Miguel Ángel Ibáñez Gómez - maiges_ps@hotmail.com

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lunes, 29 de octubre de 2018

La corrupción también se da en entornos cotidianos.


             En un artículo anterior señalé que no es posible la corrupción si no existe antes corrupción moral que la posibilite. Es obvio que para que la corrupción monetaria se produzca se ha de traspasar una línea roja, que es nuestra consciencia, que nos dice que eso no se debe de hacer y no está bien. A veces se puede dar ciertas circunstancias en las que, puestos a elegir, en medio de una situación adversamente económica, un pequeño comerciante tiene que elegir entre comer él y su familia o pagar a proveedores o impuestos u otro tipo de gastos. Salvo en esas circunstancias donde la necesidad es urgente, difícilmente se puede concebir que empresarios regateen a Hacienda del Estado los impuestos que derivan de sus actividades empresariales de acuerdo con los tramos de cotización que se han acordado con las mismas organizaciones empresariales; pues son las organizaciones empresariales las que al final dan por aceptables las leyes que regulan esas cotizaciones a Hacienda y a la Seguridad Social, y si no estuvieren conformes la hacen constar de manera clara y meridiana, y tienen medios para presionar al Gobierno de turno a fin de que reconsideren su posición y sus proyectos de Ley (pues para eso existen los proyectos de Ley, para que todos los interesados se expresen y manifiesten sus posturas, matizaciones o divergencias; haciéndose los partidos ecos de ellas y debatiendo en el Parlamento antes de que pasen a ser definitivamente leyes). Eso es la Democracia y así la aceptamos todos.
Me llamó mucho la atención que personas, de naturaleza anarquista – después de apoyarles para que entraran en una empresa de tapicería que se había convertido en Cooperativa "Tapì 2000" (apoyo que les di en contraprestación de haberme dado trabajo durante un mes para poder pagar los abogados en un juicio contra la DGA por un asunto de Formación Profesional) se vinieran a invitarme, con los años, a una mariscada celebrando que les había tocado la lotería a toda la fábrica (ya no eran Cooperativa porque el Estado se quedaba con muchos impuestos y se habían reconvertido en sociedad que se repartía capital y que recibían “chivatazos” sobre cómo invertir el dinero o comprar obras de arte etc. para aumentar su patrimonio; y como los bancos les trataban ya, no como trabajadores sino como empresarios).
Me invitaron en un restaurante, pues eran familiares, de los caros y en la conversación sacaron el tema de cómo convertir dinero negro en blanco y cuál era la proporción de dinero negro que se precisaba para obtener un kilo de blanco (hasta ya hablaban en el argot de la delincuencia carcelaria). Parecía una conversación de lo más normal, hasta que un par de años más tarde les volvió a tocar la lotería a toda la fábrica – ya no me invitaron a más mariscadas pero con el tiempo comprendí (a la vista de las detenciones que salían en los telediarios por corrupción) que era práctica habitual entre corruptos que les tocara la lotería reiteradamente, como ahora ya todos sabemos que pasa.
Resultaba lamentable que empresa Cooperativa en la que de chiripa anticipé su creación, (pues todos venían de Tapicerías Dominguez y un entonces estudiante de cooperativismo, que tenía amistad conmigo y que allí trabajaba, le comentara mi persona: Sería genial que hubiera una cooperativa de Tapicería, a lo que me contestó, Claro!!. Todo el mundo parecía, por entonces estar en contra del propietario de aquella fábrica porque decían que se compraba yates y regateaba en el cronometraje a los trabajadores) pudiera haber acabado como fuente de corrupción.
Es triste que personas que debieran tener conciencia social (y que en su momento la tuvieran por ser de izquierdas y sindicalistas representantes de los trabajadores) llegaran a la misma conclusión de proceder por la que criticaron a aquél empresario y le hicieran la vida imposible hasta que cerrara. 
Aún les eché otra mano cuando un día me llamaron por teléfono para decirme que la fábrica se les había quemado. Les dije: Si permanecéis unidos saldréis adelante. Con el tiempo me enteré que aquella frase mía se había convertido en consigna, o al menos eso me dijeron alguno de los trabajadores.
No dieron ningún ejemplo provechoso, pues después de ponerse como ejemplo de cooperativismo, recibiendo visitas para imitar su ejemplo, pronto aprendieron a rapiñar al Estado lo que del Estado era y les propició en sus leyes para que se constituyeran como empresa de trabajadores; y le pagaran el agradecimiento no solo haciéndose sociedad privada sino regateando el dinero y luego blanqueándolo. 
Aún recuerdo a algún otro trabajador, que se quejaba de estar mucho en el paro y reclamaba un comunismo para España; luego confesaría que nunca vivió mejor que entonces, cobrando el paro y trabajando de extranjis. Me acuerdo porque era primo de estos que iban de anarquistas.
Ahora, jubilados, dicen ser todos de Podemos (¡¡¡Qué vida esta!!!) y qué país!!!
Es evidente, a la vista de lo narrado, que para corromperse económicamente, primero, hay que corromperse moralmente. Y si uno se ha corrompido moralmente puede llegar a donde sea, como sea y sobre quien sea; los escrúpulos ya no existen sólo el objetivo de tapar y tapar al precio que sea.
(¡¡¡¡reunión ya!!! Y vale de amenazas)

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