El último
programa de Évole aportaba criterio y algo de luz a parte del fondo social que
viene a definir, a mi juicio, rasgos esenciales de nuestra sociedad. Un preso
de los considerados peligrosos, respondía a las preguntas del famoso y atrevido
presentador de la “Sexta”. El personaje había formado parte, o había sido
referencia, en alguna medida, para la realización de la galardonada película “Celda
112”; incluso el protagonista de la misma le visitó y habló con él, buscando,
probablemente, en la conversación elementos de la personalidad del preso desde la
cual construir y consolidar un “personaje” cinematográfico capaz de conectar con
el público. La entrevista, como sonido de fondo mientras cenábamos, creaba un
cierto ambiente de “realidad” social circundante, de fondo, mucho más profunda
que la mayoría de los Tele/Show que a esa hora suelen poner en las cadenas
televisivas. Al preguntarle Évole sobre el ambiente carcelario, en un sistema
cerrado de máxima vigilancia donde apenas los presos ven a nadie – ni siquiera a quien les lleva la comida, pues
según el relato la pasan por una especie de abertura – el preso definía el
ambiente carcelario como un lugar donde lo primero que se evalúa por el entorno
es el rol del nuevo interno: Si es predador o presa. La definición del ambiente,
que él presentaba como básica, en su visión carcelaria, superaba las ficciones
y dramatizaciones de las películas, en especial Norteamericanas, pues mostraba
un rasgo que puede llegar a formar parte, y de hecho de alguna manera lo hace, en
las realidades de la sociedad cotidiana que a todos nos circunda cotidianamente;
por ello se puede vislumbrar que esa “normalidad” de concebir así la sociedad
carcelaria pudiera hallarse también en la sociedad cotidiana de manera más
común y frecuente de lo esperado en lo que definimos como sociedad democrática
avanzada (de ahí que ya desde tiempos de Cristo se hablara de “corderos” y “lobos”;
aquí, en el programa de Évole el preso utilizó un término más científico –
predadores y presas - a la definitiva el mismo término; en ese caso Jesús
manifestó esa frase en el contexto de “cambiar”, realizar un “cambio” en la
sociedad; un cambio que sería lo suficientemente profundo como para que una
parte del entorno social – probablemente esa que siempre considera que nada se
ha de cambiar y que todo está ya bien concebido – se “tensionara” hasta el
punto de, viendo en peligro su propio concepto de sociedad y, con él, el propio
status adquirido, se opusiera a dicho cambio poniendo en práctica todas sus “habilidades”,
“argucias” y “engaños” sobre unos discípulos que, llevados de la bondad de sus
creencias destinadas constituir una mejor sociedad para todos, acabaran siendo presas
fáciles, como “corderos”).
El miedo es un factor que es relevante y
siempre está presente, de una u otra manera, en nuestra sociedad. Es un
elemento que suele estar en todos los ambientes sociales y que, cuando es
concebido en sus términos apropiados, se incorpora de manera instintiva a
nuestro proceder cotidiano, haciéndonos positivamente previsible la sociedad
circundante y así desarrollar una vida normalizada, y con plenitud nuestras
capacidades personales y aportarlas a la sociedad. La proporción y la
proporcionalidad parece ser la clave en este factor, pues el desequilibrio de
ello en los ambientes familiares puede llevar a pasar, a algunos de sus
miembros, por experiencias traumáticas. Se puede considerar habitual las sensaciones
de “lo injusto” en los entornos formativos por parte de los alumnos, en lo que
consideramos una etapa formativa que determinará, casi sin duda, el rol social que
se tendrá en el futuro; por ello estar presente en esa etapa, apoyando a los
hijos, haciéndoles ver las causas de los “desencuentros”, cómo afrontarlas, qué
herramientas tienen a su disposición, y atender sus necesidades emocionales
para que puedan aprender a encontrar, dentro de sí, las fortalezas que le
permitirán desarrollar estrategias para vivir en una sociedad que, por
avanzada, no deja de ser compleja y a veces difícil (porque ser buena persona, tener buenos sentimientos, incluso tener
buenas ideas y capacidad para desarrollarlas, no es garantía, en sí mismo, de
éxito si no existe el apoyo e implicación familiar). Así que concebir que
se pueden “echar” los hijos al mundo para que ellos por su cuenta “aprendan” y “disciernan”
el mundo que les rodea, sin más soporte que palizas – ni soporte afectivo, ni
emocional, ni intentar racionalizar las adversidades… ellos solos ante el nuevo
mundo - no parece que se pueda concebir como una buena estrategia al respecto;
y mucho menos si, en esa actitud meramente fiscalizadora de la familia, se
acaba por no permitir ninguna intimidad, ni siquiera poseer regalos o detalles
de otras personas, entrar en el cuarto intempestivamente, rebuscar entre los
objetos personales de los hijos… generando una idea en ellos de permanente dependencia
en la que no pueden dar un paso – ni siquiera
ya de adultos – sin la fiscalización culpabilizadora y desconfiada de ese
entorno materno. No es de extrañar que miembros de la familia se marcharan a
estudiar carreras fuera de la propia ciudad, donde también se hallaban esos
estudios, con la finalidad aparente de huir de ese entorno; o que otros
miembros se sintieran engañados por verse obligados a estudiar lo que el
entorno materno señalaba como “necesario y procedente” mejor futuro –
abandonando los estudios y teniendo que irse a pasar una temporada fuera del
entorno materno para “digerir” esa realidad de un entorno controlador, y descubrir, desde esa soledad, que las personas tienen sus propias capacidades, sus propios dones para
unas cosas y no otras, sus propios gustos… y en ese tiempo discernir entre
tener que seguir subyugado o armarse de valor para contradecir al entorno
materno, aunque sea saliendo de casa casi solo con lo puesto y un triste
trabajo de repartidor (ahí mostró el
genio, y su capacidad para llegar a dirigir la unidad de una empresa y mantener
una distancia lo suficientemente prudencial, para defender su intimidad
personal de ese entorno dominador y anulador de voluntades) y viéndose el entorno materno en trance de perder
toda influencia sobre parte de su prole decidió, simplemente, comprarla; y así
dar por bueno todo los sinsabores vividos – y
señalados - en el pasado y presentarlos como normalidad que en todas las
familias se da; que por cierto es la frase favorita empleada para nunca volver
sobre los pasos ya dados y sus consecuencias; aunque en este caso concreto que
ocupa sea ello necesario de alguna manera, porque los excesos causados sobre él
así lo requieren; pero ni ese entorno lo reconoce ni deja a los técnicos (psicoterapeutas)
realizar su trabajo con normalidad; y para generar más confusión hace un “tuto
revolution” mezclando familias y señalando personajes…. Cualquier cosa que no
ponga el foco sobre ese entorno materno y cómo ha gestionado, ella sola, una
situación hasta llegar a este extremo de ya no poderlo ocultar y jugar a una
gran confusión generalizada, pero eso sí, calculada por años de ejercicio y
práctica (y de conocimiento del personal
que le rodea y sus puntos débiles).
Sin embargo sigue siendo posible que para muchas familias el miedo que preside
la evolución de los hijos para adaptarse a la sociedad vean como “normal” este
tipo de actuaciones, sin reparar en que una cosa es dar un cache, o algo más y
otras hacerles orinar de miedo (hay
diferencia) y adujeran que ello
pertenece al pasado (una actitud como
esta tal vez se llegara a entender desde el miedo vivido en una posguerra,
sobre todo si nadie ampara; pero es obvio que no es el caso, no lo parece, y
habría que buscar otras causas para esa conducta familiar desmedida); sí,
pero las consecuencias de ese pasado, a veces, se muestran tan adversas que
llegan al presente de manera bien adversa, por lo que difícilmente se pueden
superar sin entrar en el pasado y con apoyo técnico, porque el propio entorno
materno se encargó de bloquear cualquier otra opción que le permita al así
tratado realizar una introspección (que
sea respetada por ese mismo entorno materno) para dilucidar su situación desde
sus propios parámetros y desde ahí reconstruirse (ese entorno tampoco lo permite, ni lo facilita y acudió a los técnicos
para poner punto y final a ese trayecto con la fuerza de la justicia y de la
policía). De ahí la sensación de grave injusticia sufrida y de sensación de
tener todos los caminos cortados por el así afectado (pues en una situación normalizada, cuando la visión del entorno se ha
encaminado de esa manera desde la infancia y perdura sin facilitar solución
alguna, solo quedaría denunciarla en términos jurídicos, pero ahí se hallan los
lazos emocionales y los sentimientos de culpa y el miedo instalado generando bifurcaciones
para evitar hacer frente a una situación que resulta extremadamente dolorosa;
así actúa la mente para proteger a la persona de semejante dolor, aunque le
produzca otro tipo de sufrimiento y penalidades).
Tranquilo,
después de la escapada de un día, y después de dormir en casa de su padre, y
seguir buscando soluciones rápidas – que es
el vértigo que siempre se le impuso desde el entorno familiar – una conversación
con su madre pone el acento en que “tema” vivir con su padre (le sugiere, sutilmente, que le vigile la
salud mental del padre, pues llegamos a la primavera; aunque su padre nunca
sufrió un percance así en primavera, pero como los libros médicos así lo
aseguran no importa, para nada, cualquier otra realidad; el conocimiento es
neutral y su madre es portador del mismo). Lo hablamos y concibe claramente
que quien le genera miedo (psicosis) es su madre, pero piensa que es mejor
denunciar a los médicos (claro, en su
lógica "bifurca" y no sin cierta razón - deberían haber sido estos quienes hubieran puesto la solución, pero aún
no repara en las limitaciones con que el ambiente familiar limita los
tratamientos y hasta los frustra; de ahí que alguno psicoterapeuta particular
le cerrara al hijo la puerta en las narices y no le permitiera realizar la
segunda consulta, soltándole una frase lapidaria que terminó por ser
considerada, probablemente, como una acusación directa al entorno materno y
consecuente visionada como peligro cuando el hijo lo narrara a la madre); de ahí los tumbos
de consulta en consulta, durante años, hasta llegar a un entorno más permeable
a la visión materna: La Seguridad Social y su visión “fiscalizadora” más que
terapéutica – no tendría que poner un
ejemplo político de ello, pero viene al caso para mostrar esa vertiente que no
siempre queremos ver, recordar que el proyecto de ley de Gallardón iba por ese
camino para controlar los abortos en las mujeres: Obligarlas a pasar por
evaluación psiquiátrica; de ahí a un tratamiento no había ya más que un paso.
El caso se vislumbra lo suficientemente complejo como para que cualquier médico se
preste a un esfuerzo indefinido y determinante para una solución positiva para el paciente,
no quedando más recurso, ante el bloqueo materno (y las evidencias del paciente), que el uso finalista de “mordaza
medicalizada” – que por otro lado es lo
que siempre pretendió ese entorno materno; o la alternativa del encierro
permanente. Pero el muchacho es inteligente, lo ve venir, de ahí que se
haga receptor de la idea de una solución urgente (en contra del itinerario terapéutico que se resumen y tranquilidad y
buenos alimentos hasta terminar la convalecencia; de ahí la situación determinada
por la acción del entorno materno y
de quienes sintonicen con él por uno u otro motivo).
Ignorar que la
situaciones se repiten, incluso con gran parte de los mismos protagonistas no
sirvió para realizar una retrospectiva de aquella situación pasada de hace
muchos años – ni siquiera un mínimo
acercamiento a las circunstancias dadas en la Guerra Civil; aquello quedó
relatado en su momento por eso no hay ya motivo en retornar (tal vez ser del bando republicano y ser
encarcelado por largarse del frente con el billete de lotería premiado – apenas
20 años antes con dinero uno se salvaba de ir a la guerra y eso le pudiera
confundir o vete a saber qué; aunque a mi persona sí le hubiera gustado re-visionar
aquellos papeles en que se concretara y se narrara el motivo de la pena y
ejecución). Sobre todo porque no siempre en los papeles judiciales se narra
toda la verdad, como se señala en la situación en que abogados y letrados de las
partes afectadas decidieran obviar que la fiesta dada en casa de una madre para
que asistieran los hijos adolescentes de las amigas estaba presidida por el alcohol
(por aquello de, posiblemente, que se
vayan haciendo hombrecitos), cuando uno de los chicos decidió sacar una
escopeta de perdigones (probablemente sólo el hijo de la propietaria de la casa, que no se sabe donde estaba, conociera el lugar o el armario) para hacer puntería, todos, desde la galería o ventana (posiblemente para que la propia juez no lo
sepa o no le conste y no haya necesidad de ir más lejos; a pesar que los testimonios desdicieran, pero según unos letrados ese tipo de procedimientos, al menos entonces, no permitían una apelación o revisión).
Parece claro que
prohibirle al muchacho llorar en el hospital no señalaría otra cosa que buscar
el deseo de que apriete los dientes y “estallase”, de alguna manera, tal vez lo
suficiente aparatosa para acreditar lo pretendido por el entorno materno y
cumplir su fin. Lo evitamos, pero parece solución recurrente en nuestra
sociedad. Bastaría recordar los relatos vinculados con “Código Rojo” en el blog
(rememorando al sindicalista de
izquierdas acercándose para ver si yo era permeable a vincularme con su partido
después de ser consciente, mi persona, de lo acontecido). Pero sé cuál es
el final de esas vinculaciones políticas, a la definitiva, aceptar lo “inevitable”
que a unos y otros les sucede (aunque no todos perciban o se acerquen a
percibir el motivo de fondo y suele ser, en ambientes políticos, mucho más perceptible, pero no se divulga con el deseo de hacer que la sociedad permanezca feliz en su “ignorancia” considerando todo
circunstancias o situaciones casuales), en este caso sería desde una “perspectiva
común”, y encauzar, así, el dolor, la frustración y el rencor al servicio de
ese partido; no gracias, ya lo conozco, sobre todo porque vislumbro que el
cambio de postura de la ex respecto del marido viene de la misma idea, aunque
en este caso ejercida, supuestamente, por un alto funcionario cuando sus
recursos para influir sobre la sociedad, e incluso sobre el mundo político, eran
inmensamente desproporcionados como para ejercer una mínima resistencia (y tal
vez algo de ese inmenso poder le quede aún desde la posición de seguridad que le
da la jubilación) (probablemente por
apoyar al marido en todo – que es lo que hacen los matrimonios) pero es una
conjetura que otros más profesionales pudieran acreditar mejor que yo por tener
una experiencia más larga, aunque es obvio que, a quien molesta, lo primero que
se hace es “tentarle” a la familia, y desde ahí proceder.
No sólo los profesionales médicos vislumbran
las potenciales dificultades, de alguna manera, también los letrados, sobre
todo cuando ya tienen experiencia, vislumbran que cierto tipo de conflictos
vienen de lejos y se sustentan como “se sustentan” en el tiempo, probablemente
porque la “acción” inicial no fue reconducida en su momento (y aunque a veces usen de ese argumento para
reprochar al cliente, y cuando este responde y señala que sí hubo profesionales
que no actuaron, toca callar y valorar la magnitud del problema y cómo abordarlo,
y las consecuencias de ello; así se concibe que haya profesionales que se
sujeten, exclusivamente, al criterio de ejercer por contraprestación económica
de sus servicios, pues es un concepto aséptico).
Estamos en una
situación similar, ahora, y en una coyuntura a la que debe dársele visibilidad;
de ahí que conociendo cómo se funciona en una situación como la señalada (y de la cual la prensa se suele hacer eco a
toro pasado) con casos que resultan espeluznantes al sentido común – de los cuales ya hice referencia de
artículos al efecto publicados por “El País” y que se pueden hallar en este
blog – y que los letrados que defienden esas prácticas médicas erróneas y
fatales acaban hablando de muerte súbita, ante la admiración de cualquier
persona e incluso de compañeros profesionales que, eso sí, algunos de ellos se
guardan de que el propio medio periodístico dé sus nombres; por algo será; así
que es concebible que los letrados del entorno jurídico materno busquen inducir
a temor al personal profesional que atendió al muchacho con la finalidad de
hacerles ver que la mejor solución a una visibilidad, de este asunto, sea pasar
por la estrategia jurídica materna y así salvar la situación profesional. El
caso recordaría a lo señalado en la fiesta para adolescentes, que ya me referí,
con la ocultación a la jueza, en la instrucción, de las bebidas alcohólicas
servidas por una madre, adulta, que la organizó y que parece que luego se
marchó. Por ello el artículo anterior lo inicié señalando las pugnas entre
filosofías que se dieron en China y de las que venció el “legalismo” (que entre otras peculiaridades es definido
con ausencia de moral, pues lo prioritario es mantener el Estado y el control
sobre los ciudadanos).
Así que para
ver cómo se puede sostener una situación de esta naturaleza sobre un joven,
dificultando una salida positiva y normalizada, bastaría con remontarse al “origen”
de las divergencias – origen de verdad y
que se puede extraer de la lectura del blog. Desde ahí ir observando qué
tipo de “alianzas” se pudieron ir construyendo (alianzas algunas aparentemente ingenuas, otras por el contrario sólidas
y permanentes, otras puntuales y circunstanciales; y otras, una vez
descubiertas, desmontadas) y cómo otras estructuras que pudieron percibir
esta situaciones de vulnerabilidad pudieron intentar o sacar réditos concretos.
Por ello, de alguna manera, llegar a mostrar estas evidencias, al menos, podría
proteger a inocentes; esa es la esperanza.
Mientras tanto
la influencia materna sigue buscando consolidar el temor en el muchacho, como
señalaba al principio, para que esté donde esté, aun en casa de su padre, nunca
disponga de una tregua o tranquilidad. Desde luego, que un entorno materno se
comporte como depredador de uno de sus miembros resulta, al menos chocante y
digno de examinar, porque este entorno, a diferencia de otros (donde son los factores de miedos o
rivalidades los que se activan desde “fuera” para movilizar; aunque parece
obvio que es imposible desvincular la rivalidad de actuaciones de esta
naturaleza, tal y como aquí se expresan y relatan; y prueba de ello es que hay entornos
que funcionan de manera bien distinta) actúa con premeditación,
afirmaciones de venganza sobre el muchacho (“a hierro mata a hierro muere”) y asesoramiento legal (y desde luego sin temor a represalias; lo que invita a mirar hacia
arriba). (Salvando, de todo ello, los
años que ese entorno estuvo aceptando pasar por residentes y domiciliados a
personas a las que asesoraba para adquirir ciertos derechos, aunque ya estaba
en vigor que cualquier persona podría
poner su domicilio de correspondencia en un Centro de Servicios Sociales y ser
ahí aconsejado; ello señalaría, también de alguna manera, una situación hasta
cierto punto clientelar de la cual no se conoce el alcance o la profundidad;
tenemos un estado de bienestar que funciona, en principio, desde el trato igual
para todos y bajo parámetros bien definidos para acceder a ayudas, así que no
se entiende el motivo por el cual durante tiempo se pudiera haber podido
constituir una especie de asesoría amistosa paralela, pretendidamente con el
conocimiento de los Servicios Sociales, pues había cierta comunicación y relación
laboral entre ambos a causa de sus condiciones de funcionarios).
En cualquier caso
a este asunto no le falta de nada, si fuera una novela y todo ficción, que
lamentablemente no lo es; y sí parece visualizarse con claridad que se gestiona
desde la perspectiva de Predatores y Presas.
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