Miguel Ángel Ibáñez Gómez - maiges_ps@hotmail.com

Atribución-No Comercial (CC BY-NC) Cc-by new.svg Cc-nc.svg

Translate

Translate

martes, 15 de octubre de 2019

Condena, en primera instancia, al Procés


Condena, en primera instancia, al Procés
A la sentencia del TS le queda recorrido. Con ella se acota y encauza el conflicto iniciado en Catalunya – aunque así no lo consideren los independentistas - para ponerle el primer punto y aparte, a la espera que otras instituciones internacionales la revisen a instancia y petición de los condenados, como ya se advirtió que sucedería desde un primer momento, cuando el “procés” apeló a la opinión internacional para que se pronunciara y le diera su apoyo y respaldo a la iniciativa de iniciar un tránsito pacífico hacia la independencia.
  Parecía que el llamamiento de los políticos independentistas podría caer en saco roto, en una Europa donde la crisis económica, política y social llevaba a las regiones, en especial las industrializadas, a concebir la idea de que poseyendo recursos propios (económicos e industriales) de mucha mayor densidad que en el entorno del Estado al que pertenecían, podrían tener más oportunidades para resistir las adversidades si continuaban el trayecto en solitario. Aplicaban esa vieja idea por la cual la Caridad bien entendida debe empezar por uno mismo. Para ello expusieron nuevamente las listas de agravios económicos y sociales que reprochar al Estado, y se volvieron a remontar a la Historia de unos siglos atrás como el mejor argumento de su singularidad homogénea que les garantizaría el derecho a esa independencia.
Llevaban décadas imponiendo al resto del Estado el derecho a ser “sensibles” en las cuestiones del relato de la construcción histórica del Estado español, llegando a esa ridiculez manifiesta de llevar a Presidentes del Gobierno a expresar, en contra de la evidencia, que hablaban catalán aunque fueran nacidos, educados y desarrolladas sus vidas familiares y profesionales fuera de Catalunya. Esa sensibilidad pasaba por hacerse concebir como víctimas de un Estado español al que rendían una pleitesía en forma de costes de oportunidad a los que renunciaban para compensar las deficiencias de desarrollo de otras regiones de la Nación. Y en ello y para ello dedicaron ingentes esfuerzos de persuadir a cada gobierno de lo conveniente de aceptar su discurso, o tolerarlo, con la finalidad de recibir su apoyo en el Congreso cuando lo precisaran a cambio de dotaciones económicas y más independencia autonómica e institucional, es decir: Más autogobierno. Al fin y al cabo, el escenario político democrático en España no hubiera ido prosperando a no ser por el apoyo catalán a la Constitución en su momento, por lo que también fueron pieza esencial en la transición y consecuentemente en el proceso de des-habilitación de las instituciones franquistas y del propio franquismo.
Cabría volver a recordar que la democracia para España fue un proyecto concebido en EEUU en maneras, formas y marcando tiempos, cuyo momento determinante en España (y en el área mediterránea) lo señaló Kisingger en su viaje del año 1973-74 visitando y cuyos resultados fueron evidentes y en algunos casos inmediatos (como la muerte de Carrero Blanco al día siguiente de la visita del Secretario de Estado) y merecedores, desde una visión más amplia, aunque siempre criticada, del Premio Nobel de la Paz.
Entender en profundidad la naturaleza por la cual esta parece ser la manera eficaz de concebir las relaciones internacionales y la implantación de modelos políticos tal vez exceda mi capacidad de comprensión en este momento; pero parece obvio que es un proceder derivado de la propia naturaleza humana del Ser Humano común y a la que ya me he referido en anteriores artículos. La Democracia no es sólo señalar que el marco de leyes que nos gobernarán como sociedad y que emanará, a partir de un momento determinado, de una Constitución que reconoce derechos a los ciudadanos y una pluralidad política que los representa legislando y gobernando los intereses de todos. Sino que pareciera esencial que la Constitución no sólo es una enumeración de artículos en orden a su importancia, en los que se detalla la organización del Estado Democrático, sino que va más allá, porque señala unos derechos ciudadanos y civiles que nacen del hecho de reconocer unos Valores que todos podemos poseer o estamos al alcance de poseerlos y que se han de respetar y ser reconocidos por los demás (tal vez se entienda la frase expresándola al revés): Por el hecho de reconocer que las personas poseemos unos Valores, por el mero hecho de ser personas, tenemos y emanamos derechos civiles cada uno de nosotros que deben de ser reconocidos por el resto de las personas y por el Estado como garante último que protege esos Valores. Esos Valores están expresados en la Constitución y, sin embargo, existe la licencia de que haya entidades o personas físicas o jurídicas u organizaciones con capacidad jurídica – privadas o públicas, en busca de negocio o poder, o de ambiciones, que no reconocen nuestros Valores como personas y juegan con la ignorancia, la ingenuidad, la inexperiencia, la franqueza, la honestidad, la sinceridad, la candidez, la bondad, la predisposición positiva, la solidaridad, la empatía, la credulidad, la buena fe, la iniciativa noble, la predisposición a ayudar, el brindarse a apoyar….etc. Y que pueden, y de hecho en ocasiones, vulneran o violentan, hieren, destruyen y demuelen esos mismos Valores que señala la Constitución – cada vez que el ciudadano se topa con las visiones que están imponen en su relación con la sociedad a la que ellas también pertenecen como ciudadanos – dejándonos helados e impresionados y casi haciendo inútil, en la parcela que ellos gestionan, la fuente de Derechos Ciudadanos y Civiles (y casi convirtiéndonos a todos en ignorantes o menores de edad, frente a la magnitud de normas legales que les han autorizado a esgrimir ante una sencilla reclamación o defecto de un servicio mal prestado, mal gestionado o con sobrecostes indebidos – a veces hay compañías que cobran dos veces el IVA – o por realizar funciones de control social sin el control político pertinente y la transparencia debida a la ciudadanía pues somos, los que en último extremo, les otorgarían esos privilegios de sentirse por encima de la Constitución y sus Leyes bajo la razón de que: En temas de seguridad toda norma y ley se puede saltar. O si el negocio promete muchos beneficios para una sociedad concreta – todo se puede flexionar, modificar e incluso pasar por alto. Todo ello sin que nadie se atreva a llamarles la atención ni a unos por hacerlo ni a otros por permitirlo).  
Ese es el mayor problema al que nos enfrentamos como sociedad, la distancia en cómo entendemos la Constitución y la Democracia la mayoría de los ciudadanos y cómo la entienden y bajo qué perspectivas otro tipo de organizaciones que conviven con nosotros y que tienen misiones y papeles diferenciados, e intereses que no suelen converger de manera conveniente con los intereses generales – si entendemos por intereses generales los de la sociedad y no los de las élites económicas o políticas cuando estas últimas acaban siendo permeables a la complejidad en vez de a la sencillez .
De esta manera, la sociedad acaba desconfiando de todo lo que le dicen que tienen en derechos gracias a la Constitución y la Democracia, pues viene a resultar que la ley que impera sigue siendo la del más fuerte y acabamos todos dependiendo de su generosidad para obtener un trato normalizado.
Desde estos términos resulta evidente que la democracia no viniera a nosotros por arte de magia o gracias a nuestros méritos como ciudadanos que se reconocían unos a otros valores y cualidades dignos de respetar (si no los respetan desde arriba, los que mandaran en cualquier tiempo y lugar, cómo los iban a respetar los de abajo cuyas vidas dependen de la voluntad de los de arriba). En estos términos resulta francamente difícil entender que la democracia llegara por méritos propios y como consecuencia de una evolución social que la hiciera irremediable. Más bien fuera por estrategia ordenada entorno a una visión formal de una "idea de las libertades" para consumir bienes calculados para nuestras necesidades y confort, que hiciera posible el desarrollo del proyecto Europeo que ahora se pone en cuestión por aquellos mismos que lo promocionaron en su día: EEUU.
Sin embargo, el fondo del mensaje que llegaba desde la Generalitat tenía un trasfondo de deslealtad que no pasaba desapercibido en los medios periodísticos internacionales, que se hacían eco de la existencia de un doble mensaje (uno hacia el Estado español y otro hacia los ciudadanos y hacia el mundo internacional) muy diferentes que permitía entrever la existencia de un espacio calculado donde el conflicto estaba más o menos latente y larvado, y por ello fácilmente dispuesto para reavivarse en cualquier circunstancia en la que a la Generalitat le conviniera imponer nuevas condiciones al Estado central.
Así pues, el acuerdo, los acuerdos con el Estado no venían a asentarse desde una idea de lealtad y trayecto común histórico donde todos pondríamos nuestro saber, y entender, a disposición común para mejor vadear los inevitables vaivenes propios de una comunidad internacional en perpetua competición para sobrevivir y dar mejores condiciones de vida  a sus propios ciudadanos y comunidades, sino ante un acuerdo aparentemente implícito donde el interés económico (y concretamente el dinero y el poder propio) es el único elemento sobre el cual gira toda la política catalana (tanto hacia el interior de su Comunidad, como en la relación con el Estado). No hay nada más. Y para mantener ese permanente espacio de conflicto (con el cual enmarcar y mediatizar cualquier relación con el Estado central), se va consolidando una idea de nación catalana en todos los ámbitos de su sociedad. La evidencia de los beneficios de seguir por ese camino son claras, pues cuanto más amenacen con inestabilidad política al gobierno central más opciones tendrán de conseguir mejores dotaciones económicas y más autogobierno con el cual seguir fomentando la idea de Nación diferenciada.
Era cuestión de tiempo que Catalunya, como cualquier ente que se considere en el camino de Nación, empezara a comportarse bajo criterios de Nación, en los mismos términos que otras Naciones también utilizaron para constituirse o consolidarse como Naciones: Mirar en su entorno y límites geográficos y culturales adyacentes, y valorar qué elementos pueden considerar homogéneos a la naciente Nación catalana para incorporarlos a su proyecto Nacional. Así empezamos a ver como entraron en el terreno de la lengua (como hicieran los Nazis en los años treinta) para señalar un contorno adyacente de pueblos, comarcas y Comunidades que tenía una lengua común catalana y las definieron como Países Catalanes. Tres Comunidades resultaban afectadas por esa nueva frontera y entraba, también, en territorio francés, para reclamar allí, a su debido momento, una “pica” ya dibujada y plasmada en ese plano en dos dimensiones que se confeccionaría (desde una aparente ingenuidad lingüística) como primer instrumento destinado a acreditar y dar fe (desde la vertiente cultural) para una expansión territorial del aún no nacido Estado Catalán.
Así constituyen la idea de identidad que precisa toda Nación para constituirse como tal y, a su vez, la de homogeneidad; dos elementos imprescindibles para impulsar el proyecto independentista y prolongarlo en el tiempo y a futuro en un conflicto permanente con el Estado Central.
La corrupción destapada por la crisis – crisis que hizo repasar cuentas, sueldos e intentos de levantar alfombras – permitió entrar en lugres hasta entonces “vetados” a la luz pública y la corrupción evidente del partido, y del patio de atrás, de la burguesía catalana (del 3% ó más por cent) alcanzaría también a la familia insigne y símbolo de Catalunya. La burguesía catalana salió de la escena y puso como relevo a ERC – que es lo que suele hacer la derecha en España para ponerse a resguardo cuando las cosas no pintan bien – (y ERC entró en escena como elefante en cacharrería, pensando que por fin habría llegado su momento y olvidando la propia historia de Catalunya que recordara el propio Presidente Mas al evocar el trayecto hacia un nuevo enfrentamiento civil ya vivido en el 36). La ambición, el vértigo y la precipitación hacia el poder llevan a transitar caminos insospechadamente arriesgados cuando se apela a las legitimidades históricas para encontrar una coherencia que se concibe como irracional en el presente. (No aprendemos de la Historia, por el contrario, nos sirve de referencia para decirnos: Esta vez sí. Y con ello corremos el riesgo de repetirla. Actuar con reacciones y por medio de reacciones es un esquema previsible desde principio a fin – y por lo tanto contrario a cualquier idea de reflexión profunda y positiva; que por el contrario se presenta como escenario donde hay mucho a perder en vez de ganar. Y las Naciones están concebidas para repetir esquemas ya realizados en el pasado y con ellos repetir la Historia; y lamentablemente, la Historia de España en los dos o tres últimos siglos es la de perder).
Así que en Catalunya lo que se ha perdido es el esquema de dinero a cambio de la formalidad de seguir dentro del Estado español (dinero a gestionarse como se quiera y a ir a parar a los bolsillos de los que se quieran, por encima de leyes y normas del Estado; de ahí las posibles amenazas de los Pujol hacia la Corona, como señalando que ese pacto fuera tácito o evidente – desde ese punto de vista nadie se debía llevar a engaño).
La sentencia sobre el Porcés difícilmente pudiera entrar en estas profundidades de naturaleza política y de intereses económicos entrecruzados y transversales. Por eso se dice que cuando un problema alcanza el ámbito penal (como este lo ha alcanzado) no se pretende dar soluciones a seguir sino señalar y reprochar las líneas rojas atravesadas, remarcando los límites legales infringidos para advertencia a los que vinieran detrás.
Así que la sentencia seguirá su curso en Tribunales europeos que podrán señalar una u otras razones o consideraciones convenientes o no; pero los Tribunales Internacionales lo harán una vez que los penados alcancen ya un régimen de tercer grado (si es que sus abogados no prefieren exprimir la idea de mártires, que es lo que parecen querer realizar a tenor de las dudas expresadas para llevar a cabo dicha petición a la mayor brevedad posible).
Para España esta sentencia representa un verdadero éxito, al menos poder haber llegado hasta ella sorteando presiones militares iníciales (que no dejaron de manifestarse presionando al Gobierno de Rajoy y llevándole a cometer errores graves plasmados en la imagen televisiva internacional de España) y que se prolongarían el 2 de octubre - con la conmoción y opinión en contra de Europa - obligando a la Corona a manifestarse ante el evidente fracaso inicial de la gestión de un pretendido referéndum que no solo era ilegal (que ya de por sí lo desvirtuaba) sino que carecía de garantías de control (lo cual lo desacreditaba como instrumento en sí mismo); por lo que nos hubiéramos podido ahorrar unas imágenes bien bochornosas pero inducidas por aquellos que consideran que hay que visualizar la coerción mediante uso de la fuerza ante cualquier cosa que parezca un desafío – como siempre se ha hecho en este país ante ciertos desafíos o retos, y que se considera un tradición de nuestro carácter español. Así que, ante la reacción de la opinión pública europea, parece ser que aquellos que indujeron a repartir palos en Catalunya para que allí tuvieran claro que eso de votar por su cuenta merecía un castigo físico y visible que indujera al miedo, ahora se encontraban en orsay (fuera de juego); la España cañí volvía a dar la nota en Europa y descolocaba al Gobierno, al seguir este, sus aparentes enérgicas instrucciones; y ya totalmente desacreditados parecen que apelaron a la Corona para que les salvara la cara en última instancia en un discurso realizado el 3 de octubre – posiblemente haciéndole llegar el malestar que hubiera en los cuarteles a causa de la desautorización de semejante proceder que llegaba desde la UE y que se considerara en la opinión pública europea desproporcionada la legítima advertencia por medio de la violencia empleada en este caso en el 1-O.  (porque todo el mundo lo advirtió, de una u otra manera, pero las tradiciones o las inercias pueden más que los sabios consejos – sobre todo si lo que se persigue es no cambiar algo tan esencial como la in-necesidad de violencia cuando los instrumentos del Estado pueden ejercitarse con eficacia desde un despacho y con las leyes a favor; solo había un requisito: Cuidar la imagen). Está claro que España no necesita enemigos para derrotarse a sí misma.
El éxito se halla en que hemos llegado a la sentencia del TS sin que los tanques, ni los soldados tuvieran que entrar en Barcelona llegando desde Valencia (que fue lo primero que sugirió un General en la TV). No es poco mérito; pero también es una advertencia clara, pues si Europa se desintegra, este tipo de personas ya no precisarán salir en TV para señalarle al gobierno de turno cual es la línea roja infringida y la orden militar (por supuesto militar– como ya lo señalaran en el Congreso de los Diputados en el 81 desde la tribuna) conveniente a dar para restablecerla, porque sencillamente ellos serán ya el poder y su ejercicio, sin tener que recurrir a apariencias, ni teatralizaciones, ni encubrimientos, ni presiones sobre políticos atemorizados…. Los tendremos de nuevo delante.



No hay comentarios: