Miguel Ángel Ibáñez Gómez - maiges_ps@hotmail.com

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domingo, 26 de febrero de 2017

Socialista Cristiano

Entro a iniciar este artículo, haciendo una previsión: El objetivo del mismo no es otro que el de mi propia definición del “lugar” donde más cómodo me encuentro, y en ello me muestro a mí mismo, con mi propio pensamiento, y en ello encuentro satisfacción, al menos la de expresarme; no hay más pretensiones.
Sigo buscando aproximarme a la verdad (esa que se construye desde el recuerdo de los "mensajes" recibidos desde la infancia y los recopilados en la época en que toca vivir - y por si a alguien le sirve para establecer sus propias referencias o le motiva para establecer las suyas propias y hacer el esfuerzo de reflejarlas si lo desea); y la aproximación a la verdad tal vez no sirva para anotarse puntos, en esa perenne lucha por la supremacía política, pero sí sirve, si se consigue un acercamiento a esa verdad, para ir esclareciendo el territorio de las ideas y, desde esa claridad, percibir soluciones que hasta ahora no se dieran, o no se percibieran con nitidez, pues el deseo constante de competir, por la supremacía, suele convertir las cuestiones en instrumentos, y útiles, para esa competición. Y cuando las cuestiones, que son comunes a todos, se usan como instrumentos arrojadizos, se agranda la distancia para conseguir acuerdos con los diferentes. Ese es uno de los motivos esenciales de mi reflexión: mostrar que los elementos que nos unen están en nuestro origen común (nuestra cultura) y que las diferencias que se han construido a partir de ahí se pueden abordar más fácilmente si nos acercamos a lo común de nuestro origen (que siempre es nuestra cultura) y desde ese acercamiento visualizar, mejor, dónde y cómo nacieron las diferencias de las perspectivas que aún están vigentes (con el fin de filtrar, con la mayor claridad posible, cuales de esas diferencias existen por un interés - que puede haber dejado de tener raíces sociales compartidas por todos - y que ha podido acabar por convertirse en un medio, en un instrumento, que ya solo es útil para los intereses de unas minorías (a las que otorga privilegios) en detrimento del verdadero interés general (qué es lo que debe perseguir toda actuación política). Ese es el objeto de reflexionar para acercarse a la verdad: Discernir entre aquellas ideas que pasan por valores comunes y legítimos de la sociedad, y de las personas, y esas otras ideas que pasan por esa misma condición de legitimidad, pero que, a la definitiva, son productos de una inercia que limita la oportunidad de dar una vida más plena a nuestra sociedad. Por tanto, el esfuerzo de reflexión es legítimo y tiene un fin, aunque en el entorno no se le vea una utilidad inmediata. Esa permanente búsqueda de la utilidad inmediata es la consecuencia de la eterna diferencia que existe entre filosofía y política - sin reparar en que la filosofía es el acercamiento a la verdad; y es ese acercamiento el que es capaz de cambiar la perspectiva del pensamiento de las personas, dando como resultado acciones políticas diferentes que pueden aumentar el bienestar general.
(Por ejemplo: Viendo la sociedad alemana como Estado plenamente industrializado, y de tradición de pensamiento filosófico, podemos aceptar que ese Estado tiene la siguiente visión: Después de una vida laboral, el gobierno procura, como objetivo, dar a aquellos que han dado su vida y su esfuerzo al proyecto de nación alemana, las mejores condiciones de vida posible para su vejez. Y les permiten obtener unas condiciones económicas que les otorgan la posibilidad de un confort, como el de viajar a países de climas más benignos para procurar un mayor bienestar. Incluso el gobierno alemán en el pasado llegó a realizar una oferta al español para adquirir la propiedad de la isla de Mallorca  y sumarla a la nación alemana.)
Así pues la preocupación por el bienestar de los ciudadanos indica que existe un principio común en todos los gobiernos, por encima de su color político, y que podría acercarse a la idea de que, siendo los ciudadanos personas que entregan sus vidas, se ha de procurar la mejor contraprestación posible a esa entrega de personas y familias al proyecto común, y, en consecuencia, se actúa con diligencia en esa idea de procurar el bienestar a los trabajadores, que no son otra cosa que los ciudadanos.
Ese pensamiento, ese concepto, no es otra cosa que consecuencia de un acercamiento a la verdad de la condición de "Ser un ser Humano", y de haber respondido, o intentado responder, a unas preguntas esenciales como: ¿Qué es un ser humano? y ¿Qué sentido tiene la vida? Y ante esa respuestas a esas preguntas, ofrecer una acción política consensuada por todos los gobiernos: Dar las mejores condiciones de vida posible a los trabajadores (como lo es la formación, información, autonomía para realizarse como personas, trabajo, casa, ocio, bienestar social y la mejor jubilación posible).
Tal vez todos podamos decir que ese objetivo es común a todos los países - al menos a los europeos - pero si analizamos en profundidad veríamos que no, no es un objetivo común que presida la actuación política en todos los países europeos. Y, además, no se persigue ni con la misma diligencia ni con la misma eficacia en cada uno de ellos. La pregunta sería ¿Por qué? y la respuesta está en cómo se contestaron las preguntas previas: ¿Qué es un ser humano? o ¿Qué sentido tiene la vida? Porque dependiendo de cómo se contestan esas preguntas, los gobiernos actúan de manera diferente en cada país. Y en el fondo de esas respuestas, están nuestra cultura y nuestros valores; y ambos son consecuencia de una reflexión que busca la verdad (o por el contrario una reflexión que busca el interés particular de unos sobre otros - como puede ocurrir en otros casos). Esa reflexión, si realmente busca la verdad, no es otra cosa que filosofía. Así pues, la manera de contestar esas preguntas da origen a unos valores que movilizan las energías psíquicas en una dirección determinada (produciendo efectos en nuestro entorno social, económico y medio-ambiental). Así que para comprobar cómo piensan los gobiernos, o cómo son las élites de un país, basta con fijarse en sus actos y consecuencias sobre sus pueblos y no tanto en sus discursos o solemnes ceremonias.
La primera contestación que se puede realizar a estas preguntas señaladas, tal vez, fuera que: La cuestión económica es esencial. (Alemania dispone de una industria con la que no podemos competir) - pero ello es una perspectiva falsa hasta cierto punto (Pues tal vez nunca podamos disponer de las rentas de que disponen gobiernos como ese - con un superávit envidiado y censurado por desequilibrante. Pero sí podemos aumentar nuestra calidad de vida y nuestro bienestar desde otras perspectivas que no pongan las aspiraciones en un nivel de industrialización que tiende a estar lejos de nuestras posibilidades. Por lo que influir en la percepción de "calidad de vida" de los ciudadanos puede ser un objetivo más asequible que también puede traernos, en un futuro inmediato, recursos para mejorar nuestras prestaciones sociales. Y ese "espacio de progreso" se encuentra en nuestro entorno vital más inmediato).
Y habría que entrar nuevamente en los conceptos de filosofía que dieron lugar a los valores que hicieron posible que Alemania fuera una potencia industrial. Y también que ese esfuerzo de análisis nos permitiría constatar las diferencias que existen con la manera que tuvieron los ingleses de afrontar su revolución industrial (y sobre qué valores se fundamentaron) y que dan lugar, esos valores, a las trayectorias políticas presentes. Y, análogamente, se podía hacer lo mismo en España - y con ello deducir el motivo de la industrialización del país y sus efectos sociales, ya no solo en toda la península sino, en concreto, en cada autonomía; y esos valores se encuentran en los dirigentes de cada nación o región europea, determinando el destino de sus ciudadanos.  (Ubicamos industrias en nuestros territorios como fuente de trabajo que mejora la economía, y ello es un objetivo en sí mismo; pero tal vez olvidamos que podemos profundizar en espacios donde desarrollar otras sensibilidades y valores más cercanos a nuestros habitantes: Como otras fórmulas de desarrollo urbanístico, más seguridad para el consumidor; productos más sanos y compatibles con el medio ambiente; o aumentar la permeabilidad de la actividad económica y política a la opinión ciudadana mediante el acceso a mayores cotas de información veraz y cada vez más técnica - pero no encriptada). 
Por ello es importante responder a esas preguntas de ¿Qué es un ser humano? o ¿Qué sentido tiene la vida? y me he acercado, a ello, en artículos de este blog, desde distintas perspectivas. Y no, por ello, se puede asegurar que exista una respuesta plena a la que todos podamos asentir con conformidad absoluta. Y ello es así, probablemente, porque a la verdad no se puede acceder, plenamente, con una inteligencia científica - como estamos acostumbrados desde que le otorgamos al método científico el rango de herramienta única para explorar todo lo que nos rodea -, pues su campo, sobre todo, es el campo de la materia medible y evaluable, por lo que en otros territorios el método científico tiende a perder gran rigurosidad, a la hora de explicar con certeza fenómenos que tienden a carecer de la consistencia de la materia - como lo es el pensamiento, los sentimientos, los afectos, las emociones. Y todo ello tiende a abordarse desde la perspectiva de obtener resultados prácticos, es decir: nuevamente entramos en el terreno de lo útil y ya sabemos que lo útil, por definición, tiende a ser la manera de definir la mentira - como decía Ortega y Gasset. Así que mientras la ciencia se halla en el terreno de la materia, y sus resultados, al ser homologables por todos los que experimentan, dan lugar a leyes y axiomas, sobre los cuales, las ideas - que están en el ámbito metafísico - pueden alcanzar su materialización (usando esos conocimientos que nos hablan de la materia y sus propiedades). Pero en otros ámbitos las cuestiones científicas se sostienen por teorías e hipótesis que tienen a ser superadas cuando se alcanzan nuevas experiencias y nuevas perspectivas; y pueden llegar a quedar en desuso (Aún habiendo sentado cátedra en su momento, y habiéndose visto el mundo como real desde esa perspectiva que luego se mostró errónea). Es más, la ciencia es incapaz de explicar qué es la vida y cuál es el sentido de la misma, por lo que las ciencias sólo se limita a describirla, clasificarla por su aspecto, o medio en que se da esa vida, o por su manera de reproducirse o alimentarse; pero es incapaz de llegar a su esencia y motivación universal. Y, por ello, al ser incapaz de llegar a su esencia y motivación universal, deja ese territorio al ámbito de las hipótesis más o menos científicas, o al ámbito de la religión y su simbología, o al ámbito de la filosofía y su descripción y versatilidad sobre el pensamiento humano y las diferentes sensibilidades expresadas por los filósofos - que por cierto, siendo una ciencia, la filosofía, y formando el pensamiento humano una actividad que convive con el ser humano desde siempre, tienden ahora a tener tensiones con la ciencia - pues parece la ciencia instrumento que solo alcanza objetivos y explora por motivos utilitarios (es decir: en la dirección señalada por el materialismo científico y su vertiente económica, buscando, en todo, resultados y objetivos para el enriquecimiento económico; es decir, la exploración científica está orientada desde las esferas económicas con el fin de obtener resultados prácticos y útiles, por lo que los científicos no son libres de investigar en cualquier dirección - pues quién paga manda - por muy estimulante que se pudiera realizar investigaciones en otras direcciones o nuevas perspectivas que se pudieran hallar).
 Así pues, y dentro de la perspectiva de lo práctico y lo útil, las reflexiones que se realizan sobre el Estado, las Naciones y los ciudadanos, se orientan hacía visiones que sean útiles para un fin y que se puedan transformar en dinero con el que sustentar las actividades humanas. Y siendo, ahora, el Estado concebido como la suma de todos sus ciudadanos, la visión materialista alcanza así su máxima expresión; pues la organización del Estado desde sus inicios se concibe como un instrumento de armonización humana mediante el cual se generan actividades en su seno destinadas a satisfacer los aspectos esenciales para la vida de los seres humanos que lo componen (comer y nutrirse, crecer, formarse en una profesión y crear una familia para seguir reproduciéndose, mantener la salud y morir con la mayor dignidad posible) defendiendo esa manera de organizarse socialmente mediante un orden interno (leyes, normas y justicia) y un elemento de organización frente ataques exteriores (que pretenden modificar su modo de vida cultura y símbolos o, simplemente adueñarse de sus riquezas o esclavizarlos).
Y en esas funciones básicas, el Estado orienta la agricultura, ganadería, oficios - que dan lugar a industrias - aparece el dinero y los intereses, el comercio y la especulación, la rivalidades entre naciones. Y todo ello presidido, al principio, por una idea religiosa que da sentido a la vida de las personas y que son origen de las grandes religiones (y de las normas y leyes sobre las cuales hemos construido, y se han alcanzado, los valores y anhelos que ahora están vigentes en nuestros Estados). Es decir: Todo se ha construido desde una idea de protección, predestinación y designación divina, sobre los seres humanos, y los pueblos y naciones que que se constituyeron; y que ha dado lugar, posteriormente, al ser sustituido ese concepto de protección divina por otra más global, al  concepto de “dignidad” - que no es otra cosa que la sustitución de la idea de servir a Dios y con ello recibir su protección, por la idea del “amor propio” y “derechos” que los seres humanos poseen por el hecho de poseer inteligencia, sentimientos, raciocinio. Y, además, son derechos que derivan de formar todos parte de una misma especie (en la que los individuos pueden intercambiar ideas y sentimientos, e incluso mezclarse sexualmente para dar lugar a nuevos seres).
En la idea y visión más materialista, los seres humanos somos una especie que domina la Tierra por medio de sus habilidades tecnológicas e inteligencia - que destacan de todas las especies conocidas que poseen vida. Y usamos de inteligencia para organizarnos con complejidad - específicamente de acuerdo a la tecnología que poseemos. Y a la vez somos deudores de nuestra condición animal, que nos hace vulnerables en la medida en que precisamos sostener nuestras vidas (por medio del alimento, seguridad, conocimiento para establecer nuestra salud… etcétera). Por lo que, los Estados, atendiendo a esa doble condición de Ser Humano (inteligencia capaz de ser utilizada al servicio de otros y la necesidad de mantener nuestras funciones biológicas diariamente) consigue un modelo de sociedad que permite sobrevivir a la vida de sus propios ciudadanos y perpetuarse; y en ese modelo social se reflejan los valores que se sostienen en cada Estado.
Siendo así, el Estado, por medio de la riqueza que se genera por las industrias y las actividades económicas, habilita la creación de centros de formación, hospitales, todo tipo servicios, para formar y cuidar a sus ciudadanos, estimulando que estos realicen actividades para procurarse el sustento de sus vidas y pidiéndoles contraprestaciones para sostener las necesidades del propio Estado (administraciones y estructuras).
Así pues bajo esta idea, hay Estados capaces de optimizar su actividad y observarla en toda la vida de sus ciudadanos (nacimiento, crecimiento, formación, actividad labora,l jubilación, vejez y fallecimiento) poniendo en cada fase los recursos necesarios y adecuados a la dignidad del Ser Humano - y sin descuidar ninguno de ellas. Y por otro lado existen Estados que se centran, en particular, en la vida productiva de sus ciudadanos – e ignoran el resto de sus necesidades o capacidades, llegando casi al desamparo de lo básico cuando cesan en esa actividad productiva. E incluso hay Estados que ignoran la salud de sus ciudadanos - y observan que son estos los ciudadanos los que, por su inteligencia, deben procurarse su bienestar o sufrir las consecuencias de no haberlo conseguido.
Así pues hay perspectivas diferentes que observan o no la dignidad de las personas - dignidad que nace en origen de la idea de la existencia de un Dios que nos protege y es dueño y señor de nuestras vidas; que imparte una justicia sobrenatural que infunde temor (el temor de Dios, para que no nos desviemos de nuestra recta conducta)  ahora sustituido por leyes, policía y justicia; pero también por otros valores aprendidos, o tal vez casi innatos, procedentes de la formación familiar o institucional del Estado.
Por ello, la dignidad de las personas se puede observar como una cualidad común a todo ser humano - por su condición humana - o irse relativizando en función de la importancia social de cada persona, en cuyo caso los pobres, los desamparados, los estigmatizados, los presos, o los delincuentes… pueden llegar a perder toda consideración de dignidad dependiendo de circunstancias concretas y particulares - que puede ser transitorias, permanentes o culturales - de tal forma que, en ciertos países, carezcan, cierto tipos de personas, de dignidad digna de respetarse plenamente; como sucede con las mujeres en ciertos lugares, o con personas que padecen ciertas enfermedades en otros países, o por razones de tipo social o razón de ideas políticas o raciales.
Así pues, podemos observar que las raíces cristianas, o religiosas, se hallan en el fondo de toda cultura actual, y han ido evolucionando, esos valores religiosos - éticos y morales - hacia el terreno de la secularización apartándose de su origen religioso (infundido por el temor de Dios) y alcanzando definiciones laicas que no precisan del concurso de la existencia de un Dios para ser explicadas, entendidas y asumidas por la sociedad. Y no solo alcanzan esos valores a las sociedades de una nación en concreto, sino que esos principios éticos y morales son el centro de organizaciones supranacionales como en la Unión Europea o la propia Organización de las Naciones Unidas. Definiciones jurídicas que permiten llegar al ánimo de todos los países y todas las culturas que habitan la Tierra – esa ha sido la ventaja que nos ha otorgado las reflexiones sobre los valores y virtudes religiosas y su trasposición al ámbito aconfesional o laico, facilitando así una comunicación clara y efectiva; pudiendo ser plena, al eludir las cuestiones que tienen que ver con la perspectiva de Dios o de los dioses y las creencias particulares que pueden llegar a estar muy arraigadas en el ser humano en algunas culturas.
La negación de la existencia de Dios - o similar ente de difícil explicación y descripción - es un hecho que toma relevancia en nuestra cultura occidental de manera relativamente reciente; pues en el pasado los filósofos más prominentes de la antigua Grecia parecen no haber nunca dudado de su existencia; incluso los textos que nos llegan de escritores de la Edad de Oro española nunca lo pusieron en duda (salvo para dejar en evidencia el ejercicio arbitrario del poder cuando no cumple su función redistributiva con eficiencia o diligencia o para reclamar justicia; por lo que pudieran haber pensado que el ejercicio del poder tiende a alejar a las personas de Dios, tal vez por considerarse así mismas todopoderosas y de la misma omnipotencia que la divina) y, es más, bien se refieren a Él (a Dios) en sus escritos y novelas como elemento determinante de su devenir personal (fortuna e infortunio terrenal) y casi siempre pidiéndole amparo y luz, por lo que el cuestionamiento de su existencia por la élite erudita o pensadora  parecería reciente - y casi una forma de rebeldía que da lugar a una evolución en la que el hombre y la mujer se despegan de la protección de Dios, para afrontar en solitario sus vidas y confiando su existencia exclusivamente a su inteligencia - yo diría que utilitaria, emancipadora y soberana - en la idea de probarse a sí mismos ante la vida.
Por mi parte es obvio que Dios existe, tal vez no como lo presentan morfológicamente; pero si puedo decir - para aquellos que hayan pasado por similares experiencias a la mía - que pude compartir con compañeros de hace ya más de 40 años, que le he “tocado” - no con las manos, ni con los ojos, pero si en reflexiones; descubriendo que se haya  allí por donde la mente se pone a reflexionar; y muestra, sin mostrar, la inmensidad de posibilidades que se ofrecen para cualquiera que se acerque a su vera. (también sobre Él hice reflexiones previas, antes de ser consciente de haberlo “tocado”). Y por esa experiencia sé que: cuando los eruditos del pasado no lo ponían en duda lo hacían, probablemente, por haberlo percibido y “tocado” también. Y ellos me ha llevado a entender del porqué los hombres buenos fueron perseguidos al negarse a variar su percepción de Dios ante reyes o poderosos (no podía negar lo que habían tocado y vivido) y ello lo pagaran con la cárcel y la vida - pues el poder, aunque perciba a Dios, prefiere la utilidad de las cosas útiles, y el pueblo, sin ejemplos de esa naturaleza, es mejor reconducido por los gobernantes de acuerdo a sus propios intereses.
Desde este punto de vista se puede entender que la experiencia de Dios es un hecho universal al alcance de la experiencia personal de un ser humano; pero también se entiende que el "espacio temporal" de las acciones y decisiones de los gobernantes, de los Estados y de la iglesia, les llevara a decidirse por el camino de los intereses prácticos (lo que hoy se llama intereses políticos), y, si en el tránsito de alcanzar sus objetivos tropezaran con obstáculos, no duran en llevárselos por delante - aunque los así tratados fueran excepcionales seres humanos (por ejemplo el mismo Jesús; aunque no fue el único, muchos le siguieron en penalidades y martirios por negarse a negar su experiencia de Dios).
Siendo pues conscientes de la dificultad que existe en la actualidad para llegar a una idea de Dios que nos permita tocarle, como experiencia científica, que por todos pueda ser asumida - para que todos puedan constatar, y contrastar, su realidad - pues la sociedad, en su laicismo, y ante las maravillas tecnológicas, puede tender a ser plenamente ajena a la idea de Dios; pero siendo consciente de que todo el desarrollo de nuestra cultura y nuestras leyes derivan del origen de los valores cristianos (y, en otras culturas, en otros valores religiosos) se puede observar la necesidad de contemplar ese espacio – social, filosófico, político - que existe sin ocupar plenamente (pues como se aludió en otro artículo: aunque lo divino se presente a los seres humanos con distintos rostros, siempre es la misma divinidad) - incluso aunque esa divinidad la pudiéramos confundir con capacidades de nuestro pensamiento, inteligencia, cualidades orgánicas de nuestro cerebro.. - no podría dejar de ser la misma divinidad (pues ya estoy persuadido, desde hace tiempo, que cierta luz y brillo que vi en los ojos de mi padre cuando era niño, y luego más delante de manera ocasional, también no era otra cosa que el propio reflejo divino - aunque pudiera él mismo considerarse, así misma, persona atea; como igualmente lo percibí en los ojos de mi abuelo) y por ello está siempre presente en todo sitio y lugar - aunque a veces nos privamos de sentir su presencia cuando las preocupaciones, o sinsabores, se hacen patentes, o nos sentimos solos o aislados, y el mundo nos parece carecer del sentido que le da el amor (espiritual).

Mi visión del socialismo cristiano se estructura, pues, no de otra forma que mediante el símbolo esencialmente cristiano de Jesús; y aunque para los socialistas ateos, o gnósticos, pudieran no concebir que exista un camino entre socialismo y valores cristianos, uso de la idea de la imagen de Cristo-hombre para vincularme con ellos - pues si el ateísmo, y la religiosidad, son capaces de reflexionar en los valores cristianos, y señalar la distancia que nació en las élites cristianas para alejarse de los problemas y penalidades de los trabajadores - como así lo hicieron durante la Revolución Industrial - asegurando que Dios quería así la distancia entre ricos y pobres; y de la misma manera, la divinidad, puede mostrar el camino contrario . Y esa distancia interpretativa siempre tiende a existir, por el hecho de dotar a Dios de fisonomía humana, generando una gran diferencia en la percepción que tenemos del Padre Creador mostrado desde el poder y la percibida desde posición diferente - pues esa idea fisonómica no parece ser otra cosa que la identificación del poder humano terrenal con lo divino, para alcanzar la esfera de la ley universal - y que contrasta con la de su hijo (Jesús) qué bien parece venir a mostrar un camino en medio de tanto hombre-Dios que se enseñorea de los seres humanos y que tienden a abusar de ellos para preservarse así mismos.
Así pues reconozco el poder de la creatividad y el ingenio que tiene el ser humano; y reconociendo, también, que la divinidad todo lo impulsa y promueve, realizando a todos los seres - pues en ello no hay contradicción, ya que la vida es vida por voluntad de un suceso al que el ser humano es ajeno. Los científicos no pueden por sí generar vida de la nada, aunque puedan destruir vidas - o incluso las condiciones de vida en nuestro planeta - pero a la definitiva la vida vuelve a surgir. El ser humano puede contemplar el milagro de la vida, emularlo, ignorarlo o ningunearlo pero no puede hacer comprender las causas por las que el universo, aún en medios o entornos muy adversos, es capaz de propiciar la vida; y aún más, la vida inteligente.
La única posibilidad que tiene la ciencia de acercarse  a la divinidad es por medio de su inteligencia y su imaginación, y ambos hechos son difíciles de evaluar con precisión - y menos medir con exactitud - sólo pueden observarse sus efectos y maravillarse. Pues la divinidad es accesible desde una vertiente que nos posibilita, aparentemente, nuestro cerebro; cerebro que es un órgano receptor - como los oídos, o son los ojos. Es decir: la ciencia tiene en común con la divinidad, no tanto sus leyes o teorías, si no precisamente las mentes de aquellos que piensan, imaginan o intuyen; y a la vez y tienen a su disposición el lenguaje científico para expresar su experiencia - otra cosa son los "fiscales y jueces" de la ciencia, que precisan de los innovadores y creadores para avanzar; pues estos jueces y fiscales no siempre tienen el camino abierto para admirar o alimentarse de esa divinidad si son excesivamente materialistas.
Es mi visión socialista de tal naturaleza, que observo a los seres humanos iguales en condición, aunque desde que las estructuras humanas que nos hemos dado hayamos creado dignidades especiales - que bien parecen una manera de jerarquizar y ordenar la sociedad para que ésta sea eficiente. Y lo somos en condición, pues lo esencial en el ser humano se halla, parece ser, en su vida interior y en la expresión de este hecho particular en el exterior. Y en ello observamos la bondad, o bien hacer, o la inteligencia bondadosa o todo lo contrario - eso también forma parte de la vida.
Pero a la definitiva, todo ser inteligente responde a esas dos preguntas que formulaba al principio: ¿Qué es el ser humano? y ¿Qué sentido tiene la vida? Y las responde desde sus circunstancias particulares, generándose respuestas diferentes que dan lugar a actitudes también diferentes. Así que, mientras para muchos es pensamiento dominante que a la vida no hay que hacerle pregunta alguna sino vivirla lo mejor posible mientras dure, para otros la vida es un incesante investigar en la vida misma buscando respuestas, o asociando ideas, estableciendo hipótesis; y en ello encuentra satisfacción, o desesperanza, según sea el estado de ánimo o perspectiva.

Los gobiernos de los Estados al responder a esas preguntas (Qué es el Ser Humano? o ¿Qué sentido tiene la vida?) determinarán la bondad u optimización de los recursos de la gestión ya establecida; y aunque esas preguntas no se respondan explícitamente, se ven reflejadas, las respuestas, en los preámbulos o articulados de sus Constituciones.

Desde esta  perspectiva se puede llegar a entender mi vinculación cristiana, por medio de Jesús, con la política cotidiana, pues es el cristianismo quien modera el poder de los Hombres-Dioses (en primer lugar modera a los emperadores romanos) señalando que todos somos Hijos de Dios (sin distinciones de ninguna naturaleza en estos momentos) y por lo tanto sometidos a una misma justicia en derechos y responsabilidades. (más allá de la de los hombres - en aquél momento divina: del corazón, de la conciencia profunda e íntima - esa misma conciencia que se rehúye cuando buscamos lo útil o lo práctico y nos alejamos de sus consecuencias; y que me parece que es el motivo por el que convenimos, inesperadamente, algunas personas, en pensar que, de existir el Cielo tal y como se ha imaginado popularmente, difícilmente podrían entrar en él quienes así proceden tan utilitariamente; y ello fuera la causa de que buscaran pasar a la eternidad mediante estatuas u honores terrenales. Y en ello algunos pusieran mucho empeño; y por el contrario otros recibieran ese homenaje sin nunca perseguirlo).  Por lo que el objetivo del advenimiento del Reino de Dios a la Tierra es un objetivo permanente (y la herramienta que a todos nos une en ese fin es la de la Justicia Social).

lunes, 20 de febrero de 2017

Una ciudad de ensueño


Hace ya muchos años que íntimamente discrepo con el desarrollo urbano de mi ciudad y alguna vez lo he manifestado, pero no en los entornos más propicios y receptivos – aunque por entonces me los parecieran. Y acabé por pensar que era una visión muy singular la mía (pues mi paso por la Escuela Agraria , aún afirmó más, en mí, el valor de la necesidad de incorporar cierto sólido sosiego a la ciudad, del que parece carecer. Pero, al final, me dio por pensar que, precisamente las ciudades tienden a presumir del bullicio como elemento de identidad). Pero un día, en un acto de partido que incorporaba debate abierto, comprobé que había más personas que exponían un criterio similar al mío.
Resulta difícil que algunas opiniones lleguen con nitidez a quienes deben de valorarlas – tal vez porque, por lo común, existe un “filtro, generado por un “prejuicio”(como el señalado de bullicio e identidad urbana), que sostuviera la idea permanente de que una ciudad, por definición, es progreso en una determinada dirección que la aleja de todo lo que tuviera que ver con otra idea de “orden”  propio de entornos semi-rurales. Y ello parece sesgar, o directamente quitar fuerza, a otro tipo de propuestas, que acaban siendo miradas con las perspectivas propias de gestores acostumbrados a una visión típica (e implícitamente consensuada) de  desarrollo urbano. Por, lo que parece, que a lo sumo se dejan influir por modas y criterios vanguardistas que parecen llegar de de arquitectos “visionarios” que vinculan hormigón con filosofía, tan compleja, que parecen hablar de una nueva religión desconocida para la mayoría. Y, aún, a ello se viene a sumar una tradición en la manera de construir que, rara vez, se sale de lo previsible; es decir, es, o suele ser, fácil prever por donde se extenderá o se extiende la ciudad; y también es fácil prever que difícilmente varíe su concepción de “tipo” de hábitat urbano - que se viene reafirmando desde la Revolución Industrial de los años 60 en España - por lo que, salvo en las grandes capitales (en donde la innovación arquitectónica - puntual - se vincula tanto con el progreso cultural o la innovación creativa, impulsada por las grandes corporaciones como signo de identidad propia), el resto de ciudades, apenas se atreven a innovar en aquello que resulta más cercano al ciudadano y que no es otra cosa que aceptar que el número de personas y familias, que desearían vivir en entornos diferentes, no puedan hacerlo por falta de oferta específica en este concepto de confort vital - que rara vez ofrecen las ciudades españolas, incluida la capital principal del Valle del Ebro - si eres un trabajador de clase media- media.
No es raro observar en el Facebook que, de vez en cuando, sea común que aparezca ciudades ideales en vídeos de apenas algunos minutos; y que suelen referirse a las ubicadas en Holanda o países europeos que parecen ostentar una sensibilidad medioambiental - que por aquí, por España, solo parece emerger con fuerza, ideas parecidas en épocas estivales. Sin embargo sé que en Suiza también existe este tipo de ciudades sencillamente divinas; y que desde España son cada vez más los que las desearían para sus regiones o sus propias ciudades.
Contemplar que la gente se mueve en bici - con la supresión práctica de los vehículos a gasolina, o simplemente de cuatro ruedas - parece todo un espejismo especialmente ajeno en España (y me temo que la objeción tiene la fortaleza de poderosas razonas económicas que se podrían compartir en Italia); y es un anhelo al que estamos aparentemente abocados a renunciar; por lo que merece la pena hacer una reflexión que sea algo más profunda que una somera comparación con algunas ciudades europeas, - dejando las conclusiones a la imaginación de quienes ven esos programas destinados a sensibilizar a la opinión pública; pero que, a la vez, transmiten la sensación de ser un deseo difícil y complejo de obtener, y a definitiva perdido, por llegarse a la conclusión de que el tejido de interés económico que existe en torno al coche, al ladrillo y al suelo, resulta imposible de abordar para el común de los ciudadanos - sobre todo cuando el espíritu que guía, esas reflexiones, no es el de hacer negocios, si no simplemente el de iniciar un camino hacia el bien común que contemple las necesidades y esperanzas de convivir con el entorno natural en la medida posible, y demostrar que existen compatibilidades entre una vida urbana, tecnificada y de vanguardia, y con el respeto a la valoración del medio natural (hasta el punto de meterlo en tu casa). Y, ello, sin renunciar a la proximidad de los servicios básicos propios de su propia ciudad: colegio, sanidad, centros comerciales, comercio, seguridad…. y sin verse avocado al exilio para conseguir tal fin.
Cada vez que se plantea un escenario de crecimiento urbano alternativo aparece, por algún sitio, la idea de presentar antagonismos entre progreso y conservar,  y valorar, nuestro entorno, como si ello fuera incompatible (y, en el mejor de los casos, te mandan a vivir a un barrio rural o a un pueblo – dando por hecho imposible objetar, en modo alguno, al criterio dominante de desarrollo urbano en la actualidad vigente).
Cada vez que se habla de cierta sensibilidad sobre el medio ambiente existe el presentimiento de que hay una retórica recurrente que, por mi edad, veo como se construyó en mi generación (aunque siempre debió estar vigente en todo tiempo) a finales de los años 70, cuando los residuos nucleares eran tirados directamente al mar desde los barcos,  y a los que sólo oponía resistencia Greenpeace arriesgando vidas con su barco Rainbow Warrior. Desde entonces ha llovido mucho, y se ha demostrado que la tecnología camina y da resultado satisfactorio cuanto más condicionantes se le exige - por lo que el argumento de lo inevitable del procedimiento de tirar desechos al mar fue cediendo hasta desaparecer y se demostró, que en alguna medida, las grandes multinacionales querían beneficios como objetivo prioritario, y que gestionar sus residuos sería sencillo y barato, siempre que la opinión pública no metiera las narices en sus asuntos.
Hoy en día hemos aceptado pagar, todos los ciudadanos, los procesos de tratamientos de todo tipo de residuos que generan los bienes de consumo - desde los productos energéticos (como electricidad, carbón, petróleo..) hasta las bolsas de plástico que usamos en los supermercados - pero ponemos una condición, al menos, de manera implícita: Que no se ponga freno a la innovación tecnológica que ha hecho posible la energía eólica o solar, la optimización del rendimiento de la mecánica y la electricidad y, sobre todo, que se gestionen bien esos recursos para que no nos vayan apareciendo pufos por todos los lados, ni “listillos” que solo buscan sus beneficios dejando deudas de todo tipo a la sociedad; y, sobre todo, que desde el entorno político se llegue a un acuerdo nacional - para la buena gestión de todos nuestros recursos naturales energéticos y residuos – que se convirtiera en razón de Estado – sometida a la constante supervisión de la opinión pública, pues son los ciudadanos los que acabamos pagando todo.
Siendo así  considerado - como cuestión de todos, los asuntos derivados de las materias primas, la energía, y los residuos - aún más se debe considerar, así, el desarrollo urbano, debiendo este concepto recoger sensibilidades que ahora parecen olvidadas, y ajenas totalmente al concepto de ciudad – como lo son la sensibilidad medioambientalista en la arquitectura urbana  (como si nuevamente hubiera que prepararse para luchar contra el siempre, viejo recurso, de presentar un antagonismo, insalvable, al progreso humano con el confort medioambiental y saludable que debe existir en toda ciudad, más allá de lo tradicionalmente aceptado por las inercias de la Administraciones). "Siempre fue así la ciudad”, “¿Para qué cambiar?”. Pero con estas razones se tiende a olvidar  que la participación y la atención a nuevas ideas es parte esencial del concepto de democracia (la democracia se inició en el entorno de la gestión de tierras e intereses económicos de señores feudales, y luego burgueses enriquecidos, que dio paso a ricos industriales y comerciantes, que hicieron ver a sus representantes políticos, democráticos, que sus negocios daban riqueza a la nación - y ello creó, en principio, un grave problema de “indiferenciación” entre negocio, intervención política, riqueza, prosperidad y, bienestar social y democracia - al que los ciudadanos apenas tienen opciones de influir u oponer razones, cotidianamente, más allá del formato de la queja. Queja que sólo es atendida si alcanza la envergadura de clamor).
Todo ello se ha venido viendo como una secuencia indivisible de intereses dirigida por sobresalientes bancarios, comerciantes o industriales, que influían en el poder político en torno a esos intereses económicos – generando, por la importancia que poseían sus actividades para el desarrollo del país, un aura de excelencia, e inmunidad, a la que solo se ha podido empezar a cuestionar cuando los sistemas democráticos han empezado a exigir una transparencia sus actividadesdebido, en esencia, a los excesos cometidos durante esta última crisis económica, en lo referente a España; pero que debe de ser conducta, cotidiana, los controles democráticos sólidos, pues es obvio que la riqueza de un país debe ser gestionada por las mejores ideas y profesionales - y ni estas ideas, ni estos profesionales, salen, ya solo, de las sagas financieras familiares o políticas, pues el conocimiento se ha popularizado, y ello es un logró, un hito, conseguido por la era del conocimiento.
Dejando aparte esas diferencias de perspectivas, debemos reconocer la sensibilidad que existe en Europa ante los temas medioambientales y el aprecio de la naturaleza, y, por lo tanto, debemos seguir considerándonos unos europeos; y, como tales, seguir persiguiendo nuestro modelo de sostenibilidad y confort medioambientalista en los entornos urbanos de nuestra España - y en concreto de nuestra ciudad.
Así pues, mientras en los años 60 se seguía imitando, en las ciudades españolas, los modelos de edificios obreros urbanos de la URSS - a base de lo que los franceses llaman colmenas, con apenas 50 a 60 metros cuadrados, y dos dormitorios en un ínfimo cuarto de estar, mientras los profesionales de cuello blanco - representantes del progreso capitalista - se agenciaban a vivir en residencias con jardín piscina y coche-turismo - la construcción, en el modelo de colmena, apenas ha variado para aumentar un poco el espacio vital de las familias (20, 30 o 40 metros cuadrados, más, de piso, mejora de materiales, calefacción central, ascensor, electrodomésticos que facilitan que ambos progenitores puedan trabajar y producir en la sociedad, para realizarse en todas sus facetas personales) y, el espacio vital natural, es compartido en parques o zonas verdes comunes;  y, siempre, la orientación urbana se haya hacia el espacio público que permite el contacto directo con todo tipo de comercios y establecimientos de ocio (pues esa es su esencia).
Las familias han conseguido su segunda residencias en entornos playeros o de montaña y, en algunos casos - y a causa de la reciente reindustrialización en España - aún se conserva la de los abuelos (las pequeñas casas de pueblos, que han servido para no olvidar las raíces, para recordar las carencias pasadas y, sobre todo, para mostrar una adaptación de las nuevas tecnologías a los entornos rurales, dándoles una calidad de vida, en muchos casos, muy superior a la vida urbana - al menos en términos de calidad de las cosas y productos cotidianos (hablo del Valle del Ebro).
Con lo expuesto no me estoy refiriendo al uso de tecnología de vanguardia - aunque el uso de placas solares, materiales aislantes naturales, o la informatización de los hogares, pudiera estar al alcance de nuestras posibilidades en la mayoría de las familias - me refiero, sencillamente, aquellas posibilidades más simples de conseguir, pues para su realización bastarían con aceptar un concepto diferente de desarrollo urbano, - que sigue sin contemplarse por una mera cuestión, a mi modo de ver de “inercia” de la que no se puede apear la Administración, ni los intereses económicos que existen sobre las perspectivas de los terrenos que se encuentran en las inmediaciones de las urbes.

La tentación de expresar una visión de ciudad ideal es casi irresistible; pero ello podría interpretarse como una negación de todo el gran esfuerzo realizado durante la etapa municipalista de la democracia. Sería muy justo, pues ya en sus inicios se contemplaron reivindicaciones históricas de los ciudadanos sostenidas por lo que fueron las antiguas organizaciones de “cabezas de familia”, como precursoras de las entidades vecinales (pues no daba más opción el anterior régimen) que permitirán encauzar las preocupaciones de los vecinos, e influir, decisivamente, en las actuaciones políticas, que así adaptarían sus proyectos y visiones, en la medida de lo posible, a la perspectiva vecinal.
Por lo que, por esa razón, renuncio a una enmienda a la totalidad; pues ello también implicaría negar, en cierta manera, la propia historia de nuestra ciudad - reflejada en sus calles, plazas y edificios, que han sido transitadas, y han estado presentes, generación tras generación, como parte de un escenario inmutable que podemos observar, retrospectivamente, gracias a la tecnología de ahora y antes - por medio de las obras artísticas de pintores, por lo común afamados, cuyo objetivo no sólo era puramente artístico, si no documental, con el fin de que los gobiernos centrales pudieran decidir sobre actuaciones, en ocasiones urbanísticas - y que fueron testigos casi inmutables y mudos del paso de los hombres y mujeres de esta tierra durante siglos - con sus cambios de indumentaria y sus costumbres; y que también nos han trasmitido en la evocación del recuerdo de confrontaciones sangrientas - cuando nos muestran las cicatrices con que la violencia humanas nos alcanzó, dejando sus huellas en muros de ladrillos, o piedras. Y ello no se puede obviar, pues, a la definitiva, es el vínculo más próximo, más determinante, que junto con el clima y la orografía circundante, ha venido a determinar el carácter de sus ciudadanos y, sobre todo, de aquellos que se han acercado a la tarea de gestionar la ciudad y modelarlas desde sus Ayuntamientos - símbolo de las fuerzas que se unen con el objetivo de sumar voluntades, como desde la participación ciudadana organizada (según las prioridades de vecinos, comerciantes, industriales, profesionales…). Nada de ello se pueden negar; y, por el contario, ha de valorarse cada día más, pues si existe una expresión clara, y visible, de nuestra identidad como ciudadanos es, precisamente, en nuestras ciudades dónde se pueden encontrar los rasgos de nuestros acuerdos y desacuerdos - pues en sus calles, y en sus actuaciones urbanas, a veces interrumpidas, se hayan escritos, de manera visible pero encriptada, las ideas, las tendencias, los proyectos, las discusiones y, la filosofía y modas, a las que hemos cedido o resistido.
La gestión de nuestro casco urbano no solo debe ser lo que sus vecinos quieran que sean - que lo debe ser – si no que debía estar presidido por una idea clara y globalizante de: hacia dónde queremos que vaya a su gestión en su conjunto; con el fin de que por fin se visualice, algún día, una armonía de conjunto – lo más plena y previsible posible - que resalte su identidad, y su singularidad, desde la belleza de la estética; siendo esta, la belleza y la estética, la expresión final de una armonía que se sitúa por encima de toda discrepancia o lucha; y como coronación a todo fuerzo cotidiano encaminado a la gestión eficiente de nuestras posibilidades urbanas. Objetivo, éste, que resaltaría nuestra identidad y despertaría el interés por nuestro “hogar urbano” más allá de las visitas turísticas de dos o tres días. 

Pero dejando el casco urbano, me centro en la idea que motivaba este artículo, y que a ella me adentro señalando la necesidad de poner límites al crecimiento del casco urbano, con la finalidad de cambiar el crecimiento y la edificación vertical por la horizontal. Es decir, es posible considerar que la ciudad precisa cinturón verde que la contenga y que sea lo más ancho posible (la contaminación, las boinas de invierno y verano, incluso el excesivo recalentamiento que genera el cemento, precisa de un entorno verde qué tienda moderarlo). No hablo de zonas verdes interiores que sirven como zonas de sosiego y expansión de las personas, si no a un verdadero cinturón que afecte al microclima de la ciudad - y que por lo oneroso del mismo, a la hora de constituirlo, bien debiera de abordarse bajó la idea de la iniciativa particular.
Para ello bastaría en primer lugar con señalar un límite aceptable a la edificación vertical y, a continuación, señalar las zonas de crecimiento horizontal (con casa unifamiliar, con terreno adosado - más allá de un pequeño jardín). Y ello haría posible que, la creación del cinturón verde, quedara en manos particulares; por lo que su gestión y conservación no requeriría especial esfuerzo público. 

La vivienda unifamiliar es un concepto de hábitat que tiende a sacarse fuera de los límites de la ciudad - es más, tiende a alejarse lo más posible del casco urbano -, con el aparente fin de reservar espacio al modelo de crecimiento arquitectónico que ya existe, o lo que es decir lo mismo: persistir con el modelo de colmena soviético para obreros, pero mejorado (como ya lo señalamos anteriormente) y es, precisamente, de lo que se trata es de cambiarlo por el modelo casa/jardín. Esta idea ya se intentó en nuestra ciudad desde perspectivas diferentes (la “Ciudad Jardín” es un buen intento urbano, algo comprimido, que contrasta con las edificaciones asumidas por Falange en los barrios de Las Fuentes, Alférez Rojas o más allá del Arrabal - nada tiene que ver una vivienda de 50 metros cuadrados de media con otra de 60 o 70 metros cuadrados más jardín, que subsistieron en épocas similares; y mucho contrastan estos modelos con las urbanizaciones de chalet cercanas al “ojo del canal” - donde el espacio de las edificaciones sobresalen por sus envidiables dimensiones. Los barrios rurales de la ciudad fueron el objetivo de viviendas unifamiliares durante los años 80,  pues se consideraron, probablemente, lugares que no afectarían al desarrollo urbano del casco urbano y su eterno proyecto de expansión). Pero lo que propongo es precisamente ponerle coto, lo más rápidamente posible, a esa fórmula de crecimiento vertical, pues bien se ha hecho excepciones a las fórmulas de crecimiento vertical en el propio casco urbano (como se puede apreciar en zonas como el paseo Rosales o como existieron el Paseo Sagasta y que se remontan a decenas de años - pero que la inercia del modelo vigente tiende a expulsar, probablemente, por cuestiones especulativas que tienen a orillar la estética y el concepto de confort que siempre existió en la idea de una vivienda con jardín).
Esta limitación urbana permitiría concentrarse en la renovación del casco urbano y su orientación y diseño que buscara una mayor armonización arquitectónica con las señas de identidad tradicionales de la ciudad -  y que tienden a perderse, aparentemente, por proyectos amparados en modas; y las modas pasan de moda, pero dejan huella en la fisonomía de la ciudad y nos hacen perder identidad propia.
Por otro lado el cinturón verde generado por casas unifamiliares permitiría proporcionar cierto alivio en la atmósfera humana con la captación de contaminantes y la mejora del microclima.
Nada quería decir más sobre el coche - elemento simbólico de la ciudad. Siempre pensé que su uso debía ser limitado - al menos de lunes a viernes - a servicios de necesidad (Servicios Públicos, emergencia, comercio..) pero parece batalla perdida frente a ese argumento que ensalza libertades personales de movimiento - aunque sea a costa de contaminantes y ruido; Poco se repara en que los anuncios de coches nunca, creo que nunca, muestra un modelo, que quieran vender, en medio de un atasco urbano; siempre lo hacen en carreteras llenas de bellos paisajes naturales, invitando a viajar y explorar el territorio, trasmitiendo esa idea de libertad (bien debiéramos tomar nota de esos anuncios cuando compramos un coche, pues ése debiera de ser su uso y no el de hacer nos pasar ratos de nervios, y mala sombra, en trayectos urbanos que podrían cubrirse con transportes públicos). Y soy plenamente consciente de que está nota, ahora, puede apreciarse como una dudosa aportación práctica a los momentos en que la GM cuestiona su futuro, en medio de una aparente conexión con la política del archimillonario presidente norteamericano, pero confío, porque así he tenido oportunidad, al seguir las presentaciones de ideas de futuro de las grandes marcas de automovilísticas – en conferencias específicas en nuestra ciudad - que la tecnología acabe por humanizar este invento que genera cerca de 4000 muertos al año; si no excluimos, como ahora se hace, los fallecimientos y muertes producidas en cascos urbanos en nuestro país; y las decenas de miles de secuelas físicas que dejan - sin enumerar las tragedias familiares que generan de por vida; pero como dicen sus incondicionales partidarios, es el precio del progreso y del empleo, y lo pagamos todos sin objeciones, como siempre, pues hemos construido una red de intereses económicos, laborales y tecnológicos, en torno a un concepto de transporte en el que estamos atrapados; y cuya única esperanza, no es otra, que evolucione con la suficiente velocidad para que cesen sus devastadores efectos colaterales - y este es el sentido de la observación realizada. Y este coste es importante y se puede cuantificar en una relación Negocio/Costes colaterales (pues ahí están las aseguradoras y con sus datos) pudiéndose crear un balance, riguroso, entre lo que aporta y que lo que nos reclama el automóvil – pues de alguna manera es necesario de que seamos plenamente conscientes de que toda economía suele tener un aspecto que suele pasar por invisible, para desde ahí adaptarnos a la realidad de la condición humana. 

Mención especial, e incluso capítulo aparte, merecería el tratamiento urbanístico del río Ebro a su paso por la ciudad. Más allá del esfuerzo realizado por la propia UE para que nuestros ríos tengan, al menos, un mínimo espacio propio dentro de la configuración urbana de las ciudades. Pues merecen nuestros ríos, cuando pasan por los entornos de concentración de ciudadanos, un reconocimiento urbanístico que esté a la altura de la importancia esencial que representan para nuestras vidas (para nuestras industrias de todo tipo, nuestras economías, nuestra salud y nuestro bienestar); algo de lo que estamos lejos de reconocer cuando no le otorgamos un espacio vital que lo resalte en ese reconocimiento que se merece (Y eso también es filosofía urbanistica). 


martes, 14 de febrero de 2017

El PSOE tiene el ineludible deber de triunfar

Es el segundo artículo con título similar que realizó en menos de un año, o año y medio, y ello muestra, no otra cosa, que la preocupación que sigue presidiendo mis pensamientos por mi país, y por el partido que debe sostener el equilibrio y la moderación que debiera estar presente, muy presente, en nuestra España; para que sirva de referencia y apoyo a nuestra Europa. Pues en los momentos de agitación emocional de la sociedad, es fácil dejarse seducir por ideas tan sencillas como rígidas que prometan resultados inmediatos sin reparar en sus consecuencias, y todos sabemos -aunque la debilidad lo niegue por cierta desesperanza - que las mejores reflexiones, y las proposiciones que estás estimulan, se hayan cerca de la moderación y la templanza. Y, tanto la moderación como la templanza, requieren de serenidad para llegar a ellas; siendo la serenidad lo primero que tiende a perderse cuando las cosas dejan de ser previsiblemente positivas.
Queremos que España quede dentro del espacio democrático que más virtudes nos deparen a todos. Y ese espacio democrático no es otro que el que va desde el centro derecha al centro izquierda. Más allá de esos límites se hallan los conceptos políticos excluyentes que no contemplan el derecho democrático a la alternancia como virtud propia de la moderación – y, por tanto, de la aceptación del error como parte de la naturaleza humana: error en nosotros y en el otro, que permite el avance social desde la esfera de lo individual a lo colectivo, como un continuo proceso interminable de acumulación de experiencia que apenas puede transmitirse intergeneracionalmente; y que es el motivo por el cual, cada generación surge con una “mochila” heredada que tiene que gestionar por el mismo procedimiento de acierto-error.
Dada la tendencia generalizada a no reconocer errores, el sistema democrático es el único sistema que garantiza el relevo en el poder sin violencia, por medio de los votos hacia las dos direcciones: izquierda y derecha. Por mucho que un gobierno sostenga, de sí mismo, que no comete errores, o que estos eran ajenos a él, será la opinión pública y su sensibilidad la que decidirán y valorarán esta situación. Es por medio del voto que refrendarán, o propiciarán, los cambios de gobierno para así reconducir, constantemente, los gobiernos de su nación, o instituciones. Cuando las formaciones políticas se alejan del centro derecha, o del centro izquierda, tienden a considerar - cuando alcanzan el poder - que su proceder político está exento de errores; y por ello toda inclinación o deseo de cambio de la sociedad es considerada un error que está inducido por el pensamiento de personas, o partidos políticos, contrarios a su proceder revolucionario en el gobierno. Proceder que se considera a sí mismo revolucionario o de máxima justicia, por lo que toda persona, o partido que se oponga, se puede llegar a considerar contrarrevolucionario o injusto. Y, ello, para esos gobiernos que se sitúan  más allá de la moderación, llegando al extremismo, es un delito que se ha de perseguir para asegurar el triunfo de la revolución o de la justicia.
De ahí que el triunfo de Pablo Iglesias contenga dos aspectos a destacar: el primero es que Podemos se ancla en un entorno que va más allá del centro izquierda; es decir, triunfan las tesis revolucionarias, o pseudorevolucionarias, por lo que, es previsible, que de llegar al poder tendrían, tarde o temprano, la tentación de modificar las reglas de alternancia democrática (como constantemente se ve en situaciones parecidas en otros países); para dificultar el acceso al poder de cualquier otra fuerza política diferente. Y que las quejas, ante estas modificaciones legales, fueran observadas como amenazas a la revolución o a la justicia; y sus protagonistas podrían acabar siendo perseguidos por sus opiniones.
Por un lado, Podemos, en un 60%, quiere la revolución. Y aún más, Pablo Iglesias busca acuerdos con los revolucionarios puros que hay dentro de su partido, para frenar al ala moderada representada por Iñigo Errejón. La amenaza que representa esta formación para sistema democrático español - tal como se conoce a la democracia occidental - es clara, y el único freno es el PSOE. El hecho de que venza Pablo Iglesias da aún mas respiro al PSOE – aunque, con ello, aumente el peligro y riesgo para España.
El PSOE precisa, pues ahora, acertar en los matices que debe reunir el nuevo secretario general socialista, pues la radicalidad de Podemos - refrendada en Vistalegre II - le concede un espacio libre a los socialistas; y ese espacio es, probablemente, la última oportunidad, de facto, que tiene socialismo español para reconstruirse, sin tener que disputar territorios por la izquierda. Bastaría apelar al sentido de un socialismo democrático, con valores sólidos, para señalar la frontera con Podemos, de una a manera clara y meridiana.

Pero para esta tarea los socialistas deben elegir acertadamente a su nuevo secretario general, pues no sólo deben de señalar esa clara frontera con Podemos, sino, además, atraerse  el reconocimiento de una sociedad española que parece votar al PP, más por miedo al futuro, y por asegurar el sistema democrático de la alternancia, que por otra cosa.

Y en ese pensamiento, el PSOE, puede constituirse como garantía de constitucionalismo y progreso. Lo que permitiría recuperar buena parte del centro social y poder optar a gobernar España, como relevo del PP, aunque sea mediante el pacto con la parte de Ciudadanos más progresistas, y recogiendo cierta sensibilidades sociales que Podemos, ahora, tiende a ningunear - al rechazar a Iñigo Errejón.  Ese espacio de Errejón queda a disposición de ser ocupado por los socialistas - y en términos de votaciones supone 7 puntos más, de voto posible para los socialistas. Y si a ello sumamos que la elección de un buen secretario general socialista puede obtener, no sólo esos 7 puntos de votos de Podemos, sino no hasta otros 7 puntos pertenecientes al centro social - que ahora están repartidos entre PP, abstencion y Ciudadanos - podríamos señalar que la elección correcta de un secretario general del PSOE podría incrementar hasta 14 puntos su actual situación.
Es decir: el PSOE rondaría el 36% de los votos - y con una expectativa, además, de aumentar más la participación de los votantes de centro y centro izquierda que se hayan ahora desalentados por la situación política del país, del PSOE y del PP.

El resumen, hay dos premisas que el PSOE debe reunir para recuperar la posibilidad de gobernar y con ello preservar los valores esenciales de una democracia occidental europea:
- marcar con claridad (y calidad) su límite por la izquierda - hecho que es facilitado por el triunfo de las tesis de Pablo Iglesias y que deja al 33% de Podemos sin representación en su partido (es decir: huérfanos).
- mostrar valores, como la templanza, para ganarse el centro, y parte de la abstención de la sociedad que se encuentra incómoda con la situación actual del panorama político del país.

Sabiendo, pues, que es lo conveniente para el partido en este momento, (y teniendo en cuenta que el PSOE, posee, aún, el rasgo de mostrar y contener en sí mismo, el reflejo de la sociedad en sus aspiraciones a un progreso social, económico, equilibrado y sostenible en el tiempo; y, además es representativo de lo que es conveniente para España) es preciso, ahora, desde estas premisas, acercarse a los rasgos de candidatos socialistas a la Secretaría General para verificar, si en esos rasgos, se hayan, ahora, las cualidades que serían necesarias para cumplir esos dos objetivos que precisa el partido (y, por lo tanto, España).

Un perfil de candidato socialista que se deje deslumbrar por Podemos, o sea permeable a sus maneras y formas, obstaculiza gravemente la labor de generar una frontera clara, meridiana y de calidad entre el PSOE y Podemos. Y nunca serían creíbles, del todo, los argumentos que usara en sus discursos y comparecencias cuando precisara marcar distancia con esa formación política. Y si la frontera no está clara se podrían repetir la crisis interna dentro del PSOE. Es decir: Seguiría existiendo el peligro de identidad en el Socialismo – y, ello, fue en última instancia la verdadera causa de fondo del último y más grave enfrentamiento entre socialistas: El peligro de caer en la falta de Identidad y que tensiona al partido hasta el peligro de la ruptura interna. Tampoco este perfil garantiza la ocupación del espacio Errejonísta (ahora huérfano) pues siempre es sabido que entre original y copia siempre se opta por original. Y mucho menos, este perfil pudiera optar con garantías a atraer e ilusionar los votos del centro que están alojados – de manera “forzada” por las circunstancias – en el PP o en Ciudadanos, o que se abstienen en espera de claridad. Este perfil sería pues, bajo este análisis, muy inadecuado en la situación actual.

 Tampoco parece conveniente el liderazgo de un perfil moderado que pretenda canalizar y reorientar a los militantes socialistas más conmovidos con la crisis escenificada en el partido. Aunque la tarea sea necesaria y meritoria, en ella existe, implícitamente, un sacrificio de la imagen propia que le restará fuerzas en la proyección nacional en unas elecciones generales.

Un perfil de fortaleza sería la lógica solución para los fuertes liderazgos. Este tipo de fortalezas señala el camino a la fortaleza del PSOE; pero es difícil que ese perfil encuentre el camino de la unidad socialista, dado el precedente de una división en la que se ha participado de alguna manera. Y siendo parte es difícil presentarse, en estos momentos, como un todo. Al menos de momento.  El enconamiento existente parece haberse construido más con las tripas que con el corazón;  y esa herida ha de resolverse y cicatrizar se lo antes posible con la elección de un buen candidato que supere todas diferencia ( es decir: un candidato que no recuerde que ha sido parte que pugna o ha pugnado).

Ya señalé, y me vuelvo a referir a la necesidad de que precisamos el modelo de socialismo alemán - lleno de sólidas convicciones democráticas, inteligente, claro y con mucho temple,  y templanza,  que sea capaz de marcar los tiempos de la sociedad y serenar toda esa efervescencia por medio de la experiencia y la veteranía  (es curioso que ahora reclamemos ello, después de haber pedido una etapa de renovación. Pero en ello no hay contradicción;  no se pudo llevar a cabo la renovación lamentablemente y por ello estamos ahora en el terreno de reclamar veteranía, templanza, experiencia, solidez, sabiduría y mucho pedigrí).

El perfil que considero idóneo es aquél que sea de una persona llamada a una tarea que no tenía previsto realizar en su horizonte. Y es llamada por sus cualidades – recién descritas – que transmite seguridad, templanza y humildad; así como sosiego. Perfil que hace volver la vista a tras, a los valores de siempre – esos que son siempre admirados y a los que acudimos cuando tenemos problemas. Personas que nada tienen que demostrar en su entorno social, ni así mismos; pues simbolizan la experiencia consumada y el fruto ya maduro de la sabiduría presidida por la discreción y el recato. Es el perfil de aquél que vuelve para servir cuando ya no existe en él un ápice de ambición, por lo que todo en su persona no es otra cosa que servicio a su sociedad.
Ese es, para mí, el perfil más adecuado. No solo para el PSOE actual, sino como Presidente del Gobierno de España en las actuales circunstancias políticas de la nación.

Esperemos, no obstante, que la brillantez del partido se muestre en todo su esplendor, con decisiones acertadas; y los militantes sepan reconocer la oportunidad que se pueda brindar, por el bien del PSOE, que es el bien de España.

sábado, 11 de febrero de 2017

Una Europa de ensueño

            En artículo precedente hable del probable miedo que tienen las naciones europeas a perder su identidad e integrarse en una Unión Europea que diera como resultado los soñados Estados Unidos de Europa. Y ello lo achaqué a dos razones: la primera, según me parece, es que la existencia de Naciones permite aun la subsistencia de oligarquías que se sostienen en tramas de intereses económicos que les permiten situarse por encima de los intereses de sus propios ciudadanos; obteniendo, así, cierta inmunidad ante las normas que a todos nos damos; y, además, sostienen una posición de dominio que les otorga una riqueza personal, o familiar, que resulta cuestionable desde el punto de vista moral - todo ello dado las profundas desigualdades que existen dentro de la sociedad y que se expresan como falta de igualdad de oportunidades para los habitantes de una misma nación - y, también, entre las naciones. Por ello mi fe está, y seguirá estando, en la lucha decidida por el advenimiento de los Estados Unidos de Europa.
             Esa es una razón más, puramente social y económica, para promover el impulso hacia el camino que nos lleve a conformar la Unión Europea en un verdadero y único estado. Pero hay más razones que atañen a otros aspectos que son esenciales para Europa y para la humanidad futura.
          No entraré, en profundidad, en los valores que se sostienen en Europa sobre los productos, el comercio y la protección de los trabajadores, bastará decir, simplemente, que en Europa existe sensibilidad por el medio ambiente, la ética económica, la seguridad de los trabajadores, la protección de la mujer y la infancia, y por el mantenimiento de la democracia, como fórmula que permite a las personas prosperar material y espiritualmente, sin que exista ninguna discriminación; y ello es un objetivo de tal magnitud, y tal profundidad, que no se halla en ninguna otra parte del mundo, al menos en las dimensiones y potencia que existen en Europa. Por lo que Europa puede convertirse en el símbolo del progreso y la libertad de los seres humanos, y de las personas de todo el mundo (si no es que , en cierta medida, ya se está convirtiendo en ello).
               Desde estas líneas quiero resaltar un aspecto que parece esencial para que ese fin nos lleve al establecimiento de los Estados Unidos de Europa. Ya lo señalé de pasada en artículo precedente, y no es otra cosa que la historia de las naciones europeas. Esa historia particular actúa como elemento diferenciador y singular frente a otros, propiciando rivalidades de toda naturaleza.
                La historia particular de cada nación debe conducirse e integrarse en una narración del proyecto europeo que haga evidente su necesidad en el momento actual y lo impulse a con energía. La historia debe de renunciar a ser instrumento de confrontación para constituirse en elemento esencial del hermanamiento de la humanidad.
          La historia se construye sobre territorios políticos, por ello la historia se puede instrumentalizar con un fin (véase el caso actual de Cataluña en España) y sin embargo un territorio con fronteras políticas es cada vez menos útil para enfrentar los problemas que deben resolver la humanidad en el futuro.
          Desde mi punto de vista la división política dentro de Europa - que conforman las distintas naciones europeas - responde a pugnas de fuerzas y violencia hicieron posible la aparición de fronteras políticas entre las naciones.
        El futuro nos susurra que se ha de mejorar enormemente la gestión de los territorios para que el agua y la tierra sean lo suficientemente sanas como para sostener los miles de millones de personas que habitarán el planeta en el futuro inmediato; y cuya salud y bienestar dependerá, en primer momento, de la preservación y pureza del aire, la tierra y el agua. Y estos elementos naturales han de protegerse mediante una optimización de la gestión, para que la humanidad pueda sobrevivir a su propio desarrollo demográfico y económico
           Ya señalé en el pasado que  la Unidad de Gestión Territorial básica es la cuenca hidrológica. La gestión del territorio por unidades de Cuenca es una idea netamente española y aragonesa. La gestión por cuencas señala un territorio natural, más allá de fronteras políticas, que sostiene una integridad respecto de la tierra y el agua que la nutren. Es fuente, esa gestión, de toda riqueza inicial. Su correcta gestión da lugar a la optimización de cosechas vegetales, producción animal y productos y subproductos precisos para todo tipo de industrias esenciales, que hacen posible la supervivencia del ser humano sobre la tierra.
          Por ello el pensamiento conservacionista (ecologista) debe de orientarse a esa protección del territorio y de su agua como garantía de una calidad de vida que debemos legar a las generaciones futuras en las mejores condiciones posibles.
           La reordenación del territorio europeo por medio de la gestión territorial, basada en Unidades de Cuenca, y su posterior consideración de región natural (cada región es Una unidad de Cuenca con sus subcuencas) sería una alternativa que uniría en un proyecto común a ciudadanos y personas de las distintas regiones y países actuales; diluyendo fronteras políticas, y cuyo objetivo no es otro que el de la optimización de la nueva concepción de territorio regional (que es la cuenca hidrológica) con su propia autonomía política, e integrado, directamente ,en los Estados Unidos de Europa.
          En ese camino de reordenación territorial, las naciones europeas perderán su historia singular para integrarse en otra historia más grande y de gran importancia mundial, que es la historia del proyecto de Europa. Dejando de ser un obstáculo, esas historias nacionales particulares, para el proyecto europeo.
          Ello no daría paso a una pérdida del sentido de identidad que precisan las personas y los ciudadanos; pues las tradiciones culturales, vinculadas con el territorio proseguirían, pero en el marco y concepto de cultura europea. Así mismo, la idea de Cosmopolitanismo, al que la tecnología de la comunicación nos aboca, seguiría existiendo, sobre todo en las ciudades, como símbolo de vanguardia cultural en Europa.
        Hacer del territorio europeo un conjunto de regiones naturales (cuencas hidrológicas) cuyo objetivo es la gestión del territorio equilibrada y sostenible (en los tres aspectos: económico, social y medioambiental) es un objetivo seductor, que facilitaría enormemente el advenimiento de los Estados Unidos de Europa; pues su primer efecto no sería otro que la disolución real de las fronteras políticas, así como la desaparición de gobiernos nacionales, y sus ministerios y estructuras autonómicas, que sería sustituidas por gobiernos autónomos de cada Cuenca Natural y con único gobierno de nivel nacional, que sería el propio de los Estados Unidos de Europa. Y ese gobierno de Unidad de Cuenca estaría complementado con una comarcalizacion que se situaría dentro de las unidades territoriales naturales (cuencas hidrológicas) y que se corresponderían con las subcuencas hidrológicas y las áreas metropolitanas (estas lideradas por los grandes centros urbanos). Y todo ello presidido por una autonomía municipal que sería la unidad básica de gestión social y ordenación territorio social. Es decir: municipio, comarca (que se corresponderían con subcuencas hidrológicas y con áreas metropolitanas), Unida natural territorial (que sería la cuenca hidrológica) y, como cúspide organizativa los elementos propios de un Estado, el Gobierno europeo (con sus parlamentos - que podrían constituirse como cámara territorial Senado, en el que se hallarían las comarcas representadas; y Congreso representación ideológica por voto directo, con sus ministerios, sistema judicial, de seguridad, de Sanidad, de Educación, de Ciencia, de Industria de Agricultura y Ganadería de Comercio, de igualdad, de protección a la infancia y a la vejez ,...etcétera. Cuya gestión abarcaría todo el territorio europeo.
        La cultura, tradiciones folclóricas y símbolos seguirían existiendo dentro de la Unión territorial natural (que son las cuencas hidrológicas) y enmarcadas dentro de las peculiaridades propias del territorio. Al igual que las lenguas habladas. Pero perdería, todo ello, el concepto y la idea de identidad nacional (que siempre es un factor de rivalidad) para formar parte de la diversidad de Europea.
           Procediendo de esta manera se deshabilitaría el concepto de historia nacional identitaria que tanto perjudica el acceso a los Estados Unidos de Europa.
           Análogamente, esta idea de los Estados Unidos de Europa representa también un resurgimiento de los valores más internacionalistas que sostienen las sociedades occidentales - cuando miran el horizonte de su futuro sin miedo. De esta manera, toda la historia de cada nación - que ha hecho posible su existencia política y la creación de fronteras - se sacrificaría en un gran homenaje al proyecto de mayor envergadura que se ha dado hasta la fecha en la historia de la humanidad: la creación de los Estados Unidos de Europa.