Condena, en primera instancia, al
Procés
A la sentencia
del TS le queda recorrido. Con ella se acota y encauza el conflicto iniciado en
Catalunya – aunque así no lo consideren
los independentistas - para ponerle el primer punto y aparte, a la espera
que otras instituciones internacionales la revisen a instancia y petición de
los condenados, como ya se advirtió que sucedería desde un primer momento,
cuando el “procés” apeló a la opinión internacional para que se pronunciara y
le diera su apoyo y respaldo a la iniciativa de iniciar un tránsito pacífico
hacia la independencia.
Parecía que el llamamiento de los políticos
independentistas podría caer en saco roto, en una Europa donde la crisis
económica, política y social llevaba a las regiones, en especial las
industrializadas, a concebir la idea de que poseyendo recursos propios (económicos e industriales) de mucha
mayor densidad que en el entorno del Estado al que pertenecían, podrían tener
más oportunidades para resistir las adversidades si continuaban el trayecto en
solitario. Aplicaban esa vieja idea por la cual la Caridad bien entendida debe
empezar por uno mismo. Para ello expusieron nuevamente las listas de agravios
económicos y sociales que reprochar al Estado, y se volvieron a remontar a la
Historia de unos siglos atrás como el mejor argumento de su singularidad
homogénea que les garantizaría el derecho a esa independencia.
Llevaban
décadas imponiendo al resto del Estado el derecho a ser “sensibles” en las
cuestiones del relato de la construcción histórica del Estado español, llegando
a esa ridiculez manifiesta de llevar a Presidentes del Gobierno a expresar, en
contra de la evidencia, que hablaban catalán aunque fueran nacidos, educados y
desarrolladas sus vidas familiares y profesionales fuera de Catalunya. Esa
sensibilidad pasaba por hacerse concebir como víctimas de un Estado español al
que rendían una pleitesía en forma de costes de oportunidad a los que
renunciaban para compensar las deficiencias de desarrollo de otras regiones de
la Nación. Y en ello y para ello dedicaron ingentes esfuerzos de persuadir a
cada gobierno de lo conveniente de aceptar su discurso, o tolerarlo, con la
finalidad de recibir su apoyo en el Congreso cuando lo precisaran a cambio de
dotaciones económicas y más independencia autonómica e institucional, es decir:
Más autogobierno. Al fin y al cabo, el escenario político democrático en España
no hubiera ido prosperando a no ser por el apoyo catalán a la Constitución en
su momento, por lo que también fueron pieza esencial en la transición y
consecuentemente en el proceso de des-habilitación de las instituciones
franquistas y del propio franquismo.
Cabría
volver a recordar que la democracia para España fue un proyecto concebido en
EEUU en maneras, formas y marcando tiempos, cuyo momento determinante en España
(y en el área mediterránea) lo señaló
Kisingger en su viaje del año 1973-74 visitando y cuyos resultados fueron
evidentes y en algunos casos inmediatos (como
la muerte de Carrero Blanco al día siguiente de la visita del Secretario de
Estado) y merecedores, desde una visión más amplia, aunque siempre
criticada, del Premio Nobel de la Paz.
Entender
en profundidad la naturaleza por la cual esta parece ser la manera eficaz de
concebir las relaciones internacionales y la implantación de modelos políticos
tal vez exceda mi capacidad de comprensión en este momento; pero parece obvio
que es un proceder derivado de la propia naturaleza humana del Ser Humano común
y a la que ya me he referido en anteriores artículos. La Democracia no es sólo
señalar que el marco de leyes que nos gobernarán como sociedad y que emanará, a
partir de un momento determinado, de una Constitución que reconoce derechos a
los ciudadanos y una pluralidad política que los representa legislando y
gobernando los intereses de todos. Sino que pareciera esencial que la Constitución
no sólo es una enumeración de artículos en orden a su importancia, en los que
se detalla la organización del Estado Democrático, sino que va más allá, porque
señala unos derechos ciudadanos y civiles que nacen del hecho de reconocer unos
Valores que todos podemos poseer o estamos al alcance de poseerlos y que se han
de respetar y ser reconocidos por los demás (tal vez se entienda la frase expresándola al revés): Por el hecho de
reconocer que las personas poseemos unos Valores, por el mero hecho de ser
personas, tenemos y emanamos derechos civiles cada uno de nosotros que deben de
ser reconocidos por el resto de las personas y por el Estado como garante
último que protege esos Valores. Esos Valores están expresados en la
Constitución y, sin embargo, existe la licencia de que haya entidades o personas
físicas o jurídicas u organizaciones con capacidad jurídica – privadas o públicas, en busca de negocio o
poder, o de ambiciones, que no reconocen nuestros Valores como personas y
juegan con la ignorancia, la ingenuidad, la inexperiencia, la franqueza, la
honestidad, la sinceridad, la candidez, la bondad, la predisposición positiva,
la solidaridad, la empatía, la credulidad, la buena fe, la iniciativa noble, la
predisposición a ayudar, el brindarse a apoyar….etc. Y que pueden, y de
hecho en ocasiones, vulneran o violentan, hieren, destruyen y demuelen esos
mismos Valores que señala la Constitución – cada
vez que el ciudadano se topa con las visiones que están imponen en su relación con
la sociedad a la que ellas también pertenecen como ciudadanos – dejándonos helados
e impresionados y casi haciendo inútil, en la parcela que ellos gestionan, la
fuente de Derechos Ciudadanos y Civiles (y
casi convirtiéndonos a todos en ignorantes o menores de edad, frente a la
magnitud de normas legales que les han autorizado a esgrimir ante una sencilla
reclamación o defecto de un servicio mal prestado, mal gestionado o con
sobrecostes indebidos – a veces hay compañías que cobran dos veces el IVA – o
por realizar funciones de control social sin el control político pertinente y
la transparencia debida a la ciudadanía pues somos, los que en último extremo,
les otorgarían esos privilegios de sentirse por encima de la Constitución y sus
Leyes bajo la razón de que: En temas de seguridad toda norma y ley se puede
saltar. O si el negocio promete muchos beneficios para una sociedad concreta –
todo se puede flexionar, modificar e incluso pasar por alto. Todo ello sin que nadie
se atreva a llamarles la atención ni a unos por hacerlo ni a otros por
permitirlo).
Ese
es el mayor problema al que nos enfrentamos como sociedad, la distancia en cómo
entendemos la Constitución y la Democracia la mayoría de los ciudadanos y cómo
la entienden y bajo qué perspectivas otro tipo de organizaciones que conviven
con nosotros y que tienen misiones y papeles diferenciados, e intereses que no
suelen converger de manera conveniente con los intereses generales – si entendemos por intereses generales los de
la sociedad y no los de las élites económicas o políticas cuando estas últimas acaban siendo permeables a la complejidad en vez de a la sencillez .
De
esta manera, la sociedad acaba desconfiando de todo lo que le dicen que tienen
en derechos gracias a la Constitución y la Democracia, pues viene a resultar
que la ley que impera sigue siendo la del más fuerte y acabamos todos
dependiendo de su generosidad para obtener un trato normalizado.
Desde
estos términos resulta evidente que la democracia no viniera a nosotros por
arte de magia o gracias a nuestros méritos como ciudadanos que se reconocían unos
a otros valores y cualidades dignos de respetar (si no los respetan desde arriba, los que mandaran en cualquier tiempo y
lugar, cómo los iban a respetar los de abajo cuyas vidas dependen de la
voluntad de los de arriba). En estos términos resulta francamente difícil entender
que la democracia llegara por méritos propios y como consecuencia de una evolución
social que la hiciera irremediable. Más bien fuera por estrategia ordenada
entorno a una visión formal de una "idea de las libertades" para consumir bienes calculados para nuestras necesidades y confort, que hiciera posible
el desarrollo del proyecto Europeo que ahora se pone en cuestión por aquellos
mismos que lo promocionaron en su día: EEUU.
Sin embargo, el
fondo del mensaje que llegaba desde la Generalitat tenía un trasfondo de
deslealtad que no pasaba desapercibido en los medios periodísticos
internacionales, que se hacían eco de la existencia de un doble mensaje (uno hacia el Estado español y otro hacia los
ciudadanos y hacia el mundo internacional) muy diferentes que permitía
entrever la existencia de un espacio calculado donde el conflicto estaba más o menos latente y larvado, y por ello fácilmente dispuesto para reavivarse en
cualquier circunstancia en la que a la Generalitat le conviniera imponer nuevas
condiciones al Estado central.
Así pues, el
acuerdo, los acuerdos con el Estado no venían a asentarse desde una idea de
lealtad y trayecto común histórico donde todos pondríamos nuestro saber, y
entender, a disposición común para mejor vadear los inevitables vaivenes
propios de una comunidad internacional en perpetua competición para sobrevivir
y dar mejores condiciones de vida a sus
propios ciudadanos y comunidades, sino ante un acuerdo aparentemente implícito
donde el interés económico (y
concretamente el dinero y el poder propio) es el único elemento sobre el
cual gira toda la política catalana (tanto
hacia el interior de su Comunidad, como en la relación con el Estado). No
hay nada más. Y para mantener ese permanente espacio de conflicto (con el cual enmarcar y mediatizar cualquier
relación con el Estado central), se va consolidando una idea de nación
catalana en todos los ámbitos de su sociedad. La evidencia de los beneficios de
seguir por ese camino son claras, pues cuanto más amenacen con inestabilidad
política al gobierno central más opciones tendrán de conseguir mejores
dotaciones económicas y más autogobierno con el cual seguir fomentando la idea
de Nación diferenciada.
Era cuestión de
tiempo que Catalunya, como cualquier ente que se considere en el camino de
Nación, empezara a comportarse bajo criterios de Nación, en los mismos términos
que otras Naciones también utilizaron para constituirse o consolidarse como
Naciones: Mirar en su entorno y límites geográficos y culturales adyacentes, y
valorar qué elementos pueden considerar homogéneos a la naciente Nación
catalana para incorporarlos a su proyecto Nacional. Así empezamos a ver como
entraron en el terreno de la lengua (como
hicieran los Nazis en los años treinta) para señalar un contorno adyacente
de pueblos, comarcas y Comunidades que tenía una lengua común catalana y las
definieron como Países Catalanes. Tres Comunidades resultaban afectadas por esa
nueva frontera y entraba, también, en territorio francés, para reclamar allí, a
su debido momento, una “pica” ya dibujada y plasmada en ese plano en dos
dimensiones que se confeccionaría (desde
una aparente ingenuidad lingüística) como primer instrumento destinado a
acreditar y dar fe (desde la vertiente
cultural) para una expansión territorial del aún no nacido Estado Catalán.
Así constituyen
la idea de identidad que precisa toda Nación para constituirse como tal y, a su
vez, la de homogeneidad; dos elementos imprescindibles para impulsar el
proyecto independentista y prolongarlo en el tiempo y a futuro en un conflicto
permanente con el Estado Central.
La corrupción
destapada por la crisis – crisis que hizo
repasar cuentas, sueldos e intentos de levantar alfombras – permitió entrar
en lugres hasta entonces “vetados” a la luz pública y la corrupción evidente
del partido, y del patio de atrás, de la burguesía catalana (del 3% ó más por cent) alcanzaría
también a la familia insigne y símbolo de Catalunya. La burguesía catalana
salió de la escena y puso como relevo a ERC – que es lo que suele hacer la derecha en España para ponerse a resguardo
cuando las cosas no pintan bien – (y ERC
entró en escena como elefante en cacharrería, pensando que por fin habría
llegado su momento y olvidando la propia historia de Catalunya que recordara el
propio Presidente Mas al evocar el trayecto hacia un nuevo enfrentamiento civil
ya vivido en el 36). La ambición, el vértigo y la precipitación hacia el
poder llevan a transitar caminos insospechadamente arriesgados cuando se apela
a las legitimidades históricas para encontrar una coherencia que se concibe
como irracional en el presente. (No
aprendemos de la Historia, por el contrario, nos sirve de referencia para
decirnos: Esta vez sí. Y con ello corremos el riesgo de repetirla. Actuar con
reacciones y por medio de reacciones es un esquema previsible desde principio a
fin – y por lo tanto contrario a cualquier idea de reflexión profunda y
positiva; que por el contrario se presenta como escenario donde hay mucho a
perder en vez de ganar. Y las Naciones están concebidas para repetir esquemas
ya realizados en el pasado y con ellos repetir la Historia; y lamentablemente,
la Historia de España en los dos o tres últimos siglos es la de perder).
Así que en
Catalunya lo que se ha perdido es el esquema de dinero a cambio de la
formalidad de seguir dentro del Estado español (dinero a gestionarse como se quiera y a ir a parar a los bolsillos de
los que se quieran, por encima de leyes y normas del Estado; de ahí las
posibles amenazas de los Pujol hacia la Corona, como señalando que ese pacto
fuera tácito o evidente – desde ese punto de vista nadie se debía llevar a
engaño).
La sentencia
sobre el Porcés difícilmente pudiera entrar en estas profundidades de
naturaleza política y de intereses económicos entrecruzados y transversales.
Por eso se dice que cuando un problema alcanza el ámbito penal (como este lo ha alcanzado) no se
pretende dar soluciones a seguir sino señalar y reprochar las líneas rojas
atravesadas, remarcando los límites legales infringidos para advertencia a los
que vinieran detrás.
Así que la
sentencia seguirá su curso en Tribunales europeos que podrán señalar una u
otras razones o consideraciones convenientes o no; pero los Tribunales
Internacionales lo harán una vez que los penados alcancen ya un régimen de
tercer grado (si es que sus abogados no
prefieren exprimir la idea de mártires, que es lo que parecen querer realizar a
tenor de las dudas expresadas para llevar a cabo dicha petición a la mayor
brevedad posible).
Para España
esta sentencia representa un verdadero éxito, al menos poder haber llegado
hasta ella sorteando presiones militares iníciales (que no dejaron de manifestarse presionando al Gobierno de Rajoy y
llevándole a cometer errores graves plasmados en la imagen televisiva
internacional de España) y que se prolongarían el 2 de octubre - con la conmoción y opinión en contra de Europa - obligando a
la Corona a manifestarse ante el evidente fracaso inicial de la gestión de un
pretendido referéndum que no solo era ilegal (que ya de por sí lo desvirtuaba) sino que carecía de garantías de
control (lo cual lo desacreditaba como
instrumento en sí mismo); por lo que nos hubiéramos podido ahorrar unas
imágenes bien bochornosas pero inducidas por aquellos que consideran que hay
que visualizar la coerción mediante uso de la fuerza ante cualquier cosa que parezca
un desafío – como siempre se ha hecho en
este país ante ciertos desafíos o retos, y que se considera un tradición de
nuestro carácter español. Así que, ante la reacción de la opinión pública
europea, parece ser que aquellos que indujeron a repartir palos en Catalunya
para que allí tuvieran claro que eso de votar por su cuenta merecía un castigo
físico y visible que indujera al miedo, ahora se encontraban en orsay (fuera de juego); la España cañí volvía a
dar la nota en Europa y descolocaba al Gobierno, al seguir este, sus aparentes
enérgicas instrucciones; y ya totalmente desacreditados parecen que apelaron a
la Corona para que les salvara la cara en última instancia en un discurso
realizado el 3 de octubre – posiblemente
haciéndole llegar el malestar que hubiera en los cuarteles a causa de la desautorización
de semejante proceder que llegaba desde la UE y que se considerara en la
opinión pública europea desproporcionada la legítima advertencia por medio de la
violencia empleada en este caso en el 1-O. (porque todo el mundo lo advirtió, de una u
otra manera, pero las tradiciones o las inercias pueden más que los sabios
consejos – sobre todo si lo que se persigue es no cambiar algo tan esencial como
la in-necesidad de violencia cuando los instrumentos del Estado pueden
ejercitarse con eficacia desde un despacho y con las leyes a favor; solo había
un requisito: Cuidar la imagen). Está claro que España no necesita enemigos
para derrotarse a sí misma.
El éxito se halla
en que hemos llegado a la sentencia del TS sin que los tanques, ni los soldados
tuvieran que entrar en Barcelona llegando desde Valencia (que fue lo primero que sugirió un General en la TV). No es poco
mérito; pero también es una advertencia clara, pues si Europa se desintegra,
este tipo de personas ya no precisarán salir en TV para señalarle al gobierno
de turno cual es la línea roja infringida y la orden militar (por supuesto militar– como ya lo señalaran
en el Congreso de los Diputados en el 81 desde la tribuna) conveniente a
dar para restablecerla, porque sencillamente ellos serán ya el poder y su
ejercicio, sin tener que recurrir a apariencias, ni teatralizaciones, ni
encubrimientos, ni presiones sobre políticos atemorizados…. Los tendremos de
nuevo delante.
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