Miguel Ángel Ibáñez Gómez - maiges_ps@hotmail.com

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domingo, 19 de abril de 2020

La Psiquiatria muestra su cara más amable en esta pandemia



Ya llevaban unos cuantos días – en algunos casos semanas – que fuentes sanitarias, dentro de la rama psiquiátrica, pusieron en marcha “mecanismos” para ofrecer “ayuda” a los profesionales sanitarios que se encontraban en primera línea, en la lucha contra el coronavirus; así mismo, psicólogos, casi desde los primeros momentos del confinamientio, aparecían en algunos programas de radio y televisión dando consejos para que las personas “encaminen” esto que parece un “arresto domiciliario” a gran escala, y sea llevadero lo mejor posible. Así mismo el gobierno, sin duda, valoró cómo ir dando la noticia a la población para evitar un verdadero impacto emocional que provocara una reacción indeseada en esta situación de enclaustramiento forzado. Aunque ya el doctor experto que hace de portavoz  de la evolución de la misma, desde un principio, dijo que esta situación para el control de esta pandemia, duraría unos dos o tres meses, incluso cuando repitió el periodo de tiempo, llegó a incluir la cifra de cuatro meses. Pero todo estaba comenzando y las ganas de la población de prevenirse de semejante “amenaza” pudo no reparar en el coste real de lo que supone estar “detenido” o confinado en un domicilio tanto tiempo. Las inevitables prorrogas del Estado de Alarma han ido mostrando, a estas alturas del confinamiento, que escuchar cómo se anticipa, por el presidente del gobierno, el Estado de excepción otros quince días, va llevando a la población a una situación cada vez más incómoda, pues empiezan a aparecer los primeros síntomas de daño psico/físico en las personas (sobre todo las más vulnerables, personas mayores y niños) y aún está por evaluar el impacto en adolescentes y el resto del espectro social.
Los psiquiatras, ya con datos en las manos, se expresan en la prensa hablando de estrés postraumático en el sector sanitario (“Los psiquiatras alertan del estrés postraumático crónico en sanitarios”) yendo destinado su actividad particularmente preventiva, en estos momentos, a prevenir esos efectos, hablan del tipo de fármacos convenientes bajo receta médica  y de las consecuencias que traería no iniciar un tratamiento temprano del “impacto” para la gran mayoría de los profesionales sanitarios. Obviamente el objetivo es preservar la estructura sanitaria ante un segundo rebrote (si salimos bien de la desescalada de medidas, se produciría probablemente el próximo invierno) y el sistema sanitario debe de estar prevenido ante esa situación de nueva emergencia (aunque la misma no sea ya tan profunda como esta primera, sobre todo si el virus no muta). Describen los síntomas que produce esta situación, incluido el consumo de alcohol u otras variantes de hacer frente a esta situación que están sufriendo los sanitarios, en especial para que reconozcan los síntomas y no los dejen pasar de largo para que no se cronifiquen. Recomiendan a los administradores que apuesten por los servicios de atención psicológica para los sanitarios (se debe de entender que ellos solos no gestionen esta situación en que viven en la actualidad y que los deriven). Hasta entonces, ante la imposibilidad actual de esa medida proponen que racionalicen el problema (y el uso, con receta, de inhibidores de recaptación de serotonina - antidepresivos con receta médica)
También los psicólogos, la rama que se ve más benévola - de un conjunto de conocimientos “aplicados” por profesionales que tienen en su mano, en momentos determinados, desde estigmatizar a personas hasta privarlas, también, de libertad – recomiendan a la población en conservar las rutinas diarias, esencialmente; pero parece obvio que la falta de estímulos propios de nuestra condición animal (salir a menudo a entornos y espacios libres y aireados, sentir el viento o aire en la cara, recibir los estímulos de la presencia de otras personas desconocidas, poder meditar y pasear al aire libre, hacer ejercicio – que es la mejor manera de librarse del estrés…. etc) están prohibidos con rigurosidad en nuestra latitud, de manera mucho más severa que en otras y ello hace prever, también, que las situaciones de estrés se empiecen a mostrar ya, por lo que desde las posiciones más sensibles se viene pidiendo medidas más flexibles para las personas más vulnerables, en especial niños y personas mayores.  Sin embargo, es probable que la situación más grave de estrés se produzca si hay un rebrote del virus (sea en la fecha que sea) para todos los sectores sociales a la vez, si es que las medidas que se aplican son las mismas, con la misma rigurosidad y de tiempo de duración similar (si el virus, en especial muta y la cuarentena se prolonga en invierno). Retornarían los pensamientos recordando lo vivido adversamente, como recuerdo muy adverso ya vivido; se manifestarían los síntomas del estrés, llegando, probablemente, a todos (profesionales y familias). Todo un reto para la psiquiatría, la psicologia y el Gobierno.
Esta causa del problema es "objetiva", de alguna manera, todos convenimos en que el origen de la misma es reconocido por toda la sociedad y, por tanto, vemos con claridad de donde viene y cuales pueden ser sus efectos. Todos, profesionales y ciudadanos, reconocemos el origen del "impacto" y aceptamos que pueden haber consecuencias (y también distintas maneras de enfrentarlas). De ahí la idea de prevenir que se postula desde el entono psicoterapéutico.
Cabe, sin embargo, señalar que la psiquiatría, cotidianamente, no suele ver con la misma claridad los orígenes de los problemas en todas las personas que llegan a su ámbito, sobre todo si el problema  implica al ámbito familiar (donde existen secretos, rivalidades, jerarquías y por lo general opacidad en los traumas vividos cuando son comunes a sus miembros, en especial a los progenitores) Ahí no se entra en profundidad ortodoxa y se confía en una visión al alza y singularizada, sabiendo, de alguna medida que la impresión pudiera no ser correcta e incluso, en más ocasiones de las debidas, falseada cuando se entra en el terreno de los conflictos familiares (pero se acepta un punto de partida y se supone una hipótesis sobre la cual gira el tratamiento). Por ello, no vienen pronunciándose cuando hay discrepancias familiares en el origen de un ingreso de unos de sus miembros y no requieren la atribución del origen desencadenante, aunque suelen aceptar una versión como punto de partida que a veces se consolida (pero sin un  estudio exhaustivo por falta de personal y tiempo); no determinándose la responsabilidad o circunstancia primera y desencadenante, como ahora se hace con el coronavirus y el confinamiento forzado.  
Es así, de tal manera, que con un pequeño historial de conflictos, aunque no existan violencias expresa ni física ni psicológica; basta para acreditar la enfermedad ,que en su descripción se halle un cuadro recogido en el catálogo de enfermedades mentales; de hecho es más que probable que la inmensa mayoría de la población estuviera encuadrada en ese catálogo de una manera u otra. Y sin embargo, bastara con un testimonio, una vez establecida esa catalogación en una persona, para que, en una circunstancia conflictiva, una persona pudiera ser internada con un testimonio próximo, después de unas peleas verbales y sometida a tratamiento e incluso a internamiento (según el desgaste psicológico que se hubiera producido en peleas, rivalidades, provocaciones, incluso acoso del entorno inmediato que provocara una desestabilización emocional que sirviera de excusa).
El entorno psiquiátrico no entraría en la naturaleza del conflicto tenido en el entorno familiar (a eso se le llama problemas intrafamiliares) sino que directamente la persona ya catalogada sería evaluada e incluso internada, según el desgaste recibido en su psiquis. Sabemos que la catalogación  del padecimiento suele llevarnos  a un origen (por lo general del entorno familiar), o de su entorno de confianza), origen del problema que expresa con síntomas el así enfermo, pero nunca se producirá una investigación profunda que determine el origen y el causante de la misma, por las dificultades que entrañan los diferentes puntos de vista familiares respecto del paciente (o del posible entorno cercano) y la falta de objetividad en determinar el punto de partida del problema (por lo que se suele realizar una hipótesis ambiental problemática generalizadora).
Los caracteres lúcidos de las personas y la manera de exteriorizarlos suelen traerles muchos problemas a quien los posee desde su infancia: Por lo general, las personas que se muestran tan “abiertamente” al entorno - como en la serie House de medicina –  son consideradas “imbéciles”, (y difícilmente podrán estar trabajando con normalidad en grupos),  o “genios” (porque logran que se les tolere, aunque se les tiene siempre en el punto de mira esperando un error que cometan, para que acepte las “formas” que son consideradas como comunes en la sociedad).(desde hace mucho tiempo no gustan los lideres si no pertenecen a algún tipo de organización).
Los centros del Estado suelen tener un papel de naturaleza más bien de control y prevención (en alto porcentaje coehrcitiva); y en consultas privadas es donde más posibilidades hay de entrar o ir entrando en el fondo de las cuestiones que dieron origen al problema (aunque para ello sería preciso una colaboración positiva y sincera del entorno familiar inmediato o un apoyo externo determinante que buscara, exclusivamente,  el bien de quien tiene que ser tratado). De ahí que en los entornos de pago sea más posible encontrar soluciones o iniciar los caminos para hallarlas, por el mero hecho de pagar y con ello realizar un esfuerzo que en sí mismo señala voluntad de solución y tiempo a disposición del paciente (hecho que no siempre se da en los entornos Estatales y que por ello se orienta más a ese control y prevención, por lo general por medios cohercitivos). Y es aquí, en estos últimos, donde se suele pasar de puntillas por el origen de esos problemas que se manifiestan, hasta el punto de ignorarlos y hacer responsable único de las dolencias al propio paciente que las padece; así, en doble manera, primero porque el origen de ellas suele ser malos tratos, abusos, violencias,  todo ello ocurrido en la infancia o la pubertad, realizado por los adultos más cercanos que deberían representar el soporte de los niños y jóvenes.
Los centros y profesionales psiquiátricos del Estado no entran, o se conforman, con una versión cercana que les cuadre, sin comprobar la exactitud de la veracidad de la misma o realizarla al alza, fiándose o dando crédito a unos hechos expuesto por un miembro cercano; no entrarán a escudriñar, profesionalmente y ortodoxamente hasta el fondo el origen de las mismas y quienes las causaron (básicamente por falta de tiempo). En la inmensa mayoría de los casos que se les presenta actúan así; y por ello, según sea la cercanía o dependencia del maltratado, y ya estigmatizado paciente, respeto a su real maltratador, bastaría con adjudicar o señalar a un tercero como causante o supuesto causante, (pero si no es correcta la hipótesis quedaría el verdadero maltratador real oculto y a salvo; e incluso pudiera darse que el mismo familiar o persona que presenta al paciente fuera el maltratador real e incluso pudiera quedar como “custodio” efectivo, a efectos médicos terapéuticos, de su propia víctima, avalándose esa circunstancia adversa para el paciente/victima por el propio Estado y sus instituciones);.por muy visibles que sean el origen de las patologías observadas; e incluso si llegaran a verificar indicios de falsedad en la declaración inicial que les llevara a ir por un camino erróneo respecto del necesario para sanar al paciente, se podrá llegar a hablar del término conflicto intra-familiar (para no verse inmersos en un problema que debió interesar a la justicia hace lustros, pero que nadie identificó o quiso identificar honestamente, y ahora se expresa en forma de patología sobre un inocente que es, además, estigmatizado):
El abuso y agresión así se concibe de doble sufrimiento, porque la persona nunca sanará si ello no conllevara el desvelamiento del verdadero agresor (y que en casos, es quien tiene esa especie de credibilidad clínica desde donde se inicia el diagnóstico a petición suya sobre la victima;  procedimiento bajo la cual se decide un ingreso) y que nunca será descubierto, ni el paciente sanado (porque es imposible sanar a alguien si no se llega  a la verdad de lo sucedido hace lustros o decenas de años) quedando la situación cronificada en el paciente y siendo este incluso internado de por vida, para más satisfacción de su verdadero agresor (ya que así nunca será descubierto y además poseerá un gran poder sobre quien observe su proceder y esté bajo su dominio o territorio). Esta laguna sigue abierta y es usada cotidianamente por agresores, familiares ingenuos y por los propios profesionales – argumentando que es un conflicto intra-familiar al que nunca van a entrar – para así no salir escaldados de situaciones  complejas y de solución potencialmente inesperada. El  camino más corto es el tratamiento cohercitivo del paciente, y con un poco de suerte (de la que precisará en cantidades ingentes) saldrá librado mal que bien y prosiguiendo una vida más o menos aceptable (si es que no se sigue haciendo preguntas el paciente, al menos en voz alta, y debe utilizar otros medios creativos donde expresar el doloroso sinsentido vivido, que es lo que hacen la mayoria de los artistas positivos) La única posibilidad real de sanación es que ellos lleguen - guiados correctamente - a sus propias conclusiones.  (pero a veces ni eso les dejan hacer desde los entornos familiares cercanos   --------  alguna vez habría que preguntarse seriamente el Porqué?). 
De estas situaciones conozco algunas y ello me hace escribir este artículo, por si alguien le da por reflexionar. Ya que va a ser la psicología y psiquiatría los instrumentos que más se pueden desarrollar en esta crisis pandémica en nuestro país (como esos mismos profesionales proponen). Por ello este artículo viene a advertir que esos procedimientos aún tienen lagunas en su legitimidad moral y ética que debieran ser resueltas positivamente. Al menos para que las víctimas reales no sean tratadas tan malamente (incluso como si fueran verdugos o malas personas ellas mismas), no solo soportan una estigmatización social por una enfermedad, sino que tienen, a demás, cargar con las culpas que causaron otros sobre ellos y que en ellos mismos se manifiestan como pacientes. Se dice que reciben "ayuda" en vez de "apoyo", algo inexplicable en estos casos concretos.  
Los medios facultativos dicen no entran en problemas intra-familiares, cuando ello es fundamento del diagnóstico en la inmensa mayoría de los casos. Algo no va realmente bien en nuestra psiqiatría de Estado y ello causa sufrimiento real, prolongado y confinamientos injustos en nuestra sociedad.

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