Miguel Ángel Ibáñez Gómez - maiges_ps@hotmail.com

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martes, 25 de septiembre de 2018

La "extraña" situación de los militares (y no sólo en España, sino en también otros países de Europa)




Resulta llamativa la caballerosidad, la educación y la formalidad y respeto que viene a percibirse, como norma general, en la mayoría de los cadetes, alféreces de cualquier Academia Militar del occidente avanzado, sobre todo porque durante decenios estuvimos acostumbrados a los excesos realizados por los ejércitos – sobre todo de países de la vanguardia occidental como EEUU – sobre territorio ajeno y sobre todo sobre civiles. También resultó desmoralizante ver que las torturas por el ejército norteamericano en la base de Guantánamo persistían después del conflicto militar con Irak y que ningún Presidente de USA consiguiera, aunque fuera un propósito comprometido electoralmente con sus votantes. Realmente chocante que personas destinadas al mando de las unidades militares y que tienen una formación especializada y un código de conducta social normalmente respetuoso y exquisito pudieran llegar a tales excesos al cumplir objetivos militares; resulta realmente desconsolador este hecho pues sus mandos militares de alta graduación, que están al frente de esas operaciones y tienen la responsabilidad de llevarlas a cabo, también recibieron ese tipo de educación y suelen mostrar esa exquisita educación en el trato social.
Meditaba sobre ello, a raíz de un comentario referente a un muchacho que va progresando en sus estudios en la Academia Militar y su madre se mostraba muy orgullosa de ello y de la caballerosidad y respeto que mostraba su hijo en el trato social. Le contesté que actitud potencial vendría “preinstalada” de fábrica, señalando así, indirectamente, un mérito en la propia familia y en la educación recibida previamente que facilitaba esos resultados tan halagüeños en el terreno de los estudios profesionales que realizaba así como en esa educación personal, de naturaleza social, asumida y promovida en la propia Academia Militar – resulta obvio que cualquier familia de ello tenga motivos para congratularse.
Meditaba sobre ello, sobre el cultivo de las “virtudes” (en este caso castrenses): La disciplina, el ejercicio diario, el estudio constante, el orden siempre presente, (la obediencia)… y recordaba un pasaje del Tao The King en el que dice algo así: “Por la propia virtud se reconoce la virtud  en los otros”; de alguna manera cultivar esas virtudes no sólo permite reconocer la virtud en los otros sino también la falta de alguna virtudes o la “aparente” carencia de ellas en otras personas. 
Si consideramos el entorno en donde se aprenden a cultivar y desarrollar esas virtudes podremos que resulta imposible de desvincular la propia persona que realiza el aprendizaje y desarrollo de virtudes del entorno donde los aprende; es decir, se desarrolla un vínculo emocional lógico e inseparable, de la misma manera que se mantienen vínculos de esa naturaleza con los centros de estudios elementales o medios o con las Universidades si nos vinculamos con los profesores para sacar trabajos, tesinas y tesis adelante. Y si el entorno (ya sea Universitario o Militar, del aprendizaje) se proyecta sobre mitos autoritarios de cualquier signo (sea bajo ideas o mitos radicales de izquierdas o derechas) o bajo la idea de que la sociedad perfecta debiera ser autoritaria estaríamos ante un extraño escenario donde las personas que están encargadas de formar a nuestros jóvenes del futuro y en la idea de perfeccionar la democracia no creen en profundidad en ella (y de hecho se pudiera dar el caso de que íntimamente la criticaran aunque en su expresión formal y social mostraran sumisión o respeto al sistema democrático).
Parece existir un cierto equilibrio antagónico entre Universidad y Ejército que viene existiendo desde el origen de las Universidades en la Edad Media (ya se habla de los primeros enfrentamientos entre estudiantes y sargentos en París y de la inviolabilidad de la Universidad para preservar el conocimiento y las reflexiones de crítica sobre ese mismo conocimiento) y da la impresión de que ello pudiera ser irreconciliable en alguna medida y, probablemente, forma aceptada en todo nuestro occidente circundante y en los países que nos lideran. No queda otra posibilidad que aceptar esa circunstancia como un elemento más de nuestra sociedad, tal vez de equilibrio, con el que hay que convivir teniendo presente que quienes fomentan virtudes siempre observarán, con gran claridad la carencia de las mismas en otros que no las practican y tendremos que comprender que ello no su pone una visión elitista, más de lo que fuera en nosotros mismos cuando las practicamos. Sin embargo, por ello mismo, la sumisión a los principios y valores democráticos debe observarse en cualquier circunstancia, pues de lo contrario, si dejáramos ciertas autonomías en razones de seguridad sobre civiles a mandos militares exclusivamente podríamos encontrarnos en el riesgo de que se tomaran decisiones trascendentes desde esa visión de la virtud y sin considerar otras más circunstancias. 
La democracia es, ante todo, tolerancia para propiciar el avance (e incluso aceptar el estancamiento o la regresión) en la evolución de las personas por el simple hecho de ser personas y tener por ello unos derechos personales; confiando en que un medio tolerante, de valores y de conocimientos positivos propicia el desarrollo social sin dejar a nadie fuera del mismo y de las oportunidades que este ofrece.

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