Miguel Ángel Ibáñez Gómez - maiges_ps@hotmail.com

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miércoles, 12 de junio de 2019

Lo de Pablo Iglesias… (tal vez es, sólo pura ambición).


La figura de Pablo Iglesias viene siendo motivo de artículos y comentarios a raíz de la catástrofe que le ha supuesto a la formación "morada" las últimas elecciones municipales y autonómicas. El asentamiento de Podemos como un partido con estructura y órganos internos no parece permitirle preservar esa "esencia" que fue origen en su fundación; el proceso de divergencias, de "depuraciones", de abandonos... las tramas y luchas internas por la hegemonía de una o varias visiones simultáneas y, en consecuencia, por el control y la unidad de la propia formación, le ha llevado a adentrarse en terrenos donde el lenguaje de los lideres de la organización han llegado a mostrar un "rostro" inesperado a la militancia y a sus votantes (y en general a los ciudadanos). Las hirientes e incluso descalificadoras muestras de casi rencor hacia Errejón han podido persuadir de que estaban ante un partido que ha perdido gran parte de su camaradería por cuestiones puramente de rivalidad o poder. No parece que vieran la oportunidad con la que pudieran haber observado el movimiento de Errejón y prefirieron vislumbrarlo como un reto, un desafío o incluso una traición. Los posteriores intentos de rectificar llegaron tarde y no fueron  plenos. La marca se resintió enormemente.
Sin embargo cabe preguntarse cuál ha sido el papel de Podemos y de Pablo Iglesias hasta el momento.   
Cuando el 15M (2011) se movilizaban los jóvenes en las principales ciudades y plazas del país, parecía que lo que se iniciaba no era otra cosa que señalar (y acusar a) una especie de monopolio político, desde el cual, todo lo esencial de lo que es una Democracia, era “administrado” desde una perspectiva cuasi profesionalizada de la gestión política/económica. Daba la impresión que no se dejaba hueco a los ciudadanos – al menos así parecían percibirlo los más jóvenes – y una nueva generación no solo debería resignarse a un futuro mucho más adverso y con menos “derechos” y oportunidades que la generación de sus padres, sino además abocados  a tener que asumir una “regresión” en el modelo de Estado de Bienestar y una reducción drástica de los salarios que les impediría proyectar y construir su propio futuro personal, entreviendo un posible horizonte de escasez, penuria, pobreza, marginación e incluso exclusión (casi la mitad de los jóvenes en paro) mientras el entorno económico del país saltaba a las páginas de los periódicos y a las imágenes de los medios de comunicación, en una cadena de sucesos alarmantes, donde la mala gestión bancaria, los pelotazos y las tramas económico/políticas empezaba a señalar la existencia de dos Españas: Una privilegiada y aparentemente inmune y protegida y otra que contemplaba cómo se ponían de manifiesto las certezas de una “sospecha” - que el mantenimiento del Estado de Bienestar había conseguido “contener”, y tal vez “reprimir” eficazmente, desde una visión profesionalizada y de poca autocrítica pública - donde todos los poderes públicos parecía participar de un “pretendido consenso” por el cual, la organización  y desarrollo de la Democracia en España había alcanzado una especie de “equilibrio perfecto” que ninguno de los poderes integrantes del propio Estado debería cuestionar, y por el contrario, debería “colaborar” para que ese equilibrio permaneciera “in tempore” y estable sin ser cuestionado. La “percepción de perfección del sistema” pudo llegar a ser de tal magnitud que cualquier cuestionamiento o crítica podría ser contemplada como un “ataque” a lo básico de la Democracia, y consecuentemente producto de “inconformistas” o “inadaptados”. La percepción en el ámbito político giraba en torno a la idea de que estábamos ante una “crisis más” (que se podría gestionar como cualquier otra crisis) y que la corrupción, siendo consustancial a la “naturaleza humana”, se podía seguir gestionando como hasta entonces, por medio del sistema jurídico. Se oponía a esta visión las evidentes “señales” internacionales que venían a confirmar la existencia de un peligro claro y evidente de que las Democracias Occidentales, concebidas entorno a la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948, estaba en peligro, y que la amenaza de las fuerzas vencidas en 1945 no había desaparecido (Un manifiesto en Francia así lo exponía con éxito (21/10/2010). La crisis podría ser el preludio de una “regresión” hacia modelos económicos donde, en cada nación, en cada Estado, se acabaría instalando un modelo de sociedad a “dos velocidades”: Una sociedad a la que nada le faltaría (instalada en el confort y en la seguridad material presente y futura) y otra sociedad instalada en una permanente incertidumbre sobre su presente y futuro, y en constante riesgo de exclusión social.  
Se concibió que la caída del modelo Soviético dejaba a Europa (y a Occidente) sin una “amenaza” real y creíble (y aparentemente viable: la existencia de un sistema alternativo político/económico de naturaleza antagónica, como el Comunista, opuesto a un modelo Capitalista (puro y duro). La rivalidad entre EEUU y la URSS había creado un “espacio de contacto”, en Europa, que motivaba la existencia de un “Capitalismo Social” capaz de ser más atractivo (tanto como modelo de Estado de Bienestar, como de acceso a libertades civiles y derechos sociales) que el modelo autoritario (y dictatorial) que se mostraba como imprescindible marco político para el desarrollo del Comunismo.  
Es probable que una de las razones por las que pudiera haber sido posible el nacimiento de Podemos, tal como se ha configurado en España (con esa escenificación populista, por la que las “recetas” para resolver la crisis económica pasan por eludir las obligaciones, responsabilidades y compromisos contraídos por el Estado español y la paralela salida del ámbito de todas las instituciones en las que se halla, tanto de seguridad como de economía internacional – UE, NATO, FMI… - pero sin explicitar, abiertamente a los votantes, que el modelo que tienen en mente el círculo de poder que dirige esa estrategia, no es otro que el modelo Soviético – precisamente el que fracasó en la URSS, o alternativamente otros modelos como el Venezolano, que ha acabado en otro declive económico de gran magnitud, después de un periodo en el que se polarizó el país y se cuestiona, abiertamente, si acepta la alternancia política propia de las Democracias) se hallen “determinadas” por una “concepción polarizada” de la actividad política en España, que pudiera deberse a una “condición de modelo ideal” que se escenificara con la caída y desintegración de UCD (de alguna manera UCD, y sobre todo su líder, Adolfo Suarez, más allá del proyecto encomendado de gestionar la instauración del Sistema Democrático en España, pudo acabar transgrediendo la condición de polarización y antagonismo USA/URSS instaurada en occidente, al intentar situarse como Estado “no alineado” y pretender desarrollar una política internacional con una “visión diferente” ignorando que España estaba sujeta y delimitada bajo el “amparo” del proyecto y estrategia global Estadounidense).  
Es probable, y posible, que el “papel”, y la función, de la izquierda española también incluyera la de actuar como “camión escoba” para acoger a todas aquellas personas que se hallaran “al borde o casi al margen” de la sociedad (y, consecuentemente, reconducir y amparar las situaciones sociales y económicas que se hallaran en el límite o que hacen posible la exclusión social o política); y que ese papel le llevara a asumir la “obligación” – en razones de seguridad y estabilidad del Estado - de “reconducir y canalizar” el 15M de manera y forma que el movimiento acabara siendo “asimilado” e “insertado” dentro del “modelo y esquema” político/social “preconcebido” para garantizar la eficacia y estabilidad del propio Estado. Desde este punto de vista se entendería que, bajo la idea de la necesidad de “controlar” semejante movimiento juvenil (o de prevenir y canalizar la previsible frustración de casi toda una generación abocada a vivir peor que sus padres) se buscara un líder (Pablo Iglesias) que escenificara, en maneras y formas, dicha crispación, frustración e indignación (aunque ni su propia persona, ni el entorno de personas que definen el modelo estratégico de Podemos, hubiera padecido ese horizonte personal y, por el contrario, pudieran considerarse “niños mimados” surgidos de la mejor etapa del sistema democrático español) y que la ideología, y propuesta de fondo, de este líder, fuera el modelo Soviético (es decir, un modelo Comunista alejado de cualquier formato europeo occidental y que adopta las raíces soviéticas y el Estalinismo como forma y manera autoritaria de gobierno; por lo que, desde este punto de vista, puede resultar fácil entender que el modelo de Podemos, liderado por Pablo, acabaría mostrando, en algún momento determinado de su trayectoria, ese Estalinismo y, consecuentemente, produce el alejamiento y desencanto de gran parte de sus votantes y partidarios que se sentirían desengañados cuando el mensaje de una “transversalidad político/social” se manifestara carente de “veracidad” y contenido, no siendo otra cosa que estrategia política pura y dura, destinada a ensanchar e intentar extender un modelo político que tarde o temprano mostraría su verdadera naturaleza genuina), y por ello, Podemos, determinaría al final un camino, una trayectoria y el resultado previsible: Un autoritarismo consecuente con su naturaleza (que se muestra abiertamente con la reacción ante Errejón – reacción beligerante ante Errejón que lleva a dudar sobre la fe en la transversalidad que da origen a Podemos  - y actitud de Errejón que es afeada, en principio, por la prensa especializada, que se pone del lado de Pablo Iglesias, para luego verificar, esta misma prensa, que los votantes de Podemos descubrían el "engaño" o salían de la "ensoñación" y acaban por negar los votos a Iglesias; desde ese momento se empieza a verificar que la estrategia de la izquierda, de controlar el 15M, hasta entonces eficaz, ha fracasado estrepitosamente – o viene a concluir su papel – volviéndose hacia sus raíces Comunista pero más radicalizados, quedando recluidos en el tradicional entorno de IU).
De alguna manera, se pude concebir que, si así era concebido el papel encomendado a IU, análogamente también tuviera asumido el papel de canalizar a la extrema derecha el PP; haciendo posible un equilibrio político, fuera del cual las personas o los grupos se “marginan” de la actividad política o se consideran al margen del “sistema” y dentro de la esfera del ámbito de lo posiblemente “delictivo”, “contracultural” o “antisistema” (y probablemente capaces de ser “influenciados” o “instrumentalizados” por otro tipo de estructuras “paralelas” cuyas finalidades pueden llevarles tanto a la integración en la sociedad – cumpliendo una función social – como a bordear o encontrarse plenamente fuera de la ley).
Desde esta perspectiva, la visión de Julio Anguita respecto de VOX, en el sentido de que no es un partido fascista – porque el fascismo tenía un componente social que VOX no incluye – carece de ofrecer luz y, por lo tanto, vuelve Anguita a “jugar” con las percepciones ideológicas de la sociedad, de manera casi temeraria (como ya hiciera en el pasado en sus famosas “pinzas con el PP para intentar derribar el gobierno Socialista e intentar hacer emerger a IU como única alternativa de poder al PP). 
VOX es síntoma de lo que parece una estrategia global que afecta a todo occidente y que es impulsada desde EEUU (desde las mismas fuerzas que impulsaron a Trump y que parecen ser la primera etapa de otras que probablemente se sucederán en el tiempo con mayor o menor rapidez, con el objetivo de conseguir un fin determinado y que, en primera instancia, parece destinado a recuperar un liderazgo mucho más determinante de EEUU y, consecuentemente, del mundo anglosajón y de la implantación eficaz (y purista) de su visión política y económica – e incluso religiosa - en todo occidente (recientemente se ha desmantelado en Italia la intención de Bannon de establecer seminarios de la actual estrategia Norteamericana incluyendo a la Iglesia Católica https://www.hoy.es/internacional/union-europea/italia-deja-bannon-monasterio-ultra-20190531210429-ntrc.html)) y cuyo objetivo global, que hace posible la aparición de VOX, parece querer ignorar Anguita, pues si bien es cierto que VOX propone un ideario político diferente del fascismo de los años 20 y 30 del siglo pasado, también es cierto que las circunstancias que hicieran posible esa ideología fascista y totalitaria (en Italia y Alemania, y luego reconducida a dictadura en España) nace como respuesta preventiva y “canalizadora” ante el avance del Comunismo en Europa (que no en España; aunque por las circunstancias políticas del momento “conviniera” enmarcar a la II República en un ámbito comunista; y para hacer posible que esa percepción se materializara como un hecho objetivo, le negaran el auxilio al Gobierno legítimo del armamento necesario, obligándole a caer en manos de los Comisarios Políticos de la URSS, convirtiendo los frentes de guerra y la retaguardia republicana en una extensión del diálogo político, propio del Congreso, pero en vez de usar palabras y razonamientos la dialéctica fuera a base de tiros, cañonazos y enfrentamientos armados dentro de la propia República). Esa “rectificación” que se escenificó desde los años 30, hasta mediados de los 40 con una inmensa guerra mundial, comenzaba ya antes, en los años 20 con las primeras dictaduras en el área mediterránea, destinadas a controlar a un Anarquismo - que acabó por declarar el “terrorismo” contra la patronal como mejor manera de combatir a sus organizaciones de pistoleros, sus excesos y abusos contra las clases trabajadoras (y en esa pugna viene a nacer Falange como apoyo a los empresarios y como filosofía que pretendiera aunar criterios, pero expresándose en las calles también por medios violentos).  Aquella “rectificación” internacional, que parecía pretender reconducir la tendencia generalizada en las clases trabajadoras de llegar a un Estado gobernado exclusivamente por trabajadores (siguiendo el ejemplo de que ello fue posible en Rusia) no podría ser eficaz, en manera y modo alguno, si se hubiese pretendido imponer por la fuerza, en esos momentos, los principios Capitalistas puros y duros, pues en ese caso no hubiera podido movilizar al propio “pueblo” para combatir contra sus propios intereses; parece que fuera necesario generar un estadio intermedio, en el cual, señalar un enemigo común y antagónico: El Comunismo (aunque no fuera el problema ni en todos los Estados, ni en todas las Naciones; el Anarquismo no era preciso señalarlo como enemigo de una parte, puesto que los anarquistas habían conseguido ser rechazados por todos al señalar como enemigos a cualquier forma de poder - que tuviera el respaldo del Estado/Nación – a cualquier religión que justificara la existencia de un poder y, en consecuencia, a cualquier forma de Estado. De ahí que se pudiera entender que se apoyaran formaciones y movimientos políticos vinculados con las esenciales ideas de: Nación (opuesta al internacionalismo que promovían como meta las izquierdas), anticomunismo (que permitiría atacar a cualquier formación de izquierdas) y, para mayor eficacia de la “rectificación”, totalitarismo (eliminación de los sistemas parlamentarios y prohibición de los partidos políticos); todo ello con signos distintivos propios de cada país en que se instauraba. Ello vinculado con el concepto Pueblo, señalando un futuro en que este sería protegido del capitalismo pero sin caer en comunismo alguno.  De ahí que se precisara un componente social que pudiera expresar y concretar el proyecto: Trabajo, Justicia (y un componente trascendental metafísico, y/o la propia Historia reciente de la Nación o remota o mítica que hiciera posible esa misma Nación ).
VOX no hubiera sido posible sin pasar primero por Podemos, por pura cuestión elemental de ir agotando soluciones, “salidas” y “posibilidades". Es impensable que en España hubiera podido aparecer VOX sin que previamente hubiera existido un Pablo Iglesias dispuesto a favorecer la resurrección de los viejos fantasmas que nos azotan desde la guerra civil, por no haber sabido resolverlos, eficazmente y a fondo, en estor primeros cuarenta años de democracia.  En ese sentido Podemos ha venido a facilitar el “franqueo” y salto de líneas rojas que hasta la fecha formaban parte implícita de un sistema “político estable” y previsible; haciendo posible que la derecha (cuyo compromiso y misión era “integrar” a la extrema derecha) se desgajara en medio de un “ambiente” en donde las “líneas rojas” que determinaban el marco de lo “conveniente” en la democracia, han venido a saltar por los aires en la concreta acción de Pablo Iglesias (para nada este hombre ha venido a analizar, en profundidad, la naturaleza de nuestro Estado - que le hubiera permitido obtener una visión tan realista como compleja, pero único camino inevitable de transitar para ser capaz de proponer verdaderas soluciones  de fondo y transversales; y por el contrario se dedicó a crispar al personal y a hacer populismo facilón para poder crecer durante más tiempo; por eso no pudo ni siquiera descubrir la maravillosa concepción que hizo posible nuestra Democracia, llena de equilibrios que expresan la realidad de nuestro Estado – aunque hayan existido, como siempre suele suceder, “personajes” que hubieran acabado por no deslindar entre su ambición personal y el interés del Estado, confundiendo sus propias creencias y aspiraciones particulares con la naturaleza del cargo que ostentaran (que no pareciera otra cosa que un eterno trampolín) acumulando error tras error y perjuicio tras perjuicio. 
Desde este punto de vista podríamos convenir que si VOX incluye un programa liberal es porque la dirección de la “rectificación”, en principio, es esa; y su aplicación precisará, en un momento determinado, de un autoritarismo o totalitarismo que aún se tiene que delimitar en el futuro más o menos inmediato, pero de cuyos primeros episodios ahora podemos ser conscientes (y no parece buena medicina política seguir apoyándonos en la lógica de la ambición de cada partido o líder de partido para conseguir hitos de poder en nuestra democracia; sino que más bien parece de sentido común empezar a orientarse, de una vez y por fin, en el verdadero interés general de preservar los valores esenciales de nuestra Democracia, también en maneras y formas – Algo que obviamente no fue con Pablo Iglesias; probablemente por eso mismo lo eligieron aparentes “poderes fácticos”, la prensa le dio cancha, para realizar esta tarea que se me antoja desagradable y triste, a tenor de los resultados)
Aunque este artículo sea pesimista respecto del futuro de nuestro continente (arrastrado hacia un nacionalismo del que, al final, solo pueden surgir rivalidades entre naciones – aunque pudiera haber cambiado la opinión que los nacionalistas tienen de la UE y ya no la vean como un órgano internacionalista, cuasi rojo, y pretendan reconducirla hacia un foro netamente de Naciones – pues de las rivalidades entre naciones salen los conflictos que al final se escenifican en guerras, como siempre ha sido) no deben olvidar los Nacionalistas que los proyectos de “rectificación” contemporáneos (si esta teoría se va confirmando) en España comenzaron a visualizarse a principio de los años 20, con el Desastre de Anual, la Corona comprometida, Primo de Rivera (que viniera a salvarla) desterrado al igual que la Corona y una Guerra Civil en la que quien fuera a ser su verdadero protagonista (“El Elegido”) permaneció oculto como tal líder predestinado y que su designación efectiva como Jefe de Estado se produjo una vez que la multitud de figuras insignes y más significativas de ese propio proyecto de “rectificación” - que se debería llevar a cabo, en particular en España - fueran desapareciendo o físicamente o al exilio, hasta emerger, como evidencia ineludible y solución evidente (como si de una campaña estratégica y política se tratara para conseguir un fin concreto con éxito) quien fuera a ser el regidor de los destinos de España; y ni aún teniendo todos los poderes del Estado bajo su mano, no pudo llevar con éxito ningún proyecto político tal y como lo hubiere concebido o planificado en un principio (salvo la evidente represión inherente a semejante Golpe de Estado, planificado sabiendo que erraría y se convertiría en una guerra civil, en la cual, las expresiones de violencia extrema de cualquiera de los bandos tuvieran el soporte “legal” propio del ambiente de guerra revolucionaria), terminando por claudicar ante la voluntad anglosajona (que fue quien parece ser verdaderamente lo encumbró) en materia económica e incluso política (incluso segando el proyecto de hacer prevalecer el modelo instaurado a la muerte del dictador) y sometiendo al país a una división aún no superada – como suele acontecer a los países que resolvieron algunos de sus conflictos mediante guerras civiles o Golpes de Estado - constituyendo esa herida un punto débil que dificulta, aún hoy en día, cualquier enfoque eficaz para resolver  conflictos graves, como los vividos en España.  
Así que cuando Anguita asegura que VOX no es fascismo lo que hace realmente es confundir a la ciudadanía; es obvio que no es fascismo como el que conocieron nuestros abuelos el siglo pasado, esencialmente porque en esta etapa no se precisa esa característica; pero sí es obvio que reclama la memoria del Franquismo (probablemente sin conocer, ni sobre todo reconocer lo que de contradictorio tuvo ese régimen y que acabó manifestándolo en su desarrollo internacional – Cuba rindió honores fúnebres a Franco en su muerte, por ejemplo; o el apoyo a Allende en Chile; es decir, la gran contradicción que supuso montar una guerra a la izquierda en España y apoyar esa misma izquierda en el extranjero, por ejemplo. Todo ello despaldas a la opinión pública internacional y la propia opinión en España); el efecto Vox es algo impensable en nuestra sociedad democrática si previamente Podemos, en especial Pablo Iglesias, no hubiera “abierto la veda” de "blanquear" populismo para reconducir el 15M. 
Leyendo el libro de Varufakis (que llega a mis manos de rebote) observo que el economista viene a mostrar el diseño del sistema económico que ha venido rigiendo los destinos de Europa y Japón desde el fin de  la Guerra Mundial. Los flujos de bienes producidos por las potencias perdedoras son compradas por EEUU, quienes generan un déficit que, a la vez, es financiado por los beneficios obtenidos por esas mismas potencias perdedoras en la venta de sus bienes (pues el mundo anglosajón gestiona la economía occidental, casi la mundial, y en ello siempre obtiene un beneficio). Este equilibrio se viene a romper, según Varufakis cuando se concede el premio Nobel a Merton y Scholes en 1997. Su teoría matemática/económica, (por la cual es posible generar productos económicos en los cuales se pueda incluir productos tóxicos sin que los efectos negativos de estos se manifiesten en el sistema) genera expectativas especulativas que dan lugar a la crisis del 2007, en la que aún vivimos sin salir plenamente (y de la que se sospecha que es la señal ineludible de un cambio de paradigma internacional que puede acabar expresándose en una rectificación internacional de magnitud similar a la del 39 en Europa).  Parece obvio que si un producto, un bien, está compuesto de una parte buena, otra normal y otra toxica no se comportará en el mercado ni en su uso de la misma manera que uno conformado de una calidad excelente. Sin embargo le dan el premio Nobel porque aseguran que sí, no habrá diferencias. Y aunque el sistema de Merton se aplica en Long Term Capital Management (LTCM), resulta que en 1998, este fondo perdió 4.600 millones de dólares y tuvo que ser rescatado por el Gobierno y en 2000, estaba cerrado. Aún así la gloria alcanzada en Suecia hace posible que el diseño acabe contaminando todo el sistema financiero internacional. Varufakis lo señala como un gran error, pero lo que parece obvio es que cualquier veterano economista sabe que los milagros, en la economía de estar por casa, son improbables y cuando se dan en un Estado tienen truco que tarde o temprano se pagara. Así que lo que señala ese premio Nobel de economía en 1997 es el punto de inflexión, por el cual los EEUU y en general, el mundo anglosajón  que controla gran parte de la economía mundial, van a cambiar de paradigma (y eso, indudablemente, será doloroso para los que vivimos a su amparo y dentro de un paraguas que parecen proceder a retirar). Ese cambio de paradigma que se inicia en 1997 tarda en concretarse 10 años – primero con una crisis  luego, seis años más tarde, con un Brexit y un Presidente Norteamericano ultraconservador en 2016. Los tiempos empleados para ir dando pasos e ir quemando etapas parecen largos, pero también inexorables y sin vuelta  atrás (lo que señala la evidencia de una extrategia).
Hará falta mucha inteligencia para sobre llevar ese posible futuro adverso en España y es probable que para ello se haya de empezar a aprender a prescindir de las ambiciones personales propias del ambiente político para dar paso al sentido de Estado en su visión más positiva (casi desde la humildad), que permita transitar situaciones adversas con los menos daños posibles (al contrario de lo que nos suele suceder en los conflictos vividos en el siglo XX). 
   Mientras tanto Pablo intenta agarrase a lo que parece últimas oportunidades para estabilizarse como "actor político" permanente; y aunque la sensación general sea que ya sólo lo hace por cuestión personal, pues cada vez parece estar más sólo – y su papel de re-conductor del 15M parece que concluyó - y sin embargo se antoja que tiene otro en el horizonte (el antagonismo con Vox, que puede darnos "memorables" momentos de crispación y aumento de beligerancia y polarización). Ahora, en la formación de Gobierno, si tiene oportunidad, nos cobrará una nueva “factura” y, sinceramente, creo que no se la merece. 
En ello debieran estar en "sintonía" el PP y C´s, siendo conscientes de que los momentos en que vivimos (no solo en nuestro país sino en Occidente en general) no son momentos de ceder a la "tentación de cálculo político-estratégicos" que se pudieran "rentabilizar eficazmente" en un futuro más o menos inmediato (según las reglas políticas vigentes hasta la fecha; pues tal vez, nos pudiéramos encontrar con la desagradable sorpresa de que ese "futuro más o menos inmediato" en el que se deberían cumplir los cálculos que hoy se realizan "apretando al adversario" se puedan ver modificados inesperada, repentina y desfavorablemente para todos). Parece, por el contrario, el momento de ir resolviendo de manera más eficaz lo que nos toca vivir, positiva y generosamente, paso a paso. El futuro parece bien incierto, lleno de certidumbres adversas que se podrían ir enfrentando desde este presente, con verdadero sentido y responsabilidad de Estado. 

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