “Estar junto a ti”, “Estoy junto a ti”, “Estoy contigo”… incluso es de más fortaleza que decir: “Estoy por ti” que es como un deseo que no termina de acabar de cumplirse o que está limitado: “Ahora estoy por ti… tal vez mañana no”. Pero “Estoy a tu lado” es estar, y estarlo siempre mientras se Es; y Ser siempre se Es, al menos mientras se está vivo, por lo que cuando se dice: “Estoy a tu lado” se dice que es para siempre, más allá de las limitaciones físicas de un lugar específico y concreto, y se alcanza, con la frase, una idea que va más allá de la ubicación: “Estoy a tu lado”, en cualquier circunstancia – ello implica compromiso incondicional, no solo en las adversidades personales sino incluso aunque estés enfadado; incluso aunque lo estés conmigo. Es decir: Más allá de cualquier escenario de sintonía o asintonía: “Estaré a tu lado”. Esta frase penetra en el pensamieto más íntimo y cotidiano de la persona: “Estoy a tu lado” y “Estaré a tu lado”, incluso esta frase última parece ir más allá de la propia vida (como en el Rey León, cuando el padre mira desde el cielo y se evoca en la memoria del hijo: “Siempre estaré aquí – le dice desde las estrellas - a tu lado”, que es lo que realmente implica).
No hay en mi memoria recuerdos más hermosos y conmovedores que aquellos en los que veo, mejor dicho, rememoro a las personas cercanas de mi familia, o a las personas de las que he sentido su respetuoso amor (Estoy a tu lado), sin decirlo ni manifestarlo expresa o literalmente. Son momentos de “Estoy a tu lado”, te veo, sé cómo eres cuando eres tú mismo o tú misma; por ello no necesito más que “Estar a tu lado” para sentirlo y “verlo”; pues entonces, realmente, eres tú, incluso parte de la habitación también eres tú. Fíjense en la fuerza del Ser que incluso traspasa el límite físico del propio cuerpo en el que se Es para extenderse e impregnar la habitación de Ser. Por eso decimos, cuando las personas desaparecen y nos dejan en este mundo, que su presencia parece estar aún en la casa, y entre las cosas de la casa. Incluso casi pensamos que nos podríamos tropezar con la persona desaparecida en cualquier momento. Es la fuerza del Ser.
Sobre todo, esa fuerza se siente cuando la persona nos ha amado o la hemos amado, y hemos concebido la fuerza de su amor o de nuestro amor, este amor nos acompaña, aunque ya no esté entre nosotros esa persona porque haya fallecido. Y esa fuerza se entiende como un “Estoy a tu lado” que parece permanente, tanto que alcanza la idea de “Siempre estaré a tu lado”.

No hay nada peor que una educación marcada por la dureza y/o la violencia para alejarnos y dificultarnos esta percepción tan hermosa. Por ello, todos tenemos una gran responsabilidad; porque para dar amor correctamente, primero, hay que haberlo recibido correctamente. Así se aprende, poco a poco y con muchas dificultades, a amar correctamente; y amar correctamente tiene que ver más con el Ser y Estar que con el "Yo quiero.... Amar", o "Yo.... amaría" o "Yo.... hubiera amado".
Quien no sabe todavía amar correctamente, debe dedicarse a la rutina que le impone sus obligaciones y cumplir su deber para consigo mismo; hasta que sea amado de verdad - y desde ahí empezar a recorrer el camino de aprender a mar correctamente; que ello es bien difícil.

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