Soluciones drásticas? No Gracias. (y menos por opinar)
A veces se tiende en nuestra sociedad a buscar soluciones «fáciles» (aunque sean superficiales o dañen a terceros) en vez de reflexionar ante situaciones que nos pueden conmover o impactar por inesperadas cuando observamos cómo recaen sobre otras personas males inesperados.
A nadie le agrada que se sotengan opiniones o explicaciones sobre sucesos cercanos a nosotros que son interpretadas de manera tan diferente que nos contrarian hasta tal punto de considerarlas absurdas. Aun más incomodo si ello se refiere a situaciones que les suceden a amigos o a personas cercanas. En ocasiones evadimos reflexionar profundamente para evitarnos una mayor contrariedad en esa reflexión y nos veamos obligados a cambiar la percepción que teníamos de unos sucesos o de la sociedad en la que vivimos. Es más fácil, entonces, buscar una explicación más sencilla e incluso culpar, como suele suceder con frecuencia, al que ha sufrido el perjuicio de su propio perjuicio o al que hace la reflexión que nos desagrada de locura. Lo hacemos para sentirnos a salvo, pero a veces se impone meditar y aceptar que el mundo en que vivimos es más complejo de lo que realmente nos gustaria que fuere y que ello es por causa en la que todos venimos a participar de una manera u otra.
Esta situación no sólo se da en los entornos sociales cotidianos, también ocurre en otros niveles donde estamos acostumbrados a aceptar más facilmente comportamientos que van contra las libertades personales si en ello vemos razones propias de regímenes políticos autoritarios. Así venimos a aceptar que en Rusia se controlen las opiniones y criticas internas de los ciudadanos contra el Kremlin o que en China se controlen y prohiban las manifestaciones estudiantiles contra el régimen de ese Estado y nos decimos: Es natural, son intolerantes, no son verdaderas democracias.
Sin embargo sus habitantes son personas como nosotros y con deseos de libertad como los nuestros.
Si examinaramos nuestras vidas personales tal vez viéramos que en nosotros tampoco aceptamos esas visiones diferentes en otros y menos si esos otros son cercanos, incluso podriamos recordar nuestros enfados, disgustos y amenazas de perder amistades en razón de oponiones. Realmente somos tolerantes?
No tanto como creemos. Incluso existen entornos en nuestra España democrática en que las opiniones diferentes se pueden considerar causa de locura y tratarse médicamente. Así hay quienes proceden unos contra otros si en ello encuentran cauce.
Cuando vivimos no solo desarrollamos las funciones propias biológicas (como comer, dormir, o locomotoras como andar...) también vemos lo que sucede en nuestro entorno con nuestros ojos u oídos, ello que vemos también ha de «dijerirse» y no siempre es fácil, a veces produce «indigestión». Por ello tendemos a buscar respuestas a lo que vemos y oimos que no nos generen «indigestiones». Es una cuestión de supervivencia. Pero la realidad está ahí y si no hacemos algo por cambiarla siempre estará ahí causando daño al más ingenuao, al más noble, al más sencillo. Es un pecado, de alguna manera, de omisión. Y reconozcamolos, se tiende a escurrir el bulto o, en el peor de los casos a hacer como en el chiste de Gila (me meto, no me meto... y le pegamos una paliza entre los cinco..)
Los hechos, los datos, aun siendo efectivos, no son la realidad, no tienen ellos por sí realidad y como no la tienen, mal pueden entregarla a nuestra mente. Para descubrir la realidad es preciso que retiremos por un momento los hechos de nuestro entorno y nos quedemos a solas con nuestra mente... No debería ser necesario hacer constar esto: todo el que se ocupa de labores científicas debería de saberlo. Ortega y Gasset (1932)
Miguel Ángel Ibáñez Gómez - maiges_ps@hotmail.com
- Cateyes: ¿Lo Aparente y Lo Real?
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jueves, 27 de septiembre de 2018
martes, 25 de septiembre de 2018
La "extraña" situación de los militares (y no sólo en España, sino en también otros países de Europa)
Resulta llamativa la
caballerosidad, la educación y la formalidad y respeto que viene a percibirse,
como norma general, en la mayoría de los cadetes, alféreces de cualquier
Academia Militar del occidente avanzado, sobre todo porque durante decenios
estuvimos acostumbrados a los excesos realizados por los ejércitos – sobre todo
de países de la vanguardia occidental como EEUU – sobre territorio ajeno y
sobre todo sobre civiles. También resultó desmoralizante ver que las torturas
por el ejército norteamericano en la base de Guantánamo persistían después del
conflicto militar con Irak y que ningún Presidente de USA consiguiera, aunque
fuera un propósito comprometido electoralmente con sus votantes. Realmente
chocante que personas destinadas al mando de las unidades militares y que
tienen una formación especializada y un código de conducta social normalmente
respetuoso y exquisito pudieran llegar a tales excesos al cumplir objetivos
militares; resulta realmente desconsolador este hecho pues sus mandos militares
de alta graduación, que están al frente de esas operaciones y tienen la
responsabilidad de llevarlas a cabo, también recibieron ese tipo de educación y
suelen mostrar esa exquisita educación en el trato social.
Meditaba sobre ello, a raíz de un
comentario referente a un muchacho que va progresando en sus estudios en la
Academia Militar y su madre se mostraba muy orgullosa de ello y de la
caballerosidad y respeto que mostraba su hijo en el trato social. Le contesté
que actitud potencial vendría “preinstalada” de fábrica, señalando así,
indirectamente, un mérito en la propia familia y en la educación recibida
previamente que facilitaba esos resultados tan halagüeños en el terreno de los
estudios profesionales que realizaba así como en esa educación personal, de
naturaleza social, asumida y promovida en la propia Academia Militar – resulta
obvio que cualquier familia de ello tenga motivos para congratularse.
Meditaba sobre ello, sobre el
cultivo de las “virtudes” (en este caso castrenses): La disciplina, el
ejercicio diario, el estudio constante, el orden siempre presente, (la
obediencia)… y recordaba un pasaje del Tao The King en el que dice algo así:
“Por la propia virtud se reconoce la virtud
en los otros”; de alguna manera cultivar esas virtudes no sólo permite
reconocer la virtud en los otros sino también la falta de alguna virtudes o la
“aparente” carencia de ellas en otras personas.
Si consideramos el entorno en
donde se aprenden a cultivar y desarrollar esas virtudes podremos que resulta
imposible de desvincular la propia persona que realiza el aprendizaje y
desarrollo de virtudes del entorno donde los aprende; es decir, se desarrolla
un vínculo emocional lógico e inseparable, de la misma manera que se mantienen
vínculos de esa naturaleza con los centros de estudios elementales o medios o
con las Universidades si nos vinculamos con los profesores para sacar trabajos,
tesinas y tesis adelante. Y si el entorno (ya
sea Universitario o Militar, del aprendizaje) se proyecta sobre mitos
autoritarios de cualquier signo (sea bajo
ideas o mitos radicales de izquierdas o derechas) o bajo la idea de que la
sociedad perfecta debiera ser autoritaria estaríamos ante un extraño escenario
donde las personas que están encargadas de formar a nuestros jóvenes del futuro
y en la idea de perfeccionar la democracia no creen en profundidad en ella (y de hecho se pudiera dar el caso de que
íntimamente la criticaran aunque en su expresión formal y social mostraran
sumisión o respeto al sistema democrático).
Parece existir un cierto
equilibrio antagónico entre Universidad y Ejército que viene existiendo desde el
origen de las Universidades en la Edad Media (ya se habla de los primeros enfrentamientos entre estudiantes y
sargentos en París y de la inviolabilidad de la Universidad para preservar el
conocimiento y las reflexiones de crítica sobre ese mismo conocimiento) y
da la impresión de que ello pudiera ser irreconciliable en alguna medida y,
probablemente, forma aceptada en todo nuestro occidente circundante y en los
países que nos lideran. No queda otra posibilidad que aceptar esa circunstancia
como un elemento más de nuestra sociedad, tal vez de equilibrio, con el que hay
que convivir teniendo presente que quienes fomentan virtudes siempre
observarán, con gran claridad la carencia de las mismas en otros que no las
practican y tendremos que comprender que ello no su pone una visión elitista,
más de lo que fuera en nosotros mismos cuando las practicamos. Sin embargo, por
ello mismo, la sumisión a los principios y valores democráticos debe observarse
en cualquier circunstancia, pues de lo contrario, si dejáramos ciertas
autonomías en razones de seguridad sobre civiles a mandos militares
exclusivamente podríamos encontrarnos en el riesgo de que se tomaran decisiones
trascendentes desde esa visión de la virtud y sin considerar otras más circunstancias.
La democracia es, ante todo, tolerancia para propiciar el avance (e incluso aceptar el estancamiento o la
regresión) en la evolución de las personas por el simple hecho de ser
personas y tener por ello unos derechos personales; confiando en que un medio
tolerante, de valores y de conocimientos positivos propicia el desarrollo
social sin dejar a nadie fuera del mismo y de las oportunidades que este
ofrece.
Más que los vínculos de Sangre (tener conciencia solidaria, de empatía)
Hace un tiempo escribí sobre la naturaleza e
importancia que se le daba a las cuestiones de la “sangre”, a los vínculos
familiares y la fortaleza que tienen (o tuvieron) en nuestra sociedad e incluso
concebida esa relación como un deber que une a unos y a otros miembros entre
sí, como si de una alianza sólida se tratara y que naciera de la necesidad de
protección hacia los hijos y hacia los mayores, pues en ambas etapas aparece
una mayor vulnerabilidad frente a una sociedad que tiende a la rivalidad y a
competir entre sí dentro de un proceso de permanente “aprendizaje” y adaptación
social que parece nunca terminar. Los pensadores siempre vienen a decir que la
vida, en sí misma, es sencilla, pero nosotros mismos la tendemos a complicar,
tal vez en razón de nuestros intereses particulares y percepciones subjetivas.
En la presente reflexión recupero parte de la
idea que expresa como los vínculos de “sangre” se han ido afianzando en nuestras
relaciones sociales y han acabado por plasmarse en el ordenamiento civil de la
sociedad; ordenamiento, en principio, reservado a una élite que ponía el
interés en esos vínculos y que, a fuerza de imitarla, todos hemos seguido esos
pasos configurándolos en nuestra sociedad. Sin embargo, la modernidad, el deseo
de independencia personal, la búsqueda de objetivos personales y el devenir de
los nuevos modelos sociales y de familia llevan, en alguna manera y medida, a
visualizar que ese impulso “ordenador de la sociedad” en torno a los lazos de
sangre tiende a aceptar “nuevas” formas de vínculos que se asientan desde otras
perspectivas ya no tan cercanas a esos vínculos sanguíneos sino propiciadas en
razón de emociones y sintonías personales que parecen de similar o incluso
mayor transcendencia y fortaleza. No es
un hecho nuevo, siempre existió y se visualizó que las emociones y experiencias
compartidas son capaces de crear vínculos sólidos que pueden llegar a debilitar
las familiares (pues si los familiares no
han pasado por esas experiencias en primera persona difícilmente pueden
entender a los miembros que sí las pasaron con lo que los lazos de unión
tienden a debilitarse); así ocurre con las experiencias de guerra de
soldados, por ejemplo, u otras traumáticas de naturalezas diferentes (incluso experiencias de persecución
política, o experiencias profesionales donde la percepción del entorno social
acaba difiriendo en razón de las tareas laborales haciendo posible una visión
muy diferente de la sociedad que puede llevar a una imposibilidad de
comunicación real y efectiva con una familia que desconoce esas nuevas
perspectivas alcanzadas por sus miembros). Como indicaba, comenzaré
rescatando algunos pasajes sobre los fundamentos por los que se establecieran
los vínculos en razón de la sangre, para pasar luego a una propuesta de
relación social más en función de razones más solidarias y transversales en la
sociedad.
Curioseando por la aplicación de youtube que dispone mi televisor - ante la triste, repetitiva y aburrida programación televisiva - me encontré con el vídeo "La historia de los apellidos" y me la "tragué" de una sentada. Tal vez no sea una clase magistral, pero da los suficientes elementos para estimular la curiosidad y atreverse a plasmar creatividad al amparo de una circunstancia tan singular como es la de poseer apellidos y de los cuales sólo solemos tener una visión práctica de esa circunstancia, sin reparar en las complejidades que el hecho de poseer apellidos ha deparado en la Historia de la Humanidad.
Lo primero que llama la atención del vídeo son dos escenas. La primera sobre el rito de una especie de bautismo en una cultura 200 años anterior a Cristo - realizado por el padre, probablemente con la finalidad de vincularse con el nuevo ser y con su destino en la etapa más delicada de su reciente vida y hasta que sea adulto - y la segunda, la decisión administrativa tomada en China, hace más de 5.500 años, en la que se requería que los niños tuvieran, además del nombre, el apellido de la madre (la madre siempre es y será, la única garantía fiable de filiación. En ello no parece haber duda alguna, siempre que a la madre no se le separe - contra natura - del hijo de su seno una vez nacido este)
Apenas comenzaba el visionado del vídeo cuando me llegó el recuerdo: - Hidalgo significa hijo de algo. Los recuerdos fluyen a la mente en momentos determinados sin requerirlos. Aún era adolescente, o tal vez antes de la adolescencia, cuando recuerdo que oí la primera reseña sobre la palabra ante un programa en blanco y negro de la televisión. O tal vez fuera una película o un documental - a los que era más aficionados; pero desde entonces recuerdo que siempre que aparecía ese término de hidalgo: Hijo de algo. Estuve intrigado por el término durante bastante tiempo, sobre todo por lo misterioso del mismo. Descubrí que en la edad media no existían apellidos y que los hidalgos eran los nobles. Fue más tarde cuando empecé a vislumbrar la trascendencia del término Hidalgo; pues quedaba claro que si los hijos de la plebe no eran hijos de algo (¡¡qué término más absurdo!!) eran porque no lo eran de nadie - algo obviamente imposible, pues todos tenemos madres - como acertaron a detectar los chinos cinco mil años antes. Así que el término en sí no parecía otra cosa que un término que infringía, desde la nobleza de su uso, cierto desmerecimiento hacia la plebe, hacia la gente común, es decir: Hacia el Pueblo. Y esta afirmación tal vez explicaría el cierto rencor acumulado de la gente común hacia la nobleza, y a la monarquía que la sustentaba, y que se expresó con meridiana claridad en la Revolución Francesa (probablemente porque en esa revolución francesa la burguesía ya podría decir de sí misma que “algo” tenía: Y ello no era otra cosa que, en principio, Dinero). Así pues, si los hijos concebidos por el pueblo no tenían padre, ello pudiera tener consecuencias para sus vidas en todos los órdenes sociales.
¿Es el dinero la clave?. ¿Hemos llegado al término esencial de este asunto? Leí hace ya muchos años, en un texto, que surgió en Egipto la necesidad de ordenar la procreación, y consecuentemente el incesto, por una cuestión importante: Las herencias. Es paradójico que se atribuyera al Antiguo Egipto, en el que precisamente la realeza se casaba entre ella (hermanos con hermanos, por una cuestión de Sangre, a la cual se le atribuye - a la sangre - propiedades no sólo genéticas desde el punto de vista físico, sino psíquicas propias del carácter de los padres y aún más allá: Divinas) Parece cierto el hecho de que las familias se constituyeran principalmente por estar en edad de procrear y reproducirse; pues esa tendencia propia de la condición animal, por el hecho de ser animales, y su tabú consecuente, no se instalaría en la sociedad hasta que esta se constituyese como tal, con normas, leyes y temores. Y simultáneamente, convive, una vez instalado ese tabú del incesto, con la idea sobrenatural de que un Noble o Rey, por el mero hecho de serlo, pudiera transgredir cualquier norma o ley que sujetaba al pueblo en una moral (Ahí está el caso de Roma, que constituye la base de nuestro Derecho y de nuestra cultura moderna). Por lo que si hacemos caso a ese texto que leí, publicado en España en papel, el ordenamiento de las familias egipcias y la implantación del tabú no tenía otra finalidad que la de determinar la propiedad privada dentro de las familias, y el orden sucesorio en los bienes. Así, pues, adquiere la sexualidad la importancia económica y de ordenación social que es precisa para que una sociedad resulte previsible a sus miembros y, por lo tanto, pueda expandirse como fórmula de convivencia conveniente para toda sociedad que quiera prosperar económicamente y en paz.
Parecen aspectos esenciales que tienen que ver con el apellido y con ser "hijo de algo":
- La Sangre, como transmisora de genes y con ellos, de carácter y virtudes familiares - que de ser bendecidos por el Cielo, alcanzan el grado de Nobleza aspirante a Reinado, o la propia condición de Rey.
- La Herencia, como consecuencia de la Sangre, portadora de Derechos materiales (económicos, legales) por el mero hecho de ser "hijo de algo".
Para que un ser humano se considere sano se verifica que sus impulsos reflejos, al nacer, son los correctos. Impulsos como los agarrar el dedo que se le ofrece nada más salir del vientre de su madre, o su natural tendencia a succionar con su boca, o a tender a apoyarse con los pies en el suelo y andar... Todo ellos son signos de que el nuevo ser humano está aparentemente sano y preparado para asumir ciertas funciones básicas de su condición. Y análogamente ocurre con su sexualidad - a la que algunos psicólogos atribuyen una existencia innata en el ser humano parecida a los reflejos e impulsos naturales a alimentarse, a andar o a defecar...etc. y que son canalizados y orientados en el seno de las familias.
En consecuencia, añadimos, evidentemente, a la cuestión del apellido, un fenómeno más natural: La sexualidad.
La vinculación entre apellido (que no es otra cosa que ser "hijo de algo") y sexualidad es evidente y problemática, pues la propia naturaleza de la sexualidad está sujeta y vinculada con el instinto. Las leyes también se "observan" esa condición a la que está sujeta el género humano y le otorgaba rango de dignidad cuando el camino para su realización era través del matrimonio. Realización formal y aceptada socialmente. El matrimonio garantizaba seguridad material a la mujer y, a cambio, le proporcionaba herederos al hombre, se entiende que herederos de sangre (con todas las prerrogativas que ello otorgan a los hijos, y honor al padre - pues el honor no era otra cosa que estar dentro de las normas dadas y actuar, por deber, siempre dentro de ellas) por medio de una sexualidad restringida al propio matrimonio. En teoría el sistema debería funcionar, pero en la práctica los hechos demostraban que ello era, realmente, difícil; básicamente porque la sexualidad es un instinto. Así, creo que se demuestra en las historias míticas: Cuando se realiza el Paraíso Terrenal y en él se pone a Adán con sus necesidades vitales cubiertas, con el fin de que sea feliz, “Dios se equivoca”, al menos con Adán y no sabemos si repitió el experimento con más seres (pues la felicidad que se le otorgaba a Adán se aprecia con los años - precisa de muchas experiencias - y en determinadas circunstancias personales, y ni aún así se tiene la felicidad completa). “No le quedó otro remedio a Yahvé” que buscarle una mujer cuando constató que el joven Adán, al ver copular a los animales, les imitaba (y probablemente perseguía a alguna cabra u oveja que pasara por ahí (como aseguran textos judíos). Por lo que determinara Yahvé, que su felicidad, la de Adán, no era completa y que se sentía sólo (implícitamente se achacaba la soledad a un instinto natural de reproducción) De ahí, que según los judíos, le presentaran a Lillit, mujer experimentada en extremo, que acabó por aburrirse del muchacho y lo abandonó a su suerte - dice la mitología irlandesa que Lillit acabó convirtiéndose en una bruja que acude allí donde huele las poluciones nocturnas de los jóvenes y que tiene multitud de hijos. Así que, frustrada la experiencia, le presentaron otra mujer de la misma condición que Adán (o tal vez buscaran otro Adán diferente, pues el error fue garrafal y quedaría impregnado en la memoria del muchacho) y no tuvieran otra prohibición que la de copular (el árbol de la vida y la muerte; y del bien y del mal). Por lo que la serpiente no fuera otra cosa que alguien que, seducido por la virginidad de Eva, no se privara de "conocerla", como quien hace un favor, y el "pastel" acabara con la expulsión del Paraíso y la condena a vivir (“la sexualidad abre la etapa de la madurez y la primera percepción de que la vida tiene el límite de la muerte”) sabiendo que el dolor y la muerte serían el destino de ambos. (Siempre se puede interpretar el texto simbólicamente, pero el resultado es el mismo).
Si Yahvé no pudo controlar los instintos de Adán ni de Eva, qué padre o qué Rey podrá hacerlo sin poner en riesgo la vida de ambos? O qué ley podrá evitar la sexualidad fuera del matrimonio?
Aquí aparece el cuarto elemento: El Hombre, como elemento preservador de toda virtud. La última apuesta por un orden en la sexualidad de las sociedades en Occidente.
La primera pregunta que surge es: ¿Por qué el hombre y no la mujer? Habría que recurrir al propio Yahvé, para obtener una explicación adecuada; pero según sus actos descartó a la mujer de ser el centro de su experimento científico frustrado (eso en el caso de que las Escrituras nos cuenten toda la experiencia y no dejen a nuestra imaginación otra salida - algo que suele suceder en algunos textos filosóficos). Establezcamos la hipótesis de que Yahvé, o su versión femenina, intentara hacer una experiencia con una Eva anterior. Y esa Eva anterior también tuviera la tendencia de emular el coito de los animales (¿por qué no si es instinto?). La imagen es tan fuerte en la mente de un ser humano masculino - por la fuerte vinculación que se tiene de la maternidad desde niño - que la evito. Así que le traerían un Lillit masculino que la satisficiera). El resultado es la procreación y su dedicación a la crianza y el Lillit masculino tal vez no aportara nada nuevo al experimento, en el que se pretendía una familia estable y feliz, pues probablemente el hombre se dedicara a engordar y a echar de menos experiencias sexuales con otras mujeres más experimentadas y divertidas, y terminara por huir dejando el Paraíso lleno de hermanos y una madre sola y triste. Por lo que le tendrían que llevar un Adán a esta Eva. Estamos en el principio. Y ante la misma prohibición sexual transgredida. SI no son expulsados del Paraíso, Adán se dedicaría a engordar y a aburrirse con el peligro de que atacara a alguno de los hijos previos de Eva (por el instinto animal que acepta eliminar genes “rivales”). Si el experimento de Yahvé era para ver qué hacía un ser humano con todas las necesidades cubiertas debió decepcionarse bastante. La creatividad precisa de un "desnivel" de "algo a equilibrar", de metas a conseguir. Y al darle a la mujer el papel de madre y obligarle a tener todos los hijos que el instinto sexual le procure la ata, indefinidamente, a un rol del que difícilmente puede escapar.
Creo que lo leí de Jung, el asegurar que la creatividad proviene del libido. A mi modo de ver interpreté ello como la contención en el seno de las familias de la sexualidad de los hijos con la finalidad de encauzarla a los roles sociales imperantes en ese momento. Es decir. Al hijo varón se le conminaba a contenerse hasta el matrimonio, y por el camino a formarse emulando al padre o a cualquier otra figura masculina de gran relieve histórico, político, empresarial, con el fin de que las energías contenidas en la sexualidad encontraran un camino adecuado de expresión. Y parece claro que la mente humana está capacitada para ello. Para encontrar soluciones donde aparentemente no las hay. Y ello se ha producido siempre en todo tiempo y lugar. A la mujer se le reservaba la aspiración a casarse mediante la contención de su sexualidad en medio de tareas hogareñas y desarrollo de bellas artes. Así canalizaban ambos sexos sus energías sexuales; mediante un reparto de tareas y roles que abarcan todo el orbe de la Tierra.
Es aquí donde nacen las llamadas "propiedades" de la Sangre que se atribuyen al varón. Aún recuerdo las primeras explicaciones en biología, donde se aseguraba que la mujer era un mero receptáculo en el que se asentaba la simiente (y esa explicación estaba realizada con toda la intención de dejar un papel secundario a la mujer; papel que la medicina le ha dado en Occidente a la mujer durante siglos hasta que yo mismo, he podido escuchar ése tipo de explicaciones en un aula de formación institucional). Y vienen esas propiedades de la Sangre del hecho de evitarle, a la mujer, la experiencia de experimentar, experiencia que sólo se ha permitido (culturalmente) al varón (si la mujer lo ha hecho ha tenido que hacerlo a escondidas). Se le prohibió a la mujer oficios y carreras universitarias, o formación desde hace cientos de años, desde hace siglos con el fin de evitarle relaciones sociales con hombres y recluirla en tareas hogareñas o sociales. El objetivo, probablemente, fuera preservar futura legitimidad sanguínea de los hijos por medio de una educación “recatada”, “social” y restringida a los hijos y la formas y maneras sociales. Así la Monarquía y la Nobleza preservaban la “legitimidad” de la sangre y de ahí ahí que los monarcas creyeran en su sangre como garantía de la transmisión de propiedades cuasi divinas, de las que eran portadores (Y aún así, las complejas cuestiones políticas permitieron, a veces, la experiencia de mujeres en la máxima expresión de la Corona). Durante siglos la virtud de la mujer no era otra cosa que la garantía de la Sangre y la Herencia. Garantía que contrastaba con una sociedad en la que se aceptaba la naturaleza humana y su condición. Así la nobleza emulaba a la corona con el fin de no perder las posibilidades de aspirar a ella; mientras el Pueblo, sin más aspiraciones sociales que sobrevivir cada día, vivía despaldas a esos criterios sanguíneos y, en consecuencia, no los observaba con rigidez.
En el mito de Arturo y los caballeros de la Tabla redonda, el propio Arturo es rescatado, en medio de una guerra, de su “concepción” atribulada entorno de una lucha armada entablada por el deseo sexual sobre la mujer de un rival. Arturo es formado en el seno de una familia de nobles como vasallo, pero sus actos revelan que es algo más que un ser común. Ello le otorga la condición de Rey y el “desvelado” de su pasado real. Y aún así, aun siendo el primer monarca democrático que puso su trono en la misma altura que sus nobles en una mesa redonda, tuvo que enfrentarse con la naturaleza humana de la sexualidad de su mujer; y a diferencia de otros reyes, no se vengó en ella ni en su compañero. Arturo es varón. Pero pudo ser hembra. Porque la historia desvela que, cuando la mujer tiene acceso a ciertas experiencias también alcanza la esfera de la heroicidad, como ocurrió con Juana de Arco, que acabó en la hoguera, probablemente porque ninguno de los presentes, enemigos de ella, podía permitir que una mujer alcanzara esas heroicidades sin atentar contra los designios divinos y su orden milenario (entre las tres acusaciones decisivas para su condena se encontraban: vestír como un hombre y abandonar la casa de sus padres).
Si el matrimonio de Arturo fue por amor (y aún así, así le fue), no lo fue el de otros monarcas, cuyos matrimonios se sustentaban por intereses políticos o estratégicos. Rara vez el amor, en medio de tantos potentes intereses, aflorara sinceramente más allá de un ocasional erotismo y gusto que suele decaer si no hay otro tipo de sustento sobre el que se base; (y en el caso de los reyes el sustento sólido es seguir siendo reyes). Incluso el sexo por deber era, y en algún sitio aún es, una cuestión destinada a asegurar la descendencia y la continuidad de un territorio - de ahí el derecho a ejercer las prerrogativas del matrimonio dentro de la nobleza y la realeza, algo que se pretendía extender sobre un pueblo que estaba más preocupado por sobrevivir el "día a día" y cuyas normas, a ese respecto, estaban más relajadas; pero cuando llegaba la riqueza, las preocupaciones, por la transmisión de la riqueza propia, probablemente, se convertía en una cuestión de honor (y tal vez sólo por emular la conducta de los nobles).
Durante mucho tiempo el objetivo de casar a una joven, cuanto antes mejor, no era otro que el de evitarse los problemas propios de la sexualidad juvenil. Buscar una dote, si se podía, y trasladar el problema de la custodia de la sexualidad a otro hombre era un objetivo, tal vez, en sí mismo. Pero aquí entraba la acción del monarca y su privilegio en el derecho de pernada. Si bien este derecho se ha observado en la actualidad como una sumisión del pueblo a través de limitar la libertad de la mujer, también es cierto que ello mismo bien pudo tener un contenido bien diferente en la práctica política. Pasar una noche o un rato con el señor del castillo bien podía servir para solucionar el pasado de una joven. Aunque el símbolo de dominancia hoy nos parezca extremo, hay que señalar que la mujer de entonces estaba sometida siempre al varón, fuera soltera o casada - a no ser que ganara en la lucha diaria del matrimonio su independencia de facto, algo que también podría ocurrir - como ocurría en la época de Franco, a pesar que la mujer careciera de derechos económicos frente al marido y fuera considerada, en la práctica, menor de edad.
El desarrollo de la institución matrimonial - indisoluble en un primer intento - acabó por ceder a las evidencias de que el instinto sexual puede más que el temor a la sociedad y sus castigos, teniéndose que aceptar el divorcio como una solución a las desavenencias. Divorcios que conllevaban cuestiones económicas que podían ser de envergadura, y, sobre todo, la cuestión de la descendencia. Se pasó de la existencia de divorcios por causas de culpa a la disolución por simple voluntad (en el fondo, nuestra tradición y cultura Católica sigue buscando la “culpa”, en alguna medida y forma, en las separaciones o divorcios y las penaliza).
Franco intentó un regreso a la indisolución matrimonial basada en el concepto cristiano católico del matrimonio, que resultó un fracaso, pues la alternativa legal al engaño no era otra que la posibilidad de eliminar físicamente a los adúlteros - algo difícilmente de realizar y admitir si el matrimonio se hubiera realizado por amor, como exigía la Iglesia. También el dictador estuvo a prueba y supo de los esfuerzos por contener su atracción por el sexo opuesto, pese a su actitud de ejemplo vivo del propio régimen que sostenía con su presencia. En la visita de Eva Perón se recuerda que el propio Francisco andaba bastante contrariado por la belleza de la esposa del general argentino; así que él mismo, tuvo la oportunidad de experimentar en su propio ser la influencia de las formas y las proporciones en el instinto del ser humano. Y sin embargo, pese a ello, no traspuso su propia sensación de debilidad para permitir una mayor tolerancia en la sociedad - al fin y al cabo, la República había sostenido, en alguna manera, el desarrollo del concepto de amor libre, y ello también formaba parte de las causas esgrimidas, de naturaleza moral, para combatir la II República. Así que Franco se había atado así mismo.
El desarrollo económico trajo los bienes (muebles e inmuebles) y el desarrollo de una burguesía, que aunque hubiera huido de la tolerancia propia del vulgo, no veía, tampoco ventaja en el estricto cumplimiento que decía observar la nobleza, y la realeza, del espíritu cristiano del matrimonio. Así que con la Revolución francesa el divorcio se instauró y se generalizó.
Sin embargo, liberada la mujer del papel madre y del rol femenino, encontramos un territorio nuevo, donde la procreación ya no es un objetivo esencial de la mujer en un mundo superpoblado. Y, por ello, la mujer tiene acceso a la canalización de su libido en cualquier dirección que desee, sin ninguna limitación - al menos en occidente.
El pacto social que hasta ahora se sostenía ha caído por su propio peso, sobre todo en un momento en el que las razones económicas de subsistencia ya no son suficientes razones para imponer ese criterio de reparto de papeles. Además, el reconocimiento de los Derechos Humanos, sin distinción de género masculino o femenino, invita, desde hace decenios, a una interpretación igualitaria de los derechos entre mujeres y hombres. Y, sin embargo, siguen existiendo sociedades que persiguen la idea de subordinación de la mujer al hombre, y lamentablemente, hay mujeres que aceptan esa subordinación para perpetuarla.
A la definitiva, los matrimonios son contratos con efectos sociales y legales. Contratos cuya única garantía de cumplimiento es el amor que se profesen los contrayentes, y este cede con el tiempo. La alternativa al amor es el interés específico que exista en contraer matrimonio, contra mayor sea el interés y el provecho (material o espiritual) que se saque de éste contrato más garantías existen de que perdure.
Aseguraba un estudiante muslmán que en su cultura la mujer no compite con el hombre (obviamente por la subordinación mencionada) pero oculta que compiten las esposas entre sí por el único varón. Y también oculta que a él le está “permitida” la experiencia sexual fuera del matrimonio y no le está permitida a la mujer esa misma experiencia. De alguna manera su cultura se asienta bajo una dominación de conocimientos de lo que es el bien y el mal, al que accede plenamente el hombre, pero no la mujer.
Así que el deseo de buscar en el varón el último reducto donde residir la autoridad moral de la familia se ha venido abajo. Ni se sostiene por causas de Sangre - una vez que la ciencia ha determinado que el óvulo y el espermatozoide mezclan información genética (como cabía esperar y se sabía desde que existe la ganadería en la cultura humana). Ni por causa de la Herencia, ya que el carácter y los posibles dones y capacidades que este nuevo ser pueda tener viene también de mezcla de genes y el factor del individuo, sus habilidades, sus capacidades y sus experiencias es determinante y puede ser muy superior al de los padres o muy inferior en términos de valoración social. Si a ello sumamos la idea cristiana de que el alma es inmortal (es decir no muere, por tanto, no nace como aseguran las religiones de oriente) cualquier ser que nace de mujer ya posee alma antes de nacer, y con el alma cierta personalidad propia; por lo que la disputa real se centra en el control mutuo de la sexualidad de los matrimoniados. Así que la sexualidad que determina el apellido, si al final es la única causa determinante la fidelidad, y existiendo la libertad sexual reconocida, todo el matrimonio queda, al final, en el ámbito de lo que consideren los contrayentes respecto al concepto de fidelidad y sus consecuencias; pues, a la definitiva, la venida de seres tiene un componente aleatorio de gran magnitud. Ya de por sí, la Naturaleza expresa este hecho de fortuidad en la manera en que tiene concebida la función reproductiva, por ejemplo en las plantas (donde el polen puede invadir la atmósfera de una región para asegurar la persistencia de su especie; por lo que análogamente, la naturaleza de la sexualidad humana es de la misma condición – pues es Ley natural -, tanto en el hombre como en la mujer; y su sujeción o control sólo puede intentarse desde convencimientos espirituales o religiosos cuya potencial eficacia también es relativa. Recuérdese el refrán: Entre Santa y Santo pared de cal y canto; y más cercano ejemplo de la fortaleza de la naturaleza sexual, aún en ámbitos espirituales, es la de los cartujos de Aula Dei después de la primera visita de la Reina, se dice que tuvieron que cambiar todas las baldosas por donde había pasado, pues los monjes perdían el "norte" visiblemente turbados por hormonas femeninas. Al final, imposible de contener las visitas femeninas culturales, abandonaron los edificios).
Así que entre el matrimonio y la voluntad a mantenerlo indisoluble sólo queda la voluntad de los contrayentes; y, si "les toca la flauta", ese vínculo del que hablaba la Iglesia Católica, puede resultar indisoluble, pero el vínculo lo han de percibir los dos; y además, resistir las pruebas de todas las "Serpientes" del entorno. Algo que se antoja harto difícil.
Así pues, si la condición de los lazos de Sangre se puede verificar en razón y consecuencia de ser mamíferos también hay que considerar que por esa misma condición mamíferos de distintas especies han asumido roles familiares con individuos de especie diferente en razones de instinto de “protección al cachorro” en ciertas circunstancias (sé que llama la atención la expresión empleada pero es cierta).
Dada la complejidad de nuestra naturaleza animal (con base mamífera por un lado y cultural por otro) y la evolución en nuestras sociedades occidentales, dando origen a experiencias personales muy determinantes para cada individuo en particular, se hace preciso reforzar la defensa de los Derechos a la Libertad personal que permitan proteger ese proceso de experiencia personal, pues las familias, inmersas también en un proceso de transformación social que afectan a su estructura y concepción, pueden resultar ya un lugar que no siempre comprende y reconoce la profundidad y la complejidad de las experiencias de sus miembros y deben de ser las leyes quienes protejan íntegramente las diferentes experiencias que las personas pudieran experimentar en sus vidas amparadas por el primordial concepto de la libertad.
Por ello hemos de sujetarnos al concepto más positivo de nuestros valores democráticos. Ya que por medio de ellos reconocemos el derecho de los demás a ser libres en sus decisiones y a respetarlas; y en caso de fricción, respetar las normas que nos hemos dado para su solución. Pues ello es uno de los dones que nos ha traído la democracia.
La defensa de nuestra sociedad, y de nuestros valores, no se puede realizar si nosotros mismos no los respetamos en nuestro entorno. Europa se ha distinguido por la defensa de los Derechos Humanos, y aquellos que se benefician de esta concepción de la vida humana deben de respetar esos principios.
Ser hidalgo, hijo de algo, cada vez puede tener menos relevancia, en favor de una vida más plena y sincera, y sobre todo si aceptamos que todos tenemos en común una experiencia de vivir que nos une y que debiera ser fuente de solidaridad (seamos de la condición que seamos, de la raza que seamos, de la profesión que ejerzamos). También se ha de tener en consideración que Democracia no es solo votar periódicamente sino que, en su sentido anglosajón, democracia es algo así como una permeabilidad de la sociedad (incluso promovida) para hacer accesible a cualquier persona, de cualquier condición, a estratos y roles sociales superiores aceptándolas como son; es decir, sin procesos de cooptación al margen del espíritu democrático de la Constitución. Y sobre todo, dadas las tristes y dolorosas consecuencias que las rigideces y el control social han dado lugar y lo siguen dando en todas las partes del mundo.
Parece más positivo estar más a favor de una vida inteligente y sabia que de honores derivados de los aspectos mágicos de la sangre o de la familia (son mitos cuyos fundamentos no precisan de historia familiar sino de fe en las personas para que estas desarrollen sus capacidades plenamente para bien suyo y de nuestra sociedad).
Curioseando por la aplicación de youtube que dispone mi televisor - ante la triste, repetitiva y aburrida programación televisiva - me encontré con el vídeo "La historia de los apellidos" y me la "tragué" de una sentada. Tal vez no sea una clase magistral, pero da los suficientes elementos para estimular la curiosidad y atreverse a plasmar creatividad al amparo de una circunstancia tan singular como es la de poseer apellidos y de los cuales sólo solemos tener una visión práctica de esa circunstancia, sin reparar en las complejidades que el hecho de poseer apellidos ha deparado en la Historia de la Humanidad.
Lo primero que llama la atención del vídeo son dos escenas. La primera sobre el rito de una especie de bautismo en una cultura 200 años anterior a Cristo - realizado por el padre, probablemente con la finalidad de vincularse con el nuevo ser y con su destino en la etapa más delicada de su reciente vida y hasta que sea adulto - y la segunda, la decisión administrativa tomada en China, hace más de 5.500 años, en la que se requería que los niños tuvieran, además del nombre, el apellido de la madre (la madre siempre es y será, la única garantía fiable de filiación. En ello no parece haber duda alguna, siempre que a la madre no se le separe - contra natura - del hijo de su seno una vez nacido este)
Apenas comenzaba el visionado del vídeo cuando me llegó el recuerdo: - Hidalgo significa hijo de algo. Los recuerdos fluyen a la mente en momentos determinados sin requerirlos. Aún era adolescente, o tal vez antes de la adolescencia, cuando recuerdo que oí la primera reseña sobre la palabra ante un programa en blanco y negro de la televisión. O tal vez fuera una película o un documental - a los que era más aficionados; pero desde entonces recuerdo que siempre que aparecía ese término de hidalgo: Hijo de algo. Estuve intrigado por el término durante bastante tiempo, sobre todo por lo misterioso del mismo. Descubrí que en la edad media no existían apellidos y que los hidalgos eran los nobles. Fue más tarde cuando empecé a vislumbrar la trascendencia del término Hidalgo; pues quedaba claro que si los hijos de la plebe no eran hijos de algo (¡¡qué término más absurdo!!) eran porque no lo eran de nadie - algo obviamente imposible, pues todos tenemos madres - como acertaron a detectar los chinos cinco mil años antes. Así que el término en sí no parecía otra cosa que un término que infringía, desde la nobleza de su uso, cierto desmerecimiento hacia la plebe, hacia la gente común, es decir: Hacia el Pueblo. Y esta afirmación tal vez explicaría el cierto rencor acumulado de la gente común hacia la nobleza, y a la monarquía que la sustentaba, y que se expresó con meridiana claridad en la Revolución Francesa (probablemente porque en esa revolución francesa la burguesía ya podría decir de sí misma que “algo” tenía: Y ello no era otra cosa que, en principio, Dinero). Así pues, si los hijos concebidos por el pueblo no tenían padre, ello pudiera tener consecuencias para sus vidas en todos los órdenes sociales.
¿Es el dinero la clave?. ¿Hemos llegado al término esencial de este asunto? Leí hace ya muchos años, en un texto, que surgió en Egipto la necesidad de ordenar la procreación, y consecuentemente el incesto, por una cuestión importante: Las herencias. Es paradójico que se atribuyera al Antiguo Egipto, en el que precisamente la realeza se casaba entre ella (hermanos con hermanos, por una cuestión de Sangre, a la cual se le atribuye - a la sangre - propiedades no sólo genéticas desde el punto de vista físico, sino psíquicas propias del carácter de los padres y aún más allá: Divinas) Parece cierto el hecho de que las familias se constituyeran principalmente por estar en edad de procrear y reproducirse; pues esa tendencia propia de la condición animal, por el hecho de ser animales, y su tabú consecuente, no se instalaría en la sociedad hasta que esta se constituyese como tal, con normas, leyes y temores. Y simultáneamente, convive, una vez instalado ese tabú del incesto, con la idea sobrenatural de que un Noble o Rey, por el mero hecho de serlo, pudiera transgredir cualquier norma o ley que sujetaba al pueblo en una moral (Ahí está el caso de Roma, que constituye la base de nuestro Derecho y de nuestra cultura moderna). Por lo que si hacemos caso a ese texto que leí, publicado en España en papel, el ordenamiento de las familias egipcias y la implantación del tabú no tenía otra finalidad que la de determinar la propiedad privada dentro de las familias, y el orden sucesorio en los bienes. Así, pues, adquiere la sexualidad la importancia económica y de ordenación social que es precisa para que una sociedad resulte previsible a sus miembros y, por lo tanto, pueda expandirse como fórmula de convivencia conveniente para toda sociedad que quiera prosperar económicamente y en paz.
Parecen aspectos esenciales que tienen que ver con el apellido y con ser "hijo de algo":
- La Sangre, como transmisora de genes y con ellos, de carácter y virtudes familiares - que de ser bendecidos por el Cielo, alcanzan el grado de Nobleza aspirante a Reinado, o la propia condición de Rey.
- La Herencia, como consecuencia de la Sangre, portadora de Derechos materiales (económicos, legales) por el mero hecho de ser "hijo de algo".
Para que un ser humano se considere sano se verifica que sus impulsos reflejos, al nacer, son los correctos. Impulsos como los agarrar el dedo que se le ofrece nada más salir del vientre de su madre, o su natural tendencia a succionar con su boca, o a tender a apoyarse con los pies en el suelo y andar... Todo ellos son signos de que el nuevo ser humano está aparentemente sano y preparado para asumir ciertas funciones básicas de su condición. Y análogamente ocurre con su sexualidad - a la que algunos psicólogos atribuyen una existencia innata en el ser humano parecida a los reflejos e impulsos naturales a alimentarse, a andar o a defecar...etc. y que son canalizados y orientados en el seno de las familias.
En consecuencia, añadimos, evidentemente, a la cuestión del apellido, un fenómeno más natural: La sexualidad.
La vinculación entre apellido (que no es otra cosa que ser "hijo de algo") y sexualidad es evidente y problemática, pues la propia naturaleza de la sexualidad está sujeta y vinculada con el instinto. Las leyes también se "observan" esa condición a la que está sujeta el género humano y le otorgaba rango de dignidad cuando el camino para su realización era través del matrimonio. Realización formal y aceptada socialmente. El matrimonio garantizaba seguridad material a la mujer y, a cambio, le proporcionaba herederos al hombre, se entiende que herederos de sangre (con todas las prerrogativas que ello otorgan a los hijos, y honor al padre - pues el honor no era otra cosa que estar dentro de las normas dadas y actuar, por deber, siempre dentro de ellas) por medio de una sexualidad restringida al propio matrimonio. En teoría el sistema debería funcionar, pero en la práctica los hechos demostraban que ello era, realmente, difícil; básicamente porque la sexualidad es un instinto. Así, creo que se demuestra en las historias míticas: Cuando se realiza el Paraíso Terrenal y en él se pone a Adán con sus necesidades vitales cubiertas, con el fin de que sea feliz, “Dios se equivoca”, al menos con Adán y no sabemos si repitió el experimento con más seres (pues la felicidad que se le otorgaba a Adán se aprecia con los años - precisa de muchas experiencias - y en determinadas circunstancias personales, y ni aún así se tiene la felicidad completa). “No le quedó otro remedio a Yahvé” que buscarle una mujer cuando constató que el joven Adán, al ver copular a los animales, les imitaba (y probablemente perseguía a alguna cabra u oveja que pasara por ahí (como aseguran textos judíos). Por lo que determinara Yahvé, que su felicidad, la de Adán, no era completa y que se sentía sólo (implícitamente se achacaba la soledad a un instinto natural de reproducción) De ahí, que según los judíos, le presentaran a Lillit, mujer experimentada en extremo, que acabó por aburrirse del muchacho y lo abandonó a su suerte - dice la mitología irlandesa que Lillit acabó convirtiéndose en una bruja que acude allí donde huele las poluciones nocturnas de los jóvenes y que tiene multitud de hijos. Así que, frustrada la experiencia, le presentaron otra mujer de la misma condición que Adán (o tal vez buscaran otro Adán diferente, pues el error fue garrafal y quedaría impregnado en la memoria del muchacho) y no tuvieran otra prohibición que la de copular (el árbol de la vida y la muerte; y del bien y del mal). Por lo que la serpiente no fuera otra cosa que alguien que, seducido por la virginidad de Eva, no se privara de "conocerla", como quien hace un favor, y el "pastel" acabara con la expulsión del Paraíso y la condena a vivir (“la sexualidad abre la etapa de la madurez y la primera percepción de que la vida tiene el límite de la muerte”) sabiendo que el dolor y la muerte serían el destino de ambos. (Siempre se puede interpretar el texto simbólicamente, pero el resultado es el mismo).
Si Yahvé no pudo controlar los instintos de Adán ni de Eva, qué padre o qué Rey podrá hacerlo sin poner en riesgo la vida de ambos? O qué ley podrá evitar la sexualidad fuera del matrimonio?
Aquí aparece el cuarto elemento: El Hombre, como elemento preservador de toda virtud. La última apuesta por un orden en la sexualidad de las sociedades en Occidente.
La primera pregunta que surge es: ¿Por qué el hombre y no la mujer? Habría que recurrir al propio Yahvé, para obtener una explicación adecuada; pero según sus actos descartó a la mujer de ser el centro de su experimento científico frustrado (eso en el caso de que las Escrituras nos cuenten toda la experiencia y no dejen a nuestra imaginación otra salida - algo que suele suceder en algunos textos filosóficos). Establezcamos la hipótesis de que Yahvé, o su versión femenina, intentara hacer una experiencia con una Eva anterior. Y esa Eva anterior también tuviera la tendencia de emular el coito de los animales (¿por qué no si es instinto?). La imagen es tan fuerte en la mente de un ser humano masculino - por la fuerte vinculación que se tiene de la maternidad desde niño - que la evito. Así que le traerían un Lillit masculino que la satisficiera). El resultado es la procreación y su dedicación a la crianza y el Lillit masculino tal vez no aportara nada nuevo al experimento, en el que se pretendía una familia estable y feliz, pues probablemente el hombre se dedicara a engordar y a echar de menos experiencias sexuales con otras mujeres más experimentadas y divertidas, y terminara por huir dejando el Paraíso lleno de hermanos y una madre sola y triste. Por lo que le tendrían que llevar un Adán a esta Eva. Estamos en el principio. Y ante la misma prohibición sexual transgredida. SI no son expulsados del Paraíso, Adán se dedicaría a engordar y a aburrirse con el peligro de que atacara a alguno de los hijos previos de Eva (por el instinto animal que acepta eliminar genes “rivales”). Si el experimento de Yahvé era para ver qué hacía un ser humano con todas las necesidades cubiertas debió decepcionarse bastante. La creatividad precisa de un "desnivel" de "algo a equilibrar", de metas a conseguir. Y al darle a la mujer el papel de madre y obligarle a tener todos los hijos que el instinto sexual le procure la ata, indefinidamente, a un rol del que difícilmente puede escapar.
Creo que lo leí de Jung, el asegurar que la creatividad proviene del libido. A mi modo de ver interpreté ello como la contención en el seno de las familias de la sexualidad de los hijos con la finalidad de encauzarla a los roles sociales imperantes en ese momento. Es decir. Al hijo varón se le conminaba a contenerse hasta el matrimonio, y por el camino a formarse emulando al padre o a cualquier otra figura masculina de gran relieve histórico, político, empresarial, con el fin de que las energías contenidas en la sexualidad encontraran un camino adecuado de expresión. Y parece claro que la mente humana está capacitada para ello. Para encontrar soluciones donde aparentemente no las hay. Y ello se ha producido siempre en todo tiempo y lugar. A la mujer se le reservaba la aspiración a casarse mediante la contención de su sexualidad en medio de tareas hogareñas y desarrollo de bellas artes. Así canalizaban ambos sexos sus energías sexuales; mediante un reparto de tareas y roles que abarcan todo el orbe de la Tierra.
Es aquí donde nacen las llamadas "propiedades" de la Sangre que se atribuyen al varón. Aún recuerdo las primeras explicaciones en biología, donde se aseguraba que la mujer era un mero receptáculo en el que se asentaba la simiente (y esa explicación estaba realizada con toda la intención de dejar un papel secundario a la mujer; papel que la medicina le ha dado en Occidente a la mujer durante siglos hasta que yo mismo, he podido escuchar ése tipo de explicaciones en un aula de formación institucional). Y vienen esas propiedades de la Sangre del hecho de evitarle, a la mujer, la experiencia de experimentar, experiencia que sólo se ha permitido (culturalmente) al varón (si la mujer lo ha hecho ha tenido que hacerlo a escondidas). Se le prohibió a la mujer oficios y carreras universitarias, o formación desde hace cientos de años, desde hace siglos con el fin de evitarle relaciones sociales con hombres y recluirla en tareas hogareñas o sociales. El objetivo, probablemente, fuera preservar futura legitimidad sanguínea de los hijos por medio de una educación “recatada”, “social” y restringida a los hijos y la formas y maneras sociales. Así la Monarquía y la Nobleza preservaban la “legitimidad” de la sangre y de ahí ahí que los monarcas creyeran en su sangre como garantía de la transmisión de propiedades cuasi divinas, de las que eran portadores (Y aún así, las complejas cuestiones políticas permitieron, a veces, la experiencia de mujeres en la máxima expresión de la Corona). Durante siglos la virtud de la mujer no era otra cosa que la garantía de la Sangre y la Herencia. Garantía que contrastaba con una sociedad en la que se aceptaba la naturaleza humana y su condición. Así la nobleza emulaba a la corona con el fin de no perder las posibilidades de aspirar a ella; mientras el Pueblo, sin más aspiraciones sociales que sobrevivir cada día, vivía despaldas a esos criterios sanguíneos y, en consecuencia, no los observaba con rigidez.
En el mito de Arturo y los caballeros de la Tabla redonda, el propio Arturo es rescatado, en medio de una guerra, de su “concepción” atribulada entorno de una lucha armada entablada por el deseo sexual sobre la mujer de un rival. Arturo es formado en el seno de una familia de nobles como vasallo, pero sus actos revelan que es algo más que un ser común. Ello le otorga la condición de Rey y el “desvelado” de su pasado real. Y aún así, aun siendo el primer monarca democrático que puso su trono en la misma altura que sus nobles en una mesa redonda, tuvo que enfrentarse con la naturaleza humana de la sexualidad de su mujer; y a diferencia de otros reyes, no se vengó en ella ni en su compañero. Arturo es varón. Pero pudo ser hembra. Porque la historia desvela que, cuando la mujer tiene acceso a ciertas experiencias también alcanza la esfera de la heroicidad, como ocurrió con Juana de Arco, que acabó en la hoguera, probablemente porque ninguno de los presentes, enemigos de ella, podía permitir que una mujer alcanzara esas heroicidades sin atentar contra los designios divinos y su orden milenario (entre las tres acusaciones decisivas para su condena se encontraban: vestír como un hombre y abandonar la casa de sus padres).
Si el matrimonio de Arturo fue por amor (y aún así, así le fue), no lo fue el de otros monarcas, cuyos matrimonios se sustentaban por intereses políticos o estratégicos. Rara vez el amor, en medio de tantos potentes intereses, aflorara sinceramente más allá de un ocasional erotismo y gusto que suele decaer si no hay otro tipo de sustento sobre el que se base; (y en el caso de los reyes el sustento sólido es seguir siendo reyes). Incluso el sexo por deber era, y en algún sitio aún es, una cuestión destinada a asegurar la descendencia y la continuidad de un territorio - de ahí el derecho a ejercer las prerrogativas del matrimonio dentro de la nobleza y la realeza, algo que se pretendía extender sobre un pueblo que estaba más preocupado por sobrevivir el "día a día" y cuyas normas, a ese respecto, estaban más relajadas; pero cuando llegaba la riqueza, las preocupaciones, por la transmisión de la riqueza propia, probablemente, se convertía en una cuestión de honor (y tal vez sólo por emular la conducta de los nobles).
Durante mucho tiempo el objetivo de casar a una joven, cuanto antes mejor, no era otro que el de evitarse los problemas propios de la sexualidad juvenil. Buscar una dote, si se podía, y trasladar el problema de la custodia de la sexualidad a otro hombre era un objetivo, tal vez, en sí mismo. Pero aquí entraba la acción del monarca y su privilegio en el derecho de pernada. Si bien este derecho se ha observado en la actualidad como una sumisión del pueblo a través de limitar la libertad de la mujer, también es cierto que ello mismo bien pudo tener un contenido bien diferente en la práctica política. Pasar una noche o un rato con el señor del castillo bien podía servir para solucionar el pasado de una joven. Aunque el símbolo de dominancia hoy nos parezca extremo, hay que señalar que la mujer de entonces estaba sometida siempre al varón, fuera soltera o casada - a no ser que ganara en la lucha diaria del matrimonio su independencia de facto, algo que también podría ocurrir - como ocurría en la época de Franco, a pesar que la mujer careciera de derechos económicos frente al marido y fuera considerada, en la práctica, menor de edad.
El desarrollo de la institución matrimonial - indisoluble en un primer intento - acabó por ceder a las evidencias de que el instinto sexual puede más que el temor a la sociedad y sus castigos, teniéndose que aceptar el divorcio como una solución a las desavenencias. Divorcios que conllevaban cuestiones económicas que podían ser de envergadura, y, sobre todo, la cuestión de la descendencia. Se pasó de la existencia de divorcios por causas de culpa a la disolución por simple voluntad (en el fondo, nuestra tradición y cultura Católica sigue buscando la “culpa”, en alguna medida y forma, en las separaciones o divorcios y las penaliza).
Franco intentó un regreso a la indisolución matrimonial basada en el concepto cristiano católico del matrimonio, que resultó un fracaso, pues la alternativa legal al engaño no era otra que la posibilidad de eliminar físicamente a los adúlteros - algo difícilmente de realizar y admitir si el matrimonio se hubiera realizado por amor, como exigía la Iglesia. También el dictador estuvo a prueba y supo de los esfuerzos por contener su atracción por el sexo opuesto, pese a su actitud de ejemplo vivo del propio régimen que sostenía con su presencia. En la visita de Eva Perón se recuerda que el propio Francisco andaba bastante contrariado por la belleza de la esposa del general argentino; así que él mismo, tuvo la oportunidad de experimentar en su propio ser la influencia de las formas y las proporciones en el instinto del ser humano. Y sin embargo, pese a ello, no traspuso su propia sensación de debilidad para permitir una mayor tolerancia en la sociedad - al fin y al cabo, la República había sostenido, en alguna manera, el desarrollo del concepto de amor libre, y ello también formaba parte de las causas esgrimidas, de naturaleza moral, para combatir la II República. Así que Franco se había atado así mismo.
El desarrollo económico trajo los bienes (muebles e inmuebles) y el desarrollo de una burguesía, que aunque hubiera huido de la tolerancia propia del vulgo, no veía, tampoco ventaja en el estricto cumplimiento que decía observar la nobleza, y la realeza, del espíritu cristiano del matrimonio. Así que con la Revolución francesa el divorcio se instauró y se generalizó.
Sin embargo, liberada la mujer del papel madre y del rol femenino, encontramos un territorio nuevo, donde la procreación ya no es un objetivo esencial de la mujer en un mundo superpoblado. Y, por ello, la mujer tiene acceso a la canalización de su libido en cualquier dirección que desee, sin ninguna limitación - al menos en occidente.
El pacto social que hasta ahora se sostenía ha caído por su propio peso, sobre todo en un momento en el que las razones económicas de subsistencia ya no son suficientes razones para imponer ese criterio de reparto de papeles. Además, el reconocimiento de los Derechos Humanos, sin distinción de género masculino o femenino, invita, desde hace decenios, a una interpretación igualitaria de los derechos entre mujeres y hombres. Y, sin embargo, siguen existiendo sociedades que persiguen la idea de subordinación de la mujer al hombre, y lamentablemente, hay mujeres que aceptan esa subordinación para perpetuarla.
A la definitiva, los matrimonios son contratos con efectos sociales y legales. Contratos cuya única garantía de cumplimiento es el amor que se profesen los contrayentes, y este cede con el tiempo. La alternativa al amor es el interés específico que exista en contraer matrimonio, contra mayor sea el interés y el provecho (material o espiritual) que se saque de éste contrato más garantías existen de que perdure.
Aseguraba un estudiante muslmán que en su cultura la mujer no compite con el hombre (obviamente por la subordinación mencionada) pero oculta que compiten las esposas entre sí por el único varón. Y también oculta que a él le está “permitida” la experiencia sexual fuera del matrimonio y no le está permitida a la mujer esa misma experiencia. De alguna manera su cultura se asienta bajo una dominación de conocimientos de lo que es el bien y el mal, al que accede plenamente el hombre, pero no la mujer.
Así que el deseo de buscar en el varón el último reducto donde residir la autoridad moral de la familia se ha venido abajo. Ni se sostiene por causas de Sangre - una vez que la ciencia ha determinado que el óvulo y el espermatozoide mezclan información genética (como cabía esperar y se sabía desde que existe la ganadería en la cultura humana). Ni por causa de la Herencia, ya que el carácter y los posibles dones y capacidades que este nuevo ser pueda tener viene también de mezcla de genes y el factor del individuo, sus habilidades, sus capacidades y sus experiencias es determinante y puede ser muy superior al de los padres o muy inferior en términos de valoración social. Si a ello sumamos la idea cristiana de que el alma es inmortal (es decir no muere, por tanto, no nace como aseguran las religiones de oriente) cualquier ser que nace de mujer ya posee alma antes de nacer, y con el alma cierta personalidad propia; por lo que la disputa real se centra en el control mutuo de la sexualidad de los matrimoniados. Así que la sexualidad que determina el apellido, si al final es la única causa determinante la fidelidad, y existiendo la libertad sexual reconocida, todo el matrimonio queda, al final, en el ámbito de lo que consideren los contrayentes respecto al concepto de fidelidad y sus consecuencias; pues, a la definitiva, la venida de seres tiene un componente aleatorio de gran magnitud. Ya de por sí, la Naturaleza expresa este hecho de fortuidad en la manera en que tiene concebida la función reproductiva, por ejemplo en las plantas (donde el polen puede invadir la atmósfera de una región para asegurar la persistencia de su especie; por lo que análogamente, la naturaleza de la sexualidad humana es de la misma condición – pues es Ley natural -, tanto en el hombre como en la mujer; y su sujeción o control sólo puede intentarse desde convencimientos espirituales o religiosos cuya potencial eficacia también es relativa. Recuérdese el refrán: Entre Santa y Santo pared de cal y canto; y más cercano ejemplo de la fortaleza de la naturaleza sexual, aún en ámbitos espirituales, es la de los cartujos de Aula Dei después de la primera visita de la Reina, se dice que tuvieron que cambiar todas las baldosas por donde había pasado, pues los monjes perdían el "norte" visiblemente turbados por hormonas femeninas. Al final, imposible de contener las visitas femeninas culturales, abandonaron los edificios).
Así que entre el matrimonio y la voluntad a mantenerlo indisoluble sólo queda la voluntad de los contrayentes; y, si "les toca la flauta", ese vínculo del que hablaba la Iglesia Católica, puede resultar indisoluble, pero el vínculo lo han de percibir los dos; y además, resistir las pruebas de todas las "Serpientes" del entorno. Algo que se antoja harto difícil.
Así pues, si la condición de los lazos de Sangre se puede verificar en razón y consecuencia de ser mamíferos también hay que considerar que por esa misma condición mamíferos de distintas especies han asumido roles familiares con individuos de especie diferente en razones de instinto de “protección al cachorro” en ciertas circunstancias (sé que llama la atención la expresión empleada pero es cierta).
Dada la complejidad de nuestra naturaleza animal (con base mamífera por un lado y cultural por otro) y la evolución en nuestras sociedades occidentales, dando origen a experiencias personales muy determinantes para cada individuo en particular, se hace preciso reforzar la defensa de los Derechos a la Libertad personal que permitan proteger ese proceso de experiencia personal, pues las familias, inmersas también en un proceso de transformación social que afectan a su estructura y concepción, pueden resultar ya un lugar que no siempre comprende y reconoce la profundidad y la complejidad de las experiencias de sus miembros y deben de ser las leyes quienes protejan íntegramente las diferentes experiencias que las personas pudieran experimentar en sus vidas amparadas por el primordial concepto de la libertad.
Por ello hemos de sujetarnos al concepto más positivo de nuestros valores democráticos. Ya que por medio de ellos reconocemos el derecho de los demás a ser libres en sus decisiones y a respetarlas; y en caso de fricción, respetar las normas que nos hemos dado para su solución. Pues ello es uno de los dones que nos ha traído la democracia.
La defensa de nuestra sociedad, y de nuestros valores, no se puede realizar si nosotros mismos no los respetamos en nuestro entorno. Europa se ha distinguido por la defensa de los Derechos Humanos, y aquellos que se benefician de esta concepción de la vida humana deben de respetar esos principios.
Ser hidalgo, hijo de algo, cada vez puede tener menos relevancia, en favor de una vida más plena y sincera, y sobre todo si aceptamos que todos tenemos en común una experiencia de vivir que nos une y que debiera ser fuente de solidaridad (seamos de la condición que seamos, de la raza que seamos, de la profesión que ejerzamos). También se ha de tener en consideración que Democracia no es solo votar periódicamente sino que, en su sentido anglosajón, democracia es algo así como una permeabilidad de la sociedad (incluso promovida) para hacer accesible a cualquier persona, de cualquier condición, a estratos y roles sociales superiores aceptándolas como son; es decir, sin procesos de cooptación al margen del espíritu democrático de la Constitución. Y sobre todo, dadas las tristes y dolorosas consecuencias que las rigideces y el control social han dado lugar y lo siguen dando en todas las partes del mundo.
Parece más positivo estar más a favor de una vida inteligente y sabia que de honores derivados de los aspectos mágicos de la sangre o de la familia (son mitos cuyos fundamentos no precisan de historia familiar sino de fe en las personas para que estas desarrollen sus capacidades plenamente para bien suyo y de nuestra sociedad).
jueves, 20 de septiembre de 2018
Agradecimiento a D. Carlos
Quiero expresar
desde estas, tal vez breves líneas, mi profundo agradecimiento a la persona de
la cual he percibido un firme apoyo aún desde mi controvertida posición.
Abrumada mi persona y en una situación muy delicada, lleno de temores, inicié
hacia él una profunda comunicación en la que cuestiones sociales, provenientes
de mi experiencia personal y laboral, eran configuradas en líneas y párrafos
volcando situaciones, algunas muy complejas y difíciles de expresar y, tal vez
de entender dada la naturaleza de la complejidad alcanzada por mi propia
existencia tanto en mi mundo laboral como social. Sin embargo, ello dio un
fruto que no esperaba: no sólo se iban resolviendo esas complejidades que a
cualquier sitio que anduvieran me acompañaran si no que me sirvió para
profundizar también en mi propia condición, en la naturaleza de la misma y en
su progresiva resolución, así como también frutos en profundos pensamientos y
reflexiones políticas y sociales, que con precaución y real temor expresaba
dado el alcance y transcendencia de cada uno de ellos. Por ello me decidí hace
algunas semanas a transcribir algunas de esas reflexiones en mis redes sociales;
redes sociales que ganan y confirman, así, la complejidad y profundidad del pensamiento y la reflexión , y que puede ser, en alguna ocasión,
referencia o parámetro a tener en cuenta en los momentos que
vivimos en la actualidad en nuestro Estado: España. Algunas de esas reflexiones
irán apareciendo en este, mi blog, ahora en Homenaje a mi discretísimo y sutil
“Liberador”. Muchas Gracias D. Carlos
Pérez. (Sabe Vd. que soy, además de
Socialista, religioso: ¡Que el Cielo le Bendiga! y permita completar y coronar
sus proyectos políticos para nuestra comunidad social y ciudadana, allá donde
el deber Socialista le lleve).
Algo de la naturaleza de la rivalidad existente entre Derechas e Izquierdas en España
Algo de la naturaleza de la rivalidad existente entre Derechas e Izquierdas en España
No creo que debamos remontarnos mucho más allá
de la Guerra Civil para hallar allí el núcleo principal de las rivalidades
entre las izquierdas y derechas en España. El aparente paréntesis de la
transición fue eso, un paréntesis bajo unas premisas “intocables” que permitirían
el regreso de la Democracia a España. Premisas que pudieran responder no sólo a
las consecuencias del fin de la Guerra determinando un vencedor; vencedor que
nace de las conveniencias internacionales en una Europa donde las élites económicas
temían, desde 1917, la extensión de la Revolución Soviética por toda Europa (y
también en EEU) y que acabó propiciando una reacción internacional,
ambivalente, pues paradójico fue el apoyo y la promoción del fascismo italiano
y el nazismo, así como el apoyo al General Franco ante el peligro comunista. Todos
aceptaron el precio de tener que combatir los monstruos creados para
aterrorizar a los ciudadanos europeos en sus intenciones de promocionar el
socialismo ruso en sus naciones; sin embargo Franco se libró y fue atado en
corto con un incipiente capitalismo de un lado y la promoción de derechos
sociales y laborales por otro al que se amoldó para sobrevivir como régimen,
aunque en su rebeldía apoyara, contra natura, regímenes de socialismo marxista
como el de Allende o promocionara o apoyara o tolerara a una rama de la Iglesia
Católica dispuesta a hacer la Revolución Cristiana, mediante la Teoría de la Liberación
en Latinoamérica. Al fin y al cabo solo sería un gesto de venganza ante un todo
poderoso EEUU que imponía sus condiciones allá por donde fuere y al General
Franco le tocara aceptar (si o sí – sobre todo tras la muerte de Carrero) los
designios de los Norteamericanos para España: La Democracia se abriría paso a
la muerte de Franco – el Franquismo sólo sería un recuerdo. Y así fue, salvo
para aquellos que han querido salvar la memoria del Dictador a pesar de que en
su régimen nada fuera lo que pareciera y menos que obedeciera a las consignas y
exaltaciones que hicieran posible la Guerra Civil. El entorno Falangista parecía
aceptar una pluralidad ideológica en la sociedad, mientras que los Cuerpos de
Seguridad se seguían cebando con ciertos grupos Comunistas cuando la frustración,
por alguna causa, exigía una demostración de fuerza y vigor interno en el régimen.
A la definitiva el Franquismo supuso mucho tráfico de influencias, muchas
recomendaciones (para sobrevivir) y mucha permeabilidad a las necesidades y
orientaciones del incipiente capitalismo en España; mucho Catolicismo oficial,
mucho autoritarismo cuando no paternalismo autoritario y mucho control social.
Todo ello sin cuestionamiento oficial por medio de partidos políticos. A la
definitiva, el Franquismo era, simplemente, el Gobierno de un militar, de un
General que, por su condición, exige obediencia y, por tanto, la política
concebida como debate de plurales no tiene cabida alguna. Todo ello bajo el
pretexto del Comunismo y la subversión de valores que este traería.
No es de extrañar que entre demasiados altos
mandos militares españoles siga existiendo admiración por la carrera militar del
Dictador, a la definitiva conjugó durante el desarrollo de la Guerra Civil
acciones militares con gran simbología y carga política con el fin de, en esa
lucha política por alcanzar el poder absoluto del Estado, acabar con todos
sus enemigos políticos (ya fueran rivales
en su propio bando o rivales en el bando enemigo) y fue prolongando la Guerra
Civil de manera calculada para conseguir ese objetivo esencial. Objetivo que
parece fuera una predestinación en razón de su juventud; juventud que hacía
vislumbrar un largo periodo de excepción para España y ello parecía ser el
objetivo esencial de su ascenso y confirmación en la Jefatura del Estado. Parece
que militares de alto rango en España siguieran precisando una referencia mítica
durante el desarrollo de su carrera militar y ascenso al generalato; pues son
los mitos los que aseguran en una Nación la simbología de la propia Nación y su
persistencia en la Historia. Otra cosa es la visión de la izquierda, más
orientada a la visión de España, no tanto como Nación sino como Estado; Estado
neutral cuya única simbología se basa en el progreso de sus ciudadanos y en su
bienestar, procurando la paz social e internacional como requisitos
indispensables para el desarrollo de la economía y con ella de los derechos
internacionalmente reconocidos a los
Seres Humanos por el hecho de serlo.
Así pues tenemos dos polos en España que parecen no
haber alcanzado una sincera reconciliación. Dos visiones que retornan, o tienden
a retornar, para encontrar en el pasado señas donde recuperar su identidad y su
pujanza pasada. Y si para ello es preciso realizar una re-lectura de la
Historia a ello se aprestan de manera independiente marginando al adversario
político e impulsando su “visión” en un continuo devenir de estrategias
concebidas para que los planes de “visión”
de unos se frustren y viceversa. Han pasado los primeros cuarenta años de la
restauración democrática y no se visualiza, de manera institucionalizada – con grandes actos Institucionales, civiles y
militares (estos últimos, militares, sólo realmente posibles en un marco de
sincera reconciliación histórica) – el gran logro conseguido por la
sociedad española, porque realmente es un gran logro que
parece que pasará desapercibido, en medio de un relevo político generacional que
en vez de haber servido para reconocer esos hitos, vislumbrar las carencias o
defectos observados y relanzar el sistema democrático desde una nueva visión regeneradora
en objetivos y valores democráticos parece limitarse a seguir el juego de
rivalidades que yacen en el pasado, en una continuidad que deja la “reconciliación
sincera” aparcada “in tempore”. Extraña política me resulta aquella que no es
capaz de encontrar los verdaderos puntos de encuentro con el adversario con el
fin de generar un juego democrático en el que los ciudadanos siempre salgan
ganando aunque se consideren en la oposición. Extraña política me resulta
aquella que, por sus déficits permite el ascenso de extremos radicalizados que
dicen poseer Verdades absolutas y estar dispuestas a imponerlas como al
principio de los años veinte. Y más extraño me resulta que después de la experiencia
de los cuarenta años de restauración democrática exista entre los conservadores
españoles una “reserva” hacia la democracia (ya expresada en la votación de la
Constitución) por la que se permiten el “lujo” de tener siempre una “puerta
bien abierta” para abjurar del sistema democrático y que se muestra, abiertamente, cuando en sectores militares se defiende la figura del General
Franco a propósito del deseo del Gobierno de trasladar la tumba del Dictador.
No parece que haya concesiones por ninguna de
las partes. De un lado no se pacta con el adversario una Ley que sirva de
verdadera reconciliación (el adversario se opone); y cuando el
adversario ofrece una posibilidad de diálogo también se rechaza (probablemente en razones de mantener la
iniciativa y liderazgo político). El interés general debieran ser los
españoles en su conjunto, pero estas cuestiones del “tempo político” de “marcarle
los tiempos” a los adversarios se impone a ese interés que debiera ser general
y estar por encima de la lucha partidista en ciertas ocasiones. Parecen ambos, derechas e
izquierdas, perder lo genuino y la razón de ser de ellos mismos si acabaran por
llegar a un acuerdo en estos asuntos de la reconciliación. Parece existir un
grupo de gentes que siguen sin concebir que la Verdad, de existir, se hallara
en un entorno compartido con el adversario; pero tengo la sospecha de que la
rivalidad obedece más a la existencia de “francotiradores” aún ocultos en lo más
profundo del Estado que están convencidos de poseer la Verdad Absoluta y que
son capaces de “imponerla” – al margen de los procedimientos democráticos – en cuanto
la ocasión le es propicia y que siempre se hallan a salvo de los controles
constitucionales; a veces creo que aquello “oculto” que creó la dictadura para
controlar a la sociedad aún persiste a pesar de los cuarenta años transcurridos
y sobrevive “remozado” (como ese General en
la reserva que después de haber servido a nuestro sistema democrático, en las más
altas responsabilidades de seguridad del Estado, se desvela admirador de
Franco, lamentable realidad que pone en duda procedimientos y formas dentro de
un lenguaje perfectamente Constitucional y aparentemente democrático. Sin embargo, dudo que nadie considere que
deba de perder el tiempo en un entretenimiento de semejante envergadura
respondiendo a la cuestión que sugiere este mando retirado en la reserva: ¿Cómo
afecta al Estado Democrático el liderato de Altos Mandos que admiran a un Dictador
del propio país en la Alta Seguridad del Estado?, y sobre todo las consecuencias:
¿Se transmite ese talante a los mandos subordinados o a otras estructuras de
mando en la seguridad del Estado Democrático? Y sobre todo la última pregunta a
tenor de lo revelado por Arzallus en un programa de “memoria política” en el
que veteranos políticos de la restauración vienen hablando de su experiencia en
el Parlamento y que señalaba la potestad que se reservó el Ejército en la
integridad del Estado: En ese ejercicio de seguridad ¿Hasta dónde llega el Ejército?
¿Los controles que recibirían esas acciones están sujetas a control democrático?
¿Es un derecho reservado al Ejército sin control del Ejecutivo? ¿Es
directamente el Rey quien controla esas presumibles acciones? (en Francia era Mitterrand
quien controlaba las acciones de seguridad, o al menos así se señaló cuando
atacaron al barco insignia de “Greenpeace” los buceadores de los servicios
secretos franceses - todo ello a no ser que nos mientan a todos y los servicios
secretos europeos vengan funcionando autónomamente respecto de sus legítimos
gobiernos democráticos y constitucionales, algo que pudiera sugerir el reciente
problema en Alemania con la súbita destitución de un alto responsable de la
seguridad) ¿Es por ello, como insinúa Arzallus, que se pudieron poner obstáculos
para que el PNV no pudiera votar favorablemente la Constitución?). Realmente
no me gusta hablar del PNV de Arzallus (y
su extraño signo nacionalista RH negativo) y lo tristemente ocurrido en
Euskadi, que bien parece una verdadera trampa para tener bien atado al
nacionalismo vasco y que viene a resultar, una vez “desanudada” ETA, que nos “hacen
emerger” el actual “chandrío” catalán. Y en vez de buscar fórmulas que, en la
organización del Estado, nos alejen de la idea del Nacionalismo, de las
Naciones, etc… parecemos todos girar hacia la misma deriva del objetivo de
encontrar nuestras raíces en mitos Nacionalistas, como si el camino trazado,
aun viéndolo nefasto y desintegrador, fuera una nueva oportunidad política que
ofrecer a los ciudadanos y con la que asediar al Estado Central y con ello a
cualquier Gobierno de la Nación. (Siempre
me gustaría apostar por el hecho de que la identidad perteneciera a las
ciudades y a los pueblos de España, de uno en uno – desde allí cada cual busque
su mitos y los promueva por bien de la cultura, el folklore y el turismo -,
estructurados, dentro del Estado, en “unidades territoriales naturales” y no
históricas (pues la Historia se interpreta en cada Nación según conviene a sus
intereses coyunturales, pero una Entidad Territorial Natural tiene unos parámetros
medibles y previsibles que resultan de fácil evaluación económica y que
promueven la cooperación entre ciudades y pueblos para su conservación y
desarrollo; y además no son causa de conflictos en razón de mitos o fronteras o
predestinaciones divinas o provenientes de la sangre de un (o una) monarca o de
la legitimidad de la estirpe real o de su descendencia).
Resolver esa cuestión pendiente de la plena y
sincera “reconciliación” sería abrir la puerta de “par en par” a la Democracia
y cerrar la “otra”, la de la cierta “legitimidad” de la Dictadura del General Franco
– tal vez entonces viéramos si las
posiciones franquistas, y que ahora se muestran en abierta crítica al sistema
democrático acusándolo precisamente de no serlo a su “gusto” a causa del “Valle
de los Caídos”, se alarmaran señalando una “rendición” de los conservadores a
las izquierdas, como señal de “rojerío” generalizado en el “sistema”. Veríamos entonces que lo que ellos entienden
por Democracia es el permanente Gobierno de los Conservadores – como mal menor
de un sistema democrático; cualquier otra cosa es “rojerío”. Se me antojaría
señal inequívoca de “alarma” de quienes creen seguir teniendo de rehenes a las
Derechas, rehenes de una deuda histórica que nunca podrán terminar de pagar
completamente. Una reconciliación de esa envergadura llevaría aparejada una
lealtad de pleno y sumisión efectiva de todos los poderes del Estado a los
Gobiernos legítimos, sin excepciones ni lugares con paréntesis que no puedan
ser explicados a la opinión pública o a los ciudadanos. Se me antoja, ahora que
lo escribo, trayecto realmente difícil y casi imposible, pues siempre habrá,
como parece que hubo en el pasado más o menos reciente, quien apueste por la
formula de tenernos enfrentados, realmente enfrentados – al menos a nivel político – como fórmula
para “controlar” al poder político (también
enfrentado entre sí). Este parece ser el
signo de España, a diferencia creo, (al
menos esa es mi esperanza), de otros países que supieron ser sumisos a sus
Constituciones y a sus Democracias. Esa
parece ser la verdadera división existente en España, una parte de ella no
termina de creer plenamente en la Democracia ni aunque gobierne y, a la vez, va
emergiendo, otra de signo contrario que piensa que la Democracia verdadera es
excluyente – les sobran todos y se bastan ellos solos para interpretar el
Estado y a sus ciudadanos (los que no estén
de acuerdo a la cárcel o al exilio).
Creo que el diseño del Estado que aparece en la Constitución es el apropiado para un Estado que ha pasado por una Guerra Civil en las circunstancias en que se pasó ese episodio (y creo que fue diseñada con mucha inteligencia; y creo que la Monarquía está cumpliendo con creces las expectativas que se pusieron en ella – los réditos que nos trajo son muy superiores al “debe” que se pudiera objetar – y el sucesor “sólo” tiene que mantener el “equilibrio” y la “templanza” necesaria ante el ímpetu de la estrategia republicana, encabezada en Catalunya, pero estratégicamente diseñada, así me lo parece, en el resto de la península. (La forma republicana siempre nos sentó malamente y nos trajo nefastas consecuencias; de ella ya poseemos en la Constitución sus principios y sus valores; pero hay quienes insisten. Los adversarios de la democracia y/o de la estabilidad democrática parecen hallarse en cualquier lugar insospechado … lamentable).
Creo que el diseño del Estado que aparece en la Constitución es el apropiado para un Estado que ha pasado por una Guerra Civil en las circunstancias en que se pasó ese episodio (y creo que fue diseñada con mucha inteligencia; y creo que la Monarquía está cumpliendo con creces las expectativas que se pusieron en ella – los réditos que nos trajo son muy superiores al “debe” que se pudiera objetar – y el sucesor “sólo” tiene que mantener el “equilibrio” y la “templanza” necesaria ante el ímpetu de la estrategia republicana, encabezada en Catalunya, pero estratégicamente diseñada, así me lo parece, en el resto de la península. (La forma republicana siempre nos sentó malamente y nos trajo nefastas consecuencias; de ella ya poseemos en la Constitución sus principios y sus valores; pero hay quienes insisten. Los adversarios de la democracia y/o de la estabilidad democrática parecen hallarse en cualquier lugar insospechado … lamentable).
miércoles, 19 de septiembre de 2018
La cuestión religiosa.
Miedo a reflexionar
abiertamente (II)
Una reciente noticia
en Islandia (asegurando que la religión se prohibirá su enseñanza hasta no
alcanzar las personas los 21 años de edad) me hace rescatar estas reflexiones
realizadas hace unos meses.
Sorprendía que en los
comienzos de Podemos se retomara el anticlericalismo, al menos en su vertiente
institucional, y ello tuviera eco en gran parte de la sociedad española
cuestionando los beneficios fiscales de los que goza la Iglesia Católica y
otras prerrogativas relativas a su capacidad para inscribir propiedades a su
nombre. En esa dirección se han venido manifestando, en los medios de
comunicación, alcaldes de pueblos que se han sentido afectados en sus
patrimonios y también proposiciones realizadas en nuestra propia ciudad,
relativas a templos históricos sostenidos en sus reformas con fondos públicos.
Han existido
discrepancias de otras naturalezas que tienen que ver con la asistencia y el
apoyo a personas en situación de exclusión social y las diferentes perspectivas
de mantener la dignidad de las personas en cualquier situación de desamparo, ya
sea económico o por razones de enfermedad o de estigmatización social.
En todo ello parece
existir profundas diferencias, y probablemente más que discrepancias
antagonismos, de fondo que no termina de resolverse ni de encaminarse hacia
un objetivo plenamente compartido - al menos que sea contemplado así por
todas las capas sociales. Parece necesario realizar un esfuerzo, de tal
manera, que permitiera una profunda comprensión del hecho religioso que hiciera
inviable, por un lado, la descalificación que se realiza en ocasiones desde la
izquierda y centro izquierda, y por otro desterrar la incomprensión que se
siente a este respecto desde la derecha y centro derecha del país; buscando un
punto medio que permitiera entender, plenamente, ambas percepciones sociales y,
a la vez, intentar enmarcar correctamente el papel que el Estado debiera asumir
en este asunto de manera moderada y ecuánime para que todas las sensibilidades,
que se hallan en juego, ocupen un lugar adecuado en el que estén conformes.
Tampoco cabe señalar,
para el fondo de esta discrepancia o antagonismo, que permitiera arrojar algo
de luz, el reiterado episodio de la Guerra Civil como origen de la misma.
Bastaría leer los artículos publicados en el New York Times en los primeros
días de la sublevación militar del 18 de Julio del 36 para observar que las
declaraciones que se realizan sobre el clero y la Iglesia, por parte de
sectores defensores de la República, que señalan como causas del enfrentamiento
un antagonismo mantenido durante siglos que se expresa en los años treinta con
especial virulencia (Anticlericalismo español)
(Semana Trágica) (Las
primeras noticias que llegan a EEUU sobre la sublevación militar – del New York
Times – son reveladoras – y pueden contemplarse en el buscador de hemeroteca -
que en internet tiene el periódico americano – señalando al General Franco como
revolucionario y calificando al Gobierno de la República como “Rojos” (adjetivo
descalificante en aquella época en la que la revolución rusa (apenas realizada
19 años antes) ponía en peligro los cimientos de lo que se consideraba
civilización en occidente) a los pocos días de iniciarse la resistencia frente
a los militares rebeldes – ello proporciona una reflexión de fondo que nos ha de
impulsar para superar esos antagonismos y sus consecuencias, pues las primeras
impresiones – sobre todo para los anglosajones – son de capital transcendencia
para formarse unas opiniones que luego serán difíciles de modificar – por mucho
que la República española presionara con posterioridad para reconducir el
lenguaje que usan los reporteros de la prensa internacional).
La esencia del
anticlericalismo en las posiciones progresistas pudiera hallarse, al menos una
de sus patas, en la experiencia de la Revolución Industrial en
Inglaterra y en la aparición de una clase social desfavorecida y empobrecida,
sin un acceso eficiente a la cultura que imposibilitaba su progreso social;
todo ello era justificado por las clases conservadoras como “voluntad divina”.
Probablemente esa visión del protestantismo, en esa sociedad, se fuera
trasladando al ambiente católico y si bien no se atribuyera de manera tan
determinante la “voluntad divina” con el estado precario del proletariado sí,
que de alguna manera, se vinculó, no tanto con esa “voluntad superior y divina”
inapelable y todo poderosa, pero sí con una idea muy vulnerable y fácil de
atacar: “El pecado y pecar” como causa que llevara a esa situación de
“dependencia social” e involución a la prosperidad. Si bien en Inglaterra se
combatió con cierta fortuna esa idea de “predeterminación divina” que imponía
la condición de pobreza a muchos (pues era obvio que
existían trabas sociales que impedían la migración a estatus sociales
superiores – y esas trabas eran ajenas a cualquier “voluntad divina”, pues se
hallaban en los prejuicios sostenidos, de manera interesada, por las clases
altas para asegurarse su dominio sobre la sociedad), en España se
vincularía esa idea de la causa de la pobreza como resultado del “pecado contra
Dios”. Resultaba evidente que contrariar la voluntad del patrón, del
terrateniente, del Conde o de un representante de la Iglesia Católica en
asuntos sobre intereses puramente terrenales nada tenía que ver con “pecar
contra Dios”, por mucho que en ello se empeñaran las élites españolas.
Semejante incoherencia anidó en el ánimo de los que se sentían proletarios y
desheredados de cualquier Derecho, propiciando el desarrollo del Ateísmo (si los que mandan se
amparan en Dios para subyugarnos y explotarnos será porque su Dios está contra
nosotros; era una explicación sencilla y clara: Un Dios así no puede existir.
¡¡Su Dios es falso, es una mentira!! ¡¡Nos hemos desengañado!!) y con ello
la proliferación del anticlericalismo que alcanzó su máxima expresión con el
anarquismo español. “Ni Dios Ni Amo” fue su expresión de vanguardia ante el
vínculo que relacionaba al “injusto” y “represor” “Poder” que siempre
encontraba obstáculos para ceder derechos laborales que hicieran posible una
vida más llevadera y menos esclava a la clase trabajadora.
Hay que entrar en el
fondo de la cuestión y no quedarse en las primeras impresiones; y en la
cuestión religiosa de lo que se trata es de aproximarse a la naturaleza
metafísica del hecho religioso y no de su vertiente manipuladora de masas (tan
propia de una visión política del hecho religioso) – y siendo evidente que
sea así, no por ello hay que considerar que las visiones progresistas no deban
entrar en estos territorios, pues bien parece causa última del desentendimiento
no atreverse a formular hipótesis que contemplen con cierta rigurosidad la
vertiente metafísica de la cuestión, pues procediendo al margen de la
metafísica ignoramos gran parte del fondo del hecho en sí y, por consiguiente,
se hace inviable un acercamiento correcto al hecho religioso; por lo que se
acaba apelando al “prejuicio” – tanto por una y otra parte enfrentada – y así,
por medio del prejuicio, completar la “cadena de ADN” del problema que el hecho
religioso representa para la izquierda y la derecha. De tal forma, que nunca se
encuentra solución acertada, o al menos hipótesis con fundamento que nos
permita observar un trayecto o un itinerario hacia su solución. De alguna
manera, negar el componente metafísico y mantenerse en una exclusiva razón materialista
no otorga, por sí mismo, estar en posesión de la verdad – aunque ello pueda
resultar, aparentemente, muy útil en los asuntos económicos y científicos, pues
aún en estas áreas conocemos la influencia decisiva de factores que escapan a
la racionalidad materialista.
En primer lugar cabría
señalar que el hecho religioso en nuestra sociedad ha de analizarse
fragmentándolo en un primer momento, con la finalidad de observarlo desde una
perspectiva más objetiva que permita un planteamiento más cercano a la verdad.
Esta fragmentación cabría expresarse en tres partes: La Iglesia como
estructura humana; segundo: La concepción del cristianismo en sus
orígenes; y por último el hecho espiritual que es común a la
sensibilidad humana en cualquier territorio del planeta. Para ello
partiremos desde la visión más materialista que analiza la existencia del Ser
Humano.
Desde el punto de
vista más materialista se observa la vida y la sociedad humana como una
agrupación animal que ostenta ciertas peculiaridades específicas – que se
observan en el ámbito de capacidades cognitivas, sociales y de habilidades
tecnológicas superiores respecto de otras especies que habitan nuestro planeta,
y que por ello somos capaces de dominar nuestro entorno natural y modificarlo a
nuestra conveniencia – pero que en esencia somos como las especies animales
que nos rodean pero con las peculiaridades de los mamíferos; peculiaridades que
influyen en nuestro comportamiento biológico haciendo posible el
establecimiento de vínculos “afectivos” sostenidos por emociones que dan lugar
a sentimientos. Y diferenciándonos del resto de los mamíferos porque estas
relaciones no nos estructuran socialmente en forma de “manada” sino de “tribus”
– por existir un componente cultural de origen familiar, que facilita un
aprendizaje más complejo y prolongado, hasta alcanzar la madurez y que se
expresa en forma de arte, lenguaje, tecnología y creencias metafísicas – y
que posteriormente dan lugar a pueblos, ciudades, naciones y Estados dando
lugar a civilizaciones, y por extensión, al producirse una mayor uniformidad en
valores y principios que se sostienen por los seres humanos, se abre paso el
concepto de civilización Humana.
Describirnos desde el
punto de vista materialista no parece difícil, basta con compararnos con las
distintas especies de vida que conocemos en el planeta para observar las
diferencias que nos separan de ellas y, por medio de la reflexión, concebir
ideas y conceptos, a los que ponemos nombre, para señalar nuestras capacidades
específicas que nos difieren de las otras especies animales. Y análogamente ir
describiendo la naturaleza que nos rodea y los procesos cíclicos o previsibles
a los que está sujeta consiguiendo predecirlos y, con ello, establecer leyes e
hipótesis cada vez más complejas; llegando a describir una idea del Universo
que nos contiene y los fenómenos físicos y químicos que en él, y en nosotros,
se dan.
Y a pesar de tal
capacidad de análisis científico no somos capaces de definir “qué es la vida”.
Podremos describirla y, tal vez reconocerla, por los fenómenos que observamos
en nosotros mismos y en los seres que nos rodean y manifiestan vida, pero
obviamente no sabemos “qué es la vida”, ni “por qué se produce”, ni “por qué
acontece”, ni “cuál es su función en el planeta” ni en el Universo. Y además
sólo reconocemos la vida tal cual la conocemos en sus manifestaciones en
nuestro planeta; por lo que desconocemos que puedan existir otras formas de
vida que estén sujetas a leyes biológicas diferentes de las que consideramos
viables en nuestro entorno. Y lo más paradójico de todo el fenómeno de vida
conocido por nosotros es intentar llegar a concebir el “por qué” es necesario
para la vida dotarla de inteligencia y de conciencia de sí misma. Pues, al ser
inteligentes los seres humanos, somos capaces de imaginar sin ningún límite,
pero, a la vez, limitados por el hecho certero del acontecimiento de la muerte.
Y, también, es obvio que si no podemos saber “qué es
en esencia la vida”, difícilmente podremos saber “qué es en esencia la muerte”,
pues al igual que el fenómeno de la vida podremos definir la muerte en función
de lo que nos rodea, pero no podremos saber “qué es lo que es en sí misma” por
medios estrictamente científicos (es decir sin recurrir a hipótesis) – ni
siquiera podemos determinar cuándo se produce la muerte exacta de un ser o una
persona, pues los parámetros de definición son diferentes incluso en países
europeos y no implica cese absoluto de actividad cerebral sino en
consideraciones de irreversibilidad de las capacidades humanas habituales y
comúnmente aceptadas.
Parece aconsejable
aceptar que, en general, el ser humano, al menos una vez en su vida, se plantee
con mayor o menor rigurosidad esta cuestión de la finitud de la vida dándole,
por lo común, una solución más o menos “transitoria” que le permita asumir
quehaceres vitales que requieren nuestra casi permanente atención cotidiana y
cuasi en exclusiva. Es ahí donde entra en juego el papel de las creencias
familiares, sociales, o culturales con el fin de ir dando respuestas, en la medida de lo conveniente del momento particular
de cada ser que pregunta, o de la “moda social” que circunda – e incluso
desde la propia perspectiva vital de quien responde (con lo que ello
implica de carga emocional añadida y/o polarizada) - con el fin, por lo
general, de alinear a la persona con el pensamiento familiar o social (ya
sea este religioso, gnóstico, ateo, científico, político…).
Un niño no tiene
conciencia de muerte o vida, simplemente experimenta hasta que esos conceptos
de muerte aparecen en el entorno familiar o educacional; por lo que su mente,
en principio, es ajeno a ello. Y sin embargo,
esas respuestas iniciales serán de transcendencia en la concepción del mundo, y
de la propia existencia, que rodea al nuevo Ser Humano. Y, a pesar de esa
importancia, no disponemos de respuestas definitorias precisas, por lo que
considerar la visión materialista como verdadera o la visión espiritualista
como verdadera se convierte, en ambos casos, en una creencia sin más sólidos
fundamentos que las apariencias.
Para entender con precisión la fortaleza que las apariencias
pueden tener en la mente de los seres humanos bastaría con remitirnos al
aparente movimiento del Sol en el firmamento celeste, durante el día, y
realizar la experiencia de verlo ponerse en el horizonte y hacer el esfuerzo de
imaginar el movimiento de la Tierra – siendo el horizonte quien se mueve y
no el Sol; Y las implicaciones que ello tuvo en el pasado en el terreno social
y en el pensamiento humano. Es obvio que por mucho que “teóricamente”
sepamos que es el Sol quien se mueve alrededor de la Tierra, para nuestros
sentidos (y cerebro) siempre será el Sol quien se mueve en la “bóveda” celeste;
al menos hasta que le hagamos “hacer pasar” a nuestro cerebro y nuestra “mente”
por esa experiencia; y, aún así, aunque le hagamos pasar por esa experiencia
siempre tenderá a “funcionar” y a “relacionar sus conocimientos cotidianos” en
razón de esa “realidad” que es la “apariencia”. Resulta un paradójico
paradigma.
Es la religión quien
ha profundizado, mediante un lenguaje simbólico, en todas esas preguntas
transcendentales que sólo se pueden ignorar en la medida en que la experiencia
vital y social de cada persona no precise de nueva respuesta puntual a ese
respecto. Y la respuesta requerida será de mayor o menor profundidad
dependiendo de la inquietud de cada persona y de las “heridas” que la vida le
vaya generando. Es propio de nuestra sociedad vivir despaldas, lo más posible,
a esta circunstancia que a todos nos ha de alcanzar; e incluso resulta
inconveniente como tema de conversación por inapropiado; y, sin embargo, leer
las biografías de los filósofos más reconocidos por nuestra civilización es
adentrarse en este terreno como causa primera de sus iniciales reflexiones que
han dado lugar a profundos estudios considerados de gran erudición y que han
sido capaces de marcar a generaciones enteras y modificar, significativamente
el mundo social en su presente e incluso en generaciones postreras – como lo
es el caso de Schopenhauer o Nietzsche, por citar alguno.
Es la religión, y no
solo la Católica, la que desde el inicio de las poblaciones y ciudades Estado
han configurado un conjunto de símbolos sobre los cuales las personas han
depositado la esperanza sobre todo aquello que no podían comprender plenamente
por sí mismos y les ha servido de apoyo para sobrevivir a las adversidades cotidianas
– y las dificultades no son otra cosa que la condición propia de la vida,
por el hecho de ser vida.
Y cabe reparar en que
es la religión Católica la que, como su nombre indica, se considera a sí misma
Universal, probablemente por detectar que todas las civilizaciones conocidas se
asentaban sobre creencias metafísicas que eran “entendidas” y asimiladas por
los cristianos de manera que completaba todas las manifestaciones simbólicas de
la psiquis humana – de ahí su nombre de Católica.
Efectivamente, todo el
hecho religioso tiene que ver con la psiquis humana. Y en ello encontramos
respuesta no solo en el principio de la Biblia (el Génesis), si no en el propio
Aristóteles cuando afirma que al observar la Naturaleza ve “inteligencia” por
donde mira.
Uno de los aspectos de
fondo que ampara el hecho religioso es el de dar sentido a nuestras vidas – ello,
incluso, forma parte de las nuevas tendencias pedagógicas que pretenden
superar, definitivamente, cualquier rasgo de visión autoritaria en la enseñanza
– para nada se entiende que haya de existir autoritarismo y violencia de
cualquier signo en las aulas a no ser que a ello se deba apelar por falta de
recursos, ilusión y capacidad de los docentes.
Los que ya somos
veteranos y entrados en años, podemos recordar cómo la idea de Dios, que nos
transmitían en clase de Religión, se hallaba impregnada de un rasgo físico – semejante
al de un Gran Abuelo o Padre – que poseía un montón de virtudes y
omnipotencias, y de patologías de carácter violento propias de personas
indignadas con aquellos que no procedían correctamente. Obviamente pretendía
ser ese Dios un reflejo de la Autoridad imperante en la sociedad de la época – y
nuevamente ello no es propio del franquismo, si no que ya venía de lejos y la
imagen, así concebida, era popular en Europa. Y todo ello generaba graves
problemas en las personas cuando eran alcanzadas por una desgracia familiar (sobre todo en los niños), pues quedaba impreso
en la mente de las personas que tales desgracias no eran posibles sin albergar
graves pecados aquellas familias que las sufrían. Lo que llevaba aparejado,
además de la desgracia, cierto aislamiento social (probablemente para
no ser “contagiados”). Y ello ha sido de tan fuerte arraigo que, incluso en
el pensamiento ateo de la izquierda española, se siguió considerando ciertas
desgracias o afecciones de personas como producto de “penitencias” debidas a
“pecados inconfesables” (que por graves no se podían incluso nombrar, ni
mucho menos investigar, pero si juzgar “socialmente”, aumentando así dolor y
sufrimiento).
Cuando el Génesis dice
que fuimos hechos a imagen y semejanza de Dios no dice que la imagen fuere
física, sino que hay que posibilitar la idea de que la imagen y semejanza sea
mental, psíquica… sería la mente en lo que somos semejantes y parecidos a Dios.
Ello es fácil de comprender por aquellas personas que han ejercido gran poder
social y su palabra es, o ha sido ley, fuese en momentos autoritarios o
democráticos. Su voluntad se ejercía y punto (lástima que sus vidas fueran o
sean finitas – esa es la contradicción (aunque en ello está la
Ciencia buscando una solución que no será para todos, si no para quien pueda
pagarse la inmortalidad) – ahí aparece nuevamente la Iglesia para justificar
toda debilidad terrenal ejercida en el mandato, aunque sea expresada
violentamente y en contra de la Ley, pero por el bien de la sociedad).
Aquí nos referimos a
los dos aspectos del hecho religioso: El puramente mental y psíquico y el que
deriva del hecho religioso que precisa mantenerse históricamente en la sociedad
usando, para ello, sus conocimiento y poder de influencia política terrenal – y que para mantenerse como estructura terrenal no
obviara contradecir, en sí mismo, el hecho religioso. Así se entienden
disputas terrenales entre órdenes cristianas religiosas por mantener criterios
diferentes sobre la riqueza y las propiedades de la Iglesia, o la conducta de
los representantes de Cristo en la tierra y su curia. Ello es condición humana,
y por lo tanto, posiblemente observable en toda institución humana que pretenda
sobrevivir a los vaivenes sociales – incluidos los partidos políticos,
sindicatos, empresas… en todo aparece una corriente pura y otra impregnada de
materialismo utilitario destinado a hacer pervivir su propia estructura social
y se arraigue indefinidamente en el tiempo.
Siendo el papel de la
Religión que el Ser Humano se reencuentre con la esencia de la inteligencia que
habita en todo el Universo y que ha hecho posible la vida, siendo ello un
camino muy personal – ya señalado, ese camino, por otros muchos seres
Humanos, en todo tiempo y lugar; y siendo aquí, en Europa, los llamados Hombres
Buenos, y que fueron torturados o exterminados o exiliados, con la
finalidad de que no fueran referencia social en los cambios políticos que se
precisaban establecer para asentarse como poder terrenal (cuando la vinculación
entre Iglesia y Estado era firme y determinante e inseparable).
De alguna manera
siempre ha sido así: El camino de la introspección personal, si se pretende
trasladar a la gente común, acaba granjeándose la enemistad de cualquier poder
terrenal, por el simple hecho de que quienes defienden valores Universales para
todo Ser Humano tiende a encontrarse en el camino con los obstáculos de los
intereses particulares de los más poderosos del lugar o del reino. Esa es la
diferencia entre Iglesia entendida como estructura jerárquica terrenal y
cristianos de base – más preocupados en el bienestar de la gente común, en
especial los más desfavorecidos o puntualmente afectados por las desgracias de
toda índole.
Si aceptáramos que pudiera existir inteligencia que para existir no precisara de cuerpo, ni de comida, ni de otras funciones biológicas… y por tanto no estando limitada ni por vida ni muerte, no habría necesidad, en esa inteligencia Universal, de albergar criterio político, ni terrenal alguno, pues carece de vida y muerte tal como la conocemos desde la Ciencia, por lo que cabe pensar que favorecería la vida de todo ser vivo y, en su diseño del Universo propiciaría su realización vital, siendo, de alguna manera, ajena a lo que consideramos bien o mal. Desde esta definición de inteligencia Universal se entra en contradicción con la idea de religión aprendida en la infancia. Por ello encontramos que un papel esencial de la Iglesia sería la perduración de la sociedad, y en la sociedad, por encima de cualquier otro requisito ético de cualquier índole; y en ese trayecto encuentra identidad con el poder político en fines y metas. Y en esa prioridad de la finalidad puede encontrar la justificación de los fines – al igual que ocurre a veces con la política – pues la sociedad puede llegar a ser considerada ajena a la realidad que la circunda, al menos se la protege de esa realidad, siempre que es posible, para facilitar el gobierno de la propia sociedad. Y desde esa circunstancia podríamos observar que los dogmas que se sostienen desde la Iglesia van encaminados a mantener un criterio simbólico – casi de naturaleza mágica – en la psiquis de las personas con la finalidad de que puedan mantener la fe ante las innumerables adversidades de la vida. Y por medio de esa Fe sean capaces de ofrecer lo mejor de sí dando lugar, en su mente, a la Esperanza.
Si aceptáramos que pudiera existir inteligencia que para existir no precisara de cuerpo, ni de comida, ni de otras funciones biológicas… y por tanto no estando limitada ni por vida ni muerte, no habría necesidad, en esa inteligencia Universal, de albergar criterio político, ni terrenal alguno, pues carece de vida y muerte tal como la conocemos desde la Ciencia, por lo que cabe pensar que favorecería la vida de todo ser vivo y, en su diseño del Universo propiciaría su realización vital, siendo, de alguna manera, ajena a lo que consideramos bien o mal. Desde esta definición de inteligencia Universal se entra en contradicción con la idea de religión aprendida en la infancia. Por ello encontramos que un papel esencial de la Iglesia sería la perduración de la sociedad, y en la sociedad, por encima de cualquier otro requisito ético de cualquier índole; y en ese trayecto encuentra identidad con el poder político en fines y metas. Y en esa prioridad de la finalidad puede encontrar la justificación de los fines – al igual que ocurre a veces con la política – pues la sociedad puede llegar a ser considerada ajena a la realidad que la circunda, al menos se la protege de esa realidad, siempre que es posible, para facilitar el gobierno de la propia sociedad. Y desde esa circunstancia podríamos observar que los dogmas que se sostienen desde la Iglesia van encaminados a mantener un criterio simbólico – casi de naturaleza mágica – en la psiquis de las personas con la finalidad de que puedan mantener la fe ante las innumerables adversidades de la vida. Y por medio de esa Fe sean capaces de ofrecer lo mejor de sí dando lugar, en su mente, a la Esperanza.
Siendo lo esencial de
las personas su mente, es innegable que las representaciones simbólicas de
santos y símbolos religiosos ayudan, eficazmente, a la psiquis de los creyentes
para superar dificultades, pues lo que ven no es materia si no una energía
simbólica que su mente “maneja” ofreciendo soluciones a las que no se podían
acceder por la lógica materialista con facilidad. Es decir: Facilitan que esa
hipotética Inteligencia inmortal y siempre viva, sin cuerpo, actúe sobre ellos
facilitando soluciones a una mente agobiada por los límites de la materia donde
se halla circunscrita.
Así pues nos
encontramos ante una paradoja, pues siendo la semejanza entre Dios y el Ser
Humano no de naturaleza física si no mental, la religión Católica ha aceptado
el uso de imágenes en sus ritos y símbolos - a diferencia de otras versiones
cristianas que los prohíben con la finalidad de huir de ciertos aspectos
aparentemente mágicos y, por ello, más primitivos.
La vinculación que realiza la Iglesia Católica con la Virgen María
resulta de efectos espectaculares en las mentes de los creyentes ya que, por un
lado, santifica el vínculo madre e hijo en la percepción de la cultura donde se
establece – de tal manera es ese vínculo que el mismo se perpetúa en las
relaciones matrimoniales, dificultando un papel diferente a la mujer (tanto en
el deber de protección de los hijos como en el del sustento de los esposos)
- fortaleciendo roles que son más fácilmente superables en otros entornos
cristianos – como los protestantes; y además, fortalece una idea de familia que
se puede observar el cuadro de la Sagrada Familia que existe en el Pilar (y
que actúa en quien lo observa – sea hombre o mujer - en forma de test de
Rochard, de tal manera que preguntado el observante sobre lo que observa, se
referirá al cuadro proyectando su propio entorno familiar, ya sea el propio o
el materno-paterno, sin darse cuenta). Y, aún, siendo más espectacular el
dogma de la Inmaculada Concepción, pues así consigue la Iglesia que el impulso
sexual que a todos nos trae a este mundo quede suprimido tanto en la concepción
de Jesús como en la de María, haciendo inviable la existencia de nuevos Cristos
– y ello es inviable científicamente en aquella época. En consecuencia
los Cristos, los ungidos… nacen y mueren constantemente, siendo constantemente
perseguidos, como lo fueron Osiris o Budha, en toda cultura. La estrategia de
la Iglesia es crear en la mente de la sociedad la idea de que ello ya no es
posible, salvo que ella misma lo admita al final de los tiempos (¿¿??)
También es curiosa la analogía existente entre la Universidad y la
Iglesia a la hora de aceptar Verdades científicas o religiosas, pues siguen
análogos métodos; no en balde la Universidad nació de las órdenes religiosas.
Y, por ello, no en balde tampoco, la Ciencia pugna por ser nuestra nueva
religión.
Y sin embargo lo
dicho, aparece, como en toda crisis de valores, la oportunidad de encontrar el
punto medio social, que parece ser el menos conveniente para gobernar una
sociedad, pues bien se muestra que nuestra sociedad tiende a
"pendulear" de extremo a extremo, haciendo casi inconcebible un lugar
de equilibrio y equidistancia que facilite a todos el tránsito por esta
sociedad.
La observación que
realizaba Aristóteles de la Naturaleza ha acabado encontrando respaldo
científico, pues se encuentra en la naturaleza – cuando se observa con
criterios matemáticos – que existen por doquier, progresiones de la
siguiente naturaleza: 1,1,2,3,5,8,13,21… que no son fáciles de expresar
matemáticamente pero si son fáciles de descifrar para nuestra mente. Por esa
complejidad de expresarlo matemáticamente, lo que usamos son formulas más
sencillas y fáciles de expresar. Las primeras sucesiones se relacionan con
fractales, y son, probablemente, la mejor definición matemática que por el
momento tenemos de la inteligencia divina, cuando se proyecta en la Naturaleza.
Ese tipo de progresiones adquieren gran complejidad cuando se traspasan a
gráficos. Bastaría imaginar millones y millones de años de evolución de la
mente intelectual (e inmortal) para suponer su complejidad (la formula
sugiere: Uno, más uno, más su resultado… - como inicio – y posteriormente:
Experiencia acumulada más la anterior experiencia igual a nueva experiencia… y
así sucesivamente avanza la progresión). Es obvio que existe inteligencia
en el Universo, si consideramos las matemáticas (las proporciones) expresión de
lógica e inteligencia que no hemos “inventado”, si no “sólo” las hemos
descubierto como lenguaje para expresar con precisión nuestro entorno Natural –
de ahí que podamos vislumbrar un futuro inmediato liderado por “máquinas”
regidas por “cerebros” artificiales que suplirán al Ser Humano a la hora de
tomar ciertas decisiones – como ya lo están haciendo.
La dificultad de
hallar a Dios en nuestro entorno estriba en que, probablemente, está contenido
en todo lo que nos rodea y en nosotros mismos; y, por consiguiente, no lo
podemos “aislar” como sustancia diferente para compararla con nada, ni con
nosotros mismos. (Así, desde esta idea, se podría entender la idea recogida
por Aristóteles que dice: “Que Dios existe es innegable, otra cosa es que Dios
sepa que existimos”).
Si ello fuere así,
como se expone, encontraríamos en la Iglesia una única referencia estable y
estructurada de símbolos y ritos destinados a preservar la Fe (fe entendida
más allá de la consistente en creer en un Dios concreto de rasgos Humanos)
ante toda dificultad y consolar al ser humano en los momentos más adversos e
irremediables de su existencia; en este último caso, de consuelo ante la
finitud de la vida y la existencia humana tal y como la conocemos, se apela a
la bondad de todos los actos realizados en vida con el fin de que la mente, en
base a la bondad de las acciones realizadas, halle una tranquilidad y sosiego
en el tránsito de la muerte (Los trabajos
realizados por Jung al respecto aún tienen vigencia. También vi en una
exposición en Madrid, hará unos 30 años, una Imagen de San Miguel del siglo XVI
ó tal vez XVII a cuyo pie rezaba una frase “transversal” con otras religiones
al hablar del amparo que proporcionaba el “símbolo” de San Miguel en el
transito del "estado intermedio” de la muerte – y que contenía expresiones
calcadas del Bardo Tohodol).
Es esencial el papel
que la Iglesia ha tenido en el ordenamiento de los valores que deben de
sostener las personas dando así sentido a sus vidas y a la sociedad en que
viven – y también en razón de ello, y esos mismos valores, ha sido juzgada
con severidad por sus adversarios al analizar sus excesos, sobre todo cuando ha
intentado la Iglesia mezclar intereses puramente terrenales con “voluntades”
supuestamente divinas (o en los casos de hoy en día al ocultar los graves
excesos realizados por sus miembros sobre niños, niñas o mujeres estigmatizadas
– me refiero a los abusos y al tráfico de niños. Pero no han sido los únicos,
recientemente saltó la noticia de ocurrir los mismos abusos en confesiones
religiosas de e países de oriente que creíamos más “puras” y menos contaminadas
de “materialismo”; lo que pudiera señalar la recurrente tendencia humana de
usar la posición dominante en una sociedad para fines corruptos.
Todos los que hemos
nacido en una cultura cristiana y católica hemos desarrollado unos valores sobre
el bien y el mal que han sido expresados en nuestra infancia. Por ello, si en
vida nos los hemos saltados en un proceso de aprendizaje y hemos ido
reflexionando sobre todo ello, nuestra mente será capaz de perdonarse, tal vez.
Pero si hemos infringido en su esencia esos valores éticos y morales, incluso
llegando al homicidio, nuestra “mente” nos reclamará todo ello en el momento
más inoportuno; de ahí que los cristianos Católicos hayan establecido la
confesión como medio para limpiar la conciencia y mantenerse en “Gracia de
Dios” después de haber realizado una penitencia y un propósito de enmienda.
Los primeros juicios
más famosos de los que se conocen en occidente se hallan en el juicio de Osiris
(que fue muerto por ser buen gobernante y luego proclamado dios del
inframundo, y juez del mismo). El muerto, después de pasar muchas pruebas
tiene que pesar su corazón ante Osiris. La necesidad de pesarlo se encuentra en
que ha podido hacer trampas en el proceso de llegar hasta él. Si su corazón
pesa más o menos que una pluma su alma será destruida para siempre. Se entiende
que es la conciencia del difunto quien se juzga a sí misma – y no es lo
mismo juzgarse en vida, en plenitud de facultades y vitalidad, que en un
entorno de profundo miedo ante la posibilidad de una destrucción definitiva.
Desde este punto de
vista se pudiera aceptar la idea de que quienes han ostentado poder terrenal,
sacrificando conscientemente a inocentes, saben que su conciencia no le salvará
(aunque se consideren dioses a sí mismos, por conocer todos los secretos de
la mente bajo los límites de la condición Humana) y su anhelo se posará en
pasar a la historia de su nación o sociedad como única recompensa. Aún así, hay
quien busca en las religiones ateas (como el Budismo, así considerado por
Schopenhauer) el truco para engañar a Osiris (Osiris no sería otra cosa
que la representación de nuestra propia conciencia) el día del juicio.
Como se ha señalado en
el presente escrito, el tejido de dogmas religiosos establecidos por la Iglesia
parece tener la finalidad última de mantener recursos psicológicos en la mente
de los fieles que les permitan sobrellevar las dificultades cotidianas - siendo algunas de
estas dificultades de gran transcendencia - con la finalidad de estimular y
preservar, en toda adversidad, el impulso vital de supervivencia. Por lo que
toda la estructura dogmática se interrelaciona entre sí buscando una
coherencia, diríamos que “mágica”, que permite que esos efectos en la mente
sean coherentes y operen de manera inconsciente sobre la persona actuando como
una compañía espiritual que nunca le abandona y a la que siempre puede recurrir
en cualquier situación.
Al ser la Iglesia, a
la vez, una estructura humana – terrenal – sujeta
a necesidades, se encuentra también necesitada de mantenerse desde un punto de
vista materialista (dinero,
espacios físicos, jerarquía, ….) y siendo personas las que sostienen sus
propias estructuras también está sometida a las debilidades y virtudes propias
de la naturaleza Humana.
Aún siendo esencial el
papel de la Iglesia para gran parte de la sociedad, no por ello parece que deba
de tener privilegios especiales en relación con el Estado – al menos que el
Estado se considere Nacionalista y precise, por ello, de mitos para sostenerse
como tal Nación; y la Iglesia coopere, también, en ese propósito.
Otro aspecto diferente
es el criterio sostenido por los cristianos llamados de base, mucho más cercano
a una idea solidaria que jerárquica.
En los orígenes del
cristianismo se sospecha que a Jesús no se le consideraba el Hijo de Dios, sino
más bien un Hombre especial y todos los dogmas sobre la naturaleza de Jesús y
su madre aparecieron posteriormente con la finalidad de crear esa estructura
psicológica que sirviera de soporte a las personas, que en ello creyera, para
toda su vida.
Nuestra mente tiene
capacidades ilimitadas, y es capaz de concebir, por medio de la lógica,
complejísimas estructuras metafísicas que son capaces de concretarse en el
mundo de la materia, como lo demuestran los avances científicos. Esos avances
serían imposibles concebirse en mentes que consideraran que el mundo es
perfecto y completo en sí mismo (en todo tiempo y en todo lugar ha habido
personas que así han considerado al mundo perfecto en sí mismo – y no han visto
en los progresos tecnológicos más objeto y utilidad que el de servir al dominio
y al aumento de la extensión de los poderes terrenales que ya poseían).
Pero nuestra mente también está atrapada en un cuerpo mortal y finito, por lo
que nuestra mente no solo trabaja e idea para concebir y explorar el universo
que nos rodea y comprenderse a sí misma, sino que sospechando, o careciendo de
la certeza de poder sobrevivir al cuerpo que la alberga, idea estrategias de
supervivencia para mantener el cuerpo que la habita en las mejores condiciones
posibles y, en ello, rivalizando con otros seres vivos o seres humanos.
Y sin embargo, la
mente es algo que está vinculado al cerebro, pero no es el cerebro; siendo el
cerebro algo más que un ordenador o centro de mando de nuestro ser. El cerebro
es como un órgano capaz de procesar la información que recibe interna y
externamente para adaptar al organismo a cualquier cambio del medio; y, a la
vez, es un receptor intuitivo – es decir, más allá de lo meramente verificable
– que predispone al ser humano ante cualquier adversidad presente y futura, con
el fin de preservarse (preservar no solo el cuerpo, si no lo que es más
esencial: La propia Mente que es donde reside la idea de existir y ser. De ahí
la facilidad de la mente para elaborar o aceptar cualquier hipótesis de
cualquier naturaleza cuya finalidad sea la inmortalidad del Ser: Ser, en
realidad es la Mente. Pues para la mente no existe otra cosa que la vida, y no
puede concebir, para sí, un estado de no vida que no siga siendo una forma de
vida).
Si consideramos que la
forma de afrontar un problema es empezar por abordarlo desde la hipótesis más
adversa, deberemos de considerar que para la existencia del ser humano la
hipótesis más adversa no es la finitud de la vida del cuerpo y de la mente, si no
que la más adversa es el fin del cuerpo – porque
es obvio que muere y se pudre – pero con la supervivencia de la
mente en un medio aparentemente desconocido y, por ello mismo, probablemente
adverso. Esta es la hipótesis que subyace en aquellos que vivieron a su antojo
en la vida, y cuando perciben su finitud apelan al Budismo como religión
alternativa a un cristianismo católico del que saben que sus verdaderos
pecados, de confesarlos, formarían parte de una realidad personal que no se
desea admitir bajo ninguna circunstancia. Y de alguna manera, esos pecados
acabarían formando parte de su realidad personal y social. El budismo, por el
contrario, generaliza la culpa en una idea de karma común a todo ser vivo, por
lo que cualquier sentimiento de culpa propia queda, de alguna manera, disuelta
en un inmenso mar y compartida con toda la humanidad.
Es importante, al menos lo parece,
que nuestros estudiantes se acerquen al hecho religioso en sí, y desde ahí
realizar una exploración de las religiones que han sido y son en la
Civilización Humana; y todo ello se realice con objetividad, pero con
sensibilidad a la vez; y sobre todo sin construir ni sostener nuevamente
prejuicios; si no que forme parte de la filosofía de la naturaleza humana; es
decir: Forme parte de lo que es y representa la Filosofía: La Búsqueda de la
Verdad (o mejor dicho, el aproximamiento a la Verdad - pues no hay ni existe
Verdad Única, por mucho que unos y otros se empeñen, que se pueda trascender
universalmente a cualquier ser humano; en cada etapa de nuestras vidas, por
razones complejas, estamos en condiciones de aproximarnos y sostener Verdades
únicamente para nosotros que tenderán a ser matizadas o modificadas por el paso
del tiempo y de la experiencia personal). De lo expuesto se entenderá que
me resulte aceptable, o al menos entendible, la idea sostenida en Islandia
sobre el hecho de prohibir la religión a menores de 21 años.
https://es.wikipedia.org/wiki/Religión
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