La actitud de
C´s, con sus posiciones y alianzas en la resolución de gobiernos y alcaldías,
después de estas últimas elecciones, tiñe de “oscuridad” el próximo horizonte
político. Tal vez, señalar, que mi posición personal es, esencialmente,
Demócrata y, consecuentemente, mis reflexiones – aunque no siempre se entendieran así – buscan el camino para
defender la democracia en mi país (y los
valores democráticos, incluso, y necesariamente, más allá de las diferencias
ideologías; como requisito ineludible para decir que realmente estamos viviendo
en un Estado Democrático y que protegiendo esos principios – que no es otra cosa que defender la vigencia
de esos valores democráticos que definen la propia Democracia - en el futuro también lo seguirá siendo).
Es posible que, esta sencilla definición de mi ser y sentir mi país (mi Europa y mi Mundo), pudiera ser desvirtuada con sencillez por aquellos que, sencillamente, señalaran que el hecho de votar, de que todos podamos votar, de que la ciudadanía pueda expresarse en las urnas en una pluralidad de opciones políticas, es suficiente manifestación de que vivimos en un Estado Democrático que garantiza ahora, y en el futuro, el sistema democrático en que vivimos, y que en ese sentido, el hecho de que un ciudadano de a pié se defina como demócrata (y repare en vislumbrar, en todo el espectro político, los signos que definen que realmente se defienden valores democráticos; e incluso se atreva a buscarlos en la misma sociedad en la que vive) puede resultar baladí, intrascendental, prescindible hasta incluso absurda tarea (pues se pudiera decir que de hecho vivimos en una democracia y que si existen comportamientos “incorrectos”, “inadecuados”, “intolerantes” o incluso a veces “totalitarios” en el entorno social o político, podrían estar justificados como situaciones puntuales, extraordinarias cuando afectan al entorno o personajes políticos, propias de un enfado, de un arrebato ocasional, de una frustración pasajera o de cualquier otro signo propio de nuestra condición humana a la que todos estamos sujetos, pero que nunca debería contemplarse como una situación que coloca a quien así procede fuera del espectro de la tolerancia propia de la democracia – por lo tanto plenamente comprensible y justificable (de ahí que cuando fueran personajes públicos los que se concibieran así en un momento dado por un hecho puntual, siempre se brinden los medios de comunicación a “blanquearlos” en programas de entretenimiento, para mostrar que son razonables, e impensable que pudieran llegar hasta donde alguno sugiriera o argumentara que podrían, o pudieran, llegar o haber llegado; y cuando esta “intransigencia” se muestra de manera constante sobre una persona o una situación concreta, el problema no es de la percepción social o política que se manifiesta airadamente, sino de la persona o situación concreta que provoca esta reacción; y obviamente esto lo “sabemos todos” por obvia experiencia personal: siempre hay personas o situaciones que ponen a prueba la paciencia, a veces al límite).
Es posible que, esta sencilla definición de mi ser y sentir mi país (mi Europa y mi Mundo), pudiera ser desvirtuada con sencillez por aquellos que, sencillamente, señalaran que el hecho de votar, de que todos podamos votar, de que la ciudadanía pueda expresarse en las urnas en una pluralidad de opciones políticas, es suficiente manifestación de que vivimos en un Estado Democrático que garantiza ahora, y en el futuro, el sistema democrático en que vivimos, y que en ese sentido, el hecho de que un ciudadano de a pié se defina como demócrata (y repare en vislumbrar, en todo el espectro político, los signos que definen que realmente se defienden valores democráticos; e incluso se atreva a buscarlos en la misma sociedad en la que vive) puede resultar baladí, intrascendental, prescindible hasta incluso absurda tarea (pues se pudiera decir que de hecho vivimos en una democracia y que si existen comportamientos “incorrectos”, “inadecuados”, “intolerantes” o incluso a veces “totalitarios” en el entorno social o político, podrían estar justificados como situaciones puntuales, extraordinarias cuando afectan al entorno o personajes políticos, propias de un enfado, de un arrebato ocasional, de una frustración pasajera o de cualquier otro signo propio de nuestra condición humana a la que todos estamos sujetos, pero que nunca debería contemplarse como una situación que coloca a quien así procede fuera del espectro de la tolerancia propia de la democracia – por lo tanto plenamente comprensible y justificable (de ahí que cuando fueran personajes públicos los que se concibieran así en un momento dado por un hecho puntual, siempre se brinden los medios de comunicación a “blanquearlos” en programas de entretenimiento, para mostrar que son razonables, e impensable que pudieran llegar hasta donde alguno sugiriera o argumentara que podrían, o pudieran, llegar o haber llegado; y cuando esta “intransigencia” se muestra de manera constante sobre una persona o una situación concreta, el problema no es de la percepción social o política que se manifiesta airadamente, sino de la persona o situación concreta que provoca esta reacción; y obviamente esto lo “sabemos todos” por obvia experiencia personal: siempre hay personas o situaciones que ponen a prueba la paciencia, a veces al límite).
Desde este
pretendido “marco de gestión de la sociedad”, resaltarse como demócrata es una
simple reiteración (u obvia “sintonía”,
ineludible para atreverse a cuestionar, o defender, “lo que hay” y que parece,
para algunos, irremediable que siga existiendo; como si se tratara de la
“voluntad popular” que se expresa a través de las más altas y cultas élites de
la sociedad a la que pertenecen) llegando a ser declaración conveniente,
casi imprescindible (para defender una u
otra postura), sobre todo si se realizan reflexiones sobre el entorno
social y político en que se vive, y se intentara, en ocasiones, cuestionar
formas y procedimientos en nuestras sociedades que se tienen por asentados e
innecesarios de revisar; incluso se puede considerar una incomodidad, que es
irremediable sufrir, en ocasiones (casi
desde el malestar, o tal vez desde cierto gesto de indignación o desprecio con
el que se pretendiera descalificar a quien cuestiona dichos “procedimientos” –
aunque no llegara, aún, al extremo de señalar que pudieran considerarse, estos
procedimientos que parecen instalados en nuestra sociedad desde tiempo
inmemorial – desde las decisiones del señor feudal, pasando por los comentarios
en las partidas de guiñote, tute o dominó en el que las fuerzas vivas de los
pueblos de España, personificadas en torno a la mesa de un café de pueblo,
pudieran determinar el infortunio irremediable de algún joven u hombre maduro
que dificultaba los planes de la autoridad o simplemente se considerara rebelde
o reiteradamente molesto inoportuno, o decidir sobre el devenir de alguna joven
o mujer bien parecida que alteraba la tranquilidad del pueblo, de los hombres y
de las familias del lugar por su belleza natural – aunque no fuera plenamente
consciente de las posibles peligrosas “energías” que se desencadenaran ante su
presencia).
Se pudieran
considerar totalmente innecesario tener que explicar, o revisar, un sistema que
define y proporciona estabilidad en la “gestión de la sociedad” - y que probablemente esté “homologado” como
democrático en nuestro entorno europeo y adaptado a nuestra idiosincrasia de
manera óptima - pues “cumple a la perfección su función” (y que, probablemente, cuando se tiene que
llegar a ciertos “extremos”, que nunca se podrían confesar abiertamente a la
propia sociedad a la que se gestiona con ese “perfecto sistema homologado”, se
hace, sin duda alguna, “habiendo agotado todos los cauces necesarios”, habiendo
constatado “una y mil veces” las conclusiones a las que se ha llegado, y
consecuentemente, al ser un sistema “siempre garantista”, las decisiones
“extremas” también se tomaran desde esa “misma garantía”, aunque el interesado
no “se entere” ni nunca fuera advertido convenientemente ni nunca se le hubiera
dado oportunidad abierta de demostrar “su verdad”; como si existiera un “desahucio social” se expropia lo que le pertenece por derecho y
se reparte entre la “elite” y como si de un enfermo terminal se tratara se
“pronostica” un final adverso, del cual nadie preguntará muchas circunstancias
más de lo conveniente, y que se intuye determinado por alguna contrariedad
extraña o estrepitosa; con un epílogo consabido: “por fin descansamos todos": “problema eliminado”. Lo más lamentable de estos procesos (si realmente sobreviven como parece) es
que suelen ser irreversibles cuando salen bien, que se antoja ser casi siempre;
y más lamentable es cuando detrás de esto se halla un interés particular de un
grupo de personas “influyentes” - en el
entorno de una ciudad o de una población - capaces de “presentar”
situaciones de personas de manera bien distinta, torcida y torticera, a
aquellos que deben iniciar y llevar hasta el final dicha “exclusión” de una
persona, incluso hasta las consecuencias más adversas, con la finalidad de
apropiarse de unos bienes (aunque sean
intelectuales) que les resulta caprichosamente interesantes y con los
cuales o pueden enriquecerse o aumentar su prestigio personal o de grupo y, con
ello, aún más su influencia en el entorno de la ciudad o de la población a la
que pertenecen (influencia que se antoja
plenipotenciaria, a tenor de las consecuencias que pueden llegar a ocasionar, y
siempre a cubierto de toda responsabilidad, pues en otros recae el “deber” de
“eliminar” el obstáculo en base a criterios bien fundados de “desahucio”, eso
sí, con las garantías propias de la nobleza de aquellos mismos que piden “eliminar”
el problema). La cuestión se traslada
a que quienes “ejecutan” las decisiones finales, siempre con “garantías”, en
una hipotética ocasión como la que se expone, se pudieran acabar por sentirse
incómodos o hasta ofendidos (tal vez por verse
señalados o reprochados desde líneas como estas) porque únicamente cumplieran
su “función” de la manera en que “todos” esperaban que la cumplieran y
asumiendo una “responsabilidad” que “todos” deseaban que asumieran porque,
sencillamente, “esto” – este sistema de “gestión
de la sociedad” - siempre hubiera
funcionado de la misma manera (desde siglos y siglos atrás; afín de cuentas no es
más que “otra faceta” de la voluntad del Pueblo). De ahí que, probablemente no dispongan su
ánimo a examinar si fueran o hubieran sido manipulados para que se produjera un
“hecho” que permitiera a “otros” obtener, impunemente y contra ley, beneficios
y oportunidades (en cuyo caso estaríamos
en un escenario en el cual difícilmente se puede señalar convicciones
personales democráticas, o de bondad de carácter, para defender una actuación de
esta naturaleza, cuya finalidad principal es el expolio de lo ajeno sin
reparara en los medios con los cuales se “eliminará” el obstáculo; y como ya
sabemos por Maquiavelo, de quien algún erudito dice se inspirara en nuestro Rey
Católico del siglo XV, muy de nuestra tierra, si el objetivo es conforme al
pueblo los medios para conseguirlos carecen de importancia pues “todos”
convienen en la “bondad” o “conveniencia” del fin que se pretende conseguir);
y posiblemente sobre consecuencias “añadidas” no se preocupen los que tienen
que “ejecutar” la voluntad del Pueblo porque, de alguna manera, siempre fuera
esta circunstancia una consecuencia colateral que suele darse (también en el Historia de nuestra España);
si aún así se quisiera realizar una “observación al alza” de estas
consecuencias que viene a beneficiar a los que piden “acciones contundentes y
ejemplares contra un obstáculo” la capacidad de “maquillar” las situaciones de
personas que resultan “molestas” viene de “lejos”, es histórica en nuestras
tierras de España, y dotada de tal grado de experiencia que hasta en los
tribunales, si es preciso y el caso lo requiere, “tragan” algunos jueces lo infumable
y solo explicable en la intimidad de ambientes cuasi de confesionario. Si fuera
posible conseguir eso en un procedimiento sujeto a garantía jurídica que queda
plasmada en un procedimiento y en una sentencia escrita, ¿qué no se conseguirá
si este tipo de garantías no existe y se sustituye por una “escenificación”
ante un pequeño “auditorio” de pocas personas (que son las encargadas de tomar o consensuar decisiones) predispuestas
a creerse lo “indigerible” en privado?
Precisamente de
esto va este artículo, de la “manipulación” que existe “de fondo” en la
“percepción” que se brinda a aquellos que deben de gestionar las cuestiones de
nuestra sociedad y, consecuentemente, las cuestiones de nuestra política Local,
Autónoma o Estatal, y que es motivo - esa
percepción excepcional y contradictoria que parece que siempre interesa
mantener en algún momento dado - de verdadera preocupación para personas
que, como la mía, observan que no es una “percepción” despojada de interés
particular (y consecuentemente objetiva)
sino por el contrario es una “percepción” interesada, en primer lugar, desde el
plano material, pecuniario y de poder, pero que se van adornando con cuestiones
morales, éticas o de gestión que parecieran que la complementan y justifican
plenamente. Son esas “manipulaciones” las que ponen en “peligro” y hacen dudar
de que realmente estemos viviendo una Democracia Plena (y no en una versión elitista, donde la voluntad de una minoría, capaz
de percibir a la inmensa ciudadanía como una “masa”- más o menos ingenua o
necesitada - sobre la cual fuera legítimo, en momentos determinados, hacerla
cargar con todo tipo de abusos, mentiras y manipulaciones, por su propio bien,
para conseguir que se encamine hacia una dirección determinada y obtener con
ello objetivos concretos). Ejemplos de estas manipulaciones a gran escala son
las recientemente observadas en las elecciones sobre el Brexit – donde las mentiras fueron justificadas
posteriormente por quienes las lanzaron para ganar el referéndum; y si las
lanzaron era porque necesitaban juego sucio para ganar; o cuando se
ocultaba a la población europea las “causas de guerra” entre USA/URSS, y que en
su día el Partido Verde Alemán pudo acceder a ese documento por medio de los
Tribunales y a continuación hizo públicas (mostrando
que las guerras no eran inevitables sino resultado de un protocolo calculado e
inexorable, donde la población civil resulta “engañada” y conducida a la guerra,
como hecho ineludible y patriótico, porque existen “botines de guerra” – se pierda
o gane – reservados para unas élites económicas del propio país. Una de esas
causas de guerra era el bloqueo del estrecho de Ormuz; precisamente estos días noticia
por conflictividad).
El hecho de que
el título aluda a C´s estriba en que el análisis de estas circunstancias de
“manipulación” de líderes pasa en estos momentos (que creo que son decisivos), también y sin duda alguna, por ese
partido; pues es como una tradición que se tiende a instalar en los partidos (como si de un ADN se tratara) por el cual
se suelen medir todas las circunstancias, que se han de afrontar, en términos
de “evaluación de beneficios particulares”. Lo conveniente en esta ocasión es establecer,
al menos, “un equilibrio” en el que tienda a primar de manera constatable y
constatada, los valores esenciales democráticos de nuestro País por medio de
los valores democráticos que dicho partido dice defender, no sólo en su
fundación como tal o en sus estatutos o en su programa sino, incluso
subordinándolos al Interés General de preservar los valores democráticos de
nuestro Estado (que es, obviamente, lo
que ha venido a señalar su cabeza de lista en Barcelona; y que representa un
ejemplo a seguir para todos, transversalmente, y en especial para sus líderes
principales).
Dejarse llevar
por tentación de “visualizar” una debilidad clara en el actual líder del PP, le
hace “apreciar” una oportunidad de “fagocitar” al partido conservador en un
próximo envite electoral, pero es un “espejismo” que le perjudica, gravemente, a
C´s y a nuestra democracia en España. En primer lugar porque esa actitud
debilita enormemente la intención inicial de C´s de ocupar el centro político (debilidad que ya se percibe abiertamente
como renuncia a defender valores esenciales de partido democrático para hacer
posible los pactos con el PP - PP que va enlazado con Vox); en segundo lugar
porque abandona la idea original de “ser parte y actor” de la renovación
política en nuestro país cuyo objetivo era acercarnos a una “percepción”
europea de la Democracia, donde las maneras y formas democráticas resultan
esenciales (con valores que superen la idea de resucitar o seguir manteniendo en el
candelero las heridas de la pasada guerra civil; y ser capaz de profundizar en
aquél trágico acontecimiento para poner bases sólidas que nos alejen de esa percepción,
que ha venido subsistiendo en la derecha española, de que aquél franquismo (con
su guerra civil) fue y siempre será considerada una opción “legítima” a un
pretendido “callejón sin salida” que se observe en el horizonte de nuestra
democracia. Conseguir superar esa
situación Histórica de nuestro pasado (con un acuerdo PP, C´s y Progresistas,
equivaldría a una percepción europea de la democracia simétrica a la actitud
que se ha tenido en Europa con el nazismo). Y sin embargo, C´s se va al otro extremo al
“blanquear” a VOX – Vox que sabe que ha
aterrizado, pero aún no sabe de verdad de dónde despegó, ni cuando, ni quién lo
decidió, ni quien lo impulsó, ni con qué finalidad ni objetivo esencial, ni
cuáles son las verdaderas intenciones de quienes les han dado esta “hoja de
ruta”, ni la finalidad última del “guión de interpretación”; pero sí saben que
ello les hace prosperar, pero sobre todo, aún no saben el precio que les podrán
tarde o temprano y que todos pagaremos como españoles – C´s hace a España y
así mismo, uno de los “peores servicios” que pudieran haberse previsto; pues no
sólo “blanquea” a Vox, sino que niega (en
lo que parece una revancha particular de patio, que parece estar por encima del
Interés General del Estado), por el momento, la oportunidad de evitar a
nuestro país la influencia de los independentistas sobre el Gobierno (como si ello representara para C´s una nueva
oportunidad futura de crecer por la izquierda; ignorando que resulta difícil
estar en misa y repicar campanas a la vez) y sin ni siquiera haber
intentado evitarle al Gobierno la influencia de Podemos, lo que le hubiera dado
muchos puntos en valores democráticos a Ciudadanos. De todo ello ha
prescindido, confiando que su debilidad presente (de terminar por configurarse lo que parece) se torne en oportunidad
futura por un PP débil y un Gobierno “manchado” o “debilitado” por
separatistas, o por la influencia de Podemos (aunque en el trayecto para conseguir Ciudadanos sus objetivos en España
perdamos todos). Y podríamos perder todos porque en los cálculos de C´s no parece entrar la visión estratégica que
pudiera tener Vox, que pasa, probablemente, por señalar no sólo la debilidad
del PP, sino que obviamente señalará la de Ciudadanos (existiendo, tal vez una pugna entre los dos por señalar quien es la más
débil de las dos formaciones) pues es más probable que la debilidad del PP
sea provechada por Vox y obligue a los Conservadores y a los pretendidos
Centristas a volver a radicalizar sus posturas para defenderse nuevamente de
Vox (pero esta vez tanto PP como C´s más
débiles frente Vox). El acercamiento a Vox por parte del PP es un trayecto
que parece venir de esa “inercia” de la responsabilidad existente en el pasado
por contener a su extremo y reconducirlo al espacio democrático (pero esa táctica, de ida y vuelta, ha
debilitado enormemente a su líder Casado), tanto como el hecho de blanquear
a Vox le afecta a C´s, pues a partir de ahora C´s tiene un nuevo adversario en
Vox (al darle cancha, cabida y compromiso)
pues tendrá la capacidad de argumentar contra C´s abiertamente en el terreno
político e ideológico en base a las condiciones que expresara Vox para aceptar
de compañero a C´s (mal rival se ha
buscado Rivera; tal vez por ambicionar espacios disputados por tres partidos se
acabe encontrando realmente luchando en tres frentes por un problema de
ambición).
He oído reiteradamente
que se reclama “ambición” para el ejercicio de la política como si fuera una
virtud; tal vez sea un requisito necesario para sobreponerse a las dificultades
inherentes al ejercicio de la política, como si de una actitud de persistencia
o motor interno que permitiera sostenerse en lo que parece una lucha y constante
prueba que, en caso contrario, llevaran a las personas a desistir ante tal
desgaste diario.
Respetando esa
consideración de la cual no veo utilidad positiva (aunque tal vez si la tenga por lo necesaria que parece ser) pienso
que lleva a situaciones como la presente en C´s; y que, en el caso más adverso (el análisis adverso es el que se suele recomendar analizar para, desde ahí, construir otra visión diferente y alternativa que
permita prevenirse de la adversidad o al menos contemplarla en toda su posible
magnitud), facilitaría la siguientes circunstancias:
+ Mayor
radicalización de los Conservadores, al tener que ceder ante Vox para evitar
romper coaliciones allí donde gobiernen (ya
estamos viendo que la opción de Vox puede ser llevar a PP y C´s constantemente
al límite de situaciones políticas para obtener resultados positivos a sus propuestas.
Si la respuesta de los grupos que conformen la oposición al triunvirato Conservador en cada
Ayuntamiento o CCAA mimetiza y emula la actitud de C´s en el Congreso de Madrid
– de dejar solo al Gobierno con el fin
de rentabilizar en las siguientes elecciones - la radicalización y polarización
está servida en bandeja y afectará a todo el espectro parlamentario).
+ Mayor polarización
en la vida Parlamentaria, al dejar solo al Gobierno; el Gobierno quedaría en
una situación de Centro conteniendo y filtrando las peticiones y reclamaciones
de un lado de los escaños y contestando las posiciones radicalizadas del otro;
ante un C´s sin “argumentos coherentes” (pues dejan
solo al Gobierno ante la presión independentista/podemita y a la vez lo critican
por esa misma dependencia desde un C´s que iba a ocupar un espacio de centro, pero que
renuncia a ese centro porque la ambición de su cúpula ahora es ser oposición de
centro derecha – que a su vez no puede ser centro derecha porque tiene que
controlar, con el PP, a Vox) y un PP
más débil, ante la voz de Vox que llegaría con más nítida simpleza propia del
populismo que “blaqueó” Podemos en el pasado ante la alarma de los
Conservadores que, ahora, no se alarman porque la misma actitud que tuvo Podemos
no es tan peligrosa si la ejerce Vox (aunque
el papel de Podemos fuera reconducir el 15M; y el papel de Vox sea “resucitar” la
idea del régimen de Franco); y un Podemos que podría optar por radicalizar
su discurso (con un Pablo Iglesias aún en
el Hemiciclo y luchando desesperadamente por un “papel” de liderazgo con el que
sobre vivir) y un independentismo señalando constantemente que España no es
un país democrático a la vista de lo que van oyendo en la Cámara y que les
resulta de más gravedad de lo que sus “chicos” han hecho (que desde luego, no han hecho nada) y por lo cual están en la
cárcel injustamente.
Si la ambición
lleva a esta situación en política (primero
con el líder de Podemos y ahora con la cúpula de Ciudadanos – lo de Vox me
parece que funciona por cálculos en los que saben, de alguna manera, que su
futuro depende de los errores que vayan (y sigan) cometiendo los Constitucionalistas
y de explotar y azuzar desde el “gallinero” a independentistas catalanes,
Nacionalistas Vascos (sean moderados o radicales) y al marxismo de Podemos (y
quién sabe si al Gobierno por el mismo motivo) siendo todos culpables de que se
rompa España; y donde las respuestas o réplicas de C´s y PP correrán el riesgo
de sonar a “excusas” de mal pagador) creo que sería conveniente reflexionar
si no sería mejor crear y apoyar un entorno donde el razonamiento sereno, las
mejores propuestas y discursos para proponer soluciones se expresaran en el
mismo Congreso y viéramos, en ese mismo Congreso como las mejores ideas se
ponen en marcha vengan del partido que vengan, y sin caer en la tentación de
rentabilizarlas “ipso facto” si no más bien atribuir, a la propia dinámica de
la Cámara y de la Democracia, el triunfo de un trabajo común en equipo de los
partidos Constitucionalistas; olvidándonos de egos y de ambiciones y de
rentabilizaciones; en un claro abandono de las tácticas de cálculo destinadas a
erosionar a cualquier Gobierno.
Sinceramente
creo que ello podría considerarse un verdadero triunfo de la Democracia
Constitucionalista frente a aquellos que
llegaron a la política con una única verdad verdadera y excluyente (sean de un extremo o del otro). Además
de constituirse como una de las últimas esperanzas (improbable pero necesaria) para defender el verdadero espíritu
democrático que habita o habitaba en los españoles cuando iniciaron la senda
democrática en la Transición (y de la
cual demasiados parecen decepcionados radicalizando sus opciones políticas;
como si de un castigo se tratara, pues prácticamente ninguno de los lideres que
ostentan esas opciones radicales conocieron, por su juventud, ni la realidad del
Franquismo ni la realidad del Comunismo soviético, por lo que solo pueden tener
de ellos una idea idealizada por terceros que difícilmente puede ser reflejo de
lo contradictorio y frustrante que pudo llegar a ser esos tipos de regímenes
totalitarios para sus respectivas poblaciones).
Sinceramente,
ruego a la Inteligencia Universal que nos ampare a todos y nos dé luz para
sobrellevar estos tiempos tan “interesantes” y podamos alcanzar una estabilidad
política y económica, apegándonos a los valores democráticos que los
legisladores señalaron en el pasado como garantía para una convivencia
tolerante que haga posible el Bienestar y el Progreso económico y social, y en
ese camino nos encontremos una inmensa mayoría persuadidos de que es el mejor
de todos los posibles y veamos que nuestros representantes cooperan entre ellos,
y transversalmente, porque llegaran a la misma conclusión que sus ciudadanos
que les votaron para representarles en esos cargos.
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