Desvela Pedro
Sánchez en el programa de "El Intermedio" de "El Gran Wyoming", para mi pasmo
(Alfonso Guerra, en sus mejores momentos hubiera dicho: Me ha dejado
pasmao"), que ha sido el propio Jefe de la Oposición quien ha tenido que
interesar al Presidente y motivarle para que éste se reuniera con él y con el
resto de líderes de la cámara, con el fin de comunicar, al menos, lo más
esencial del plan de contención y canalización del independentismo desafiante e
intolerante que se viene emergiendo al alza en Catalunya.
El pasmo es generalizado. Pensar que el
Presidente de Gobierno decidiera hacer frente a esta situación sin contar con
los más significativos líderes del Parlamento español es uno de los más graves
errores que un Presidente de cualquier Estado democrático - ante los graves
hechos anunciados desde hace más de un año, y que amenazan de pleno la
democracia española - pudiera ocurrírsele. Y es lamentable pensar que esta
ocurrencia no tuviera otro soporte que rentabilizar el problema catalán en
beneficio propio durante las elecciones generales al Congreso. El desatino es
mayúsculo. (Ello es estrategia propia de los "Buhs y Reagan" americanos para subir su popularidad en las encuestas mediante la creación o agudización de conflictos - pero en el exterior del país).
Parece obvio que las mentes pre-claras del Estado
hayan estado poniendo al servicio de su propio Estado todo tipo de visiones, expectativas,
estudios, estrategias y análisis para salvar esta delicadísima situación. Y
estas mismas mentes lo hacen, y probablemente lo siguen haciendo, básicamente
porque tienen un sentimiento de llamada ante los acontecimientos para apoyar al
Estado, mantenerlo íntegro y restablecer la normalidad democrática. Y en ello
no cabe pensar que el trabajo, más o menos afortunado que se está poniendo a
disposición de las representaciones del Estado, se base en partidismo alguno ni
en ideología, pues de lo que estamos hablando es de una cuestión esencial y
básica en la que nos jugamos las libertades de todos. Y ante ello, y ante este
esfuerzo colectivo, nos encontramos con que nuestro Presidente de Gobierno
juega a apuntarse un tanto en medio del peligro. Ello, en sí mismo, es
verdaderamente sorprendente.
No nos merecemos más Rajoy.
Pero dicho esto, el deber de ciudadanos es apoyar firmemente al Gobierno de España, de
manera diligente y firme para resolver este primer embate
soberanista-independentista. Y después de las elecciones, con otro escenario
diferente, será el momento de encarar estas cuestiones de Estado que se puedan
presentar en el presente y futuro con una sentido de la responsabilidad mucho
más diferente de la que ha mostrado nuestro actual Presidente del Gobierno.
Esto que ha pasado no se debe de olvidar. Ya lo advertía un prestigioso periódico norteamericano: El mejor candidato del PP es Soraya Saenz de Santamaría; pero Rajoy, como los malos políticos, ha preferido arrastrar a su partido con su, más que probable, propia caída. Desmoralizante.
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