Resulta llamativa la
caballerosidad, la educación y la formalidad y respeto que viene a percibirse,
como norma general, en la mayoría de los cadetes, alféreces de cualquier
Academia Militar del occidente avanzado, sobre todo porque durante decenios
estuvimos acostumbrados a los excesos realizados por los ejércitos – sobre todo
de países de la vanguardia occidental como EEUU – sobre territorio ajeno y
sobre todo sobre civiles. También resultó desmoralizante ver que las torturas
por el ejército norteamericano en la base de Guantánamo persistían después del
conflicto militar con Irak y que ningún Presidente de USA consiguiera, aunque
fuera un propósito comprometido electoralmente con sus votantes. Realmente
chocante que personas destinadas al mando de las unidades militares y que
tienen una formación especializada y un código de conducta social normalmente
respetuoso y exquisito pudieran llegar a tales excesos al cumplir objetivos
militares; resulta realmente desconsolador este hecho pues sus mandos militares
de alta graduación, que están al frente de esas operaciones y tienen la
responsabilidad de llevarlas a cabo, también recibieron ese tipo de educación y
suelen mostrar esa exquisita educación en el trato social.
Meditaba sobre ello, a raíz de un
comentario referente a un muchacho que va progresando en sus estudios en la
Academia Militar y su madre se mostraba muy orgullosa de ello y de la
caballerosidad y respeto que mostraba su hijo en el trato social. Le contesté
que actitud potencial vendría “preinstalada” de fábrica, señalando así,
indirectamente, un mérito en la propia familia y en la educación recibida
previamente que facilitaba esos resultados tan halagüeños en el terreno de los
estudios profesionales que realizaba así como en esa educación personal, de
naturaleza social, asumida y promovida en la propia Academia Militar – resulta
obvio que cualquier familia de ello tenga motivos para congratularse.
Meditaba sobre ello, sobre el
cultivo de las “virtudes” (en este caso castrenses): La disciplina, el
ejercicio diario, el estudio constante, el orden siempre presente, (la
obediencia)… y recordaba un pasaje del Tao The King en el que dice algo así:
“Por la propia virtud se reconoce la virtud
en los otros”; de alguna manera cultivar esas virtudes no sólo permite
reconocer la virtud en los otros sino también la falta de alguna virtudes o la
“aparente” carencia de ellas en otras personas.
Si consideramos el entorno en
donde se aprenden a cultivar y desarrollar esas virtudes podremos que resulta
imposible de desvincular la propia persona que realiza el aprendizaje y
desarrollo de virtudes del entorno donde los aprende; es decir, se desarrolla
un vínculo emocional lógico e inseparable, de la misma manera que se mantienen
vínculos de esa naturaleza con los centros de estudios elementales o medios o
con las Universidades si nos vinculamos con los profesores para sacar trabajos,
tesinas y tesis adelante. Y si el entorno (ya
sea Universitario o Militar, del aprendizaje) se proyecta sobre mitos
autoritarios de cualquier signo (sea bajo
ideas o mitos radicales de izquierdas o derechas) o bajo la idea de que la
sociedad perfecta debiera ser autoritaria estaríamos ante un extraño escenario
donde las personas que están encargadas de formar a nuestros jóvenes del futuro
y en la idea de perfeccionar la democracia no creen en profundidad en ella (y de hecho se pudiera dar el caso de que
íntimamente la criticaran aunque en su expresión formal y social mostraran
sumisión o respeto al sistema democrático).
Parece existir un cierto
equilibrio antagónico entre Universidad y Ejército que viene existiendo desde el
origen de las Universidades en la Edad Media (ya se habla de los primeros enfrentamientos entre estudiantes y
sargentos en París y de la inviolabilidad de la Universidad para preservar el
conocimiento y las reflexiones de crítica sobre ese mismo conocimiento) y
da la impresión de que ello pudiera ser irreconciliable en alguna medida y,
probablemente, forma aceptada en todo nuestro occidente circundante y en los
países que nos lideran. No queda otra posibilidad que aceptar esa circunstancia
como un elemento más de nuestra sociedad, tal vez de equilibrio, con el que hay
que convivir teniendo presente que quienes fomentan virtudes siempre
observarán, con gran claridad la carencia de las mismas en otros que no las
practican y tendremos que comprender que ello no su pone una visión elitista,
más de lo que fuera en nosotros mismos cuando las practicamos. Sin embargo, por
ello mismo, la sumisión a los principios y valores democráticos debe observarse
en cualquier circunstancia, pues de lo contrario, si dejáramos ciertas
autonomías en razones de seguridad sobre civiles a mandos militares
exclusivamente podríamos encontrarnos en el riesgo de que se tomaran decisiones
trascendentes desde esa visión de la virtud y sin considerar otras más circunstancias.
La democracia es, ante todo, tolerancia para propiciar el avance (e incluso aceptar el estancamiento o la
regresión) en la evolución de las personas por el simple hecho de ser
personas y tener por ello unos derechos personales; confiando en que un medio
tolerante, de valores y de conocimientos positivos propicia el desarrollo
social sin dejar a nadie fuera del mismo y de las oportunidades que este
ofrece.
No hay comentarios:
Publicar un comentario