Desde que el Ser
Humano es consciente de la dependencia que existe entre el bienestar de sus
vidas y las circunstancias en que se presentan los fenómenos atmosféricos (lluvias o carencias de estas, nieves, hielo,
pedrisco, inundaciones, frio o calor, incendios inesperados, plagas de animales
o de enfermedades….) porque todos estos fenómenos influenciaban (y lo siguen haciendo) en el resultado de
las cosechas y en la calidad de sus propias vidas, concluyeron que no todo está
al alcance de su saber y que muchos fenómenos naturales escapan a su control y
a su previsión. Buscando una explicación a esa dependencia comprendieron que,
pese a su inteligencia, y a todo lo que pudieran haber avanzado en
conocimientos sobre cultivos de plantas, sobre la domesticación del ganado para
su aprovechamiento, y de sobre observar la propia Naturaleza que le rodeaba y
la vida que esta contiene, que aunque pudiera prevenir una etapa de escasez o
de penuria (tal vez por los propios
signos que la propia Naturaleza anticipa) poco puede hacer en su mano para
evitar el mal estar, la pérdida y la penuria de las etapas que así se
avecinaran al devenir de su propia sociedad. Comprenderían que su destino no
siempre estuviera en sus manos y acabaron entendiendo, de manera simbólica, que
había leyes y hay leyes que rigen su vida y su entorno natural que estaban y
están fuera del alcance de su control. Por mucho que hubiera determinado con
precisión el mejor momento para sembrar, cuidar y recolectar, siempre podrían
existir situaciones inesperadas que estarían fuera del alcance de su control
que podrían llevar a dar por perdido el trabajo de todo un año de esfuerzo y
con ello el advenimiento de la certeza de que el año próximo sería duro y
difícil de sobre llevar. (Desde entonces
los conocimientos y las escrituras reflejadas por los gobernantes de épocas
anteriores, con sus escribanos, sacerdotes y funcionarios, reflejara como cada
uno de ellos enfrentarían esas circunstancias adversas cuando se presentaran, el
hecho en sí, es que las épocas de penuria eran las más difíciles de gestionar y
las que más desgracias traerían sobre las sociedades, aunque estas fueran
avanzadas para su época).
Saber que la
Naturaleza impone su criterio sobre todos nosotros sería la primera gran
lección que debieron aprender los gobernantes y reyes que llegaban a la cúspide
de la sociedad pensando que era una meta soñada para ellos (en la que probablemente, tuvieron que
conspirar, tramar, en algunos casos y muy frecuentemente asesinar a sus rivales
próximos – hermanos, tíos, padres, amigos – todo ello para llegar a la gran
meta de dirigir sus pueblos o ciudades estado, que luego serían imperios y
naciones). Todo eso comprometerían en su afán, para que en un momento
concreto estuviera pendiente su éxito personal de que su propio pueblo tuviera
un bienestar sin el cual su propio gobierno, su propio Estado, su propia Monarquía
y estirpe, su propio gobierno estaría amenazado por las mismas circunstancias
de peligro que hicieron posible la caída del gobernante anterior. Sabían los
reyes y estadistas que, por experiencia propia, llegaron al poder en momentos
de crisis de sus predecesores y los aprovecharon sin piedad y sin escrúpulos; y
así serían los que esperaban una oportunidad para actuar contra el nuevo
gobernante (serían tan despiadados como
él lo fue; tan falsos y dobleces como él mismo lo fue; tan perverso taimado y
cruel como él mismo fue con su predecesor para llegar a esa gran puesto: La
cúspide de la sociedad a la que pertenece) todos buscarían la gloria de
haber derribado a su predecesor y con ello granjearse los honores y bondades de
una vida aparentemente regalada y sin problemas: Su palabra, entonces, sería
ley (qué más se podía desear en esta
vida?). Y sin embargo, una vez alcanzado el gran poder vieron que su nueva
posición no era tan estable como esperaban, ni tan confortable como pareciera…
dependían también de fuerzas ajenas y Naturales que, en última instancia,
podrían acabar con sus reinados, sus gobiernos y sus vidas. Ahí fue donde concebirían
dotar, a esas fuerzas invisibles que gobernaban por encima de ellos y de su
voluntad soberana, de una imagen humana, que expresara la misma
plenipotencialidad de un gran rey, pero que fuera a su vez rey de reyes y aún
más, un dios soberano y sobrenatural que puede más que nada y nadie y al que le es indiferente el sufrimiento, la penuria, el hambre y la destrucción del
propio mundo y con él de la propia sociedad. Así nacerían el culto a
divinidades omnipotentes en la antigüedad, vinculadas con rasgos humanos pero
representando fuerzas inconmensurables e inaccesibles. Nacerían los dioses
paganos y sus influencias en cada ámbito de la vida (el dios baco, el dios apolo, el dios de Marte, el de Venus, el de la
medicina, el de la guerra, el de la fuerza, el del conocimiento…..) y con
ellos, con esos dioses nacerían los héroes mitológicos y mortales que
desafiaron a los dioses mostrando un valor inconcebible en personas cuyo destino último no era la inmortalidad.
Aparecen en
lugares insospechados piedras, como menhires, alzadas; y aparecen otras
formando un dintel de una gran puerta (como
invitando a pasar por debajo de ella, como quien entrara así en otra percepción
del mundo que les circunda). Aún hoy en día, en Cantabria creo que fue (hace muchos años), vi una ermita y bajo
de ella un dolmen sobre el cual había sido construida.
En cualquier
escrito que venga de épocas remotas puede observarse relatos que llaman la
atención sobre ciertos lugares o extensas áreas de valles, en los cuales van
apareciendo disposiciones de piedras (más
o menos grandes o incluso inmensas) que han sido movidas por el ser humano
en tiempos que se remontan más allá de la Historia conocida, donde solo puede
entrar la imaginación de los lugareños (aparentemente
desbordada o modificada y adaptada por la influencia durante siglos de otras
creencias o religiones que fueron nublando el mensaje original que se pretendiera
trasladar en un principio y hacerlo conforme con la cultura de cada momento
histórico que toca vivir) o la imaginación orientada por otros más expertos
que vieron y estudiaron signos semejantes en otros lugares más o menos lejanos,
señalando que hubo hombres que desearon dejar mensajes, más o menos evidentes,
a los que vinieran posteriormente detrás de ellos.
Así aparece la
idea primigenia de levantar un Betilio (un
Pilar de piedra) para señalar lo sagrado de un lugar. Así se ve en Europa,
y sobre esos betilios se edificarían ermitas o iglesias, algunas llegando con
el tiempo a ser basílicas y catedrales.
Cuando hacia el
siglo IV nuestra ciudad, como otras de España, viene a entrar en decadencia
social, de comercio, de falta de actividad, toma impulso el cristianismo, dándole
nuevo sentido a las ciudades construidas en tiempos de los romanos y recobrando
una nueva dirección y etapa de prosperidad. Eso no significaría que
anteriormente no hubiera ya templos en la ciudades, con sus respectivas
divinidades (los betilios parecerían
simbolizar la acción del hombre sobre la tierra y el territorio, haciendo
posible la prosperidad: Fecundar la Tierra con trabajo, ideas, esfuerzo,….que
se plasmarán en obras, cultura, riqueza...). Luego una diosa superior
vendría a reclamar su espacio, la Naturaleza (aparentemente caprichosa, sujeta a temperamento cambiante e inesperado,
capaz tanto de otorgar gran prosperidad como arrasar toda una cultura por medio
de terremotos, volcanes, inundaciones, incendios, plagas….) Era la diosa
femenina que venía a sustituir al dios creador o redentor. La Naturaleza, vinculada
con los sentidos, los placeres y a la vez portadora de muerte y renovación perpetua.
En sí misma imposible de gobernar y capaz de hacer pasar lo imposible como
posible: No hay ley por encima de ella, es la soberana, es la Reina y adopta
todas las formas conocidas y aún más.
Cuando resurgieron
las ciudades impulsadas por el cristianismo, es de suponer que no se
establecerían las nuevas creencias sobre las antiguas (ya gastadas y carentes de efectividad en la mente de los habitantes) derribando las construcciones dedicadas al culto, sino que también se edificarían sobre los templos de culto ya existentes y que
le precedieron. Es difícil imaginar que en una época de decaimiento que se
desea superar se gastaran ingentes cantidades de dinero para derribar lo ya
existente, y sin embargo resulta más probable aprovechar lo existente y darle
una nueva orientación por medio de signos y símbolos que permitieran visualizar
el cambio de paradigma social.
A finales del
siglo XIX España perdía sus últimas colonias a manos de EEUU (Cuba y Filipinas pasarían a ser orientadas
bajo los intereses de los Norteamericanos). Con ello España perdió el sentido de un
devenir Histórico, donde se produjo una inflexión en la cual se frustraba la idea
de seguir siendo un Imperio cuya impacto cultural habría determinado la homogenización
de inmensos territorios en especial en América Central y del Sur, incluso en
los mismos EEUU. Las colonias eran el último reducto de una Gran Historia de
dominio e influencia en el devenir de los asuntos del Mundo y de las naciones
que lo componían entonces. Supuso tal golpe real en la visión y la misión de la
propia España que una generación de escritores, con sus publicaciones,
mostraron un camino que se entrevió y abrió en nuestra sociedad después del desastre
del 98.
Paradójicamente,
el resto de naciones europeas se iban repartiendo África, y con ello
construyendo un imperio sobre un territorio rico en recursos naturales, donde
España, prácticamente, quedaba apenas sin influencia real, pero con la añoranza
de recuperar y rescatar la idea de un imperio añorado y rememorado constantemente.
Fue entonces
cuando se impulsó la idea de retomar nuestra propia Historia, pero remontándonos
más allá de la Historia conocida y ya escrita. Hubo gentes y eruditos que se
sumergieron (como otras naciones que
habían perdido sus aspiraciones a mantener imperios en África después de la
primera guerra mundial) en bucear en la historia no plenamente relatada o
descubierta, la que se hallaba confusa en los escritos de griegos y romanos, o
las inducidas por la existencia de los fenicios. Se entró de pleno en el origen
peninsular de iberia; se examinó desde todos los prismas posibles el nacimiento
de lo ibérico y sus raíces (desde la
fonética de las palabras empleadas y sus orígenes en razón de lenguas; hasta la
inmersión en los vínculos posibles con el antiguo testamento). Es ahí donde
se lanzan las ideas sobre El Jardín de las Hespérides vinculándolo con la península
ibérica; es ahí, en ese momento histórico de caída de moral generalizada, donde
se resucita la idea de vincular Ebro, e iberia, con los términos Íbri con que
se designan los propios hebreos así mismos. La necesidad de construir un nuevo mito que
diera sentido a esa España derrotada por un gran imperio (al que poco le importaban las legitimidades para constituir un
conflicto, sino más bien el objetivo de constituirlo para conseguir un objetivo
mayor - y humillada con mentiras
diplomáticas que no dejaban duda alguna, entrando en la soledad de lo que fuera en tiempos
una gran nación). Por eso se pretendió vincular nuestro origen remoto, el
más remoto posible, con el gran símbolo de la cristiandad: El Pueblo Hebreo
señalado por Dios como preferido. Y allí quedaron, en la biblioteca Nacional,
aquellos libros guardados y que fueron reflejo de un impulso que se pretendió
dar a una nación (de la misma manera que
se hizo con la Alemania Nazi, al resucitar sus orígenes mitológicos en los
dioses escandinavos después de perder la primera guerra mundial y con ella la
esperanza de competir en igualdad de condiciones en un nuevo escenario político
y económico; dando como resultado al Nazismo y la tragedia de la Segunda Guerra
Mundial). En España, el resultado fue que se impulsó un intento de nuevo
modelo de Estado, viendo que la idea general iba por el mismo camino de
construir unos asentamientos en el Norte de África del que alguien sacaría
provecho con ascensos militares, negocios particulares y un montón de muertos
de jóvenes a manos de un ejército descuidado, corrompido que se puso de manifiesto
en el desastre de Annual y en el informe Picasso, que fue el que puso la
puntilla a una monarquía, cuya expresión más desafortunada y esperpéntica fuera
la del propio rey relacionando a los miles y miles de muertos en África en unos
pocos días (a manos de ineptos mandos) con “cobarde” carne de gallina. Aquella
prepotencia real marcaría el fin de la monarquía, y de una etapa de ideas de
imperio que tocaban a su fin. Durante cuarenta años la monarquía sería vetada,
aunque Miguel Primo intentara amortiguar y reconducir aquello que transpiraba de
un personaje con clara falta de sensibilidad parar miles y miles de familias
que supusieron de la muerte de sus seres queridos en combate para mayor gloria
de negocios y ascensos de militares.
Sin embargo,
como dice el Tao The King, cuando todo se pierde nos quedamos con los ritos. Y
los ritos en el nuevo régimen de Franco fueron hacer creer a la población que
España era un Imperio (¿? Dónde?) y
se mantuvieron los símbolos y signos de una etapa caduca y sepultada por el
impulso Norteamericano de la era del consumo. Franco añoró y vivió, como sus
contemporáneos, el remate del sueño Imperial español y vio en Hitler y Mussolini
una posible resurrección que tuvo que desechar después de hacer pasar hambre y
miseria, nuevamente, al pueblo español durante alguna decenas de años después
de acabada la guerra (lo que precisaron
los Norteamericanos para comprobar que el régimen de Franco declinaba y era permeable a su proyecto internacional).
La idea de resucitar un lugar predestinado
para España en la Historia Universal, de ser un Pueblo elegido por Dios fue
rescatada en su momento, y novelada en Gargoris y Habidis “Una Historia mágica
de España” Premio Nacional de Literatura en 1977, cuando la transición iniciada
por Adolfo Suarez precisaba de mitos y símbolos con los que reconducir la frustración
vivida en cuatro décadas de estancamiento del régimen en las ideas Imperialistas
muertas en el 98, rematadas en el Norte de África y resucitada, luego, como
épica anticomunista y Gloriosa Cruzada en la guerra civil (cuando fueron los propios Nacionales y las potencias internacionales
democráticas y/o no democráticas, las que impusieron a la República el comunismo como única fórmula
para defender su legitimidad por las armas - o compra a la URSS armas o dése por
finiquitada la democracia en España). Y mientras los militares republicanos
pensaban que el cese de la Guerra Civil traería la monarquía y con ella
formulas ya conocidas de gobierno que se pretendieron superar con la República,
propusieron un nuevo abrazo de Vergara mientras extirpaban a los verdaderos
conspiradores (el comunismo pro-soviético)
a cañonazos para permitir la entrada de Franco en Madrid. Ni clemencia, ni Paz, ni Generosidad, ni Piedad.
Las palabras de Azaña nunca encontrarían
eco en los Nacionales tal y como la República en algún momento deseó – porque tampoco deseó la guerra, también hay
que decirlo con claridad, aunque personajes siniestros estuvieran en el
Congreso amenazándose mutuamente para ver quien los tenía mejor puestos (eso sí que parece definir aquella época y
aquél carácter de la España impotente y frustrada). Murió Azaña al poco
tiempo, enfermo, como muriera Miguel Primo, de igual manera. Y como morirían
todos los que propusieron soluciones más violentas para España (tres de ellos en el mismo aniversario: 20N
José Antonio, Durruti y el mismo Franco, al que prolongaron la agonía para
evitar tantos aniversarios próximos; y así intentar una verdadera
reconciliación en España, si es que ello fuera posible en el futuro).
El desastre del
98 y el de Anual, trajeron dos impulsos a nuestra España. El primero el de
recuperar un puesto en el concierto Internacional, cuyo desarrollo lo hizo
Franco y vimos las consecuencias y su gran fracaso en lo que a Imperio se
refiere (pues la economía y el desarrollo
turístico fueron diseñados desde EEUU para España, con empresas y asesores Norteamericanos
que se apoyaron en la parte de la Iglesia Católica más terrenal y práctica y
que más se pudiera ceñir a la visión mítico-religiosa representada en EEUU por
una Iglesia de naturaleza, elitista y concebida para una clase dominante,
superdotada y elegida por Dios: El Opus, cuyos ministros, concebidos como
tecnócratas, encontrarían todo un terreno virgen donde desarrollar un
capitalismo adaptado al cristianismo concebido en España (como en Europa) que
minorara el malestar social y promoviera el consumo y la industrialización).
El segundo impulso concebido a partir del 98 y el desastre de Annual para superar esa frustración era el
republicano, por el cual, la gestión territorial del Estado configurado por
autonomías, permitiría traer un auto-gobierno cercano a los ciudadanos,
descentralizando de los intereses de pequeñas grandes élites económicas y
políticas, que pusieran por encima de los intereses de España sus intereses
particulares y pugnas palaciegas, conspiraciones y tramas destinadas a encauzar
rencillas familiares arrastradas desde cientos de años atrás y que habían hecho
posible el retraso y el bloqueo de la economía y el desarrollo industrial en la
península. El proyecto Republicano fue interrumpido en medio de una crisis económica
(la del 29), que se aprovechó, con otras de naturaleza militar y simbólicas (el
98 y Annual) para abortar un proyecto que podría haber dado una nueva orientación
con la que encararnos a un nuevo futuro en un ambiente renovado que mira al futuro (pero el concierto previsto de guerra internacional marcaría las pautas para todo
el planeta; y España no sería ajeno a ello, el acceso al mediterráneo marcaría
su destino como dictadura, larga y dura, y sin sentido).
Así que, el
proyecto que se rescata para construir la restauración democrática con una
monarquía moderna y avanzada, no es otro que el republicano, nacido de aquella
etapa de frustración y pérdida del sentido Histórico de nuestra Nación.
Pero para ello
se precisa dotar a las élites de un nuevo mensaje simbólico profundo (pues sin los símbolos difícilmente la
creatividad encuentra espacios y soluciones a problemas políticos y sociales de
la envergadura que un Estado como el nuestro tiene que afrontar en medio de
intereses políticos, económicos y en medio de las ambiciones de las super-potencias
por prevalecer en el concierto internacional; y a la definitiva todos somos
personas y como tales sujetas a condición humana y a la necesidad de un
sustento moral y mítico para superar los grandes obstáculos que la mediocridad
de la ambición, la codicia y el deseo de poder nos imponen, o lo intentan, de
manera constante y de mala fe) y Gargoris y Habbidis cumple esa misión en
el momento oportuno en que hay que enfrentarse a un bunker (los franquistas)
Bunker que
observa cómo toda una guerra y cuarenta años de dictadura no sirvieron para
nada: El mundo, pese a ellos, siguió avanzando, explorando, concediendo
libertades individuales, haciendo posibles derechos civiles, … acabarían por
señalar que todos les habían traicionado (desde
el Congreso de los Diputados que acepta la Reforma Política, hasta la Monarquía
que se presenta de espíritu republicano …. Así que, como si fuera una concesión
postrera, se les concede o imponen el entierro del General en el Valle de Los Caídos
y no, como era la voluntad del propio General, yacer con su esposa). Los
vientos dominantes son los de las democracias avanzadas, por ello, los
franquistas, ven que sus símbolos, construidos desde la Guerra Civil, como
épica histórica, no son ya el depósito de las iniciativas para gobernar el
Estado; repliegan velas, pero no influencias; serán, a partir de ese momento,
la alternativa real a la democracia (democracia
que tarde o temprano será pasta de corrupción y de separatismos; ya señalado
como línea roja en el Golpe del 81 y como advertencia ante el comunismo) e idénticamente
el Comunismo se señala la misma meta: Ser alternativa a la Democracia, cuando
esta se perciba deteriorada o corrompida o ineficaz. Pudieran haber pactado
ambos (Comunistas y Franquistas) ese
papel desde la honestidad y la integridad de momentos graves. Conocer la verdad
de todas las infracciones a la Constitución y la legalidad diaria se convertiría en
sendos objetivos para extrema derecha (con
la finalidad de demostrar que la democracia es un régimen decrépito y falso)
como para los Comunistas señalar que la única democracia posible es la Dictadura
del Pueblo.
Se habla en él,
en el libro, de lo recóndito y excepcional de culturas previas a la romana y
griega (cuyo criterio se sigue de referencia en
nuestros días) y se va más allá de los fenicios para entrar en el mundo de
los Tartesos, para desde ahí, una vez entrados de pleno en un mundo misterioso
y encriptado, entrar de pleno en otro aún más mágico: Los vínculos de La
Hispania con el origen del Paraíso Terrenal y el pueblo elegido por Dios: Los
Hebreos. Para un pueblo español, cuya historia comienza, de verdad, con los
Reyes Católicos y el descubrimiento de América, pasando por la Cruzada de la
Guerra Civil y los años de Paz de Franco, aquello supone un verdadero
descubrimiento de índole descomunal y demoledor de toda la visión homogénea y
perfecta que pretendió instaurar el Franquismo (con ciertas licencias a la Iglesia en su papel ecuménico y pastoral,
haciendo posible que las diferentes razas, derivadas desde el imperio, tuvieran
un lugar en el proyecto de Franco).
Además, en el
libro se expresan dichos populares, secuencias históricas de resoluciones de
nobles y reyes; cómo se manipulan las leyes, y cómo el pueblo – a pesar de ello – tiene la lucidez de
ver con claridad que el engaño, aunque pueda concebirse como comodidad para
sobrevivir, se ilumina en el saber popular no dejando resquicio a la mentira (por ello se asegura que la verdad, tarde o
temprano, sale a la luz; incluso desde las más profundas oscuridades; solo hace
falta valor para reconocerlo. Sí, la condición humana es decepcionante y transversal,
ninguna capa social se libra de ella; por eso se puede medir la virtud de los
gobernantes comparándola con nuestra propia Virtud. No es accidente lo que se
ve, es intención y por lo general, mala, pero que muy mala intención). El
libro, en ese sentido, no tiene desperdicio; y resultaría lectura recomendada y
acertada para esta etapa política que venimos viviendo.
Si los símbolos
para una nación son bien importantes, de igual manera lo son los religiosos, se
quiera o no reconocer – porque las
últimas preguntas sobre el motivo y fin de nuestra existencia nunca fueron resueltas en vida, sino
que quedaron aplazadas,
y la
mayoría de la gente decidió vivir el día a día según las costumbres del momento
(y si cambian las costumbres nosotros con
ellas; sin problema). Así que la pregunta queda en el inconsciente sin
resolver; por ello las personas retornan, de vez en cuando, así como las
sociedades, a los ritos y símbolos que nos recuerdan que tenemos preguntas sin
resolver que un día, tarde o temprano, acudirán a nosotros, en el peor momento
posible, para recordarnos que hemos vivido sin resolver esas cuestiones
pendientes (e incluso que hemos vivido
saltándonos las normas del proceder bien y entramos en proceder mal; lo hicimos
a sabiendas a pesar de que había preguntas sin resolver; pero nos resultó
urgente vivir y vivir deprisa; y lo consideramos, todo ello, el pan de cada día
y cosa común y para todos igual; así que siendo mayoría los que así actúan… qué pecado puede reprocharsenos?).
Tal vez no sea
fervor religioso, al menos no tanto debido al fervor religioso el hecho de
celebrar las fiestas patronales de cada localidad de nuestra España; tal vez
haya más de seguir tradiciones que dan razón de sí a los pueblos y ciudades de
España; que nos vinculan con nuestra Historia, con nuestros antepasados
conocidos, que nos dan sentido de pertenencia y un lugar singular y diferentes
de ser y percibir el mundo (nuestra
cultura e idiosincrasia particular). Un vínculo hacia el exterior y hacia
nosotros mismos como persona singular, diferente, pero que pertenece a un grupo
social aun pese a sus diferencias; y en ello somos reconocidos y valorados (aunque sea postreramente).
Negar ese
hecho, como pretendieron algunos o por recuerdos adversos de
instrumentalización cultural del Franquismo (y la Derecha que lo tuvo como referencia última de escape a la
democracia) o por puro materialismo comunista (que no lleva más que a una visión animal del ser humano) es negar a
las personas uno de los recursos más esenciales y geniales que posee: La
creatividad de la psiquis en momentos decisivos para encontrar salidas donde no
las haya nadie. Es decir, es un recurso genuino, accesible a todo ciudadano, y
por tanto un patrimonio de nuestra sociedad al que no podemos renunciar, salvo
que queramos ser, una vez y otra, esclavos de la gran potencia Norteamericana
sin oponer una mínima resistencia de lucidez.
Así que en mi
tierra tengo una extraña fortuna, pues se celebra el 12 de Octubre con fiesta
de la ciudad (de la región, del Estado,
de la Nación, del País, de la Hispanidad, de la Guardia Civil… de El Pilar y su
Virgen – esos últimos parecen ser dos símbolos opuestos y reconciliados (lo masculino: El betilio, el Pilar; y lo
femenino: La Virgen). Magnífico símbolo que trasciende el propio
cristianismo y catolicismo para adentrarnos, de pleno, en el mundo simbólico de
oriente; el Yin y Yan unidos y ensamblados – como también lo representa la estrella de David, en sus dos triángulos,
uno hacia arriba y otro hacia abajo. Además es un símbolo que se halla
delimitando el gran valle: Un betilio con Virgen en el monte más alto del
norte, otro en el monte más alto del sur, otro en el nacimiento del río, otro en su desembocadura; otro, el más destacado, en su punto medio. Y una Virgen del El Pilar en casi cada casa de la ciudad, de
cada pueblo de la provincia, de cada municipio de la Comunidad Autónoma propia
y circundantes; incluso al otro lado del Atlántico, en Bs As (allí la vi). El
libro de Dragó adquiere en este lugar un resumen de toda mitología posible
respecto de España y su pasado mágico. Hasta Jacob, pudo levantar ese betilio,
a orillas del río Ebro, mientras soñó su escalera hacia el cielo junto a la
Ciudad de la Luz (mi ciudad tiene más
horas de luz que Sevilla), levantando un Pilar que sería reconfigurado
hacia el siglo IV, para salvar a la ciudad de la decadencia romana e
impulsarla, por medio del cristianismo mariano, a construir una ruta jacobea (que más que de Santiago pudiera ser de Jacob
– Jacobo; Jaques, Santiago en español, peo no el apóstol sino el líder hebreo)
por cuyo transito jacobeo hasta finisterre sería el recorrido expiador de pecados de la
cristiandad y de paso redentor de las economías y del comercio de ciudades.
Así que nuestra
nación está estructurada y edificada entorno a mitos, y con ellos no solo
hemos plasmado el territorio, sino que lo hemos configurada materialmente,
incluso delimitando las fronteras de las Comunidades Autónomas; es hora, pues,
de mejorar el concepto y adaptarlo a los tiempos venideros, con criterios más
acordes a los conocimientos que ahora poseemos entre todos.
Será la única manera
de exorcizar los fantasmas que atacan nuestro futuro mundial y nuestras democracias.