El “Efecto Halo” y el “Efecto Pigmalión”
Antes de ayer tuve una conversación con mi hijo; me sorprendió su serenidad, porque en los anteriores contactos por wasap, en las frases y las expresiones que se transmiten, no se puede apreciar esos aspectos del ánimo, porque por lo general, el ánimo de una persona que escribe lo “atribuye el lector” según su propia percepción de pretendido espectador “imparcial” (pero como el mismo hijo señala, esa percepción está matizada por el “efecto halo” y “el efecto Pigmalión” – que cada persona de la sociedad posee y construye según los patrones sociales de la propia cultura a laque se pertenece – y en España, esos patrones deforman – a veces interesadamente - la interpretación del contenido de cualquier frase que se nos traslade – dándoles un contenido a las interpretaciones que, si fueran realizadas por otras personas, serían perfectamente comprendidos y aceptados en razón a sus circunstancias - (y por lo tanto mediatiza y condiciona las respuestas del interlocutor o interlocutores) generándose impresiones e interpretaciones que pueden llegar a ser plenamente erróneas.
En este caso, Víctor, está “acusado” de tener una “enfermedad mental”. (Sí, lo he escrito bien los dos términos: “Estar acusado” de “enfermedad mental”).
Ya de por sí, tener que utilizar el término “Estar acusado” para poder entrar en el fondo de cómo responde nuestra sociedad a determinados “procesos y respuestas vitales” (que como tales, la mayoría hemos vivido de manera puntual, por un periodo más o menos corto en ciertos momento o etapas de nuestras vidas) “habla de cómo somos como sociedad” y de qué tipo de valores “ponemos en marcha” ante ciertas situaciones personales “que vemos y reconocemos en otros” porque sencillamente, todos las hemos pasado o vivido en algún momento de nuestras vidas (de otra manera NO podríamos reconocerlas - cómo de hecho NO las reconoce un niño, y por ello, al carecer de pre-juicios trata a todas las personas por igual; y desde luego eso no es lo que hacemos los adultos). Es pues una “Acusación” “formal” y en “potencia” que determina, previamente, que esa persona es un peligro “potencial” para sí o su entorno. Otra cuestión bien diferente es si ello realmente es verdad o no (pero de momento, el “efecto halo” ahí se instala, seamos, o no, conscientes de ello). Es decir, en el fondo lo que decimos como sociedad es que “acusamos a las personas” de “no poder salir” de “situaciones” por las que “el común de la sociedad” ha pasado en algún momento de sus vidas y “ha salido de ellas” con una nueva percepción de su entorno social y, consecuentemente, con unas “nuevas estrategias” para afrontar las dificultades que esta sociedad nos propone gestionar a todos. Ante la evidencia de que la mayoría social “sale” de esas situaciones “reprochamos” a los que “aún no han salido” precisamente: de ello “de no salir” y nos constituimos cada cual como “ejemplo” de “haber salido” o de poseer una “sistema o formula maravillosa” para por medio de relatar nuestra propia visión de la sociedad y de como esta se comporta, “ser el cauce de salida” para esas personas. Cuando en realidad son ellas, cada una de ellas las que “de fondo” saben que “deben salir” por sus “propios medios” (y para lo cual se precisa de un entorno dispuesto a ser tolerante y respetuoso con ese proceso personal – porque es lo que hubiéramos reclamado para nosotros, o lo que reclamamos para nosotros mismos cuando nos hemos encontrado en situaciones similares, donde la frase popular explica con claridad la transversalidad de esa experiencia: “Me van a volver loco” o “Me están volviendo loco” o “es una situación de locos”.). A veces se puede “optar” por “salir” de un embrollo de esta naturaleza cuando vemos “que entramos”, o nos “invitan a entrar”, en una asunto o espiral de asuntos que “no tienen buena pinta” (y solemos tener al alcance estrategias que nos han funcionado, o que instintivamente nos aparecen – como señal de peligro - para no dejarnos arrastra a una situación de locos”). Otras veces “no nos queda más remedio que entrar” porque, por ejemplo, sencillamente sea que tenemos que realizar unos “trámites burocráticos” ya sea con una Administración del Estado o con una Administración de una empresa – por ejemplo de telefonía – y sabemos de antemano que “entramos en esos terrenos peligrosos” en los que “te pueden volver loco” a base de “ya le dije” “no me dijo” “le pedí tal y cual” y le dices “no pidió nada”, siendo que detrás de ellos suele haber “interés” por nuestro dinero “tiene que pagar tanto” o “será penalizado con cuanto”; vamos, que tienes que entrar sí o sí, o por el contrario marcharte al campo e intentar ser autárquico y eso ya sabemos que es casi imposible (no está al alcance de todos) y suele ser, además una consideración de no poder superar una situación concreta y estar agobiado hasta tal punto de (que según se diga en los entornos sociales o médicos) poder decir: Está loco o loca; pero si eres un multimillonario con muchas posesiones, incluso en ambiente natural apartado de la civilización, la concepción del mismo hecho de apartarse de la sociedad se concibe como “consecuente” (obviamente porque consideramos que de poseer una fortuna y a la vez intentar querer estar tranquilo, en el barrio, suele ser situación incompatible en una sociedad que suele ver “al que tiene mucho” de algo con el deber de compartirlo). (Si es mucho dinero tiene el deber de ayudar; y si lo que tiene es mucho poder, tiene el deber de socorrernos).
“Estar acusado” o “Acusar” es un “recurso” que posee la sociedad para “señalar a una persona” y “poner el foco” sobre ella. Así podríamos concebir que mi hijo entiende el “efecto halo” (desconozco cuál sea la definición oficial) lo importante es cómo lo expresa y percibe él mismo (ya que la definiciones oficiales, por lo general, suelen o ser expresada en términos “crípticos” propios de la “psicología social”, o expresados con benevolencia hacia la sociedad, evitando así que la sociedad “revise” su “comportamiento social”, manteniéndola en un “perpetuo estambay” porque así resulta más cómodo “manipularla”, “dirigirla” y, en definitiva, aplicar con facilidad “métodos de control social” ante cualquier situación que se prevea se pueda desbordar por una “deficiente o mala actuación” de, por ejemplo, los instrumentos de la Administración del Estado que se destinan a encauzar situaciones “previsibles” en sus inicios). El efecto halo, así visto, es un “señalamiento sobre una persona” porque a la sociedad, por lo general, “gusta de señalar” a las personas en razón de cualquier circunstancia que se “antoje” aunque no sea plenamente cierta, o de serlo, permita realizar distinciones subjetivas de cada uno de los miembros de su sociedad para ejercer así un “cierto control social” sobre cada uno de ellos (esa práctica a veces se realiza en el seno de las familia y está destinada, también, al control social de uno de sus miembros). Y tiene la ventaja de que, en apariencia, “quien señala, o quienes “señalan” se pone por encima del señalado o lo pretenden”.
La sociedad tiende a ”señalar” a sus individuos en razón de “su aspecto físico” (acuérdense del señor Barragán, personaje cómico) y en una segunda línea de “señalamientos” por la “apariencia” o primera impresión de su carácter, también por “su capacidad o estudios”, “por su dinero o bienes”, o “por su profesión” o por su “no profesión”… todo ellos son maneas y formas de señalar” a las personas que “se ponen en circulación” a veces, la mayoría de las veces, “de manera interesada”.
El efecto Pigmalión sería, como lo expresa mi hijo, la manera en que la sociedad (al constatar que sus señalamientos sobre las personas suelen ser de pleno injustos) cómo la sociedad se apoya a sí misma para sostener esos señalamientos y no ceder a ninguna alternativa más benévola. Ello también tiene razón de ser: La primera la de que participando en el señalamiento social pretender “ser del montón” y “comulgar con el montón” para no acabar siendo señalado también. Por lo general no es una actitud consciente pero suele acabar siéndolo (por lo que ello comporta, en ocasiones malicia para sobrevivir en sociedad) porque ello trae la ventaja de, en situaciones de “roce” “discrepancia” o “conflicto” con un “señalado”, poder obtener el “respaldo social” en una situación puntual, aunque no se tenga la razón. Esa es la ventaja de mantener y sostener el “efecto Pigmalión” en nuestras sociedades (por ejemplo, al inicio de la Guerra Civil, se puede observar cómo – en la peli la “Lengua de las Mariposas” – Fernando Fernán Gómez, maestro de la escuela, es insultado en un tumulto por los que eran sus conciudadanos, cuando es conducido a los camiones, con otros detenidos, y una madre invita y conmina a su hijo a insultar gravemente a su maestro – a pesar de haber sido un buen maestro con él y buena persona con su familia. Aquí el efecto Pigmalión permite, en un primer momento, “salvar la vida” de los que están presentes en ese acto insultando a ese maestro. Se ha instaurado previamente el “efecto halo” para señalarle como republicano, y luego se ha producido el “efecto Pigmalión” donde la sociedad se apoya mutuamente en sostener ese “halo” sobre el maestro, para así obtener garantías de “seguridad” de quienes toman el poder del Estado en ese pueblo concreto). Aunque ese ejemplo de Guarra Civil quede lejos, y las causas de entonces no sean las que pueden concretarse en el presente en nuestras sociedades, siempre que se fomenta el efecto Halo y Pigmalión existe el objetivo de protegerse (aunque se esgriman razones que señalarían la inconveniencia de esos métodos tan usados aun en los medios de comunicación hoy en día). Los procesos para ir deshabilitando las estigmatizaciones sociales a veces son lentos (en otras ocasiones hay mucha resistencia) , pero sobre todo hay algunas estigmatizaciones que aunque se sepan injustas y lesivas (que a veces llevan al suicidio como señalarían las estadísticas) se siguen “promocionando”, en ocasiones, desde el mismo mundo profesional que las atiende (aunque sus discursos, en ocasiones, digan lo contrario) Es como un doble discurso que viene a señalar dificultades y en otras, tal vez, comodidades.
Todos sabemos que al “salir” por primera vez de una “situación de locos” (con la Administración, o con una empresa de telefonía móvil, o con un enredo en la facturaciones de compañías eléctricas, o con un profe del instituto o la universidad, o un problema familiar, o una persona complicada que se ha metido en nuestras vidas, o con un malentendido cualquiera…), salimos con una experiencia y una percepción algo diferente de la que teníamos del entorno social, y acabamos tomando decisiones para prevenirnos de otras similares (si nos dejan, porque por lo general siempre llegan cuando menos te lo esperas).
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