Hace unos pocos
días me reprochaba, a mí mismo, haber puesto esperanzas en el criterio de una
periodista de élite (Carmen Morodo),
que desde sus comentarios y análisis políticos, tan consecuentes y tan situados
en una concepción que parecía portar valores reales y transversales, me otorgaba
esperanza - (y supongo que a más personas
y seguidores de la actualidad política) - y también a aquellos que viendo
los análisis de la televisiones observábamos cómo podría crecer el “vértigo” de
otros analistas (al observar cómo los
cambios en los paradigmas y líneas rojas que nos habían aportado una
previsibilidad en el trayecto político y social, donde la alternancia del
bipartidismo se observaba como “alternativa de seguridad” para los que
consideraban desacertadas la actividad política del gobierno de turno) no permitían
aportar salidas o soluciones a lo que cada vez más se va concibiendo como un
callejón sin salida que, por el propio vértigo ya conocido en nuestra historia
de España, nos abocaría a la polarización y consecuentemente al temido
enfrentamiento, cuyo devenir y desenvolvimiento nos haría visualizar que la
rigidez que provoca el miedo pudiera llevar, tarde o temprano – mediante la manipulación – a que este miedo se desborde y se entre en
un escenario puramente emocional, donde las soluciones (golpes de timón, dictaduras, autoritarismos o repúblicas) se
buscarían como viables y posibles, porque simplemente lo fueron en el pasado
histórico; y en ese vislumbre de “solución del pasado” se apuesta por ganar “moralmente”
(aunque se acepte la posibilidad de
perder y sacrificar el presente). Y el objetivo pueda ser, otra vez, ganar
para el futuro una “legitimidad” donde se pudiera retomar – nuevamente - esa “legitimad moral” que
cada bando populista reclama para sí mismo; y que, polarizándose, va
construyendo para sí esa “legitimidad moral”, en estos días, semanas y meses, y
que exhibirá en un futuro como relación de “agravios” y “desafío” a “sus
valores”, y con ello, obligando a “definirse”, paso a paso y día a día, a los
moderados que aún se sitúan en el centro izquierda o centro derecha. Todo un desencadenante
que ya señalaba el President de la Generalidad, Artur Mas, cuando empezaron a
desbordarse los criterios del marco constitucional en Catalunya, a la vez que se destapaba la transversalidad de la
corrupción hallada, también, en la burguesía catalana y de la que culpaban al
sistema monárquico (aunque fueran ellos mismos
los que metieran la mano en la cartera de los catalanes). Ahí aparece ERC para “salvarles la cara” y
comprarles el argumento (la monarquía,
derivada de un sistema franquista, tiene la culpa), sencillamente no
precisan de argumentos sólidos, ni
pegarse a la realdad de esa gestión nacionalista de una burguesía que, sabiéndose
siempre en el límite de lo legal en la gestión económica, seguía azuzando a las
masas y convocándolas (al más puro estilo
de exaltación tipo Plaza de Oriente) cuando las evidencias de la corrupción
(o en el caso del franquismo los reveses
internacionales a su régimen) amenazaban no solo con entrar en los
tribunales, sino con obligarles a “pisar tierra” y destapar de pleno la entelequia construida y
(como la España Imperial de Franco, real
en un pasado irrecuperable) que serviría de excusa para hacer prevalecer, “opaco”,
un modelo de gestión cuyo final, previsible, era que tarde o temprano se
destapara y se pusiera en la más nítida evidencia. ERC,
pese a ser aparentemente de izquierdas, no juega la baza del sentido común,
sino la de la oportunidad (era de esperar
en un partido político español) y para que esta no se escape, se salta la
cuestión de la corrupción y apela a sus siglas republicanas (el propio Rufián torpedea, en el último
momento, una “salida” que pudiera haber sido “airosa” hablando de, creo
recordar, 13 monedas en un Twit que tal vez cambió la historia de España, pero
probablemente para mal. Gracias chaval; tu lenguaje lleno de violencia (violencia verbal), vino a sintonizar con
el de Pablo, “aportó” “lucidez” “sensatez” “moderación” y “futuro” “esperanzador”
a la política en España. Será “memorable”, en el futuro, si no salimos con bien
de esta, ver en las imágenes del Congreso cómo la “inteligencia” que aporta la “juventud”
– de la cual esperábamos muchos un punto
claro y honesto de sensatez y generosidad, desvinculada de los intereses
particulares y lazos de esa “pretendida casta” que todos señalabais como
causante de los males de nuestra patria – llega a extremos muy beligerantes
(parecíais delegados de clase intentando
revolucionar la Universidad nada más entrar en el primer curso de la carrera)
pero en realidad parecéis ser la resurrección o reencarnación de los niños
mimados señalados en los años treinta por Ortega y Gasset; no parece que aportéis
nada y todo parece ser un recurso para alcanzar vuestra propia zona y espacio
de confort particular (lo lamentable es
que parece que cunde el ejemplo en otras opciones políticas ambiciosas; vamos,
que los caminos parecen, en vez de abrirse, cerrarse cada vez más). Lo
lamentable de veras es que ni siquiera habéis desarrollado un lenguaje tal,
parlamentario, que realmente fuera capaz de, al menos, decir “verdades coherentes”
e “invitar” al adversario a buscar un “entorno de verdad” compartido (aquí nada se hace desde la persuasión
transparente, que todos podamos verificar en estos momentos delicados; eso
parece reservarse para construir un relato a la medida, salgan bien o mal las
cosas; como si fuera un As con el que otorgarse la legitimidad moral y el
sentido común que hoy no solo no observamos, sino que, por el momento, no nos
creemos). Otros vislumbran y parecen callar desde los entornos civiles,
dedicados al estudio y recopilación del saber, desde una discreción asumida,
tal vez como destino determinante y obligado, desde donde observar lo
inevitable del destino de España: La verdad se sacrifica por lo útil (y lo útil, en política, parece ser vencer en
cualquier escenario; y por consiguiente, sacrificar cualquier aproximación al
entorno de la verdad; pues el entorno de la verdad nos desaloja de nuestro
espacio de confort, de nuestra zona de confort; y desde luego, además de ser
ello incómodo, ni con ello se ganan votos, ni con ello se ganan elecciones –según
aseguran los asesores -, ni con ella se hacen negocios). Así se concibe que
aproximarse al entorno de la Verdad tiende a desubicar a los contendientes,
también a los que pulsan y rivalizan por la hegemonía de una Verdad única: La
suya propia (cuando lo hacen sin
concesiones; como le señalaba en franca decepción a Carmen Morodo: Para ella
las cifras mandan, pero no todas las cifras, solo aquellas que no cuestionan su
espacio de confort).
Parece que ese
es el verdadero problema a enfrentar: El espacio o Zona de Confort que cada
cual, desde las alturas, se va construyendo y que va siendo imitado y deseado
desde arriba hasta abajo, deseando todos su zona de confort y cuyos elementos
más esenciales no son de naturaleza espiritual/solidaria (ni siquiera de hermandad ni legalidad; como algunos o muchos de ellos
aseguran para justificarse y señalar que defienden la esencia de los valores
que ellos mismos aseguran que portaba la sangrienta república – da igual
referirse a la primera o a la segunda república, ambas tuvieron el mismo signo
sangriento). No hay en ese espacio de confort verdadero espíritu
republicano, ni el mínimo que se pueda vincular con los valores de la actual
Constitución – ni siquiera para los que vieran en la propia Constitución
española el reflejo evidente de haber sido el marco para esa Monarquía
Republicana del 78 que permitió el desarrollo del proyecto de la II República
bajo la protección de la Monarquía y con ello la garantía de la sumisión de un
ejército utilizado y concebido, desde hace dos siglos, para intervenir en
política. Ahí se halla el verdadero problema, en los espacios de confort, donde
se pueden observar que existe un verdadero sentido de esa casta que todos los
nuevos partidos iban señalando hasta que pudieron comprobar, en sus propias
vidas, y en sí mismos, que pertenecer a esos grupos “cambia la vida personal”.
Pero nada hay
allí que no exista en la sociedad circundante. Los espacios de confort existen
y se alcanzan de manera legítima o ilegítima; y según sea el signo y el camino
recorrido hasta llegar a él se puede, o se pudiera observar, si en el resto de camino que queda por
recorrer será posible que, ese espacio de confort, sea permeable a algo más que
a las cifras oficiales donde se ponen el foco como evidencia de problemas que
sí estamos autorizados a enfrentar (cifras que sí alcanzan la esfera mediática
señalando, indirectamente, que si Ud quiere mantener su espacio de confort
deberá “sintonizarse” con ese argumentario) y por el contrario, destacar cifras
y señalar cifras “inconvenientes” – 2.000 suicidios al año en España, al menos –
puede llevarle a salir del espacio de confort y encontrarse en un espacio de “tierra
de nadie” por no seguir las pautas de ese argumentario consensuado, cuyos
límites representan zonas y líneas rojas que pueden llevar a las personas a ser
señaladas fuera del marco democrático (incluso del constitucionalismo).
Si eso pasa con
las cifras, qué no pasará cuando lo que señalamos o pretendemos señalar es el “funcionamiento”
de un sistema, aparentemente consensuado, que legitima el “derecho” a usar y
utilizar o apropiarse de estudios y trabajos de particulares; en un proceso de “expropiación”
en el cual, una casta, o parte de ella, se considera legitimada para “robar” a
las personas sus trabajos y proyectos, su información personal…; y se utilizan
para ello el marco de instituciones públicas, Gobiernos autónomos y
Ayuntamientos (si lo hacen las empresas
privadas, por qué demonios no lo puede hacer el Estado?).
Parce absurdo
señalar esta situación pues hemos visto cómo la corrupción ha llegado a
extremos insospechados (haciendo posible
y probable la radicalización y polarización de las posibles soluciones,
ignorando que es propio de la condición humana meter la mano en el bolsillo
ajeno cuando no te ven o cuando hay un acuerdo transversal o implícito que lo
posibilita) – ladrones de cuello blanco que se ponían como ejemplos de “eruditos”
y sabios doctos, llenos de títulos universitarios y de menciones Honoríficas (miren la prensa española y cómo se ha parado
“de facto” cualquier investigación que lleve a profundizar en la
transversalidad con que se han “repartido” títulos y honores desde lo más alto
hasta lo más bajo, para que todos puedan construirse “legítimamente” su propio
espacio de confort – y quien señala
lo “inconveniente de “seguir por ese camino” lo hace desde el razonamiento
sencillo, suave y moderado, en un artículo en El País, porque de hacerlo con la
energía que realmente debiera hacerse dadas las consecuencias y magnitud de la “estafa
moral” organizada, vería peligrar el autor del propio artículo su propio
espacio de confort). Resultaron ser una “pandilla” de simples “rateros” tan
bajos y rufianes como los que asaltan a un tendero, o un kiosco de la Once, o a
un simple niño el dinero de su almuerzo en el patio del colegio….. Rufianes cualquiera
(como aquél que señala con 13 monedas “traición”
a quien contempla una posible solución que no le conviene, porque su espacio de
confort lo tiene ya concebido y aún no lo ha alcanzado) y algunos de ellos,
que aún persiste en su “legitimidad”, se proclaman republicanos y dispuestos a
subvertir el orden constitucional (aún
más si cabe, pues al igual que los que alegaran desde los puestos como
Consejeros en las Cajas de Ahorro, que desconocían los más mínimos principios
de economía, pero cobraban salarios escandalosos en nombre de partidos y
sindicatos, estos de ahora, ni siquiera conocen la esencia del proyecto del que
se han apropiado como “casta” legitimada y con acuerdo en Universidad; solo
parecen responder a un criterio: Me
enteré de la “movida” y me apunté a la misma – “O me incluís o la Lío”, parece
que fuera la consigna que se esparció en multitud de personajillos mediocres que
de repente, al entrar a un partido, pasaron de ser zoquetes estudiantes a
acumular títulos universitarios; pero cuando rascas a ver que aprendieron en
tanta carrera acumulada, resulta no haber nada).
Con aprenderse la respuesta….
apruebas todo en la vida (y en política más).
Así ocurría
cuando al concluir los exámenes veías que compañeros tuyos, antes de la firma,
escribían “Arriba España” – era la
respuesta idónea y esperada que abriría la puerta a un aprobado si no se había
estudiado. Ahora, la respuesta correcta es la “omertá” para alcanzar el
premio (y si algo sale un poco torcido
siempre le queda esa corriente interna que viene a señalar: Yo era más radical
y valiente que ninguno; pero me acojoné y me dediqué a comer y a engordar).
Es la zona de
confort la que no permite “ver” lo que otros vemos con tanta claridad y evidencia;
sobre todo en el resto de Europa respecto de España y que tanto les alarma. Es
el espacio de confort personal el que admite como “aceptable” la violencia
proporcionada al miedo que traslada una situación que puede modificar nuestro
espacio de confort personal. Por eso, la mayoría de vosotros, no tiene “ojos”
para ver la violencia gratuita e innecesaria con que se manejan ciertas
situaciones; sobre todo porque esa violencia, en el fondo, la aceptáis porque os
da seguridad en vuestro estado de confort personal.
Por eso mismo
la Morodo no “ve” la violencia implícita que existe en la muerte anual de más
de 2.000 suicidios, ni la violencia expresa en 65.000 personas privadas de
libertad sin haber cometido delito alguno y siendo medicada forzadamente y sin
apoyo jurídico ni sustento d e derechos (algo
que se consideraba intolerable en la transición y que alguno de aquellos
especialistas que se propusieron modificar esas circunstancias, se han visto,
en algunos casos, obligados a arrojar la toalla – algunos incluso suicidándose
también) Esa violencia tampoco la veis, ni siquiera la percibís, e incluso
mucho de vosotros la aceptáis como justificable; siendo más fácil salir bien librado si se es
un terrorista con crímenes violentos que una persona afectada por, incluso, un
simple estrés, como señalaba el país que sucedió con una jueza que llevaba el
caso del comisario Vallejo (eso lo dejo para un próximo artículo).
Que disfrutéis de vuestro espacio de confort;
y que sepáis que se asienta sobre una pirámide de sufrimiento de miles y miles
de personas (incluida no solo privaciones ilegales e intolerables a los ojos de
la legislación internacional, sino incluso de sufrimiento inocente; que os “aproveche”
lo que os dure, que espero que no sea mucho); por eso no podéis decir que
vuestros valores son republicanos; no lo son, son de casta; y prueba de ello es
que no veis más lo que como casta os interesa ver.
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