Miguel Ángel Ibáñez Gómez - maiges_ps@hotmail.com

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lunes, 1 de octubre de 2012

Criterio


              Hace un par de temporadas, visionando por la tele un partido de fútbol, me sorprendió un ex - jugador profesional que había sido contratado como comentarista por una cadena de televisión. Su relato del partido era muy didáctico, hasta el punto de desentrañar ideas básicas o elaboradas sobre estrategia y evolución del juego. Hasta el punto que llegó a engancharme su discurso (que más parecía una clase práctica). Y me sorprendí esperando a que esa cadena retransmitiera un partido para sintonizarlo. La competitividad de las cadenas llegan a extremos increíbles (contratar personas con aspectos parecidos a otras de la competencia, buscar personas parecidas a artistas conocidos, copiar el lenguaje, o el tono de voz e incluso – si es posible – copiar una personalidad completa) pero estaba claro que a este chico no le podían copiar del todo.
              El secreto lo desveló él mismo: Criterio.
             Era la palabra que empleó reiteradamente en las retransmisiones y que definía su propia personalidad: criterio.
          Una de esas palabras que marcan la diferencia y que tanta falta hace en el mundo de hoy, donde los objetivos están por encima de todo criterio que no sea estar por encima de. Así nos va.

           Examinas lo que hacen y cuando parece existir un criterio éste se tuerce a favor de otros intereses, otros criterios.

       Objetivo: el poder, con el que se obtiene todo sin necesidad de sabiduría y criterio alguno.

            The New York Times le dedica hoy (2 de octubre) parte de la portada a España. El artículo parece la crónica de una muerte anunciada. No hay soluciones en Europa ni horizonte que las vislumbre. Parecía que en España el problema giraba entorno a la credibilidad del anterior Presidente del gobierno, pero los hechos demuestran que ya no era un problema de credibilidad sino de inercia. Inercia por la que las ingentes cantidades de dinero que se generaron en el país se destinaron, en un proceso autoalimentado, a actividades especulativas relacionadas con la construcción.

                    Faltó criterio para desarrollar un modelo urbanístico sostenido, equilibrado y ajustado a los propios recursos naturales y se apostó por dejarse seducir por la demanda para, al final, estar por encima de ella en un intento de exprimir la gallina. Y como suele ocurrir en estos casos donde la euforia se apodera de empresas y dirigentes, la burbuja estalló en el momento menos adecuado y con la explosión se abrieron las puertas del abismo: Los impuestos no llegan a sostener la estructura burocrática del país, se pone de manifiesto la insolidaridad intraterritorial (azuzada desde la transición con distinciones históricas inconsistentes) y los mercados se tiran como carroñeros sobre los despojos del país mientras Europa central muestra que la UE era, más que una unión con proyectos de futuro, un conjunto de intereses comerciales de los estados. Todo lo construido en Europa está en el aire y puede que, pronto, esté por tierra.

                 Todo por falta de Criterio. 

 

 

 

 










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