Miguel Ángel Ibáñez Gómez - maiges_ps@hotmail.com

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viernes, 31 de julio de 2020

La República que viene (en parecido contexto, casi calcado, que la anterior).


La República que viene (en parecido contexto, casi calcado, que la anterior).

Saben los Estados que sus gentes, su pueblo, se renueva constantemente (y tienden a perder la memoria). Como Estados no son capaces de contar la verdad de la propia Historia a su propio pueblo – por lo general nunca son capaces de contarla realmente (esa verdad se halla en archivos, en documentos que en España no parecen que nunca saldrán a la luz – algunos son de partidos, otros de sindicatos, otros en la propia seguridad del Estado y muy probablemente en los propios archivos del Ejército) – y si sus gentes no son capaces de deducirla para aproximarse mínimamente a esa Historia, que suele ser imposible de relatar, pues todos nosotros la oímos y la aprendimos desde cierta épica que fue subrayada, convenientemente, según la etapa concreta; porque los Estados así lo quieren para perpetuarse como tales “intempore” (épica imprescindible y que debe de manifestarse con entusiasmo en los súbditos, en el pueblo, en los ciudadanos, porque así muestran su adhesión; por el contrario, no hacerlo es síntoma de cierta rebeldía; rebeldía preocupante para cualquier Estado). En nuestra singular España, donde la Historia se bifurcó en los años treinta, generando dos legitimidades paralelas, ninguna de esas dos contaron la verdad de su propia Historia y directamente optaron por la épica; los ciudadanos que no reflexionaron profundamente sobre ello (sobre todo porque media España no estaba ya como para reflexionar sino penando su destino), sobre todo las generaciones posteriores, ansiosas por un mundo y una sociedad mejor, que piensan que el pasado no volverá y acabarán por cometer los mismos errores que otras generaciones del pasado cometieran. Todos anhelamos un mundo mejor y ello es un deseo que nos hace previsibles y manipulables (sencillamente porque es un deseo; y eso es el peligro de los deseos, porque por ellos somos todos manipulables).
Lo que realmente enseñan los Estados a sus gentes son los límites y las líneas rojas que les permitirán sobrevivir dentro de ellos (si otras circunstancias no vienen a agravar más las situaciones: intereses particulares, luchas entre poderosos, inestabilidad internacional…) y esas líneas rojas se instauran por medio de instrumentos intimidatorios como el temor, la coacción y la violencia; mostrándose los Estados, a sí mismos, como perfectos y sabedores de lo que precisan los ciudadanos para su bienestar en cada momento (es así, de tal manera que los Estados ejercen su poder en la sociedad, y que las familias reproducen el mismo modelo dentro de su seno familiar).
La épica que sostienen los Estados para sí, para todos sus actos, es necesaria para su supervivencia y se basa en el relato de su propia Historia (en la interpretación de la misma en las escuelas e institutos e incluso en las Universidades). Estados edificados y construidos desde las violencias de guerras donde gente (pagados y/o súbditos obligados) derramaban su sangre bajo los intereses de unos u otros que pugnaban por territorios, por privilegios, o por coronas que otorgaban legitimidad divina; se mataban, sacrificando a la plebe o al pueblo (generando pobreza y miseria, rapiña, tragedias…), entre hermanos, entre primos, entre tíos y sobrinos, entre marido y mujer… y buscaban aliados en países extranjeros, ya fueran en el norte o en el sur, que ofrecían su apoyo a cambio de privilegios, alianzas o contraprestaciones… y a veces aprovechaban la situación de caos para medrar por su cuenta y capturar territorios para sí mismos, extendiendo, inesperadamente, territorios y recursos en nombre de un imperio lejano. A todo eso le llamamos Historia. Y a la convivencia entre vencedores y vencidos le llamamos los periodos de paz y, consiguiente, prosperidad.
La teoría del Fin de la Historia, propugnada por dos políticos/filósofos – Lenin y Fukuyama – de signo contrario, uno comunista y otro capitalista, que aseguraban que vencerían sus respectivos modelos de Estado, han fracasado, tal vez porque no contaron ni concibieron que China fuera capaz de generar un Estado intermedio, a medio camino entre Capitalista y Comunista y a la vez mantenerse en su integridad territorial por medio de un sistema dictatorial extremadamente coercitivo con su propio pueblo. Lo señalaba el ex Secretario General de la OTAN – NATO (organización concebida por la ONU al finalizar la II Guerra Mundial para garantizar el libre mercado y la Democracia en occidente) – China se había mostrado como el sistema de gestión social y territorial más eficiente; el problema era que China es y será una dictadura (y lo dijo con lágrimas en los ojos ese pacifista socialdemócrata que había llegado a la cumbre de la maquinaria militar más poderosa de la Tierra, donde el mundo anglosajón exhibía su potencia militar haciendo fracasar el proyecto soviético, pero no el chino). Deberíamos reflexionar sobre esas declaraciones realizadas a inicio de 2010 en el club siglo XXI por Javier Solana – aupado en la maquinaria de guerra que defendía el liberalismo con la finalidad de generar un análisis imparcial que determinara, honestamente, el mejor modelo social y político para la humanidad que hiciera posible el fin de la Historia que propugnaban Lenin y Fukuyama. 
El cambio político en el mundo anglosajón hacia un populismo de extrema derecha (poniendo como excusa a la injerencia de Rusia) debería hacernos reflexionar profundamente sobre lo que se nos viene encima en este cambio de ciclo y no excusarnos con la idea de que si cae Trump todo volverá a la normalidad (eso es auto-engañarse; la maquinaria Norteamericana, de control de equilibrios sobre el sistema político demuestra que la tendencia generalizada en EEUU es hacia un nacionalismo radical - similar al que Hitler fue desarrollando en la Alemania de finales de los años 20) y que reírnos de Trump y de sus incoherencias, estupideces, ignorancia y bravuconadas no nos mantendrán a salvo del movimiento de fondo que lo impulsa (como tampoco la ignorancia de Reagan nos defendió de su política agresiva; ni tampoco la ignorancia supina de Buhs hijo nos defendió de su guerra de Irán; ni tampoco en los años 20 en Alemania, señalar lo grotesco de Hitler y su histerismo le libró a Alemania de ser arrastrada  a una histeria colectiva y épica que hiciera posible la II Guerra Mundial; hubo dinero y financiación, como señalaba el corresponsal de ABC de aquella época – mandado a realizar una entrevista a Hitler a quien acompañó durante un día entero, en su propio coche y que fuera advertido por el propio Hitler que si le acompañaba su vida estaba tan en riesgo como la suya propia; y donde se entrevistaron con un general alemán, a quien Hitler le pedía, una y  otra vez, dinero, más dinero para su causa y este general le calmaba diciéndole: “Llegará, llegará no se preocupe, llegará”. Los tres sentados en una cervecería alemana, y donde Hitler portaba, a la vista de todos los allí presentes, su pistola personal).
Se dice que en España la República se vincula con el caos y la tragedia, refiriéndose a las consecuencias de la II República, como si no hubiera existido una I República en la que pronto se escucharan tiros y cañonazos – con ciudades sublevadas pidiendo independencia y cantonalismo - y perdurara así los nueve meses que duró (aquella República fue traída por falta de candidatos adecuados a la Corona española; España siempre fue un pueblo difícil de gobernar, no tanto por sus ciudadanos sino por los que se hallan más arriba y pugnan entre ellos, por sus intereses, siendo capaces de promover el caos en la propia sociedad si no se atienden sus deseos).
La sociedad precisa de mitos para poder sobrevivir a esta “herida absurda” que es la vida (mitos de los cuales le pedí orientación a Sánchez Dragó para impulsar mi proyecto NBBC – pues Sánchez Dragó inició la construcción de un mito para la España soñada pos- franquista; donde por fin todos hubiéramos aprendido del pasado que nos llevara a la Dictadura Franquista y ese mito que Dragó construía sería suficiente argumento para que esa nueva España Democrática se contuviera e sí misma, integra y unida, sin más deseos ya que rendir honores a lo mágico que porta la vida (¡¡¡cómo se equivocó Dragó y los que premiaron su obra en 1977!!! aprende sólo una generación concreta, la siguiente vuelve al sendero que le conduce el carácter). La política en España no viene a brindar con la eternidad divina que rige, sí o sí, los destinos de la Historia de nuestra patria y nos castiga una y otra vez si la olvidamos. Vinieron los partidos y retomaron la idea del resarcimiento, del ahora nos toca a nosotros, y el punto medio se quedó olvidado nada más llegar nuestra democracia; volvimos a la ley del más fuerte y la del dinero que todo lo puede para frenar nuevamente los nacionalismos periféricos y las “legitimidades” republicanas que se querían imponer, nuevamente, de la misma manera que hacía 40 años – no habían aprendido nada del pasado y se han pasado esos 40 años de primera etapa democrática conspirando un día sí y otro también a la espera de que esa ley, que impera en España desde hace siglos, y por la cual no hay gobernante, al que no se le pase, tarde o temprano una dura factura, aunque ello lleve a hacer temblar los pilares del Estado. Y así nos vemos ahora con el emérito rey (cuando Rubalcaba iniciaba el desmontaje de ETA, un general salía en la tv radical y extrema, con su uniforme militar y su cara que se me antojaba de mala leche). Desmontado el garito de ETA los políticos señalaban al rey (y lo primero que hicieron fue pedirle que se desdijera de esos comentarios que las tv radicales le atribuían señalando que el socialista Zapatero era bastante “deficiente” como presidente para España – ya Alfonso Guerra le señaló como bambi y acabó rectificando y añadiendo “de hierro”, ante lo que parecía una evidencia – los servicios secretos no siempre dicen lo que hacen, sobre todo si las órdenes recibidas fueron promulgadas antes de la democracia, en la transición, y los que venían las desconocían, incluido el rey). Pero era tan apetitosa la posibilidad y las circunstancias tan adecuadas para obligar al rey a hablar bien de Zapatero, que no se contuvieron, y acabó por costarle la corona (el primer aviso fue Urdangarín – la cara del yerno lo dice todo cuando salta el inicio del escándalo, no siente haber hecho nada que otros no hicieran; ¿No estaban todos al corriente de sus negocios? luego siguieron la pista al rey y esta vez, con lo de Botsuana  consiguieron echarle de la posición honorífica en una asociación internacional y prestigiosa de protección de la fauna – como si el rey no hubiera ido siempre de caza – poco a poco fueron minando y no dejando pasar una hasta que por fin abdicó). Y Rubalcaba, después de poner el cuidado preciso para que continuara la monarquía en la transición al nuevo rey, renunció a su escaño y volvió a las aulas. Eso sí, el general que portaba uniforme en la tv de extrema derecha radical, sabía, sí o sí, que aunque nunca fuera acusado de eso que parecía un verdadero sucio “trabajo”, con su descubrimiento – en cuya pista ya situaba el periodista Manuel Cerdán hacía años y nadie en el mundo de la política quiso creerle – sería señalado el Rey (como lo fue Carrillo en lo de Paracuellos por sostener el cargo en la seguridad, aunque fuera imposible contener a sus propias masas airadas y enfurecidas por la violencia del inicio en la propia guerra civil, los primeros que denunciaban esa extrema violencia de la guerra civil en esos primeros días y semanas, paradójicamente, fueron anarquistas – realmente era necesaria tanta violencia? No había argumentos suficientes para evitarla? -  y lo fue, aparentemente por el hecho simple de estar en el mando supremo de las FFAA (aunque nadie reparara que ETA, como otros grupos terroristas en todo el mundo, servían a intereses de Estados - y también del propio Estado profundo que nunca creyó en la Democracia española - sin cuya servidumbre nunca hubieran podido sobrevivir – véase el apoyo mediático que recibían los presos de ETA desde Londres).
Habría que recordar aquellas declaraciones de un trabajador cualquiera de hace un siglo que señalaba esa misma idea de destino inútil al ubicarse sus vidas en la pobreza, como sus antecesores (nacemos, trabajamos, nos casamos, traemos hijos al mundo, enfermamos y morimos… esta es mi vida y la de todos los que nos precedieron). ¿La República traería algo diferente? Si se ve la prensa de la época verán que sólo el pueblo se engañara realmente; los artículos periodísticos ya señalaban que muchos pensaban que con la República sus males desaparecerían como desaparecía el Rey del palacio Real. Era el año 31 ¿Acaso la Francia revolucionaria y republicana trataba mejor a sus ciudadanos? ¿Alguien hizo esa reflexión previa, como la hace Felipe González, como mejor puede al señalar, indirectamente, que no hay garantías de que no haya republicanos de extrema derecha?
(puede resultar cansino recordar la magnífica peli de “Senderos de Gloria” donde   Kirk Douglas reseña y suscribe casi una rebelión ante sus mandos, Generales proclives a la ambición personal a costa de sangre ajena, llegando al bombardeo de la propias líneas de soldados y eligiendo al azar los “cobardes” que deben de ser fusilados para garantizar la disciplina y el honor de algún General. La República francesa organizó incidente en Bruselas, al estreno de la película en 1958, consiguiendo el consulado francés la supresión de la película en ese país. También presiona Francia a la United Artists llamandola a la suspensión de la proyección para insertar una nota explicativa y el himno de «La Marsellesa» al inicio y el final del film. Con esta añadidura, la película volvió a proyectarse en Bruselas. Sin embargo, Suiza prohibió su proyección y la United Artists simplemente no se atrevió a presentar la película en Francia hasta 1972. Finalmente fue estrenada en el país galo en 1975.4​ En España hubo que esperar hasta octubre de 1986 para que se proyectara como una retrospectiva de Kubrick,4​ ya que el régimen de Franco la había censurado por su contenido antimilitarista. La cinta también se prohibió en Marruecos y Canadá. ¿Qué tienen en común la pacífica Canadá con Marruecos con la España de Franco y con la prohibición de su visión en la Francia republicana hasta 1975? Que son Estados, y como tales Estados no pueden permitir que hechos como los señalados en la película y vividos por generaciones anteriores formen parte, por medio del cine, de la “realidad” de nuevas generaciones – a las cuales se supone que ya han sido capaces de “contarles” una Historia de la propia Francia más consecuente, donde, como siempre, el fin justifica los medios y todo es relativo, porque el futuro será mejor y el pasado ya está superado y nunca volverá más...).
Es obvio que la madre de todas las Repúblicas modernas, la inspiradora de las libertades en naciones como los EEUU o todas las naciones y Estados de América Latina, quien se pone como ejemplo de un pueblo de ciudadanos que deciden su futuro, también acaba siendo cruel con su propio pueblo (por los mismos motivos y causas que las monarquías de antes o de su tiempo también lo hicieran) pero tienen un instrumento a su alcance (como lo tienen todos los Estados) y que no está al alcance del propio pueblo y de sus ciudadanos: Redactar y relatar la propia Historia según su conveniencia. Y eso es algo común a todo Estado. Por eso Francia mueve sus hilos internacionalmente y mueve a España, Canadá, Suiza o Marruecos a acompañarle en el veto a esa película de Kubrick. Porqué no se mueven el resto de Estados/Naciones, obviamente juegan al mismo juego todos? Porque a ellos no les han tocado o simplemente porque así desgastan la credibilidad de ese Estado en particular, ante esa orden bárbara de bombardear sus propias líneas (aún se afea en EEUU que Francia no sea lo suficientemente agradecida a la liberación proporcionada por el mundo anglosajón frente al nazismo, en especial a los Norteamericanos; como señala la serie Los Simpson). 
Recordar que la Socialdemocracia ni el socialismo antes de la República identificaba en ella el marco ideal para desarrollar un proyecto que diera bienestar a la clase trabajadora. En España esa adhesión a la República fue sobrevenida al considerarse, por un lado, que la República fuera patrimonio de una parte del parlamento contra la otra; y que la conspiración contra la misma viniera de la mano de partidos de naturaleza fascista a partir del intento revolucionario de la izquierda en 1934 (ya todas las fuerzas extremas – derechas e izquierdas - se declaraban abiertamente contra la democracia y el parlamentarismo); y pretendían usar del sistema democrático para alcanzar el poder y acabar con la Democracia. Una analogía que también existía en parte de la izquierda. Durante la guerra, al verificar que Franco recuperaba la bandera monárquica, se asienta la idea de que la República se identifica con las izquierdas y la Monarquía con las derechas (el líder ascendente en ese momento por la derecha era Calvo-Sotelo, monárquico; en detrimento de Gil Robles que aunque líder de la oposición  por entonces no identificaba su proyecto, similar al de Mussolini o Hitler, a un formato ni republicano ni monárquico – aunque posteriormente sí lo hiciera en favor a la monarquía una vez Franco ganara la Guerra y se viera que hubiera traicionado a todos – en especial a los políticos; incluso actuando en clara oposición a Franco, dentro y fuera de España). Fue el impacto y extensión de aquella revolución soviética, y su eco en el resto de Europa, lo que movió la idea de posicionarse, en los conservadores, en ideas contrarrevolucionarias, no solo de contención sino extendiendo el miedo a una verdadera revolución (miedo a que la propiedad privada estuviera en cuestión y que la religión fuera abolida y perseguida – no tanto por ser una República sino como por temor a que se dieran pasos hacia un modelo soviético – el precedente de 1934 supuso un cambio de perspectiva en la política española; y fue el punto y fecha que eligió Franco para pasar factura a la población y a sus representantes políticos) en una espiral de mutua desconfianza con la izquierda moderada, en antagonismo con su extremo pro-revolucionario y por la posible y probable insurrección anarquista (el voto al Frente Popular de los anarquistas de la CNT (800.000 afiliados frente a 200.000 de UGT) tal vez no fuera tan incondicional como se dijera y/o vieran la oportunidad de realizar reclamaciones – en base al apoyo de facto ofrecido al Frente Popular - que se podrían anticipar como inasumibles por el Gobierno del Frente Popular, y que una vez iniciada la guerra sí se concretaron y consiguieron los anarquistas (ante un escenario de ruptura y golpismo ya evidente desde antes de las elecciones del 36 – se formara un gobierno frentepopulista de personalidades moderadas que cerraban el paso a cualquier idea que pudiera concebir la derecha de gobierno revolucionario), y ante tal gobierno y de tal naturaleza, se previera ya una intentona pro-revolucionaria esencialmente anarquista, ante la cual sería inevitable usar del ejército para aplacarla y tal vez, nuevamente, de los generales que sofocaran la anterior del 34 o afines a ellos, como prueba y garantía de que España no giraría hacia ninguna revolución.
Tal vez el fracaso de este gesto y el inicio de las provocaciones y demostraciones de fuerza de antagonistas en las calles (con tiroteos y primeros muertos relevantes) hicieran imposible cualquier estrategia de hacer caer a los rivales en un paso en falso  (paso que pudieran dar cualquiera de los extremos pro-revolucionarios, porque así se consideraba tanto a la extrema derecha como a la extrema izquierda por entonces) que permitiera actuar al gobierno de manera legítima, desacreditándoles ante la opinión internacional y haciendo inviable la sublevación militar en ciernes. Por el contrario fueron representantes del propio Gobierno del Estado quienes se ponen en evidencia y hacen percibir que el Estado republicano en manos del Frente Popular ya no garantiza la vida a los representantes legítimos de la oposición en el parlamento, con la muerte de Calvo-Sotelo (monárquico) en el entorno de una detención nocturna en presencia de miembros de la seguridad del Estado – Guardias de Asalto y otra persona que se identificó como Guardia Civil  como represalia a otros asesinatos anteriores.  
Ni siendo los anarquistas ni la CNT responsables de las tensiones que darían lugar a la Guerra Civil Julián Casanova es Hans Speier Visiting Professor en la New School for Social Research de Nueva York.04-11-2006. (no poseían ni aspiraban a ostentar representación política alguna, ni pugnaban por las luchas por el poder político) sí, por el contrario, hicieron posible la revolución libertaria dentro de la guerra en las colectivizaciones de Aragón. Recuperaron y asentaron territorios para la República, participaron en el Gobierno durante unos meses (hasta que Stalin ordenó sacarlos de allí por medio de una conjura y trama organizada en Barcelona por el PCE – que supuso una guerra civil dentro de la guerra civil), denunciaron la violencia y asesinatos políticos del adversario desde el primer momento (Agosto de 1936); sacrificaron su figura preeminente y revolucionaria en el frente de Madrid (Durruti) pese a ser advertido por el general anarquista Cipriano Mera (albañil) de que no se dejase mandar por Miaja al frente de la ciudad universitaria; y pusieron fin a la propia guerra civil, en una maniobra contra los comunista en el frente de Madrid (en la que participaron el coronel Segismundo Casado, jefe del Ejército del Centro, en colaboración con las redes de espionaje franquista y la Quinta Columna de Madrid y con apoyo de Julián BesteiroWenceslao Carrillo (líder de la UGT), Cipriano de Mera y el general José Miaja1que acabó siendo desoladora y no consiguió los objetivos de una paz honrosa (que nunca estuvieron en la mente de Franco ni de Londres – que se negó a interceder en favor de ello – recuerden el papel de Londres, no solo apoyando desde las sombras el golpe y ascenso de Franco al poder sino también fiscalizando la actividad republicana durante la guerra en todo momento y siendo el Gobierno Republicano muy permeable a toda indicación proveniente de Londres).
Eso fue la última República en España y así acabó (en la ensoñación de Casado de conseguir un abrazo de Vergara, de reconciliación, en un Madrid hambriento donde las manifestaciones de la mujeres ya llevaban pancartas: “Si no podéis darnos de comer rendiros”). En ella, en aquella república, cuando llegó, nadie se acordaba de la monarquía desacreditada en la figura de Alfonso XIII; y hasta las postrimerías previas a la guerra civil, donde un antiguo ministro del General  Primo de Rivera que gobernara una dictadura con el favor del rey, (Calvo-Sotelo, fue Ministro de Economía) resucita la idea de defender la Monarquía frente al desinterés en ello  del líder de la oposición Gil Robles, más interesado en evitar una pretendida revolución comunista (comunismo inexistente por entonces en España y por lo tanto sin apoyo ni control de Stalin, como luego sí sucedió durante la guerra) o la revolución de la izquierda, y para ello, para evitarlo, formular su proyecto de llegar al poder e imponer un formato autoritario y sin parlamento – la contra revolución.
Es decir, se echó a un rey desacreditado y con él a la monarquía y todos intentaron disputase el pastel del poder, cada uno según su criterio legítimo, que acabó siendo en todos posturas revolucionarias de extrema derecha o de extrema izquierda. Pero el gato al agua se lo llevó Franco. El aprendizaje debiera ser el que dijo el coronel británico en “La Clave”: cuando no hay un rey disponible, la figura más parecida es un general. Y desde luego, después de una República que pretendió ser progresista y sacarnos del atraso económico y social, en medio de una grave crisis económica y política internacional, nos vimos arrastrados a una horrible guerra que culminó con el mandato durante 40 años de un joven general no esperado.
Al acabar esa etapa de la dictadura, se completaron los planes instaurados para España desde el mundo anglosajón (proyecto que Franco, en sus puntos esenciales, siguió al pie de la letra – probablemente su vida también dependía de ello) eligiéndose como sucesor no a Juan de Borbón - demasiado implicado durante la dictadura en tejer tramas y asedios o al menos permitirlos en su nombre por parte de monárquicos convencidos y tal vez republicanos en el exilio - sino por medio de su hijo, que representaría el futuro y la convergencia de todos los elementos esenciales, en juego, durante la guerra civil (y que siendo de una nueva generación se dejaría llevar). Se deshabilitó el PSOE tal y como venía del exilio para renovarlo desde una perspectiva avalada por la propia Iglesia Sevillana. Se dio lugar al PCE de Carrillo, eurocomunista y conocedor en profundidad de las consecuencias de la Guerra Civil, pero sin opciones para gobernar. Se rehabilitó el sindicato histórico de la UGT y se habilitó a CCOO (cercano al comunismo y a la vertiente religiosa que contempla la justicia social – comunismo que Dragó llamó, algo así como: vertiente “exotérica” del catolicismo) y se obstaculizó, entorpeció y boicoteó plenamente a los anarquistas y a la CNT (objetivo esencial de Suárez y del resto de partidos durante la transición) en sus derechos de patrimonio histórico, cediéndolos en lo posible a CCOO. Se buscó dividir al anarquismo internamente y girarlo a posiciones pro-comunistas (se tenía más fe en las garantías que daba el PCE de sustentar el Estado que en un proyecto anti-Estado y anti-autoritario como lo fue la CNT) y desde luego restarle cualquier mérito en la defensa inicial de la República. Todo ello porque probablemente la revolución que realmente temían las derechas (y las izquierdas) no viniera tanto de la mano de marxistas, como aseguraban en el exterior, sino de la mano de los anarquistas (que multiplicaban por cuatro la militancia de la UGT) y que se hallaba instaurada en la Catalunya industrial y la Andalucía agraria, e incluso en gran parte de Aragón (por ello no les dejaron tomar Zaragoza con todo tipo de obstáculos en munición y temores azuzados por el asesor de Durruti – que era un cura). El miedo durante los inicios de la Guerra Civil era que la revolución anarquista llegara a cuajar realmente (ese era la prevención real en Londres; una revolución comunista ya era grave que triunfara en Rusia, pero una revolución anarquista en España podría representar un ejemplo inasumible para cualquier Estado); el giro de la República hacia la URSS (enemigos a muerte de los anarquistas) lo propició Londres negándole armamento al Gobierno republicano y sellando su final previsible; las declaraciones revolucionarias de Durruti en la prensa anglosajona no dejaron dudas de que ese “roba-bancos” era capaz de constituir  un Estado/NOEstado y atraer a Anarquistas de todo el mundo (con mujeres muy visibles en el frente de guerra, algo intolerable para la visión patriarcal británica de entonces y que podía mover a reflexión en sociedades como las Norteamericanas – ahora seguimos un modelo de feminismo importado y diseñado por el mundo anglosajón, específicamente para nosotros – mientras ellos mismos lo combaten en su propia sociedad para que no se imite el modelo español si triunfa plenamente) en un territorio como el aragonés que no tenía instituciones de autogobierno republicano – a diferencia de Catalunya. Así que el objetivo inicial fue sacar a Durruti del frente aragonés, llevarlo a Madrid, llenar los frentes de guerra españoles de comunistas de todo el mundo, en especial anglosajones (brigadas internacionales), y para ello brindar a la URSS su entrada en España para controlar a los anarquistas e imponer una guerra formal y uniformada (como D. manda). En Italia se usó al fascismo italiano para desmontar el potente anarquismo naciente y evitar que creciera, sin embargo apenas supimos de él, y fue sustituido por el comunismo, que era el rival que se deseaba tener en contra-peso al capitalismo – tal vez porque es capaz de usar el mismo lenguaje económico y las mismas tesis sobre la seguridad que cualquier otro Estado y se apoya en el análisis del Capitalismo al que dice superar; así se concebiría limitar el espacio político de los ciudadanos de todo el mundo: Si falla la democracia habrá dictadura de derechas o de izquierdas, nada más – el ejemplo de que ello era posible se ensayaría con la guerra civil española que resultó ser algo más que un preámbulo de la guerra mundial: Un ensayo realista que permitía demostrar que se podría acabar con cualquier ideología que pretendiera acabar con un Estado cualquiera.
Después del perfecto proyecto concebido con la Constitución española del 78, donde entra en juego la monarquía como garante de la democracia y controladora de cualquier impulso involucionista del ejercito, constituimos, entonces, una República Monárquica/ Monarquía republicana efectiva y real; donde los poderes fácticos se subordinaron al poder político, plenamente, por primera vez en España y sin objeciones; pues la Corona española, sustentada internacionalmente hacía inviable cualquier escenario involucionista – como así señalara Margaret Tacher en febrero de 81 señalando su apoyo al proceso democrático en España e indirectamente su oposición a cualquier otro escenario político, en pleno intento de Golpe de Estado. No así los EEUU, que hablaron abiertamente de no injerencia. Aún así las tramas golpistas siguieron sucediéndose hasta 1985, que sepamos, y que ya apuntaban directamente contra la Corona – acabar con el propio rey y su sucesor, y si era posible con los miembros de la Casa Real; e incluso con el propio Felipe González (si tuviéramos memoria, como la tiene Felipe González, no haría falta repetirlo una y otra vez – pero la historia que se cuenta a los ciudadanos no se actualiza diariamente, porque la finalidad esencial es no alarmar). Los poderes políticos elegidos en las urnas por los españoles mandaban la España real sin que hubiera objeciones reales, aunque sí miedo a la llegada de Alfonso Guerra y Felipe González (azuzado por Emilio Romero, gran profesor de periodistas que luego dieron gran talla durante la democracia – paradojas repetidas y reiteradas que subrayan el deseo de una generación que la que la sigue a prenda de los errores) ambos socialistas dispuestos a hacer real esa República que se contiene en la Constitución española (y que incluso ahora la derecha añoran como buenos políticos – la derecha también pierde la memoria a menudo; somos un país sin remedio que es más permeable al miedo (y a la revancha) que al sentido común. Por eso nos manipulan los políticos y ellos así mismos).
 Estamos en España viviendo, como en el resto de occidente y del mundo en general, un fin de ciclo e inicio de nuevo ciclo, económico/social/ y político, mundial. Las incertidumbres que hoy existen sobre el devenir de nuestro futuro y el de Europa y la UE en especial, son muy preocupantes ante el giro de los países anglosajones hacia un populismo que se le achaca a la intervención e injerencia de Rusia (como si Rusia realmente fuera tan poderosa que pudiera ir en contra de la opinión pública anglosajona y manipularla en un interés propio que nunca se ha definido en qué consistiría; al menos por el momento – sobre todo porque si dentro de unos años o décadas hubiera que buscar culpables de algo duro e irremediable, desde luego Rusia sería uno de los primeros objetivos a señalar y sobre el cual resarcirse; es el anhelo americano, acabar con el proyecto de la UE estrellándolo contra Rusia).
Es obvio que la Historia no llega a su fin previsto por ninguno de los dos rivales que la anticiparan con el triunfo del capitalismo o del comunismo. El comunismo mutó en China haciendo posible la existencia de ricos y multimillonarios en proporción similar a cualquier país capitalista y liberal. La lucha entre ambos conceptos no ha terminado y se vislumbra adversa (pues se pretende retroceder para volver a explorar el nacionalismo radical de los años 30). Para los ricos, en cualquier parte del mundo: Libertad y bienes; para los pobres en cualquier parte del mundo, rigidez y dictadura; ese es el verdadero temor que hace presagiar el camino populista que llega desde el mundo anglosajón.
Y en este contexto actual, de incertidumbre extremadamente similar al de hace 90 años, nosotros, en vez de conservar nuestras instituciones y hacernos fuerte en ellas – hacernos piña pase lo que pase – volvemos a jugar con instituciones que han resultado esenciales a nuestro sistema democrático y que aún son pilar de nuestra unidad e integridad; se aprovechan de que nadie de ahora tiene memoria, ni conseguimos, tampoco, llegar a un acuerdo con el adversario histórico (las derechas) para asentar una memoria común desde la cual hacer consistente la democracia para siempre, al menos el Parlamentarismo y el sistema de votaciones.
No somos capaces de ver  que se da el mismo escenario político/económico de hace 90 años (en el plano internacional de incertidumbre y de crisis); no somos capaces de ver  que se juegan con nuestras instituciones básicas (ya los periódicos Norteamericanos señalaban hace años, bastantes años, que al fortuna del rey emérito rondaría los 2.000 millones de euros; y que otras monarquías también hicieron de las suyas en el pasado y fueron reconducidas por sus Estados, analizadas en sus gastos y aceptadas en sus errores humanos, como con cualquiera de nosotros). Olvidamos que sin esa figura esencial el ejército podría nuevamente dividirse y politizarse. Olvidamos que derribar la Corona puede llevarnos a derribar otros poderes o familias más o menos legítimas pero históricas y decisivas para nuestro Estado y las relaciones internaciones que hacen posible la estabilidad de nuestro Estado (con lo que ello significaría de que una nueva República naciera con enemigos potentes y poderosos; en el interior y en el exterior – como pasó con la precedente república). Y sobre todo se olvida que la caída de la monarquía en tiempos de la II República pareció un hecho consecuente y natural (también).  Es tan idéntico el escenario que resulta increíble que nadie lo advierta y lo exponga, y se juegue a esperar a ver cómo se da el siguiente paso para “tocar” al actual rey. Como si eso, en sí mismo, no fuera una conspiración en toda regla. Y como si ése no hubiera sido el objetivo inicial de la revuelta catalana señalada por el presidente catalán Artur Mas. Revuelta catalana surgida después de que un ministro del PP, Margallo, intentara tocarle las narices al imperio británico a raíz de un referéndum en Escocia (y por cuenta de problemas en Gibraltar del que el mismo Ministro parecía querer resarcirse con esa idea de hacer posible una Escocia fuera del UK y en Europa) como si los ingleses no supieran provocar situaciones en su contra para tener derecho a una respuesta que sería “argumentada” años o decenas de años posteriormente (el embajador inglés del momento tenía una esposa independentista catalana; ¿no es suficiente motivo de preocupación y de no tomarse nada a la ligera?) Como si el imperio Británico hubiera dejado de serlo en algún momento (y menos ahora amparado como siempre por los EEUU).
Nos tiene tomado el pulso desde que nos relevaron como imperio hace ya unos siglos (y si no les sale de una manera, compran voluntades – ¿no dice el dicho español: ¿Donde haya un conflicto busca al inglés? ¿No es cierto que cuando vinieron los ingleses a defendernos de los franceses en 1808 no fueron acabando con la industria incipiente de la península? ¿Es que realmente no tenemos memoria?).
A mi modo de ver están todos los elementos, los mismos, los esenciales de hace 90 años. ¿Soy el único que los ve?
(no, no soy el único que los ve; ya al inicio de la crisis de 2008 se temía que el escenario girara hacia un conflicto similar al de los años 30 por los políticos de entonces; y estos se permitieron no jugar con inteligencia y no absorber en sus listas moderadas a figuras inexpertas en política, pero implicadas con la sociedad real que siempre sufre los embates de todo lo adverso de nuestros Estados. No se movieron deprisa para incorporar a Santiesteven (por ejemplo) y otras figuras del mundo social que toca tierra todos los días con problemas reales. NO se incorporaron a personajes aunque estos fueran medio libertarios, que refrescarían las ideas, los principios y los valores que parecían olvidar los dos grandes partidos en el poder (tan enconados en la lucha política). No los incorporaron para enseñarles los límites del Estado y si fuera posible buscar la manera de trasladar esas líneas rojas más allá, haciendo posible extender los territorios de libertad de la gente común paso a paso; como parece posible en otras latitudes europeas. No lo hicieron, prefirieron que fueran acompañados de radicales, nuevos comunistas, dispuestos a reventar el gran pacto del 78 – y pueden acabar por conseguirlo. No seguimos los pasos, como lo hiciera Alemania, de dar cabida a los social/pacifistas dentro de su seno, haciendo posible que estos evitaran la confrontación de la OTAN en Ucrania contra Rusia. No seguimos ese ejemplo, tal vez porque de seguirlo muchos ineptos – y roba proyectos, entre otros - que aún se hallan en política hubieran tenido que marcharse por la puerta de atrás, rabiando y con el rabo entre las patas, arrastrando con ellos lo más inmovilista y conformista de un gran partido).
Prefirieron que se estrellaran las nuevas ideas y visiones de la mano de los más expertos en estrellar cualquier idea de progreso positiva: Los nuevos Comunistas (los de lo mío p´a mi y lo de los demás a repartir).
Y tal vez con ellos todos nosotros.


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