En un artículo
anterior señalé que no es posible la corrupción si no existe antes corrupción
moral que la posibilite. Es obvio que para que la corrupción monetaria se
produzca se ha de traspasar una línea roja, que es nuestra consciencia, que nos
dice que eso no se debe de hacer y no está bien. A veces se puede dar ciertas
circunstancias en las que, puestos a elegir, en medio de una situación
adversamente económica, un pequeño comerciante tiene que elegir entre comer él
y su familia o pagar a proveedores o impuestos u otro tipo de gastos. Salvo en
esas circunstancias donde la necesidad es urgente, difícilmente se puede
concebir que empresarios regateen a Hacienda del Estado los impuestos que
derivan de sus actividades empresariales de acuerdo con los tramos de
cotización que se han acordado con las mismas organizaciones empresariales;
pues son las organizaciones empresariales las que al final dan por aceptables
las leyes que regulan esas cotizaciones a Hacienda y a la Seguridad Social, y
si no estuvieren conformes la hacen constar de manera clara y meridiana, y tienen
medios para presionar al Gobierno de turno a fin de que reconsideren su
posición y sus proyectos de Ley (pues
para eso existen los proyectos de Ley, para que todos los interesados se
expresen y manifiesten sus posturas, matizaciones o divergencias; haciéndose
los partidos ecos de ellas y debatiendo en el Parlamento antes de que pasen a
ser definitivamente leyes). Eso es la Democracia y así la aceptamos todos.
Me llamó mucho
la atención que personas, de naturaleza anarquista – después de apoyarles para que entraran en una empresa de tapicería que
se había convertido en Cooperativa "Tapì 2000" (apoyo
que les di en contraprestación de haberme dado trabajo durante un mes para
poder pagar los abogados en un juicio contra la DGA por un asunto de Formación
Profesional) se vinieran a invitarme, con los años, a una mariscada celebrando
que les había tocado la lotería a toda la fábrica (ya no eran Cooperativa porque el Estado se quedaba con muchos impuestos
y se habían reconvertido en sociedad que se repartía capital y que recibían “chivatazos”
sobre cómo invertir el dinero o comprar obras de arte etc. para aumentar su
patrimonio; y como los bancos les trataban ya, no como trabajadores sino como
empresarios).
Me invitaron en
un restaurante, pues eran familiares, de los caros y en la conversación sacaron el tema
de cómo convertir dinero negro en blanco y cuál era la proporción de dinero
negro que se precisaba para obtener un kilo de blanco (hasta ya hablaban en el argot de la delincuencia carcelaria). Parecía una conversación
de lo más normal, hasta que un par de años más tarde les volvió a tocar la
lotería a toda la fábrica – ya no me
invitaron a más mariscadas pero con el tiempo comprendí (a la vista de las detenciones que salían en
los telediarios por corrupción) que era práctica habitual entre corruptos
que les tocara la lotería reiteradamente, como ahora ya todos sabemos que pasa.
Resultaba
lamentable que empresa Cooperativa en la que de chiripa anticipé su creación, (pues todos venían de Tapicerías Dominguez y un entonces estudiante de
cooperativismo, que tenía amistad conmigo y que allí trabajaba, le comentara mi
persona: Sería genial que hubiera una cooperativa de Tapicería, a lo que me
contestó, Claro!!. Todo el mundo parecía, por entonces estar en contra del
propietario de aquella fábrica porque decían que se compraba yates y regateaba
en el cronometraje a los trabajadores) pudiera haber acabado como fuente de corrupción.
Es triste que personas
que debieran tener conciencia social (y
que en su momento la tuvieran por ser de izquierdas y sindicalistas
representantes de los trabajadores) llegaran a la misma conclusión de
proceder por la que criticaron a aquél empresario y le hicieran la vida
imposible hasta que cerrara.
Aún les eché otra mano cuando un día me llamaron por teléfono para decirme que la fábrica se les había quemado. Les dije: Si permanecéis unidos saldréis adelante. Con el tiempo me enteré que aquella frase mía se había convertido en consigna, o al menos eso me dijeron alguno de los trabajadores.
Aún les eché otra mano cuando un día me llamaron por teléfono para decirme que la fábrica se les había quemado. Les dije: Si permanecéis unidos saldréis adelante. Con el tiempo me enteré que aquella frase mía se había convertido en consigna, o al menos eso me dijeron alguno de los trabajadores.
No dieron
ningún ejemplo provechoso, pues después de ponerse como ejemplo de
cooperativismo, recibiendo visitas para imitar su ejemplo, pronto aprendieron a rapiñar al Estado lo que del Estado era y
les propició en sus leyes para que se constituyeran como empresa de
trabajadores; y le pagaran el agradecimiento no solo haciéndose sociedad privada
sino regateando el dinero y luego blanqueándolo.
Aún recuerdo a
algún otro trabajador, que se quejaba de estar mucho en el paro y reclamaba un
comunismo para España; luego confesaría que nunca vivió mejor que entonces,
cobrando el paro y trabajando de extranjis. Me acuerdo porque era primo de
estos que iban de anarquistas.
Ahora,
jubilados, dicen ser todos de Podemos (¡¡¡Qué vida esta!!!) y qué país!!!
Es evidente, a la vista de lo narrado, que para corromperse económicamente, primero, hay que corromperse moralmente. Y si uno se ha corrompido moralmente puede llegar a donde sea, como sea y sobre quien sea; los escrúpulos ya no existen sólo el objetivo de tapar y tapar al precio que sea.
(¡¡¡¡reunión ya!!!
Y vale de amenazas)
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