Miguel Ángel Ibáñez Gómez - maiges_ps@hotmail.com

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miércoles, 7 de octubre de 2015

(Hablar de Libertad (II)

(Hablar  de Libertad (II)

Intentar construir un Estado nuevo dentro de un Estado avanzado requiere algo más que la idea de una cultura y costumbres comunes - pues la cultura y costumbres tiende a ser cada día más común y, paradójicamente, cuanto más queremos singularizar esa cultura o esas costumbres más difícil se hace conseguir encontrar una frontera realmente singular que habilite las condiciones necesarias para definirse como Nación y aspirar a ser Estado, pues nunca serán de igual costumbres los que viven en los valles de las montañas que los que viven a la orilla de los mares o en el interior de una llanura - requiere algo más que la idea de una lengua común y diferente - pues para que una lengua sea común en un territorio se hace preciso uniformarla y en esos procesos se van perdiendo pequeñas identidades culturales en aras de facilitar la comunicación. Para construir un Estado independiente se requiere alegar grave injusticia o perjuicio ocasionado de manera constante y sostenida en el tiempo que perjudica el desarrollo de la región y de sus gentes, y de su identidad cultural hasta el punto de avocar a sus gentes a clamar por la independencia.
El sentido del término Independencia está vinculado con el de libertad de decisión y autonomía. Sin embargo vemos que alcanzada ésta libertad autonómica se reclama para el término de libertad el sentido de liberación e Independencia; como si esos términos existieran en valores absolutos, como si existieran naciones en la Tierra que pudieran proclamar que son Libres e Independientes por sí mismas ignorando que vivimos en una comunidad de naciones que libradas de las ataduras de los compromisos libremente adquiridos para hacer posible la convivencia entre ellas, se jerarquizarían nuevamente en razón de su fuerza coercitiva y no en razón de la convivencia. Todo lo que se está construyendo en Europa se hace, de alguna manera, bajo el principio de Rouseau por el cual se sacrifican los derechos a la libertades individuales por un objetivo común mayor que a todos nos beneficia. Y ello es válido tanto para individuos como para Estados.  La Unión Europea trae como consecuencia el asentamiento de valores sociales e individuales que son protegidos por la comunidad de naciones. Por ese motivo las cesiones de soberanía que realizan los Estados lo hacen en razón de objetivos que uniforman normas, permeabilizan fronteras, comparten recursos destinados a seguridad y defensa que permiten aumentar los destinados a generar derechos y bienestar a los ciudadanos. Todo el proyecto europeo tiene como destino la generación de los EEUUEE, y el camino es complejo y difícil, y lleno de trabas e intereses de naciones poderosas de nuestro entorno, y de visiones singulares dentro de la propia UE que hacen más arduo y complejo el trayecto, pero que de ser superadas alcanzaremos una estabilidad como unión sin parangón en la historia de la humanidad. Y en todo ese camino están comprometidas las naciones europeas. Sin embargo, la actual crisis económica ha representado un duro golpe al proyecto europeo. Si bien en la prosperidad todas las naciones muestran sus mejores semblantes, análogamente en la adversidad las naciones tienden a retraerse y olvidan la trágica historia europea que nos llevó al convencimiento de la colaboración entre los pueblos de Europa para construir una Unión Económica que evitara los antagonismos que nos llevaron a 31 años de guerras cruentas y otros casi cuarenta de guerra fría. La crisis económica intenta despertar y resucitar las ideas más retrógradas que acompañan a los seres humanos: xenofobia, discriminación racial, nacionalismo, identidades antagónicas... y en ello no se libra ninguna nación. Es la apelación al miedo la que hace posible la resucitación de conceptos nacionalistas y por lo tanto retrógrados; como si en Europa se hubiera olvidado los millones de muertos y las atrocidades vividas en nombre de esos principios que se sostuvieron como valores que fomentaron el antagonismo entre naciones y fomentaron el odio y la barbarie en suelo europeo. De ahí que se observe con coherencia la idea de expulsar a Hungría de la UE, y consecuentemente a todo país que con su actitud promueva el antagonismo entre naciones o etnias. Ellos han olvidado la historia reciente que hace posible la construcción de la UE.
Dicho esto merece el esfuerzo hablar de los Nacionalismos españoles. Por ello defiendo la idea de que España no es una Nación (en tanto que comporte idea de raza o cultura propia o singular, vanguardia de algo, sino un Estado conformado por la suma del pensamiento de sus ciudadanos, que lo hace previsible de acuerdo con el carácter español y que se diversifica Administrativamente - en cuanto a Estado -  en organización territorial autonómica y municipal para mejor adaptarse a la idiosincrasia de las sociedades que lo conforman - como análogamente lo hará la futura Unión de Estados Europeos, en cuyo camino nos encontramos) ni una Nación de Naciones, sino un Estado dentro de Europa y que aspira a formar parte de la Unión de Estados Europeos en un futuro más o menos próximo. Y por ello, en alguna medida, aspira a disolverse como Estado dentro de otro Estado superior conformado por el pensamiento de los ciudadanos europeos que definirán al Estado español dentro de una Constitución Europea.

Desde esta percepción futura a la que estamos abocados pese a todas las dificultades que nos encontremos, el sentido de libertad liberadora se encuentra más que en la identidad singular antagónica, en la identidad singular complementaria o integradora del proyecto común europeo (lo que me hace singular en mi entorno es precisamente lo que me vincula al entorno). Por lo tanto, alegar incompatibilidad con el Estado al que se pertenece requiere de una situación de grave arbitrariedad que no existe ahora (aunque algunos la pudieran desear), ni en formas ni en maneras, que justifique la cimentación de un edificio independiente. Y por otro lado, crear condiciones antagónicas que sugieran la incompatibilidad con un Estado de Derecho sabiendo que el camino final será de cierta disolución del Estado en otro Estado (EEUUEE) de mayor esfera, aprovechando una crisis coyuntural se antoja como argumento no sólo insolidario sino oportunista.

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