Miguel Ángel Ibáñez Gómez - maiges_ps@hotmail.com

Atribución-No Comercial (CC BY-NC) Cc-by new.svg Cc-nc.svg

Translate

Translate

lunes, 2 de marzo de 2020

Predatores y Presas



El último programa de Évole aportaba criterio y algo de luz a parte del fondo social que viene a definir, a mi juicio, rasgos esenciales de nuestra sociedad. Un preso de los considerados peligrosos, respondía a las preguntas del famoso y atrevido presentador de la “Sexta”. El personaje había formado parte, o había sido referencia, en alguna medida, para la realización de la galardonada película “Celda 112”; incluso el protagonista de la misma le visitó y habló con él, buscando, probablemente, en la conversación elementos de la personalidad del preso desde la cual construir y consolidar un “personaje” cinematográfico capaz de conectar con el público. La entrevista, como sonido de fondo mientras cenábamos, creaba un cierto ambiente de “realidad” social circundante, de fondo, mucho más profunda que la mayoría de los Tele/Show que a esa hora suelen poner en las cadenas televisivas. Al preguntarle Évole sobre el ambiente carcelario, en un sistema cerrado de máxima vigilancia donde apenas los presos ven a nadie – ni siquiera a quien les lleva la comida, pues según el relato la pasan por una especie de abertura – el preso definía el ambiente carcelario como un lugar donde lo primero que se evalúa por el entorno es el rol del nuevo interno: Si es predador o presa. La definición del ambiente, que él presentaba como básica, en su visión carcelaria, superaba las ficciones y dramatizaciones de las películas, en especial Norteamericanas, pues mostraba un rasgo que puede llegar a formar parte, y de hecho de alguna manera lo hace, en las realidades de la sociedad cotidiana que a todos nos circunda cotidianamente; por ello se puede vislumbrar que esa “normalidad” de concebir así la sociedad carcelaria pudiera hallarse también en la sociedad cotidiana de manera más común y frecuente de lo esperado en lo que definimos como sociedad democrática avanzada  (de ahí que ya desde tiempos de Cristo se hablara de “corderos” y “lobos”; aquí, en el programa de Évole el preso utilizó un término más científico – predadores y presas - a la definitiva el mismo término; en ese caso Jesús manifestó esa frase en el contexto de “cambiar”, realizar un “cambio” en la sociedad; un cambio que sería lo suficientemente profundo como para que una parte del entorno social – probablemente esa que siempre considera que nada se ha de cambiar y que todo está ya bien concebido – se “tensionara” hasta el punto de, viendo en peligro su propio concepto de sociedad y, con él, el propio status adquirido, se opusiera a dicho cambio poniendo en práctica todas sus “habilidades”, “argucias” y “engaños” sobre unos discípulos que, llevados de la bondad de sus creencias destinadas constituir una mejor sociedad para todos, acabaran siendo presas fáciles, como “corderos”).
 El miedo es un factor que es relevante y siempre está presente, de una u otra manera, en nuestra sociedad. Es un elemento que suele estar en todos los ambientes sociales y que, cuando es concebido en sus términos apropiados, se incorpora de manera instintiva a nuestro proceder cotidiano, haciéndonos positivamente previsible la sociedad circundante y así desarrollar una vida normalizada, y con plenitud nuestras capacidades personales y aportarlas a la sociedad. La proporción y la proporcionalidad parece ser la clave en este factor, pues el desequilibrio de ello en los ambientes familiares puede llevar a pasar, a algunos de sus miembros, por experiencias traumáticas. Se puede considerar habitual las sensaciones de “lo injusto” en los entornos formativos por parte de los alumnos, en lo que consideramos una etapa formativa que determinará, casi sin duda, el rol social que se tendrá en el futuro; por ello estar presente en esa etapa, apoyando a los hijos, haciéndoles ver las causas de los “desencuentros”, cómo afrontarlas, qué herramientas tienen a su disposición, y atender sus necesidades emocionales para que puedan aprender a encontrar, dentro de sí, las fortalezas que le permitirán desarrollar estrategias para vivir en una sociedad que, por avanzada, no deja de ser compleja y a veces difícil (porque ser buena persona, tener buenos sentimientos, incluso tener buenas ideas y capacidad para desarrollarlas, no es garantía, en sí mismo, de éxito si no existe el apoyo e implicación familiar). Así que concebir que se pueden “echar” los hijos al mundo para que ellos por su cuenta “aprendan” y “disciernan” el mundo que les rodea, sin más soporte que palizas – ni soporte afectivo, ni emocional, ni intentar racionalizar las adversidades… ellos solos ante el nuevo mundo - no parece que se pueda concebir como una buena estrategia al respecto; y mucho menos si, en esa actitud meramente fiscalizadora de la familia, se acaba por no permitir ninguna intimidad, ni siquiera poseer regalos o detalles de otras personas, entrar en el cuarto intempestivamente, rebuscar entre los objetos personales de los hijos… generando una idea en ellos de permanente dependencia en la que no pueden dar un paso – ni siquiera ya de adultos – sin la fiscalización culpabilizadora y desconfiada de ese entorno materno. No es de extrañar que miembros de la familia se marcharan a estudiar carreras fuera de la propia ciudad, donde también se hallaban esos estudios, con la finalidad aparente de huir de ese entorno; o que otros miembros se sintieran engañados por verse obligados a estudiar lo que el entorno materno señalaba como “necesario y procedente” mejor futuro – abandonando los estudios y teniendo que irse a pasar una temporada fuera del entorno materno para “digerir” esa realidad de un entorno controlador, y descubrir, desde esa soledad, que las personas tienen sus propias capacidades, sus propios dones para unas cosas y no otras, sus propios gustos… y en ese tiempo discernir entre tener que seguir subyugado o armarse de valor para contradecir al entorno materno, aunque sea saliendo de casa casi solo con lo puesto y un triste trabajo de repartidor (ahí mostró el genio, y su capacidad para llegar a dirigir la unidad de una empresa y mantener una distancia lo suficientemente prudencial, para defender su intimidad personal de ese entorno dominador y anulador de voluntades) y viéndose el entorno materno en trance de perder toda influencia sobre parte de su prole decidió, simplemente, comprarla; y así dar por bueno todo los sinsabores vividos – y señalados - en el pasado y presentarlos como normalidad que en todas las familias se da; que por cierto es la frase favorita empleada para nunca volver sobre los pasos ya dados y sus consecuencias; aunque en este caso concreto que ocupa sea ello necesario de alguna manera, porque los excesos causados sobre él así lo requieren; pero ni ese entorno lo reconoce ni deja a los técnicos (psicoterapeutas) realizar su trabajo con normalidad; y para generar más confusión hace un “tuto revolution” mezclando familias y señalando personajes…. Cualquier cosa que no ponga el foco sobre ese entorno materno y cómo ha gestionado, ella sola, una situación hasta llegar a este extremo de ya no poderlo ocultar y jugar a una gran confusión generalizada, pero eso sí, calculada por años de ejercicio y práctica (y de conocimiento del personal que le rodea y sus puntos débiles). Sin embargo sigue siendo posible que para muchas familias el miedo que preside la evolución de los hijos para adaptarse a la sociedad vean como “normal” este tipo de actuaciones, sin reparar en que una cosa es dar un cache, o algo más y otras hacerles orinar de miedo (hay diferencia) y adujeran que  ello pertenece al pasado (una actitud como esta tal vez se llegara a entender desde el miedo vivido en una posguerra, sobre todo si nadie ampara; pero es obvio que no es el caso, no lo parece, y habría que buscar otras causas para esa conducta familiar desmedida); sí, pero las consecuencias de ese pasado, a veces, se muestran tan adversas que llegan al presente de manera bien adversa, por lo que difícilmente se pueden superar sin entrar en el pasado y con apoyo técnico, porque el propio entorno materno se encargó de bloquear cualquier otra opción que le permita al así tratado realizar una introspección (que sea respetada por ese mismo entorno materno) para dilucidar su situación desde sus propios parámetros y desde ahí reconstruirse (ese entorno tampoco lo permite, ni lo facilita y acudió a los técnicos para poner punto y final a ese trayecto con la fuerza de la justicia y de la policía). De ahí la sensación de grave injusticia sufrida y de sensación de tener todos los caminos cortados por el así afectado (pues en una situación normalizada, cuando la visión del entorno se ha encaminado de esa manera desde la infancia y perdura sin facilitar solución alguna, solo quedaría denunciarla en términos jurídicos, pero ahí se hallan los lazos emocionales y los sentimientos de culpa y el miedo instalado generando bifurcaciones para evitar hacer frente a una situación que resulta extremadamente dolorosa; así actúa la mente para proteger a la persona de semejante dolor, aunque le produzca otro tipo de sufrimiento y penalidades).
Tranquilo, después de la escapada de un día, y después de dormir en casa de su padre, y seguir buscando soluciones rápidas – que es el vértigo que siempre se le impuso desde el entorno familiar – una conversación con su madre pone el acento en que “tema” vivir con su padre (le sugiere, sutilmente, que le vigile la salud mental del padre, pues llegamos a la primavera; aunque su padre nunca sufrió un percance así en primavera, pero como los libros médicos así lo aseguran no importa, para nada, cualquier otra realidad; el conocimiento es neutral y su madre es portador del mismo). Lo hablamos y concibe claramente que quien le genera miedo (psicosis) es su madre, pero piensa que es mejor denunciar a los médicos (claro, en su lógica "bifurca"  y no sin cierta razón - deberían haber sido estos quienes hubieran puesto la solución, pero aún no repara en las limitaciones con que el ambiente familiar limita los tratamientos y hasta los frustra; de ahí que alguno psicoterapeuta particular le cerrara al hijo la puerta en las narices y no le permitiera realizar la segunda consulta, soltándole una frase lapidaria que terminó por ser considerada, probablemente, como una acusación directa al entorno materno y consecuente visionada como peligro cuando el hijo lo narrara a la madre); de ahí los tumbos de consulta en consulta, durante años, hasta llegar a un entorno más permeable a la visión materna: La Seguridad Social y su visión “fiscalizadora” más que terapéutica – no tendría que poner un ejemplo político de ello, pero viene al caso para mostrar esa vertiente que no siempre queremos ver, recordar que el proyecto de ley de Gallardón iba por ese camino para controlar los abortos en las mujeres: Obligarlas a pasar por evaluación psiquiátrica; de ahí a un tratamiento no había ya más que un paso. El caso se vislumbra lo suficientemente complejo como para que cualquier médico se preste a un esfuerzo indefinido y determinante para una solución positiva para el paciente, no quedando más recurso, ante el bloqueo materno (y las evidencias del paciente), que el uso finalista de “mordaza medicalizada” – que por otro lado es lo que siempre pretendió ese entorno materno; o la alternativa del encierro permanente. Pero el muchacho es inteligente, lo ve venir, de ahí que se haga receptor de la idea de una solución urgente (en contra del itinerario terapéutico que se resumen y tranquilidad y buenos alimentos hasta terminar la convalecencia; de ahí la situación determinada por la acción del entorno materno y de quienes sintonicen con él por uno u otro motivo).
Ignorar que la situaciones se repiten, incluso con gran parte de los mismos protagonistas no sirvió para realizar una retrospectiva de aquella situación pasada de hace muchos años – ni siquiera un mínimo acercamiento a las circunstancias dadas en la Guerra Civil; aquello quedó relatado en su momento por eso no hay ya motivo en retornar (tal vez ser del bando republicano y ser encarcelado por largarse del frente con el billete de lotería premiado – apenas 20 años antes con dinero uno se salvaba de ir a la guerra y eso le pudiera confundir o vete a saber qué; aunque a mi persona sí le hubiera gustado re-visionar aquellos papeles en que se concretara y se narrara el motivo de la pena y ejecución). Sobre todo porque no siempre en los papeles judiciales se narra toda la verdad, como se señala en la situación en que abogados y letrados de las partes afectadas decidieran obviar que la fiesta dada en casa de una madre para que asistieran los hijos adolescentes de las amigas estaba presidida por el alcohol (por aquello de, posiblemente, que se vayan haciendo hombrecitos), cuando uno de los chicos decidió sacar una escopeta de perdigones (probablemente sólo el hijo de la propietaria de la casa, que no se sabe donde estaba, conociera el lugar o el armario)  para hacer puntería, todos, desde la galería o ventana (posiblemente para que la propia juez no lo sepa o no le conste y no haya necesidad de ir más lejos; a pesar que los testimonios desdicieran, pero según unos letrados ese tipo de procedimientos, al menos entonces, no permitían una apelación o revisión).  
Parece claro que prohibirle al muchacho llorar en el hospital no señalaría otra cosa que buscar el deseo de que apriete los dientes y “estallase”, de alguna manera, tal vez lo suficiente aparatosa para acreditar lo pretendido por el entorno materno y cumplir su fin. Lo evitamos, pero parece solución recurrente en nuestra sociedad. Bastaría recordar los relatos vinculados con “Código Rojo” en el blog (rememorando al sindicalista de izquierdas acercándose para ver si yo era permeable a vincularme con su partido después de ser consciente, mi persona, de lo acontecido). Pero sé cuál es el final de esas vinculaciones políticas, a la definitiva, aceptar lo “inevitable” que  a unos y otros les sucede (aunque no todos perciban o se acerquen a percibir el motivo de fondo y suele ser, en ambientes políticos, mucho más perceptible, pero no se divulga con el deseo de hacer que la sociedad permanezca feliz en su “ignorancia” considerando todo circunstancias o situaciones casuales), en este caso sería desde una “perspectiva común”, y encauzar, así, el dolor, la frustración y el rencor al servicio de ese partido; no gracias, ya lo conozco, sobre todo porque vislumbro que el cambio de postura de la ex respecto del marido viene de la misma idea, aunque en este caso ejercida, supuestamente, por un alto funcionario cuando sus recursos para influir sobre la sociedad, e incluso sobre el mundo político, eran inmensamente desproporcionados como para ejercer una mínima resistencia (y tal vez algo de ese inmenso poder le quede aún desde la posición de seguridad que le da la jubilación) (probablemente por apoyar al marido en todo – que es lo que hacen los matrimonios) pero es una conjetura que otros más profesionales pudieran acreditar mejor que yo por tener una experiencia más larga, aunque es obvio que, a quien molesta, lo primero que se hace es “tentarle” a la familia, y desde ahí proceder.
 No sólo los profesionales médicos vislumbran las potenciales dificultades, de alguna manera, también los letrados, sobre todo cuando ya tienen experiencia, vislumbran que cierto tipo de conflictos vienen de lejos y se sustentan como “se sustentan” en el tiempo, probablemente porque la “acción” inicial no fue reconducida en su momento (y aunque a veces usen de ese argumento para reprochar al cliente, y cuando este responde y señala que sí hubo profesionales que no actuaron, toca callar y valorar la magnitud del problema y cómo abordarlo, y las consecuencias de ello; así se concibe que haya profesionales que se sujeten, exclusivamente, al criterio de ejercer por contraprestación económica de sus servicios, pues es un concepto aséptico).
Estamos en una situación similar, ahora, y en una coyuntura a la que debe dársele visibilidad; de ahí que conociendo cómo se funciona en una situación como la señalada (y de la cual la prensa se suele hacer eco a toro pasado) con casos que resultan espeluznantes al sentido común – de los cuales ya hice referencia de artículos al efecto publicados por “El País” y que se pueden hallar en este blog – y que los letrados que defienden esas prácticas médicas erróneas y fatales acaban hablando de muerte súbita, ante la admiración de cualquier persona e incluso de compañeros profesionales que, eso sí, algunos de ellos se guardan de que el propio medio periodístico dé sus nombres; por algo será; así que es concebible que los letrados del entorno jurídico materno busquen inducir a temor al personal profesional que atendió al muchacho con la finalidad de hacerles ver que la mejor solución a una visibilidad, de este asunto, sea pasar por la estrategia jurídica materna y así salvar la situación profesional. El caso recordaría a lo señalado en la fiesta para adolescentes, que ya me referí, con la ocultación a la jueza, en la instrucción, de las bebidas alcohólicas servidas por una madre, adulta, que la organizó y que parece que luego se marchó. Por ello el artículo anterior lo inicié señalando las pugnas entre filosofías que se dieron en China y de las que venció el “legalismo” (que entre otras peculiaridades es definido con ausencia de moral, pues lo prioritario es mantener el Estado y el control sobre los ciudadanos).
Así que para ver cómo se puede sostener una situación de esta naturaleza sobre un joven, dificultando una salida positiva y normalizada, bastaría con remontarse al “origen” de las divergencias – origen de verdad y que se puede extraer de la lectura del blog. Desde ahí ir observando qué tipo de “alianzas” se pudieron ir construyendo (alianzas algunas aparentemente ingenuas, otras por el contrario sólidas y permanentes, otras puntuales y circunstanciales; y otras, una vez descubiertas, desmontadas) y cómo otras estructuras que pudieron percibir esta situaciones de vulnerabilidad pudieron intentar o sacar réditos concretos. Por ello, de alguna manera, llegar a mostrar estas evidencias, al menos, podría proteger a inocentes; esa es la esperanza.
Mientras tanto la influencia materna sigue buscando consolidar el temor en el muchacho, como señalaba al principio, para que esté donde esté, aun en casa de su padre, nunca disponga de una tregua o tranquilidad. Desde luego, que un entorno materno se comporte como depredador de uno de sus miembros resulta, al menos chocante y digno de examinar, porque este entorno, a diferencia de otros (donde son los factores de miedos o rivalidades los que se activan desde “fuera” para movilizar; aunque parece obvio que es imposible desvincular la rivalidad de actuaciones de esta naturaleza, tal y como aquí se expresan y relatan; y prueba de ello es que hay entornos que funcionan de manera bien distinta) actúa con premeditación, afirmaciones de venganza sobre el muchacho (“a hierro mata a hierro muere”) y asesoramiento legal (y desde luego sin temor a represalias; lo que invita a mirar hacia arriba). (Salvando, de todo ello, los años que ese entorno estuvo aceptando pasar por residentes y domiciliados a personas a las que asesoraba para adquirir ciertos derechos, aunque ya estaba en vigor  que cualquier persona podría poner su domicilio de correspondencia en un Centro de Servicios Sociales y ser ahí aconsejado; ello señalaría, también de alguna manera, una situación hasta cierto punto clientelar de la cual no se conoce el alcance o la profundidad; tenemos un estado de bienestar que funciona, en principio, desde el trato igual para todos y bajo parámetros bien definidos para acceder a ayudas, así que no se entiende el motivo por el cual durante tiempo se pudiera haber podido constituir una especie de asesoría amistosa paralela, pretendidamente con el conocimiento de los Servicios Sociales, pues había cierta comunicación y relación laboral entre ambos a causa de sus condiciones de funcionarios).
En cualquier caso a este asunto no le falta de nada, si fuera una novela y todo ficción, que lamentablemente no lo es; y sí parece visualizarse con claridad que se gestiona desde la perspectiva de Predatores y Presas.  

No hay comentarios: