No soy ningún experto; ni siquiera opino solo reflexiono y uso de
este medio para hacerlo; cuando hace unos ocho años comencé a usar de este
medio escrito no pensé que se convertiría, con el tiempo, en una válvula de
escape; entonces recordé algunas reflexiones que otros, más profesionales de
los medios de comunicación, escritores o novelistas, afirmaban que para ellos
escribir era una terapia que se les había vuelto imprescindible para mantener
su propio equilibrio personal. Son muchas las reflexiones, a veces fugaces ante
una noticia o un momento de especial lucidez, que se presentan como una oportunidad
para expresar y dar forma inteligible y razonable a un sentimiento o percepción
que nos venía acompañando – no se sabe
desde cuanto tiempo atrás – y que estaba ahí escondida o apresada, tal vez
porque en el momento en que se concibió por primera vez resultaba imposible que
saliera al exterior – por lo general el
ambiente del entorno no siempre es propicio, ni está en disposición ni es el
adecuado, aunque se diera la coincidencia de que el hecho o noticia llegara a la
vez a ese mismo entorno social que te rodea en el momento de recibirla.
Además, por lo general, los impactos de esta naturaleza, desde hace ya unas
décadas, suelen llegar desde los medios de comunicación y, consecuentemente, si
se vive en familia el comentario dominante para “encajar” un suceso, o
consecución de sucesos que vienen a reflejar una realidad social que te
circunda, suele abortar cualquier otra reflexión discrepante – y más si es minoritaria – pues esas
opiniones sobrevenidas y casi reflejas que se expresan ante el televisor o la
radio pretenden no solo encajar y delimitar el impacto que nos genera, sino
también inmovilizarlo e incluso inactivarlo en la manera de lo posible para que
no constituya una especie de peligro desestabilizante. Como no todas las
personas tienen la misma sensibilidad y “consciencia” ante lo que se ve en los
medios – porque esta depende de la propia
experiencia personal – los bloqueos de emociones y sentimientos pueden
quedar ahí, dentro de uno mismo, durante muchos años; incluso sin saber que
están ahí, y cuando se busca que estos salgan a la luz, después de un tiempo y
a veces de manera insospechada, se hace preciso darles forma; pero entonces
resulta que el entorno social anda por otros vericuetos que les importa más que
atender a una rectificación que les pudieras ofrecer sobre ese inicial
comentario que se realizó; o simplemente cada cual se dejó llevar por las
reflexiones de otros – sin explorar las
suyas propias – y con ello les basta. Además poco les importa si tu punto
de vista pudiera ofrecer otras alternativas, y mucho menos si fueran, en algún
aspecto, más profundas o chocantes que los comentarios reflejos que realizaron –
y que solo suelen ser un reflejo de
hechos o datos presentados superficialmente y que parecen mostrar conocimientos
sintetizados y asumidos – a veces piensas que sólo es una estrategia
inconsciente y asumida, aprendida desde la infancia en el colegio, por la cual
exponer una relación de datos concordes y fidedignos vienen a sustituir a la profunda
reflexión que debiera acompañar y, por consiguiente, no generan una
modificación de la percepción del entorno social e incluso de la perspectiva del
sentido de la vida y de cómo la vivimos cada uno de nosotros; simplemente la
enumeración de datos o hechos se entiende, por sí mismo, como conocimiento “contenido
o comprimido” y con eso ya obtienes desde un aprobado a un sobre saliente; con
ello es suficiente, pues reflejan un entorno social sobre el cual no es preciso
reflexionar – ello parece implícito en
los datos - sino que parece que bastara con describirlos y “contenerlos”
para en cierta medida “desactivarlos” y seguir cada uno con sus propias vidas,
casi al margen del entorno, sobre todo si ello resulta posible en la medida de
lo posible.
La mayoría de las veces esa reflexión se quedaría en el interior
de uno y no sale al exterior; y menos toma forma de escrito en artículo. Es por
eso que pienso como probable que hay personas que aprovechen una novela o un
relato para “volcar” sobre ello aspectos que van más allá de los datos
enumerados en un noticiero y a través de esos escritos liberan así mismos (y hacen posible que se convierta la pequeña
obra en un ejercicio de liberación o de ex_”presar” - sacar de la prisión)
emociones que quedaron contenidas y consiguientemente la obra literaria se
convierte en “medicina” para el propio autor; y si al leer esa obra otros
también liberan o dan cauces a emociones “apresadas” entonces podríamos decir
que la “medicina” es compartida y tiene cierto éxito.
Vi una especie eco, que parecía petición de que se concrete como
una realidad y anhelo el “artificio” de crear un útero artificial, para liberar
del papel propio de la condición implícita y que con la tecnología, orientada en
esa dirección podría llegar a ser un hecho.
Como supongo que la mayoría de los que pudieran leer estas líneas
sabrán, la Ciencia no sabe qué es la vida, ni el sentido del motivo de porqué
existe en el Universo conocido, ni la función, ni objetivo que motiva la
existencia de vida y, desde luego, no sabe para qué estamos en este planeta, ni
el motivo ni razón de la existencia del propio Ser Humano, y ni mucho menos
sabe porqué motivo los mamíferos (todos los mamíferos parece ser) estamos
dotados de inteligencia y sentimientos, ni por qué ni para qué
tenemos consciencia de existir e incluso consciencia de nosotros mismos. A lo
más que aspira la Ciencia es a describir lo que ella misma, sin más referencia
que la vida ya existente en este planeta, define como vida (aunque existan potencialmente
millones de planetas en nuestro Universo y por ello posibilidad de vida de
diferente manera concebida en sí misma); y desde esa visión, aparentemente
limitada a nuestro propio planeta, describe lo que es la vida (los fenómenos
que se deben de dar en un ser vivo, a juicio y análisis de la Ciencia, para
considerarlo que es tal ser vivo); e
incluso cuando realiza esa definición tiende a ser imprecisa, porque han ido
apareciendo y descubriendose formas de vida que no siempre responden a los
criterios en principio establecidos en un inicio, de tal manera y forma, que la
definición de vida suele cambiar con el tiempo, como resultado de la
exploración científica.
Así miso, sobre este hecho inicial de preguntarse sobre ¿qué es la
vida? se debería saber que no se sabe qué es la vida, ni hasta cuando un ser
vivo sigue vivo, viviendo y poseyendo vida, y que definir el estado de muerte
ha venido siendo un problema no sólo médico sino también civil de gran
relevancia, pues resulta extremadamente difícil determinar, ni siquiera con
precisión, cuando un ser vivo está realmente muerto y carente de vida; y ello
para el ser humano, cuando se trata de seres humanos en circunstancias de
normalidad social donde se han de observar y respetar los afectos familiares
- y si no existen estos, la
empatía propia de los sentimientos humanos y que solemos definir con un término
similar a dignidad - determinar la muerte de una persona ha venido siendo
un problema tan complejo que aún tenemos referencias de cementerios donde se existían
campanillas cuyos cordones se adentraban en las tumbas recientes enlazando los
dedos de una de las manos del pretendido difunto, con la finalidad de que si
este “despertara” de su pretendido “letargo” eterno de manera inesperada,
moviera inconscientemente o conscientemente la mano e hiciera sonar la
campanilla, sabiéndose enterrado vivo, para que alguien que guardara el
cementerio de noche la pudiera escuchar y liberarle de una segura muerte
irremediable y terrible estando enterrado en vida – porque como se
sabe, los desenterradores que rescatan los restos, con los años, para
depositarlos en osarios o hacer hueco a otros cuerpo inertes de familiares
fallecidos, se topaban con sorpresas - que no eran tan sorpresas para los
veteranos operarios enterradores - que ya en el pasado más o menos reciente
observaran en los ataúdes manos con dedos desgastados de arañar el ataúd para
intentar escapar con vida de la fosa o del nicho. Incluso se asegura
que existen dichos por los cuales a algunas personas se les desearía enterrar
boca abajo, por si se despiertan por no estar muertas, no encuentren manera de
salir del agujero mortuorio.
Solo un dato aporto - que pudiera resultar
también escalofriante, y que se puede constatar en Internet, -
la muerte legal no se define
por igual en todos los países del mundo, ni si quiera en la misma Europa;
existiendo algunas definiciones y declaraciones de muerte legal, en países, que
consideramos avanzados, que en España nos pondrían los pelos de punta.
Un método científico para determinar la muerte de una persona,
teniendo como punto de partida la idea o la certeza o el convencimiento de que
la vida, como tal, vinculada a la consciencia o cierto grado de consciencia, y
la propia mente como superposición a la consciencia, se hallan, todas esas
funciones, ubicadas en el cerebro, y por tanto bastaría con determinar la
muerte cerebral para saber con exactitud el fallecimiento de la persona; y sin
embargo hay ondas cerebrales siguen siendo emitidas después de tiempo ya
transcurrido en que dejara de latir el corazón y de realizar la respiración
pulmonar; por lo que se intuía que la muerte cerebral basada en la idea de cese
de una parte de la actividad cerebral se debía considerar como un fenómeno
determinante del fallecimiento (porque sigue habiendo actividad de
otras ondas cerebrales y se hubo de "considerar" - y posteriormente
afirmar - que esas ya no eran relevantes para revertir el proceso de muerte)
(aún así se sabe que existen neuronas en el corazón y en los intestinos que
pueden determinar la existencia de emociones e incluso pensamientos vinculados
con el hecho de estar vivo). Determinar, por ello, que cuando se carece de
cierta actividad cerebral – mostrada por el
cese de determinadas ondas cerebrales – es irreversible retornar a la vida,
tal y como la conoce la ciencia, es una certeza científica que no implica ni
garantiza que el ser fallecido deje de pensar, u oír, o sentir miedo; ello no lo
indica, en absoluto. Lo que resulta
práctico es considerarse la inviabilidad de la vida en el ser humano concreto,
que en determinado momento presenta señales que determinarían la
irreversibilidad del trayecto hacia la muerte (análogamente, ya se viene
considerando ciertas heridas o traumatismos físicos como incompatibles con la
vida, aunque el ser siga estando vivo aún.
La Ciencia no sabe qué es la vida con
precisión ni puede definirla – solo describirla – análogamente no sabe,
ni puede saber, qué es la muerte con precisión; ni siquiera si existe como tal
contraposición plena, transversal e indiscutible a la vida, pero la
describe como el fenómeno de fallecimiento a efectos prácticos y sobre el
funcionamiento de órganos considerados esenciales; pero aún así se constata que
sigue existiendo vida en el cuerpo (de hecho, cuando comemos carne o
vegetales ingerimos células vivas). Aún así, y por
ello, la ciencia incluye el fenómeno de la putrefacción como un estado
consecuente y consiguiente de evidencia de muerte irreversible a vida. Y si
atendemos a las religiones y sus ritos funerarios encontraríamos prácticas que
pasan desde la muerte sutilmente provocada – cuando se considera a la persona ya en fase irrecuperable - hasta
velar la muerte considerada como un largo procedimiento de despedida en el que
se interactúa con el cadáver hasta que aparecen signos de putrefacción, y aun
así se introducen tubos y canalizaciones para que el cuerpo del fallecido pueda
seguir recibiendo las plegarias de los presentes durante el mayor tiempo
posible antes de ser enterrado como ya fallecido (incluso hay religiones que
hablan a los muertos durante horas y días en la esperanza de que el cadáver -
que aún posee el alma del muerto y por ello su mente sigue pensando y sintiendo
temor - escuche las plegarias y recomendaciones del sacerdote o de la persona
de confianza del difunto, que le guíe por en medio de los miedos y terrores
propios de la muerte hasta hacerlo llegar al otro lado y a salvo de sus propios
miedos (producidos por sus propios pecados en vida o por su ignorancia).
Incluso en la Iglesia católica se recogen en algunos cuadros la figura de San
Miguel como el Arcángel que guía las almas de los muertos en el
"estado intermedio" – definición exacta de ese proceso de
fenómenos por el que se transita como muerto - que se puede leer,
igualmente definido, en el libro tibetano de los muertos y aquí plasmada, en
España, en un cuadro religioso del siglo XVI ó XVII que vi accidentalmente en
Madrid. La transversalidad de la creencia, incluso en términos idénticos,
y en culturas tan distantes, debería de ser, al menos, un indicio para la
Ciencia y los Científicos, pero estos, desde el punto de vista científico, se
muestran inflexibles (pero no transversalmente,
sino según tradiciones culturales dentro de la misma Europa).
Así pues, la Ciencia no sabe qué es la vida, pero aún así,
nos propone a todos que aceptemos como axioma que su descripción de la vida es
la definición de la propia vida; nos hallamos por ello en un círculo vicioso
que no tiene principio ni fin y que se asemeja a los misterios propios de las
religiones y de los cuales tenemos buena experiencia aquellos que
nos hemos formado y crecido cuando el Estado en el que vivimos era confesional
y Católico (y la religión oficial no explicaba sus conocimientos y
convicciones, sino que las imponía como tales verdades, y a veces esa
imposición se realizaba por medio del uso de la violencia extrema).
Los axiomas de la Ciencia son como los Misterios de la Iglesia, se
suelen tomar como verdades que no precisan demostración y se presentan por lo
tanto como verdades únicas e irrebatibles (salvo por los doctos respectivos,
de la Iglesia o de la Ciencia, que son los únicos autorizados a modificarlas y,
de hecho, se producen modificaciones; es decir, las verdades pueden cambiar con
el tiempo tanto para la Iglesia como para la Ciencia).
Si además convenimos que se puede observar que tanto la Iglesia
como la Ciencia tienen la misma estructura interna para determinar las verdades
y que la Universidad nació a imagen y semejanza de la Iglesia; se podría llegar
a la conclusión de que ambas se sostienen por la fe que en ellas ponemos
– porque difícilmente cada uno de nosotros podríamos comprender todas y
cada una de las verdades que la Ciencia sostiene como ciertas pues escapan a
nuestra comprensión, sobre todo porque, a semejanza de la Iglesia, la Ciencia,
también utiliza un lenguaje críptico y propio, del cual apenas conocemos una
parte del mismo y, así mismo, sólo conocemos una parte pequeña de las leyes que
se expresan con el uso de ese lenguaje – ya sea el matemáticas,
el químicas, o la enumeración de todas las leyes e hipótesis existentes o de
los procedimientos industriales o de la naturaleza y propiedades de los
materiales existentes y de los que están por descubrir o reservados para una
ocasión futura; ni siquiera todas las consideradas Ciencias que maneja la
Universidad se basan en principios estrictamente científicos – y en
ese sentido es duplica de la Iglesia cuando usaba y sigue usando el Latín como
idioma preciso y críptico capaz de aproximarse con más precisión a los
misterios que ella misma guarda para sus iniciados, pero que deben de ser
interpretados bajo su prisma y guía.
Al haber sido todos nosotros iniciados en los misterios de la
Ciencia damos por validos y probados todos sus descubrimientos y avances aunque
no los entendamos ni los podamos verificar (incluso a veces sobrepasan
nuestra imaginación, como cuando se habla de múltiples Universos coexistentes
en un aparente mismo espacio, o múltiples dimensiones en el propio Universo, o
la Teoría de cuerdas; o cuando nos dicen, que a nivel atómico, la simple observación
de un fenómeno subatómico modifica el propio elemento observado por el mismo
hecho de ser observado). Y sin embargo, concebimos que cuando la Ciencia va
definiendo el Universo que nos rodea por medio de leyes, espectrógrafos,
sonidos y teorías matemáticas, creemos que lo conoce plenamente, y sin embargo
solo lo describe, pero no sabe ni cuál es el motivo ni razón de su existencia,
ni mucho menos concibe la razón, ni el motivo, por el cual ha surgido la inteligencia
y la consciencia de la vida propia en el propio Universo; ni siquiera su
utilidad, si es que tiene alguna a los ojos de la Ciencia.
Aún así, si concibiéramos que la función de la vida, tal y como la
conocemos en la Tierra, es sencillamente existir y reproducirse en sí misma y
de manera constante, en cualquier ambiente cambiante y bajo cualquier
circunstancia del propio Universo permanecer latente hasta poder desarrollar la
función esencial: Desarrollarse y procrear; veríamos, si llegáramos a esa
convicción o persuasión, que lo que se propone a la Ciencia es liberar al Ser
Humano de la función reproductora y que esta reproducción sea plenamente
artificial (por úteros artificiales)
cuando sabemos que la Ciencia no sabe qué es la vida, por mucho que la describa
y observe sus funciones o las imite o reproduzca por medio de propia vida ya
existente. Es decir, la Ciencia no puede Crear Vida desde elementos inertes, pero
sí puede usar de elementos vivos y conociendo su función física reproducir o
fomentar facultades propias de la vida – como
hicieron desde el pasado agricultores, de hace miles de años, para cultivar
plantas y reproducirlas e incluso mejorar su calidad – y ninguno de ellos
tenía título Universitario acreditado por el Estado.
Como tampoco lo tenían los brujos de la selva amazónica que fueron
visitados por botánicos y químicos de industrias farmacéuticas para saber y
conocer cómo estos “incultos” e “incivilizados” personajes eran capaces de
curar enfermedades de sus congéneres con plantas, raíces o animales del
entorno. Las industrias se limitaron a determinar los principios llamados “activos”
para desde ahí configurar pastillas, cápsulas o fluidos (inermes: sin “alma”) que
poder conservar y poner a la venta en el mercado internacional de la salud. Y a
descubrir lo que aquellos personajes, anclados en la edad de Piedra, conocían
de la Naturaleza al interpretarla de manera bien diferente de lo que lo hacen
los científicos. Y aún sigue siendo el Amazonas reserva ingente de materias
primas para las industrias farmacéuticas, pero no por conocimientos propios,
sino por los transferidos de esas culturas “atrasadas” - que les pusieron en la pista – y que ahora parecen molestar tanto a
los nuevos nacionalistas que emergen a los que parece que les sobran esos
pueblos, esa cultura y la propia selva.
Sin embargo la Ciencia tiene una vertiente por la cual reconocemos
su valor en nuestras vidas cotidianas:
El hecho de que la Ciencia - por medio de la experiencia y
la experimentación - es capaz de traducir sus conocimientos en avances
científicos que dan lugar a mejoras en el campo de las Ciencias Médicas, la
tecnología y el desarrollo de materiales, herramientas, comunicaciones.... y
sin embargo el Ser Humano, antes de que llegara la Ciencia, ya poseía
conocimientos que consideraba ciertos y que nos han traído hasta aquí.
Y análogamente la Ciencia tiene sus limitaciones en el campo de la
imitación de la vida; pues si bien se conoce los métodos de reproducción y los
ciclos reproductivos así como los órganos reproductores de vida desde que antes
de que existiera la Ciencia como tal – los agricultores y ganaderos
conocían los medios de reproducción de los vegetales y animales domésticos y en
consecuencia de las hembras humanas y pudiera ser que ellas mismas
establecieran el inicio de las matemáticas al reflejar en piedras y adornos el
número de lunas que determinan el periodo de gestación y el ciclo de
menstruación. Resulta fácil pensar o imaginar que un pastor de hace
unos 2000 ó tres mil años o cuatro mil años, no intentara proteger el feto de
una de sus ovejas o cabras fallecidas usando para ello su “imaginación” y
“clarividencia” práctica, basada en emular a la propia naturaleza y buscara la
manera de hacer sobrevivir al feto de tan grave adversidad por propio interés o
simple solidaridad de considerarse, ambos, seres “similares” sometidos a las
mismas limitaciones vitales y a los mismos miedos e incertidumbres, pues los
animales también sienten y tienen emociones y consciencia de vida. No sabemos si
el pastor lo conseguiría o de ello aprendiera y lo consiguiera en otra ocasión
postrera – pero sin provocar dicha situación para experimentar, que es
lo que se viene a hacer hoy en día por parte de la Ciencia, sacrificando la
idea casi religiosa de respeto por la vida como hecho misterioso e
indescifrable y sustituyéndola por el utilitarismo proceso de experimentar de
la ciencia actual - que subordina ese respeto por la vida particular de un ser
a un avance científico que es considerado con un patrimonio para la humanidad.
Y sin embargo, la distancia de miles de años, en la similar experiencia de
intentar hacer sobrevivir un feto contiene, por ello mismo, diferentes
significados y propósitos, ya que para la ciencia aparece ahora como una
oportunidad de negocio gracias a que hay personas reclamando experimentar con
seres vivos para conseguir en el futuro un útero que libere a las mujeres y a
la Humanidad de la tarea y riesgos de la gestación.
La vitalidad de las plantas, de lo que hemos conocido como Reino
Vegetal los más veteranos, en su capacidad de reproducción vegetativa,
para la cual sólo precisa de unos pocos elementos externos ambientales (y que son propios y básicos de la vida en
nuestro planeta: Agua, Aire atmosférico, Luz, temperatura, humedad y, por lo
general substrato que haga de tierra y soporte con sus nutrientes propios del
terreno natural) es un éxito propio del conocimiento milenario de agricultores
que intuitivamente y con su propio lenguaje, iban describiendo y determinando
los momentos idóneos para adecuar estos elementos básicos para los vegetales y
hacer viable la reproducción de ellos hasta convertirlos en cosechas con las
que alimentarse. Y conocieron, a pesar de esos conocimientos, que las
modificaciones de uno de esos elementos básicos (modificación del régimen de lluvias, cambios bruscos de temperatura,
llegada de plagas o infecciones o infestaciones, no rotar cultivos y agotar el
terreno) podría arruinar su proyecto reproductivo (que ahora llamamos cosechas); y en la arboricultura, desde donde
desarrollan los agricultores, desde la observación de las plantas y el clima,
la posibilidad de realizar injertos, trasplantes, e incluso podas para evitar
el “veceo” de los frutales y uniformar las cosechas de frutas; de ello dependía
su economía o subsistencia y bienestar. Es en este terreno, y en estos
conocimientos, desde donde la Ciencia actual se apoya para trasponer la idea de
injertos y trasplantes (en la facultad de
las células de adherirse a las iguales y formar tejidos uniformemente; e
incluso yemas de otros individuos vegetales desarrollarse en variedades
vegetales diferentes). También por la ganadería sabemos del cruce de
especies para obtener individuos animales con objetivos diferentes (para consumo de carne, o para realizar esfuerzos
y tareas campestres o de transporte); y lo hacían agricultores y ganaderos
(a veces siendo la misma persona en una
pequeña propiedad). Desde ahí la Ciencia se apoyó para seleccionar - como venían haciendo los ganaderos de manera
natural, por selección natural de genes - esperma de animales, congelarlo
en Hidrógeno líquido y luego vender dosis a los ganaderos, intentando que las
características genéticas se reprodujeran en la descendencia (“esperando” que ello fuera así). De ahí
el salto a los Seres Humanos fue fácil (¿Quién
quiere tener hijos y no puede?; así se creó la demanda, con esa pregunta
lanzada a la sociedad).
Nuestra Ciencia se apoya en conocimientos previos. Ahora su
objetivo, siempre fue el mismo, es intentar transformar los medios y factores
Naturales en artificiales, con el deseo de “controlar” todo el proceso de la
Naturaleza respecto de las funciones propias de la vida. Así es como hemos
visto la proliferación de invernaderos (antes
reservados a parte del proceso de reproducción vegetal, como semilleros o
ahijamientos para consumo propio) y ahora parte de un sistema de producción
con los cuales se ha intentado crear ambientes lo más artificiales, pero cuyos
resultados – por el solo hecho de imitar
los entornos y procesos Naturales y transformarlos, a pesar de los costes
reales, en artificiales, como negocio del futuro; pues la ciencia investiga en
la dirección en que es financiada – no son los óptimos y ello es obvio (se ve claramente con algunas hortalizas, por
mucha selección genética que haya). Igualmente ocurre con la producción animal
a gran escala (he visto como terneros han
estado atados durante seis meses a unas cadenas, con la finalidad de que
engordaran lo más rápidamente posible; y lo que salía al mercado y mataderos
eran seres “enfermos” pero cuya enfermedad, por su juventud, no llegaba a
plasmarse en sus órganos plenamente, pero que desde luego, de haber seguido en
ese régimen de vida su salud, en sí misma estaba muy comprometida).
Así que pedirle a la Ciencia que haga úteros artificiales para que
nos libremos del proceso de gestación parece una verdadera invitación al
desastre generalizado de la humanidad (pero
que ello se haga en nombre de una especie de liberación género, como parece
mostrar una tertuliana de los medios de televisión, desde luego parece una
irracionalidad propia de quien desconoce cómo se conducen los Humanos cuando se
les abre las puertas a una nueva oportunidad de negocio, como es en este caso el
que sería de esta envergadura) Se da pie a construir seres humanos con
graves problemas, de todo tipo, desde un primer momento.
Reproducir el embrión humano dentro de un útero artificial – es decir, imitando a la naturaleza pero con
medios artificiales – siendo que el feto oye los cambios de latido del cuerpo
de la madre, oye su voz, siente sus estados de ánimo de alguna manera, come por
la sangre lo que ella come, recibe un calor físico en un medio acuoso donde se
desarrolla, hay una placenta que le evita y protege; y cuando nace obtiene de
la madre el calostro esencial para su salud e inmunidad; además del necesario contacto
físico con la madre (que es lo que llamamos
amor) (siendo que todo ello, a
primera vista, es parte imprescindible para su formación y desarrollo como
persona y parte esencial para reconocer el nuevo mundo al que va a nacer).
¿Creen que ello, todo ello, lo puede reproducir la Ciencia a gran escala, sin
coste alguno para el nuevo ser? ¿Con la finalidad de liberar a la mujer de lo
que puede considerar injusto papel de ser madre?
Desde luego, si la Ciencia lo consigue no será con mi ánimo en que
vaya por ese camino. Porque si los tomates de invernadero a veces resultan
incomibles – y sólo tenían que controlar
los Científicos unas pocas variables – y todos esperamos y compramos los
nacidos en las huertas del entono próximo; los seres humanos que salieran de
ahí, si lo consiguen (y desde luego si su
pensamiento de Vd prospera no hay duda que irán a por ello) no creo ni que
fueran seres felices, ni saludables, ni humanos como hoy conocemos y concebimos
al Ser Humano (aunque haya evidentes distancias
de conciencia entre lo que la Ciencia considera Ser Humano y lo que considera
mi persona que debiera ser considerado como tal y resulta obvio en este
artículo); pero el engendro sufriente que de allí saliera (y hay literatura fantástica y abundante
sobre ello de quienes han intentado reflexionar con algo de sensatez) sería
un ser sin conciencia de derechos propios, sin afecto sobre su persona, sin
sentido del mínimo amor propio por no haberlo recibido, probablemente sin
conciencia de existir ni sentir como Vd o yo nos concebimos; sin familia
alguna; sin arraigo alguno ni más referencias humanas ni referentes cercanos…. (pero habría cumplido una misión esencial que
es lo que se parece desear desde la más profunda ignorancia proporcionada e
inducida por una irracional creencia y fe en la Ciencia por la cual esta
Ciencia será capaz de proporcionarnos cualquier felicidad que le pidamos –pero sin
reparar en los costes morales consiguientes). Ahora, también hay que pensar
en las ventajas que tendrían este tipo de seres para el Capitalismo
deshumanizado (como se hace con los
árboles frutales: 25 años de producción a tope, se arrancan y otra nueva
plantación).
El aval que se da a dicho
proyecto en un twiter sólo puede producir escalofríos; como los que produce que
los niños puedan crecer en entornos monoparental desde la visión estricta de
progenitor (hecho terrible en sí mismo,
por inhumano): Pero dado que es visible, cada vez más, que esos entornos se
van a conducir por ese camino, y aprovecho la idea de apoyo, aberrante, a un
proyecto de tal finalidad, para establecer una analogía que creo que alguno
puede entender. Pues si resulta obvio que la diferencia entre madre y
progenitora estriba en un sentido de responsabilidad estimulado por lo que
llamamos Amor (y que en la descripción del
útero “convencional” se ve como proceso Natural y evidente; y en el Útero
Artificial, imposible de reproducir por medios artificiales, por mucho dinero
que se gaste en ello, sin general problemas en el nuevo ser que de ahí naciera)
así concibo la distancia que existe y consiguiente maltrato “criminal” sobre
niños o jóvenes que son considerados propiedad por progenitores y no padres; a
efecto de sustraerles derechos y satisfacción de necesidades naturales y
propias de toda persona. Siendo la Ciencia las nuevas “madres” y con el
concepto que esta tiene de la vida, si el futuro de la Humanidad va por ese
camino, tendremos que cambiar el concepto que algunos tenemos de Humanidad (y adaptarlo al que surgirá con el apoyo y
visión de algunos sectores feministas que pudieran ver en la Ciencia un instrumento de
liberación del hecho materno, como fenómeno del progreso del
Derecho).
Como decía al principio, hay distintos grados de Conciencia entre
las personas; ello hace posible concebir que la Democracia no existe, como
señala Sampedro en un vídeo (por el
simple hecho de que las personas no reflexionan por sí mismas y, cuando lo
hacen, no siempre lo hacen con sensatez, pensando en las consecuencias
colaterales sino en función de sí mismas); pero por el contrario, la
Democracia es eso: Una Humanidad en distintos grados de Conciencia decidiendo
sobre sí misma y sobre su futuro. Lo esencial para que esto salga bien es no
dejarse manipular ni por unos ni por otros ni por ideas preconcebidas de
libertad o de conocimientos incontestables; que es lo que suele aducir la
Ciencia (cuando está dirigida por un
conjunto de intereses económicos) siendo los medios de comunicación los "palmeros" que corean esos "logros". ¡¡¡¡Que el Cielo nos proteja de tanto "Docto" "ignorante", pero bien pagado!!!!
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