Algo de la naturaleza de la rivalidad existente entre Derechas e Izquierdas en España
No creo que debamos remontarnos mucho más allá
de la Guerra Civil para hallar allí el núcleo principal de las rivalidades
entre las izquierdas y derechas en España. El aparente paréntesis de la
transición fue eso, un paréntesis bajo unas premisas “intocables” que permitirían
el regreso de la Democracia a España. Premisas que pudieran responder no sólo a
las consecuencias del fin de la Guerra determinando un vencedor; vencedor que
nace de las conveniencias internacionales en una Europa donde las élites económicas
temían, desde 1917, la extensión de la Revolución Soviética por toda Europa (y
también en EEU) y que acabó propiciando una reacción internacional,
ambivalente, pues paradójico fue el apoyo y la promoción del fascismo italiano
y el nazismo, así como el apoyo al General Franco ante el peligro comunista. Todos
aceptaron el precio de tener que combatir los monstruos creados para
aterrorizar a los ciudadanos europeos en sus intenciones de promocionar el
socialismo ruso en sus naciones; sin embargo Franco se libró y fue atado en
corto con un incipiente capitalismo de un lado y la promoción de derechos
sociales y laborales por otro al que se amoldó para sobrevivir como régimen,
aunque en su rebeldía apoyara, contra natura, regímenes de socialismo marxista
como el de Allende o promocionara o apoyara o tolerara a una rama de la Iglesia
Católica dispuesta a hacer la Revolución Cristiana, mediante la Teoría de la Liberación
en Latinoamérica. Al fin y al cabo solo sería un gesto de venganza ante un todo
poderoso EEUU que imponía sus condiciones allá por donde fuere y al General
Franco le tocara aceptar (si o sí – sobre todo tras la muerte de Carrero) los
designios de los Norteamericanos para España: La Democracia se abriría paso a
la muerte de Franco – el Franquismo sólo sería un recuerdo. Y así fue, salvo
para aquellos que han querido salvar la memoria del Dictador a pesar de que en
su régimen nada fuera lo que pareciera y menos que obedeciera a las consignas y
exaltaciones que hicieran posible la Guerra Civil. El entorno Falangista parecía
aceptar una pluralidad ideológica en la sociedad, mientras que los Cuerpos de
Seguridad se seguían cebando con ciertos grupos Comunistas cuando la frustración,
por alguna causa, exigía una demostración de fuerza y vigor interno en el régimen.
A la definitiva el Franquismo supuso mucho tráfico de influencias, muchas
recomendaciones (para sobrevivir) y mucha permeabilidad a las necesidades y
orientaciones del incipiente capitalismo en España; mucho Catolicismo oficial,
mucho autoritarismo cuando no paternalismo autoritario y mucho control social.
Todo ello sin cuestionamiento oficial por medio de partidos políticos. A la
definitiva, el Franquismo era, simplemente, el Gobierno de un militar, de un
General que, por su condición, exige obediencia y, por tanto, la política
concebida como debate de plurales no tiene cabida alguna. Todo ello bajo el
pretexto del Comunismo y la subversión de valores que este traería.
No es de extrañar que entre demasiados altos
mandos militares españoles siga existiendo admiración por la carrera militar del
Dictador, a la definitiva conjugó durante el desarrollo de la Guerra Civil
acciones militares con gran simbología y carga política con el fin de, en esa
lucha política por alcanzar el poder absoluto del Estado, acabar con todos
sus enemigos políticos (ya fueran rivales
en su propio bando o rivales en el bando enemigo) y fue prolongando la Guerra
Civil de manera calculada para conseguir ese objetivo esencial. Objetivo que
parece fuera una predestinación en razón de su juventud; juventud que hacía
vislumbrar un largo periodo de excepción para España y ello parecía ser el
objetivo esencial de su ascenso y confirmación en la Jefatura del Estado. Parece
que militares de alto rango en España siguieran precisando una referencia mítica
durante el desarrollo de su carrera militar y ascenso al generalato; pues son
los mitos los que aseguran en una Nación la simbología de la propia Nación y su
persistencia en la Historia. Otra cosa es la visión de la izquierda, más
orientada a la visión de España, no tanto como Nación sino como Estado; Estado
neutral cuya única simbología se basa en el progreso de sus ciudadanos y en su
bienestar, procurando la paz social e internacional como requisitos
indispensables para el desarrollo de la economía y con ella de los derechos
internacionalmente reconocidos a los
Seres Humanos por el hecho de serlo.
Así pues tenemos dos polos en España que parecen no
haber alcanzado una sincera reconciliación. Dos visiones que retornan, o tienden
a retornar, para encontrar en el pasado señas donde recuperar su identidad y su
pujanza pasada. Y si para ello es preciso realizar una re-lectura de la
Historia a ello se aprestan de manera independiente marginando al adversario
político e impulsando su “visión” en un continuo devenir de estrategias
concebidas para que los planes de “visión”
de unos se frustren y viceversa. Han pasado los primeros cuarenta años de la
restauración democrática y no se visualiza, de manera institucionalizada – con grandes actos Institucionales, civiles y
militares (estos últimos, militares, sólo realmente posibles en un marco de
sincera reconciliación histórica) – el gran logro conseguido por la
sociedad española, porque realmente es un gran logro que
parece que pasará desapercibido, en medio de un relevo político generacional que
en vez de haber servido para reconocer esos hitos, vislumbrar las carencias o
defectos observados y relanzar el sistema democrático desde una nueva visión regeneradora
en objetivos y valores democráticos parece limitarse a seguir el juego de
rivalidades que yacen en el pasado, en una continuidad que deja la “reconciliación
sincera” aparcada “in tempore”. Extraña política me resulta aquella que no es
capaz de encontrar los verdaderos puntos de encuentro con el adversario con el
fin de generar un juego democrático en el que los ciudadanos siempre salgan
ganando aunque se consideren en la oposición. Extraña política me resulta
aquella que, por sus déficits permite el ascenso de extremos radicalizados que
dicen poseer Verdades absolutas y estar dispuestas a imponerlas como al
principio de los años veinte. Y más extraño me resulta que después de la experiencia
de los cuarenta años de restauración democrática exista entre los conservadores
españoles una “reserva” hacia la democracia (ya expresada en la votación de la
Constitución) por la que se permiten el “lujo” de tener siempre una “puerta
bien abierta” para abjurar del sistema democrático y que se muestra, abiertamente, cuando en sectores militares se defiende la figura del General
Franco a propósito del deseo del Gobierno de trasladar la tumba del Dictador.
No parece que haya concesiones por ninguna de
las partes. De un lado no se pacta con el adversario una Ley que sirva de
verdadera reconciliación (el adversario se opone); y cuando el
adversario ofrece una posibilidad de diálogo también se rechaza (probablemente en razones de mantener la
iniciativa y liderazgo político). El interés general debieran ser los
españoles en su conjunto, pero estas cuestiones del “tempo político” de “marcarle
los tiempos” a los adversarios se impone a ese interés que debiera ser general
y estar por encima de la lucha partidista en ciertas ocasiones. Parecen ambos, derechas e
izquierdas, perder lo genuino y la razón de ser de ellos mismos si acabaran por
llegar a un acuerdo en estos asuntos de la reconciliación. Parece existir un
grupo de gentes que siguen sin concebir que la Verdad, de existir, se hallara
en un entorno compartido con el adversario; pero tengo la sospecha de que la
rivalidad obedece más a la existencia de “francotiradores” aún ocultos en lo más
profundo del Estado que están convencidos de poseer la Verdad Absoluta y que
son capaces de “imponerla” – al margen de los procedimientos democráticos – en cuanto
la ocasión le es propicia y que siempre se hallan a salvo de los controles
constitucionales; a veces creo que aquello “oculto” que creó la dictadura para
controlar a la sociedad aún persiste a pesar de los cuarenta años transcurridos
y sobrevive “remozado” (como ese General en
la reserva que después de haber servido a nuestro sistema democrático, en las más
altas responsabilidades de seguridad del Estado, se desvela admirador de
Franco, lamentable realidad que pone en duda procedimientos y formas dentro de
un lenguaje perfectamente Constitucional y aparentemente democrático. Sin embargo, dudo que nadie considere que
deba de perder el tiempo en un entretenimiento de semejante envergadura
respondiendo a la cuestión que sugiere este mando retirado en la reserva: ¿Cómo
afecta al Estado Democrático el liderato de Altos Mandos que admiran a un Dictador
del propio país en la Alta Seguridad del Estado?, y sobre todo las consecuencias:
¿Se transmite ese talante a los mandos subordinados o a otras estructuras de
mando en la seguridad del Estado Democrático? Y sobre todo la última pregunta a
tenor de lo revelado por Arzallus en un programa de “memoria política” en el
que veteranos políticos de la restauración vienen hablando de su experiencia en
el Parlamento y que señalaba la potestad que se reservó el Ejército en la
integridad del Estado: En ese ejercicio de seguridad ¿Hasta dónde llega el Ejército?
¿Los controles que recibirían esas acciones están sujetas a control democrático?
¿Es un derecho reservado al Ejército sin control del Ejecutivo? ¿Es
directamente el Rey quien controla esas presumibles acciones? (en Francia era Mitterrand
quien controlaba las acciones de seguridad, o al menos así se señaló cuando
atacaron al barco insignia de “Greenpeace” los buceadores de los servicios
secretos franceses - todo ello a no ser que nos mientan a todos y los servicios
secretos europeos vengan funcionando autónomamente respecto de sus legítimos
gobiernos democráticos y constitucionales, algo que pudiera sugerir el reciente
problema en Alemania con la súbita destitución de un alto responsable de la
seguridad) ¿Es por ello, como insinúa Arzallus, que se pudieron poner obstáculos
para que el PNV no pudiera votar favorablemente la Constitución?). Realmente
no me gusta hablar del PNV de Arzallus (y
su extraño signo nacionalista RH negativo) y lo tristemente ocurrido en
Euskadi, que bien parece una verdadera trampa para tener bien atado al
nacionalismo vasco y que viene a resultar, una vez “desanudada” ETA, que nos “hacen
emerger” el actual “chandrío” catalán. Y en vez de buscar fórmulas que, en la
organización del Estado, nos alejen de la idea del Nacionalismo, de las
Naciones, etc… parecemos todos girar hacia la misma deriva del objetivo de
encontrar nuestras raíces en mitos Nacionalistas, como si el camino trazado,
aun viéndolo nefasto y desintegrador, fuera una nueva oportunidad política que
ofrecer a los ciudadanos y con la que asediar al Estado Central y con ello a
cualquier Gobierno de la Nación. (Siempre
me gustaría apostar por el hecho de que la identidad perteneciera a las
ciudades y a los pueblos de España, de uno en uno – desde allí cada cual busque
su mitos y los promueva por bien de la cultura, el folklore y el turismo -,
estructurados, dentro del Estado, en “unidades territoriales naturales” y no
históricas (pues la Historia se interpreta en cada Nación según conviene a sus
intereses coyunturales, pero una Entidad Territorial Natural tiene unos parámetros
medibles y previsibles que resultan de fácil evaluación económica y que
promueven la cooperación entre ciudades y pueblos para su conservación y
desarrollo; y además no son causa de conflictos en razón de mitos o fronteras o
predestinaciones divinas o provenientes de la sangre de un (o una) monarca o de
la legitimidad de la estirpe real o de su descendencia).
Resolver esa cuestión pendiente de la plena y
sincera “reconciliación” sería abrir la puerta de “par en par” a la Democracia
y cerrar la “otra”, la de la cierta “legitimidad” de la Dictadura del General Franco
– tal vez entonces viéramos si las
posiciones franquistas, y que ahora se muestran en abierta crítica al sistema
democrático acusándolo precisamente de no serlo a su “gusto” a causa del “Valle
de los Caídos”, se alarmaran señalando una “rendición” de los conservadores a
las izquierdas, como señal de “rojerío” generalizado en el “sistema”. Veríamos entonces que lo que ellos entienden
por Democracia es el permanente Gobierno de los Conservadores – como mal menor
de un sistema democrático; cualquier otra cosa es “rojerío”. Se me antojaría
señal inequívoca de “alarma” de quienes creen seguir teniendo de rehenes a las
Derechas, rehenes de una deuda histórica que nunca podrán terminar de pagar
completamente. Una reconciliación de esa envergadura llevaría aparejada una
lealtad de pleno y sumisión efectiva de todos los poderes del Estado a los
Gobiernos legítimos, sin excepciones ni lugares con paréntesis que no puedan
ser explicados a la opinión pública o a los ciudadanos. Se me antoja, ahora que
lo escribo, trayecto realmente difícil y casi imposible, pues siempre habrá,
como parece que hubo en el pasado más o menos reciente, quien apueste por la
formula de tenernos enfrentados, realmente enfrentados – al menos a nivel político – como fórmula
para “controlar” al poder político (también
enfrentado entre sí). Este parece ser el
signo de España, a diferencia creo, (al
menos esa es mi esperanza), de otros países que supieron ser sumisos a sus
Constituciones y a sus Democracias. Esa
parece ser la verdadera división existente en España, una parte de ella no
termina de creer plenamente en la Democracia ni aunque gobierne y, a la vez, va
emergiendo, otra de signo contrario que piensa que la Democracia verdadera es
excluyente – les sobran todos y se bastan ellos solos para interpretar el
Estado y a sus ciudadanos (los que no estén
de acuerdo a la cárcel o al exilio).
Creo que el diseño del Estado que aparece en la Constitución es el apropiado para un Estado que ha pasado por una Guerra Civil en las circunstancias en que se pasó ese episodio (y creo que fue diseñada con mucha inteligencia; y creo que la Monarquía está cumpliendo con creces las expectativas que se pusieron en ella – los réditos que nos trajo son muy superiores al “debe” que se pudiera objetar – y el sucesor “sólo” tiene que mantener el “equilibrio” y la “templanza” necesaria ante el ímpetu de la estrategia republicana, encabezada en Catalunya, pero estratégicamente diseñada, así me lo parece, en el resto de la península. (La forma republicana siempre nos sentó malamente y nos trajo nefastas consecuencias; de ella ya poseemos en la Constitución sus principios y sus valores; pero hay quienes insisten. Los adversarios de la democracia y/o de la estabilidad democrática parecen hallarse en cualquier lugar insospechado … lamentable).
Creo que el diseño del Estado que aparece en la Constitución es el apropiado para un Estado que ha pasado por una Guerra Civil en las circunstancias en que se pasó ese episodio (y creo que fue diseñada con mucha inteligencia; y creo que la Monarquía está cumpliendo con creces las expectativas que se pusieron en ella – los réditos que nos trajo son muy superiores al “debe” que se pudiera objetar – y el sucesor “sólo” tiene que mantener el “equilibrio” y la “templanza” necesaria ante el ímpetu de la estrategia republicana, encabezada en Catalunya, pero estratégicamente diseñada, así me lo parece, en el resto de la península. (La forma republicana siempre nos sentó malamente y nos trajo nefastas consecuencias; de ella ya poseemos en la Constitución sus principios y sus valores; pero hay quienes insisten. Los adversarios de la democracia y/o de la estabilidad democrática parecen hallarse en cualquier lugar insospechado … lamentable).
No hay comentarios:
Publicar un comentario