Miguel Ángel Ibáñez Gómez - maiges_ps@hotmail.com

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lunes, 9 de abril de 2012

Otro lado (algo con lo que no se contaba, pero que se intuía que estaba) )



             Escribiendo “Maravillas de la Humanidad” (que sigue sin estar acabada), medité en nuestro río Ebro, y en el afluente que desemboca en (Huerva); e imaginé hombres primitivos cazando con lanzas los pececitos con que alimentar a la gente de su poblado próximo. Los había de todas las edades – incluso había quien usaba arcos de flechas. Todos sobre las piedras del lecho mirando más allá de la superficie del río el movimiento de los peces. - ¡Claro!, de todos es sabido que en la confluencias de aguas hay pescado – me dijo un entendido cuando le trasladé mi visión en forma de pregunta. Y pienso en la distancia que existe entre dar por ciertos los conocimientos oficiales o experimentar los mismos individualmente y luego saborear la satisfacción de la revelación.

             No es la primera vez; así me pasó con el proyecto Conservacionista. Me tiré dos años de trabajos intensos (Convenio Conservacionista – para los sindicatos y luego los cuatro volúmenes para nivel político más un proyecto práctico con el fin de hacer permeable la voluntad del consumidor en las decisiones económicas) de trabajo y luego, con posterioridad, hice los cursos de medioambiente para comprobar que el campo explorado seguía virgen (y en efecto lo estaba).

             Primero es la creencia, la Fe, y luego la comprobación de la misma. Pero para el mundo que nos rodea es al revés: Primero los conocimientos que tenemos y luego crear o creer (camino imposible, pues los conocimientos se expresan en forma de dogmas inmutables que limitan y cierran todos las puertas a la imaginación y así la imaginación queda castrada - o al menos encapsulada). Creo que siempre hay que apelar a los que siguen el primer camino, el de la imaginación,  para la “exploración” del mundo que nos rodea: parece saber más el intuitivo que el académico (si este último no eligió por vocación, y como ello es sabido todos apelan a la misma aunque no sea siempre cierto). Y se ha de realizar una Ley para que las ideas y trabajos de los alumnos no se los queden los profesores como propios (aunque dice al Tao te King: contra más leyes más injusticias: ¡A ver quien va contra un profe y piensa a la vez en sacar el curso!; (lo mismico que pasó con la Ley sobre objeción de conciencia – mientras había quien apelaba y abogaba por ella metiendo a cojos y ciegos en el mismo saco, el que suscribe se alzó para pedir que se mantuviera la situación existente – sin ley concreta - en la que los jueces juzgaban a tenor del espíritu constitucional, - de hecho la aprobación de la Ley metió en la cárcel a decenas y decenas de objetores a la violencia).

                    Así que necesitaba un mito para el proyecto realizado - siempre hace falta un mito – (como demostró el experimento de los niños de ojos azules y de los ojos de miel: Experimento por el cuál se verificó que la persuasión de la existencia de cualidades superiores en razón del aspecto físico produce efectos inmediatos;  anda que no saben de eso las madres veteranas) - y me leí a Joseph Campbell y a Young – y sin pensarlo me vi en el mismo camino recorrido por otros (pero no por los que lo hicieron por moda y tener algo de lo qué hablar). Y así elaboré una nueva leyenda – mito destinado a potenciar las cualidades de los hispanos:  La leyenda de Jacob y el Betilio hubicada en Zaragoza.

               Y así, siguiendo la ruta trazada a principios del siglo pasado, y remarcada por el Premio Nacional de Literatura del 77 – bajoneado por los del entorno -, acepté lo hebreo de nuestra cultura hispánica y convertí el camino de Santiago (Jacobeo) en el de Jacob (para qué andarse con rodeos), y el lugar donde pernoctó y vio la escalera hacia el cielo erigiendo un betilio en  ciudad de la Luz lo situé en la propia Zaragoza. Que bien es sabido que ya los celtas aceptaban que los lugares próximos a los ríos eran fuente de inspiración y que en los lugares donde esta inspiración se producía con mayor intensidad se señalaban como sagrados con dólmenes o menires (o betilios). Aunque se pudiera deducir que el patriarca lavantaba su betilio en lugar en el que ya hubiera ¡Qué más da! Si los romanos hicieron lo propio con los Ibri (perdón, íberos) y la Iglesia lo propio con lo romano con el fin de preservar el gran “misterio” de la vida (los comunistas siempre lo hacen con la cultura cuando se obsesionan en demostrar el materialismo como origen de todo, y niegan a la vez que se apropian cualquier conocimiento – porque nunca cambiarán: Ud. no lea a Borges ¡Es un Fascista! – y pasándose el tiempo te los ves siguiendo el camino señalado por el vilipendiado Borges e intentándolo hacer pasar por propio, ante la abundante cantidad de ignorantes de los que se rodean: ¡A ver quién levanta el engaño!)

              Al final sólo un único camino – que me encanta repetirlo una vez descubierto en uno de los cementerios de BsAs: Fe en la Fe, esperanza en los designios y caridad para con los sentimientos (en forma de pegatina anónima sobre una pared). Y me viene a la vez el recuerdo de las tumbas recién removidas – y acaballonadas – coronadas con sus cruces de madera; y la visita un mausoleo de una gran empresa (donde se entierran los empleados que siervieron a la corporación mercantil)– con vigilante día y noche, porque los ladrones desentierran tumbas y nichos en busca de algo que sirva para los vivos – con dos plantas subterráneas  y ascensor (y olor permanente a descomposición) que daba a entender, por la superficie requerida para alojar tanto cadáver, que el cementerio estaba literalmente hueco por debajo. Mirabas la cara del guarda, intentando descubrir cuáles de las arrugas visibles eran el resultado de la meditación entre cadáveres, a la vez que me sacaba cinco pesos del bolsillo y se los daba como propina. Otro vigilante, tal vez de una de las cuadras del mismo cementerio, alimentaba a los gatos que rondaban, con tanta tristeza en el semblante que me daba por pensar que había llegado a la conclusión – sin leer libro de moda alguno y bajo el peso de la evidencia – que no había encontrado amigos más sinceros y agradecidos que estos en la vida. Y la sonrisa de Gardel sobre un rostro petrificado, que no se sabe si dice: Aquí os espero (al “otro” lado), como dicen todas las esculturas de muertos y los cuadros de antepasados cuando sólo podían ser iluminados por las velas. O es actitud de sonrisa macabra en la que se vislumbra un otro lado que aún pudiera ser peor que la vida que conocemos.

Y es que siempre existe, se quiera ver o no, se quiera mostrar o no, se mire como se mire, un “otro lado".

Como abrazo a un rencor - Carlos Montero  

 










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