Aclaración
previa: No soy persona que tenga una interpretación lineal de los
conservadores, ni propios ni ajenos,
esencialmente porque he conocido excepcionales personalidades que
reconociendo su visión conservadora de la sociedad como mejor forma de
organización del Estado, en ello no perdían un ápice de su fuerte carácter
social y humano, muy alejado de visiones sectarias o narcisistas que tanto
desalientan a la gente con sentido común. Análoga disposición tiene mi ánimo en
respecto de las personas, siendo todas singulares y, por ello, mereciendo el
trato singular que reconocen las virtudes de cada cual y observan sus carencias
no como defectos si no como oportunidades que se pueden concretar en el futuro
para el bien de todos.
En todo lugar
habitan personas con ideales, y no por ello se despegan del sentido común, y
que no tienen más limitaciones que las que imponen los intereses utilitarios
que a todo grupo que se sabe poder o alternativa de poder importa y por ello
limita sueños políticos no por imposibles, si no tal vez por generar un vértigo
que se antoja inasumible por unas circunstancias que se observan como
insalvables. Ello lleva a proceder desde la seguridad que nos da lo conocido;
aquello que nos asegura un resultado previsible en sus objetivos finales, y los
daños colaterales los terminamos por asumir como inevitable precio. (y, sin
embargo, siempre cabe preguntarse si aún existían opciones diferentes a las
previstas).
El Presidente
del Gobierno parece no precisar del apoyo del resto del espectro político para
afrontar uno de los mayores retos con los que se enfrenta la Democracia
española. Lamentablemente ello lleva a pensar que más que en una solución
profunda del problema nacionalista en España, Rajoy se lanza - y en ello parece dar muestras - a buscar
una rentabilidad política de la cuestión nacionalista más que a su canalización
o resolución. Su primer paso, a unas pocas semanas de lo anticipado por el
President Mas, no señala otra fórmula que ahondar en el antagonismo polarizante
con la esperanza de obligar a elegir entre blanco o negro en las próximas
elecciones generales y con ello intentar conseguir una mayoría absoluta de la
cual hoy está lejos. Lo aparentemente grave de la cuestión es que - en medio del peligro que supone cerrar en
falso este proceso independentista - se ponen en juego todos los miedos
atávicos de los hispanos para buscar, además, un éxito electoral. Y lo triste
es que algún ex-presidente de la izquierda se sume a este juego desde una
posición confortable y segura (en medio
de una grave crisis económica y política), aunque algunos creamos que por
ello mismo carece de la autoridad requerida, precisa y decisiva en estos
momentos en los que las declaraciones, desde la fortaleza moral (y ética) de
una vida de entrega plena a la sociedad, son tan vinculantes para la sociedad.
Sócrates
criticaba con agudeza - o así nos lo hizo
creer Platón - la estructuración del poder en torno a las razones del más fuerte,
des-argumentando que esas razones fueran las mejor fundadas. Hoy sabemos que es
precisamente la suma de razones las que mejor encuentran soluciones a los
problemas de las sociedades. Lo que de ello se aleja - por muy legítimo que técnicamente sea -, se separa de la concepción
democrática que ahora concebimos como más positiva, y tiende a ceder las
razones del más fuerte para dejarse influir por las razones de la razón - que albergan en todos, incluso en los no
tan fuertes y, a veces, en los débiles o en los que se consideran ignorantes.
Resolver el
problema de los nacionalismos requiere de realizar, al menos, una reflexión de
las maneras que emplean otros países para ir resolviéndolos cuando emergen.
Pero sobre todo es preciso diferenciar entre las soluciones de aquellos cuya
tradición democrática es más veterana que la nuestra, y sobre todo atender a la
actual situación política que nos rodea y la visión histórica que muestra
nuestra forma de solucionar los problemas que nos aparecen en España.
Si el enfoque
hispano se apoya en cuestiones testosterónicas (y en ello no se excluye al President Mas, sino todo lo contrario) nos
encontramos con el hilo histórico que puede reforzar esa hipótesis y que dio
lugar a la invasión árabe de Europa (enfrentamiento
interno que no se supo resolver). Si entendemos que la guerra civil última
también se fundamentó en incapacidad en resolver positivamente nuestros
problemas podríamos entender que España es incapaz de resolver sus propios asuntos
sin hacer concursar a potencias extranjeras en sus asuntos internos, por lo que
la visión que de nosotros pueden tener en el exterior no es precisamente el de
una democracia avanzada, por lo que se pueda concluir que no estamos al nivel
de las grandes Naciones occidentales (como es nuestro objetivo).
Hagamos una
sencilla reflexión: ¿Alguien hubiera pensado posible que en Gran Bretaña, a
tenor del problema escocés, algunos de los generales del Estado Mayor hubiera
podido atreverse a realizar declaraciones en la prensa británica al respecto? O
tal vez sería concebible ello mismo en Alemania o Bélgica?. Por muchos
respaldos que Rajoy pida a británicos y alemanes difícilmente sus declaraciones
vayan más allá de un compromiso de "escenario" que tarde o temprano
se cobrarán, de un país que no sabe, aún, resolver sus cuestiones esenciales
sin pedir ayuda al exterior. Si lo dudan intenten el ejercicio inverso:
Alemania y Gran Bretaña piden apoyo a Rajoy para mantener su integridad
territorial por una amenaza política cuya resolución se encuentra en la esfera
política (¿lo conciben?).
Parece que el
problema español es de "inercia" de carácter; carácter que olvida que
si faltan argumentos políticos ello tal vez se deba a la falta de profunda
reflexión y coherencia en asuntos de capital importancia. Asuntos que la mera
lectura jurídica de las normas no son solución por sí mismos (tal vez por la cuestión de coherencias)
y que precisan por ello de un consenso que lleve a dar con la solución que
permita resolver nuestros problemas sin recurrir a deber favores a gobiernos
extranjeros que pueden acabar por sentirse incómodos ante este tipo de demandas
de una nación que se considera a sí misma
grande y soberana (véase el vídeo
de las declaraciones del Primer Ministro Británico y el gesto que realiza,
previo a las palmaditas en las espalda que recibe del Presidente español - y sabemos que los
anglosajones gustan de realizar gestos explícitos hacia sus conciudadanos).
La actual
situación política en España permite afrontar y resolver problemas que se
encuentran en nuestros "genes" desde hace cientos de años. Problemas
que, si sabemos resolver, sí nos remiten al estatus de gran nación, y no porque
nadie del exterior lo diga, sino porque sentiremos habernos despojado de
lastres milenarios, algo que sí han conseguido naciones que nos rodean - pero parece que nosotros aún no.
La solución
última no debería pasar por un mandato al ejercito de la naturaleza del 34;
ello no sólo no nos pone en la línea correcta sino precisamente en la contraria:
aquella que nos hace capaces de repetir nuestra historia menos idónea.
La situación
actual demuestra que no hemos sabido resolver nuestro sentimiento común. Y en
ello tiene mucho que ver las heridas y cicatrices que se generan cuando una
herramienta destinada a defender nuestra libertad es empleada para cercenarla.
La transición del 78 se asentó en la convicción de que el pasado era superado
para generar la fe que daría lugar a un verdadero espacio de tolerancia y
convivencia. La cicatriz se muestra cada vez que un general olvida que, como
instrumento legítimo del uso de la violencia, debe de abstenerse de todo tipo
de declaración pública - pues en ello
deja de ser herramienta del pueblo de España y de su soberanía, para pasar a
erigirse a sí mismo y mostrarse ante la sociedad como criterio alternativo al que
legítimamente emana de la sociedad a través de las urnas.
Una situación
similar la protagonizó el general "Swarford" en la 1ª guerra del
Golfo cuando en los medios de comunicación, dentro del parte diario de guerra,
mostraba libre el camino a Bagdad y su expresión corpórea animaba al objetivo
militar sin reflexionar sobre las graves consecuencias que ello derivaría (y que los analistas políticos evaluaron
durante tres días y que llevaba a la confrontación nuclear con la URSS, como
advertía Gorbachov en un documento televisivo vetado durante esos tres días de
reflexión, por la censura de guerra occidental) (no somos tan libres como
creemos).
Con esto no
quiero decir que el President Mas no merezca un verdadero reproche por parte de
toda España (incluida Catalunya) y que
sea avocado a finiquitar su actividad política; Pero ello hay que ganarlo en
los templos de la razón que es el verdadero lugar donde se ganan las batallas (y esperemos que no sea necesario, luego,
escenificarlas). Y si bien la aparente corrupción que afecta a Convergencia
es una potente razón que hace pensar sobre si un posible cambio centralidad en
Catalunya será realmente un paso hacia el bienestar o un simple ascenso de sus
dirigentes a mayores cotas de poder (sobre
todo económico) del que no han terminado de alejarse de viejos métodos
mercantiles que ofenden a su propia
sociedad y al resto del país.
El President
Mas, después de sus declaraciones soberanistas realizó en escenas de tv, un
apoyo expreso a los Mossos de Esquadra en una escenificación que parecía
sugerir que les atribuía el soporte de la defensa "legítima" del
proyecto de emancipación. Ello, de ser correcta la interpretación, es
deplorable en sí mismo, porque apela el President Catalán no al sacrifico
personal de sí mismo con su proyecto sino que vincula el destino de civiles
sobre el cual sustentar una historia, hasta ahora etérea, que puede acabar
materializándose de la manera más triste y absurda, y sobre la cual apoyar un
soberanismo futuro. Así mismo también se han hecho referencia amenazantes que
aseguran que la guerra civil pasada tuvo su base en el independentismo catalán
- declaraciones atribuidas a Mas. De
ser todo ello cierto nos encontramos en un antagonismo polarizante entre dos
Presidentes que no parecen dejar espacio y posibilidad de estrategia diferente
que la del enfrentamiento. ¿Hubiera estado acertado el Primer Ministro
Británico con una estrategia similar para Escocia?
Además el marco
de "peligro" parece que será usado también electoralmente por Rajoy.
Volvemos a olvidarnos que un consenso a fondo sobre este asunto tal vez hubiera
sido ventajoso, pero parece que nunca lo sabremos porque, simplemente, no está
en la agenda del Presidente Rajoy.... La consiguiente cuestión será Euskadi (¿?)
Si nos falta
una visión estabilizadora que abarque todo el país nada servirá de nada,
estaremos avocados a repetir cíclicamente nuestra historia. La única propuesta
que va en esa dirección (la tercera vía) no merece el análisis del Presidente
del Estado ni de sus asesores (¿?).
Si todo es así,
las acciones del Presidente Rajoy, además de no solucionar el problema lo
diferirá hacia el futuro inmediato.
La única
posibilidad de solución del problema nacionalista pasa por un acuerdo con el
PSOE y los Nacionalismos democráticos, sobre el marco de la estructura
administrativa del Estado y la evidente inviabilidad que supone la
independencia de cualquier autonomía para alcanzar el estatus de estado
independiente. Es inviable concebir que los recursos generados entre todos, y
que determinan nuestro nivel de vida y seguridad, estén sujetos a interpretación selectiva de
las normas a fin de construir una historia paralela que desemboque en un
antagonismo con quienes han suministrado recursos naturales, humanos y
materiales; e incluso ha sacrificado oportunidades propias por favorecer una
estabilidad política o económica más favorable para el conjunto del país y que
ha podido acabar favoreciendo a unas regiones determinadas que, ahora puedan
acabar por manifestarse insolidarias, e incluso más allá: antagónicas.
Alegar que el
problema viene del carácter español y la solución es separarse de él no sería
más que el aplazamiento temporal del verdadero problema a enfrentar: La
naturaleza utilitaria del ser humano que ejerce la acción política (y política acabamos haciendo todos, de
alguna manera, en nuestras vidas). Por lo que tarde o temprano nos tendríamos
que remitir al mismo problema en el territorio que alegó esta razón para
separarse. El señalamiento de la corrupción de CDC no es más que una llamada de
atención en ése sentido y que avoca a una reflexión, no sólo por Catalunya sino
por todo el país y en todo el mundo occidental.
Si en vez de huir de
los problemas (como hacen los
soberanistas catalanes) reflexionemos con fortaleza y valor sobre ellos: y
en ése sentido cabe pensar en las raíces de nuestros temores nacionales que
este problema soberanista evoca; sobre todo después de que se afirmase de que
la verdadera causa del enfrentamiento civil fuera Catalunya. El President Mas
pretende, de ser ello cierto, estimular aquellas emociones más vertiginosas y
añejas de las historia de España para generar una re-gresión en la sociedad con
la cual autoafirmarse y justificarse interna e internacionalmente: España,
incapaz de recorrer un verdadero camino de futuro democrático, recurre a la
violencia para resolver sus problemas identitarios... otra vez.
Se dice que las
personas, como las Naciones, ante las mismas
dificultades tienden a responder de la misma manera y, por lo tanto son
previsibles. Eso mismo parece pasarle a Rajoy, que parece haber entrado al
trapo del "matador" Mas, y empieza a ser previsible y coherente con
formulas que reflejan más miedo que valor para enfrentar un futuro diferente.
Rajoy, como
responsable del PP debe de re-conocer la vinculación afectiva que aún queda en
su partido con el Dictador Franco. Mantener ése vínculo con el pasado es
justificar una vía de solución violenta y autoritaria para los problemas de
España, y con ello, habilitarla cuando sea necesario. Por ello el deber del PP
- como lo es el de los partidos conservadores
europeos respecto del nazismos que Franco apoyó e imitó - es alejarse y
sumergirse plenamente en el debate con la oposición para pactar un itinerario
de salida a este problema y, a la vez, darle un portazo a cualquier resurrección
de métodos y vías de solución que estén vinculadas afectivamente con un pasado
que debe de ser deplorado. Pues en caso contrario habrá gente del PP que sólo
le guste la democracia en la medida en que ésta le habilita para expresarse en
modos y maneras pasadas.
La verdadera solución
pasa por ir hacia adelante y, si es posible (lo
sea o no parece necesario), de la mano con la oposición.
Rajoy sí
necesita ayuda para resolver este problema. Esperemos que se dé cuenta a
tiempo. Porque, de otra forma, Mas puede acabar ganando la batalla de la
opinión pública europea.