Miguel Ángel Ibáñez Gómez - maiges_ps@hotmail.com

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jueves, 27 de septiembre de 2018

Soluciones drásticas? NO, Gracias (y menos por opinar)

Soluciones drásticas? No Gracias. (y menos por opinar)

A veces se tiende en nuestra sociedad a buscar soluciones «fáciles» (aunque sean superficiales o dañen a terceros) en vez de reflexionar ante situaciones que nos pueden conmover o impactar por inesperadas cuando observamos cómo recaen sobre otras personas males inesperados.
A nadie le agrada que se sotengan opiniones o explicaciones sobre sucesos cercanos a nosotros que son interpretadas de manera tan diferente que nos contrarian hasta tal punto de considerarlas absurdas. Aun más incomodo si ello se refiere a situaciones que les suceden a amigos o a personas cercanas. En ocasiones evadimos reflexionar profundamente para evitarnos una mayor contrariedad en esa reflexión y nos veamos obligados a cambiar la percepción que teníamos de unos sucesos o de la sociedad en la que vivimos. Es más fácil, entonces, buscar una explicación más sencilla e incluso culpar, como suele suceder con frecuencia, al que ha sufrido el perjuicio de su propio perjuicio o al que hace la reflexión que nos desagrada de locura. Lo hacemos para sentirnos a salvo, pero a veces se impone meditar y aceptar que el mundo en que vivimos es más complejo de lo que realmente nos gustaria que fuere y que ello es por causa en la que todos venimos a participar de una manera u otra.
Esta situación no sólo se da en los entornos sociales cotidianos, también ocurre en otros niveles donde estamos acostumbrados a aceptar más facilmente comportamientos que van contra las libertades personales si en ello vemos razones propias de regímenes políticos autoritarios. Así venimos a aceptar que en Rusia se controlen las opiniones y criticas internas de los ciudadanos contra el Kremlin o que en China se controlen y prohiban las manifestaciones estudiantiles contra el régimen de ese Estado y nos decimos: Es natural, son intolerantes, no son verdaderas democracias.
Sin embargo sus habitantes son personas como nosotros y con deseos de libertad como los nuestros.
Si examinaramos nuestras vidas personales tal vez viéramos que en nosotros tampoco aceptamos esas visiones diferentes en otros y menos si esos otros son cercanos, incluso podriamos recordar nuestros enfados, disgustos y amenazas de perder amistades en razón de oponiones. Realmente somos tolerantes?
No tanto como creemos. Incluso existen entornos en nuestra España democrática en que las opiniones diferentes se pueden considerar causa de locura y tratarse médicamente. Así hay quienes proceden unos contra otros si en ello encuentran cauce.
Cuando vivimos no solo desarrollamos las funciones propias biológicas (como comer, dormir, o locomotoras como andar...) también vemos lo que sucede en nuestro entorno con nuestros ojos u oídos, ello que vemos también ha de «dijerirse» y no siempre es fácil, a veces produce «indigestión». Por ello tendemos a buscar respuestas a lo que vemos y oimos que no nos generen «indigestiones». Es una cuestión de supervivencia. Pero la realidad está ahí y si no hacemos algo por cambiarla siempre estará ahí causando daño al más ingenuao, al más noble, al más sencillo. Es un pecado, de alguna manera, de omisión. Y reconozcamolos, se tiende a escurrir el bulto o, en el peor de los casos a hacer como en el chiste de Gila (me meto, no me meto... y le pegamos una paliza entre los cinco..)

martes, 25 de septiembre de 2018

La "extraña" situación de los militares (y no sólo en España, sino en también otros países de Europa)




Resulta llamativa la caballerosidad, la educación y la formalidad y respeto que viene a percibirse, como norma general, en la mayoría de los cadetes, alféreces de cualquier Academia Militar del occidente avanzado, sobre todo porque durante decenios estuvimos acostumbrados a los excesos realizados por los ejércitos – sobre todo de países de la vanguardia occidental como EEUU – sobre territorio ajeno y sobre todo sobre civiles. También resultó desmoralizante ver que las torturas por el ejército norteamericano en la base de Guantánamo persistían después del conflicto militar con Irak y que ningún Presidente de USA consiguiera, aunque fuera un propósito comprometido electoralmente con sus votantes. Realmente chocante que personas destinadas al mando de las unidades militares y que tienen una formación especializada y un código de conducta social normalmente respetuoso y exquisito pudieran llegar a tales excesos al cumplir objetivos militares; resulta realmente desconsolador este hecho pues sus mandos militares de alta graduación, que están al frente de esas operaciones y tienen la responsabilidad de llevarlas a cabo, también recibieron ese tipo de educación y suelen mostrar esa exquisita educación en el trato social.
Meditaba sobre ello, a raíz de un comentario referente a un muchacho que va progresando en sus estudios en la Academia Militar y su madre se mostraba muy orgullosa de ello y de la caballerosidad y respeto que mostraba su hijo en el trato social. Le contesté que actitud potencial vendría “preinstalada” de fábrica, señalando así, indirectamente, un mérito en la propia familia y en la educación recibida previamente que facilitaba esos resultados tan halagüeños en el terreno de los estudios profesionales que realizaba así como en esa educación personal, de naturaleza social, asumida y promovida en la propia Academia Militar – resulta obvio que cualquier familia de ello tenga motivos para congratularse.
Meditaba sobre ello, sobre el cultivo de las “virtudes” (en este caso castrenses): La disciplina, el ejercicio diario, el estudio constante, el orden siempre presente, (la obediencia)… y recordaba un pasaje del Tao The King en el que dice algo así: “Por la propia virtud se reconoce la virtud  en los otros”; de alguna manera cultivar esas virtudes no sólo permite reconocer la virtud en los otros sino también la falta de alguna virtudes o la “aparente” carencia de ellas en otras personas. 
Si consideramos el entorno en donde se aprenden a cultivar y desarrollar esas virtudes podremos que resulta imposible de desvincular la propia persona que realiza el aprendizaje y desarrollo de virtudes del entorno donde los aprende; es decir, se desarrolla un vínculo emocional lógico e inseparable, de la misma manera que se mantienen vínculos de esa naturaleza con los centros de estudios elementales o medios o con las Universidades si nos vinculamos con los profesores para sacar trabajos, tesinas y tesis adelante. Y si el entorno (ya sea Universitario o Militar, del aprendizaje) se proyecta sobre mitos autoritarios de cualquier signo (sea bajo ideas o mitos radicales de izquierdas o derechas) o bajo la idea de que la sociedad perfecta debiera ser autoritaria estaríamos ante un extraño escenario donde las personas que están encargadas de formar a nuestros jóvenes del futuro y en la idea de perfeccionar la democracia no creen en profundidad en ella (y de hecho se pudiera dar el caso de que íntimamente la criticaran aunque en su expresión formal y social mostraran sumisión o respeto al sistema democrático).
Parece existir un cierto equilibrio antagónico entre Universidad y Ejército que viene existiendo desde el origen de las Universidades en la Edad Media (ya se habla de los primeros enfrentamientos entre estudiantes y sargentos en París y de la inviolabilidad de la Universidad para preservar el conocimiento y las reflexiones de crítica sobre ese mismo conocimiento) y da la impresión de que ello pudiera ser irreconciliable en alguna medida y, probablemente, forma aceptada en todo nuestro occidente circundante y en los países que nos lideran. No queda otra posibilidad que aceptar esa circunstancia como un elemento más de nuestra sociedad, tal vez de equilibrio, con el que hay que convivir teniendo presente que quienes fomentan virtudes siempre observarán, con gran claridad la carencia de las mismas en otros que no las practican y tendremos que comprender que ello no su pone una visión elitista, más de lo que fuera en nosotros mismos cuando las practicamos. Sin embargo, por ello mismo, la sumisión a los principios y valores democráticos debe observarse en cualquier circunstancia, pues de lo contrario, si dejáramos ciertas autonomías en razones de seguridad sobre civiles a mandos militares exclusivamente podríamos encontrarnos en el riesgo de que se tomaran decisiones trascendentes desde esa visión de la virtud y sin considerar otras más circunstancias. 
La democracia es, ante todo, tolerancia para propiciar el avance (e incluso aceptar el estancamiento o la regresión) en la evolución de las personas por el simple hecho de ser personas y tener por ello unos derechos personales; confiando en que un medio tolerante, de valores y de conocimientos positivos propicia el desarrollo social sin dejar a nadie fuera del mismo y de las oportunidades que este ofrece.

Más que los vínculos de Sangre (tener conciencia solidaria, de empatía)



Hace un tiempo escribí sobre la naturaleza e importancia que se le daba a las cuestiones de la “sangre”, a los vínculos familiares y la fortaleza que tienen (o tuvieron) en nuestra sociedad e incluso concebida esa relación como un deber que une a unos y a otros miembros entre sí, como si de una alianza sólida se tratara y que naciera de la necesidad de protección hacia los hijos y hacia los mayores, pues en ambas etapas aparece una mayor vulnerabilidad frente a una sociedad que tiende a la rivalidad y a competir entre sí dentro de un proceso de permanente “aprendizaje” y adaptación social que parece nunca terminar. Los pensadores siempre vienen a decir que la vida, en sí misma, es sencilla, pero nosotros mismos la tendemos a complicar, tal vez en razón de nuestros intereses particulares y percepciones subjetivas.
En la presente reflexión recupero parte de la idea que expresa como los vínculos de “sangre” se han ido afianzando en nuestras relaciones sociales y han acabado por plasmarse en el ordenamiento civil de la sociedad; ordenamiento, en principio, reservado a una élite que ponía el interés en esos vínculos y que, a fuerza de imitarla, todos hemos seguido esos pasos configurándolos en nuestra sociedad. Sin embargo, la modernidad, el deseo de independencia personal, la búsqueda de objetivos personales y el devenir de los nuevos modelos sociales y de familia llevan, en alguna manera y medida, a visualizar que ese impulso “ordenador de la sociedad” en torno a los lazos de sangre tiende a aceptar “nuevas” formas de vínculos que se asientan desde otras perspectivas ya no tan cercanas a esos vínculos sanguíneos sino propiciadas en razón de emociones y sintonías personales que parecen de similar o incluso mayor transcendencia y fortaleza.  No es un hecho nuevo, siempre existió y se visualizó que las emociones y experiencias compartidas son capaces de crear vínculos sólidos que pueden llegar a debilitar las familiares (pues si los familiares no han pasado por esas experiencias en primera persona difícilmente pueden entender a los miembros que sí las pasaron con lo que los lazos de unión tienden a debilitarse); así ocurre con las experiencias de guerra de soldados, por ejemplo, u otras traumáticas de naturalezas diferentes (incluso experiencias de persecución política, o experiencias profesionales donde la percepción del entorno social acaba difiriendo en razón de las tareas laborales haciendo posible una visión muy diferente de la sociedad que puede llevar a una imposibilidad de comunicación real y efectiva con una familia que desconoce esas nuevas perspectivas alcanzadas por sus miembros). Como indicaba, comenzaré rescatando algunos pasajes sobre los fundamentos por los que se establecieran los vínculos en razón de la sangre, para pasar luego a una propuesta de relación social más en función de razones más solidarias y transversales en la sociedad.
    Curioseando por la aplicación de youtube que dispone mi televisor - ante la triste, repetitiva y aburrida programación televisiva - me encontré con el vídeo "La historia de los apellidos" y me la "tragué" de una sentada. Tal vez no sea una clase magistral, pero da los suficientes elementos para estimular la curiosidad y atreverse a plasmar creatividad al amparo de una circunstancia tan singular como es la de poseer apellidos y de los cuales sólo solemos tener una visión práctica de esa circunstancia, sin reparar en las complejidades que el hecho de poseer apellidos ha deparado en la Historia de la Humanidad.
Lo primero que llama la atención del vídeo son dos escenas. La primera sobre el rito de una especie de bautismo en una cultura 200 años anterior a Cristo - realizado por el padre, probablemente con la finalidad de vincularse con el nuevo ser y con su destino en la etapa más delicada de su reciente vida y hasta que sea adulto - y la segunda, la decisión administrativa tomada en China, hace más de 5.500 años, en la que se requería que los niños tuvieran, además del nombre, el apellido de la madre (la madre siempre es y será, la única garantía fiable de filiación. En ello no parece haber duda alguna, siempre que a la madre no se le separe - contra natura - del hijo de su seno una vez nacido este)
     Apenas comenzaba el visionado del vídeo cuando me llegó el recuerdo: - Hidalgo significa hijo de algo. Los recuerdos fluyen a la mente en momentos determinados sin requerirlos. Aún era adolescente, o tal vez antes de la adolescencia, cuando recuerdo que oí la primera reseña sobre la palabra ante un programa en blanco y negro de la televisión. O tal vez fuera una película o un documental - a los que era más aficionados; pero desde entonces recuerdo que siempre que aparecía ese término de hidalgo: Hijo de algo.  Estuve intrigado por el término durante bastante tiempo, sobre todo por lo misterioso del mismo. Descubrí que en la edad media no existían apellidos y que los hidalgos eran los nobles. Fue más tarde cuando empecé a vislumbrar la trascendencia del término Hidalgo; pues quedaba claro que si los hijos de la plebe no eran hijos de algo (¡¡qué término más absurdo!!) eran porque no lo eran de nadie - algo obviamente imposible, pues todos tenemos madres - como acertaron a detectar los chinos cinco mil años antes. Así que el término en sí no parecía otra cosa que un término que infringía, desde la nobleza de su uso, cierto desmerecimiento hacia la plebe, hacia la gente común, es decir: Hacia el Pueblo. Y esta afirmación tal vez explicaría el cierto rencor acumulado de la gente común hacia la nobleza, y a la monarquía que la sustentaba, y que se expresó con meridiana claridad en la Revolución Francesa (probablemente porque en esa revolución francesa la burguesía ya podría decir de sí misma que “algo” tenía: Y ello no era otra cosa que, en principio, Dinero). Así pues, si los hijos concebidos por el pueblo no tenían padre, ello pudiera tener consecuencias para sus vidas en todos los órdenes sociales. 
     ¿Es el dinero la clave?. ¿Hemos llegado al término esencial de este asunto? Leí hace ya muchos años, en un texto, que surgió en Egipto la necesidad de ordenar la procreación, y consecuentemente el incesto, por una cuestión importante: Las herencias. Es paradójico que se atribuyera al Antiguo Egipto, en el que precisamente la realeza se casaba entre ella (hermanos con hermanos, por una cuestión de Sangre, a la cual se le atribuye - a la sangre - propiedades no sólo genéticas desde el punto de vista físico, sino psíquicas propias del carácter de los padres y aún más allá: Divinas) Parece cierto el hecho de que las familias se constituyeran principalmente por estar en edad de procrear y reproducirse; pues esa tendencia propia de la condición animal, por el hecho de ser animales, y su tabú consecuente, no se instalaría en la sociedad hasta que esta se constituyese como tal, con normas, leyes y temores. Y simultáneamente, convive, una vez instalado ese tabú del incesto, con la idea sobrenatural de que un Noble o Rey, por el mero hecho de serlo, pudiera transgredir cualquier norma o ley que sujetaba al pueblo en una moral (Ahí está el caso de Roma, que constituye la base de nuestro Derecho y de nuestra cultura moderna). Por lo que si hacemos caso a ese texto que leí, publicado en España en papel, el ordenamiento de las familias egipcias y la implantación del tabú no tenía otra finalidad que la de determinar la propiedad privada dentro de las familias, y el orden sucesorio en los bienes. Así, pues, adquiere la sexualidad la importancia económica y de ordenación social que es precisa para que una sociedad resulte previsible a sus miembros y, por lo tanto, pueda expandirse como fórmula de convivencia conveniente para toda sociedad que quiera prosperar económicamente y en paz. 
    Parecen aspectos esenciales que tienen que ver con el apellido y con ser "hijo de algo": 
- La Sangre, como transmisora de genes y con ellos, de carácter y virtudes familiares - que de ser bendecidos por el Cielo, alcanzan el grado de Nobleza aspirante a Reinado, o la propia condición de Rey.
- La Herencia, como consecuencia de la Sangre, portadora de Derechos materiales (económicos, legales) por el mero hecho de ser "hijo de algo".
Para que un ser humano se considere sano se verifica que sus impulsos reflejos, al nacer, son los correctos. Impulsos como los agarrar el dedo que se le ofrece nada más salir del vientre de su madre, o su natural tendencia a succionar con su boca, o a tender a apoyarse con los pies en el suelo y andar... Todo ellos son signos de que el nuevo ser humano está aparentemente sano y preparado para asumir ciertas funciones básicas de su condición. Y análogamente ocurre con su sexualidad - a la que algunos psicólogos atribuyen una existencia innata en el ser humano parecida a los reflejos e impulsos naturales a alimentarse, a andar o a defecar...etc. y que son canalizados y orientados en el seno de las familias.
    En consecuencia, añadimos, evidentemente, a la cuestión del apellido, un fenómeno más natural: La sexualidad. 
  La vinculación entre apellido (que no es otra cosa que ser "hijo de algo") y sexualidad es evidente y problemática, pues la propia naturaleza de la sexualidad está sujeta y vinculada con el instinto. Las leyes también se "observan" esa condición a la que está sujeta el género humano y le otorgaba rango de dignidad cuando el camino para su realización era través del matrimonio. Realización formal y aceptada socialmente. El matrimonio garantizaba seguridad material a la mujer y, a cambio,  le proporcionaba herederos al hombre, se entiende que herederos de sangre (con todas las prerrogativas que ello otorgan a los hijos, y honor al padre - pues el honor no era otra cosa que estar dentro de las normas dadas y actuar, por deber, siempre dentro de ellas) por medio de una sexualidad restringida al propio matrimonio.  En teoría el sistema debería funcionar, pero en la práctica los hechos demostraban que ello era, realmente, difícil; básicamente porque la sexualidad es un instinto. Así, creo que se demuestra en las historias míticas: Cuando se realiza el Paraíso Terrenal y en él se pone a Adán con sus necesidades vitales cubiertas, con el fin de que sea feliz, “Dios se equivoca”, al menos con Adán y no sabemos si repitió el experimento con más seres (pues la felicidad que se le otorgaba a Adán se aprecia con los años - precisa de muchas experiencias - y en determinadas circunstancias personales, y ni aún así se tiene la felicidad completa). “No le quedó otro remedio a Yahvé” que buscarle una mujer cuando constató que el joven Adán, al ver copular a los animales, les imitaba (y probablemente perseguía a alguna cabra u oveja que pasara por ahí (como aseguran textos judíos). Por lo que determinara Yahvé, que su felicidad, la de Adán, no era completa y que se sentía sólo (implícitamente se achacaba la soledad a un instinto natural de reproducción) De ahí, que según los judíos, le presentaran a Lillit, mujer experimentada en extremo, que acabó por aburrirse del muchacho y lo abandonó a su suerte - dice la mitología irlandesa que Lillit acabó convirtiéndose en una bruja que acude allí donde huele las poluciones nocturnas de los jóvenes y que tiene multitud de hijos. Así que, frustrada la experiencia, le presentaron otra mujer de la misma condición que Adán (o tal vez buscaran otro Adán diferente, pues el error fue garrafal y quedaría impregnado en la memoria del muchacho) y  no tuvieran otra prohibición que la de copular (el árbol de la vida y la muerte; y del bien y del mal). Por lo que la serpiente no fuera otra cosa que alguien que, seducido por la virginidad de Eva, no se privara de "conocerla", como quien hace un favor, y el "pastel" acabara con la expulsión del Paraíso y la condena a vivir (“la sexualidad abre la etapa de la madurez y la primera percepción de que la vida tiene el límite de la muerte”) sabiendo que el dolor y la muerte serían el destino de ambos. (Siempre se puede interpretar el texto simbólicamente, pero el resultado es el mismo).
      Si Yahvé no pudo controlar los instintos de Adán ni de Eva, qué padre o qué Rey podrá hacerlo sin poner en riesgo la vida de ambos? O qué ley podrá evitar la sexualidad fuera del matrimonio?
      Aquí aparece el cuarto elemento: El Hombre, como elemento preservador de toda virtud. La última apuesta por un orden en la sexualidad de las sociedades en Occidente.
     La primera pregunta que surge es: ¿Por qué el hombre y no la mujer? Habría que recurrir al propio Yahvé, para obtener una explicación adecuada; pero según sus actos descartó a la mujer de ser el centro de su experimento científico frustrado (eso en el caso de que las Escrituras nos cuenten toda la experiencia y no dejen a nuestra imaginación otra salida - algo que suele suceder en algunos textos filosóficos). Establezcamos la hipótesis de que Yahvé, o su versión femenina, intentara hacer una experiencia con una Eva anterior. Y esa Eva anterior también tuviera la tendencia de emular el coito de los animales (¿por qué no si es instinto?). La imagen es tan fuerte en la mente de un ser humano masculino - por la fuerte vinculación que se tiene de la maternidad desde niño - que la evito. Así que le traerían un Lillit masculino que la satisficiera). El resultado es la procreación y su dedicación a la crianza y el Lillit masculino tal vez no aportara nada nuevo al experimento, en el que se pretendía una familia estable y feliz, pues probablemente el hombre se dedicara a engordar y a echar de menos experiencias sexuales con otras mujeres más experimentadas y divertidas, y terminara por huir dejando el Paraíso lleno de hermanos y una madre sola y triste. Por lo que le tendrían que llevar un Adán a esta Eva. Estamos en el principio. Y ante la misma prohibición sexual transgredida. SI no son expulsados del Paraíso, Adán se dedicaría a engordar y a aburrirse con el peligro de que atacara a alguno de los hijos previos de Eva (por el instinto animal que acepta eliminar genes “rivales”). Si el experimento de Yahvé era para ver qué hacía un ser humano con todas las necesidades cubiertas debió decepcionarse bastante. La creatividad precisa de un "desnivel" de "algo a equilibrar", de metas a conseguir. Y al darle a la mujer el papel de madre y obligarle a tener todos los hijos que el instinto sexual le procure la ata, indefinidamente, a un rol del que difícilmente puede escapar.
    Creo que lo leí de Jung, el asegurar que la creatividad proviene del libido. A mi modo de ver interpreté ello como la contención en el seno de las familias de la sexualidad de los hijos con la finalidad de encauzarla a los roles sociales imperantes en ese momento. Es decir. Al hijo varón se le conminaba a contenerse hasta el matrimonio, y por el camino a formarse emulando al padre o a cualquier otra figura masculina de gran relieve histórico, político, empresarial, con el fin de que las energías contenidas en la sexualidad encontraran un camino adecuado de expresión. Y parece claro que la mente humana está capacitada para ello. Para encontrar soluciones donde aparentemente no las hay. Y ello se ha producido siempre en todo tiempo y lugar. A la mujer se le reservaba la aspiración a casarse mediante la contención de su sexualidad en medio de tareas hogareñas y desarrollo de bellas artes. Así canalizaban ambos sexos sus energías sexuales; mediante un reparto de tareas y roles que abarcan todo el orbe de la Tierra.
     Es aquí donde nacen las llamadas "propiedades" de la Sangre que se atribuyen al varón. Aún recuerdo las primeras explicaciones en biología, donde se aseguraba que la mujer era un mero receptáculo en el que se asentaba la simiente (y esa explicación estaba realizada con toda la intención de dejar un papel secundario a la mujer; papel que la medicina le ha dado en Occidente a la mujer durante siglos hasta que yo mismo, he podido escuchar ése tipo de explicaciones en un aula de formación institucional). Y vienen esas propiedades de la Sangre del hecho de evitarle, a la mujer, la experiencia de experimentar, experiencia que sólo se ha permitido (culturalmente) al varón (si la mujer lo ha hecho ha tenido que hacerlo a escondidas). Se le prohibió a la mujer oficios y carreras universitarias, o formación desde hace cientos de años, desde hace siglos con el fin de evitarle relaciones sociales con hombres y recluirla en tareas hogareñas o sociales. El objetivo, probablemente, fuera preservar futura legitimidad sanguínea de los hijos por medio de una educación “recatada”, “social” y restringida a los hijos y la formas y maneras sociales. Así la Monarquía y la Nobleza preservaban la “legitimidad” de la sangre y de ahí ahí que los monarcas creyeran en su sangre como garantía de la transmisión de propiedades cuasi divinas, de las que eran portadores (Y aún así, las complejas cuestiones políticas permitieron, a veces, la experiencia de mujeres en la máxima expresión de la Corona).  Durante siglos la virtud de la mujer no era otra cosa que la garantía de la Sangre y la Herencia. Garantía que contrastaba con una sociedad en la que se aceptaba la naturaleza humana y su condición. Así la nobleza emulaba a la corona con el fin de no perder las posibilidades de aspirar a ella; mientras el Pueblo, sin más aspiraciones sociales que sobrevivir cada día, vivía despaldas a esos criterios sanguíneos y, en consecuencia, no los observaba con rigidez.
     En el mito de Arturo y los caballeros de la Tabla redonda, el propio Arturo es rescatado, en medio de una guerra, de su “concepción” atribulada entorno de una lucha armada entablada por el deseo sexual sobre la mujer de un rival. Arturo es formado en el seno de una familia de nobles como vasallo, pero sus actos revelan que es algo más que un ser común. Ello le otorga la condición de Rey y el “desvelado” de su pasado real. Y aún así, aun siendo el primer monarca democrático que puso su trono en la misma altura que sus nobles en una mesa redonda, tuvo que enfrentarse con la naturaleza humana de la sexualidad de su mujer; y a diferencia de otros reyes, no se vengó en ella ni en su compañero. Arturo es varón. Pero pudo ser hembra. Porque la historia desvela que, cuando la mujer tiene acceso a ciertas experiencias también alcanza la esfera de la heroicidad, como ocurrió con Juana de Arco, que acabó en la hoguera, probablemente porque ninguno de los presentes, enemigos de ella, podía permitir que una mujer alcanzara esas heroicidades sin atentar contra los designios divinos y su orden milenario (entre las tres acusaciones decisivas para su condena se encontraban:  vestír como un hombre y abandonar la casa de sus padres).
     Si el matrimonio de Arturo fue por amor (y aún así, así le fue), no lo fue el de otros monarcas, cuyos matrimonios se sustentaban por intereses políticos o estratégicos. Rara vez el amor, en medio de tantos potentes intereses, aflorara sinceramente más allá de un ocasional erotismo y gusto que suele decaer si no hay otro tipo de sustento sobre el que se base; (y en el caso de los reyes el sustento sólido es seguir siendo reyes). Incluso el sexo por deber era, y en algún sitio aún es, una cuestión destinada a asegurar la descendencia y la continuidad de un territorio - de ahí el derecho a ejercer las prerrogativas del matrimonio dentro de la nobleza y la realeza, algo que se pretendía extender sobre un pueblo que estaba más preocupado por sobrevivir el "día a día" y cuyas normas, a ese respecto, estaban más relajadas; pero cuando llegaba la riqueza, las preocupaciones, por la transmisión de la riqueza propia, probablemente, se convertía en una cuestión de honor (y tal vez sólo por emular la conducta de los nobles).
     Durante mucho tiempo el objetivo de casar a una joven, cuanto antes mejor, no era otro que el de evitarse los problemas propios de la sexualidad juvenil. Buscar una dote, si se podía, y trasladar el problema de la custodia de la sexualidad a otro hombre era un objetivo, tal vez, en sí mismo. Pero aquí entraba la acción del monarca y su privilegio en el derecho de pernada. Si bien este derecho se ha observado en la actualidad como una sumisión del pueblo a través de limitar la libertad de la mujer, también es cierto que ello mismo bien pudo tener un contenido bien diferente en la práctica política. Pasar una noche o un rato con el señor del castillo bien podía servir para solucionar el pasado de una joven. Aunque el símbolo de dominancia hoy nos parezca extremo, hay que señalar que la mujer de entonces estaba sometida siempre al varón, fuera soltera o casada - a no ser que ganara en la lucha diaria del matrimonio su independencia de facto, algo que también podría ocurrir - como ocurría en la época de Franco, a pesar que la mujer careciera de derechos económicos frente al marido y fuera considerada, en la práctica, menor de edad.
      El desarrollo de la institución matrimonial - indisoluble en un primer intento - acabó por ceder a las evidencias de que el instinto sexual puede más que el temor a la sociedad y sus castigos, teniéndose que aceptar el divorcio como una solución a las desavenencias. Divorcios que conllevaban cuestiones económicas que podían ser de envergadura, y, sobre todo, la cuestión de la descendencia. Se pasó de la existencia de divorcios por causas de culpa a la disolución por simple voluntad (en el fondo, nuestra tradición y cultura Católica sigue buscando la “culpa”, en alguna medida y forma, en las separaciones o divorcios y las penaliza).
    Franco intentó un regreso a la indisolución matrimonial basada en el concepto cristiano católico del matrimonio, que resultó un fracaso, pues la alternativa legal al engaño no era otra que la posibilidad de eliminar físicamente a los adúlteros - algo difícilmente de realizar y admitir si el matrimonio se hubiera realizado por amor, como exigía la Iglesia. También el dictador estuvo a prueba y supo de los esfuerzos por contener su atracción por el sexo opuesto, pese a su actitud de ejemplo vivo del propio régimen que sostenía con su presencia. En la visita de Eva Perón se recuerda que el propio Francisco andaba bastante contrariado por la belleza de la esposa del general argentino; así que él mismo, tuvo la oportunidad de experimentar en su propio ser la influencia de las formas y las proporciones en el instinto del ser humano. Y sin embargo, pese a ello, no traspuso su propia sensación de debilidad para permitir una mayor tolerancia en la sociedad - al fin y al cabo, la República había sostenido, en alguna manera, el desarrollo del concepto de amor libre, y ello también formaba parte de las causas esgrimidas, de naturaleza moral, para combatir la II República. Así que Franco se había atado así mismo.
   El desarrollo económico trajo los bienes (muebles e inmuebles) y el desarrollo de una burguesía, que aunque hubiera huido de la tolerancia propia del vulgo, no veía, tampoco ventaja en el estricto cumplimiento que decía observar la nobleza, y la realeza, del espíritu cristiano del matrimonio. Así que con la Revolución francesa el divorcio se instauró y se generalizó.
   Sin embargo, liberada la mujer del papel madre y del rol femenino, encontramos un territorio nuevo, donde la procreación ya no es un objetivo esencial de la mujer en un mundo superpoblado. Y, por ello, la mujer tiene acceso a la canalización de su libido en cualquier dirección que desee, sin ninguna limitación - al menos en occidente.
     El pacto social que hasta ahora se sostenía ha caído por su propio peso, sobre todo en un momento en el que las razones económicas de subsistencia ya no son suficientes razones para imponer ese criterio de reparto de papeles. Además, el reconocimiento de los Derechos Humanos, sin distinción de género masculino o femenino, invita, desde hace decenios, a una interpretación igualitaria de los derechos entre mujeres y hombres. Y, sin embargo, siguen existiendo sociedades que persiguen la idea de subordinación de la mujer al hombre, y lamentablemente, hay mujeres que aceptan esa subordinación para perpetuarla.
     A la definitiva, los matrimonios son contratos con efectos sociales y legales. Contratos cuya única garantía de cumplimiento es el amor que se profesen los contrayentes, y este cede con el tiempo. La alternativa al amor es el interés específico que exista en contraer matrimonio, contra mayor sea el interés y el provecho (material o espiritual) que se saque de éste contrato más garantías existen de que perdure.
    Aseguraba un estudiante muslmán que en su cultura la mujer no compite con el hombre (obviamente por la subordinación mencionada) pero oculta que compiten las esposas entre sí por el único varón. Y también oculta que a él le está “permitida” la experiencia sexual fuera del matrimonio y no le está permitida a la mujer esa misma experiencia. De alguna manera su cultura se asienta bajo una dominación de conocimientos de lo que es el bien y el mal, al que accede plenamente el hombre, pero no la mujer.
     Así que el deseo de buscar en el varón el último reducto donde residir la autoridad moral de la familia se ha venido abajo. Ni se sostiene por causas de Sangre - una vez que la ciencia ha determinado que el óvulo y el espermatozoide mezclan información genética (como cabía esperar y se sabía desde que existe la ganadería en la cultura humana). Ni por causa de la Herencia, ya que el carácter y los posibles dones y capacidades que este nuevo ser  pueda tener viene también de mezcla de genes y el factor del individuo, sus habilidades, sus capacidades y sus experiencias es determinante y puede ser muy superior al de los padres o muy inferior en términos de valoración social. Si a ello sumamos la idea cristiana de que el alma es inmortal (es decir no muere, por tanto, no nace como aseguran las religiones de oriente) cualquier ser que nace de mujer ya posee alma antes de nacer, y con el alma cierta personalidad propia; por lo que la disputa real se centra en el control mutuo de la sexualidad de los matrimoniados.  Así que la sexualidad que determina el apellido, si al final es la única causa determinante la fidelidad, y existiendo la libertad sexual reconocida, todo el matrimonio queda, al final, en el ámbito de lo que consideren los contrayentes respecto al concepto de fidelidad y sus consecuencias; pues, a la definitiva, la venida de seres tiene un componente aleatorio de gran magnitud. Ya de por sí, la Naturaleza expresa este hecho de fortuidad en la manera en que tiene concebida la función reproductiva, por ejemplo en las plantas (donde el polen puede invadir la atmósfera de una región para asegurar la persistencia de su especie; por lo que análogamente, la naturaleza de la sexualidad humana es de la misma condición – pues es Ley natural -, tanto en el hombre como en la mujer; y su sujeción o control sólo puede intentarse desde convencimientos espirituales o religiosos cuya potencial eficacia también es relativa. Recuérdese el refrán: Entre Santa y Santo pared de cal y canto; y más cercano ejemplo de la fortaleza de la naturaleza sexual, aún en ámbitos espirituales, es la de los cartujos de Aula Dei después de la primera visita de la Reina, se dice que tuvieron que cambiar todas las baldosas por donde había pasado, pues los monjes perdían el "norte" visiblemente turbados por hormonas femeninas. Al final, imposible de contener las visitas femeninas culturales, abandonaron los edificios).
    Así que entre el matrimonio y la voluntad a mantenerlo indisoluble sólo queda la voluntad de los contrayentes; y, si "les toca la flauta", ese vínculo del que hablaba la Iglesia Católica, puede resultar indisoluble, pero el vínculo lo han de percibir los dos; y además, resistir las pruebas de todas las "Serpientes" del entorno. Algo que se antoja harto difícil.
Así pues, si la condición de los lazos de Sangre se puede verificar en razón y consecuencia de ser mamíferos también hay que considerar que por esa misma condición mamíferos de distintas especies han asumido roles familiares con individuos de especie diferente en razones de instinto de “protección al cachorro” en ciertas circunstancias (sé que llama la atención la expresión empleada pero es cierta).
Dada la complejidad de nuestra naturaleza animal (con base mamífera por un lado y cultural por otro) y la evolución en nuestras sociedades occidentales, dando origen a experiencias personales muy determinantes para cada individuo en particular, se hace preciso reforzar la defensa de los Derechos a la Libertad personal que permitan proteger ese proceso de experiencia personal, pues las familias, inmersas también en un proceso de transformación social que afectan a su estructura y concepción, pueden resultar ya un lugar que no siempre comprende y reconoce la profundidad y la complejidad de las experiencias de sus miembros y deben de ser las leyes quienes protejan íntegramente las diferentes experiencias que las personas pudieran experimentar en sus vidas amparadas por el primordial concepto de la libertad.
    Por ello hemos de sujetarnos al concepto más positivo de nuestros valores democráticos. Ya que por medio de ellos reconocemos el derecho de los demás a ser libres en sus decisiones y a respetarlas; y en caso de fricción, respetar las normas que nos hemos dado para su solución. Pues ello es uno de los dones que nos ha traído la democracia.
    La defensa de nuestra sociedad, y de nuestros valores, no se puede realizar si nosotros mismos no los respetamos en nuestro entorno. Europa se ha distinguido por la defensa de los Derechos Humanos, y aquellos que se benefician de esta concepción de la vida humana deben de respetar esos principios.
   Ser hidalgo, hijo de algo, cada vez puede tener menos relevancia, en favor de una vida más plena y sincera, y sobre todo si aceptamos que todos tenemos en común una experiencia de vivir que nos une y que debiera ser fuente de solidaridad (seamos de la condición que seamos, de la raza que seamos, de la profesión que ejerzamos). También se ha de tener en consideración que Democracia no es solo votar periódicamente sino que, en su sentido anglosajón, democracia es algo así como una permeabilidad de la sociedad (incluso promovida) para hacer accesible a cualquier persona, de cualquier condición, a estratos y roles sociales superiores aceptándolas como son; es decir, sin procesos de cooptación al margen del espíritu democrático de la Constitución.  Y sobre todo, dadas las tristes y dolorosas consecuencias que las rigideces y el control social han dado lugar y lo siguen dando en todas las partes del mundo.
   Parece más positivo estar más a favor de una vida inteligente y sabia que de honores derivados de los aspectos mágicos de la sangre o de la familia (son mitos cuyos fundamentos no precisan de historia familiar sino de fe en las personas para que estas desarrollen sus capacidades plenamente para bien suyo y de nuestra sociedad).





jueves, 20 de septiembre de 2018

Agradecimiento a D. Carlos


Quiero expresar desde estas, tal vez breves líneas, mi profundo agradecimiento a la persona de la cual he percibido un firme apoyo aún desde mi controvertida posición. Abrumada mi persona y en una situación muy delicada, lleno de temores, inicié hacia él una profunda comunicación en la que cuestiones sociales, provenientes de mi experiencia personal y laboral, eran configuradas en líneas y párrafos volcando situaciones, algunas muy complejas y difíciles de expresar y, tal vez de entender dada la naturaleza de la complejidad alcanzada por mi propia existencia tanto en mi mundo laboral como social. Sin embargo, ello dio un fruto que no esperaba: no sólo se iban resolviendo esas complejidades que a cualquier sitio que anduvieran me acompañaran si no que me sirvió para profundizar también en mi propia condición, en la naturaleza de la misma y en su progresiva resolución, así como también frutos en profundos pensamientos y reflexiones políticas y sociales, que con precaución y real temor expresaba dado el alcance y transcendencia de cada uno de ellos. Por ello me decidí hace algunas semanas a transcribir algunas de esas reflexiones en mis redes sociales; redes sociales que ganan y confirman, así, la complejidad y profundidad del pensamiento y la reflexión , y que puede ser, en alguna ocasión, referencia o parámetro a tener en cuenta en los momentos que vivimos en la actualidad en nuestro Estado: España. Algunas de esas reflexiones irán apareciendo en este, mi blog, ahora en Homenaje a mi discretísimo y sutil “Liberador”.  Muchas Gracias D. Carlos Pérez. (Sabe Vd. que soy, además de Socialista, religioso: ¡Que el Cielo le Bendiga! y permita completar y coronar sus proyectos políticos para nuestra comunidad social y ciudadana, allá donde el deber Socialista le lleve).

Algo de la naturaleza de la rivalidad existente entre Derechas e Izquierdas en España


Algo de la naturaleza de la rivalidad existente entre Derechas e Izquierdas en España



No creo que debamos remontarnos mucho más allá de la Guerra Civil para hallar allí el núcleo principal de las rivalidades entre las izquierdas y derechas en España. El aparente paréntesis de la transición fue eso, un paréntesis bajo unas premisas “intocables” que permitirían el regreso de la Democracia a España. Premisas que pudieran responder no sólo a las consecuencias del fin de la Guerra determinando un vencedor; vencedor que nace de las conveniencias internacionales en una Europa donde las élites económicas temían, desde 1917, la extensión de la Revolución Soviética por toda Europa (y también en EEU) y que acabó propiciando una reacción internacional, ambivalente, pues paradójico fue el apoyo y la promoción del fascismo italiano y el nazismo, así como el apoyo al General Franco ante el peligro comunista. Todos aceptaron el precio de tener que combatir los monstruos creados para aterrorizar a los ciudadanos europeos en sus intenciones de promocionar el socialismo ruso en sus naciones; sin embargo Franco se libró y fue atado en corto con un incipiente capitalismo de un lado y la promoción de derechos sociales y laborales por otro al que se amoldó para sobrevivir como régimen, aunque en su rebeldía apoyara, contra natura, regímenes de socialismo marxista como el de Allende o promocionara o apoyara o tolerara a una rama de la Iglesia Católica dispuesta a hacer la Revolución Cristiana, mediante la Teoría de la Liberación en Latinoamérica. Al fin y al cabo solo sería un gesto de venganza ante un todo poderoso EEUU que imponía sus condiciones allá por donde fuere y al General Franco le tocara aceptar (si o sí – sobre todo tras la muerte de Carrero) los designios de los Norteamericanos para España: La Democracia se abriría paso a la muerte de Franco – el Franquismo sólo sería un recuerdo. Y así fue, salvo para aquellos que han querido salvar la memoria del Dictador a pesar de que en su régimen nada fuera lo que pareciera y menos que obedeciera a las consignas y exaltaciones que hicieran posible la Guerra Civil. El entorno Falangista parecía aceptar una pluralidad ideológica en la sociedad, mientras que los Cuerpos de Seguridad se seguían cebando con ciertos grupos Comunistas cuando la frustración, por alguna causa, exigía una demostración de fuerza y vigor interno en el régimen. A la definitiva el Franquismo supuso mucho tráfico de influencias, muchas recomendaciones (para sobrevivir) y mucha permeabilidad a las necesidades y orientaciones del incipiente capitalismo en España; mucho Catolicismo oficial, mucho autoritarismo cuando no paternalismo autoritario y mucho control social. Todo ello sin cuestionamiento oficial por medio de partidos políticos. A la definitiva, el Franquismo era, simplemente, el Gobierno de un militar, de un General que, por su condición, exige obediencia y, por tanto, la política concebida como debate de plurales no tiene cabida alguna. Todo ello bajo el pretexto del Comunismo y la subversión de valores que este traería.

No es de extrañar que entre demasiados altos mandos militares españoles siga existiendo admiración por la carrera militar del Dictador, a la definitiva conjugó durante el desarrollo de la Guerra Civil acciones militares con gran simbología y carga política con el fin de, en esa lucha política por alcanzar el poder absoluto del Estado, acabar con todos sus enemigos políticos (ya fueran rivales en su propio bando o rivales en el bando enemigo) y fue prolongando la Guerra Civil de manera calculada para conseguir ese objetivo esencial. Objetivo que parece fuera una predestinación en razón de su juventud; juventud que hacía vislumbrar un largo periodo de excepción para España y ello parecía ser el objetivo esencial de su ascenso y confirmación en la Jefatura del Estado. Parece que militares de alto rango en España siguieran precisando una referencia mítica durante el desarrollo de su carrera militar y ascenso al generalato; pues son los mitos los que aseguran en una Nación la simbología de la propia Nación y su persistencia en la Historia. Otra cosa es la visión de la izquierda, más orientada a la visión de España, no tanto como Nación sino como Estado; Estado neutral cuya única simbología se basa en el progreso de sus ciudadanos y en su bienestar, procurando la paz social e internacional como requisitos indispensables para el desarrollo de la economía y con ella de los derechos internacionalmente reconocidos  a los Seres Humanos por el hecho de serlo.

Así pues tenemos dos polos en España que parecen no haber alcanzado una sincera reconciliación. Dos visiones que retornan, o tienden a retornar, para encontrar en el pasado señas donde recuperar su identidad y su pujanza pasada. Y si para ello es preciso realizar una re-lectura de la Historia a ello se aprestan de manera independiente marginando al adversario político e impulsando su “visión” en un continuo devenir de estrategias concebidas  para que los planes de “visión” de unos se frustren y viceversa. Han pasado los primeros cuarenta años de la restauración democrática y no se visualiza, de manera institucionalizada – con grandes actos Institucionales, civiles y militares (estos últimos, militares, sólo realmente posibles en un marco de sincera reconciliación histórica) – el gran logro conseguido por la sociedad española, porque realmente es un gran logro que parece que pasará desapercibido, en medio de un relevo político generacional que en vez de haber servido para reconocer esos hitos, vislumbrar las carencias o defectos observados y relanzar el sistema democrático desde una nueva visión regeneradora en objetivos y valores democráticos parece limitarse a seguir el juego de rivalidades que yacen en el pasado, en una continuidad que deja la “reconciliación sincera” aparcada “in tempore”. Extraña política me resulta aquella que no es capaz de encontrar los verdaderos puntos de encuentro con el adversario con el fin de generar un juego democrático en el que los ciudadanos siempre salgan ganando aunque se consideren en la oposición. Extraña política me resulta aquella que, por sus déficits permite el ascenso de extremos radicalizados que dicen poseer Verdades absolutas y estar dispuestas a imponerlas como al principio de los años veinte. Y más extraño me resulta que después de la experiencia de los cuarenta años de restauración democrática exista entre los conservadores españoles una “reserva” hacia la democracia (ya expresada en la votación de la Constitución) por la que se permiten el “lujo” de tener siempre una “puerta bien abierta” para abjurar del sistema democrático y que se muestra, abiertamente, cuando en sectores militares se defiende la figura del General Franco a propósito del deseo del Gobierno de trasladar la tumba del Dictador.

No parece que haya concesiones por ninguna de las partes. De un lado no se pacta con el adversario una Ley que sirva de verdadera reconciliación (el adversario se opone); y cuando el adversario ofrece una posibilidad de diálogo también se rechaza (probablemente en razones de mantener la iniciativa y liderazgo político). El interés general debieran ser los españoles en su conjunto, pero estas cuestiones del “tempo político” de “marcarle los tiempos” a los adversarios se impone a ese interés que debiera ser general y estar por encima de la lucha partidista en ciertas ocasiones. Parecen ambos, derechas e izquierdas, perder lo genuino y la razón de ser de ellos mismos si acabaran por llegar a un acuerdo en estos asuntos de la reconciliación. Parece existir un grupo de gentes que siguen sin concebir que la Verdad, de existir, se hallara en un entorno compartido con el adversario; pero tengo la sospecha de que la rivalidad obedece más a la existencia de “francotiradores” aún ocultos en lo más profundo del Estado que están convencidos de poseer la Verdad Absoluta y que son capaces de “imponerla” – al margen de los procedimientos democráticos – en cuanto la ocasión le es propicia y que siempre se hallan a salvo de los controles constitucionales; a veces creo que aquello “oculto” que creó la dictadura para controlar a la sociedad aún persiste a pesar de los cuarenta años transcurridos y sobrevive “remozado” (como ese General en la reserva que después de haber servido a nuestro sistema democrático, en las más altas responsabilidades de seguridad del Estado, se desvela admirador de Franco, lamentable realidad que pone en duda procedimientos y formas dentro de un lenguaje perfectamente Constitucional y aparentemente democrático. Sin embargo, dudo que nadie considere que deba de perder el tiempo en un entretenimiento de semejante envergadura respondiendo a la cuestión que sugiere este mando retirado en la reserva: ¿Cómo afecta al Estado Democrático el liderato de Altos Mandos que admiran a un Dictador del propio país en la Alta Seguridad del Estado?, y sobre todo las consecuencias: ¿Se transmite ese talante a los mandos subordinados o a otras estructuras de mando en la seguridad del Estado Democrático? Y sobre todo la última pregunta a tenor de lo revelado por Arzallus en un programa de “memoria política” en el que veteranos políticos de la restauración vienen hablando de su experiencia en el Parlamento y que señalaba la potestad que se reservó el Ejército en la integridad del Estado: En ese ejercicio de seguridad ¿Hasta dónde llega el Ejército? ¿Los controles que recibirían esas acciones están sujetas a control democrático? ¿Es un derecho reservado al Ejército sin control del Ejecutivo? ¿Es directamente el Rey quien controla esas presumibles acciones? (en Francia era Mitterrand quien controlaba las acciones de seguridad, o al menos así se señaló cuando atacaron al barco insignia de “Greenpeace” los buceadores de los servicios secretos franceses - todo ello a no ser que nos mientan a todos y los servicios secretos europeos vengan funcionando autónomamente respecto de sus legítimos gobiernos democráticos y constitucionales, algo que pudiera sugerir el reciente problema en Alemania con la súbita destitución de un alto responsable de la seguridad) ¿Es por ello, como insinúa Arzallus, que se pudieron poner obstáculos para que el PNV no pudiera votar favorablemente la Constitución?). Realmente no me gusta hablar del PNV de Arzallus (y su extraño signo nacionalista RH negativo) y lo tristemente ocurrido en Euskadi, que bien parece una verdadera trampa para tener bien atado al nacionalismo vasco y que viene a resultar, una vez “desanudada” ETA, que nos “hacen emerger” el actual “chandrío” catalán. Y en vez de buscar fórmulas que, en la organización del Estado, nos alejen de la idea del Nacionalismo, de las Naciones, etc… parecemos todos girar hacia la misma deriva del objetivo de encontrar nuestras raíces en mitos Nacionalistas, como si el camino trazado, aun viéndolo nefasto y desintegrador, fuera una nueva oportunidad política que ofrecer a los ciudadanos y con la que asediar al Estado Central y con ello a cualquier Gobierno de la Nación. (Siempre me gustaría apostar por el hecho de que la identidad perteneciera a las ciudades y a los pueblos de España, de uno en uno – desde allí cada cual busque su mitos y los promueva por bien de la cultura, el folklore y el turismo -, estructurados, dentro del Estado, en “unidades territoriales naturales” y no históricas (pues la Historia se interpreta en cada Nación según conviene a sus intereses coyunturales, pero una Entidad Territorial Natural tiene unos parámetros medibles y previsibles que resultan de fácil evaluación económica y que promueven la cooperación entre ciudades y pueblos para su conservación y desarrollo; y además no son causa de conflictos en razón de mitos o fronteras o predestinaciones divinas o provenientes de la sangre de un (o una) monarca o de la legitimidad de la estirpe real o de su descendencia).

Resolver esa cuestión pendiente de la plena y sincera “reconciliación” sería abrir la puerta de “par en par” a la Democracia y cerrar la “otra”, la de la cierta “legitimidad” de la Dictadura del General Franco – tal vez entonces viéramos si las posiciones franquistas, y que ahora se muestran en abierta crítica al sistema democrático acusándolo precisamente de no serlo a su “gusto” a causa del “Valle de los Caídos”, se alarmaran señalando una “rendición” de los conservadores a las izquierdas, como señal de “rojerío” generalizado en el “sistema”. Veríamos entonces que lo que ellos entienden por Democracia es el permanente Gobierno de los Conservadores – como mal menor de un sistema democrático; cualquier otra cosa es “rojerío”. Se me antojaría señal inequívoca de “alarma” de quienes creen seguir teniendo de rehenes a las Derechas, rehenes de una deuda histórica que nunca podrán terminar de pagar completamente. Una reconciliación de esa envergadura llevaría aparejada una lealtad de pleno y sumisión efectiva de todos los poderes del Estado a los Gobiernos legítimos, sin excepciones ni lugares con paréntesis que no puedan ser explicados a la opinión pública o a los ciudadanos. Se me antoja, ahora que lo escribo, trayecto realmente difícil y casi imposible, pues siempre habrá, como parece que hubo en el pasado más o menos reciente, quien apueste por la formula de tenernos enfrentados, realmente enfrentados  – al menos a nivel político – como fórmula para “controlar” al poder político (también enfrentado entre sí). Este parece ser el signo de España, a diferencia creo, (al menos esa es mi esperanza), de otros países que supieron ser sumisos a sus Constituciones y a sus Democracias.  Esa parece ser la verdadera división existente en España, una parte de ella no termina de creer plenamente en la Democracia ni aunque gobierne y, a la vez, va emergiendo, otra de signo contrario que piensa que la Democracia verdadera es excluyente – les sobran todos y se bastan ellos solos para interpretar el Estado y a sus ciudadanos (los que no estén de acuerdo a la cárcel o al exilio). 
Creo que el diseño del Estado que aparece en la Constitución es el apropiado para un Estado que ha pasado por una Guerra Civil en las circunstancias en que se pasó ese episodio (y creo que fue diseñada con mucha inteligencia; y creo que la Monarquía está cumpliendo con creces las expectativas que se pusieron en ella – los réditos que nos trajo son muy superiores al “debe” que se pudiera objetar – y el sucesor “sólo” tiene que mantener el “equilibrio” y la “templanza” necesaria ante el ímpetu de la estrategia republicana, encabezada en Catalunya, pero estratégicamente diseñada, así me lo parece, en el resto de la península. (La forma republicana siempre nos sentó malamente y nos trajo nefastas consecuencias; de ella ya poseemos en la Constitución sus principios y sus valores; pero hay quienes insisten. Los adversarios de la democracia y/o de la estabilidad democrática parecen hallarse en cualquier lugar insospechado … lamentable).

miércoles, 19 de septiembre de 2018

La cuestión religiosa.


Miedo a reflexionar abiertamente (II)



Una reciente noticia en Islandia (asegurando que la religión se prohibirá su enseñanza hasta no alcanzar las personas los 21 años de edad) me hace rescatar estas reflexiones realizadas hace unos meses.

Sorprendía que en los comienzos de Podemos se retomara el anticlericalismo, al menos en su vertiente institucional, y ello tuviera eco en gran parte de la sociedad española cuestionando los beneficios fiscales de los que goza la Iglesia Católica y otras prerrogativas relativas a su capacidad para inscribir propiedades a su nombre. En esa dirección se han venido manifestando, en los medios de comunicación, alcaldes de pueblos que se han sentido afectados en sus patrimonios y también proposiciones realizadas en nuestra propia ciudad, relativas a templos históricos sostenidos en sus reformas con fondos públicos.
Han existido discrepancias de otras naturalezas que tienen que ver con la asistencia y el apoyo a personas en situación de exclusión social y las diferentes perspectivas de mantener la dignidad de las personas en cualquier situación de desamparo, ya sea económico o por razones de enfermedad o de estigmatización social. 
En todo ello parece existir profundas diferencias, y probablemente más que discrepancias antagonismos, de fondo que no termina de resolverse ni de encaminarse hacia un objetivo plenamente compartido - al menos que sea contemplado así por todas las capas sociales. Parece necesario realizar un esfuerzo, de tal manera, que permitiera una profunda comprensión del hecho religioso que hiciera inviable, por un lado, la descalificación que se realiza en ocasiones desde la izquierda y centro izquierda, y por otro desterrar la incomprensión que se siente a este respecto desde la derecha y centro derecha del país; buscando un punto medio que permitiera entender, plenamente, ambas percepciones sociales y, a la vez, intentar enmarcar correctamente el papel que el Estado debiera asumir en este asunto de manera moderada y ecuánime para que todas las sensibilidades, que se hallan en juego, ocupen un lugar adecuado en el que estén conformes.
Tampoco cabe señalar, para el fondo de esta discrepancia o antagonismo, que permitiera arrojar algo de luz, el reiterado episodio de la Guerra Civil como origen de la misma. Bastaría leer los artículos publicados en el New York Times en los primeros días de la sublevación militar del 18 de Julio del 36 para observar que las declaraciones que se realizan sobre el clero y la Iglesia, por parte de sectores defensores de la República, que señalan como causas del enfrentamiento un antagonismo mantenido durante siglos que se expresa en los años treinta con especial virulencia (Anticlericalismo español) (Semana Trágica) (Las primeras noticias que llegan a EEUU sobre la sublevación militar – del New York Times – son reveladoras – y pueden contemplarse en el buscador de hemeroteca - que en internet tiene el periódico americano – señalando al General Franco como revolucionario y calificando al Gobierno de la República como “Rojos” (adjetivo descalificante en aquella época en la que la revolución rusa (apenas realizada 19 años antes) ponía en peligro los cimientos de lo que se consideraba civilización en occidente) a los pocos días de iniciarse la resistencia frente a los militares rebeldes – ello proporciona una reflexión de fondo que nos ha de impulsar para superar esos antagonismos y sus consecuencias, pues las primeras impresiones – sobre todo para los anglosajones – son de capital transcendencia para formarse unas opiniones que luego serán difíciles de modificar – por mucho que la República española presionara con posterioridad para reconducir el lenguaje que usan los reporteros de la prensa internacional).
La esencia del anticlericalismo en las posiciones progresistas pudiera hallarse, al menos una de sus patas, en la experiencia de  la Revolución Industrial  en Inglaterra y en la aparición de una clase social desfavorecida y empobrecida, sin un acceso eficiente a la cultura que imposibilitaba su progreso social; todo ello era justificado por las clases conservadoras como “voluntad divina”. Probablemente esa visión del protestantismo, en esa sociedad, se fuera trasladando al ambiente católico y si bien no se atribuyera de manera tan determinante la “voluntad divina” con el estado precario del proletariado sí, que de alguna manera, se vinculó, no tanto con esa “voluntad superior y divina” inapelable y todo poderosa, pero sí con una idea muy vulnerable y fácil de atacar: “El pecado y pecar” como causa que llevara a esa situación de “dependencia social” e involución a la prosperidad. Si bien en Inglaterra se combatió con cierta fortuna esa idea de “predeterminación divina” que imponía la condición de pobreza a muchos (pues era obvio que existían trabas sociales que impedían la migración a estatus sociales superiores – y esas trabas eran ajenas a cualquier “voluntad divina”, pues se hallaban en los prejuicios sostenidos, de manera interesada, por las clases altas para asegurarse su dominio sobre la sociedad), en España se vincularía esa idea de la causa de la pobreza como resultado del “pecado contra Dios”. Resultaba evidente que contrariar la voluntad del patrón, del terrateniente, del Conde o de  un representante de la Iglesia Católica en asuntos sobre intereses puramente terrenales nada tenía que ver con “pecar contra Dios”, por mucho que en ello se empeñaran las élites españolas. Semejante incoherencia anidó en el ánimo de los que se sentían proletarios y desheredados de cualquier Derecho, propiciando el desarrollo del Ateísmo (si los que mandan se amparan en Dios para subyugarnos y explotarnos será porque su Dios está contra nosotros; era una explicación sencilla y clara: Un Dios así no puede existir. ¡¡Su Dios es falso, es una mentira!! ¡¡Nos hemos desengañado!!) y con ello la proliferación del anticlericalismo que alcanzó su máxima expresión con el anarquismo español. “Ni Dios Ni Amo” fue su expresión de vanguardia ante el vínculo que relacionaba al “injusto” y “represor” “Poder” que siempre encontraba obstáculos para ceder derechos laborales que hicieran posible una vida más llevadera y menos esclava a la clase trabajadora. 
Hay que entrar en el fondo de la cuestión y no quedarse en las primeras impresiones; y en la cuestión religiosa de lo que se trata es de aproximarse a la naturaleza metafísica del hecho religioso y no de su vertiente manipuladora de masas (tan propia de una visión política del hecho religioso) – y siendo evidente que sea así, no por ello hay que considerar que las visiones progresistas no deban entrar en estos territorios, pues bien parece causa última del desentendimiento no atreverse a formular hipótesis que contemplen con cierta rigurosidad la vertiente metafísica de la cuestión, pues procediendo al margen de la metafísica ignoramos gran parte del fondo del hecho en sí y, por consiguiente, se hace inviable un acercamiento correcto al hecho religioso; por lo que se acaba apelando al “prejuicio” – tanto por una y otra parte enfrentada – y así, por medio del prejuicio, completar la “cadena de ADN” del problema que el hecho religioso representa para la izquierda y la derecha. De tal forma, que nunca se encuentra solución acertada, o al menos hipótesis con fundamento que nos permita observar un trayecto o un itinerario hacia su solución. De alguna manera, negar el componente metafísico y mantenerse en una exclusiva razón materialista no otorga, por sí mismo, estar en posesión de la verdad – aunque ello pueda resultar, aparentemente, muy útil en los asuntos económicos y científicos, pues aún en estas áreas conocemos la influencia decisiva de factores que escapan a la racionalidad materialista. 
En primer lugar cabría señalar que el hecho religioso en nuestra sociedad ha de analizarse fragmentándolo en un primer momento, con la finalidad de observarlo desde una perspectiva más objetiva que permita un planteamiento más cercano a la verdad. Esta fragmentación cabría expresarse en tres partes: La Iglesia como estructura humana; segundo: La concepción del cristianismo en sus orígenes; y por último el hecho espiritual que es común a la sensibilidad humana en cualquier territorio del planeta. Para ello partiremos desde la visión más materialista que analiza la existencia del Ser Humano.
Desde el punto de vista más materialista se observa la vida y la sociedad humana como una agrupación animal que ostenta ciertas peculiaridades específicas – que se observan en el ámbito de capacidades cognitivas, sociales y de habilidades tecnológicas superiores respecto de otras especies que habitan nuestro planeta, y que por ello somos capaces de dominar nuestro entorno natural y modificarlo a nuestra conveniencia – pero que en esencia somos como las especies animales que nos rodean pero con las peculiaridades de los mamíferos; peculiaridades que influyen en nuestro comportamiento biológico haciendo posible el establecimiento de vínculos “afectivos” sostenidos por emociones que dan lugar a sentimientos. Y diferenciándonos del resto de los mamíferos porque estas relaciones no nos estructuran socialmente en forma de “manada” sino de “tribus” – por existir un componente cultural de origen familiar, que facilita un aprendizaje más complejo y prolongado, hasta alcanzar la madurez y que se expresa en forma de arte, lenguaje, tecnología y creencias metafísicas – y que posteriormente dan lugar a pueblos, ciudades, naciones y Estados dando lugar a civilizaciones, y por extensión, al producirse una mayor uniformidad en valores y principios que se sostienen por los seres humanos, se abre paso el concepto de civilización Humana. 
Describirnos desde el punto de vista materialista no parece difícil, basta con compararnos con las distintas especies de vida que conocemos en el planeta para observar las diferencias que nos separan de ellas y, por medio de la reflexión, concebir ideas y conceptos, a los que ponemos nombre, para señalar nuestras capacidades específicas que nos difieren de las otras especies animales. Y análogamente ir describiendo la naturaleza que nos rodea y los procesos cíclicos o previsibles a los que está sujeta consiguiendo predecirlos y, con ello, establecer leyes e hipótesis cada vez más complejas; llegando a describir una idea del Universo que nos contiene y los fenómenos físicos y químicos que en él, y en nosotros, se dan.
Y a pesar de tal capacidad de análisis científico no somos capaces de definir “qué es la vida”. Podremos describirla y, tal vez reconocerla, por los fenómenos que observamos en nosotros mismos y en los seres que nos rodean y manifiestan vida, pero obviamente no sabemos “qué es la vida”, ni “por qué se produce”, ni “por qué acontece”, ni “cuál es su función en el planeta” ni en el Universo. Y además sólo reconocemos la vida tal cual la conocemos en sus manifestaciones en nuestro planeta; por lo que desconocemos que puedan existir otras formas de vida que estén sujetas a leyes biológicas diferentes de las que consideramos viables en nuestro entorno. Y lo más paradójico de todo el fenómeno de vida conocido por nosotros es intentar llegar a concebir el “por qué” es necesario para la vida dotarla de inteligencia y de conciencia de sí misma. Pues, al ser inteligentes los seres humanos, somos capaces de imaginar sin ningún límite, pero, a la vez, limitados por el hecho certero del acontecimiento de la muerte.  Y, también, es obvio que si no podemos saber “qué es en esencia la vida”, difícilmente podremos saber “qué es en esencia la muerte”, pues al igual que el fenómeno de la vida podremos definir la muerte en función de lo que nos rodea, pero no podremos saber “qué es lo que es en sí misma” por medios estrictamente científicos (es decir sin recurrir a hipótesis) – ni siquiera podemos determinar cuándo se produce la muerte exacta de un ser o una persona, pues los parámetros de definición son diferentes incluso en países europeos y no implica cese absoluto de actividad cerebral sino en consideraciones de irreversibilidad de las capacidades humanas habituales y comúnmente aceptadas.
Parece aconsejable aceptar que, en general, el ser humano, al menos una vez en su vida, se plantee con mayor o menor rigurosidad esta cuestión de la finitud de la vida dándole, por lo común, una solución más o menos “transitoria” que le permita asumir quehaceres vitales que requieren nuestra casi permanente atención cotidiana y cuasi en exclusiva. Es ahí donde entra en juego el papel de las creencias familiares, sociales, o culturales con el fin de ir dando respuestas,  en la medida de lo conveniente del momento particular de cada ser que pregunta, o de la “moda social” que circunda – e incluso desde la propia perspectiva vital de quien responde (con lo que ello implica de carga emocional añadida y/o polarizada) - con el fin, por lo general, de alinear a la persona con el pensamiento familiar o social (ya sea este religioso, gnóstico, ateo, científico, político…). 
Un niño no tiene conciencia de muerte o vida, simplemente experimenta hasta que esos conceptos de muerte aparecen en el entorno familiar o educacional; por lo que su mente, en principio, es ajeno a ello.  Y sin embargo, esas respuestas iniciales serán de transcendencia en la concepción del mundo, y de la propia existencia, que rodea al nuevo Ser Humano. Y, a pesar de esa importancia, no disponemos de respuestas definitorias precisas, por lo que considerar la visión materialista como verdadera o la visión espiritualista como verdadera se convierte, en ambos casos, en una creencia sin más sólidos fundamentos que las apariencias. 
Para entender con precisión la fortaleza que las apariencias pueden tener en la mente de los seres humanos bastaría con remitirnos al aparente movimiento del Sol en el firmamento celeste, durante el día, y realizar la experiencia de verlo ponerse en el horizonte y hacer el esfuerzo de imaginar el movimiento de la Tierra – siendo el horizonte quien se mueve y no el Sol; Y las implicaciones que ello tuvo en el pasado en el terreno social y en el pensamiento humano. Es obvio que por mucho que “teóricamente” sepamos que es el Sol quien se mueve alrededor de la Tierra, para nuestros sentidos (y cerebro) siempre será el Sol quien se mueve en la “bóveda” celeste; al menos hasta que le hagamos “hacer pasar” a nuestro cerebro y nuestra “mente” por esa experiencia; y, aún así, aunque le hagamos pasar por esa experiencia siempre tenderá a “funcionar” y a “relacionar sus conocimientos cotidianos” en razón de esa “realidad” que es la “apariencia”. Resulta un paradójico paradigma.
Es la religión quien ha profundizado, mediante un lenguaje simbólico, en todas esas preguntas transcendentales que sólo se pueden ignorar en la medida en que la experiencia vital y social de cada persona no precise de nueva respuesta puntual a ese respecto. Y la respuesta requerida será de mayor o menor profundidad dependiendo de la inquietud de cada persona y de las “heridas” que la vida le vaya generando. Es propio de nuestra sociedad vivir despaldas, lo más posible, a esta circunstancia que a todos nos ha de alcanzar; e incluso resulta inconveniente como tema de conversación por inapropiado; y, sin embargo, leer las biografías de los filósofos más reconocidos por nuestra civilización es adentrarse en este terreno como causa primera de sus iniciales reflexiones que han dado lugar a profundos estudios considerados de gran erudición y que han sido capaces de marcar a generaciones enteras y modificar, significativamente el mundo social en su presente e incluso en generaciones postreras – como lo es el caso de Schopenhauer o Nietzsche, por citar alguno.
Es la religión, y no solo la Católica, la que desde el inicio de las poblaciones y ciudades Estado han configurado un conjunto de símbolos sobre los cuales las personas han depositado la esperanza sobre todo aquello que no podían comprender plenamente por sí mismos y les ha servido de apoyo para sobrevivir a las adversidades cotidianas – y las dificultades no son otra cosa que la condición propia de la vida, por el hecho de ser vida. 
Y cabe reparar en que es la religión Católica la que, como su nombre indica, se considera a sí misma Universal, probablemente por detectar que todas las civilizaciones conocidas se asentaban sobre creencias metafísicas que eran “entendidas” y asimiladas por los cristianos de manera que completaba todas las manifestaciones simbólicas de la psiquis humana – de ahí su nombre de Católica. 
Efectivamente, todo el hecho religioso tiene que ver con la psiquis humana. Y en ello encontramos respuesta no solo en el principio de la Biblia (el Génesis), si no en el propio Aristóteles cuando afirma que al observar la Naturaleza ve “inteligencia” por donde mira. 
Uno de los aspectos de fondo que ampara el hecho religioso es el de dar sentido a nuestras vidas – ello, incluso, forma parte de las nuevas tendencias pedagógicas que pretenden superar, definitivamente, cualquier rasgo de visión autoritaria en la enseñanza – para nada se entiende que haya de existir autoritarismo y violencia de cualquier signo en las aulas a no ser que a ello se deba apelar por falta de recursos, ilusión y capacidad de los docentes.
Los que ya somos veteranos y entrados en años, podemos recordar cómo la idea de Dios, que nos transmitían en clase de Religión, se hallaba impregnada de un rasgo físico – semejante al de un Gran Abuelo o Padre – que poseía un montón de virtudes y omnipotencias, y de patologías de carácter violento propias de personas indignadas con aquellos que no procedían correctamente. Obviamente pretendía ser ese Dios un reflejo de la Autoridad imperante en la sociedad de la época – y nuevamente ello no es propio del franquismo, si no que ya venía de lejos y la imagen, así concebida, era popular en Europa. Y todo ello generaba graves problemas en las personas cuando eran alcanzadas por una desgracia familiar  (sobre todo en los niños), pues quedaba impreso en la mente de las personas que tales desgracias no eran posibles sin albergar graves pecados aquellas familias que las sufrían. Lo que llevaba aparejado, además de la desgracia, cierto aislamiento social  (probablemente para no ser “contagiados”). Y ello ha sido de tan fuerte arraigo que, incluso en el pensamiento ateo de la izquierda española, se siguió considerando ciertas desgracias o afecciones de personas como producto de “penitencias” debidas a “pecados inconfesables” (que por graves no se podían incluso nombrar, ni mucho menos investigar, pero si juzgar “socialmente”, aumentando así dolor y sufrimiento). 
Cuando el Génesis dice que fuimos hechos a imagen y semejanza de Dios no dice que la imagen fuere física, sino que hay que posibilitar la idea de que la imagen y semejanza sea mental, psíquica… sería la mente en lo que somos semejantes y parecidos a Dios. Ello es fácil de comprender por aquellas personas que han ejercido gran poder social y su palabra es, o ha sido ley, fuese en momentos autoritarios o democráticos. Su voluntad se ejercía y punto (lástima que sus vidas fueran o sean finitas – esa es la contradicción (aunque en ello está la Ciencia buscando una solución que no será para todos, si no para quien pueda pagarse la inmortalidad) – ahí aparece nuevamente la Iglesia para justificar toda debilidad terrenal ejercida en el mandato, aunque sea expresada violentamente y en contra de la Ley, pero por el bien de la sociedad).
Aquí nos referimos a los dos aspectos del hecho religioso: El puramente mental y psíquico y el que deriva del hecho religioso que precisa mantenerse históricamente en la sociedad usando, para ello, sus conocimiento y poder de influencia política terrenal –  y que para mantenerse como estructura terrenal no obviara contradecir, en sí mismo, el hecho religioso. Así se entienden disputas terrenales entre órdenes cristianas religiosas por mantener criterios diferentes sobre la riqueza y las propiedades de la Iglesia, o la conducta de los representantes de Cristo en la tierra y su curia. Ello es condición humana, y por lo tanto, posiblemente observable en toda institución humana que pretenda sobrevivir a los vaivenes sociales – incluidos los partidos políticos, sindicatos, empresas… en todo aparece una corriente pura y otra impregnada de materialismo utilitario destinado a hacer pervivir su propia estructura social y se arraigue indefinidamente en el tiempo.   
Siendo el papel de la Religión que el Ser Humano se reencuentre con la esencia de la inteligencia que habita en todo el Universo y que ha hecho posible la vida, siendo ello un camino muy personal – ya señalado, ese camino, por otros muchos seres Humanos, en todo tiempo y lugar; y siendo aquí, en Europa, los llamados Hombres Buenos,  y que fueron torturados o exterminados o exiliados, con la finalidad de que no fueran referencia social en los cambios políticos que se precisaban establecer para asentarse como poder terrenal (cuando la vinculación entre Iglesia y Estado era firme y determinante e inseparable)
De alguna manera siempre ha sido así: El camino de la introspección personal, si se pretende trasladar a la gente común, acaba granjeándose la enemistad de cualquier poder terrenal, por el simple hecho de que quienes defienden valores Universales para todo Ser Humano tiende a encontrarse en el camino con los obstáculos de los intereses particulares de los más poderosos del lugar o del reino. Esa es la diferencia entre Iglesia entendida como estructura jerárquica terrenal y cristianos de base – más preocupados en el bienestar de la gente común, en especial los más desfavorecidos o puntualmente afectados por las desgracias de toda índole.
Si aceptáramos que pudiera existir inteligencia que para existir no precisara de cuerpo, ni de comida, ni de otras funciones biológicas…  y por tanto no estando limitada ni por vida ni muerte, no habría necesidad, en esa inteligencia Universal, de albergar criterio político, ni terrenal alguno, pues carece de vida y muerte tal como la conocemos desde la Ciencia, por lo que cabe pensar que favorecería la vida de todo ser vivo y, en su diseño del Universo propiciaría su realización vital, siendo, de alguna manera, ajena a lo que consideramos bien o mal. Desde esta definición de inteligencia Universal se entra en contradicción con la idea de religión aprendida en la infancia. Por ello encontramos que un papel esencial de la Iglesia sería la perduración de la sociedad, y en la sociedad, por encima de cualquier otro requisito ético de cualquier índole; y en ese trayecto encuentra identidad con el poder político en fines y metas. Y en esa prioridad de la finalidad puede encontrar la justificación de los fines – al igual que ocurre a veces con la política – pues la sociedad puede llegar a ser considerada ajena a la realidad que la circunda, al menos se la protege de esa realidad, siempre que es posible, para facilitar el gobierno de la propia sociedad. Y desde esa circunstancia podríamos observar que los dogmas que se sostienen desde la Iglesia van encaminados a mantener un criterio simbólico – casi de naturaleza mágica – en la psiquis de las personas con la finalidad de que puedan mantener la fe ante las innumerables adversidades de la vida. Y por medio de esa Fe sean capaces de ofrecer lo mejor de sí dando lugar, en su mente, a la Esperanza.
Siendo lo esencial de las personas su mente, es innegable que las representaciones simbólicas de santos y símbolos religiosos ayudan, eficazmente, a la psiquis de los creyentes para superar dificultades, pues lo que ven no es materia si no una energía simbólica que su mente “maneja” ofreciendo soluciones a las que no se podían acceder por la lógica materialista con facilidad. Es decir: Facilitan que esa hipotética Inteligencia inmortal y siempre viva, sin cuerpo, actúe sobre ellos facilitando soluciones a una mente agobiada por los límites de la materia donde se halla circunscrita.
Así pues nos encontramos ante una paradoja, pues siendo la semejanza entre Dios y el Ser Humano no de naturaleza física si no mental, la religión Católica ha aceptado el uso de imágenes en sus ritos y símbolos - a diferencia de otras versiones cristianas que los prohíben con la finalidad de huir de ciertos aspectos aparentemente mágicos y, por ello, más primitivos. 
La vinculación que realiza la Iglesia Católica con la Virgen María resulta de efectos espectaculares en las mentes de los creyentes ya que, por un lado, santifica el vínculo madre e hijo en la percepción de la cultura donde se establece – de tal manera es ese vínculo que el mismo se perpetúa en las relaciones matrimoniales, dificultando un papel diferente a la mujer (tanto en el deber de protección de los hijos como en el del sustento de los esposos) - fortaleciendo roles que son más fácilmente superables en otros entornos cristianos – como los protestantes; y además, fortalece una idea de familia que se puede observar el cuadro de la Sagrada Familia que existe en el Pilar (y que actúa en quien lo observa – sea hombre o mujer - en forma de test de Rochard, de tal manera que preguntado el observante sobre lo que observa, se referirá al cuadro proyectando su propio entorno familiar, ya sea el propio o el materno-paterno, sin darse cuenta). Y, aún, siendo más espectacular el dogma de la Inmaculada Concepción, pues así consigue la Iglesia que el impulso sexual que a todos nos trae a este mundo quede suprimido tanto en la concepción de Jesús como en la de María, haciendo inviable la existencia de nuevos Cristos – y ello es inviable científicamente en aquella época. En consecuencia los Cristos, los ungidos… nacen y mueren constantemente, siendo constantemente perseguidos, como lo fueron Osiris o Budha, en toda cultura. La estrategia de la Iglesia es crear en la mente de la sociedad la idea de que ello ya no es posible, salvo que ella misma lo admita al final de los tiempos (¿¿??)
 También es curiosa la analogía existente entre la Universidad y la Iglesia a la hora de aceptar Verdades científicas o religiosas, pues siguen análogos métodos; no en balde la Universidad nació de las órdenes religiosas. Y, por ello, no en balde tampoco, la Ciencia pugna por ser nuestra nueva religión.
Y sin embargo lo dicho, aparece, como en toda crisis de valores, la oportunidad de encontrar el punto medio social, que parece ser el menos conveniente para gobernar una sociedad, pues bien se muestra que nuestra sociedad tiende a "pendulear" de extremo a extremo, haciendo casi inconcebible un lugar de equilibrio y equidistancia que facilite a todos el tránsito por esta sociedad. 
La observación que realizaba Aristóteles de la Naturaleza ha acabado encontrando respaldo científico, pues se encuentra en la naturaleza – cuando se observa con criterios matemáticos – que existen por doquier, progresiones de la siguiente naturaleza: 1,1,2,3,5,8,13,21… que no son fáciles de expresar matemáticamente pero si son fáciles de descifrar para nuestra mente. Por esa complejidad de expresarlo matemáticamente, lo que usamos son formulas más sencillas y fáciles de expresar. Las primeras sucesiones se relacionan con fractales, y son, probablemente, la mejor definición matemática que por el momento tenemos de la inteligencia divina, cuando se proyecta en la Naturaleza. Ese tipo de progresiones adquieren gran complejidad cuando se traspasan a gráficos. Bastaría imaginar millones y millones de años de evolución de la mente intelectual (e inmortal) para suponer su complejidad (la formula sugiere: Uno, más uno, más su resultado… - como inicio – y posteriormente: Experiencia acumulada más la anterior experiencia igual a nueva experiencia… y así sucesivamente avanza la progresión). Es obvio que existe inteligencia en el Universo, si consideramos las matemáticas (las proporciones) expresión de lógica e inteligencia que no hemos “inventado”, si no “sólo” las hemos descubierto como lenguaje para expresar con precisión nuestro entorno Natural – de ahí que podamos vislumbrar un futuro inmediato liderado por “máquinas” regidas por “cerebros” artificiales que suplirán al Ser Humano a la hora de tomar ciertas decisiones – como ya lo están haciendo.
La dificultad de hallar a Dios en nuestro entorno estriba en que, probablemente, está contenido en todo lo que nos rodea y en nosotros mismos; y, por consiguiente, no lo podemos “aislar” como sustancia diferente para compararla con nada, ni con nosotros mismos. (Así, desde esta idea, se podría entender la idea recogida por Aristóteles que dice: “Que Dios existe es innegable, otra cosa es que Dios sepa que existimos”).
Si ello fuere así, como se expone, encontraríamos en la Iglesia una única referencia estable y estructurada de símbolos y ritos destinados a preservar la Fe (fe entendida más allá de la consistente en creer en un Dios concreto de rasgos Humanos) ante toda dificultad y consolar al ser humano en los momentos más adversos e irremediables de su existencia; en este último caso, de consuelo ante la finitud de la vida y la existencia humana tal y como la conocemos, se apela a la bondad de todos los actos realizados en vida con el fin de que la mente, en base a la bondad de las acciones realizadas, halle una tranquilidad y sosiego en el tránsito de la muerte (Los trabajos realizados por Jung al respecto aún tienen vigencia. También vi en una exposición en Madrid, hará unos 30 años, una Imagen de San Miguel del siglo XVI ó tal vez XVII a cuyo pie rezaba una frase “transversal” con otras religiones al hablar del amparo que proporcionaba el “símbolo” de San Miguel en el transito del "estado intermedio” de la muerte – y que contenía expresiones calcadas del Bardo Tohodol). 
Es esencial el papel que la Iglesia ha tenido en el ordenamiento de los valores que deben de sostener las personas dando así sentido a sus vidas y a la sociedad en que viven – y también en razón de ello, y esos mismos valores, ha sido juzgada con severidad por sus adversarios al analizar sus excesos, sobre todo cuando ha intentado la Iglesia mezclar intereses puramente terrenales con “voluntades” supuestamente divinas (o en los casos de hoy en día al ocultar los graves excesos realizados por sus miembros sobre niños, niñas o mujeres estigmatizadas – me refiero a los abusos y al tráfico de niños. Pero no han sido los únicos, recientemente saltó la noticia de ocurrir los mismos abusos en confesiones religiosas de e países de oriente que creíamos más “puras” y menos contaminadas de “materialismo”; lo que pudiera señalar la recurrente tendencia humana de usar la posición dominante en una sociedad para fines corruptos.
Todos los que hemos nacido en una cultura cristiana y católica hemos desarrollado unos valores sobre el bien y el mal que han sido expresados en nuestra infancia. Por ello, si en vida nos los hemos saltados en un proceso de aprendizaje y hemos ido reflexionando sobre todo ello, nuestra mente será capaz de perdonarse, tal vez. Pero si hemos infringido en su esencia esos valores éticos y morales, incluso llegando al homicidio, nuestra “mente” nos reclamará todo ello en el momento más inoportuno; de ahí que los cristianos Católicos hayan establecido la confesión como medio para limpiar la conciencia y mantenerse en “Gracia de Dios” después de haber realizado una penitencia y un propósito de enmienda. 
Los primeros juicios más famosos de los que se conocen en occidente se hallan en el juicio de Osiris (que fue muerto por ser buen gobernante y luego proclamado dios del inframundo, y juez del mismo). El muerto, después de pasar muchas pruebas tiene que pesar su corazón ante Osiris. La necesidad de pesarlo se encuentra en que ha podido hacer trampas en el proceso de llegar hasta él. Si su corazón pesa más o menos que una pluma su alma será destruida para siempre. Se entiende que es la conciencia del difunto quien se juzga a sí misma – y no es lo mismo juzgarse en vida, en plenitud de facultades y vitalidad, que en un entorno de profundo miedo ante la posibilidad de una destrucción definitiva.
Desde este punto de vista se pudiera aceptar la idea de que quienes han ostentado poder terrenal, sacrificando conscientemente a inocentes, saben que su conciencia no le salvará (aunque se consideren dioses a sí mismos, por conocer todos los secretos de la mente bajo los límites de la condición Humana) y su anhelo se posará en pasar a la historia de su nación o sociedad como única recompensa. Aún así, hay quien busca en las religiones ateas (como el Budismo, así considerado por Schopenhauer) el truco para engañar a Osiris (Osiris no sería otra cosa que la representación de nuestra propia conciencia) el día del juicio. 
Como se ha señalado en el presente escrito, el tejido de dogmas religiosos establecidos por la Iglesia parece tener la finalidad última de mantener recursos psicológicos en la mente de los fieles que les permitan sobrellevar las dificultades cotidianas - siendo algunas de estas dificultades de gran transcendencia - con la finalidad de estimular y preservar, en toda adversidad, el impulso vital de supervivencia. Por lo que toda la estructura dogmática se interrelaciona entre sí buscando una coherencia, diríamos que “mágica”, que permite que esos efectos en la mente sean coherentes y operen de manera inconsciente sobre la persona actuando como una compañía espiritual que nunca le abandona y a la que siempre puede recurrir en cualquier situación. 
Al ser la Iglesia, a la vez, una estructura humana – terrenal – sujeta a necesidades, se encuentra también necesitada de mantenerse desde un punto de vista materialista (dinero, espacios físicos, jerarquía, ….) y siendo personas las que sostienen sus propias estructuras también está sometida a las debilidades y virtudes propias de la naturaleza Humana.
Aún siendo esencial el papel de la Iglesia para gran parte de la sociedad, no por ello parece que deba de tener privilegios especiales en relación con el Estado – al menos que el Estado se considere Nacionalista y precise, por ello, de mitos para sostenerse como tal Nación; y la Iglesia coopere, también, en ese propósito.
Otro aspecto diferente es el criterio sostenido por los cristianos llamados de base, mucho más cercano a una idea solidaria que jerárquica. 
En los orígenes del cristianismo se sospecha que a Jesús no se le consideraba el Hijo de Dios, sino más bien un Hombre especial y todos los dogmas sobre la naturaleza de Jesús y su madre aparecieron posteriormente con la finalidad de crear esa estructura psicológica que sirviera de soporte a las personas, que en ello creyera, para toda su vida.
Nuestra mente tiene capacidades ilimitadas, y es capaz de concebir, por medio de la lógica, complejísimas estructuras metafísicas que son capaces de concretarse en el mundo de la materia, como lo demuestran los avances científicos. Esos avances serían imposibles concebirse en mentes que consideraran que el mundo es perfecto y completo en sí mismo (en todo tiempo y en todo lugar ha habido personas que así han considerado al mundo perfecto en sí mismo – y no han visto en los progresos tecnológicos más objeto y utilidad que el de servir al dominio y al aumento de la extensión de los poderes terrenales que ya poseían). Pero nuestra mente también está atrapada en un cuerpo mortal y finito, por lo que nuestra mente no solo trabaja e idea para concebir y explorar el universo que nos rodea y comprenderse a sí misma, sino que sospechando, o careciendo de la certeza de poder sobrevivir al cuerpo que la alberga, idea estrategias de supervivencia para mantener el cuerpo que la habita en las mejores condiciones posibles y, en ello, rivalizando con otros seres vivos o seres humanos.
Y sin embargo, la mente es algo que está vinculado al cerebro, pero no es el cerebro; siendo el cerebro algo más que un ordenador o centro de mando de nuestro ser. El cerebro es como un órgano capaz de procesar la información que recibe interna y externamente para adaptar al organismo a cualquier cambio del medio; y, a la vez, es un receptor intuitivo – es decir, más allá de lo meramente verificable – que predispone al ser humano ante cualquier adversidad presente y futura, con el fin de preservarse (preservar no solo el cuerpo, si no lo que es más esencial: La propia Mente que es donde reside la idea de existir y ser. De ahí la facilidad de la mente para elaborar o aceptar cualquier hipótesis de cualquier naturaleza cuya finalidad sea la inmortalidad del Ser: Ser, en realidad es la Mente. Pues para la mente no existe otra cosa que la vida, y no puede concebir, para sí, un estado de no vida que no siga siendo una forma de vida).
Si consideramos que la forma de afrontar un problema es empezar por abordarlo desde la hipótesis más adversa, deberemos de considerar que para la existencia del ser humano la hipótesis más adversa no es la finitud de la vida del cuerpo y de la mente, si no que la más adversa es el fin del cuerpo – porque es obvio que muere y se pudre – pero con la supervivencia de la mente en un medio aparentemente desconocido y, por ello mismo, probablemente adverso. Esta es la hipótesis que subyace en aquellos que vivieron a su antojo en la vida, y cuando perciben su finitud apelan al Budismo como religión alternativa a un cristianismo católico del que saben que sus verdaderos pecados, de confesarlos, formarían parte de una realidad personal que no se desea admitir bajo ninguna circunstancia. Y de alguna manera, esos pecados acabarían formando parte de su realidad personal y social. El budismo, por el contrario, generaliza la culpa en una idea de karma común a todo ser vivo, por lo que cualquier sentimiento de culpa propia queda, de alguna manera, disuelta en un inmenso mar y compartida con toda la humanidad.

Es importante, al menos lo parece, que nuestros estudiantes se acerquen al hecho religioso en sí, y desde ahí realizar una exploración de las religiones que han sido y son en la Civilización Humana; y todo ello se realice con objetividad, pero con sensibilidad a la vez; y sobre todo sin construir ni sostener nuevamente prejuicios; si no que forme parte de la filosofía de la naturaleza humana; es decir: Forme parte de lo que es y representa la Filosofía: La Búsqueda de la Verdad (o mejor dicho, el aproximamiento a la Verdad - pues no hay ni existe Verdad Única, por mucho que unos y otros se empeñen, que se pueda trascender universalmente a cualquier ser humano; en cada etapa de nuestras vidas, por razones complejas, estamos en condiciones de aproximarnos y sostener Verdades únicamente para nosotros que tenderán a ser matizadas o modificadas por el paso del tiempo y de la experiencia personal). De lo expuesto se entenderá que me resulte aceptable, o al menos entendible, la idea sostenida en Islandia sobre el hecho de prohibir la religión a menores de 21 años.

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