Miguel Ángel Ibáñez Gómez - maiges_ps@hotmail.com

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martes, 13 de abril de 2021

El mundo de los "adultos perfectos" es Una Mierda: Rebeldía y desafíos de mi hijo.

 

El mundo de los "adultos perfectos" es "Una Mierda":

 Rebeldía y desafíos de mi hijo Víctor.

Era 1973. Mi madre, de 37 años de edad, fallecía la madrugada del 1 de julio de ese mismo año.  Mi hermano Mariano, recién cumplido los catorce años, unos días antes, el 26 de junio había tenido una cena muy significativa para él, en el Gran Chaparral – un bar del barrio, que se hallaba entre las calles Reina Fabiola y Florida; y que durante unos pocos años había sido local de juegos recreativos, donde algunos domingos, mi padre, mi hermano Mariano y yo (y algunas veces acompañado de mi pequeña hermana Yolanda, de unos seis o siete años, nos acompañaba, pero que por lo general se quedaba en casa con mi madre y hermano Fernando, de por entonces dos o tres años); y allí nos bajábamos para alquilar la mesa de ping-pon y jugar partidas entre nosotros, haciendo tiempo a que mi madre bajara, para, todos juntos, dar el paseo dominical, que era costumbre en nuestra familia – mi hermano acababa los estudios en “la Salle Montemolín”

(La Salle Montemolín, entonces situada en la calle Miguel Servet, en el tramo comprendido entre el puente sobre el río Huerva – cerca de la Plaza San Miguel – y que concluye en lo que actualmente es el camino Las Torres. “La Salle” era el colegio insignia y de referencia de mi padre, pues él había vivido en la parte alta de San José, en la cuesta Morón, frente a una fábrica de tapicería que un día ardería (la Catedral del Mueble - https://www.todocoleccion.net/catalogos-publicitarios/antiguo-impreso-publicitario-catedral-mueble-zaragoza-habitacion-completa-por-3900-ptas~x192905745) y de la que mi abuela decía que las llamas alcanzarían una altura de tres pisos, llegando hasta la altura donde ellos, mis abuelos, vivían; ella desde el balcón, con taza de retrete incluido, propio de aquellos tiempos (y que amí me llamaba mucho la atención, porque era un cuarto pequeño y papel de periódico como higiénico) , veía con horror llegar a la altura de su cara y donde es de suponer que mi padre y mi tío poli aprenderían el oficio de tapicero. Allí cerca, un poco más arriba, se situaba “La Salle Torrero”, junto con el lavadero (que era de pueblo de verdad, porque San José nacería como población independiente de Zaragoza, hasta el punto de que la gente decía: "Me bajo a Zaragoza", cuando iba a comprar al Mercado Central u otras tiendas) (por el propio nombre parece obvio que los colegios de La Salle fueran obra de un proyecto religioso de “hermanos de la Salle” de origen francés que se extendiera por España - decía mi padre que cuando la guerra en una de esas esquinas que hoy pertenecen al Centro de Mando Militar San Fernando, pusieron unas ametralladoras antiaéreas y también recuerda que contaban que calleran bombas en la plaza San Miguel, y no si si fuera a la abuela o abuelo a quien les fuera ceca aquél día).

Mi madre había preparado ya sus siguientes estudios en la Universidad Laboral de Huesca; mi madre organizaba todo lo referente de la casa y mi padre era muy sumiso a ello. Si ella decidía cambiar de vivienda él lo aceptaba – era consciente de que la infancia de mi madre había sido extremadamente dura, en medio de la posguerra, perdiendo a su padre, donde un billete premiado de lotería, mientras se hallaba en el frente, del lado republicano, le acabaría llevando a una “extraña” deserción del frente que a la postre sería fusilado en Valencia, en un entorno de hechos confusos, en los que mi abuela quedaría con dos niños pequeños (mi madre nacida en Marzo del 1936 y el Vitoriano en el 37) bastante desamparada, después de una entrevista con el general Miaja, que solo le daría permiso para un último adiós y gastará, creo que fuera así, lo último que tuviera, en viaje para despedirse del único hombre a quien de verdad amó en la vida, y quedará en manos de una posguerra cruel y rencorosa – si decidía vacaciones había vacaciones familiares. Ella  llevaría y administraría bien la casa y siempre buscaría, en cualquier comentario que le llegara o escuchará, o que entre mi padre y ella comentaran, salidas mejores para sus hijos y siempre “avanzar”, como quien huye de un pasado de miseria y pobreza (y cuyo tránsito realizaría con mi padre, desde una parcela en torrero, como primera vivienda (creo que en la calle Lugo u Orense) y luego a vivir en Miguel Servet 112 (ya el barrio Montemolín - ¡¡¡qué cosas, nombres de origen francés!!! -, con vecinas de las cuales aún me acuerdo – la señora Melchora, cuyo nieto Juanjo, - del que comulgué con su traje de marinero, porque a mi madre no le llegaba para dos trajes, pues mi hermano y yo comulgaríamos juntos, y yo comulgaría con el popular Vidal, un chico al que todos seguíamos en sus decisiones de “que hacer” durante el recreo y del que nos hicieran foto juntos en el momento de tomar esa primera comunión (en las Hermanitas de los Pobres, al comienzo de la avenida San José - donde mi hermano Fernando fuera bautizado; y yo bautizaría a mis tres hijos en el baño de mi casa, al negarse la madre a ello - se pueden hacer en situaciones de limitantes como esa - porque se llama avenida San José para llegar a la población de San José, de independiente nacimiento que el de Zaragoza); Juanjo vino conmigo, sobre los tres o cuatro años de edad, a la Academia Juve, situada creo recordar que en calle Minas - moriría en accidente de tráfico con su familia, quedando esta mujer, la Sra.Melchora, desolada ya para siempre. Y también de la señora Maravilla, una mujer que aún la recuerdo de extremada belleza, casada con el Sr. Jaime Ullate, hermano del famoso bailarín ( y que nos solía llevar en su dos caballos furgoneta - pues creo que tenía una fabrica o taller - el tramo que iba desde nuestra casa en Miguel Servet, más allá del Matadero, hasta la puerta de la Salle, pero un día casi un camión atropella a mi hermano Mariano al cruzar, porque entonces ni había semáforos ni líneas divisorias de la calzada) y que tenían un hijo Jaimito, más pequeñito que yo, y que a menudo estaba en mi casa, con el que yo jugaba con él como si de un hermanito pequeño fuera – porque mi hermano Mariano lo llevaron a Cuenca con mi abuela varios años, desconozco el motivo de aquella separación de entre hermanos, aunque la supongo. Teníamos amigos al otro lado de la calle, los Abad, que también vendrían con nosotros a la Salle Montemolín y también vino alguna vez Julián Tapia, cuya madre trabajaría luego en una tienda de droguería en la calle MiraFlores, cuya continuación era Florida, donde fuimos a parar en 1969, en una “operación de venta y compra” que realizara mi madre; vendería el piso de Miguel Servet 112, 5ºC, a un señor que se decía que era viajante o vendedor, por 225.000 pts y compraría el de la calle Florida 7-9 por 425.000 pts, haciendo que mi padre firmara multitud de letras y que también las firmara ese señor que compró el piso de Miguel Servet y que alguna vez tuvimos que ir con mi madre a recordarle alguna letra, o algo parecido en retraso (porque de ello dependía mi madre en su presupuesto), y donde aún existían vecinos desagradables, nada que ver con la Sra. Maravillla o Melchora, que hablaban bastante mal de mi madre (les supongo ser malas personas, cultivadas en la rivalidad y envidia). El portero de Miguel Servet era el Sr Plácido, que también trabajaba de albañil con el padre de los Abad, que era constructor - por lo que compraba parcelas y casas viejas para derribarlas y luego edificar - y que también sería directivo del club de futbol del Utrillas, pueblo donde los Abad iban de referencia de veraneo. Mi padre asumió la hipótesis de que la calle Florida era en realidad la calle de La Pascua Florida, pero aquella batalla la perdería cuando el ayuntamiento puso calle La Florida, a secas, aunque todos sepamos que Florida americana sí viene el nombre de la Pascua Florida, por lo que por mucho que lo quisieran enmendar, siempre tuviera razón en ello mi padre. Detalles de pequeñas guerra de bar y partidas de guiñote que a él le gustaban, como al abuelo Mariano (aunque este último parece que se gastara pasta en el bar y ello no gustara a la abuela).

Mi hermano Mariano celebrara ese fin de etapa con sus compañeros de clase en cena en el Chaparral, a la vez que su cumpleaños. Yo estaba ingresado en la “Casa Grande” (Hospital Miguel Servet) en la planta 11, al final del pasillo de la derecha, en la última habitación del fondo, compartiendo cama con un hombre muy afectado por el tabaquismo. No me habían admitido en el Hospital Infantil, a pesar de tener 12 años, porque ya no cabía en las camas de esas instalaciones que por entonces eran modernas y orgullo de la ciudad. Ya el año anterior me ingresaría por unos profundos dolores de estómago en el Infantil mencionado, y que aunque descartaran apendicitis me dejaran allí para restituirme porque estaba muy delgado y con una herida en la rodilla hecha en la piscina a la que no me dieron puntos y fuera motivo mi madre de reproche por el médico por no atenderme bien (a diferencia de a mi hermano Mariano) y nuevamente, en el Servet ocurriera lo mismo, porque allí fue más grave mi enfermedad, Osteomielitis combinada con pulmonía, cogida ya en la misma planta, y cuya una de las enfermeras era hija del dueño de las piscinas Montemolín, donde todo el barrio íbamos los fines de semana a bañarnos y éramos socios. Después de cuarenta días de ingreso y casi al borde de la muerte, iba resucitando, entre turnos de familia tarde, mañana, noche, y goteros y goteros, a los que mi padre, que venía los sábados y domingos, calcularía el número de gotas que hubiera en cada botella de suero que durante 30 días y noches me pusieron llenos de medicación. Una mañana, me asomé al pasillo para ver si ya llegaba mi madre – cuando ya me quitaron los goteros – y me pareció verla llegar por el pasillo y, ya confiado, retorné a mi habitación a esperarla entrar. (durante las tardes en que ella estuvo al lado de mi cama leyéndome artículos de la Revista Norteamericana de nombre inglés (R & R) traducida al español sobre hechos asombrosos de recuperación de personas y enfermedades – actividad bien diferente a la sugerida por el Poli, de llevarme la Segunda Guerra Mundial en tomos con todo lujo de fotos de desastres de la guerra, muertos amontonados y cadáveres por todos sitios – pero a la que yo reprochaba, a mi madre, inconscientemente, el muy mal trato recibido por ella, sus insultos, su empeño en decir que yo era un mentiroso – desde que un día, sobre los dos o tres años de edad, cuando llegara mi padre del trabajo a las 21:30h saliera a corriendo, por el largo pasillo, a decirle que había venido un hombre a casa y mi madre me dijera: Mentiroso; desde entonces el mundo se hizo imposible con ella. Aquello fue mi declive en fama desde niño en el ambiente familiar; por eso cuando ella se acercara una vez a besarme la cara estando enfermo y con goteros, yo le retiré la mejilla y aquello sería su “sentencia de muerte” lo sé ahora después de 48 años pasados ya). Tardaba mi madre a llegar pero entró una enfermera y me dijo que la acompañara (o tal vez fuera mi misma tía Araceli, esposa del Poli, que me dijera: "Vístete, Miguel que vamos a hablar con el médico". En el trayecto una enfermera me dijo con tristeza:"lo siento", pero aún no sabía porqué; entré en un despacho donde un médico se dirigió brevemente a mi persona) me dijo el médico, "tu madre ha sufrido un grave accidente; ves con tu tía". A la salida del despacho del médico se hallaban un par de enfermeras que habían salido de “Control de Enfermería”, que se hallaba muy cerca de ese despacho, y se acercaron a mí y me dijeron “Lo siento mucho”. Aún sin saber de qué se trataba, acompañé a mi tía al edificio de al lado, un edificio también nuevo y orgullo de nuestra ciudad “Traumatología” al ir accediendo se hallaba llegando a la vez Vitoriano, hermano de mi madre, y Ángel, también mi tío y hermano de madre de Vitoriano. Vitoriano espetó cuando me vio. “Qué hace aquí este” - él siempre fue un bruto "indecente". Me di cuenta que no íbamos a una planta del edifico para ver a mi madre con goteros o algo así. Íbamos al tanatorio del Hospital. Al entrar mi tía me mostró donde se hallaba mi padre y me acerqué a él (luego ella desaparecería ya rápidamente, o no la volví a ver, por lo que supongo que fue reclamada para ese acto concreto por alguien que al respecto recibiera instrucciones concretas y precisas) Me puse al lado de mi padre, mientras percibía que mi tío Ángel contuviera al Vitoriano mientras entraban en una habitación contigua. Mi padre llorando, me decía: “Le dije Chatica échate a dormir” y recordaba la película que echaron aquella noche en la tele como idea desencadenante, porque me dijo que se había duchado previamente. Y que mi hermano Mariano fue el primero que la vio. Aún no sabía qué había pasado hasta que me dijo mi padre, ven a verla; le acompañé a una sala contigua y vi una camilla con una sábana que cubría un cuerpo. Pensé que le vería el rostro a mi madre al acercarme, pero no. La cabeza estaba cubierta y mi padre levantaba la sábana diciendo: “Está desnudica” y lloraba desconsoladamente mientras la acariciaba la cara.

El Ángel tiró y contuvo al Vitoriano y ya no los pude ver hasta el día del entierro, en el que mi padre pidió autorización al hospital para que saliera y me llevara su gorra colorida de salir los domingos para protegerme del calor de aquél mediodía de verano (por lo que Vitoriano, durante años le reprochara, de que mi padre nos llevara a mi hermano y a mí al entierro de mi madre como si fuéramos los fofitos – payasos de moda de aquella época).  

Cuando por fin me dieron el alta, al entrar en mi casa, mi hermana Yoli salía corriendo por el pasillo y detrás mi hermano Mariano y me gritó, “por tu culpa ha muerto la mama” Mi padre le dijo: “Cállate”. Y Mariano no dijo nada. Ya mi padre al año anterior, cuando programó unas vacaciones solo para mi madre y él, nos dijo a la vuelta: Vuestra madre puede morir. Y así fue un año después. (parece que sí, que tal vez tuvierais razón, o así lo creísteis durante años de tiranía sobre mí)

Esto viene a colación del informe médico donde alguien pusiera como antecedente de mi hijo, que mi madre se suicidara embarazada. Mucha mala fe hay en ese informe (quién metiera esa circunstancias, ya fuera desde David o su madre Teresa, o hacerlo creer como cierto a mi hijo Víctor, en estas circunstancias, es de crueldad extrema que tiene objetivo claro) ser como una  prueba, como a la que someterían a mi madre conmigo o a mi padre conmigo, la misma prueba que someten ahora a mi hijo conmigo; siempre son similares en escenificación, y quienes las provocan y traducen su resultado los considero verdaderos... “sois los verdaderos hijos de puta” que buscan siempre mostrar que vuestra sociedad es perfecta; como aquellos cuya perfección pasa por fusilar a 26 millones de españoles)

Estuviera o no embarazada, la situación de entorpecer y crear confusión proveniente de un sinvergüenza violento como Vitoriano (probablemente azuzado también por otros en la sombra) era irrelevante. Mi padre me confesaría dudas serias sobre la paternidad de mi hermano Mariano (cuando mi separación era obvia y Teresa, mi mujer, mostraba su poder, y mi padre acabara diciendo: Me mataron a la madre y ahora quieren matarme al hijo; y me sugirió que me fuera a por tabaco y no volviera y le contesté “No puedo me lo ha prohibido la abogada (Lusilla)”. Fue una excusa, tal vez así amenazada mi madre por aquél hijo puta que la sedujera (a solo fin de joder a mi padre) y probablemente le dijera: Si estás embarazada tu sabrás, si tu marido sospecha, yo no quiero saber nada, o te vienes conmigo a te quedas ahí (si mi padre sospechara sería por que alguien fuera con chismes, que el trabajaba 10 horas diarias). Y tal vez los chismes salieran del mismo entorno que sugirieran al Hipólito que me llevara libros de muertos y cadáveres de la segunda guerra mundial, mientras me debatía entre la vida y la muerte gotero a gotero. (¿Quien sería?; probablemente mi tío Mariano, hermano pequeño de mi padre, el militar ahora retirado y comandante del ejército de Tierra, pues nos hallábamos en el año 1973 y el ejército aún tenía mucha influencia en las familias y mi padre presumía, como mi abuelo paterno - aunque aquello fuera secreto familiar por salvarse y hacer la guerra en el lado franquista como muchos izquierdistas de entonces al que ofrecieran esa alternativa una vez denunciados por los vecinos, y quedar trabajando ya siempre en el mismo ejército, aunque sospecho que fuera Anarquista, o se hiciera después de estar de sargento en África y participar en el desembarco de Alhucemas, porque Franco llamaba también a los Anarquistas comunistas, porque en España entonces no había comunistas - de Comunista, aunque sin afiliar; probablemente avocado a decir cuál era su formación ante tanto saber particular obtenido por él pero sin estudios; y ante sus afirmaciones y deducciones tan obvias y evidentes, le preguntaran en cualquier barra de bar.: Y Vd. cómo sabe tanto? Qué hace?: ¡¡¡Soy tapicero, y soy Comunista!!!; porque de alguna manera, así mostraría que se la sociedad en la que vivía la tenía “calada” mientras otros se dedicaban a hacer dinero, él, limitado, le buscaba sentido y alternativa y se alineaba, como la mayoría de los ciudadanos de aquella época, al futuro que ya llegaba, con miedo eso sí, pero quién no? Y a la vez con orgullo y cierta casi fanfarronería propia de aquella época, llena de humillaciones para casi todos que esperaban ya un futuro mejor que se antojaba imparable. Él extendería el honesto oficio de tapicero para Ángel, a quien apreciaba con locura por el solo hecho de hacerlo también su propia mujer, y para Enrique, que moriría en el incendio de las tapicerías Bonafonte y para Miguel. ¡¡¡Vaya pago le hicisteis entre todos!!!.

Si realicé la NBBC fue para demostrar a mis hijos que lo que se decía de mi era falso; me previnieron al respecto y dijeron “repártelo por todos los partidos y sindicatos” pero los “jo-putas parecen estar en todos los sitios” (especialmente aquellos que desembarcarían en el PSOE, muchos de ellos ya infiltrados en el PCE durante la transición, para controlarlo al llegar la democracia; son los mismo y los de siempre).

¿Queréis acabar con la vida de mi hijo? Está claro, dais los pasos precisos y oportunos: Fango en los juzgados, rumores en vez de papeles, corporativismo médico psiquiátrico, corporativismo jurídico; Errejón en campaña electoral y muy bien “conducido” en cómo interpretar lo que le llega desde aquí por Salud Mental (basta mirar el “has tac” Salud Mental para confirmar que tú de interés, de real, nada de nada) – mira Íñigo, llegaste a la política de listillo (pero en realidad de "listo incompetente", que es lo que le llama, en “prety woman” la novia de América a Richard Gere), pero sigues siendo un ignorante; habrá sangre y sufrimiento?; ¿hasta dónde vas a tragar con esos argumentos que te sugieren desde Salud Mental para quedarte parado?; ¿hasta que seas viejo y caigas en la cuenta, ya, por solo el paso del tiempo y la experiencia social, tan cíclica que resulta insoportablemente obvia que los malos siempre están donde siempre? Si esperas a entonces tendrás un Alzheimer repentino (como Suarez, y la gente traga con él, que toda su familia fuera cayendo repentinamente). O como Domper, que también de súbito, cuando fui a la Universidad, hace unos años, y a mi hermano, que allí trabaja, pregunté cómo localizarlo, al precisarlo, toma ya, Alzheimer (y ya, para cuándo lo necesito ahora, ya no te vale de testigo) No me extraña que durante muchos años nuestro término municipal tuviera forma de Cruz Gamada y que por ello mucho se molestara Belloc cuando Villamayor se desligara rompiendo la figurita y símbolo nazi en nuestro municipio. O cuando corriendo el Heraldo de Aragón fuera a controlar el descubrimiento de un Tango:·"Una noche en Zaragoza", de origen alemán, que se tocaba en los tiempos del nazismo en el Hotel Excelsior de Berlín (cuya historia da de sí mucho más de  lo que el Heraldo quiso decir y, para atajarla, usa a profesor universitario – siempre hacen lo mismo)  pero que evoca a la colonia de Alemanes que, desalojados de las guerras en África, se ubicaron en Zaragoza y probablemente construyeran el Colegio Alemán – proyecto social para élites de  nuestra ciudad, como lo es el Francés o Británico.

A mi hijo le tengo al corriente, incluso le digo, ante su perplejidad por la liada que ha hecho posible la suspensión del juicio este lunes, que oiga conmigo las conversaciones que mantengo con unos y con otros al respecto; y vea cómo han funcionado unos y otros…y me ha dicho: "Han pactado". Está claro que sí, y que no entiende cómo este mundo lleno de “personajes perfectos” trabaja tan mal y cobra tanto, porque según él un buen sistema informatizado evitaría todos estos errores. Le expliqué que tiene razón y que hace unos 20 años instalaron en los juzgados el sistema “Libra” y fuera una “mierda” a juicio de los usuarios y que daba multitud de fallos; no sé qué sistema hay ahora; pero su decepción es profunda y desconfía de este mundo de adultos que solo le persigue para medicalizarlo a perpetuidad. Para mi es sencillo, es simple corporativismo que es lo más parecido a ser fascista (mirar wikipedia por si se está obsoleto); pero para mi hijo sólo es “Un pacto entre ellos” para obviar todo lo ocurrido y taparse unos a otros; el resultado es que le pilla de por medio por que el objetivo, ahora pasa, por arruinarle la vida. Y ello le lleva a la rebeldía, a la desconfianza.

Por ello, ante esa rebeldía le doy anoche este mensaje para seguir en mi casa; hay normas y hay que cumplirlas, sobre todo ahora (a tiempos revueltos: Disciplina personal).













 


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