Miguel Ángel Ibáñez Gómez - maiges_ps@hotmail.com

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lunes, 12 de noviembre de 2012

Quién habla de soluciones a la crisis?



                Prácticamente todo el mundo habla de cuestiones de economía técnica al referirse al fin de la crisis. Todos hablan de cuestiones comunes a la gestión de la economía y apuestan, en positivo o en negativo, a la solución, tarde o temprano de la crisis sin hablar del modelo económico; éste se da por bueno y sin necesidad de correcciones. Tal vez tenga razón o tal vez tengan razones para no cuestionar el modelo productivo y el modo de producción. Pero es una cuestión sugerente, en medio de una crisis galopante, que algunos abordan desde perspectivas ya consabidas y experimentadas, echando la culpa al modelo político (monarquía, tipo y forma de la representación popular) o incluso apuesta por una nueva experiencia comunista. El dilema es viejo. Sin embargo sigo pensando que siendo la crisis un problema generado por los mercados (sujetos a ambiciones desmedidas), la solución está en los consumidores y para ello se precisa ciertas dosis de frialdad en aplicar medidas racionales (como lo haría cualquiera en su ámbito familiar) y referidas al consumo y a la promoción de actividades económicas éticas desde su origen hasta su finalización en los mercados.

               En España estamos entrando al trapo de sucumbir al modelo económico chino, (todo porque financian gran parte de nuestra deuda). Bien es cierto que las culturas dominantes lo son porque sus modelos económicos y políticos han alcanzado un nivel de concreción que lo hacen superior a otras culturas. Así las culturas indígenas americanas sucumbieron al modelo europeo, al igual que las africanas. Sin embargo hemos de pensar y reflexionar hacia qué modelo iríamos de aceptar el modelo chino. (Buena muestra son la invasión de películas, series y documentales chinos en la televisión española)

               La riqueza en China está circunscrita a pequeños grupos de élite (grupos que exigen alta calidad para su consumo, pero que generan sus beneficios con productos de ínfima calidad), el resto de la población se encuentra en la pobreza ( una familia típica de tres miembros gana alrededor de 9,000 dólares al año., mientras que en España la renta percápita es de 32.230 dólares; aunque en los últimos diez años los chinos la han multiplicado por cuatro: En las zonas rurales, el ingreso promedio disponible baja a 1,000 dólares - el 56% de la población -, pero en las grandes ciudades chinas como Shanghai, Beijing y Shenzhen, es de alrededor de 12,000 dólares al año por persona. El 10% de las familias china controla el 86% de la riqueza: que representan 130 millones de chinos, frente a una población de 1.300 millones ); lo que muestra que la economía centralizada sigue manteniendo esclavos a gran parte del país a favor de una minoría rica.

                No puede ni debe considerarse ése modelo económico como referente para occidente, ni como alternativa al estado del bienestar generado en Europa (y menos sin los elementos de control y transparencia que permiten los sistemas democráticos), aunque las circunstancias económicas hayan llevado a países como España a solicitar ayuda financiera (a cambio de permeabilizar el mercado a los intereses chinos).

                   Si se quiere sostener el modelo europeo habrá que considerar la necesidad de establecer, no sólo criterios de racionalidad comunitaria (UE), si no criterios de compra de bienes o la realización de negocios con aquellos países, empresas, multinacionales que acrediten fehacientemente, un modelo de producción que traslade valores al mercado. Es decir: no basta con producir de cualquier manera, hay que producir teniendo en cuenta el bienestar de la sociedad, de los trabajadores y sus familias, del medio ambiente y de la sostenibilidad de la economía; además de ser permeables a las necesidades de la sociedad. Y para ello es decisiva la opinión de los mercados (pero no los mercados tradicionales, si no los de consumo). Quienes tienen en su mano cambiar la economía no son sólo las grandes multinacionales, si no también los consumidores finales (sobre todo si se les dota de herramientas eficaces para ése fin).

La economía está en manos de élites (tanto en el capitalismo de Estado como en los Estados capitalistas); es bueno que demos participación a los consumidores europeos para que realicen consumos conscientes y premien a las empresas consumiendo sus productos si éstos se han generado observando los parámetros señalados. Así, sí que sabremos que nuestro dinero premia a aquellos que generan bienes atendiendo no solamente a los beneficios. Atender sólo a los beneficios ya sabemos a qué conduce.

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